Suena el teléfono de casa. Te has quedado dormido y te zumba la cabeza. El timbre no se detiene hasta que casi has alcanzado el teléfono. Típico, ¿no? Te diriges a tu dormitorio y tratas de encontrar el teléfono entre el desorden. Suena el teléfono de casa, corres hacia él y lo coges, dispuesto a dar una respuesta brusca a la persona que llama, pero antes de decir nada, oyes a tu padre enfadado. Tanto tu abuelo como él llevan horas llamando a tu móvil. Tienes que ir a la tienda cuanto antes: ha surgido algo y, por mucho que tu padre haya intentado resolver el asunto por teléfono, tu abuelo está tan alterado que ha sido imposible.