Lean con calma y en detalle el siguiente texto (Pueden realizar anotaciones en una hoja aparte).
A poco de ubicarse en su nuevo departamento, Marcelo se ha enfermado. Fastidiado por la forzosa permanencia en la cama, ve pasar los días sin hacer nada entretenido. Desde la ventana de su habitación, orientada hacia el pulmón de la manzana, contempla la quietud del barrio una y otra vez.
Un día la monotonía se altera: De un edificio de dos pisos, blanco y rectangular, ve salir gente corriendo, algunas haciendo señas, otras escondiéndose en las casas vecinas. Al rato se oyen sirenas de varios autos que parecen ser de la policía, y más tarde ve un carro de bomberos. Todo le hace suponer algún accidente, aunque desde su ventana Marcelo no distingue fuego ni nada semejante. El único humo es el de una chimenea de extraña forma, situada cerca del emplazamiento de dos antenas en el fondo del edificio.
Los edificios más cercanos le impiden observar qué es lo que está sucediendo; una hora más tarde, a juzgar por el movimiento tranquilo de la gente, todo ha vuelto a la normalidad. Secretamente, Marcelo se propone averiguar qué es ese edificio. El desafío es, al fin y al cabo, una forma de soportar el encierro obligado. Acuerda en que todo debe ser descubierto exclusivamente por lo que vea a través de su ventana, así que evitará hablar de su secreto con sus padres y su hermana. Como inicio del juego detectivesco, esa noche planea una serie de actividades para el día siguiente, que incluye observaciones regulares a horas determinadas, y en eso está cuando acaba por dormirse.
Al día siguiente, a primera hora, presencia la llegada de una veintena de personas, al tiempo que se retira un grupo más pequeño. Le parece que casi todos llevan camisa celeste, aunque no puede asegurarlo por la distancia que lo separa de ellos. De la chimenea próxima a las antenas continúa saliendo un hilo de humo. Al frente del edificio distingue un cartel casi totalmente oculto donde lee una C, que parece ser la primera letra de una palabra. Media hora después comienza un continuo ir y venir de personas, que suelen cargar objetos de tamaños diversos. Algunos llegan con un bulto pero se marchan sin él; en otros, sucede al revés. Hay un señor con bastón acompañado por un perro, y varios camiones que descargan bultos de formas aproximadamente cúbicas. Al mediodía llega un hombre que lleva un chico en brazos, quien se mueve grotescamente cuando es abandonado en el suelo.
El tercer día Marcelo no advierte nada novedoso, excepto el grupo de gente que arriba a primera hora.
Al día siguiente, en cambio, ocurre algo notable: un grupo de personas, que calcula cercana al centenar, se reúne con carteles frente al edificio. En uno de los carteles distingue, no sin esfuerzo, la palabra “Basta”.
El quinto día se levanta temprano. Desea observar la llegada del grupo habitual
que, de acuerdo con los datos anteriores, debe ocurrir a una hora determinada. Y, en efecto, sucede tal cual lo previsto. Más tarde comienza el constante movimiento de gente con bultos.
Por la noche observa las luces del edificio: Nota que las ventanas se van iluminando progresivamente de una a la vez, a medida que se apaga la luz de la ventana anterior. Finalizada la operación en los dos pisos, sólo queda iluminado un cuarto de la planta baja. Intenta distinguir qué hay adentro, pero se lo impide la luz intensa de un farol exterior ubicado sobre la ventana.
Al otro día no hay ningún tipo de actividad, salvo la entrada y salida de pequeños grupos de personas. A la noche repite la observación de las luces y comprueba que siguen el esquema del día anterior, por lo que Marcelo supone que es una práctica habitual.
A la mañana siguiente una cuadrilla de obreros empieza a alambrar el campo circundante al edificio. Después del mediodía ocurre algo sorprendente: un grupo de cuatro hombres, aparentemente armados, rodean al edificio y luego entran en él. Dos horas después se marchan en una furgoneta.