Diagnóstico 6M
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Un controlador de carga es un aparato que está conectado al aerogenerador y permite detectar problemas asociados a la corriente eléctrica y a la batería.
En la tabla siguiente se presentan diferentes situaciones, posibles problemas y soluciones que detecta el controlador de carga.
Un operario revisa el controlador de carga y ve que la luz del LED está roja y fija. El display muestra 0.0. 
¿Cuál es el problema del controlador de carga?
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Los altos niveles de fósforo en los cursos de agua, embalses y lagunas se asocian a la contaminación por proliferación de cianobacterias que dan lugar a alergias e irritación en la piel.
En diversos estudios se ha visto que el crecimiento de las cianobacterias depende de diferentes factores, entre ellos la cantidad de nutrientes en el agua (como el fósforo).
Un grupo de investigadores quiere saber cuánto influye la presencia de altos niveles de fósforo en forma de fosfato, en el crecimiento de las cianobacterias.
Para eso recogen agua de una laguna con cianobacterias y colocan la misma cantidad de esa agua en diez tubos iguales. Hacen un recuento de cianobacterias en cada tubo y los mantienen en las mismas condiciones
de luz y temperatura durante diez días. Aplican un diseño experimental en el que agregan fosfato y al décimo día vuelven a hacer un recuento de cianobacterias en cada tubo.
¿Cuál es el diseño experimental adecuado para determinar la influencia del fosfato en el agua sobre el crecimiento de las cianobacterias?
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¿Por qué los investigadores mantienen iguales los valores de algunas condiciones (por ejemplo: temperatura,
luminosidad y cantidad de agua)?
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De las islas de basura existentes en el mundo, la que se encuentra en el Pacífico Norte es la más grande. En esta encontramos:
6380 toneladas de microplásticos
9971 toneladas de mesoplásticos
20195 toneladas de macroplásticos
42362 toneladas de megaplásticos

Observa las gráficas e indica cuál es la que representa de mejor manera estos datos.
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Lee el texto y reflexiona y responde.
Si tuvieras que tomar una posición, ¿cuál sería?: ¿a favor de los seres humanos? o ¿a favor de los animales? Argumenta tu respuesta

"La guerra de los yacarés.

En un río muy grande, en un país desierto donde nunca había estado el hombre, vivían muchos yacarés. Eran más de cien o más de mil. Comían pescados, bichos que iban a tomar agua al río, pero sobre todo pescados. Dormían la siesta en la arena de la orilla, y a veces jugaban sobre el agua cuando había noches de luna.
Todos vivían muy tranquilos y contentos. Pero una tarde, mientras dormían la siesta, un yacaré se despertó de golpe y levantó la cabeza porque creía haber sentido ruido. Prestó oídos y lejos, muy lejos, oyó efectivamente un ruido sordo y profundo. Entonces llamó al yacaré que dormía a su
lado.
— ¡Despiértate! —le dijo—. Hay peligro.
— ¿Qué cosa? —respondió el otro, alarmado.
—No sé —contestó el yacaré que se había despertado primero—. Siento un ruido desconocido.
El segundo yacaré oyó el ruido a su vez, y en un momento despertaron a los otros.
Todos se asustaron y corrían de un lado para otro con la cola levantada.
Y no era para menos su inquietud, porque el ruido crecía, crecía. Pronto vieron como una nubecita de humo a lo lejos, y oyeron un ruido de chas-chas en el río como si golpearan el agua muy lejos.
Los yacarés se miraban unos a otros: ¿qué podía ser aquello?
Pero un yacaré viejo y sabio, el más sabio y viejo de todos, un viejo yacaré a quien no quedaban sino dos dientes sanos en los costados de la boca, y que había hecho una vez un viaje hasta el mar, dijo de repente:
—¡Yo sé lo que es! ¡Es una ballena! ¡Son grandes y echan agua blanca por la nariz! El agua cae para atrás.
Al oír esto, los yacarés chiquitos comenzaron a gritar como locos de miedo, zambullendo la
cabeza. Y gritaban:
— ¡Es una ballena! ¡Ahí viene la ballena!
Pero el viejo yacaré sacudió de la cola al yacarecito que tenía más cerca.
— ¡No tengan miedo! —les gritó—. ¡Yo sé lo que es la ballena! ¡Ella tiene miedo de nosotros!
¡Siempre tiene miedo!
Con lo cual los yacarés chicos se tranquilizaron. Pero en seguida volvieron a asustarse, porque el humo gris se cambió de repente en humo negro, y todos sintieron bien fuerte ahora el chas-chas- chas en el agua. Los yacarés, espantados, se hundieron en el río, dejando solamente fuera los ojos y la punta de la nariz. Y así vieron pasar delante de ellos aquella cosa inmensa, llena de humo y
golpeando el agua, que era un vapor de ruedas que navegaba por primera vez por aquel río. El
vapor pasó, se alejó y desapareció. Los  yacarés entonces fueron saliendo del agua, muy enojados con el viejo yacaré, porque los había engañado, diciéndoles que eso era una ballena.
— ¡Eso no es una ballena! —le gritaron en las orejas, porque era un poco sordo—. ¿Qué es eso que pasó?
El viejo yacaré les explicó entonces que era un vapor, lleno de fuego, y que los yacarés se iban a morir todos si el buque seguía pasando.
Pero los yacarés se echaron a reír, porque creyeron que el viejo se había vuelto loco.
¿Por qué se iban a morir ellos si el vapor seguía pasando? Estaba bien loco, el pobre yacaré viejo!
Y como tenían hambre se pusieron a buscar pescados.
Pero no había ni un pescado. No encontraron un solo pescado. Todos se habían ido, asustados por el ruido del vapor. No había más pescados.
— ¿No les decía yo? —dijo entonces el viejo yacaré—. Ya no tenemos nada que comer.
Todos los pescados se han ido. Esperemos hasta mañana. Puede ser que el vapor no vuelva más, y los pescados volverán cuando no tengan más miedo.
Pero al día siguiente sintieron de nuevo el ruido en el agua, y vieron pasar de nuevo al vapor, haciendo mucho ruido y largando tanto humo que oscurecía el cielo.
—Bueno —dijeron entonces los yacarés—; el buque pasó ayer, pasó hoy, y pasará mañana. Ya no habrá más pescados ni bichos que vengan a tomar agua, y nos moriremos de hambre. Hagamos entonces un dique.
—¡Sí, un dique! ¡Un dique! —gritaron todos, nadando a toda fuerza hacia la orilla—. ¡Hagamos un dique!
En seguida se pusieron a hacer el dique. Fueron todos al bosque y echaron abajo más de diez mil árboles, sobre todo lapachos y quebrachos, porque tienen la madera muy dura... Los cortaron con la especie de serrucho que los yacarés tienen encima de la cola; los empujaron hasta el agua, y los clavaron a todo lo ancho del río, a un metro uno del otro. Ningún buque podía pasar por allí, ni
grande ni chico. Estaban seguros de que nadie vendría a espantar los pescados. Y como estaban muy cansados, se acostaron a dormir en la playa."

Horacio Quiroga (fragmento). Cuentos de la selva. Mestas ediciones
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La intención de este fragmento de La guerra de los yacarés es
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