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La Escuela Moderna
Francisco Ferrer Guardia
Índice
Presentación
1. Explicación Preliminar.
2. La Señorita Meunier.
3. Responsabilidad Aceptada.
4. Programa Primitivo.
5. Coeducación De Ambos Sexos.
6. Coeducación De Las Clases Sociales.
7. Higiene Escolar.
8. El Profesorado.
9. La Renovación De La Escuela.
10. Ni Premio Ni Castigo.
11. Laicismo y Biblioteca.
12. Conferencias Dominicales.
13. Resultados Positivos.
14. En Legítima Defensa.
15. Ingenuidad Infantil.
16. Boletín De La Escuela Moderna.
17. Clausura De La Escuela Moderna.
Presentación
Hemos escogido La Escuela Moderna como el primer título para iniciar la sección de pedagogía en
nuestra biblioteca virtual porque el solo hecho de llevar a la práctica, su autor, conceptos educativos
en franca oposición con el estado mental prevaleciente en la sociedad española de esa época, le
costó la vida. Podemos decir que concretiza hasta dónde puede llegar la intolerancia y simboliza en
consecuencia la oposición a los métodos educativos de control. Agregaremos que la lucha de
Francisco Ferrer Guardia por liberar las mentes de la ignorancia y de los dogmas no ha terminado,
sigue siendo una prioridad en el mundo entero ya que, como en esa época, el controlar la educación
y la formación de los individuos constituye una de las metas primordiales de los grupos de poder en
las sociedades humanas.
Francisco Ferrer Guardia nació el 10 de enero de 1859 en Alella, cerca de Barcelona y, a pesar de
haber nacido en una familia muy católica, o gracias a ello, abrazaría la corriente anticlerical. Más
adelante, ingresaría a la logia Verdad de Barcelona. Hombre de su época y consecuente con sus
ideas, apoyaría en 1886 el pronunciamiento militar cuya finalidad era proclamar el advenimiento de
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la República, lo que le obligó a exiliarse a París al fracasar este movimiento. Se quedaría en Francia
hasta 1901 en donde enseñaría el castellano y según parece, concebiría los conceptos educativos
que tomarían cuerpo en su proyecto de Escuela Moderna. Gracias al apoyo de una antigua alumna,
Ernestina Meunier, que le heredó una propiedad de un millón de francos, pudo llevar a cabo su
proyecto en la ciudad de Barcelona, hasta que en 1906 Mateo Morral, traductor y bibliotecario de su
centro educativo perpetrara el atentado frustrado contra Alfonso XIII. Esto tuvo como consecuencia
para Francisco Ferrer el cierre de la Escuela Moderna y varios meses de encarcelamiento por
complicidad, al término de los cuales fue absuelto. Al año siguiente, se trasladaría a Francia y a
Bélgica en donde fundaría la Liga Internacional para la educación racional de la infancia.
Pero, de regreso a España, y debido a su antiguo vínculo con Mateo Morral, es detenido en 1909
acusado esta vez de ser el instigador de las demostraciones de protesta que tuvieron lugar en julio
en contra del embarque de tropas hacia Marruecos y que pasaría a la historia como la Semana
Trágica.
Tras un simulacro de Consejo de guerra y un agitado proceso, es declarado culpable y ejecutado en
la prisión de Montjuich el 13 de octubre de 1909.
Como documento histórico, a continuación publicamos la sentencia reproducida en la Enciclopedia
anarquista:
Sentencia
En Barcelona, a 9 de octubre de 1909, reunido el Consejo de guerra ordinario de plaza para ver y
fallar esta causa, habiéndose hecho relación por el juez instructor del resultado de autos; presente
el acusado; oídas la acusación fiscal y la defensa, y de acuerdo con el dictamen del asesor, por
unanimidad, el Consejo de guerra declara:
Que los hechos perseguidos en esta causa constituyen un delito consumado de rebelión militar, por
la concurrencia de las circunstancias tercera y cuarta del mismo:
Considera responsable del mismo, en concepto de autor y como jefe de la rebelión, al procesado
Francisco Ferrer Guardia, con las circunstancias agravantes del art. 173 del mismo Cuerpo legal;
Y en su virtud, le impone, con arreglo al artículo 238, en su número primero, la pena de muerte con
la accesoria, caso de indulto, de inhabilitación absoluta perpetua; condenándole también a
indemnizar todos los daños y perjuicios ocasionados por los incendios, deterioros de vías de
comunicación, férreas y telegráficas, ocurridos durante la rebelión, quedando, hasta que pueda
señalarse su cuantía, afectos todos los bienes de Ferrer Guardia a la extinción de esta
responsabilidad civil, y declarando que, en el citado caso de indulto, le será de abono la mitad del
tiempo de prisión preventiva sufrida a resultas de esta causa.
