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Texto e ilustraciones de:

Paula Cano y Carmen Laín

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Hola me llamo María y os voy a contar la historia de mi hijo Jesús a la vez que mía.

Yo vivía en un diminuto pueblo llamado Nazaret, allí de pequeña vivía junto con mis padres Joaquín y Ana.

A mí me encantaba ayudar a la gente y estar atenta a lo que Dios me pedía, yo sentía y sabía que algo importante iba a pasar.

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Un día vino a visitarme una persona muy encantadora. Resulta: ¡ Que era un ángel ! Y me dijo que Dios me necesitaba y que sería la mamá de un bebé muy esperado ¡El hijo de Dios! Así que acepte.

También el ángel me dijo que mi prima Isabel estaba embarazada y entonces fui a su casa para ayudarla. Isabel me dijo: “María eres especial entre todas las mujeres y tu hijo va ha hacer cosas maravillosas”.

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Cuando Jesús iba a nacer el emperador nos obligó a mi y a José a viajar a Belén.

Cuando llegamos a Belén yo y José estabamos cansadisimos y sentía que el bebé iba a nacer.

Como no teniamos un sitio para dormir nos alojamos en un establo.

Al rato de nacer Jesús aparecieron unos pastores que decían que un ángel les había dicho que había nacido el Mesías, el Hijo de Dios.

Nosotros estábamos sorprendidos y aún más lo estuvimos cuando aparecieron unos magos que le regalaron a Jesús oro, incienso y mirra.

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Cuando Jesús iba creciendo, se iba haciendo más obediente y observador. Un día fuimos a una boda y a mitad del día se acabó el vino y se lo dije a mi hijo y este ordenó a los camareros que llenaran las tinajas de agua y después que las sirvieran y al servirlas se convirtió el agua en vino.

A partir de ese día Jesús fue hablando de Dios y les decía que Dios es un Padre Bueno y que quiere que seamos felices. Su mensaje cada vez iba cautivando a más gente y cada vez tenia mas seguidores.

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Pasó algo horrible, es que Jesús no le gustaba a toda la gente, decidieron apresarlo para matarlo en la cruz.

Él solo había estado hablando de cómo era Dios y lo bueno que era con nosotros.

Al pie de la cruz estaba Juan, uno de sus discípulos, algunas mujeres que lo acompañaban y yo. Los amigos de mi hijo se marcharon por miedo y Jesús le dijo a Juan que cuidara de mí y que yo cuidara de él.

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A los pocos días de la muerte de Jesús, estábamos asustados, pero entonces descubrimos que Jesús había resucitado y que no nos dejaría solos.

Poco tiempo después cuando estábamos celebrando Pentecostés todos unidos apareció el espíritu de Jesús que nos llenó de alegría y felicidad. Entró mucho viento y llamas de fuego revoloteaban sobre nuestras cabezas y sentimos all Espíritu Santo sobre nosotros.

A partir de aquel día todos creímos en el Espíritu Santo, ya no teníamos miedo y empezamos a extender la Buena noticia que Jesús nos trajo. María murió y todos los discípulos se quedaron muy tristes pero siguieron predicando lo que Jesús les había enseñado.

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