Queridas socias y socios de El Salto, tenemos una cosa importante que contaros: dudamos.
Como colectivo político y cooperativa social hay una ecuación que no acabamos de resolver, de un lado defendemos acérrimamente los intereses de las trabajadoras contra el capital, acompañamos con admiración la lucha de quienes ponen el cuerpo por condiciones de trabajo dignas y abrazamos todas las reflexiones que apuntan a un horizonte decrecentista en el que esté en el centro una vida que merezca la pena ser vivida.
Pero por otro lado, no conseguimos conquistar esas condiciones de trabajo dignas para nosotras, a duras penas logramos mantenernos por encima del salario mínimo y corremos como gacelas alocadas para ganar a la inflación que nos pisa los talones, y a ratos nos alcanza. Respecto al decrecimiento, tampoco parece ser lo nuestro por ahora: hemos crecido en plantilla y eso nos alegra, contamos con nuevas herramientas que nos facilitan ciertos trabajos, pero cada vez publicamos más cosas y nos metemos en más jardines. Digamos que el lema “Trabajar menos, repartir los trabajos y vivir mejor”, nos cuesta interiorizarlo.
No os queremos dar pena porque cobramos poco y está todo muy caro, es probable que vosotros estéis igual o peor, la precariedad nos atraviesa a todas y no es nuestra idea victimizarnos aquí, al contrario os queremos hablar de lo que sabemos que no podemos hacer, pero también de lo que sí podríamos hacer. Y es en este “podríamos”, (o más entre interrogantes “¿podríamos?”), en donde os pedimos vuestra opinión.
No podemos subirnos más los salarios sin comprometer la continuidad del proyecto, pues nuestras líneas rojas nos alejan de fuentes de ingresos como la publicidad o los patrocinios de casi toda la gente (y quien dice gente dice empresas del IBEX, fondos de inversiones, Banca) que maneja el percal. No podemos hacer una huelga, manifestarnos a las puertas de la redacción, o en la portería de las viviendas de las compañeras de los nodos, porque no tenemos jefas ante las que echar pulsos. Porque las propietarias de este proyecto somos nosotras y vosotras. No podemos esperar mucho más de unas instituciones que descuidan las bases materiales necesarias para garantizar el derecho a la información, ni de un gobierno progresista que descafeína cualquier propuesta transformadora.
Pero sí podríamos, justamente porque no tenemos jefes, justamente porque estamos en vuestras manos, pensar en otras formas de ser coherentes con nuestra mirada política. Reducir nuestras jornadas laborales sería una forma indirecta de subir nuestros salarios, facilitaría los cuidados de nuestras hijas, nuestros padres, nuestras amigas, nuestros barrios, nos permitiría escuchar mejor el mundo alrededor, quemarnos un poco menos como trabajadoras. Y también, nos permitiría tomar la iniciativa política y dejar de estar esperando que los partidos o los gobiernos tengan la valentía que no han tenido en más de un siglo, desde que se introdujeron las 40 horas de trabajo semanales.
Cuando usamos aquí la primera persona del plural no nos referimos solo a las trabajadoras de El Salto si no que tenemos presente un objetivo político que nos desborda: no nos tomamos la reducción de jornada solo como una apuesta laboral de la cooperativa (una apuesta que por otro lado cuenta con resistencias entre las voces heterogéneas que componen este colectivo), sino como una batalla política para mejorar la vida de todas y todos que consideramos urgente dar, de la que llevamos años hablando en diversos artículos, en los que hemos abordado los principales debates en torno a la propuesta, hemos valorado los resultados de su aplicación en diversas pruebas piloto, o hemos reflexionado sobre las implicaciones políticas de disputar el tiempo.
Por un lado, en estos tiempos tan discursivos donde se percibe cierto agotamiento frente a cómo nobles horizontes políticos han ido siendo descartados en los cajones del posibilismo, a algunas lo que nos pide el cuerpo es probar, pasar de la teoría a la práctica, ver qué pasa si nos lanzamos a trabajar menos horas como nos lanzamos en su momento a abrazar la independencia de las empresas del IBEX, el asamblearismo como forma de tomar decisiones, o la igualdad salarial como apuesta política. Por otro lado, si lo hacemos, queremos hacerlo bien, tras el debido debate, con consensos, estudiando de manera realista cómo racionalizar el trabajo, aprovechar al máximo los nuevos instrumentos de gestión que nos aligeran algunas tareas, y revisar si todas las reuniones que nos ponemos, y todos los procesos en los que nos internamos, son imprescindibles.
Y eso, que queremos escuchar vuestras opiniones en distintas fases de una conversación que no sabemos dónde nos llevará, pero que creemos que puede ser muy rica y necesaria. Por ello acabamos de soltaros este rollo y hemos preparado este sondeo preliminar a la Asamblea del 2 de marzo, por lo que os agradeceríamos si pudieseis contestarnos hasta el viernes 1 de marzo incluido (ya veis, cuatro días para opinar sobre la semana laboral de cuatro días). Así, en unos días, veremos cuál es la atmósfera en torno a estas cosas que nos estamos planteando.
Queríamos hacer una encuesta seria pero nos ha salido más un cuestionario a lo Superpop (aclaración para nuestras lectoras más jóvenas o no ibéricas: revista orientada al público femenino adolescente de los 80 y 90), eso sí, solo te va a llevar cinco minutos, tiempo es justo lo que no queremos quitarte.