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Biodegrabilidad
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Biodegradabilidad y contaminación: ¿Cuánto tarda en degradarse…?

100 años: Los vasos descartables de polipropileno contaminan menos que los de poliestireno -material de las cajitas de huevos. Pero también tardan en transformarse. El plástico queda reducido a moléculas sintéticas; invisibles pero siempre presentes.

 

3 a 4 meses: Los boletos y billetes deben ser los objetos que más se arrojan al piso. En ese destino final encuentran rápidamente el camino para desaparecer. La lluvia, el sol y el viento los afectan antes de ser presas de bacterias o de hongos del suelo. Si lo agarra una lluvia fuerte se disuelve en celulosa y anilinas.

30 años: Los envases tetra-brik no son tan tóxicos como uno imagina. En realidad, el 75 % de su estructura es de a (celulosa), el 20 de polietileno puro de baja densidad y el 5% de aluminio. Lo que tarda más en degradarse es el aluminio. La celulosa, si está al aire libre, desaparece en poco más de 1 año.

150 años: Las bolsas de plástico, por causa de su mínimo espesor, pueden transformarse más rápido que una botella de ese material. Las bolsitas, en realidad, están hechas de polietileno de baja densidad. La naturaleza suele entablar una “batalla” dura contra ese elemento. Y por lo general, pierde.

30 años: El aerosol es uno de los elementos más polémicos de los desechos domiciliarios. Primero porque al ser un aerosol, salvo especificación contraria, ya es un agente contaminante por sus CFC (clorofluorocarbonos). Por lo demás, su estructura metálica lo hace resistente a la degradación natural. El primer paso es la oxidación.

100 años: Junto con el plástico y el vidrio, el telgopor no es un material biodegradable. Está presente en gran parte del embalaje de artículos electrónicos. Y así como se recibe, en la mayoría de los casos, se tira a la basura. Lo máximo que puede hacer la naturaleza con su estructura es dividirla en moléculas mínimas.

1 año: El papel, compuesto básicamente por celulosa, no le da mayores problemas a la naturaleza para integrar sus componentes al suelo. Si queda tirado sobre tierra y le toca un invierno lluvioso, no tarda en degradarse. Lo ideal, de todos modos, es reciclarlo para evitar que se sigan talando árboles para su fabricación.

Más de 100 años: Los tapones de plástico están hechos de polipropileno, el mismo material de las pajitas y envases de yogur. Se puede reciclar más fácil que las botellas de agua mineral (que son de PVC, cloruro de polivinilo) y las que son de PETE (tereftalato de polietileno).

30 años: Chapas: la aleación metálica que forma las tapitas de botellas puede parecer candidata a una degradación rápida porque tiene poco espesor. Pero no es así. Primero se oxidan y poco a poco su parte de acero va perdiendo resistencia hasta dispersarse.

100 años: Mechero: De acero y plástico, los encendedores descartarles se toman su tiempo para convertirse en otra cosa. El acero, expuesto al aire libre, comienza a dañarse y enmohecerse levemente después de 10 años. El plástico, en ese tiempo, ni pierde el color.

1.000 años: “Pilas” sus componentes son altamente contaminantes y no se degradan. La mayoría tienen mercurio, otras también tienen cinc, cromo, arsénico, plomo o cadmio. Pueden empezar a separarse luego de 50 años al aire libre. Pero se las ingenian para permanecer como agentes nocivos.

 

4.000 años: La “botella de vidrio” en cualquiera de sus formatos, es un objeto muy resistente. Aunque es frágil porque con una simple caída puede quebrarse, para los componentes naturales del suelo es una tarea titánica transformarla. Formada por arena y carbonatos de sodio y calcio, es reciclable en un 100%.

 

 

¿Qué hacemos con los chicles?            

En España se consume una media de tres kilos y medio de chicles y caramelos por habitante. Un chicle que se tira al suelo tarda, también de media, cinco años en degradarse (tiempo durante el cual es capaz de acumular en torno a 50.000 gérmenes)

Si os parais a pensarlo por un momento, vereis que consumimos una gran cantidad de goma. Tanto es así que la empresa Goodyear ( sí si, la de los neumáticos !) abastece a la compañía Wrigley, el principal productor mundial de chicle, de goma sintética.

El problema, es que la mayoría de los chicles terminan en las aceras y eliminarlos es de todo menos barato. 25 céntimos cuesta despegar un chicle de ... ¿10 céntimos ? Esto, para muchos ayuntamientos que quieren mantener sus calles impolutas, supone un gasto más que considerable. Si además tenemos en cuenta que el proceso de limpieza requiere productos químicos perjudiciales y mucha agua, el proceso queda bastante lejos de ser beneficioso para el medio ambiente.

Desde el CEIP Inmaculada del Voto te pedimos que cada vez que vayas a tirar el chicle lo envuelvas en un papel y lo tires a la papelera más cercana.