Published using Google Docs
Untitled document
Updated automatically every 5 minutes

108

Princesa plebeya. –Sólo excitan la fantasia las mujeres a las que les falta la fantasía. El nimbo más colorista es el que tienen aquellas que, permanentemente volcadas a lo exterior, resultan insustanciales. La atracción que despiertan procede de la escasez de conciencia de sí mismas, y sin duda también de uno mismo. A este respecto Oscar Wilde hablaba de la esfinge sin enigma. Reproducen una imagen predeterminada; cuanto más pura apariencia son, sin perjuicio de toda nota personal, más se asemejan a los arquetipos –Preziosa, Peregrina, Albertina–, que hacen presentir en toda individuación la mera apariencia y terminan siempre defraudando en cuanto se descubre lo que son. Su vida toma el aspecto de las ilustraciones o el de una perpetua fiesta infantil, y tal aspecto hace injusticia a su menestrosa existencia empírica. Storm trató este tema en su libro Pote Poppenspäler, una historia infantil con trasfondo. El mozo frisón se enamora de la pequeña de los titiriteros ambulantes bávaros. «Cuando por fin me volví, vi un vestido rojo que se acercaba a mí; y era ella, era ella, la pequeña titiritera. A pesar de su descolorido traje, me parecía salida de un mundo de ensueño. Me armé de valor y le dije: ¿Quieres que demos un paseo, Lisei? Me miró desconfiada con sus ojos negros. ¿Un paseo?, repitió parsimoniosa. ¡Ah, pues estás tú listo! ¿A dónde vas entonces? -Al tendedero. ¿Quieres comprarte un vestido nuevo?, pregunté sin darme cuenta de mi torpeza. Ella soltó una carcajada. ¡Ah, vamos! -No, esto no son simples harapos. ¿Harapos, Lisei? -¡Claro!, son restos de los trajes que llevan los muñecos, así sale más barato» La pobreza obliga a Lisei a contentarse con lo gastado -los «harapos»-, aunque le gustaría llevar otras cosas. Inconscientemente ha de desconfiar de todo lo que no se justifique prácticamente, viéndolo como un exceso. La fantasía es compañera de la pobreza. Porque lo gastado sólo tiene encanto para el que lo contempla. Pero también la fantasía necesita de la pobreza, sobre la que ejerce violencia: la felicidad a la que se abandona la describe con los trazos del sufrimiento. La Justina de Sade pasando de un lecho de tortura a otro es aquí notre intéresante héroïne,  así como Mignon, en el momento en que es azotada, la criatura interesante. La princesa de los sueños y la niña de azotes son la misma persona, sólo que no lo saben. Aún hay huellas de esto en las relaciones de los pueblos nórdicos con los meridionales: los adinerados puritanos buscan inútilmente el contacto con las morenas del extranjero, y no es que la marcha del mundo que ellos imponen se lo impida sólo a ellos, sino también y sobre todo a las vagantes. El sedentario envidia el nomadismo, la búsqueda de pastos frescos, y el carromato verde es la casa sobre ruedas, en cuya ruta le acompañan las estrellas. El carácter infantil, vertido en movimientos arbitrarios que dan al que vive en una penosa inestabilidad el aliento momentáneo para seguir viviendo, quiere representar la vida no deformada, la plenitud, y, sin embargo, relega a ésta al ámbito de la autoconservación, de cuyas necesidades aparenta estar libre. Tal es el círculo de la nostalgia burguesa de lo ingenuo. El vacío de alma de aquellos a los que, al margen de la cultura, lo cotidiano les prohíbe toda autodeterminación –la delicia y el tormento–, se convierte en los bien colocados, que aprendieron de la cultura el avergonzarse del alma, en fantasmagoría del alma. El amor se pierde en lo vacío del alma cual cifra de lo pleno de ésta porque, en él, los que viven son espectáculo para los desesperados deseos de salvación que sólo en lo perdido tienen su objeto: para el amor, el brillo del alma es el de su ausencia. Así sólo parece humana la expresión de los ojos más próxima a la del animal, a la de las criaturas alejadas de la reflexión del yo. A la postre el alma es el anhelo de salvación de lo carente del alma.

Th.W.Adorno, Minima Moralia, 1951