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Ruiz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bondi.

Simposio.

Voiture.

Membrillo.

Amansalocos.

Ruiz.

Noviembre.

Zapatos.

Envido.

Vagamundos.

Balompié.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reivindicación del prólogo:

 

Prefacio, que es también el libro, que forma parte, aunque a veces lo dejan afuera del mundial. El prólogo como un título andante, significante y chamullero, el prólogo, que si usted lo pasa de largo, se le va a armar Bondi, esto se va a convertir en vindicación y se pudre todo. El prólogo no se escribe desde lejos, mandándolo en cartas dedicadas al autor, el prólogo se escribe pegadito como la cumbia. Eso sí, con cuidado, ya que los preámbulos sólo se usan en la esfera pública, porque amar a la más linda, a puro argumento, se hace detrás de los arbustos, en preceptoría o en el camarín de Afrodita, quien no deja marioneta con cabeza. En fin, disfrute el prólogo, como presenciar un nacimiento, antes de que venga Afrodita a decapitarnos, lo más hermosa que pueda.

Ah, si, por favor, no se asusten del desorden temporal aparente, que cargan las escenas del libro, porque no es aparente, es un desorden en serio, la cronología no importa, estos son hechos irrevocables y llevan el mismo desgobierno que la memoria, la cual nunca elije en un listado perfecto a sus evocaciones. Y se pueden disfrutar sin codiciar el diseño de una novela de copetín, sin la obligación de saber quien jodió primero a quién.

Eso sí, les cuento un chusmerío, este libro lo comencé a escribir en las barrancas del Paraná debajo de un árbol con el que nunca charlé, solo me decoró el paisaje, con el Yo acostado sobre el césped, y la cabeza apoyada en el asiento de mi bicicleta, que es una proeza mas difícil de explicar que de hacer.

Leí, pensé y escribí en un año su cuerpo principal, luego lo abandoné por cobarde, no me sentía a la altura para darle un cierre. Lo retomé tres años después en la Isla de las Mujeres, creo yo, el único lugar donde podría haberlo terminado, debido a la fragante tenacidad con que este lugar danza su nombre. Todo esto no significa nada, porque es una fábula literaria. Lo que sí anda con ganas de significar hace rato, es este libro que casi se me escapa.

 Volviendo al desorden, reutilizando el basural, no me quería meter con la hija segunda de la termodinámica, pero finalmente me involucré con la entropía, la vi en camisón y, en pos de desactivar los intentos mentales, que a todo le quieren dar coherencia u orden gestáltico, frutos del lector, que es usted señora, no se haga la otaria, me tomé el atrevimiento de ponerle fechas encriptadas a cada escena, así que ya sabe, no joda con cronologías, obsesiones, ni con botas de lluvia, ni con dentistas, ni academias reales, ni reglas Tes, o regla Tes, o reglas Te, no joda. Y no se olvide, es usted hermosa señora. El resto, lo va a explicar Ruiz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*           *            *

 

Abril tres, Ruiz cuatro.

 

Ruiz no tiene idea, sabe que la puerta se está por abrir y nada más, acostado en su pequeño cuarto que al no tener divisiones tiene multiplicaciones, la cocina es sitio de comidas en primer lugar, pero es plural, es también hoguera, sala de fumadores, escritorio y cama para las palabras, lavatorio para prostitutas y cárcel del tedio. Todo está previsto, la ventana abierta para que el frío agrave la sensación de límite en Ruiz, el frío con su cualidad hiriente y de continua sentencia le dibuja su frontera en la piel, hasta aquí llega Ruiz, el resto es engaño o lo que sea, no importa, eso no es Ruiz. La espera no le desagrada, ha esperado cien veces y cien veces más, la escena que abre la ventana también espera, desde su litera vieja y verde y vieja, lee lo que afuera se define como las ramas verdes, floridas y verdes de un árbol, desde dentro eso no se define como árbol, desde Ruiz eso no tiene palabras, es un flujo de vibraciones verdes y vibraciones en seducción que se dirigen subiendo las escaleras hacia su puerta. No sabe decir algunas cosas que refieren a los mecanismos que lo mantienen vivo, claro que comprende la energía contenida en el agua y la comida necesaria para su biología, pero ignora donde ha estado y que ha pensado. La escalera es fácil de subir, hay una hoja en la mesa multiplicada, allí hay una ilustración de la escalera, un pie conduce al otro a ubicarse en escalón que sigue, es muy sencillo subir, la ilustración muestra a un hombre que el propio Ruiz piensa que es Ruiz. Todo previsto excepto el otro lado de la puerta, excepto Ruiz, excepto la perilla del otro lado, en el dibujo no está, no está el dibujo. Claro que de su lado del cuarto, también hoguera, sala de fumadores, escritorio y cama para las palabras, lavatorio para prostitutas y cárcel del tedio, todo es consecuente con la perilla de adentro, porque no espera que toque a la puerta, sino que entre nomás, solo una perilla tan simple como entrar, pisar dentro. Erguida en el centro del cuarto hay luz, luz a destiempo porque brilla enfocando hacia la puerta, como si ya el que tiene que entrar hubiese ingresado y la espera hubiese finalizado. La ilustración carece de luz, excepto la luz, excepto en el dibujo, ahora no es el cuarto quien pluraliza, es Ruiz quien se multiplica a falta de división, desdibuja los bordes que el frío le figura, nombra la perilla de afuera y Ruiz es calor, fuerza, puerta, sueño, sustancia y doble, eso, eso es Ruiz.

 

*           *            *

 

4 de junio, Ruiz se deshace en la barranca del río.

 

Sonidos de río en una contemplación a través de dos yuyos secos, me dicen lo que todo me dice, que el vos no es mas que de uno, que la elección no tiene que ver con tus maneras, sino con las mías, que mis accidentes dejan heridas en las que solo tus coágulos encajan, prosperar es alejarme, vivir es no mirarte, la realidad es tu lógica, mi lógica es la de un enfermo con rencor al olvido. Mi boca no cesa su hilo vulgar, la tuya aun menos, pero mi corazón se delata en las voces de tu nombre, tu no alcanzas a deducirlo pero el deletreo me da hambre, quiero destruir tus beldades de un mordisco, atroz es el anhelo que revelo en mi carne para completar tu celo, musa violable de pocos enredos. Dame tu sangre y yo te daré un pero, corrige mi ansia y ganaras el cielo,  creo que esto no es posible, por esta razón quiero morirte, a mis ojos, morirte a mi credo; espera no te apresures...déjame sufrir entero el perdón que reclamo a mis dioses paganos, de no corromperte con un beso mío. ¿Por qué no tienes para mi ese plusamor que espero? Saber la razón es lo que más temo, como las espina teme a la flor por su belleza implacable, temo que expreses esa diferencia del virtuoso y el feo. Temo que una definición empaque mi deseo y encuentre a la muerte en la segunda preposición de un silogismo.

 

Sonidos de río en una contemplación entre el Sol y su reflejo. Pretendes que no te molesta, que no te hiere, te vistes de camaleón, asustas a lo que ya esta asustado, te encamas con la complacencia, ríes de una caída pero no de un ruiseñor, ves tevé y se lo cuentas a tu patrón; pero no olvidas en tus entrañas que adoras al sol, que morena tu piel realza su ardor, vuelas con los microbios de la tierra y su hedor.

La ciencia me atrae en algo mas que su presencia, que esa manzana es de mi apetito como los versos de Quevedo...,esto...,solo cuando estoy sólo animo al verdor, mas cuando ella regresa espejada es mi piel, para que en ella se refleje y no deje ver, lo que dentro tengo podrido como un clavel.

 

Sonidos de río en una contemplación del nacimiento de un nuevo color. Mi cara enfrentada al sol, no hay rictus que demuestre tensión, los ojos se cierran con motores de sopor, el muro que mis párpados alzan entre los ojos y el sol, fabrican un nuevo color. En la espiral que lleva la luz, del verde al abismo, nace, renace y se perpetra un matiz, perpetración contra natura ya que expone un nuevo valor al big bang, al átomo y a los cuentos de Dios.

 

 

*           *            *

 

23 de marzo, introducción a una amistad mental y callejera.

 

El Flaco - Después de todo a mi me sigue pareciendo que las raíces tendrían que estar a la vista de todos ¿Qué es esa costumbre del creador de esconder todo bajo tierra? ¿Del setenta por ciento del iceberg abajo del agua? Una soberana ridiculez! ¿Qué tiene el topo que esconder bajo la superficie? Bicho antisocial. Lo mismo sucede a nivel humano, una palabra no dicha es un demonio creado, una vileza que luego se va a mover en la oscuridad de la conciencia.

Ruiz - Mamado, beodo, borracho, tenés una curda hermosa, escabiado, tenés una tranca grosera.

El Flaco - Tus enumeraciones son de lo mas coloridas, pero ¿qué estas tratando de decir?

Ruiz - Si seguimos caminando te vas a dar cuenta.

Andan dos cuadras de silencio, los cuerpos se detienen debido a las conexiones neuronales de Ruiz y al estomago del Flaco.

Ruiz - ¡Allí! ¿Ves ese viejo vendedor de pochoclo sentado en su banqueta y mirando todo culo femino que se sucede a las baldosas?

El Flaco Mirando El Trasero En La Ultima Baldosa Que Interrumpe El Cordón -  Si...,¿qué?

Ruiz - ¿Crees que seria sano para el mundo no tabuparlante y oficialoyente que ese hombre canoso, expresase cada obsceno movimiento que piense perpetrar contra esas nalgas?

El Flaco - Tan sano como lo es para mi decirte ahora que noto tu aliento a medias de futbolista...yo no me guardo nada y si lo hiciese...bueno por ejemplo ahora te puedo decir que no se me ocurre nada ante esta hipótesis. Cuando estoy seguro que vos inventarías un argumento insostenible con tal de seguir hablando.

Ruiz – Sos un alienado, hipnotizado, insano, mente perpleja, tabula rasa, blanco.., blanco,...negro chocolate.

El Flaco - ¡Ves! Siempre terminas con tus enumeraciones con tal de no callar. Y déjame agregar que esta última fue bastante agresiva.

Ruiz - ¡El agujero de topo existe! Y no solo eso. ¡Es necesario! ¡Existimos solo por el hecho de que hay vacío en el cual un pedo puede moverse, el universo se expande solo para que otro pedo pueda tener lugar, para que un sonido tenga mas eco donde jugar a escondidas, para que los gritos de mi vieja llamando a la mesa tengan mas alcance!

El Flaco - ¡Si pero no! La naturaleza es limitada como dice Juan Karlos, y los pensamientos no deberían caer en ese agujero, no tiene utilidad alguna allí..., para mi la represión es un gasto inútil de recursos, no le hace bien a la economía mental...y ahora si me disculpas, quiero unas garrapiñadas...

Ruiz – Esto, en tanto y en cuanto, hablemos de un pochoclo, pororó, garrapiñada, praliné, manzana acaramelada, o copo de nieve, rojo y materialista - histórico.

 

*           *            *

 

Mundial Sub-veinte, la tv apagada, el domingo 5 de mayo se juega a volver infante con los abuelos.

 

- Tanto hay en el ala del gorrión como hay en los movimientos que hacen al vuelo del mismo, todo y partes se igualan, cáncer y pulmón son de la misma esencia que el cigarro.

         Esto decía el abuelo mientras fumaba sentado en el trono, su silla en medio de la cocina, mirando a Abuelaesposa en su quehacer gastronómico del día, milanesas.  El Pequeño Ruiz, sentado al lado del Abuelo Le Mans Suaves, piensa en el todo y las partes que forma el tenedor listo para ensartar el vacuno cocido bajo el pan rayado.

Abuelo Le Mans Suaves - Hay algo del Quijote que genera felicidad, y no me refiero a las risas que provocan los golpes de Quijano a Sancho. Una vez recorrida la aventura, luego de leer el párrafo final, se instala en el antiguo lector, ahora desocupado, una añoranza de época y amistad con los personajes. Y uno no sabe donde ubicarse en esa añoranza, creo que uno se hace un lugar en el “todo” del libro...un libro capaz de sostenerte si te le paras encima.... Dulcineas, ínsulas, palabras, Don Miguel, ventas...partes y todo, triste figura y famoso Hidalgo Don Quijote de la Mancha...se hacen uno. Y sospecho que mi lugar en el libro es allí mismo donde se confunde la triste figura con el todo del Quijote. Te confieso Ruicito que sí, me he parado con mis mocasines sobre la edición de 1969 y soportó mis noventa kilos sin problemas.

Pequeño Ruiz - ¿Comías muchas grasas abuelo?

Abuelo Le Mans Suaves - No importa, el asunto es que estoy seguro que un atado de veinte no te sostiene ni medio pie...solo cáncer, pulmón y cigarro.

Abuelaesposa - Uno no necesita pararse en estas milanesas para probar su estabilidad. El paladar y el bolo alimenticio son su justificación, tal vez la diferencia esté en que la milanesa se justifica con medio día de saciar estómagos, en cambio el Quijote justifica varios siglos de literatura.

Pequeño Ruiz - Milanesa... ¿Es eso un adjetivo gentilicio? ¿Es eso posible? ¿Tan atractivo plato reducido al nombre aplicable por un gentilicio?...el mundo es injusto...debería tener un sustantivo propio a ella...una palabra lujosa con letras aun mas lujosas...tal vez Kyrea...o Xantria...

Abuelo Le Mans Suaves - Mejor nos cargamos el buche con Kyreas así dejamos de desvariar.

Abuelaesposa - ¡A comeeer!

 

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Sábado 9, un alivio sensual para un noviembre impar.

 

Una escena, que de un salto enreda su coxis con la de María y entonces estalla el vaivén erótico, de este lado gozo, de este otro un poco menos, soy masculina, soy femenino, un desliz en el paralelismo de los miembros hace desenredar los cuerpos, María es la presa. Duendes hormonales hacen su labor, dan saltitos en cada acometida del pene, que es el único que se puede nombrar, el otro es un abismo, circundar un vacío de definiciones, un diccionario musical. El éxtasis escala el pene y huye, María descansa, su goce fue exactamente el mismo al inicio que al final. A Ruiz ya no le importa...meseta...ahora quiere cantar, quiere escribir...meseta...quiere cultivar la tierra, el deseo saciado da lugar al resto de la vida. Je t´aime, quisiera Ruiz decir o: une rose qui n'existe plus, o alguna palabra que aclare y luzca un poco mas el cierre de este acto...pero se da cuenta que es inasequible y no lo puede lucir.

Monologo femenino aftersex...pero ¿te vas a dormir? ¿Se va a dormir?...tuve mejores...ojalá no transpirase tanto, por otro lado tengo que lavar las cortinas, el humo del cigarrillo las ha teñido de ocre...por otro lado se quiso inmiscuir, no lo dejé, no dejo a nadie...me podría matar. He oído que provoca ataques cardiacos aunque una amiga dice que es reconfortante luego de varias veces...no poder usa las asentaderas por una semana...parece bajo precio para una vida de placeres, pero no mejor no,...¿y si le digo? Che Ruiz en realidad...no no no, mejor ir al baño tranquila...y lo único que lo va a tocar es el papel higiénico. Bueno a dormir, el ya se durmió...como siempre, a veces me parece que me quiere decir algo antes de cerrar los ojos, espero que no sea algo en francés, siempre quiere adornar todo con un beau mot...le clavaría una daga en el pulmón, ja!, hijo de la puta! Disfruto pensando violencias después del amor ¡Te destruiría vejador! Cortarte el pene y mangiarmeló, llena de sangre la boca, saborear tu pretérito esplendor. Ya no sonreirías ante pechos voluptuosos, cada curvamujer te recordaría tu mutilación, ¡Sánscrito! Desearía que eso fuese una puteada, pero no te lo diría jamás Ruiz mi amor, Je vous aime comme j'aime mon cul, et vous êtes un cochon.

 

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Noviembre 2. Todas las muertes.

 

Un sepelio, un pasillo lúgubre, una puerta doble a la derecha, gentes de negro enfatizando el dolor, se le escapan murmullos al silencio, yace en veremos la muerte.

