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POEMA DE GILGAMESH: UN VIAJE FALLIDO A LA INMORTALIDAD
Federico Lara Peinado
Universidad Complutense de Madrid
I
El Poema de Gilgamesh es quizá el más típico ejemplo literario de la mentalidad
sumero-acadia, persuadida de la validez de su propia civilización, conseguida a fuerza
de duro trabajo y en agudo contraste con la primitiva existencia de las gentes que
poblaron Mesopotamia.
Uno de los temas capitales, manifestado ya al comienzo del Poema que nos va a
ocupar, se centra en describirnos la gravitación mutua de sus dos personajes más
relevantes, Gilgamesh y Enkidu, en un proceso de recíproco acercamiento entre
civilización y barbarie -venían a ser sus prototipos- y que para tales personajes iba a
significar una amistad indestructible.
El citado proceso de acercamiento entre ambos héroes, perfectamente delineados
en sus caracteres, rebasó lo ficticio para situarse en el centro mismo de un fenómeno de
típica solera mesopotámica: el contraste entre “estepa” (edin en sumerio; serum en
acadio) y “tierra de regadío” (gan en sumerio; eqlum en acadio) y cuya realidad
evidente se manifestaba en la codicia de los pueblos nómadas circunvecinos que
periódicamente se sentían impulsados a invadir las ciudades de la llanura aluvial
mesopotámica.
Este proceso de recíproca gravitación entre “estepa” y “tierra de regadío” está
magistralmente descrito por el anónimo autor del Poema de Gilgamesh, quien supo
diseñar a los dos principales personajes, tipificando los polos extremos del contraste
socio-cultural que vivía Mesopotamia en sus dos primeros milenios de historia. Por un
lado, Gilgamesh, rey de la gran metrópoli sumeria de Uruk (hoy Warka), al sur de Iraq,
exponente de una ya espléndida civilización urbana. Por otro, Enkidu, ser de la más
ruda barbarie, en cuya semblanza apenas algún que otro rasgo vagamente humano
lograba aflorar entre sus componentes animalescos.
II
Los historiadores han significado que la luz de la civilización comenzó a brillar
hará aproximadamente unos seis milenios, tras una larga noche de salvajismo
paleolítico y de una plomiza claridad de sucesivos alcances neolíticos. Y esos mismos
historiadores han convenido, basándose en pruebas arqueológicas, que aquella luz
civilizadora se vio por primera vez en el Próximo Oriente, en Palestina, Anatolia y la
llanura mesopotámica, regada esta por los ríos Éufrates y Tigris, en cuya llanura se
levantaba la ciudad de Uruk, cuna de Gilgamesh, de la cual era rey. Personaje que muy
pronto, a causa de su fama, sería sujeto de un ciclo de poemas sumerios que
cristalizarían por escrito en el magno Poema (saga o epopeya para otros) de su nombre.
La figura de aquel rey llegó a ser conocida en todo el ámbito próximo-oriental
durante casi tres milenios, y su eco pudo incluso seguirse en algunos autores griegos y
latinos y en no pocos episodios folklóricos medievales de diferentes países europeos.
Como no podía ser menos, si el Poema de Gilgamesh fue fruto de la primera
civilización de la Humanidad, si hundía sus raíces en el periodo que V. Gordon Childe
llamó de la “revolución urbana”, en buena lógica esta temática -el nacimiento y auge del
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esplendor de Uruk, la ciudad más grande del mundo en el tercer milenio precristiano- hubo de estar ampliamente contenida en él.
Uruk es para el anónimo autor del Poema un centro bullicioso y cotidiano, muy
diferente del resto del mundo entonces conocido. Aquella ciudad era una realidad
concreta, fuera de la cual la imaginación podía volcarse sin límites, pues debía
adentrarse en un universo desconocido. Por eso el poeta nos guía a través de las 2anchas
calzadas y grandes plazas” de Uruk, por sus palacios y templos, por sus huertos. Y nos
invita, tanto al principio como al final de su texto, a ascender a lo más alto de sus
murallas y de su torre escalonada o ziqqurratu. Desde allí, podemos presenciar el
panorama del mundo urbano encerrado entre sus murallas, hasta sus límites, los campos
labrados y el río, el Éufrates, que se desliza perezosamente hacia el mar.
El itinerario urbano a recorrer se puebla y anima con la presencia y las voces de
los artesanos, de las mujeres, de los jóvenes guerreros, de los ancianos consejeros, de
los sumisos esclavos. Fuera de las murallas, tras la frontera campesina, con sus pastores
y agricultores, se abre el ancho mundo ajeno, hostil, bárbaro e ignorado, en una sucesión
caótica de desiertos y montañas, en donde viven monstruos y semidioses, la tierra
irredenta donde sólo las divinidades pueden imperar. Más allá, todavía, en una lejanía
lindera con la Ultratumba está el Océano, esto es, las “Aguas de la Muerte”, anticipo del
Gran Abismo (Abzu) sobre el que flota -.según la concepción sumeria del cosmos- el
Universo.
III
El vocablo civilización es un concepto, como se sabe, de muy complejo
contenido semántico, del que se han efectuado hasta un total de 161 definiciones, de
acuerdo con lo que sociólogos, antropólogos y etnógrafos entienden. También se sabe
que la civilización no surgió de modo súbito desde la vida salvaje y la barbarie, sino que
evolucionó gradualmente, partiendo de la vida misma, de los conocimientos prácticos
de las primitivas comunidades estables. Esa evolución surgió en el Próximo Oriente
antiguo, amplia área geográfica en la cual la economía agropecuaria, combinada con
otros factores humanos de índole espiritual y social, posibilitó la más antigua
civilización que conocemos, y que queda reflejada en muchos pasajes del Poema de
Gilgamesh, texto -como se verá luego- de muy variadas interpretaciones.
