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LAZARILLO DE TORMES.
Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era
la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir,
yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
- Hijo, ya sé que no te veré más. Procura ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y
con buen amo te he puesto. Válete por ti.
Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y
llegando a la puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene
forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me
dijo:
- Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegue, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par
de la piedra, afirmó recio la mano y dióme una gran calabazada en el diablo del
toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
- Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo-, y
rió mucho la burla.
Lazarillo de Tormes, Tratado I, Anónimo.
Este fragmento del Lazarillo de Tormes recoge el momento en el que Lázaro se
despide de su madre para empezar su andadura junto al ciego y recibe de él su primera
lección: la desconfianza. Con la broma de los toros de piedra que hay en el puente sobre el
Tormes, empieza Lázaro a abandonar la niñez, ya que toma conciencia del sentido de las
palabras de su madre cuando le impera a que se valga por él, sin esperar protección de
nadie.
El tema principal de este fragmento es el desamparo del pequeño Lázaro.
El texto podría dividirse en dos partes: en las cinco primeras líneas se recoge la breve
despedida de la madre y de la sexta a la quince donde se relata la broma pesada que gasta el
ciego al niño.
Se trata de un texto narrativo, extraído de la obra Lazarillo de Tormes, de autoría
anónima, aparecida en 1554 y que supuso el nacimiento de un nuevo género literario: la
novela picaresca, en un momento en el que seguían triunfando las obras de tendencia
idealista (libros de caballerías especialmente). El narrador es el propio protagonista de la
obra (es una autobiografía ficticia) quien rememora en retrospectiva uno de tantos momentos
de su vida que le servirán para justificar su delicada situación actual (lo que en la obra se
llama “el caso”).
Los personajes de Lazarillo de Tormes, muy especialmente los de los primeros tratados
y por supuesto Lázaro, son personajes con matices (redondos): el pícaro, en este fragmento,
aprende una lección que devolverá al ciego al final del tratado, mostrando su evolución.
El espacio en el que se desarrolla la acción del fragmento es a las afueras de la ciudad
de Salamanca y el tiempo de la narración es el de la retrospección o flash-back pues Lázaro
adulto es quien recuerda la primera de las anécdotas vividas junto al ciego en su infancia.
COMENTARIO DE TEXTO EN PROSA Realizado por Ana Torres y Ma Pilar Álvarez
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La presencia del diálogo en este texto viene supeditada a la narración; no se trata del
intercambio comunicativo entre los personajes sino que desempeña una función expresiva al
recoger de forma textual las palabras que son dirigidas a Lázaro en momentos clave (la
despedida de su madre y la “enseñanza” que le da el ciego).
Las funciones del lenguaje que destacan en este fragmento, completamente ligadas al
plano estilístico son la poética, como en todo texto con intención literaria: uso del refrán: “el
mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo” (línea 14), casos de hipérbaton:
“Criado te he”, o “esperándome estaba” (líneas 4 y 6), hipérbole humorística: “que más de
tres días me duró el dolor de la cornada” (línea 13); uso de un vocabulario sencillo y
adecuado al rango social del personaje que lo utiliza: como el coloquialismo
“calabazada” (línea 12); además se hace un empleo especial de oraciones breves y
abundante coordinación, lo cual dota al texto de la agilidad necesaria para explicar la
anécdota y mantener la atención del lector. Es de subrayar la importante presencia de la
función representativa, ya que se trata de la narración de un recuerdo de la infancia del
protagonista, en primera persona; y la apelativa dado el uso de formas imperativas
(ejemplificadas en el párrafo siguiente) y los vocativos: “Lázaro” (línea 10), “Hijo” (línea 4).
En la narración abundan los tiempos verbales (del modo indicativo) pretéritos:
perfecto simple (“determinó, fui, sintió”) y también el imperfecto (esperándome estaba), los
propios de la narración y de la descripción. Sin embargo, los más interesantes se refieren a
los lugares donde el texto reproduce las palabras de algún personaje en estilo directo
(introducidas por un verbo “dicendi”: “dijo”) estas aparecen en tiempo presente, futuro y
también en el presente de imperativo. Estos tiempos y modos reflejan el destino impuesto al
que se ve abocado el muchacho: “ya sé que no te veré más” (línea 5), el abandono
irremediable que sufre por parte de su madre, que se despide de él con un imperativo: Válete
por ti” (línea 6) y la primera y dolorosa lección que recibe de la vida a través del ciego, a
base de presentes con valor imperativo: “llega el oído a...”, “aprende que el mozo
del...” (líneas 10 y 14 respectivamente).
Con este fragmento asistimos al momento preciso en el que Lázaro de Tormes
despierta abruptamente a la vida adulta y comienza una andadura llena de vivencias que le
llevarán a ser un hombre que no conseguirá un reconocido progreso en la escala social.
COMENTARIO DE TEXTO EN PROSA Realizado por Ana Torres y Ma Pilar Álvarez