Los jueces celestes discuten el destino del muerto, años de pecado y misticismo; infierno, purgatorio o limbo. El angelfiscal expone pruebas de bondad, cruzar viejas y ciegos en semáforos, cuarenta y tres pesos de limosnas en total, no importa, Jesús sigue muerto ¡Objeción!. Denegado.

Jesús Vielleicht es el nombre de este cuerpo, tantos ríos de Heráclito pero el Paraná lo ha dejado el mismo. Un niño risueño quiebra la atonía del sepelio, juega, en el cantero cercano a la puerta, con una hormiga, una lupa y el resto de su sueño, cine en blanco y negro, los Vielleicht entonan pensamientos de lamentos. Una idea cruza el zaguán desde el cantero al muerto: ¡Pucha! El cerco se ciñe y este dios es destino y es cetro, reina a la hormiga, reina a la lupa y al fuego.

Las lágrimas salan las mejillas de mujer, María captura una en un pequeño frasco, es su primer lagrima a un amado muerto, había experimentado muertes de tíos, pero nunca había logrado éste, el mas valioso ejemplar de su colección, lagrima a él, su sexoamor. Poseía lagrimas de cocodrilo de su propia creación, lagrimas de niños encarnadas en chirlos, lagrimas de felicidad a la lotería, lagrimas en Les Miserables y una lagaña que es mezcla de sueño y pesadilla con párpados enlutados. Ahora la muerte de su esposo la vistió de negro, lo que no le impidió esconder una bombacha roja en honor a su pasión. Pasión que estaba en su ocaso, el amor necesita ser astrología mas que astronomía, necesita estar sujeto a fantasías y no a la ley de gravitación. María medita y le reclama unos ojos al muerto: eso era lo que tu provocabas Jesús, que el sol se ponga a las ocho todos los días. Me traías el relato de los días y sus lineales horas cuando el sol estaba en su cenit. Ya no había accidentes en nuestra historia, ningún requiebre de alejamientos y vueltas al ardor. Newton nos mató el amor y ahora un 38 te hizo recorrer la ultima órbita alrededor de tu matemático sol. Te quitaste la vida por mi, flor de infeliz, no me lo reprocho, eso es para cobardes, las culpas son usadas por los débiles. Llegue a amarte por tus cualidades rigurosas, pero pronto se hicieron tediosas...necesito lagrimas, no una cara con un rictus sordo, necesito palabras bonitas, sin importar que sean hijas de algún sofisma, necesito una ecuación pero escrita en colores primaverales, y hoy logras lo que siempre has logrado de mi y de todos, que tu sepelio sea negro y no se permita otro color.

 

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Agosto 4, recreo.

 

Helo aquí, un aberrante aparato hijo de la técnica y hierros de Somisa, helo aquí, todavía en romance con su nombre andante: metegol. Veintidós personillas de plomo, esclavos de sus clavijas, forman en un tres, cuatro, tres que no deja huecos para el error. El equipo izquierdo viene decorado en su metal con los colores del River Plate, el oponente viste plomo azul y amarillo del Boca Juniors. Este juego, al contrario que el juego de la vida, esta limitado en su score. Siete pelotitas se juegan nomás, y el tiempo es ilimitado, una vez más contrariando a la vida. Los humanos intervinientes se cuentan en número de cuatro, involucrando ambos brazos cada contendiente. Uno se ocupa del guardameta y los defensores; y el coequiper mece la suerte del medio campo y delanteros. Ruiz y Jesús, viejos compañeros de jornadas metegoleras durante rateadas masivas de la escuela, van a hacer frente hoy al Conejo y Demian, dueños los dos de poderosos brazos.

 

El Conejo - Ya veréis piratas que de este atraco de buen juego y elegancia no os perdonaremos.

Jesús - Pues aleja vuestras esperanzas de esta mesa de hierros nobles, que un siete a cero os comeréis

Demian - Vuesa Majestad Somisa ha forjado este metal de oro y azul solo para la gloria.

Ruiz - El viento sur esta de nuestro lado y al norte esta vuestra meta, no hay cambio de arco.

Luego de la folclórica arenga al gol y a la piratería, comienza el partido. Ruiz en la defensa comete un error, deja un pasillo para que la pelota encuentre su gol a manos de la delantera conejina.

Ruiz -¡Me cacho en Satanás! Juraría que mi arquero ha sido, en fundiciones pasadas, aquel soldadito de plomo al cual le faltaba una pierna.

Jesús - Ten esperanzas que ese soldadito siempre ha salido triunfador.

El augurio de Jesús encontró casi su razón cuando por un par de golpes insistentes River Plate pasa a ganar dos a uno.

El Conejo - ¡Basta de sandeces, Demian bellaco! ¡Y cuida tu izquierda!

Cambia el viento sur, un golpe de Demian bate al arquero y una pavota maniobra de Jesús deja el match tres a dos a favor de los boquenses. Hasta que en un movimiento rápido, el arquero de Ruiz otrora rengo soldado, clava el empate de arco a arco.

Jesús -¡Gol! ¡ En sus caras! ¡Volverán a puerto con sus arcas vacías, hijos de la noche!

Ultima pelota, la euforia, el ruido del acero y cañonazos, han atraído una tenue hinchada hacia el metegol. En la vereda del quiosco donde se ubica este monstruo de metal, hay también unas señoritas presenciando el partido. Ruiz nota unos ojos grises atentos a sus manos y a las de Jesús.

Jesús Soltando Las Manivelas - Ojala que venzamos tu y yo Ruicito, pero lo que mas anhelo es que la suerte no nos provea mas, que los que esos ojos grises desean.

Ruiz Bajando La Mirada - Que así sea, amen, so be it.

Un rubor inunda a Ojosgrises, sus amigas sonríen y la codean levemente.

Demian -  Cansado estoy de vuestras palabras soeces, aquí ni el azar os ayudará.

El Conejo Con Gesto De Inyección - ¡Demian, perro insufrible, atento a tu derecha!

Rueda la ultima pelota y Jesús extrema sus fuerzas en un golpe, queriendo demostrar su brazo a la beldad gris. Logra exhibir el poder de sus músculos, pero la pelota vuela fuera del estadio, rebota contra una vieja de compras y cae en la alcantarilla. Los rivales se miran...esto significa mas que un empate...significa una bola perdida...ergo, puede darse cuenta el quiosquero dueño del metegol y los faja...¡Rajemos! es el grito unísono de los bucaneros...echan a correr calle abajo, doblan en la primer esquina...Jesús corre y transpira ojos grises, Ruiz se dice: el empate será mi vida.

 

*           *            *

 

Reunión introspectiva, 29 de enero.

 

Ruiz. Se me estruje el corazón, parece que hoy hay fiesta en lo del Flaco, María va a estar allí, el dolor va a estar allí, los celos van a inundar todos los wines, el win de Demian, el del Conejo, el del perro...pobre Zenón...ni el mas mísero can escapa de mi envidia amorosa. El win de Jesús es sin duda el mas elegante...todo cuidadito y acicalado...justo lo que a ella mas le atrae...yo debería alejarme de ella así alejo estos sufrimientos...me parece una ecuación bastante coherente...si te gusta el dulce de leche pruébalo hasta empacharte...mmm pero ese es el asunto...María me gusta mas que el dulce de leche y quema mas que el hielo seco...¿cómo hacer un movimiento lógico cuando A es igual a B y al mismo tiempo A es diferente de B?...¡demonios!...si, alejarme, como lo hacen las nubes al verano...nacer lejos incluso...abrir los párpados y no encontrarla ya...encontrar a alguien mas...alguien nuevo...como Sofía...que ganas de ser carne en ella...me erotizan todas las letras de su nombre...la “o” mas que ninguna por sus curvas...pero María es mi imán...no se que proceso de imantación sufrió, pero supongo que uno muy perverso...siempre de lejos...aunque a veces esta muy cerca, tan cerca que algún sentimiento mío se le va a pegar en la nuca, o se lo voy a escupir y le va a quedar pegado....y va a querer enjuagarse pero va a ser en vano...ceñirle la cintura con mi perversobrazo, darle un perversobeso y enterarla, escupirle al fin tres palabras de amor, una, dos, tres...una, dos, tres, ¡Veinticinco!...una, dos, tres, ¡Veinticinco!...¡Una, dos, tres! ¡Por el amor de Dios, tres! Veinticinco, eso es lo que dirá... numero pelotudo, ridículo ante una declaración de una cifra...¡Ridícula! María ves que lo único que dices son sandeces...aun así escucho esas idioteces tuyas y enfermo de sida instantáneamente, caigo decapitado, quedo en silla de ruedas porque te quiero decir tres palabras y no puedo.

 

Casa del Flaco a medianoche, la invitación era para las once, una hora tarde es una hora menos de sufrimiento. Ruiz toca el timbre en la fachada de una vieja casona de techos altos, el arte de la pared consiste en un labrado yeso de minas con senos descubiertos, como la puerta de un burdel invitando a la lascivia. El ventanal tiene las persianas de hierro cerradas, se entrevé una luz y el Flaco abre la puerta.

El Flaco - Vení, vamos a comprar unas cervezas.

Ruiz - Bueno vamos a lo de Cogote que las tiene mas baratas.

EL Flaco - ¿Tenes un pucho?

Ruiz - Si vos no fumás, ¿qué querés hacer?

Caminando los dos, Ruiz evita pisar las sombras de los árboles, lo cual se dificulta aun mas en la noche porque hay dos faros haciendo sombra a cada árbol, así debe dar mas saltitos.

El Flaco Tanteándose Los Bolsillos - No, nomás quiero tener una ocupación sin sentido como la tuya de no pisar sombras...me pareció bien pedir cosas que no deseo...como cigarrillos.

Ruiz - Me parece estupendo, gil.           

El Flaco - Aunque seria una mejor idea pedir fuego antes que un cigarro, de suerte que mi pedido no tenga razón de ser, ni siquiera inicialmente. ¿Tiene fuego señora? Si nene. La vieja prende el encendedor delante de mi cara, digo gracias y me alejo.

Se detienen ante la puerta del quiosco abigarrada de tantas publicidades, Cogote, el dueño entre las rejas, aparece preso del capitalismo.

Cogote -¿Qué van a Llevar?

El Flaco - Fuego..

Cogote - ¿Algo mas?

Ruiz - Si, cuatro cervezas.

Cogote Alargando Las Cervezas Por Entre Las Rejas - Aquí tienen, son diez pesos.

Cogote recibe la remuneración y luego.

Y Luego - Ah..y el fuego métetelo en el culo Flaco, gracias y hasta luego.

El Flaco Alejándose - Este Cogote siempre tan pragmático...es perfecto para mis experimentos.

Ruiz - Eso del fuego en el trasero, ya lo sometimos a observación empírica, ¿Recuerdas?

El Flaco - Si señor, y en orden cronológico es: plato de mondongo con garbanzos, encendedor cercano al ano, ventosidades varias y combustión...

 

Vuelven a la casona de entrada lujuriosa y Ruiz cree percibir el guiño de una de las musas de mampostería...eh, que se le va a hacer, los delirios llegan sin esperarlos. Cruzan el zaguán y se abre en el living el cuadro fiestero: Demian y el Conejo discuten alrededor de una mesa a la que también se sientan María, el fernet, Cogote,...no Cogote no, eso es un encendedor, Sofía, Zenón el perro, y Like a Rolling Stone. Ruiz saluda cordialmente: beso mejilla María, mano mano Conejo, beso mejilla Sofía, mano nuca Demian y suena el bellaco. Con solo sentir su perfume, Ruiz siente la pinza ciñéndole el alma. Comienza el dialogo...alejarse Ruiz...al menos tan lejos como el horizonte donde la curvatura de la tierra es limite...al menos en principio...luego desvanecerse...bueno ahora sí comienza el dialogo.

Ruiz  - ¿Qué piensan del horizonte?

El Conejo - Mi colega Demian de Todos los Santos y yo discutimos acerca de esto una vez...si, una vez y lo dimos por terminado...y no pensamos volver a decir una palabra al respecto.

Sofía - A veces a mi me parece que el horizonte se lleva las cosas, no es que  se vayan...el horizonte atrae al vikingo y a su nave...la curiosidad por el mas allá...eso es lo que el horizonte propone y las almas aventureras no dejan de asirse a ese cebo...dispone una línea de montañas o de agua y ahoga a la luna y al sol en su frontera...es grandiosamente atractivo y una se pierde allí como se pierde ante cualquier belleza.

Aparece Jesús tras bambalinas cerrando la puerta del baño y agitando la palma de su mano este a oeste delante de su nariz.

Jesús - Pero la idea mas sexy del horizonte es la incapacidad de uno de deshacerse de el, estar eternamente enlazado es su cualidad mas erótica,...solo a un astronauta, vacionauta, luninauta, le es posible abandonar la visión de esa línea...pero no por mucho tiempo...nadie puede escapar a la tierra, ni siquiera mi abuelo que era un capo.

María silencio, María sorda.

Ruiz, tratando de desencriptar los ojos neutros de María, zozobra, entra agua por la quilla, la proa ya esta debajo del mar, la tempestad azota al navío “Buenaesperanza”...decide hablar.

Ruiz - Un edificio quiebra el horizonte, en cambio un árbol es parte de el, un hombre lo mismo, un rascacielo no...todo aquello que sea cuadrado, pero muy cuadrado, lo rompe, lo asesina.

Demian – No.

El Conejo - Tenes razón Demian: ¡No!

El Flaco Sirve Los Vasos Con Cerveza - Adoro sus argumentaciones, son los dos unos niños.

Demian Conejo - Si.

Sofía Quiere Sacarse Los Mocos Con El Dedo Pero El Decoro Femenino Se Lo Impide -¿Cuál es el horizonte de los ciegos? ¿Horizonte involucra necesariamente a la visión?

María Revive, María Lanza Una Fugaz Mirada A Jesús - El amor.

Jesús - A todo respondes lo mismo ¿Quién invento el alfabeto griego? El amor ¿Tiene caja de quinta un Renault doce? El amor ¿Cómo te llamas? Amor.

María y sus ojos grises dedicados a Jesús se sonrojan. El Buenaesperanza se hunde, uno, dos, ¡tres! Ruiz logra poner a flote el pequeño bote salvavidas y se aleja con el perro, del poder de succión del océano. El naufrago pone rumbo norte a una costa a lo lejos, toma un envase de cerveza y huye a la cocina a reponer el alcohol.

Zenón, el perro, aparece detrás de él, con un ojo muerto y el otro escudriñando la mesada en busca de desechos de comida luego del naufragio.

Ruiz - Tu eres un buen marino, toma un pedazo de pan.

Uno, dos, tres Ruiz....¿Tres Ruiz? ¿Te parece? Un imán con figura de hada pegado en la heladera le hace un guiño,...delirios libidinales, si, debe ser eso.

 

*           *            *

 

17 de Julio, Presentación del rival. Como Némesis arriba de un bote.

 

Jesús es un tipo de cuna burguesa, su educación y crianza han sido de maneras rigurosas. No le agrada la entropía, no gusta de colores mestizos, siempre un elemento pertenece a un conjunto perfectamente definido. Z es igual a todos los viejos que creen en la dualidad alma – cuerpo y usan polainas. W es igual a todos los jubilados que sostienen el carácter monocromático del color alma y el color cuerpo, y usan polainas. Z intersección W, el caos, el desorden universal, las polainas. Aquí las imágenes que se contradicen, no cuadran.

Jesús quiso comenzar estudios de Física pero el dinero se acabó. Sus cálculos dictaminaron que debía trabajar para alimentarse. Es cadete en una pizzería, viaja en bicicleta y entrega los pedidos a tiempo. Sin embargo esto no es monotonía, ni lo son sus pensamientos, si bien trata de encajar cada idea en su respectivo costal, le surgen pensamientos inconexos y pasa sus días ordenándolos alfabéticamente.

 

Aníbal: Debería haber golpeado mas fuerte a las puertas de Roma, pues Constantino no escuchó y no le abrió.

Arco Iris: su nacimiento no deja dudas, la madre que lo parió es un señor y se llama Dios.

Batracio: Ojalá que sean los sapos nomás, porque yo no toleraría esa cualidad.

Crin: el nombre mas hermoso jamás dado al cabello, no debería usarse solo para los caballos...¡un momento!...cabello; caballo...¿Hay aquí alguna relación?

