EL ARCA ROMÁNICA
Y SUS MARFILES
SAN MILLAN
En San Millán de la Cogolla existen dos monasterios:
el de Suso (o de arriba), y
el de Yuso (o de abajo).
Los orígenes del primero se remontan y están ligados a la vida del santo que da nombre al pueblo; los del segundo, el de Yuso, son un tanto inciertos en lo que se refiere a los motivos de su fundación.
La Crónica Najerense,
escrita, en torno 1180 más de cien años después de los acontecimientos, refiere que el rey García Sánchez (1035m- 1054), hijo de Sancho el Mayor (1004 -1035), después de haber derrotado a su hermano don ramiro y a un ejército de musulmanes, manda a construir el monasterio de Nájera (1044), y para embellecerlo, según costumbres de la época, lo enriquece con las reliquias de varios santos, entre ellos las de san Prudencio, que fue obispo de Tarazona. Es lo que pretende hacer también con las de nuestro santo.
TRASLADO DEL RELICARIO Y NUEVO MONASTERIO
Tabla atribuida a Pedro Ruiz de Salazar (mediados del siglo XVII), que reproduce el traslado de los restos de san Millán ordenada por el rey García de Nájera en 1504. Se encuentra en la predela del altar de san Millán, en la iglesia del monasterio de Yuso, y es un buen testimonio de cómo era la arqueta románica.
Terminada la iglesia que manda construir en el valle, el 26 de septiembre del año 1067, y bajo el gobierno de Sancho IV el noble, tiene lugar la “Traslación” de las reliquias del santo a la nueva iglesia.
El monje don Fernando, autor de la Relación de la traslación de las reliquias de san Millán, relata así el hecho:
Cuatro días antes de las calendas de junio (29 mayo) delmaño 1053 de la encarnación del Señor, siendo abad del monasterio don Gonzalo, levantando el arca del altar y poniéndola sobre sus hombros, emprenden la marcha con ella en dirección a Nájera, cuanto mayor era, la alegría de los que se la llevaban, más aumentaban los lamentos de los monjes que se quedaban. Aquellos se alegraban porque llevaban consigo el inesperado tesoro; éstos se lo merecían porque dejaban ir a su verdadero padre y señor. Pero Dios es consuelo para quienes son dignos de ello, al igual que atiende al que tiene esperanza; así, cuando toman el camino y alegres llegan hasta el medio del valle, de repente el arca se queda quieta e inamovible como si fuese una piedra y no pudo ser movida por los porteadores (…)
Entonces, el rey Don García, continúa diciendo la Crónica Najerense, edificó allí otro monasterio en honor de san Millán y lo dotó con grandes riquezas, y, tras congregar allí muchos monjes, puso a Gomesano de abad.
LA ARCA ROMÁNICA DEL SIGLO XI
El arca, tal como se conserva, está forrada con una espléndida tela de seda roja que, al igual que la que recubre las reliquias, procede de los telares andalusíes del siglo XI. Son telas muy valiosas.
El monasterio de Yuso se edifica para guardar el arca – relicario. La arqueta de las reliquias garantiza la presencia del santo entre los suyos.
La arqueta, es de madera de roble, mide 104 centímetros de largo, 58 de alto y 33 de ancho, y se conserva en el museo del monasterio de Yuso. Conforme a los usos medievales, reproduce la forma de la nave de una iglesia cristiana: el cuerpo basilical y la cubierta a dos aguas. Los frentes estrechos están rematados por un frontón triangular y, de acuerdo con la orientación tradicional de los templos cristianos, uno de los frentes, el principal, mira al oriente, hacia Jerusalén. Los lados son rectangulares. El arca – relicario, pues, se asemeja a la nave de una iglesia que, fabricada con materiales preciosos, simboliza y es imagen de la Ciudad celeste.
Detalle de la tela que recubre el arca, con figuras muy estilizadas de árboles y grifos de tono verde, perfilados en amarillo sobre un fondo rojo. Son los tres colores utilizados en la decoración.
Su interior está forrado con una tela de seda roja de unos ochocientos centímetros cuadrados. Otra tela, de mayor delicadeza y finura artística, envuelve las reliquias. Ambas son creaciones andalusíes, probablemente obra de los talleres de Almería, de la segunda mitad del siglo XI.