Todo con arreglo a los artículos 173, 188, 219, 237 en sus circunstancias tercera y cuarta; 238 en
su número primero. 242 del Código de Justicia Militar; 11, 13, 18 al 21, 53, 121 al 228 del Cógio
Penal ordinario; los concordantes de ambos Códigos y Ley del 17 de Enero de 1901.- Eduardo de
Aguirre.- Pompeyo Martí.- Sebastián Carreras.- Marcelino Díaz.-Manuel de Llanos.- Aniceto
García.- Julio López.
La indignación y las protestas ante esta flagrante injusticia, ya que las autoridades nunca pudieron
probar su culpabilidad, fueron tan grandes en España y en el exterior que provocaron la caída del
gobierno presidido por Antonio Maura.
Para elaborar la digitalización de la Escuela moderna de Francisco Ferrer nos hemos basado en la
edición que hiciera la F.O.R.U.(Federación Obrera Regional Uruguaya) en 1960.
Esperamos que el contenido de esta obra motive al lector hacia el análisis del papel de la educación
en los individuos y su primordial importancia para el desarrollo de una sociedad.
Chantal López y Omar Cortés
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1. Explicación Preliminar
Mi participación en las luchas de fines del pasado siglo sometieron a prueba mis convicciones.
Revolucionario inspirado en el ideal de justicia, pensando que la libertad, la igualdad y la
fraternidad eran el corolario lógico y positivo de la República, y, dominado por el prejuicio
generalmente admitido, no viendo otro camino para la consecución de aquel ideal que la acción
política, precursora de la transformación del régimen gubernamental, a la política republicana
dediqué mis afanes.
Mi relación con D. Manuel Ruiz Zorrilla, que podía considerarse como centro de acción
revolucionaria, me puso en contacto con muchos revolucionarios españoles y con muchos y
notables republicanos franceses, y su frecuentación me causó gran desengaño : en muchos vi
egoísmos hipócritamente disimulados; en otros que reconocí como más sinceros sólo hallé ideales
insuficientes, en ninguno reconocí el propósito de realizar una transformación radical que,
descendiendo hasta lo profundo de las causas, fuera garantía de una perfecta regeneración social.
La experiencia adquirida durante mis quince años de residencia en París, en que presencié las crisis
del boulangismo, del dreyfusismo y del nacionalismo, que constituyeron un peligro para la
República, me convencieron de que el problema de la educación popular no se hallaba resuelto, y
no estándolo en Francia, no podía esperar que lo resolviera el republicanismo español, toda vez que
siempre había demostrado deplorable desconocimiento de la capital importancia que para un pueblo
tiene el sistema de educación.
Imagínese lo que sería la presente generación si el partido republicano español, después del
destierro de Ruiz Zorrilla, se hubiera dedicado a fundar escuelas racionalistas al lado de cada
comité, de cada núcleo librepensador o de cada logia masónica; si en lugar de preocuparse los
presidentes, secretarios y vocales de los comités del empleo que habrían de ocupar en la futura
república hubieran trabajado activamente por la instrucción popular, cuánto se hubiera adelantado
durante treinta años en las escuelas diurnas para niños y en las nocturnas para adultos.
¿Se contentaría en ese caso el pueblo enviando diputados al Parlamento que aceptan una ley de
Asociaciones presentada por los monárquicos?
¿Se limitaría el pueblo a promover motines por la subida del precio del pan, sin rebelarse contra las
privaciones impuestas al trabajador a causa de la abundancia de lo superfluo de que gozan los
enriquecidos con el trabajo ajeno?
¿Haría el pueblo raquítico motines contra los consumos en vez de organizarse para la supresión de
todo privilegio tiránico?
Mi situación como profesor de idioma español en la Asociación Fílotécnica y en el G. O. de Francia
me puso en contacto con personas de todas clases, tanto en concepto de carácter propio como en el
de su posición social, y examinadas con la idea de ver que prometían respecto de influir en el gran
conjunto, sólo ví gente dispuesta a sacar el mejor partido posible de la vida en sentido individual:
unos estudiaban el idioma español para proporcionarse un avance en su profesión, otros para
estudiar la literatura española y perfeccionarse en su carrera, algunos hasta para proporcionarse
mayor intensidad en sus placeres viajando por los países en que se habla el idioma.
A nadie chocaba el absurdo dominante por la incongruencia que existe entre lo que se cree y lo que
se sabe, ni nadie apenas se preocupaba de dar una forma racional y justa a la solidaridad humana,
que diera a todos los vivientes en cada generación la participación correspondiente en el patrimonio
creado por las generaciones anteriores.
Ví el progreso entregado a una especie de fatalidad, independiente del conocimiento y de la bondad
de los hombres, y sujeto a vaivenes y accidentes en que no tiene participación la acción de la
conciencia ni de la energía humanas. El individuo, formado en la familia con sus desenfrenados
atavismos, con los errores tradicionales perpetuados por la ignorancia de las madres, y en la escuela
con algo peor que el error, que es la mentira sacramental impuesta por los que dogmatizan en