 

La lista continua, pero sólo logra ordenarlos por letra, es lo único que su obsesión puede hacer ante tal correntada de sentidos revueltos.

A Jesús le gusta jugar con Dios, no cree verdaderamente en él, pero le resulta entretenido someter su intelecto a las paradojas de su padre y de la iglesia. Sí, insiste en llamarlo su padre por razones humorísticas que solo hacen reír a las viejas. Este chiste no es del agrado de su padre real, biológico y bacteriano, Don Ramiro Vielleicht, a quien, su ascendencia alemana, le impide siquiera hacer una mueca parecida a una sonrisa. Se deduce que el carácter estricto de Jesús se repite en él como en todo ovejero alemán. Su nombre fue elaboración religiosa de su madre, una criolla de morocha hermosura, Doña Estrella, fiel no a Dios (como cree Jesús), sino  fiel a la misa dominguera de las diez de la mañana.

Jesús actúa así: Tres pizzas de muzzarella son el encargo de Las Heras 322. Su bicicleta lo lleva a través de semáforos en verde, veredas y fríos vientos en la cara. Entre pedaleadas prepara su discurso al timbre para el día de hoy, viernes: “Pizzería Zambrotta...de lo ricas que son estas muzzas...mm...mm...¡su vientre explota!”...no, mejor algo mas estético, “Pizzería, por estas muzzas, el cielo hasta una nube daría”, también podría funcionar algo sin rima...”¡Pizzas para el alma!”, o tal vez mentiras de vendedor, ...”¡Muzzarella afrodisíaca!”. Jesús sube el cordón, aplica los frenos y  toca el timbre en tres movimientos gimnásticos. Cruje el portero eléctrico, y entre estática se escucha: “¿Quién?” Jesús adopta la pose protocolar de todo mensajero y dice: “ Pizzería afrodisíaca...que hasta una nube...¡explotaría!”. “¿Qué?” ruge ahora el portero, Jesús contrariado exclama cabizbajo: “¡Pizzería!”.  “Ah, ahora va”.

 Para la alegría de su sexualidad, Las Heras 322 resulta ser una musa (con ese, sssss) rubia de bordes refinados, quien recibe las pizzas, paga y se retira, como ignorando todas las posibilidades de su belleza, desconociendo que con esos labios podría ser emperatriz y que este pobre cadete seria su mancebo eterno por una caricia, en realidad, por varias. Las Heras 322 esa misma ignorancia te hace aun mas apetecible. Ahora, con un milagrito en la lista de clientes, Jesús se aleja en bicicleta. A las pocas cuadras el pedal lo traiciona y se sale la cadena. Antes de engrasarse las manos para reubicarla, se sienta en el cordón y justo antes de la definición de León: “Felino carnívoro y escritor ruso”, escribe en su diccionario:

 

Las Heras 322 : “La Belleza repartida, la belleza inacabable a la que uno nunca termina de tocarle el timbre”

 

*           *            *

 

Noviembre 2. Todas las muertes, todas las miradas.

 

Demian y el Conejo siguen el sepelio de cerca, en realidad no siguen nada, ya que el féretro esta estancado en esa habitación ¿Cuál Demian? Allá, la de la puerta doble donde hay dos viejas sonándose los mocos y lagrimas, ¿Entramos?, No Demian, en esta clase de eventos hay que hacer todo con parsimonia, primero caminar lento con cara de iglesia, luego saludar viejas y clamar lastimas por el finado, después abrir las puertas dobles a la muerte, sabiendo que el cuadro de dentro puede ser mas tétrico que un helado de crema del cielo. Me dan escalofríos Conejo. Solo esperemos que los goznes de las puertas no rechinen y no quiebren el hilo de silencio que es lo que debe acompañar a Jesús, y hacer del sonido también un finado. Entre un lloriqueo mudo de las viejas se abre una descripción que se cierra inmediatamente por ser estas viejas indiferenciables, a no ser por el numero de arrugas en la cara.

Arrugas 32 - Buenos días muchachos.

Arrugas 51 - Que tragedia, que tragedia, pensar que a Jesucito lo tuve en brazos, era un diablillo el pobre hijo de su madre.

Conejo - Si, nosotros también lo tuvimos en brazos luego de una borrachera perfecta, hubo que sacarlo del arroyo para que no se ahogue, un desastre. Mas tarde quiso comer pasto pero ya no lo llevábamos alzado.

Arrugas 32 - ¡Mi alma!

Demian _ ¿Qué le sucede a su alma señora?...ah...entiendo...quiere expresar que Jesús y su psyque son una sola...que se mueven en la misma esfera...¿que ahora su alma está tan difunta como Jesús? ...eh...no...a ver Conejo ayúdame.

Conejo - Mi mas sentido pésame señoras por Jesús y por las reflexiones de este energúmeno, adiós.

Arrugas  51 + 32 = 83 - Adiós.

¡Ves inútil! Ya comenzamos arruinando la solemnidad, ya estamos haciendo ruido. Bueno Conejo es que a las viejas yo no las entiendo, siempre quieren que uno se abrigue aún mas, que no ande en bicicleta por la vereda y a mi me gusta el frío y desprecio las reglas viales. Desprecio es lo que ha tenido la naturaleza hacia tu materia gris, pero ese es otro cuento, ahora entremos. Resuena el oxido de los goznes y para acompañarlos en el mismo tono, Demian emite un agudo ¡Demonios! Entonces la concurrencia dirige la mirada a los dos ingresantes que renuevan la imagen del cuarto. Caras nuevas en la luz tenue, pero siempre vestidas de negro, vienen en reemplazo de los ojos cansados de lagrimear. Cogote, el quiosquero, comprende esto y se retira, un cambio a tiempo. Entre amigos y conocidos se enfrentan primeramente a Don Ramiro, esta es la verdadera jeta de la muerte, no así la de Jesús, eso ya pertenece a otro orden. Cuanto lo sentimos Don Ramiro. Éste, inmerso en su pesar, larga unas reflexiones al aire: Este cuarto esta diseñado para contener a la muerte a oscuras, sus muros y sus baldosas están tan frías como el cuerpo de mi hijo, Jesús esta aún aquí, y hasta que no vengan los sepultureros no se irá. Hasta me parece adivinar la cara de la parca en el arte de los mosaicos en la pared, haciendo de guardia al espíritu de Jesús hasta que se despeje la última lagrima en la sala. Por eso aprovechen muchachos a desearle a mi hijo bon voyage y felices fiestas. Demian y el Conejo se acercan al ataúd gambeteando vestidos y corbatas ciegas, ponen sus manos sobre la madera oblonga y a su amigo regalan los siguientes deseos: “ Que comas muchas milanesas si las hay, que ganes el envido con treinta y tres, y que te sientes a la derecha de Carlitos Gardel."

 

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Septiembre 30, se arma Bondi, se ama Bondi.

 

Cada dos esquinas, el colectivo escupe y traga señoras gordas y trabajadores de la construcción. Abruma el aire con colores de petróleo y ríe frenadas a los semáforos en rojo. Las calles apedrean sus neumáticos mientras los pasajeros bailan al son del equilibrio y ponen a prueba la tolerancia del motorman con ´tas que te parió. Un vigilante pide boletos con azul temperamento, su gorra hace venias al pasajero cumplidor. Las piernas de una chica del Rosario saludan al escaparse de las faldas y entrecruzan un ruego de sensualidad. Parece que los asientos del fondo se esconden al nuevo viajante del bondi, pero tras eludir carteras y rozar sabrosamente los trastes femeninos, el ultimo asiento de la izquierda se desprende de un quinceañero y le ofrece su almohadón. Basurillas, papelillos y viejos boletos juegan carreras en el piso engomado, su meta es el último escalón. El paquete de Le Mans acurrucado gana por un cuerpo y se despide del viaje pateado por un mocasín. Está contento un escote, sus senos aprobaron el roce de la mano del vigilante quien silba un disimulo. Ruiz, el nuevo pasajero, gusta de estos breves paseos en bondi, la urbanidad abre sus pequeños mundos para que el los saboree y pida el postre. El viento golpea las ventanillas y pide permiso para renovar el aire viciado por pulmones cansados, Ruiz lo hace pasar y su rostro se enamora de la brisa. Un ronquido tiene ganas de desprenderse del sueño de un señor y cubrir el ruido del motor, logra apearse en la nariz con un secuencial estertor, pero ahora la brisa enamorada lo besa y su ensoñación termina con lagañas recién nacidas. El planeta siente las cosquillas del colectivo que lo roza a lo largo de la Avenida San Martín, los meridianos discuten con los paralelos en las esquinas. Ninguna calle quiere llamarse Roca e intercambian chismes de la Rue Morgue. Los ojos de Ruiz ahora reciben casas tímidas de techos bajos que corren apuradas para el lado del pasado, rehúsan detenerse a menos que alguna señora con ceño de viaje terminado presione el timbre y haga detener el tiempo. El universo se mueve ahora por Córdoba al 3300, dobla en Arenales y se olvida tres pasajeros distraídos en una garita. La mañana abre sus ojitos y guiña a una nube cómplice, que corre a juntarse con sus amigas para planear travesuras al sol. La libido de Ruiz mira de reojo a las faldas del Rosario, unta esas piernas con deseos dulces, degustaría ese sexo que juega a las escondidas entre los muslos y le cantaría piedra libre. La libido obstinada no calla, recorre toda la geografía rosarina ¡Que cintura! El coito depende por entero de esos dos arcos convexos ceñidos por un pulóver que se sonroja porque Ruiz adivina unos tímidos senos ocultos. El colectivo está ahora agolpado y gordo por el gentío; desde el ultimo asiento Ruiz pierde la vista del motorman y su horizonte son los hombros de un hombre en overall que le pide perdón a la grasa, todavía el pelo Rubio con mayúscula de la rosarina y varias cabezas que se pierden y aparecen al ritmo de los baches. No cede ni cederá este asiento a ninguna de las señoras paradas, no es de esos, no es que tenga una política definida al respecto, depende de los sucesos particulares de cada viaje. Si una vieja ciega y embarazada se para a su lado, y el ombligo de ese feliz vientre lo señala y lo acusa de falta de caballerosidad, ahí cedería el puesto ante la queja de sus propias posaderas. Ruiz lee en las calles que su destinación se acerca...no hagamos de este viaje el mismo viaje...voy a resaltarlo en mi historia...voy a hablarle...Se incorpora, hace dos pasos hasta plantarse al lado y nota esos ojos que grises se repiten en su memoria. ¿Dónde? No importa .Él, parado le sonríe una mirada, ella sentada devuelve una media sonrisa rubia. Señorita usted lleva a la belleza con una inocencia admirable, pero ¿a dónde la lleva? La llevo a lo de un señor que me quiere junto a estos pasteles de membrillo que adornan nuestro idilio ¿Necesita de esos adornos su amorío, no es preferible pastel de batata? No son necesarios, porque no hay que colmar nada, son sólo para endulzar una tarde, y no, la batata es muy suave, preferimos el ardor del membrillo. Yo estoy dispuesto a brindarle una vida de dulce de leche si acepta tomar un café conmigo, imaginesé amor untado con dulce de leche; con manteca ocasionalmente y nada de membrillos, que son solo accidentes a la suerte que le ofrezco. Los piropos están destinados al averno sabe; además no conozco su cuento y no es apropiado este bondi para hablar del cuore. Hay cordialidad en la charla, el overall engrasado escucha divertido. A mi parecer señorita, no hay nada que este colectivo prohiba, excepto fumar, como lo indican esos altivos carteles; y si me permite agregar, a cada chancho le llega su San Martín ¿Que quiere decir, que soy un chancho? No señorita, nada mas alejado de eso, lo único que comparte usted con un cerdo son las ganas de probarla que tengo; pero lo que quise decir es que usted está sentada allí y creo que está esperando su oportunidad, que no se le ha dado aún, lo leí en sus ojos grises, y si es que usted espera como una flor espera al sol, quiere decir que ese hombre de membrillo no es su postre definitivo, esa es mi hipótesis del chancho y San Martín. La chica del Rosario sonríe otra vez color oro. Ruiz ve pasar de largo su parada pero no se preocupa y espera alguna réplica. Me llamo María, mucho gusto. Soy Ruiz de Nazareth y vine aquí en burro. Los dos lanzan una pequeña risa ante el mot d´esprit, incluso el overall ríe. Mentira soy solo Ruiz, mucho gusto. María alarga el cogote para dar la bienvenida al beso en la mejilla de él y su mirada gris encuentra lo que le regaló este viaje, los ojos abigarrados de un hombre invernal con rasgos poco elegantes pero gratos, que le prometen dulce de leche. Muy bien señor Ruiz, yo no soy quién para refutar ningún San Martín; en este momento me debo bajar que mi destino es la otra esquina. Adorablemente su mano de marfil saca un papelillo del pulóver y lo entrega a Ruiz. Aquí tiene mi número de teléfono, tenga en cuenta la improbabilidad, tenga en cuenta que no sé, tenga en cuenta que a veces no estoy en casa, tenga en cuenta que tal vez nada puede bastar. Lo sé. El colectivo está triste, la beldad del Rosario lo ha abandonado, las veredas reciben ahora sus pasos y sediento no sabe si el oil le va a alcanzar para otro recorrido, tal vez para llevarla de vuelta su casa. Ruiz se baja a las pocas cuadras y enumera: cuatro, veintiocho, diez, ochenta y cinco, un teléfono, ring, ring, ring, María.

 

*           *            *

Octubre 15, una salsa roja para una teoría blanca.

 

La noche granizada de estrellas los empujó fuera de sus casonas y el viento inusualmente fresco dictaba que hoy es noche de aventura punto seguido. Habían decidido hacer un viaje que forje nuevos accidentes, así ayudar al azar con escenarios renovados. Se apearon del ómnibus en un pueblo a orillas de ese pardo río que es el Paraná, que siempre parece tener cuarenta años con una vida ya empezada y en curso calmo de sus planes. Las casas han escogido una disposición entrecortada en cada cuadra, se lee que la población escasea personas y muchas veredas no suelen ser pisadas. Pero hoy el pueblo muestra vida en los faroles; Jesús, Ruiz, el Flaco, Demian y el Conejo configuran puertas, esquinas, y paisanos en sus ojos.

Demian - Bue, ¿ahora que hacemos?

El Flaco - Lo mas natural sería enfilar para alguna pulpería a empinar el codo.

Caminan un par de cuadras y ven una callejuela que se jacta de negrura y propone un abismo sin faroles ni fortunas. Deciden aventurarse y a los pocos pasos, los ojitos alumbrados del pueblo los abandonan, llegan a un puentecito que sortea el hilo de un arroyo.

Demian - No veo una sota, mejor dicho, ni aunque tuviera el ancho de espadas vería.

Jesús - No te preocupes, yo traje una linterna para alumbrarte el envido.

Jesús prende el aparatejo y dirige el primer haz de luz a la cara de Ruiz, a quien ya le hierven los tallarines del pensamiento: el sesgo de una mirada, el roce de algo querido, el recuerdo de una palabra, una sola ¿qué forman? A veces huyen a la evocación, ¿cuál es su guarida? Debe ser el pensamiento actual...la letra que se talla en la corteza y a la vez como un remolino huérfano que se pasea solo en la calle de tierra, así se comporta...la cordura lleva en sus genes locura fraguada, repelida por estructuras urbanas...una cacerola se maneja con mas primavera que engranajes, el brazo que la conduce no es cosa muerta, el tallarín es un temerario, si, si.

Jesús - Si no tenemos nada que hacer podríamos escupir desde el puente.

El Flaco - Es lo único que nos queda...

Llueve y el arroyo se siente asqueado porque ésta vez el agua que cae no fue fabricada en las nubes, apura entonces su correntada tratando de lavarse la lluvia fétida.

Demian - Yo debería alcanzar la gracia del cielo, solo por esta virtud mía de pasar los siete metros de un escupitajo. En las letras leguleyas de Dios deberían estar incluidas las virtudes inútiles como dignas de canonizarse.

