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LA OTRA MIRADA
Contribuciones al espacio geográfico desde la Antropología
Publicado en Trimestre Geográfico Nro. 18. Diciembre de 1999 Asociación
Colombiana de Geógrafos- ACOGE. ISSN- 0120-8098
INTRODUCCIÓN
La antropología social como ciencia aborda el conocimiento de las
interrelaciones entre las formas culturales que son internas a la estructura social
de una comunidad, y la vinculación de la cultura con fenómenos extra culturales
(como el entorno físico, nivel de bienestar, condiciones sociales).
La cultura son estructuras de significación, son sistemas de símbolos inteligibles
al grupo social, a la etnia, en las cuales los hombres y mujeres dan forma a su
experiencia.
La antropología social al cumplir un papel vital en mostrar y explicar la
variabilidad cultural, sea en las formas de organización social (tipos de
matrimonio, familia, residencia, estructura económica, ley, política), o en los
componentes cognitivos de la cultura (clasificación de las redes de parentesco,
magia, religión y enfermedad), ha construido un andamio teórico al mismo
tiempo que lleva a cabo su análisis y ha desarrollado una metodología para
explicitar la realidad, a través del trabajo de campo y del componente
etnográfico.
Teniendo presente que la sociedad colombiana y la aldea global son realidades
sociales heterogéneas y que el desarrollo de los pueblos parte de sus visiones
cognitivas , de las estructuras simbólicas y del ordenamiento del territorio y
manejo de su ambiente, los postulados teóricos de la antropología nos brindan
una orientación crítica y unas bases metodológicas acerca de qué es el desarrollo
de las regiones, el sentido de pertenencia, de etnicidad e identidad de los pueblos
y la participación de las comunidades en las decisiones de planificar su visión
de futuro.
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Algo que caracteriza a la antropología es el trabajo de campo intensivo, la
llamada observación participante. Rito de pasaje, laboratorio indispensable o
simplemente técnica de investigación, el trabajo de campo en una comunidad
forma parte del corpus teórico y metodológico de la antropología y hasta la
fecha ha constituido la fuente principal de información de la disciplina.
Por otra parte, a este trabajo de campo, que implica describir todo tipo de
sociedad y entender los mensajes simbólicos y la significación de las conductas
de la vida diaria como elementos determinantes de su cultura, se le ha
denominado etnografía.
Una vez recogidos los datos etnográficos, ordenados y analizados, se aplica el
método comparativo, es decir las comparaciones entre las diferentes sociedades
y culturas, o entre partes de ésta (economía, religión, parentesco, etc.), o
simplemente entre elementos culturales, que ha gozado de gran popularidad en
la antropología. Casi podría decirse que es su razón de ser y lo que la diferencia
de otras disciplinas sociales. La tradición antropológica ha considerado que
dicho método desempeña en esta disciplina la misma función que el método
experimental en las ciencias naturales.
Desde la perspectiva teórica o epistemológica de la disciplina como ciencia, la
antropología tuvo sus principios formales en el siglo pasado. Su inicial tema era
la historia natural del hombre, y por ello asumió la tarea de describir la
condición humana en todas sus variantes, tanto pasadas como presentes. En ese
sentido se desarrolla la antropología física, hoy llamada bioantropología, en
tanto se recogen y explican las características anatómicas y físicas de la especie
humana, incluyendo sus variaciones y su ubicación en las regiones geográficas.
La antropología social y cultural ha tratado fundamentalmente de recoger e
interpretar los modos de vida de los grupos organizados de personas.
El interés científico de la antropología física ha conducido a estudiar la genética
de las poblaciones, el crecimiento y desarrollo anatómico, los efectos de las
dietas sobre los procesos fisiológicos; por ello la historia evolutiva del hombre y
del primate desde la perspectiva biologicista está sufriendo una considerable
revisión. En antropología cultural, los esfuerzos científicos fundamentales se
han movido en torno al problema de explicar similitudes y diferencias de las
costumbres, las lenguas, los valores y los hábitos de pensamiento humanos y la
cultura material, representados en las muchas sociedades que hay en el mundo.
El estudio de éstas se conoce técnicamente como etnología, lingüística,
arqueología, todo ello dentro de la antropología social y cultural.
