Los emperadores de la dinastía antonina
Dinastía Antonina:
La Dinastía Antonina fue la casa reinante en el Imperio Romano entre los años 98 y 193. También se conoce a sus cinco primeros miembros por el nombre de los Cinco emperadores buenos, de cuyos principados fueron "la época más feliz de la historia de la humanidad".
Los emperadores:
Trajano (98-117)
Fue un perfecto administrador, y al mismo tiempo un gran constructor que embelleció a Roma con magníficos edificios.
Fue igualmente un famoso conquistador: sometió a los Dados, al norte del Danubio, y se apoderó de su territorio, la actual Rumania, convirtiéndola en provincia romana. Pero sus mejores conquistas las realizó en Oriente; allí se apoderó de la Mesopotamia, fijando las fronteras del Imperio en el río Eufrates.
Adriano (117-137)
No fue tan afamado guerrero como Trajano, pero lo igualó como administrador y propulsor de la prosperidad general. Fue posiblemente el más culto de los emperadores romanos: enamorado de la cultura griega, protegió las artes y las ciencias y embelleció las grandes ciudades del Imperio.
Antonino Pío (138-161)
Ha sido considerado como el más querido de todos los emperadores. Hombre de espíritu superior, fue justo sin ser severo, y bondadoso sin caer en la debilidad.
Durante su reinado no hubo ni una sola guerra ni revuelta, reinando la paz más absoluta. El pueblo premió su bondad llamándolo “Pío” (el Piadoso).
Marco Aurelio (161-180)
Militar, sumamente culto y virtuoso, dedicó su vida al estudio y a la práctica de la filosofía estoica. Aunque era de carácter bondadoso, debió sin embargo pasar todo su reinado guerreando con sus vecinos, envidiosos de la prosperidad romana y que, abusando de la pasividad de los últimos soberanos, asaltaban las fronteras.
Marco Aurelio fue el último de los “Magníficos Emperadores”.
Cómodo (180-193)
Era un jóven de 19 años, lleno de brutales instintos, vanidoso y cruel, y para colmo, aficionado en extremo a los juegos del circo. Desde un comienzo abandonó las brillantes campañas emprendidas por su padre, y las fronteras empezaron entonces a ceder por todas partes.
Con este estrafalario personaje, concluyó la época más brillante del Imperio. Jamás Roma volverá a vivir momentos más gloriosos ni podrá enorgullecerse de ser gobernada por mejores hombres: ante ella se abre su último capítulo, el de su decadencia y desaparición.
-Paula Lechuga Cartón
-Sofía Burillo Retuerto
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