El Flaco - No me parece así, soy capaz de besarme el codo, pero estoy seguro de que por esa virtud inútil al infierno voy. Hacer posible aquello que está destinado a no ser, como mezclar sandía con vino, te define como fuera de la disposición de acontecimientos. No es natural, ergo, el universo te guillotina antes que se arme el batifondo cósmico.

Siguen volando salivas elásticas que, alegres, quieren desplegar sus alas para alargar  su existencia y contener el todo dentro de sí. Pero luego del punto más alto de la elipsis, caen y se muestran sujetas no ya a su deseo, sino a 9,8 metros sobre segundos al cuadrado, que es la peor noticia para cualquier ser que desea volar.

El agua hierve hace rato y Ruiz derrama los tallarines en la cacerola.

Ruiz - Una vez casi provoco ese lío cósmico del que hablas

El Conejo - ¿No será la vez en que te tiraste a la pileta después de un asado?

Ruiz - No, esto es un poco peor, escuchen...

 

Me encontraba paseando por el hospital psiquiátrico y con ganas de encontrar a Napoleón, o a uno de los tantos que allí habitan. Vi pasar locuras desnudas al trote, enfermeras apuradas por la higiene mental y doctores repartiendo pastillas como boticarios en celo. Inspeccionaba el muro blanco que separa al loco excelso de su ciudad, y noté que en su tope, el tapial no había sido provisto de vidrios rotos, como suele hacer todo vecino celoso de su limonero. Se deja lugar aquí a la esperanza, eso está bien, una ausencia de cristales rotos le dice al escapista que, en algún momento glotón, es cosa cierta la huida. Se pica unas cebollitas bien finitas para el tuco.

En eso, veo unas manos provenientes de la ciudad que se aferran a la parte mas alta de la pared como unas manos que se aferran a la pared, pero no como unos dedos ni mucho menos como unas uñas que se aferran a la pared; mi contemplación no es metafórica, no sustituye al objeto, es el objeto.

Las manos que se aferran a la pared enarbolan luego una silueta de hombre moderno con zapatillas, remera y una mochila de acampar picnics. Cae sobre el césped como caen las ideas de un idiota en un simposio de física; la contemplación se metaforiza y el objeto es sustituido bastante lejos, el simposio es en Suecia y el idiota tiene la tesis de que el infinito queda en su casa, calle Prudencio González 1345, en el altillo justito arriba de la puerta y a veces una araña se aventura por esos lares y no pierde el poncho como Judas.

Luego el hombre moderno se incorpora serio, me mira dos minutos en los cuales no sucede nada, nada, ni una mueca del muro blanco, ni el inconsciente mueve ideas reprimidas de parricidio, ni nada, no me hagan repetir. Entonces esboza un rictus sonriente pero gratinado con ese toque de enajenación mental de loquero, luego saca de su mochila un gorro de capitán de caballería del siglo XIX y lo posa sobre su cabeza con dirección este a oeste a la manera napoleónica.

¿Tenés un cigarro pa´ tu emperador? Me preguntó con voz fina como la pubertad. Le convidé unos cigarrillos armados pobremente que adelgazaban a cada pitada. ¿Se cuelga de los tapiales del manicomio muy seguido, don Majestad? Si fiera, sucede que los preparativos para la invasión a Rusia son un despelote, entro y salgo de incógnito de éste, mi Versalles blanco; porque si se avivan los rusos que salgo sin mi escolta y de lo mas bacán, me rompen la crisma. Le echas un poco de carne picada y sazonas con orégano y sal.

Suspira el cigarro su última nube y muere en el césped la colilla. Luego me nombra Mariscal de campo y me exhorta a que lo acompañe y asista. Comenzamos a caminar a lo largo del muro blanco, el emperador se movía con las manos abrazadas detrás de la espalda y con la cabeza inclinada levemente hacia delante. Una enfermera blanca como el alma se nos cruza y se planta en frente de él. ¿Dónde has estado Napoleón Vélez? Te he buscado toda la tarde para darte las medicinas. Dulce doncella, las ocupaciones de tu emperador son grandes y de tinte reservado. ¿Has estado en el baño? Si, pero no me refería a eso. Bueno, en realidad, mientras no le hagas la guerra al pabellón ruso de paranoicos, está todo bien, aquí tienes trágate estas píldoras. Se embuchó las drogas y la enfermera nos despidió con un vaivén  sensual de su redondo trasero blanco.

 

Demian - No entiendo a donde va todo esto, parece un tren de palabras que no se bajan en ninguna estación, y ¿que paradoja estas cocinando con tuco?

El Conejo - Si, ¿y que hacemos en este pueblo si ahora nos llevas a un manicomio?

El Flaco - Déjalo que continúe, todo se va a aclarar cuando sopemos el pan en la salsa.

 

Gracias Flaco y gracias enfermera por vuestras curvas. Seguimos caminando a lo largo del muro blanco como otro muro blanco pero menos extenso. Aquí la contemplación también se metaforiza, hay sustitución pero el objeto está mas cercano, es casi igual a esta pared excepto por la cualidad y la ubicación; no así la pared de Pink Floyd, porque esa es la metáfora mas importante, la del padre que debe sostener el resto de los ladrillos, ser la mampostería esencial que soporte toda la albañilería psíquica, sin embargo en algunos casos, no logra ser el padre ese ladrillo esencial, para el infortunio de Roger Waters y Napoleón Vélez, logra ser Just another brick in the wall.

Napoleón, al escucharme entonar unos versos de esa canción, cambia a una voz gruesa de tambor y sin gollete habla este soliloquio: “No tolero la verdad y mucho menos a aquellos que la buscan como un eunuco que busca aún los desechos de su mutilación, no tolero las furtivas verdades matemáticas que siempre se atraen entre sí, y buscan coeficientes de caballos, ecuaciones del jamón cocido y que el sentimiento de odio es menor o igual a masturbarse con el culo de una prima. Militantes del cálculo, huestes armadas de cuatro cifras, donde la suma los hace felices, la multiplicación es el orgasmo que los perpetra, la resta es desamor y la división una delincuente. Tolero aun menos a los psiquiatras que, con obtusos métodos amansalocos, buscan la rapsodia de verdades que me subyace según su decir. Mi decir es el de un loco declarado y triste, al que solo le satisfacen unas repeticiones conquistadoras, baldías de otra poesía que tomar el pabellón ruso de paranoicos para extender la república, nada más. No me desayuno de verdades petulantes, solo tengo hambre y a veces Girondo me alimenta.”

Al terminar el monólogo, vuelve sus ojos y su voz al muro, me da la espalda y adivino movimientos de brazos que buscan, encuentran y abren braguetas. Mea el césped con escepticismo, como creyendo que la orina no forma parte de nada, que ese hecho no deja marca amarilla alguna en el conjunto de sucesos. Entonces, ya haciendo la pantomima de cierre y clausura, me repite sus deseos de invadir Rusia y batallar en Borodino. Pones salsa de tomate y chorizos que le dan a los fideos ese sabor a muerte.

 

Jesús - Ensayo un paréntesis aquí Ruiz. Me pregunté alguna vez por qué los locos reiteran siempre los mismos enunciados y creo que la clave encriptada está allí en ese ladrillo esencial del que hablas, sin ese brick que los soporte, no pueden crear o seguir su historia, están fuera del espacio y del tiempo; no tienen historia mas que la historia de su lenguaje, y el delirio busca eso, repitiendo los mismos enunciados insensatos busca producirse un origen, un había una vez para su cuento. Pero no tienen éxito y quedan estacados a esa atemporalidad...he dicho.

Ruiz - Napoleón Vélez ya te hubiese insultado por tus ansias de verdad...

El Conejo - Déjame que vindique a Napoleón... ¡Jesús! ¡Hijo de una gran siete! ¡Ojalá que tu nariz se persuada que sus mocos son más pérfidos que ella y se escape de tu cara con un sangriento estornudo!

El Flaco - Muy rebuscado, mejor así: ¡Jesús, nadie te quiere porque sos feo!

Jesús - Simple e hiriente...los felicito muchachos, se van superando.

Demian - Espera que falto yo,... ¡Jesús, cuélgate y juega a Tarzán!

Jesús - Bueno...ahora si, colmo de la vulgaridad tu nombre es Demian...Ruiz sácanos a flote y termina la receta, que hace frío y el arroyito ya es monótono de tan poca agua.  

 

Cierto es que el emperador Vélez parecía un psicótico calmo, pero al continuar la caminata, llegamos a la puerta de una de las alas del manicomio. Noté que Napoleón se ponía un poco nervioso ¡Es Nuestra hora Mariscal! ¡Detrás de esa puerta están las nevadas estepas rusas! ¡A la carga!...y blandiendo un sable tan temerario como imaginario acomete el portón blanco. Yo, ardiente de aventuras ante mi bautismo de guerra, lo seguí haciendo la mímica de un corcel bajo mi pelvis. Entramos entonando frases ininteligibles con acento en la última sílaba, a lo francés. Dentro se abrió un cuadro apenas parecido a lo que me había imaginado de los suburbios de Moscú...había dos paranoicos parados en una sala con bancos alargados, cada uno en su universo de persecuciones. Alertados por nuestros gritos de dragón, nos hicieron frente.

Vassily (Paranoico 1) - ¡Era de esperarse! ¡Mi hermano ha mandado a estos hombres para que me asesinen como a un chancho para dar salamines! Siempre me ha tenido envidia y ha querido hacerme mondiola.

Fiodor (Paranoico 2) - ¡Cállate! ¡Que aquí no se están preparando embutidos, esta es la gesta pergeñada por Rubén, mi cuñado, que cela de su esposa porque sabe que a mi me quiere más!

Desestimamos sus alegatos y los embestimos, pero su infantería era más poderosa. Nos hicieron una combinación de uppercuts y ganchos del Volga, que a los pocos segundos éramos pateados fuera de Rusia sin gracia alguna. Con las bocas enfermas de golpes escuchamos a Vassily que declaraba cerrando la puerta: “¡Y decile a mi hermano que si quiere chorizos o morcilla que sacrifique a papá o mamá que por añejados deben estar mas ricos!”

Enterados del alboroto con gusto a siglo XIX, se hizo presente la seguridad del psiquiátrico. A Napoleón lo encerraron en su cuarto de Santa Helena y a mi me patearon por segunda vez fuera del manicomio por mal hijo de la locura y demasiada cordura.

Y es así que Napoleón Vélez, sometido a esa atemporalidad de su locura, logró combatir en Borodino, pero a pesar de la historia - recordemos que Bonaparte triunfó a duras penas en Borodino - perdimos. Yo no se lo que puede haber generado en él esta derrota, pero sé que logró enredar aun más los hilos cósmicos...al repetir una batalla con diferentes resultados hace que siglo XIX y siglo XXI ahora se rechacen y que Napoleón haya reentrado en el tiempo y en el espacio, al menos para ser vencido. Es válido porque en ese momento en el que estábamos en el césped sangrando, por unos segundos nomás, el loco en su derrota  produjo unas gotas de origen, marcó su historia con un había una vez. Los tallarines están listos y con el tuco rebozando entre sus chorizos.

 

Jesús - Todo muy lindo, todo muy lindo, pero ahora me gustaría palpitar otro escenario que este arroyo o ese loquero blanco. Vámonos muchachos...

Los cinco se alejan del puentecito y enfilan sus caderas hacia la barranca, que se quiebra de un salto y les abre la orilla del Paraná. El Conejo piensa en conejillos y en el arte de provocárselos a una hembra criolla. Digamos que esto no es extraño en su animalidad, las imágenes que se le cruzan en rojo, tienen siempre que ver con las conejas o su lascivia. Bueno, no siempre, sino con la frecuencia de tres veces por cuadra, esto es viajando en bicicleta, lo cual agrava su condición de confeso sexópata. No es un Casanova en el sentido de que su álgebra para enamorar no es dulce ni cortés, sino mas bien escabrosa. Tiende a pronunciar vocablos que se refieren directamente al meollo y a la voluptuosidad de sus deseos. No ha tenido grandes conquistas en este planeta pero afirma que sería un gran amante en Neptuno, porque allá los morochos de ojos marrones como él, se cotizan en miles de neptunianos, moneda local. El hecho es que sus amores han sido tan efímeros como el acto carnal, una hora ha sido el amor de su vida, y con grandes esfuerzos. Mas temprano en el colectivo que los traía, se le cruzaron un par de obscenas nalgas que van a sostenerle el deseo y a condenarlo al patíbulo sensual, al menos durante el resto del día. Y ya con sus zapatillas que beben en la orilla del rio, canta:

 

“El arte es maldecir una rosa,

su negatividad genera tres explosiones,

una de verdades sarcófagas,

otra del Neptuno venéreo ideal,

y otra de actualidad insuficiente.”

 

“Oh cuerpo de ninfa,

prostituye mi carne,

prostituye mi lengua,

pero miénteme una rosa.”

 

El Flaco - ¿Quién escribió esa canción Conejo?

El Conejo - No estoy seguro, creo que fue mi abuelo, o la leí en la enciclopedia Británica, pero me parece que la acabo de componer con ruinas de otras frases que no son mías.

El Flaco - ¿Lo considerarías plagio?  

El Conejo - Sí, lisa y llanamente, estoy hecho de vestigios de oraciones pertenecientes a mis padres, soy el detrito que llora. Lo único que puedo hacer es combinar esas palabras para generar oraciones nuevas, aunque siempre son de sujeto tácito, yo nunca estoy, o mejor dicho, nunca estoy. Y sí, siempre plagio...mis padres, llámense Juan, Dostoievski, Don Cosme el almacenero, o Don  Kafka, me han heredado todo y yo trabajo con sus sustancias. Lo que puedo lograr es siempre un timo, una tomada de pelo al lenguaje, y eso es lo que acabo de cantar. Entonces permíteme repetir lo que mis padres han parido.

 

“Oh cuerpo de coneja,

prostituye mi norte,

prostituye mi boca,

y miénteme en la hoguera”

 

Ruiz - ¡Bah!...¡Falacias! Las palabras no pertenecen a naides...sin embargo si fuesen mías se las regalaría todas a Cervantes y luego lo invitaría a mi casa a jugar, así armaríamos nuevos molinos de vocablos.

El Conejo - Yo se las regalaría a Demian, para hacer mas prudente su brusquedad, es más, te propongo estas palabras a ver que haces con ellas: antaño, catre, equidistante, flora y fauna.

Demian - A ver...bueno...suponiendo que sé lo que significan...te advierto que después de esta prenda te muelo a insultos...eh, bueno, va: equidistante es la flora de la fauna, como el sueño en el catre lo es de recuerdos de antaño...

El Conejo - Bien pensada, me gustó.

Demian - Está bien, ahora ¡Subite a una tortuga y ándate bien despacito al infierno!  

El Conejo - Otra magnífica frase llena de colores, pero como siempre Demian, sólo lo logras en el calor del insulto, ¡Zapato!

Se miran el Conejo y Demian con bronca desparramada. Se acometen con furia y los demás amigos los separan antes de que los puños encuentren a los pómulos opositores. Comienza el rito para calmarlos, ya sea sobándoles las barrigas o con palabras apaciguadoras como: bruma, glosa, ave, sueño, iris; pero nunca hacha, mujer, sobaco o mortadela que suelen provocar violencia entre cristianos. El Conejo se calma evocando a unas nalgas obscenas y Demian resuelve su impulso asesino como lo finalizaría cualquier animal, es convidado un trozo de pan con salamín y vuelve el interés sobre sí.

Una vez  calmada la noche, sosegada la adrenalina, Jesús retoma las ideas.

Jesús - Me parece que para vencer esas frases estructuradas por nuestros padres se pueden fabricar neologismos, que no son otra cosa que partes de palabras entrelazadas como estos brazos del Paraná. Como lo hacía Joyce, crear es bicicletamente regalable, con una actitud palomarribabajo y estirar el prosticogote para mirar el inodorominoso. Pero esto es rayano en la locura y nos llevarían de vuelta con Napoleón Vélez al Versalles blanco.