Los motivos de la primera son unas figuras de árboles y grifos dispuestos simétricamente, de color verde y matizados por el amarillo sobre un fondo rojo. El dibujo está realizado mediante líneas rectas sin concesión alguna a la curva; los temas de la que envuelve las reliquias del santo se inspiran en la fauna del desierto: leones que dan caza a sus presas, gacelas, avestruces y elementos propios del medio, representados en arcos y semicírculos.
Son telas muy valiosas y, por ello, muy cotizadas en la época; elegidas por su calidad para mayor honra del cuerpo del santo, han llegado hasta nosotros, en su mayoría, en relicarios o como parte de la indumentaria de príncipes y nobles cristianos.
Frontispicio principal del arca antigua y de la actual
En el frontispicio principal, correspondiente al ábside, la figura central es el Pantocrátor, Jesucristo, sentado en su trono, portando el libro de la sabiduría y bendiciendo, es el señor del universo. Está envuelto en la mandorla –aureola en forma ovalada-, y en los cuatro ángulos estaban los símbolos del Tetramorfos o representación simbólica de los cuatro evangelistas.
El marfil que representaba el Pantocrátor se encuentra actualmente en Washington y su propietario es Dumbarton Oaks Collection. Las figuras del Tetramorfos se han perdido.
En este frontispicio figuraban también los principales responsables de la fabricación del arca: el abad don Blas, el monje Munio (a los pies de la majestad de Cristo) y el matrimonio de la casa real de Navarra el rey Sancho y la reina Placencia). Las leyendas escritas en letras góticas sobre el marfil así lo acreditaban.
En la parte superior, en un campo de forma triangular, estaba el cordero, imagen bíblica de Cristo y en la zona intermedia, una piedra preciosa de gran tamaño. Completaban la decoración del frontispicio unos versos esmaltados sobre oro negro.
La distribución de los marfiles en la antigua era la siguiente:
Frontispicio secundario, de la muerte del santo, del arca antigua y de la actual.
Frontispicio secundario, se proclama la santidad de san Millán, que ocupa el lugar más destacado. Otro tanto cabría añadir de la familia real de navarra y del resto de los patrocinadores, que no son la familia real que colaboraron con sus donativos, contribuyeron a la fabricación de la arqueta; como también los artistas que la confeccionaron
Frontispicio secundario, los marfiles estaban distribuidos así:
A ambos lados de la arqueta –relicario estaba reproducida en planchas de marfil la vida de san Millán, tal como la escribió el obispo de Zaragoza san Braulio. Era, y es, una verdadera catequesis visual sobre la vida del santo.
La disposición de las placas de marfil era la siguiente: en la parte de debajo de los laterales, la que correspondería a los muros de la basílica, iban cinco marfiles a cada lado; en la parte superior, la correspondiente a la cubierta o tejado del templo, había seis, un poco más estrechos. En total veintidós tarjetas de marfil. De ellos conservamos catorce en el monasterio de San Millán; los demás se encuentran en otros museos o se han perdido.
A cada lado del relicario había trece estatuillas de oro a modo de pilares de los cuadros de marfil. Y coronando la arqueta, también a los lados, como puede apreciarse en los huecos de la primitiva de madera que se conserva, gran cantidad de piedras `preciosas de todas las clases y colores, hasta hacer de ella una verdadera joya, que “pregonaba la generosidad y fervor religioso de donantes anónimos”, sobresaliendo un carbunclo del tamaño de un huevo, incrustado en la portada principal entre el Pantocrátor y el Agnus Dei.
En la franja horizontal de ambos lados, como complemento estético y expresión de piedad, estaban los versos de Munio, con los que los monjes del siglo XI, honraron a su glorioso patrón y fundador, quisieron unir las galas de la poesía latina a la belleza de la escultura y que el ilustrísimo Sandoval ha conservado en su obra Las Fundaciones.
12. Niña enferma que muere en el camino hacia Suso, más tarde, sus padres la encuentran con vida y jugando con los manteles del altar de la iglesia (de este marfil sólo se conserva una cuarta parte).
13. Arriba, dos ciegos recobran la vista ante el relicario del santo. Abajo, la lámpara se encuentra milagrosamente llena de aceite y encendida (monasterio de San Millán).