También en Mesopotamia surgió el más tétrico subproducto de la civilización -o,
si se quiere, una de sus manifestaciones negativas- la guerra, actividad que en sus más
variadas formas de acción quedó recogida en numerosos textos religiosos, líricos y
épicos. Por supuesto, en el Poema hay claras alusiones a este particular.
Dada la temática de estas Jornadas y la imposibilidad ahora de analizar todo
cuanto a civilización y barbarie aparece en el Poema que nos va a ocupar, hemos
dedicado nuestra atención a analizar la serie de viajes que realizó Gilgamesh y que
quedan recogidos a lo largo de sus doce Tablillas, que es el marco de su extensión
literaria.
Como presentación del texto decir que todo él gira en torno a la figura del
indicado Gilgamesh, personaje sumerio, que vivió hacia el 2650 antes de Cristo, siendo
el quinto rey de la ciudad de Uruk, según puntualiza la Lista real sumeria (WB 444),
documento fundamental para el estudio de las primeras ciudades-estado sumerias.
Tal ciudad fue un importante centro religioso, dedicado al padre de los dioses,
An, y a su hija la diosa Inanna, convertida siglos después por los semitas en Ishtar,
divinidades ambas que tienen que ver con el desarrollo del Poema, cuyo texto fue
ampliamente conocido en tiempos antiguos, siendo en palabras de G. S. Kirk, el más
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familiar y el más escrupulosamente conservado de todas las obras literarias
mesopotámicas, ajenas a la tradición ritual.
De igual modo, otro importante estudioso, B. Landsberger señaló que con el
Poema de Gilgamesh los mesopotámicos crearon mucho antes que los griegos, con su
epopeya nacional la Ilíada, una composición poética como ningún otro pueblo antiguo.
Tampoco los egipcios ni los hititas pueden exhibir una epopeya parangonable a la de
Gilgamesh.
IV
Históricamente, las narraciones sobre Gilgamesh circularon por vía oral muy
poco después de su muerte, aún cuando hubieron de pasar varios siglos antes de ser
fijadas por escrito. Se ha podido aislar hasta la fecha cinco narraciones sumerias o
poemas menores sobre tal personaje, narraciones que luego, en la época paleobabilónica
darían paso a un texto unitario, muy bien articulado. Siglos después, ya en época
cassita, esto es, entre los siglos XVI y XII antes de Cristo, se darían los retoques casi
definitivos -recogidos en la versión del poeta Sin-leqi-uninni-, hasta que los escribas
asirios del tiempo del rey Assurbanipal, en el siglo VII también antes de Cristo, fijarían
de modo canónico el texto ya, de hecho, difundido por escrito por todo el ámbito del
Cercano Oriente
De los cinco poemas originales sumerios, dos no tuvieron repercusión alguna en
la temática argumental del definitivo Poema. Fueron los episodios de Gilgamesh y Agga
de Kish y el de la Muerte de Gilgamesh. Un tercer texto sumerio, Gilgamesh y el País
de la Vida, sí tuvo reflejo directo en el Poema, aunque con sensibles modificaciones,
convertido en el episodio del “Bosque de los Cedros”, episodio en el que algunos
expertos han visto el enfrentamiento entre agricultores y pastores o bien entre lo bárbaro
y lo civilizado. Otro poema, titulado por S. N. Kramer, Gilgamesh y el Toro Celeste, del
que sólo nos han llegado fragmentos, fue aceptado en la recensión última, denominada
“ninivita”, con muy pocos retoques. El conocido como Gilgamesh, Enkidu y el Mundo
Inferior fue copiado prácticamente en su totalidad, aunque se suprimió su introducción
cosmogónica, y se añadió al final del relato, aun cuando su argumento era incompatible
con lo narrado en el conjunto del poema unitario.
Asimismo, el Poema fue enriquecido por parte de Sin-leqe-unini, con otra
importante narración del ciclo sumerio, en la que el papel central lo ocupaba el héroe
Ziusudra, conocido también como Utanapishtim, claro prototipo del Noé bíblico, y que
constituía el nudo narrativo de un Diluvio universal, que arrasó ciudades y personas,
temática conocida ya con anterioridad gracias al Poema de Atram-khasis. El escriba
Sin-leqe-unini, tras adaptar la narración y conectar a Gilgamesh con aquel personaje
fabuloso, lo incluyó en el desarrollo argumental. El relato del Diluvio, provocado por
los dioses, finaliza con la decisión, que habían solicitado los dioses Enki y Enlil de
elevar al salvado de las aguas y a su esposa al rango de dioses.
Otro problema largamente debatido, es el de la historicidad de Gilgamesh. Es
evidente que en el Poema, y a lo largo de sus doce tablillas de extensión, se perfila a tal
personaje como un héroe mítico, de extraordinaria altura física -5 ́60 metros de altura
(el doble del bíblico Goliat, para hacernos una idea)-, compuesto en sus dos terceras
partes de esencia divina, y hablando y moviéndose entre los dioses, como uno más de
ellos. De hecho, para un historiador hipercrítico, no existen bases científicas para
sostener la historicidad de Gilgamesh. Sin embargo, no pocos especialistas, entre ellos
Wilfred Lambert y Paolo Xella, aceptan la existencia humana de aquel personaje, dada
la cantidad de datos que se tienen sobre él, pudiéndose citar la Lista real sumeria,