 

Ya están los cinco compañeros sentados a unos metros del agua, que les salpica los oídos en cada ola tenue de río. Están contemplando el Paraná y tienen ese aire relajado de pié en sandalias. El silencio de la naturaleza los agota, hace que sus cuerpos se extremen en desperezos y alarguen los vientres sobre la arenilla como sapos con resaca. Un bote pequeño y vacío sigue el vaivén corto que marca el río. Con sus compañeros en plena somnolencia, Ruiz moja los tamangos para saludar al botecito, lo aborda con un letargo de marino inexperto. Como si su accionar significase nada, deshenebra la soga que lo ata al continente  y el agua comienza a empujar los remos río arriba. La luna en su cuarto creciente alumbra apenas las aguas, que todavía no merecen el calificativo plateado que el Paraná luego hereda a su río hermano del Plata. Ruiz llega a un remanso y descansa los remos que ya no lengüetean de sed. “Desearía que el reloj alguna vez se canse y casi llegando a la hora en punto diga: ”No va más!, ¡Me pianto acá! Y si quieren que me mueva hagan algo, al menos falsificar la monotonía de los días” No te digo un romance sublime de esos que justifican la vida, pero al menos un engaño a las líneas perfectas, un pedo en una reunión de comité, soltar unas palabras coloradas de obscenidad a una monja, generar explosiones de arena que nos dejen ciegos para vivir la noche al mediodía, salar una banana y provocar el oprobio del paladar. Por eso el bote...quiero ver qué es lo que producen estas maderas sobre el agua, en principio tenían razón los ingenieros navales, la madera sí flota, y con esta disposición logran no hundirse. Uno debe verificar todos los supuestos por sí mismo. Creer en lo que la historia y la ciencia nos dicen del acontecer, está bien para nacer y criarse, pero hay un momento en el que uno debe someterlos a prueba para saberse fuera de engaño. ¿Cómo me enteré de que el sauce llorón en realidad no llora? Me senté bajo su sombra y repetidas veces pellizqué su corteza...ni una lágrima. ¿Cómo me enteré que la ley de gravitación también rige mi cuerpo? Me caí de la cama. ¿Qué significa esa metáfora de escupir en contra del viento? Me salpiqué la cara. Todo muy estúpido, pero mis desengaños me divierten como se divierten el pene y la vagina.”  El bote comienza a girar sobre su centro de gravedad en remolinos lentos a favor de las agujas del reloj. No, decididamente el tiempo no se ha cansado, le hace saber su pedaleo en cada movimiento da la naturaleza. Finalmente la luna cae sobre los párpados de Ruiz, le moldea su curvatura sobre la espalda y le susurra el duérmete niño con un son plateado como su tez.

 

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7 de diciembre, se casa la calle.

 

Pelados de suerte, se agolpan tres vagabundos a la puerta de la iglesia que les insulta indiferencia, a ver si la madera no los escupe esta vez y los bendice como el alcohol bendice al olvido. José, el vagabundo veterano de los Andes, agrava su olor a lluvia sobre felpudo con unas canas gruesas que se enredan como recuerdos. La mugre une sus prendas con un marrón uniforme que lo confunde con un libro viejo. Costuras y telas desgarradas se acostumbran a la calle en su vestimenta. A su lado se abre un racimo de bolsas plásticas que ayudan a las mudanzas cotidianas, se entrevén botellas, cartones, revistas y almohadones. Su barba gris muestra su cansancio en algunos pelos blancos. Pepe y el Rata, los otros dos vagamundos, lucen la misma moda de tacho de basura que José. Comparten los tres este momento de apacibilidad en la tardecita de la ciudad. El sol va bajando con tranquilidad para darle más solemnidad al casamiento que va a tener lugar aquí. Hace un rato ya, que los invitados van ingresando para acomodarse en los bancos sacros. Los tres linyeras no piden limosna hoy, es sábado, decidieron tener franco, la semana ha sido generosa con sus estómagos, además se sienten en este casorio como el público ante un espectáculo teatral. Sentados con la puerta estrechando sus espaldas, miran con curiosidad los atavíos de las gentes ricas. Diccionario del vagabundo. Rico: todo aquel ñato que posea pilcha no arrugada y lleve al menos cinco pesos en el bolsillo. Un cura se les acerca y les pregunta:

- ¿Van a entrar a presenciar la ceremonia, mis fieles?

- Depende de quien se case, su santidá – responde José – porque si se casa un abogao hijo´el diablo, prefiero no concurrir a tan impío suceso.

- Aun menos si se casa un dentista – agrega chistoso el Rata – porque ahí si al infierno vamos.

- No se preocupen hijos míos – expresa el cura con una media sonrisa – que los que se casan hoy no tienen título diabólico alguno, es una tierna muchacha de ojos grises y un repartidor de pizzas de abolengo alemán.

- Eso sí es un casorio en toda la ley del taita Cristo – comenta José – ya que aquel que reparte, merece el cielo y sobre todo un cielo con ojitos grises.

- Dentro´e un rato dentramos su santidá, no se preocupe – habla Pepe – mientras tanto nosotros queremos curiosear la pomposidad de todos estos magnates.

Diccionario linyera.  Magnate: todo aquel ñato que en su traje lleve alguna alhaja y que tenga mas de diez pesos en el bolsillo.

- Que Dios los bendiga hijos míos y cuídense de la calle que muerde – se despide el cura.

 Los últimos rayos de sol hacen del cielo una naranja y la cruz en lo alto se estremece porque sabe que en la noche los demonios salen. Ya no entran mas invitados, Pepe y el Rata ahora sí ingresan a la iglesia simulando rengueras, esto genera lastima en la concurrencia, pero ellos lo hacen por motivos humorísticos. Llegan al confesionario reprimiendo risas, tocan un crucifijo y repentinamente recobran la compostura al caminar. Una blasfemia si genera risas, ya es un pecado menor. José permanece fuera, todos los días se toma unos momentos a solas para maldecir su suerte, solo por deporte. Porque sabiéndose responsable de sus propias desgracias, desearía que no fuese culpa suya, sino del cielo o de alguna otra entidad escritora de destinos. Y es así que por estas esperanzas de relevarse de las culpas de sus desventuras, levanta el puño al cielo y exclama: ¡Maldito seas, vos y todos tus parientes! En plena exaltación, llega el coche con los novios. Jesús y María encaran con violencia hacia las puertas del templo apurados para comenzar el resto de sus vidas, pero Jesús se detiene frente al vagabundo de los Andes, mira con curiosidad el gesto del puño embroncado. Luego, simpatizando con José, dirige los ojos a la bóveda celeste y siente, que por más que la felicidad lo desborde hoy, siempre tendrá algo que reclamarle a la suerte. Entonces también alza el puño y en silencio piensa: ¡Malditas sean las estrellas y las constelaciones que las escriben! Esto dura unos segundos, luego sus pensamientos vuelven a las manos de María y corren para alcanzar el veredicto del cura  que siempre nos invita a besar a la novia.

 

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Todos los abriles.

 

Una casa se encanta de la siguiente forma: se libera en sus pasillos y recovecos una cara rubia, que, con explosiones verdes, llene los aposentos de creación. Un malón de rayitos de sol va a irrumpir en la casa atraído por esos cabellos que son su prolongación. Se riega a esta criatura con agua para que dé su flor de sonrisas pampeanas. Eso nada más, una mujer y el sol.

Un fantasma nace así: se muere un hombre que a pesar de las virtudes de sus días, guarda en el patio de su conciencia  un soplo de dolor, de tarea inconclusa, que, aunque soplo, se mueve en la eternidad. Diccionario del Vagamundos. Eternidad: the standing still of the present. Eso nada más, un dolor y su inconclusión.

Así se crea una puerta: se tallan unas maderas de tal manera que su silueta cubra perfectamente el intersticio del edificio para el que fueron diseñadas. Debe ser provista de goznes para habilitar su cualidad esencial, dar paso o cerrar el paso, prohibir o permitir. Eso nada más, unas maderas y una elección.

Se baila la vida así: ¿Quieres ir a tomar algo hermosa? No. Usted tiene lo que yo quiero, dos ojitos como dos pensamientos grises. No. Ha bellaqueado pero he logrado domarle este planeta señorita. No. Aquí le presento a un amigo. Si.

Se mata una flor de esta manera: se injuria y se maldice a la sonrisa rubia y sus rayitos de sol, en consecuencia se cierran las cortinas y anochece en las mañanas de cada habitación, los celos carcomen los pétalos y la flor muere en un rincón. Eso nada más, plaga y oscuridad.

 El amor se elude así: uno se muere. Eso, nada más.

 

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4 de Agosto, en la mañanita del cosmos.

 

El señor Gonzaga tiende la ropa, limpia como un sermón, en su patio olor a lavanda, cuelga calzones infaustos, un par de medias que los agujeros las hacen confundir con polainas, y camisas, de esas que se usan para desafiar al verano. La soga se tensa con cada prenda y Gonzaga semeja un guitarrista musicalizando la bajada de su señora la Higiene. Los tapiales protegen a su jardín, repleto de verdes palabras como árbol o magnolia. Oye voces de penales y goles en el baldío lindero de Pepe.

Es extraño que se conozca el nombre del propietario de un terreno desértico ,pero los astros hacen que Pepe se presente todas las mañanas a enarbolar en el baldío una bandera con su nombre junto a un escudo de armas formado por dos mandarinas, una un poco mas grande y jugosa que la otra. Algunos simbolistas del barrio aducen una significación genital en este estandarte, pero Pepe los refuta a insulto limpio y declara una simetría perfecta entre sus "muchachos”. Además tiene cosas mas importantes de que ocuparse, su terreno infecundo, ahora convertido en cancha de siete, por dos generaciones de infantes del balompié, es un inextinguible proveedor de quehaceres. Izar la bandera, respirar, arrear pibes molestos y acostarse a la sombra fresca de un pino para dormitar el resto del día.

Pepe, soñando en medio de un ring, con Bonavena a punto de firmarle la cara con un puñetazo, recibe en el mundo real, el de lo físico irrevocable, un pelotazo de numero cinco en plena jeta, casi comparable a Ringo. No queda fuera de las repeticiones de sus días que Pepe se levante e injurie al perpetrador.

Luego de sacarse de encima dos rígidos defensores y colgar su cuerpo entre el de sus compañeros a los gritos de ¡Gol! y ¡Somos los rojos de la Quinta Esquina y con goles nos ganamos las minas! El pequeño Demian nota la agraciada furia de Pepe y corre, corre como suele hacerlo cualquier púber del gol ante el temible castigo de un adulto. Este es el momento de nuestras vidas en que el miedo nos sujeta con más fuerza que nunca. Uno, cuando niño, carente de experiencias punitivas, lo único que puede hacer es imaginar el castigo, a falta de recuerdo. Por ello se idealizan las palizas posibles como algo perfecto donde en cada bofetada, no aparecerá solo el dolor, sino que se creará un monstruo capaz de comerse lo que mas preciamos, mis autitos, mi pene, mis golosinas, mi mamá. Corre, corre Demián hacia la Quinta Esquina que tu guarida debajo de tu cama espera golosa.

La Quinta Esquina es única en esta parte de la Vía Láctea, es una manzana con forma de pentágono irregular, uno de sus vértices solía ser un carrefour que fue cortado por las vías del tren que se acostaron sin saber que engendrarían este fenómeno galáctico. Hacia una de las casas que allí se encuentran, corre Demian y tras gambetear las puertas que lo llevan a su habitación, encuentra el amoroso abrazo del “debajo de la cama”. Se acuesta boca abajo, tembloroso aún por el abatir del miedo en sus entrañas, cierra los ojos y los apoya sobre sus brazos cruzados. Quiere calmarse luego de la aventura, evoca incesantemente las imágenes del gol y las afrentas de Pepe, no se cansa y le fabrica, al evento, fantasías con diferentes finales: Termina coronado goleador del baldío y Pepe funciona como manager de su pase desde la quinta esquina al Boca Juniors por no menos que la suma de quinientas mil bolitas japonesas. Otra culmina con su muerte bajo el 38 corto de Pepe y llora el barrio, llora su madre y llora Diego Maradona. La última fantasía es inacabada, solo recrea algunas imágenes celestiales para él, su maestra de tercer grado, la señorita Gabriela, le da un beso en la mejilla y lo presenta ante las autoridades del Normal Nº 2 como su novio oficial y se casarán pronto, solo por un gol, todo por un gol.

Llora la  señorita Gabriela, en su casona del pentágono, distanciada sesenta metros al sur de las ensoñaciones de Demian, llora una película bélica. A diferencia de la mayoría de las mujeres del planeta, Gabriela no solloza por desencuentros amorosos ni por padres crueles, llora ante escenas de heroísmo, el sacrificar el cuerpo y el espíritu por fines comunes, sin intereses propios que corrompan la osadía. Si se le nombra a San Martín, inmediatamente sus ojos se esconden tras una cortina acuosa y no puede comprender tanto. Tal vez Gabriela sea la excepción porque la Quinta Esquina es excepción en la galaxia y no hay martillo estelar que la enderece.

El mediodía se anuncia en la manzana pentagonal por la casi ausencia de sombra. La señora de Antúnez se encuentra parada en medio de la vereda mirando sus pies que se le pierden, no prueban su existencia porque la sombra no se muestra mas que por unos bordes oscuros. ¿Qué habrá querido decir su abuelo cuando afirmaba haberse comido todo lo que sombra hiciese? ¿Habrá almorzado alguna vez? ¿Un caracú hace sombra al mediodía? Sale de sus meditaciones cuando su estomago le recuerda el guiso humeante y listo en la olla, para llamar a comer a sus siete hijos. Gritos y pellizcos de la señora de Antúnez logran siete caritas hambrientas en la mesa con mantel blanco a cuadrillos rojos como pequeños nacimientos comunistas. Lucas el mas pequeño pregunta si China se ve así desde el espacio, ella responde que sí pero con un poco mas de arroz que en su guiso. ¿Y papá cuando viene? Pregunta el gordito de la familia que transpira a cada palabra y se lo puede escuchar engordando lentamente. La madre informa, como lo hace un noticiero todos los mediodías, que Antúnez está de viaje en la banda oriental para conseguir el pan y el arroz para los chinos y para los siete pequeños, respectivamente.

Antúnez piensa, con la mano en el volante y las gafas oscuras que ocultan la verdad de sus ojos, piensa en lo que no quiere pensar. Esquiva camiones uruguayos en la ruta y su auto tose en cada aceleración, su psiquis retoma la culpa, culpa de fijarse en la cabellera castaña de Cristina, su vecina, y saberse correspondido, culpa de tener siete bocas que alimentar como siete puertas del infierno que se abren cada vez que la toca en el sexo jugoso. Y no poder decidirse a abandonar esas correrías de cruda desnudez, para sostener la paz en su hogar...pero no, al menos...no, el sol quema a esta hora,...ojalá le quemase la red neuronal en donde están dibujadas las caderas de Cristina.

Es voluptuosa y combinada con los pequeños vestidos que luce, la hacen más apetecible. Suele vestir de rojo como su fama la obliga. Morirse allí dentro es lo que desean los hombres de la quinta esquina, ser decapitados por una francesa combinación de sus senos. Cristina reconoce esta última frase como el piropo más osado y mejor bienvenido del que ha sido víctima. Aunque gobernada por una lujuria de entrecasa, Cristina prioriza otro pasatiempo, evacuarse a escondidas en lugares poco aptos para el asunto. Goza con el riesgo ante la posibilidad de ser atrapada durante la fechoría escatológica. A esta hora se encuentra rondando la casa del negro Roberto, mecánico, que al lado de su taller posee un jardín idóneo para el crimen. Se filtra rápidamente detrás de un arbusto bajo que ya antes ha sido víctima de sus fertilizantes, pero el rojo que viste es mas apto para los besos que para el camuflaje. Roberto sale a grandes zancadas del taller agitando su llave de Inglaterra, la toma del brazo para interrumpir sus esfínteres y la amonesta con calificativos demasiado leves para la gravedad del suceso, la calumnia pero en el tono que se calumnia a una flor ¡Crece más para la izquierda! ¡Deja de desvariar con polen el barrio! Sí, sus jamones rosados la salvan una vez más, goza, adorable como una caricia de la mañana, se sabe mover ante las miradas de los mecánicos. Y no huye a su casa, se aleja pausadamente para deleitar.