14. El santo expulsa de un diácono al diablo y así le devuelve la salud (monasterio de San Millán).
15. Curación de una mujer paralítica llamada Bárbara. El marfil representa la escena del milagro y el momento de la despedida (monasterio de San Millán).
16. El marfil representaba dos escenas: la curación del monje Armentario y de la despedida (desaparecido).
17. Dos escenas: el sueño de Millán en el que es llamado por Dios a la santidad, y su encuentro con san Felices en los riscos de Bilibio en Haro (monasterio de San Millán).
18. San Millán se presenta en Cantabria con su báculo y el libro. Ante la burla de los dirigentes de la población, anuncia que Leovigildo tomará la ciudad, tal como aparece en la parte inferior del marfil (monasterio de San Millán).
20. Es un marfil incompleto: representa al caballero que trae las provisiones y un fragmento de la resurrección de la niña del marfil 12 (monasterio de San Millán).
21. Arriba un ángel anuncia su muerte, y abajo el santo, amortajado, es colocado en el sepulcro (monasterio de San Millán).
22. Con un poco de vino satisface en dos ocasiones las necesidades de los peregrinos que se han acercado a Suso (monasterio de San Millán).
Frontispicio principal:
El monje Munio postrado.
El artista concede una gran importancia al personaje y lo representa en un lugar destacado.
Los promotores del arca-relicario
Frontispicio principal:
El monje Munio postrado.
El abad Blas, postrado, verdadero responsable y autor del arca-relicario: “Blasius abba hujus operis effector.
Los promotores del arca-relicario
Los autores del arca fueron los monjes del monasterio de San Millán de la Cogolla y no los reyes, aunque fueran benefactores muy generosos. El abad don Blas, promotor de la obra , se encargaría de recaudar los medios económicos suficientes para algo tan costoso. Es muy probable que, mediante cuestación popular, demandara de los fieles una contribución monetaria y que pidiera a los más pudientes joyas o metales preciosos y, como contrapartida, les ofreciera que sus nombres quedaran registrados en la arqueta. Esta puede ser la razón de que, de que como recoge Sandoval en Las Fundaciones, hubiera grabadas en los frontispicios de la arqueta hasta treinta y tres figuras de donantes o patrocinadores.
Realizada por los talleres Félix Granda en Madri en 1944, no fue muy acertada. Se asemeja a la primitiva arqueta románica, pero no expresa con la misma claridad el simbolismo religioso del templo o de la iglesia mística.
La reconstrucción de la arqueta de los marfiles
Tampoco ha representado el orden de las planchas de marfil, y los versos de Munio aparecen mutilados o dispuestos de modo desordenado. La arqueta-relicario contiene los restos de san Millán y está adornada con catorce planchas o tarjetas de marfil, más los dos pequeños del frontispicio principal que representan al abad Blas y al monje Munio.
Las planchas de marfil tienen una finalidad estética y ornamental, pero la intención prevalente es religiosa: exaltación de los aspectos más significativos de la vida de Millán, y una catequesis para quienes se acerquen a venerar sus sagradas reliquias. Son un acto de culto y son pedagogía.
Las imágenes de los marfiles y las inscripciones que las acompañan ponen ante los ojos lo que san Braulio había dejado escrito hacía siglos, aunque no siempre existe correspondencia cronológica entre lo se cuenta en la Vida y las ilustraciones de marfil. En el relato de Braulio encontramos una lógica narrativa y temporal; en los marfiles no siempre sucede así; en ocasiones, las imágenes no tienen nada que ver con las colaterales, en cuanto a la sucesión temporal. Más aún, cuando el episodio es contado en dos escenas, la secuencia narrativa es variable, no siempre sigue el mismo orden: a veces el primer momento corresponde a la escena y, en otras, se invierte el orden. Esta fata de rigor narrativo, quizás se deba achacar no al planteamiento general de la obra, sino a los criterios de los mismos orfebres que desconocían el orden cronológico de los episodios que estaban plasmado en el marfil.
MUCHISIMAS GRACIAS
Jakeline Lucio Camacho
jakelinelucio@gmail.com
CEIP.
Beato Jerónimo Hermosilla