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Vanguardismo 1
Vanguardismo
The Love of Zero, una película de 1927 de Robert
Florey
El vanguardismo, o avant-garde en francés, se refiere a las personas
o las obras que son experimentales o innovadoras, en particular en lo
que respecta al arte, la cultura y la política.
El vanguardismo representa un empuje de los límites de lo que se
acepta como la norma o statu quo, sobre todo en el ámbito cultural. La
noción de la existencia del vanguardismo es considerado por algunos
como una característica del modernismo, a diferencia de la
posmodernidad. Muchos artistas se han alineado con el movimiento
avant-garde y aún continúan haciéndolo, trazando una historia a partir
del dadaísmo pasando por los situacionistas hasta artistas posmodernos
como los Poetas del Lenguaje alrededor de 1981.[1]
El término también se refiere a la promoción de reformas sociales
radicales. Fue este sentido que fue evocado por el adherente a
Saint-Simon Olinde Rodrigues en su ensayo "L'artiste, le savant et
l'industriel" ("El artista, el científico y el industrial", 1825), que
contiene el primer uso registrado de "avant-garde" en su sentido ahora
habitual: allí, Rodrigues pide a los artistas a "servir como el
vanguardismo [de la gente]", insistiendo en que "el poder de las artes es de hecho la forma más inmediata y rápida"
para la reforma social, política y económica.
Introducción y enfoques principales
El vanguardismo se hace simplemente a través de varios movimientos que, desde planteamientos divergentes,
abordan la renovación del arte o la pregunta por su función social, desplegando recursos que quiebren o distorsionen
los sistemas más aceptados de representación o expresión artística, en teatro, pintura, literatura, cine, arquitectura o
música, entre otros.
Algunos autores, como Peter Bürger (teoría de la vanguardia) distinguen las "auténticas" vanguardias de aquellos
movimientos que orientaron su confrontación hacia la institución arte y la dimensión política del accionar artístico en
la sociedad, y concentraron sus innovaciones en la búsqueda de nuevas funciones y relaciones de poder.
Estos movimientos artísticos renovadores, en general dogmáticos, se produjeron en Europa en las primeras décadas
del siglo XX, desde donde se extendieron al resto de los continentes, principalmente hacia América, en donde se
enfrentaron al modernismo.
La característica primordial del vanguardismo es la libertad de expresión, que se manifiesta alterando la estructura de
las obras, abordando temas tabú y desordenando los parámetros creativos: en poesía se rompe con la métrica y
cobran protagonismo aspectos antes irrelevantes, como la tipografía; en arquitectura se desecha la simetría, para dar
paso a la asimetría; en pintura se rompe con las líneas, las formas, los colores neutros y la perspectiva.
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Vanguardismo 2
Contexto histórico y cultural
Desde el punto de vista histórico, el primer tercio del siglo XX se caracterizó por grandes tensiones y
enfrentamientos entre las potencias europeas. Por su parte, la Primera Guerra Mundial (entre 1914 y 1918) y la
Revolución Soviética (en octubre de 1917) fomentaron las esperanzas en un régimen económico diferente para el
proletariado.
El vuelo de los hermanos Wright.
Tras los años 1920, época de desarrollo y prosperidad económica
conocida como los años locos, vendría el gran desastre de la bolsa de
Wall Street (1929) y volvería una época de recesión y conflictos que,
unidos a las difíciles condiciones impuestas a los vencidos de la Gran
Guerra, provocarían la gestación de los sistemas totalitarios (fascismo
y nazismo) que conducirán a la Segunda Guerra Mundial.
Desde el punto de vista cultural, fue una época dominada por las
transformaciones y el progreso científico y tecnológico (la aparición
del automóvil y del avión, el cinematógrafo, el gramófono, etc.). El
principal valor fue, pues, el de la modernidad (o sustitución de lo viejo
y caduco por lo nuevo, original y mediado tecnológicamente).
Por su parte, en el ámbito literario era precisa una profunda renovación. De esta voluntad de ruptura con lo anterior,
de lucha contra el sentimentalismo, de la exaltación del inconsciente, de lo racional, de la libertad, de la pasión y del
individualismo nacerían las vanguardias en las primeras décadas del siglo XX.
Muchos artistas de este período
participaron en la Primera
Guerra Mundial.
Europa vivía, al momento de surgir las vanguardias artísticas, una profunda crisis.
Crisis que desencadenó la Primera Guerra Mundial, y luego, en la evidencia de los
límites del sistema capitalista. Si bien «hasta 1914 los socialistas son los únicos que
hablan del hundimiento del capitalismo», como señala Arnold Hauser, también otros
sectores habían percibido desde antes los límites de un modelo de vida que
privilegiaba el dinero, la producción y los valores de cambio frente al individuo.
Resultado de esto fue la chatura intelectual, la pobreza y el encasillamiento artístico
contra los que reaccionaron en 1905: Pablo Picasso y Georges Braque con sus
exposiciones cubistas, y el futurismo que, en 1909, deslumbrado por los avances de
la modernidad científica y tecnológica, lanzó su primer manifiesto de apuesta al
futuro y rechazo a todo lo anterior.
Así se dieron los primeros pasos de la vanguardia, aunque el momento de explosión
definitiva coincidió, lógicamente, con la Primera Guerra Mundial, con la conciencia
del absurdo sacrificio que ésta significaba, y con la promesa de una vida diferente
alentada por el triunfo de la revolución socialista en Rusia.
En 1916, en Zúrich (territorio neutral durante la guerra), Hugo Ball, poeta alemán, decidió fundar el Cabaret
Voltaire. Esta acta de fundación del dadaísmo, explosión nihilista, proponía el rechazo total:
El sistema DD os hará libres, romped todo. Sois los amos de todo lo que rompáis. Las leyes, las morales, las
estéticas se han hecho para que respetéis las cosas frágiles. Lo que es frágil está destinado a ser roto. Probad
vuestra fuerza una sola vez: os desafío a que después no continuéis. Lo que no rompáis os romperá, será
vuestro amo.
Louis Aragón, poeta francés.
Ese deseo de destrucción de todo lo establecido llevó a los dadaístas, para ser coherentes, a rechazarse a sí mismos:
la propia destrucción.