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EL ESPACIO COMO OBJETO DE ANÁLISIS
La antropología se ha apoyado en la geografía y en otras disciplinas de las
ciencias sociales como la economía y la demografía, para establecer cuál es la
situación regional en el espacio-tiempo, tanto en el orden físico como
fenomenológico, para poder incidir en las políticas de desarrollo de acuerdo a la
realidad sociocultural, territorial, política y económica de un país.
El vínculo entre geografía y antropología se da entre el fenómeno social y el
medio espacial, es decir, las prácticas culturales de las comunidades como se
expresan en el territorio y cómo se hallan además influenciadas por este. Los
estudios etnográficos que implican trabajo de campo contienen siempre un
mapa, cuya función es localizar a los pobladores en un “lugar” exacto y
describir sus conductas, sus procesos cognitivos para la ordenación del territorio
y la tecnología empleada en los procesos productivos del área.
De acuerdo con el geógrafo Sauer (987:5), el mapa invita atención tanto
sinóptica como analíticamente. “Sus símbolos se traducen en imágenes y éstas a
su vez son ensambladas por la mente en asociaciones significativas de tierra y
vida” El mapa cognitivo de las comunidades, sus imaginarios y símbolos frente
a sus territorios, sus lugares y espacios ecosistémicos, también se representan
cartográficamente por los antropólogos y la propensión geográfica se apoya en
develar cuál es el pensamiento que tienen las comunidades sobre lo que hay en
el paisaje. La percepción geográfica de los pobladores de un lugar, en la
posición del otro, es fundamental en el análisis antropológico.
La propuesta antropogeográfica de Ratzel de analizar el territorio con la
sociedad, con la familia, con el Estado nos conduce a dilucidar el espacio en
relación con lo político, con lo social, con lo económico y con lo cultural,
(Gómez, 1992:193). Igualmente Haggett (1979) citado por Puyol, et al., (1988)
propone una geografía como ciencia de síntesis, donde el análisis espacial se
combina con lo ecológico y con complejos regionales.
A propósito de complejos regionales, la escuela antropológica del difusionismo
se apoya en obras geográficas austro-germanas- kulturkreis – para analizar
similitudes y diferencias entre culturas y pueblos en las mismas o diferentes
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áreas geográficas. Por otra parte, la escuela antropológica del particularismo
histórico, trabaja con las categorías de complejos culturales regionales o
subculturas, en la cual Franz Boas, es el máximo exponente. Boas, geógrafo de
formación y luego antropólogo fundador de la mencionada escuela, mostró
como los complejos regionales culturales o sistemas sociales de grupos humanos
identificados con un territorio y con sentido de pertenencia entre sí y para sí,
deben analizarse desde sus propios contextos, desde sus propios parámetros,
desde sus propios símbolos y desde su propia historia, proponiendo el enfoque
del relativismo cultural.
El funcionalismo, en cabeza de Bronislaw Malinowski (1970), afirma que los
fenómenos culturales están determinados por las necesidades básicas y por las
posibilidades de satisfacerlas. Esto implica la consideración de los espacios
regionales, y cómo las poblaciones son funcionales al manejo de hábitat, para
explicar la variedad y la diferenciación. Por ello para Malinowski el espacio- territorio, la geografía de la región y la estructura social, son indicadores
correlacionados en el funcionamiento de la organización social. Ello se
evidencia en sus trabajos con los trobianos de Nueva Guinea, lo hopi de
Arizona, los bemba y chagga del Africa Oriental y los zapotecas de México.
Así, la relación tiempo-espacio es cómo entender el lugar, el territorio, el
espacio, y cómo está ocupado de manera sincrónica y diacrónica. Geógrafos y
antropólogos comparten la idea de que las culturas se enraízan en un medio
físico determinado.
La identidad y la etnicidad de los pueblos están ligadas a un lugar. El lugar está
pensado igualmente en términos de lo local y lo cotidiano, y participa además
de otra cualidad: la diversidad. El sentido de pertenencia e identidad de un grupo
humano, denominado etnia (y al conglomerado: grupos étnicos), se inscribe en
un territorio que es ordenado y organizado en función de sus intereses y de sus
valores. Un gripo étnico es homogéneo, pero frente a otros se evidencia la
heterogeneidad y la diversidad. Cada entidad espacial constituye un elemento
específico cuya lógica expresa identidad. Tendríamos así la existencia de
espacialidades distintas confrontándose entre sí, como lo expresa Ortiz
(1996:13).