El negro Roberto es feo, tal vez por eso la dejó ir sin latigazos, porque reconoce a la belleza como virtud máxima y que cualquier crimen a la humanidad que esa criatura cometa, es perdonable, justificable. No duda de su fealdad, está cierto de ella, por esta razón se sospecha menos que casi cualquier habitante de la Quinta Esquina, tiene otras virtudes, sin embargo en su opinión, no son suficientes su inteligencia ni tener un buen ojo para los carburadores, a la hora de compararse a la belleza. Roberto ama el olor y el sabor al metal trabajado, mantiene en su boca las cucharas mas tiempo que el necesario. Observa el cúmulo de fierros y herramientas, en su taller, que son causa de su sustento y piensa en la simetría, que maravilla el tornillo con sus hexágonos perfectos que se encaja en una tuerca como niño en la matriz...que maravilla Cristina con esos pechos rebosantes de igualdad entre sí. Conoce la tragedia de su cara, el desnivel de sus cejas que deberían ser gemelas, su nariz enojada con los labios, que osan mostrar esa dentadura violenta. En fin, torcidos todos sus rasgos, se dedica al cultivo metálico de aquello que él carece, la cara simétrica de un Torino del ´74. Un obeso testigo de Jehová toca el timbre del taller, escoltando folletos bíblicos le propone al negro el paraíso a cambio de ciertas renuncias. Roberto huele en este ofrecimiento un pedo de falacias y retruca al testigo con una invitación a la renuncia de los postres. El gordo de Jehová hace una mueca equivalente a la sonrisa de una hiena y se despide.

El gordo es una gorda en realidad, todos la creen hombre, tal vez porque las grasientas protuberancias le han borrado la silueta de guitarra, tal vez porque su pelo corto recuerda mas a un cabo primero que a una testigo. Tal vez por sus maneras de camión con que recorre la quinta esquina y toca a la puerta de la casa del Flaco. Este muchacho de ropas marineras ya tiene gracia en todos sus ademanes al igual que su perro, Zenón. Abre la puerta y se muestran como pequeños canapés a la barrigona. El Flaco pregunta ¿Qué desea señor? La gorda de Jehová, harta de su asexuación no dice nada, sus ojos hablan lágrimas ¿Vende libros señor? Zenón olfatea los pies hinchados de la testigo mientras se alejan en silencio, huyendo de la labor religiosa a un pensamiento religioso: ¡Señor mío dame un poco de dicha! El Flaco extrañado, cierra la puerta y chista a su perro para que juegue con unos ladridos.

Zenón es fiel a las manos casuales, procura acariciarlo y te ganarás una tarde de lealtad. Solía ser perro cimarrón, nació en la barranca del Paraná, nunca conoció a su padre. Su madre respondía al nombre de Malena, era una perra de los barrios bajos con pelaje gris. Zenón heredó también ese color aderezado con una mancha de pelos negros alrededor del ojo izquierdo. Tuvo épocas de felicidad junto a su madre quien le enseñó el oficio de adular extraños para merecer trozos de pan y huesos de antiguos churrascos. La vida en la calle fue dura pero sostenible. Se derrumbaron sus días cuando Malena fue atropellada por un automóvil y murió a su lado. Se quedó allí esperando el olvido de los acontecimientos, hasta que un brazo del destino lo barra, queriendo dilatarse y desaparecer en el asfalto como una gota de brea, que las alcantarillas se lo lleven y le escupan las injurias que a toda basura dirigen, ahogarse en el agua aterrada de marrón y ser en cloacas una mierda. Pero aquí aparece el niño Flaco y contempla lo que creía dos cuerpos muertos, su ojo guiña una lástima y nota un respiro en el gris, coge el perro entre sus brazos y lo lleva a su casa. El Flaco lo tomó bajo su cuidado y logró escurrirle momentos de ladridos risueños. Pero en suma, Zenón es un perro pensativo como el gris de su pelaje y acompaña a las tribulaciones donde las nota, se siente cómodo allí donde puede lamer y enjuagar lágrimas.

La tardecita tiene sed en la Quinta Esquina y se apronta al bar del Tuerto a tomar una cerveza. La juventud no existe allí dentro, sólo se ven canas o anteojos cuarentones que piden ginebra. El tuerto es laborioso, maneja el local como si fuese la madre. Es un poco torpe porque la pérdida del ojo le causa tropezones de bandejas. Fue un accidente, su hermano apuntó mal el aire comprimido y ahora usa gafas oscuras. Suele suavizar las tardes tocando la guitarra para un público reducido. Cuando suenan los primeros acordes, sus clientes le declaran que además de tuerto es manco.  A él no le importa, sigue entonando “Sube a mi voiture”. Detesta a uno de sus clientes de apellido Gracián, que responde al llamado de Osobuco como un perro, es borracho, nada gracioso y obscenamente hiriente en todas las lenguas. Utiliza “fuck you” como frase de cabecera, acompañada con un gesto del dedo mayor. Hoy la boca pérfida de Osobuco ha colmado las orejas del Tuerto con agravios de la mas baja calaña y ha calificado al bar de “nariz fétida donde se juntan los mocos del universo” y de “lugar olvidado por la suerte, innombrable como esa parte del cuerpo que está entre los genitales y el culo” El Tuerto toma la guitarra por el mástil y la usa de martillo sobre la cabeza del insolente. El cuerpo del instrumento estalla en una orquesta de astillas, Osobuco grita improperios en chino y sangrando trata de responder a la afrenta con un gancho que el Tuerto esquiva. Se suceden dos certeras piñas mas y el grosero cliente queda vencido. Algunos ebrios regulares llevan al caracú herido fuera del bar. Cuando parece que las ginebras están calmas, Osobuco vuelve y desde la calle lanza una piedra rencorosa que detona el vidrio del local.

A María no le gusta la llegada de la noche, teme que sus juegos de niña sean interrumpidos por el cinturón. Hoy su abuela la ha dejado sola en la casa y la tenue iluminación de las estrellas no amengua el miedo. Prende el velador de su pieza y reza para que la puerta no se abra. Tiembla porque el temor palpita piedras de oscuridad en los bordes de su estomago. Un papá así, no es un papá. Un recuerdo rosa de su madre la distrae un segundo. Escucha que las sombras abren la puerta de la calle y espera que se olvide, por favor que se olvide. El cinturón le abre la puerta de la habitación, sangrante y borracho, el miedo debe verse así con figura humana. María llora, la Quinta Esquina grita de oprobio. Papi te quiero, ¡papi no! Intenta rechazar al cinturón, pero el infame deseo gana y construye el infierno dentro suyo.

El joven Napoleón Vélez recorre la Quinta Esquina, recuerda pasajes de la Guerra y la Paz, mañana debe entregar un ensayo a la señorita Gabriela. Lleva los apuntes bajo el brazo, como salvándolos de posibles ojos curiosos, tiene esperanzas de escritor y de derechos de autor. Los lloriqueos de niña lo alteran, febril por las páginas de guerra, revoluciona su corazón y persigue los gritos de las lágrimas. Irrumpe en la casa, se arma de un facón encontrado en la cocina, entra en la pieza, la iniquidad completa sus ojos de odio y esgrime el cuchillo que ahora es dos, es muerte y es vengador.

El sol está apunto de injuriar la oscuridad de la quinta esquina, las sombras se apuran dentro de las casas, alborotadas, se saben culpables por los crímenes de la noche y temen que la luz las condene. El comisario Azpeitía termina el informe al albor del día. Un acontecimiento perverso ha encontrado su justicia e injusticia. Una niña irrecuperable, un caracú asesinado, y un quijote contemporáneo enajenado por el trauma del asesinato. A la mañana no le importa, ella sale y juega con sus elementos, los pájaros y el cielo. El señor Gonzaga aún tiende la ropa limpia como un sermón.

 

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18 de marzo, telefonía sacra.

 

Cuatro, veintiocho, diez, ochenta y cinco, ring, ring, ring ¿Hola quién habla? María, mire soy yo Ruiz, el del colectivo. Ah, hola ¿cómo le va? Bien, nomás quería mandarle mis recuerdos. No es necesario, mi memoria lo guarda bien, señor Ruiz ¿En qué parte de la memoria? Jaja, usted tiene una obsesión con la topología de las ideas. Si, es cierto, según la ubicación deduzco el grado de cariño o interés. Muy bien, ¿qué tal si le digo que guardo su historia cerca de la nuca? En ese caso me toca elucidar algo que quizás me convenga, María. A ver ¿y qué es eso señor? Me tiene guardado allí atrás, donde se ubica la reserva de ideas, las representaciones que deben quedar relegadas, ya sea por su incongruencia con el mundo de la mirada o por un deliberado encubrimiento; en contraposición con los pensamientos de la frente, donde se ubica esta conversación por ejemplo y supongo que allí estará también su hombre de membrillo, libre para ojos y oídos. Puede ser, pero ¿qué ventajas encuentra usted en residir en la nuca? Usted, felina hermosa, si me esconde allí detrás de las orejas premeditadamente, significa que tiene un interés por mí, al menos para conservarme como un misterio, y ser misterio me halaga, gracias por decir cosas tan lindas. Tal vez tenga usted razón, pero como le dije, no estoy segura de su ubicación en mi geografía. Lo que sea, huyendo un poco de estos sofismas, me contento con que no me haya colgado el teléfono aún. Pero lo haré, así que no lleve sus alegrías muy lejos, Ruiz, es el momento propicio para pedirle que por favor me borre de su memoria, olvídeme como olvidan los espejos. ¿Por qué me ruega usted eso? Me he enterado de que usted es socio de aventuras de mi hombre de membrillo, usted ahora le va a poder poner una cara y un nombre, se llama Jesús. ¡No puede ser, malditas las flores, malditas las estaciones, malditas las terminales, maldita suerte! Y no quiero que la trama se complique en tragedia. Comprendo María, lo intentaré, aunque asesinar su reflejo sea maltratar al erotismo, trataré de ser ese espejo que olvida. Lo siento Ruiz. Hasta luego María.

 

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10 de enero, La Gesta del Vértice.

 

Hay un enlace cierto entre mundos lindantes, el Vértice es el suceso común que comparten. Estos dan a luz nuevas líneas como las ramas de un árbol extendiéndose desde el tallo, que luego corren paralelas al tronco fundamental, la historia fundamental. Son hechos que sorprenden porque no sucede aquello que debería, aquello que la física o la probabilidad abjuran, un hombre se tira del sexto piso, sobrevive intacto, pero cuando pisa, tiene los pies invertidos, inverosímil, a un pelado le vuelve a crecer el pelo luego de treinta años de desierto capilar, un elefante aparece en la costa del Atlántico y pastorea con el ganado pampeano, son hechos que se caen de algún otro sitio.

José, el vagamundos de los Andes, cree que el hecho creador del Vértice es uno de estos sucesos inverosímiles que no cuadran en la línea principal de la historia, el mundo se deshace de estos episodios basura y en la escoria nacen otros cuentos del devenir. Quiere probar que este pedazo de historia en que vivimos es un ramal secundario. Sospecha que el Vértice deja una marca cada vez que un mundo se funda. Está rastreando un episodio de antigua data, de gran incoherencia, relatado a él por su abuela.

 

 En una casa de fachada colonial, nace un niño y lleva en la destejida mano una nota con una invitación: “Juangriego y Margarita Enzimas lo invitan a usted a su Boda”.

 

Nadie en la familia pudo explicar el rasgo inconcebible del nacimiento y reputaron lo sucedido a Mandinga y su política. Los nombres de los novios no eran conocidos por nadie. La criatura, que brevemente se llamó Feliciano, murió al día siguiente del parto.

 

José charla con Ruiz, Jesús, Demian, el Flaco y el Conejo acerca de este mito de génesis y deducen que en el caso de que este universo deje una marca de nacimiento, esa marca puede encontrarse en uno de dos lugares, o bien en la casa donde Feliciano fue dado a luz, o bien en la boda de Juangriego y Margarita, que no saben si tuvo lugar aún. Deciden, casi trastabillando, ir tras la casa en la cual se dio el parto.

El vagamundos de los Andes quiere comprobar a toda costa que la historia en que vive es secundaria, que en otro sitio el olvido acecha a las penas, que los farmacéuticos distribuyen con desenfado píldoras en contra y a favor del amor, y que los radicales son un grupo de rock.

 ¡Ése es el Vértice!, le comunicó su abuela y estiró la pata, no sin antes dejarle algunas señas de la casa colonial en cuestión:

“Se combinan una serie de fenómenos abigarrados en el barrio que envuelve a la casa antigua,-  dice la vieja - en primer lugar, no hay un circo, al cosmos no le agradan las risas. El churrero silba “Oda a la alegría” y tiene churros rellenos con dulce de leche pero no los vende. Una monja desvirgada se pasea a medianoche, y las espadas indican la entrada.”

 Como se ve, la abuela de José era muy metafórica y molesta, pero hacía unos tallarines con estofado que no eran metáfora de nada, eran pura materia exquisita.

 La Gesta del Vértice. Con la ayuda del grupo de infaustos del sur, así es como José llama a los muchachos, el veterano ha descubierto el barrio, que no es otro que el de la Quinta Esquina, los circos no paran allí porque las vías del tren incomodan el espectáculo de acróbatas, que ya bastantes peligros corren, y no tienen por qué arriesgarse más con un tren que corre por debajo de ellos, declara Demian indignado.

 El churrero celoso de su mercadería rellena, pertenece a la panadería “Torta Negra”, es aficionado a Beethoven y han querido despedirlo en varias ocasiones de la institución panadera, por su absoluta carencia de valores capitalistas.

 Lo que resta es encontrar a esa monja y a esas espadas, para ello, José y los muchachos infaustos del sur, se dirigen a la Quinta Esquina.

La noche se apura para cubrir el barrio como si llegase tarde. La Gesta del Vértice se sienta en un cordón, los árboles diseñan sus raíces abultando el dibujo de la vereda. No ha llegado el otoño, las hojas no tienen a quien molestar y se precipitan sobre la intolerante cabeza del Conejo, que discute con Demian sobre el cuento de la Buena Pipa.

- No, yo no te dije no gracias, yo te dije que  ¿si querés que te cuente el cuento de la Buena Pipa? – insiste el Conejo.

- No entiendo, – cae marchito el fruto intelectual de Demian – no me repitas más la invitación, además ¿quién o qué es la Buena Pipa, es una vieja o una tabaquera eficiente?

- ¡Basta, los dos! – se cansa José - No es medianoche aun, así que esperemos aquí hasta que llegue, luego saldremos a cazar monjas.

Pasan unos minutos suaves, a los que se acoplan unas medias horas sin tedio y llegan,  relajados como un vaso de vino abandonado, a las once y media, reloj de Jesús.

Comienza el sondeo alrededor del barrio, que a esta hora parecería ahondar sus misterios, revelando solo unas tímidas luces de neón que favorecen al arcano. Se distribuyen en dos grupos para facilitar en rastrillaje de la monja promiscua y las espadas. Ruiz y el Flaco se encargarán de la zona occidental, el resto, de la oriental. Y se dividen en una mitosis injusta y extravagante.

El Conejo no tarda en juzgar monja y desvirgada a cada mujer que cruza, recibe improperios de algunas e invitaciones de otras. Don José lo reprime en sus acometidas y le recuerda que el objetivo de la Gesta del Vértice, es encontrar la casa colonial, no así un telo. Jesús, mira escéptico a sus pies en esta aventura y se distrae evitando pisar las hendiduras que marcan la separación de las baldosas. Pasada ya la medianoche, tocan el vértice más oriental del pentágono que forma la Quinta Esquina. Jesús, aburrido, abandona la tropilla y se sienta a jugar al truco con un vecino que dispone una mesa en la vereda y un farol para las mentiras. Del otro lado del meridiano, Ruiz y el Flaco parlamentan:

- Tengo unas ganas de ser malvado que no veo – enuncia el Flaco mientras trata de dibujar el argumento con las manos - , alterar el corazón de alguna buena moza con una histeria marca Freud, tentar a los niños con unos caramelos rellenos de remolacha..., pero no puedo. Naturalmente, soy mas bueno que un cáliz, por lo cual he merecido el mote de boludo, ante situaciones que requerían maldad para sacar provecho. Como aquella vez que se le calló un billete de cien pesos al paseador de perros, y tuve que perseguirlo para devolvérselo, resultando de esto, no solo la resignación del dinero sino la salivación en mis pantalones de cinco dobermans agradecidos.

