"Las mujeres no importan", así me dijo una vez un profesor. Lo dio por sentado, como un hecho obvio, que no debía discutir porque, para él, ni mi voz como mujer ni como estudiante valía algo. A raíz de ese suceso, empecé a ver con más claridad las discriminaciones que sufría en la universidad, calle, trabajo y otros espacios públicos y privados por ser mujer. También noté que mi color de piel, profesión, acento, educación y país de origen determinaban otras variantes de comportamiento. Por los pasados tres años, viajé a diferentes países de Latinoamérica y el Caribe para contar historias de mujeres afectadas -de alguna u otra forma- por la violencia de género y con el paso del tiempo descubrí que, aún siendo extranjera, no estaba exenta de que me miraran o trataran igual (o peor) en sus territorios. No estaba exenta de correr con la misma suerte de quienes perdieron sus vidas o las vieron tronchadas por la aguda violencia de género, el machismo, el Estado y el sistema patriarcal.
Eso me abrió los ojos, lo suficiente para entender que ser mujer en Argentina no es lo mismo que serlo en Guatemala ni mucho menos en Puerto Rico. Vivimos en un continente con contextos sociales, raciales y culturales tan diversos que homogeneizar la violencia de género y los avances de la lucha feminista regional no parece ser una buena idea. A través del tiempo, he sido acosada por ejercer el periodismo y aún más, por querer ejercerlo en el continente de manera independiente. Por querer reportar temas de conflicto y género. Han sido más los editores hombres (que lideran la gran mayoría de las secciones de internacional de los medios) que me han rechazado artículos de países como Colombia, Guatemala, Argentina y México porque incluyo la temática de las mujeres. La violencia vende pero, "¿por qué tienes que entrevistar a mujeres?", me han dicho.
Me costó mucho decidirme en lanzar este experimento. Implicaba retratar una realidad que percibía y que muy bien podría resonar en el continente como tampoco. A este punto, sólo tengo el fin de documentar experiencias y crear un mapa que nos sirva de referencia. Un mapa que nos ayude a determinar patrones violentos similares o dispares, políticas ineficientes o costumbres opresivas, entender la interseccionalidad de nuestras experiencias según cambien las latitudes y quizás, tejer redes más sólidas de solidaridad y acción.
Hace dos años que empecé a reportar la violencia de género en tiempos de conflicto y paz. Y pareciera que, a pesar de las incontables políticas públicas, organismos y centros de ayuda a la mujer y campañas de concientización y denuncia que lideran instituciones académicas, estatales y movimientos civiles, la desigualdad y la impunidad persisten. Y esta última, se proyecta casi sin freno. ¿Por qué? Y...¿hasta cuándo?
Si eres mujer que 1) naciste, creciste o vives en algún país de Latinoamérica y el Caribe o 2) eres extranjera y vives (o has vivido) en algún país de Latinoamérica y el Caribe, y quieres contar tu historia, te invito a participar de este ejercicio.
Ya sólo me resta agradecerte por tu voz, tiempo y lucha diaria (si así la percibes).
Natalia Bonilla
Periodista y Productora Documental
Twitter @nataliabonilla
www.sermujerlatinoamerica.wordpress.com