Esta concepción antropológica es cercana a la visión de la geografía humana y
concretamente la geografía histórica o cultural de Sauer.
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La antropología ecológica o ambiental, que analiza las relaciones sociedad- naturaleza-cultura, y con perspectiva de género, tiene como sustrato
fundamental el componente geográfico. Evans Pritchard, con los Nuer (1975) y
los Azande (1978), Leach (1976) con los Kachín, Rappaport (1978) con los
Marig de Nueva Guinea, describen cómo los puntos cardinales no son solamente
espacios geográficos y georeferenciales, sino también indicadores geoculturales
y geoambientales en relación a las prácticas culturales, sus imaginarios y
símbolos en los respectivos territorios y ecosistemas donde residen.
Ahora bien, desde la perspectiva de la posmodernidad, la antropología crítica
con Geertz (1992) y Augé (1995) considera el espacio como el lugar donde
circulan personas, información, circuitos económicos y una nueva red
relacional, en donde lo local, lo nacional y lo global se entrelazan de diversas
formas, determinando el cuadro social de las espacialidades en conjunto.
El lugar y el espacio se analizan hoy en la antropología postmoderna no solo
como el territorio que define identidad y cultura y el cual está cartografiado, sino
también como lugares en donde se vive una desterritorialización, a través de las
movilidades espacio-temporales de los ciudadanos del mundo, o en nuestro caso
para Colombia, de los “desplazados”. La territorialidad desarraigada llamada así
por Ortiz (1994) constituye las franjas espaciales, desplazadas de los territorios
nacionales, o en lugares atravesados por diversas fuerzas; es el desarraigo, otra
expresión de territorio, o en términos de Augé, los “no lugares”.
LOS ESCENARIOS
La antropología colombiana se ha movido en varios escenarios a la vez, desde
sus comienzos en la década de los años 40s: (a) la investigación, (b) la cátedra y
(c) la antropología aplicada. En unos momentos más, en otros menos, la práctica
antropológica ha ejercido influencia en el reconocimiento y en la toma de
decisiones de los problemas nacionales, regionales y locales; en sociedades
rurales y urbanas y en comunidades indígenas y afrocolombianas.
Su intervención en los programas de desarrollo ha sido fundamental mostrando
la otra mirada, para propiciar encuentros de interacción entre lo tradicional y lo
moderno, reinterpretaciones de prácticas sociales, reconversiones de la
naturaleza y la cultura. El objeto de la antropología ha sido y es la producción de
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diversas formas de conocimiento y movilización política, ligadas a la
construcción de identidades étnicas y sociales.
RAICES DE BÚSQUEDA
En el campo de la investigación, siguiendo lo derroteros de la antropología en el
mundo, particularmente, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, la disciplina se ha
centrado en el detallado escrutinio y análisis de la otredad cultural. Con
diferentes modelos conceptuales, se intenta entender y explicar la coherencia
de las expresiones culturales, esto es, los símbolos e imágenes construidos en los
rituales, mitos, cuadros parentales, prácticas económicas, códigos educativos,
reglas, normas y actividades sociales por los grupos humanos que han habitado
selvas, llanuras y montañas.
Estudiar al Otro, haciendo trabajo de campo durante largas permanencias, en
espacios geográficos de Amazonía al Pacífico, de los Llanos Orientales a la
Sierra Nevada, de las montañas de Nariño y Cauca a las de Boyacá, el
antropólogo y la antropóloga han penetrado el mundo de los Koguis, Wayúus,
Emberas, Tules, Guambianos, Tanimukas, Sikuanis, U’was, Nukak, y en fin, las
82 etnias del país.
Durante cuarenta años la mirada antropológica ha propuesto significar los
acontecimientos y las cosas, las realidades sociales y cotidianas de los grupos
étnicos, la caracterización del espacio geográfico, la construcción del territorio,
y, explicarle al país la estructura compleja de estas sociedades.
La otra mirada significaba desmitificar los prejuicios y mitos sobre lo que se
llamaba en la antropología de principios de siglo, las “sociedades salvajes o
primitivas”, acorde al paradigma del evolucionismo unilineal. El propósito era
explicar en una descripción coherente y respetuosa lo que, desde la perspectiva
occidental, colonial, hegemónica, parecía extraño y sin sentido.