- ¡Que boludo que sos!

- Cierto, lo que no quita que siga empeñándome y algún día llegar a ser rey de las tinieblas.

En este laberinto demoníaco ven acercarse un varonmujer, con vestimentas mezquinas, que cubren muy poco las partes pudendas. Su peluca exótica y el revolear de su cartera declaran su profesión de travestido venal.

- Hola muchachos, mi nombre es Pipina ¿Quisieran compartir una aleación venérea conmigo? Mitad flor, mitad yunque. Cinco pesos.

- ¿Cinco pesos nomás? – el Flaco duda – ...no, gracias – el Flaco recapacita.

- Hay que ser benévolo con el prójimo, mis honorarios califican para cualquier bolsillo, desde el más angurriento hasta el más satisfecho.

- ¡Tengo un hambre!, pero no gracias, voy a esperar una flor perfecta - Ruiz se sonroja.

- Entiendo muchachos, que Dios los bendiga. – intenta despedirse el travestido.

Pero como el camino que siguen es el mismo, Ruiz y el Flaco acompañan a Pipina a través del barrio en una conversación variada; la inoperancia de los automóviles Peugeot para andar en el barro, el vaticano y sus hostias vencidas, y el asado con o sin chimichurri. Ruiz entiende a la búsqueda tan infructuosamente palpable que se convierte en sensación. Llegan a la esquina en que Jesús juega al truco con el señor Gonzaga, y deciden armar parejas lúdicas Ruiz y Pipina contra Jesús y el vecino, mientras el Flaco permanece exento del juego examinando el microcosmos que unas hormigas fabrican en un cantero. La fortuna aparece del lado del travestido y a Ruiz se le ocurre un disparate al mirarle la cara sacra de hombremujer festejando un retruco ganado con el ancho de espadas:

- Disculpe Pipina...¿le puedo hacer una pregunta indiscreta y tan privada como un confesionario?

- Si hermano.

- Envido – canta Jesús que no miente.

- No quiero. – se adelanta Ruiz, que parece estático y alienado por su ocurrencia – Pipina, ¿Qué profesión ejerce usted durante la vigilia? Si no le importuna que pregunte.

- Faltaba más..., si,...soy cura de la capilla “Nuestra Señora de La Claridad, Nuestra” ¡Truco a esa porquería!  

Sorprende apenas la revelación del sacerdocio camuflado en minifaldas y pinta labios, los infaustos del sur no se inmutan mas que con una mueca que dice “Que se le va a hacer, el destino esta en manos de un adicto al descalabro”. Pero Ruiz une ideas con líneas que se buscan por contigüidad, contradicción y similitud, y espera que su disparate cobre vida.

- ¡Quiero retruco! – hace frente Gonzaga.

- ¡Quiero vale cuatro! – pregona el travestido divino.

- ¡Quiero!

Y Pipina mata al siete de oro con el siete de espadas que aparece destellante sobre la mesa. Entre risas y burlas de los contrincantes, se abre la voz de Ruiz exaltada:

- ¡Muchachos, la monja, el cura desvirgado, las espadas!, ¡las espadas! ¡Ésta es la casa!

 

*           *            *

 

Descansemos un poco acá...contar hasta diez...un número, otro número, bueno todos esos números, el diez y...la tolerancia no aparece, entonces la puta que te parió.

 

*           *            *

 

- ¿Que estas diciendo? – pregunta José que llega con el Conejo y Demian. Parecen tener embarrado el entendimiento.

- Su abuela, don José, malinterpretó el género de la persona religiosa y desvirgada. No era monja...- Ruiz hace una pausa y... - era un cura el desvirgado el que se pasea a medianoche... ¿No es así Pipina?

- Tan cierto como que me llamo Alberto.

- No solo eso – sigue Ruiz – este sacerdote de manteca ha estado ganando mano tras mano con el tres, el siete y el ancho de espadas...esas son las espadas a las que refería su senil abuela, que indican la entrada a esta casa, que es la casa del señor Gonzaga, donde tuvo lugar el nacimiento, padre del Vértice y de nuestra cosmogonía.

- Perdone, esta casona no es mía, yo solo vengo a su vereda a torrar porque me siento a gusto con su fachada descuidada.

La casa gris se presenta al público como lo haría un mago, sin rasgos espectaculares en principio, pero prometiendo prestidigitaciones. Una reja herrumbrosa y negra con flores de metal, descubre detrás un jardín despeinado, al que le sigue la estructura principal hija de una pobre albañilería.

La Gesta se reúne en un círculo de confidencias y planea la estratagema más conveniente, Pipina y Jesús se quedarán en la vereda a modo de patovicas, rezando por los demás aventureros que ya ingresan saltando la reja. Luego de atravesar el jardín y enredarse con varios arbustos incómodos, se detienen ante la puerta como cinco liliputienses ante Gulliver, el vagamundos de los Andes, toca a la puerta y nada, toca de nuevo por precaución, y ésta no aparece así que se empujan dentro, todos juntitos con forma de un pack de miedo. El interior no aparece iluminado en lo más mínimo, nadie adivina a quién tiene a su lado, todos olvidan sus ojos, y el resto de los sentidos suben hasta donde estaba la mirada. El Conejo prende un fósforo. Un pasillo corto tiene paredes vacías excepto por la pintura roja oscura, como una vena de sangre impura lleva a la vista a posarse en la puerta con que finaliza. El lugar tétrico les amotina su espíritu aventurero y quieren salir, la sensación se les revela clara, desbordar los muros para nada, solo salir. Andan lentamente hasta la puerta con pasos inseguros como si no fueran de ellos, como si fueran solo los pasos de José. Al llegar, el fósforo se apaga. Llueven imprecaciones sobre el Conejo, éste las devuelve y a la vez la oscuridad los insulta a todos. Sí, literalmente se escucha que la negrura dice: La concha de tu madre. Todos quedan impávidos ante la voz extraña. Grave como un incesto, la voz no se repite y el miedo los subyuga para empujar la puerta con atropello.

De este lado, una cocina, aturdida de ollas, sartenes, polvo y perfume de ajo. Otra puerta hace espejo a la de entrada. El color blanco del cuarto se agudiza por la luz de vela, esbelta en medio de una mesa. Este aura los calma un poco. Se disponen a curiosear y buscan excusas para retrasar el encuentro con el próximo picaporte. A excepción de las dos puertas, el encierro es perfecto, ni una abertura de ventilación. Demian encuentra más velas, reparte una a cada integrante de la Gesta y a medida que se van encendiendo, los diáfanos muros se deslumbran quejosos de tanta blancura. Ciertamente, esto se oye, las paredes emiten un quejido semejante al que uno hace cuando lo despiertan de una siesta.

- Por suerte este cuarto no putea. – suspira el Flaco.

Saben ahora, por las características ilusorias de esta casa chorizo, lineal y verborrágica, que se acercan adonde quieren llegar. Antes que la cocina despierte del todo y pida algo de comer, atraviesan la puerta que sigue.

Una escalera sube, esto es harto inconsecuente con lo que la casa se adivina por fuera. Comienzan a subir con el veterano de los Andes a la cabeza, todo es de madera, escalones, techo y muros. El frío inusitado que les crispa las manos y los rostros, los hace desconfiar del resultado de esta escalada, semejante al espíritu dubitativo de los montañistas que ignoran si el próximo paso será el último, ora ante una caída ora ante la cima. Los trece escalones, pasan lentos y pesados debido a que el frío incisivo desfila agobiante sobre la piel. Se deduce la última puerta, porque el recorrido de la Gesta es en sentido perfectamente inverso al desarrollo de este cosmos tangencial, se dirigen directamente al epicentro desandando los pasos de la creación, el vértice esta detrás de esa puerta porque esta vez la casa no habla, sino que en el vaho congelado en su madera, la casa escribe: Puerta Primera.

Ruiz cansado de tantos preámbulos, empuja la puerta congelada con violencia y pisa dentro con el corazón girando y levantando quiniela. Sonríe, porque no es otro cuarto, es un jardín cercado por cinco tapiales, la noche clara es la misma que se contemplaba desde la calle. Sonríe porque, consagrados al miedo y a la exaltación, el grupo de la Gesta apareció detrás de él como desprovistos de carne. Sonrieron porque era otoño ahí dentro, la brisa trotaba como un falso frío, y el árbol en medio regaba al césped de hojarasca crocante. Un hombre de pitagóricos rasgos, permanece sentado bajo el ombú. Los muchachos se acercan ansiosos e íntimos como pezones, a preguntar y curiosear en billetes grandes acerca de la Génesis del Vértice.

- ¿Donde esta el Santo Grial? ¡Conteste! – se exalta Demian confundido.

- ¡No, imbecil! - Corrige José como un magro profesor en lata. Así Demian nunca va a aprender.

El hombre, se incorpora con elegancia, luego, muy políticamente, saca de su cinturón un amansalocos y mientras lo blande en forma circular, exclama:

–              ¿Que? – denotando así, en su oratoria y en sus ademanes, cierto criterio popular a la hora de tratar las problemáticas universales.

–              Disculpe buen hombre – encara José -  no deseamos molestarlo, solo queremos hacerle algunas preguntas acerca de la naturaleza de la galaxia y de su excelentísima persona.

–              Está bien. Una condición: si se exceden, cobran. – argumenta el hombre.

–              No se preocupe. –  responde El Flaco, preocupado.

Los infaustos del sur notan ahora las vestimentas azules del señor, y su silbato. También su cara rígida y su mirar sensible. Sin desestimar su afán por el orden y a la vez el tobogán en su voz. O los cordones desatados y la camisa planchada. O…en fin, una sincera bipartición del alma.

-          ¿Como es su nombre? – se anima Ruiz.

-           Juangriego… oficial de transito y servidor.

-           Ah Juan, ¿de Grecia?

-           No, mi nombre completo es Juangriego. – declara un poco molesto.

-          Ah bueno si, mire acá mi amigo José, tiene una teoría, media rara, acerca de la génesis de este cosmos particular en que vivimos. Contale José. – y en voz baja le comenta al vagamundos de los Andes – Hablale despacio y claro que es griego y no se si comprende bien el castellano…

En ese momento Juangriego, hace sonar su silbato mientras les muestra, imperativo, la palma de su mano izquierda a los integrantes de la Gesta – ¡Silencio! – todos se quedan mudos con un palpitar estático unos cuarenta segundos, luego – Adelante, continúen – sumado a otro silbatazo y un girar de su mano derecha invitando al movimiento.

-          En esta casona chorizo se dió y se da aun, un conjunto corcoveante de irrealidades. Yo creo – aclara José antes de que cambie el semáforo – que aquí tuvo lugar, el nacimiento de nuestro universo en particular como un ramal secundario. Y que usted tuvo algo que ver en todo esto. ¿Es esto cierto?

-          ¡No se estacione ahí! –  de un silbatazo, el oficial lo reprimenda a Demian, quien se habia apoyado contra el ombú de lo mas bacán.

-          Mire Juan, yo no se de que parte de Grecia será usted, pero en mi tierra no se asusta a la gente así – se enerva Demian, incorporándose.

-          ¡Les digo que no soy de Grecia! ¡Mi nombre es Juan-grie-go! – exclama ya severamente enojado, blandiendo el amansalocos como una montaña rusa, buscando la adrenalina de cada uno, para amasárselas.

Los muchachos se desparraman por el jardín, el oficial no logra acomodar a ninguno, patea la hojarasca para arriba como un otoño al revés, y de repente, se calma. Se detiene en el medio del patio. Los busca, y con la mirada los detiene como un abrazo, respira profundo, entonces, se enciende un cine en sus ojos:

-          Ya es hora de dejar de culpar al destino, o aun mejor, dejar de preguntarle al destino y hacerse responsable en pecho, golpearse y repartir luces como arte, a quien le importa como se creó este ramal del universo, a quién le importa. Al compás sólo lo lleva el músico, y el único músico es el Momento, que pulsa con la sonoridad de la muerte acechante, la sonoridad del estallido de la conciencia. Yo soy, muchachos, el novio que espera y el oficial de transito. Soy la invitación, tengo la vida, la creación, y la novia, la novia que nunca llega, y se me deslizan amores por el pecho y no puedo abreviarlos, saborearlos, porque espero, es la misma historia de ustedes muchachos, esto no es un suceso extraordinario, esto nos pasa todos los días, vayan y métanse en cualquier palabra, en cualquier casa, en cualquier mujer, y encontrarán Vértices en todas las aristas de su cabello.

          Circulen muchachos, circulen.

 

*           *            *

 

Continuación y transformación del 29 de enero en reunión extrovertida.

 

¿Quién es Sofía? Sofía es la segunda, pero no debería serlo, merece una prioridad digna de palacio, sin embargo a la vida poco le importan los merecimientos. La idealización de lo que Sofía debería lograr es consecuente con su inteligencia y el porte de condesa que transpira. ¿Qué sabe Sofía? Sabe que su potencialidad es de reina, tiene un discurso que se bifurca siempre entre dos mundos, para ella una idea, un suceso, puede ser o bien arte o bien corrupción. Arte en el sentido de positividad y creación con respecto al objeto, corrupción en la figuración de una blasfemia contra la materia. Arguye siempre con Ruiz, quien opina que la bacteria que viola, corrompe y tuerce, también es creadora, quizás aun más que un proceso positivo de arte. ¿Qué ignora Sofía? Ignora la definición certera de arte, Ruiz que discute, también o tampoco. Así como también ignora que no toda definición está sujeta a una dicotomía, y que los tres Mosqueteros eran cuatro. ¿Qué espera Sofía? Nada, Sofía no espera nada, es una hembra de acción, no se deja coimear por el devenir, actúa en pos de sus deseos como una guillotina que anhela sangre, y el filo la lleva.

Continúa la fiesta en lo del Flaco, solo los momentos seducen a Sofía, gusta un poco de los sabores masculinos que Ruiz propone, pero también de la animalidad cruda de Demian. Hoy son ellos dos la bifurcación de su sexo. No tiene que decidirse, el arte o la corrupción se mostrarán y el momento actuará.

Todavía permanecen alrededor de la mesa, el Flaco con su cara de filántropo sin dinero, María que viste a Jesús de libido gris, Jesús arma definiciones de amor correspondido para su diccionario: Corresponder: enviar una carta de respuesta afirmativa con un corazón flechado como firma.”. Demian agrega al vaso distraído del Conejo unos granos de sal, esperando una facción nueva de asco conejino. El Conejo pasea miradas entre los brazos suaves de Sofía y el escote aislado de María. Suena un blues en la radio y el ambiente fiestero decide callarse y darle lugar a la música azul, la cerveza se desgana sola en los vasos y emite cientos de burbujas de auxilio.

 Ruiz vuelve de la cocina con Zenón, los dos con el mismo semblante de naufragio con que se fueron. El blues habla acústico unas penas simples que son el dolor,...I´ve been mistreated, don´t mind dying,...the train left the station, and all the love is in vain. A Ruiz le duele aún y estas frases lo reciben en la sala perforándolo. Otra vez pretende alejarse con sinsentidos como un sendero que se marca con pies deformes y vuelve antes de seguir:

Ruiz - Aparentemente hay una vieja en el barrio que barre el desamor con la misma escoba con que limpia la vereda. Afirma que su instrumento sirve para toda tarea ya sea de higiene erótica o pública.

Sofía Se Decide Por Ruiz  - ¿Y como es que barre los desengaños amorosos?

Ruiz - Se sienta en la puerta de su casa y analiza las caras de los pasantes, genera una sensación parecida a esas pinturas que contienen un rostro con ojos bien abiertos que lo persiguen a uno dondequiera que se ubique.

Demian - Le debe suceder lo mismo al churrero cuando lo veo pasar, es un acoso gastronómico, discúlpenme.

María se arrima a Jesús y el pene huele la cercanía incorpórea de la vagina. El alcohol prevé un éxito en su cualidad afrodisíaca. Zenón se interesa por los cordones del Flaco que luchan a los tirones por permanecer en las zapatillas. En el balcón hay unas flores hermosas a las que nada importa, como siempre.

