La sociedad actual cambia de manera muy rápida. Educar a nuestras hijas y nuestros hijos se hace cada vez más complicado. Que se sepan comportar nos cuesta también más esfuerzo que hace unos años. En definitiva, estamos en un momento donde, como madres y padres, se nos presentan nuevos y grandes retos para sacar a nuestros hijos e hijas hacia adelante.
Más aún, los avances tecnológicos y la necesidad de ajustarnos a un mundo laboral incierto hacen que el aprendizaje deba ser constante. Las titulaciones académicas ya no son suficientes para alcanzar el éxito. Tanto nosotros como nuestras hijas y nuestros hijos debemos ser capaces de desarrollar cualidades y
capacidades esenciales como la comunicación, el diálogo, la forma en que nos relacionamos o la actitud con la que nos enfrentamos a los retos y desafíos del día a día. Conocimiento y actitud, estas son las claves.
Y es en esta realidad cambiante actual donde aprender es fundamental para poder progresar y, por lo tanto, es necesario que los modelos educativos también cambien; pero sólo una parte del aprendizaje ocurre en la formación reglada. Para aprender existen dos factores imprescindibles: las interacciones y la participación en comunidad. Y es en el diálogo donde encontramos la base para establecer esas interacciones, entendiendo éste entendido como una situación de igual a igual, sin jerarquías, en el que la palabra y los argumentos son los únicos medios de confrontación para llegar a posiciones en común en las
+que nos encontremos.