A partir de los años 70, los estudios de negros, nuevos grupos humanos rurales y
urbanos, el cambio cultural y las identidades/etnicidades relacionadas con el
territorio y áreas geográficas determinadas, son los nuevos temas que se
registran, para evidenciar la inventiva e ilimitada capacidad humana de la
alteridad.
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Paralelamente la sociedad dominante ha pasado de la revolución industrial y
cultura de clase a la cultura de las masas (Angus y Jhally, 1989). La clase media
y baja colombiana accede a bienes materiales que eran considerados como lujos
de la clase alta – con lo cual tales bienes materiales pasaron a ser vistos como
bienes necesarios por todos los sectores sociales, se propició el consumo masivo,
especialmente e aparatos electrodomésticos. Según Bell (1977) “de la
revolución tecnológica, se le sumaron también la producción masiva de bienes,
los sistemas de mercadeo – marketing – las tarjetas de crédito, sentando con
ello las bases de una sociedad nacional y el comienzo de una cultura común”
Este cambio hacia la cultura de masas propició que se plantearan críticas a los
conceptos de desarrollo, ideología, ciencia y tecnología. Las obras de Jurgen
Habermas (1971), Maurice Bloch ( 1988), y en el plano latinoamericano,
Rodolfo Stavenhagen (1970)., Guillermo Bonfil Batalla (1981), Carlos Matus
(1985), Seno Cornely (1976), Orlando Fals Borda (1987) y otros, permiten
plantear que la otra mirada, la del antropólogo/a, postule otros marcos
conceptuales como el etnodesarrollo, las etnometodologías, el interaccionismo
simbólico.
La realidad social colombiana pasó a ser confrontada del tradicional positivismo
de nuestras ciencias sociales a postulados marxistas. Se propugnó por una
ciencia construida por y para los latinoamericanos y se pretendía romper las
ligaduras teóricas que se mantenían con Europa y Estados Unidos.
En este nuevo escenario, se da nacimiento a una antropología latinoamericana y
particularmente para Colombia, “Antropología del Debate”, llamada así por
Arocha (1984), cuyo instrumento fundamental fue la vía oral. Discusiones
informales en los pasillos y cafeterías universitarias, argumentos políticos en
mítines y consejos profesorales y estudiantiles, ponencias verbales en foros
científicos. Se argumentaba que la investigación social era poner el
conocimiento que se obtenía al servicio de los intereses de la comunidad.
Estas prácticas antropológicas se seguían haciendo en torno al Otro. La creación
teórica giraba en torno a las particularidades de Latinoamérica; conformación
pluriétnica y multicultural de nuestros estados; la presencia de formaciones
sociales conocidas como indígenas y afroamericanas; debates frente a la
condición de minorías nacionales y minorías étnicas.
En el plano epistemológico, el decenio de 1960 marcó para la Antropología la
aparición y consolidación de diversas corrientes teóricas: estructuralismo,
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antropología simbólica, ecología cultural, economía política y marxismo
estructural. Estas nuevas tendencias ofrecían dos perspectivas: (a) cómo dar
cuenta del aspecto cultural de las sociedades observadas y la adaptación cultural
de los grupos humanos a diversos espacios geográficos y ecosistemas; (b) cómo
entender y explicar mejor la sociedad observada (estructuralismo y estructural
funcionalismo) y su articulación con la economía política dominante (Mendoza,
1990).
En esta perspectiva, aparecen diversas formas de acción hacia las comunidades
estudiadas, hacia el Otro y se consolida por tanto la Antropología Aplicada en
diferentes vertientes: Acción Participativa y la Etnoparticipación desde el Estado
(arriba) o desde los grupos de base (abajo). Se abre espacio para un nuevo
modelo metodológico de intervención horizontal – sujeto a sujeto, desplazando
la visión positivista sujeto – objeto, de carácter vertical.
Recientemente en las décadas de los 80 y 90, los estudios sobre
multiculturalidad, globalización, territorialidad, biodiversidad, ambiente, género,
feminismo y masculinidad, urbanismo, heterogeneidad, homogenización y
diferencia, han implicado investigaciones efectuadas en la ciudad, o con grupos
no indígenas, no tradicionales, no autóctonos, grupos que hacen parte de la
sociedad nacional, de organizaciones multinacionales, Ongs, constituyendo los
nuevos sujetos de la mirada antropológica.Tales estudios se hallan en
consonancia con las transformaciones dadas en el plano internacional. Nos
encontramos en un período de transición de la cultura de masas a la cultura de la
informática y de la electrónica, en la cual el texto escrito está siendo desplazado
por las imágenes. Lo real frecuentemente está mediado por imágenes, por eso lo
real ya no se diferencia de la imagen y en donde las representaciones sociales
constituyen identidades sociales. Es a esta cultura y a estas políticas a las que se
denomina “postmodernismo”.