Sofía Duda Apenas Por Demian  -¿Y que sucede luego?

Ruiz  - Cuando la vieja deduce en algún caminante el desengaño, toma la escoba y la hechiza con una frase nigromante que quizás dice así: “Herramienta de escoria, absorbe los pesares con actitud centrifugadora” Inmediatamente después, comienza con la escoba encantada, a castigar a golpe limpio la cabeza despechada del pasante.

María comienza a acariciar y masajear el cuero cabelludo de Jesús Silencio. El blues se cayó y los parlantes extenúan los graves en un movimiento metálico de rock.

Ruiz - La bruja en realidad descree del carácter mágico de su escobón, pero sabe que un dolor físico, aunque sea por momentos, desmemoriza al amor.

Sofía intuye. Sofía despierta sus piernas y las sigue a la cocina. Encuentra un lampazo y lo arrastra de vuelta a la sala, dejando una huella brillante como si un ángel regresase. Ruiz sigue hablando de la bruja quien ahora recibe vituperios del caminante. Sofía imita. Sofía blande el lampazo y los cabellos de trapo latigan la nuca de Ruiz. Un estallido así, una caída en la paz de la reunión de esta clase, detiene el tiempo.

Sofía Remonta El Reloj - Procedo de la misma forma que la vieja de tu cuento, Ruiz.

Un elefante escondido se movía antes por la sala, ahora ha quedado revelado por Sofía, Ruiz está enamorado y su silencio lo escribe. Séllese y archívese.

 

 

*           *            *

 

Los Noviembres Mitológicos.

 

Acto I

 

(El telón de fondo emula a una calle que se pierde en el horizonte, por ambas veras una infinidad de casas la persiguen. Sobre el escenario, la vereda y la fachada barrial de la casa de Ruiz se ubican a la izquierda del espectador, directamente enfrentada, en la derecha, la casa y vereda de Jesús. Ruiz sentado en una silla, en su vereda, matea con una bruja.)

Ruiz - ¿Amargo?

Bruja - Siempre, ¿O crees que la nigromancia se ejerce con azúcar?

Ruiz - Yo no creo nada, nihil. Oiga doña ¿Que debo hacer, esperar a que Jesús muera?

Bruja - Esperar no, el ya está muerto.

Ruiz - ¿Cómo?

Bruja - Estás deseando su ausencia para librarte de la culpa de desear la mujer de un amigo, un hermano. La culpa no es lo que te molesta verdaderamente, solo te molesta el obstáculo, Jesús. Deseas que se vaya y la ausencia perfecta es la muerte, mon cheri.

Ruiz - Pero yo no lo asesiné, ¿No es así? ¿O estoy loco?

Bruja - Lo harás, tu deseo te conducirá a ello.

Ruiz -¡Nunca!...bruja fiera, yo no perpetraría ese asunto jamás. Me parece que tus mecanismos de adivinación están seniles ya. ¿Por qué mejor no le preguntas a tus demonios?

 

(En primer plano, centro del escenario, se abre una alcantarilla, respiradero del infierno, de ella salen tres demonios gordos, sudorosos y pelados, ataviados de carniceros, sus delantales exhalan sangre. Se moverán durante toda la escena con pantomimas de murga octogenaria, les duelen todos sus movimientos, por ello mezclarán sus palabras con leves quejidos)

 

Carnicero Morcilla - Otra vez nos convocas hasta aqui madre sórdida. ¿Por que no te dejas de romper....?

Bruja - Nunca mis niños, ¿Donde han estado?

Carnicero Chorizo - Lo sabes bien, allí donde tu nos has condenado, la carnicería infernal.

Carnicero Molleja - (a Ruiz) Esta madre completa, ha extendido su atributo maternal mas allá de la infancia, nos ha sentenciado a sus brazos, a eternitas. (A la Bruja) ¡Abandónanos madre, queremos otra casa diferente a tu discurso! Nos queremos mudar, hemos conocido tres lindas figuras demoníacas, son muy malvadas, y nos arrancan los corazones cada vez que las encontramos.

Carnicero Chorizo - Literalmente, físicamente, nos lo extirpan con sus uñas de daga, es su profesión infernal, y ese dolor, madre distorsionada, enamora, ¡Déjanos!

Bruja -¡Cállense demonios caprichosos! (Ríe) Pobrecitos mis Ángeles. (a Ruiz). Ellos tienen una carnicería en el circulo principal, están condenados a desmembrar almas, con cuchillos poco afilados, mucho trabajo, mucho trabajo, no hay tiempo para amoríos. (Ríe)

Ruiz - (a la Bruja) ¿Cual fue su falta para semejante castigo?

Bruja - Han existido solo en su madre, nunca se apartaron de mis tetas, infierno en vida y lo seguirán en la muerte. No hay muchos casos similares, los que sufren en vida no suelen merecer luego puniciones tan arduas en el más allá. Ellos sí, estoy orgullosa.

Carniceros Morcilla, Chorizo, Molleja - (con voz sumisa) ¿Que deseas Madre?

Bruja - A ver mis pequeños cadalsos, reiteren a este hombre lo que me han dicho a mí.

Carniceros Morcilla, Chorizo, Molleja -¡Asesino! ¡Asesino! Pronto bajarás y haremos tres cortes Mar del Plata sobre tu alma.

Ruiz - No les creo nada, nihil, diablos falsificados, esfúmense. Vienen con semblante de adivinos a licuarme las ideas, au revoir. (Les arroja violentamente el tarrito del azúcar con poca intención de endulzar, y los demonios desaparecen por la alcantarilla junto con la bruja. Bajan suavemente las luces de la sala, siempre como un alma, hasta extinguirse.)

(Se cierra el telón.)

 

*           *            *

 

Los Noviembres Mitológicos.

 

Acto II

 

(Música de Bach cuando va al baño apurado por razones de causa y efecto. Suben las luces suavemente, mismo decorado, Ruiz esta sentado en la vereda de su casa con la mirada pensativa sobre la calle, se abre la alcantarilla infernal, Jesús surge de ella con la naturalidad de quien es el barrio, y se sienta sobre su propio cordón, perfectamente enfrentado, sigue los ojos de Ruiz)

 

Ruiz - ¿Donde has estado?

Jesús - Fui a comprar cigarros, estaba pensando que…

Ruiz - Me gusta tu enamorada.

Jesús - A vos te gustan todas.

Ruiz - Estoy enamorado de María.

Jesús - Estas embrujado.

Ruiz - Es posible, cuando ella desaparece, veo en todos los telones su cara, y si fijas tus ojos en mis ojos, veras que retengo, como un condenado, su imagen en mis pupilas.

Jesús - A vos siempre te gustaron las brujas.

Ruiz - Nunca en todas las escenas.

Jesús - Voy a tener que matarte Ruiz.

 

(Instrucciones al espectador: tener la sensibilidad de abuchear o vitorear como en la cancha, regalarse esa delicadeza popular, y luego preguntarle al cielo, que viene envuelto en la cúpula del teatro, cómo es posible que el iluminador también le lleve flores al camarín de María.)

 

(María aparece de pié, tenuemente en medio del telón de fondo, hermosa y blanca, el iluminador le dedica sus mejores faroles, permanecerá callada mientras Jesús y Ruiz discuten.)

 

Ruiz -Voy a tener que matarte Jesús.

 

(Ambos se ponen de pié, Bach ya cambió por Gardel, gracias a dios, quien vuelve por el pasillo hablándole al barrio, su voz le da lustre al 38 corto que Jesús saca de su cinturón)

 

 

Jesús - Allá abajo, los carniceros infernales, me advirtieron de esto. (Vehementemente)

Ruiz - A mi también, pero acá arriba. (Ruiz también saca su bufoso y ambos se apuntan con sus mellizos 38)

 

Jesús - Un único devenir, repartido en dos personas.

Ruiz - Tragedia.

Jesús - Tragedia.

 

(Jesús mas rápido, mas apto para los márgenes celestes, se pega un tiro en la sien, nada calla a Gardel, que siempre nos llama a todos desde más allá.)

(Ruiz guarda su fierro, se agacha junto al cadáver de Jesús. La luz se desvanece sobre María y desaparece. Ruiz ya no ve a María sobre el telón de fondo, alarmado, sobre ningún telón, la busca con las manos sobre los ojos.)

 

Ruiz - ¿Donde, donde? Mi amor. ¿Donde?

Jesús - (Desde el piso, muerto y con filosofía de ultratumba.) Ella,…ella ya no habita tus pupilas Ruiz, ya no danzará en tus palabras, ni en los trasfondos del teatro, ni en tu soñar de barrio, te mataste Ruiz, te mataste.

 

(Ruiz besa al muerto en la frente, que es la primer puerta del alma, y la libera. Se yergue y se va caminando lentamente, en una huida pesada, como quien carga un muerto, con los ojos vacíos.)

(Los espectadores dejan tirado, muerto a Jesús, nunca siguen a Ruiz para condenarlo, solo toman sus regalos y se dirigen al camarín de María, el iluminador astuto, ya corre teatro abajo, en primer lugar, con las flores y las luces bien altas.)

 

 

*           *            *

 

Diciembre, final de las puertas.

 

Ruiz lee como quien recorre una calle empedrada, y en las veredas sigue leyendo, no se detiene en las vidrieras, porque tiene semblante de una sola función, evita que el mundo se complejice al elegir más de una actividad, por eso únicamente, lee. Pudiendo pararse a contemplar el sol en barrilete sobre esta Calle de las Puertas, pudiendo oler una panadería como si el pan fuese una playa, y el mar la panadera, pudiendo confundir a un niño con su propia infancia, pudiendo respirar la penumbra detrás de una nube, elije leer.

Lee como quien camina las palabras, saboreando las significaciones, hay veces que vuelve sus pasos hasta la esquina, la descripción no era lo que pensaba, se corrige, y corrige lo que entiende, la esquina ya es diferente, contiene otro cruce de caminos.

Entonces sigue hasta que respira un final de capitulo, abre los ojos en abanico sobre la Calle de las Puertas, no logra ver nada, ni la disposición inclinada de la calle, que baja como su deseo en una cascada de piedras oscuras, ni la gente ciega que se habla y se dirige sin tropezones como si aun viese, ni las puertas que violan las casas, ni las casas mordidas por colores ingenuos, nada, porque todo ello no tiene letra. Trata de ver en el aire los caracteres de una charla entre dos jóvenes, Ruiz se sorprende, no hay nada escrito.

Vuelve con los ojos desnudos a su lectura, e intenta escuchar el taconeo de los vocablos sobre los renglones, se esfuerza con ceño de acordeón, en encontrarle la música a esos jeroglíficos, pero si no los nombra, nada sucede. A todo le falta algo, a las imágenes, enunciados; al fuego, el perdón; a la letra, sonido; al amarillo, violeta; al pensamiento, fe; al destino, un título; a Ruiz, un final. Esta incompletud de las cosas le resulta incomoda, entonces, como una disculpa hacia la realidad, acepta y tolera lo que los libros proponen, porque así escapa de algunas faltas más palpables, más comestibles.

Continua vagando tranquilo por los verbos, la calle comienza a llenarse de hechiceros y hechizados, artesanos y artistas que le construyen nuevos ojos al público. ¿Que piensa ese balcón sentado allá arriba, de los insensatos que se mueven acá abajo? ¿Creerá que sólo algo fantástico los empuja, como a él que sólo algo extraordinario lo sostiene? Veamos e imitemos al frío que viaja por los cuerpos yertos, sin estropear su esencia, encerrando a las gentes en sobretodos y lanas ridículas de toda clase y cosquilleando tanto a jovencitas fáciles como a viejas hoscas.

 Las manos de un niño trazan un capricho en el aire, que solo el viento entiende, por conocer todos los lenguajes. Los carameleros confunden este idioma y le ofrecen a Ruiz unos picos dulces que no compra porque únicamente lee. Las del niño no son las únicas manos que desean, en los bolsillos las de Ruiz se contraen mirando una cola que pasa.

¿Quien musicaliza esos charcos en la vereda, es el río, el mar o la lluvia? ¿O las lágrimas de las jóvenes feas que se cubren y vigilan detrás de su verde profundo?

Sofía se acerca sin responder, ella es curva insensible, pegada al cuerpo su ropa sigue el mismo dibujo que la desnudez. Preciosa. Te cantaría mujer desde mi epitafio, con la boca exánime y con el tango del que muere pero no olvida, desde el mármol inerte a tu vida.

- ¿Que dices Ruiz?

- No, nada, leía en voz alta.

- ¿Me vas a dar un beso?

- No.

- ¿Por?

- Porque no te veo.

- ¿Estas ciego?

- No te leo.

- ¿Estas ciego?

- Te veo bien.

- ¿Estas loco?

- Ahora si te leo – la besa. Preciosa. Es más sabrosa que cantarle desde el Hades. Por dos bocas abiertas, acontece que la lectura sea muda – Me rindo.

- ¿Ante que?

- Ante tu evidencia, estas bien escrita Sofía.

- ¿Te gusta mi nombre?

- No es eso, no hables que no te veo – la besa, sordomudo, más abajo, ya más cerca del Hades – adiós.

- Chau.

Cruza delante de un vendedor ambulante, practicando su alquimia de convertir el trapo, en unos muñecos coloridos que duermen en el piso. Es su hermano, el hermano de Ruiz sentado en la vereda, teje y a la vez observa el cielo como si hubiese olvidado su color.

- Es celeste, Ruiz.

- Azul, Ruiz, azul.

Mira el cielo y los ángeles caen, caen sobre sus muñecos, caen sin huesos, sin muerte, sin nombres. El hermano de Ruiz captura en cuerpos a los ángeles, confeccionados en sangre de algodón para que todavía en la tierra sientan las nubes.

Entonces, en medio de la calle, inefable, se aparece Casimiro, rey de la bailanta,  vestido de constelación, relámpagos colorean su vestir, avanza haciendo pasos que giran, vuelven, amagan y vuelven a girar, sonríe:

- ¡Ruisssss!

- ¿Si rey?

- Deja de leer Ruissss, ven conmigo a la bailanta, y déjate llevar por música que no se inscribe, es demasiado inflamable para dejar huella. ¡Siente Ruisss Siente! Hay un tartamudo feliz dentro tuyo, que fábrica sones que saltan…síguelo, y sígueme.

-  No rey, pero me encantaría.

Ruiz ya no lee, baja la calle hipnotizado por el rey y su séquito, porque en su caminar Casimiro imanta con su salsa, a varias personas engañadas, nadie quiere ir en realidad, pero todos van, el rey dobla en una esquina que se apaga, y entra en un boliche de luces rojas y azules que generan reflejos violetas en los ojos, “Adentro es un Antro” clama el cartel sin vergüenza, entran todos y Ruiz es parte de ese conjunto, la masa lo lleva, nunca ha sido hombre de mimetizarse con la corriente, pero azota los brazos y los enreda con las mujeres que lo rodean, la atmósfera dentro sonríe y emborracha, la cumbia trepita las mesas y asusta a las gentes que las vacían y se mueven en el centro del baile aborreciendo sin saber los límites del salón. Un hombre se acerca a Ruiz y le ofrece un cigarrillo de droga, y le acaricia la nuca, basta, basta, no tengo dinero, ya lo tendrás, Ruiz huye, se atrinchera en la danza inescrupulosa del vaivén de una obesa, está borracho sin saber, sigue y despedaza los pasos en un cuarteto, la niebla alcohólica lo involucra en sucesos lejanos a su razón, ya pasa sus brazos debajo de una señorita que lo abofetea y le sonríe, siempre bailando, siempre empalagado sus sentidos, siempre en indeterminación con sus pies, caen mujeres a su alrededor, caen señores que las siguen, se levanta todo, levanta una cerveza, corre en pos de un deseo opaco, que quiere abrirse, toma una dama de la mano y la lleva al baño de hombres, ella no quiere escapar, ella trepa y sube en un grito que espera más, sigue sin querer escapar y baja, saborean años sus sentidos y lo festeja, a Ruiz se le hacen arenosas sus manos y la cabeza es un desierto en tormenta, tampoco quiere escapar, y todas sus sensaciones se quedan ahí en el baño junto a él, como ella, como Sofía junto a él.

 

 

 

 

- fin.-