Test Español para Nativos II
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1.  De acuerdo con el artículo, la crisis que actualmente se vive en Venezuela se debe específicamente a — *
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2.  En Venezuela la crisis comenzó con la caída de .......... *
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3.  El punto de mayor diferencia entre la vida actual en Venezuela descrita en el artículo, con la vida en nuestra ciudad de Dallas es que — *
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4. Justicia Digital es *
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5.  Pepe Moreno es importante por *
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6.  En la línea 16, la palabra “informática” se refiere a.... *
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7.  El título de este párrafo podría ser..... *
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8.   Un posible título para este texto sería *
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9.   Se puede decir que la escritora de este texto *
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10.  Según la anécdota del periódico de Oviedo, el niño.... *
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Lectura:  "No oyes ladrar los perros".  De Juan Rulfo  NO OYES LADRAR LOS PERROS—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal dealgo o si ves alguna luz en alguna parte.—No se ve nada.—Ya debemos estar cerca.—Sí, pero no se oye nada.—Mira bien.—No se ve nada.—Pobre de ti, Ignacio.La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose dearriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo segúnavanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.—Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevaslas orejas de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros. Acuérdateque nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde quéhoras que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio.—Sí, pero no veo rastro de nada.—Me estoy cansando.—Bájame.El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y serecargó allí, sin soltar la carga de sus hombros. Aunque se le doblabanlas piernas, no quería sentarse, porque después no hubiera podidolevantar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habíanayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces.— ¿Cómo te sientes?—Mal.Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratosparecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo le agarraba a su hijo eltemblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajabanen los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traíatrabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera unasonaja.Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuandoacababa aquello le preguntaba:— ¿Te duele mucho?—Algo —contestaba él.Primero le había dicho: «Apéame aquí... Déjame aquí... Vete túsolo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me reponga un poco.» Se lohabía dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso decía.Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y coloradaque les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombrasobre la tierra.—No veo ya por dónde voy —decía él.Pero nadie le contestaba.El otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su caradescolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él acá abajo.—¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien. Y el otro se quedabacallado.Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego seenderezaba para volver a tropezar de nuevo.—Éste no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerroestaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oyeningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirmeque ves, tú que vas allá arriba, Ignacio?—Bájame, padre.—¿Te sientes mal?—Sí.—Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien tecuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con él. Te he traídocargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acabencontigo quienes sean.Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió aenderezarse.—Te llevaré a Tonaya.—Bájame.Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:—Quiero acostarme un rato.—Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara delviejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió los ojos para no mirarde frente, ya que no podía agachar la cabeza agarrotada entre lasmanos de su hijo.—Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difuntamadre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago. Ella me reconvendríasi yo lo hubiera dejado tirado allí, donde lo encontré, y no lo hubierarecogido para llevarlo a que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella laque me da ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debomás que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas.Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Ysobre el sudor seco, volvía a sudar.—Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que lealivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuantose sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con talde eso... Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangreque usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. Hedicho: «¡Que se le pudra en los riñones la sangre que yo le di!» Lo dijedesde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendodel robo y matando gente... Y gente buena. Y si no, allí está micompadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio sunombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted.Desde entonces dije: «Ése no puede ser mi hijo.»—Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes hacerlodesde allá arriba, porque yo me siento sordo.—No veo nada.—Peor para ti, Ignacio.—Tengo sed.—¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya esmuy noche y han de haber apagado la luz en el pueblo. Pero al menosdebías de oír si ladran los perros. Haz por oír.—Dame agua.—Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y aunquela hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me ayudaría a subirte otravez y yo solo no puedo.—Tengo mucha sed y mucho sueño.—Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces. Despertabas conhambre y comías para volver a dormirte. Y tu madre te daba agua,porqué ya te habías acabado la leche de ella. No tenías llenadero. Y erasmuy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquellarabia a la cabeza... Pero así fue. Tu madre, que descanse en paz, queríaque te criaras fuerte. Creía que cuando tú crecieras irías a ser su sostén.No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a tener la mató. Y tú lahubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas.Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó deapretar las rodillas y comenzó a soltar los pies, balanceándolos de unlado para otro. Y le pareció que la cabeza, allá arriba, se sacudía comosi sollozara.Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de lágrimas.— ¿Lloras, Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre,¿verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella. Nos pagó siempre mal.Parece que, en lugar de cariño, le hubiéramos retacado el cuerpo demaldad. ¿Y ya ve? Ahora lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Losmataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieranpodido decir: «No tenemos a quién darle nuestra lástima.» ¿Pero usted,Ignacio?Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna.Tuvo la impresión de que lo aplastaba el peso de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al llegar al primer tejaban,se recostó sobre el pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lohubieran descoyuntado.Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venidososteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partesladraban los perros.— ¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquieracon esta esperanza.Juan Rulfo, El llano en llamas, 1953
El padre quería saber si Ignacio oía alguna señal porque.... *
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El padre tenía mucha dificultad al caminar porque... *
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¿Cómo sabemos que Ignacio estaba muy enfermo? *
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¿Qué le había dicho Ignacio al padre varias veces? *
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El padre llevaba a Ignacio a Tonaya para que... *
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Por lo que decía el padre, sabemos que Ignacio había sido la causa de... *
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El padre estaba convencido de que una vez que Ignacio se curara, éste... *
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¿Qué le hizo Ignacio a Tranquilino? *
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¿Por qué no quería el padre bajar a Ignacio de los hombros? *
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¿Por qué murió la madre de Ignacio? Ella murió... *
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Cuando el padre le hablaba a Ignacio de su niñez, éste... *
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¿Cómo se dio cuenta el padre de que estaban llegando a Tonaya? *
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Podemos inferir para concluir...¿Qué parecía haberle ocultado Ignacio al padre desde el principio de la jordana? *
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¿Cómo parecía sentirse el padre al final del cuento?  Se sentía ... *
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¿Qué es lo que motivó al padre a ayudar al hijo?  Lo motivó.... *
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¿Qué podemos inferir acerca del desarrollo de Ignacio?    Podemos inferir que... *
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¿Qué podemos concluir ?     *
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¿Qué sentimientos tenía el padre hacia el hijo?   Los sentimientos del padre.... *
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¿ Cuál es el significado de la palabla "tejados"?   Tejados son.... *
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¿Qué podríamos predecir al final de la historia?   Podríamos predecir ... *
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