La antropología en la modernidad remite al análisis de las múltiples experiencias
culturales que se fragmentan, le son transversales o se sitúan en contextos de
interacción, de apropiación y de resignificación. El sujeto se construye en
relación a la diferencia y hacia sí mismo y hacia lo híbrido.
La investigación en Antropología hoy, se acerca cada vez más a indagar nuestra
propia cultura occidental, dominante, hegemónica y consumista, no importa la
sociedad a la cual nos refiramos. Por la vía de la investigación, la cátedra y la
Antropología Aplicada nos hemos acercado a otros sujetos epistemológicos para
trabajar inter y transdisciplinariamente. Hemos creado objetos o sujetos de
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estudio, los describimos, analizamos e interpretamos, “inventamos culturas” de
acuerdo a Wagner (1981) y por las instituciones y/o personas exógenas allí
presentes, trazamos sus nexos con la sociedad dominante y seguimos pensando
en el Otro y planteando la alteridad.
La antropología de la sociedad a la cual pertenecemos no es algo nuevo. Ya en
1965 el africano Jomo Kenyatta describió su propia sociedad Gikuyo: Facing
Mount Kenya, parodiando “Antropology begins at home” de Malinowsky. En
Estados Unidos, Marvin Harris publicó su obra La cultura norteamericana
contemporánea. Una visión antropológica. (1986) Marshall Sahlings con
Culture and Practical Reason (1976) aborda el rol que cumplen los animales
domésticos en la sociedad norteamericana y Desmond Morris (1994) hace lo
propio de una manera más globalizada, es decir, las funciones que tienen perros,
gatos, caballos y su identidad en la cultura occidental actual y la nueva identidad
y status de otras mascotas. Roland Barthes (1983) ya planteaba la gramática y la
semántica sobre las formas de vestir en la sociedad occidental como también el
comportamiento y el discurso amoroso (1983). Serrie en 1986 comienza a
trabajar la antropología de los negocios internacionales que se denomina hoy la
Antropología de la Administración. Esta analiza el proceso de socialización de
los empleados y funcionarios de empresas multinacionales, de la estructura
organizacional de la empresa, sobre tensiones, conflictos y roces que empleados
de diverso origen étnicoculturaltienen y su manejo en la entidad, el
comportamiento de los leasing. Antropólogos como Stephen Robbins con su
tratado “Comportamiento Organizativo” (1994), Daniel Denison con “Cultura
Corporativa” (1991) Abravanel, Allaire, et al, (1992) dan cuenta de ello.
Los nuevos marcos conceptuales de Etnografía Crítica, Etnografía Experimental,
Realismo Etnográfico, planteados por Clifford Geertz ( 1992), Marc Augé
(1996) , George Marcus (1986), definen la Antropología de la Posmodernidad.
Igualmente para América Latina se destaca Néstor García Canclini (1990-1995)
SEMILLAS DE PALABRAS
Desde los años sesenta la cátedra antropológica gana cada vez más espacio en
los centros urbanos y en las universidades del país. En esa década se fundan los
Departamentos de Antropología en cuatro universidades colombianas: Nacional,
Andes, Antioquia y Cauca, donde se analizan tanto las corrientes teóricas
clásicas como las propuestas alternativas. El discurso antropológico se impone
de acuerdo a las políticas culturales y emergen por tanto, las cátedras de
Antropología General o Introducción a la Antropología en los estudios
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generales, que debían estudiar todos los estudiantes que ingresaban a diferentes
programas académicos.
Inicialmente en los cuatro departamentos mencionados de las respectivas
universidades se ofrecía la cátedra antropológica a disciplinas tales como
Medicina, Ingenierías, Derecho, Odontología, Economía, Bacteriología,
Zootecnia, Biología, Psicología y Trabajo Social. Estos profesionales obtuvieron
un conocimiento sobre los procesos de hominización, cultura y aculturación, los
campos de la antropología. Se demostró cómo la Antropología aportaba a la
formación de estos profesionales.
La propuesta de la otra mirada sobre los acontecimientos de las cosas, el
quehacer del saber en las disciplinas, permitió explorar la interdisciplinariedad y
el estímulo a investigaciones.
Se trabajan académicamente: a) la relación hombre/mujer-naturaleza y su
interacción a modos y medios de producción, práctica social que llamamos
económica, los sistemas de intercambio o tipos de consumo. b) se analiza el
impacto de nuevas tecnologías, la viabilidad de la apertura al cambio, la
adaptación tecnológica y la generación de nuevas tecnologías apropiadas,
conservación del medio ambiente natural y social. c) los asentamientos del
hombre/mujer sobre un espacio dado conducen a redefiniciones del medio
natural. La antropología analiza las significaciones y el imaginario que poseen
los grupos socioculturales sobre ese espacio, la apropiación de la territorialidad y
como han efectuado su ordenamiento y ello como se explica en sus modos de
vida .Cual es el sentido diferencial individual o grupal de la vivienda, la huerta,
las plantas y animales que domestica, qué cuida, qué destruye y porqué. d) La
forma de organizarse los géneros para darle vida a la familia, la vecindad, la
sociedad civil, sujetos a extrapolaciones de sexo, poder, prestigio. Aparece la
evaluación social de políticas sociales (Seguridad social, empleo, salud,
alimentación), los lenguajes articulados acerca de legalidad, legitimidad,
democracia, derechos humanos, domesticidad, solidaridad, participación,
convivencia, tolerancia, respeto al otro, diferencia. e) Aspectos de
regionalización y descentralización administrativa, aparatos gubernamentales,
autoridad y credibilidad; estudia las prácticas mentales de las sociedades, el
conjunto de valores en políticas públicas y privadas. Lo que la Antropología ha
tratado de realizar es empanizar con otros saberes y sus prácticas, hasta alcanzar
a dar en ellos otra mirada.
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sociales por los expertos, como aspecto central de la modernidad, continuaba y
se consolidaba.
La promoción del desarrollo capitalista en las regiones como imaginario
homogeneizador, ha conducido de mayor a menor gravedad, resultados
devastadores para la cultura y para los ecosistemas. En ese sentido, la
antropología de los años 80s introdujo conceptos de acción y participación,
planeamiento participativo, etnodesarrollo y etnoeducación, tratando que los
actores involucrados fueran sujetos partícipes de su propio desarrollo. Se gesta
una movilización social en donde indígenas, campesinos y afrocolombianos
demandan acciones de “desarrollo integral” y el respeto a sus orígenes
etnicoculturales y sociales. De tal modo, que ciencia, tecnología y capital se
enganchaban con procesos de participación social y cultura local.
Para la década de los noventa, el discurso de la biodiversidad encarna las formas
posmodernas de capital, la resignificación de los bosques tropicales, la población
como guardiana de la naturaleza y sus conocimientos - como conocimientos
tradicionales de conservar la naturaleza (A. Escobar, 1997).
Las dimensiones bióticas y antrópicas articuladas, son las nuevas políticas
estatales de desarrollo y las respuestas de las comunidades dependen en gran
medida, de cómo logren apropiarse y utilicen los nuevos significados para lograr
sus propios objetivos, relacionándolos con otras identidades/etnicidades,
circuitos de conocimiento y comunicación y proyectos políticos.
Como se puede observar la Antropología Aplicada tiene tres actores principales
para sus análisis: el estado, el capital y las comunidades. Ha jugado un papel
mediador entre el estado y la comunidad. Ahora en la posmodernidad, la
antropología tendrá que inventar nuevas formas de comunicación y de
intervención para obrar en el medio, donde la irrupción de lo biológico como
base fundamental para el desarrollo, es el nuevo imaginario. O’Connor (1993)
citado por Escobar (1997) plantea que el capitalismo está ingresando a la fase
ecológica, en la cual la lógica de la destrucción podrá coexistir con la tendencia
conservacionista. La etiqueta “capitalismo verde” es una expresión de ese
cambio (Escobar, 1997) y la ley 99 de 1993 en Colombia expresa ese nuevo
orden.
Antropología y transdiciplinariedad, como única forma de hibridización
posmoderna, deberá tejer nuevos hilos teóricos para dar cuenta de cómo
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producir y concebir la naturaleza, como nuevo proyecto de desarrollo global.
Ese el nuevo reto.
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