CAPÍTULO IV. LA IMAGINACIÓN.
El material aportado es suficiente para señalar el importante lugar ocupado en la vida consciente de ciertos sujetos –los que todavía no estaban introducidos en la enseñanza escolar-, por la experiencia práctica inmediata, y el grado en que las relaciones surgidas en el proceso de la actividad práctica se prefieren a las operaciones lógico-abstractas.
Todo ello hace pensar que las relaciones que aparecen en el proceso de la experiencia práctica inmediata determinan en nuestros sujetos unas limitaciones que sitúan a la imaginación o la fantasía dentro de determinados marcos que dificultan la abstracción de la experiencia concreta.
¿Es correcta esta idea y realmente nuestros sujetos manifiestan los conocidos síntomas de vinculación a la experiencia práctica concreta que impide a su pensamiento pasar del nivel de reproducción inmediata de la experiencia práctica al nivel de las formas complejas de la imaginación creativa?
Planteamiento del problema.
Se había formado una convicción sólida de que los pueblos que viven en condiciones de una economía atrasada, crean verdaderos modelos de fantasía creadora y que, al igual que el popular género épico, las formas de arte muestran el enorme desarrollo de la imaginación creadora que supera por completo la limitada experiencia de la práctica concreta.
No hay fundamentos para poner en duda los hechos que confirman este postulado; sin embargo, tampoco hay fundamentos para suponer que la atadura a la experiencia inmediata afecte solamente a la esfera de la actividad práctica, sin ejercer ninguna influencia inhibidora en la esfera de la imaginación.
La psicología contemporánea distingue en la imaginación unos niveles determinados, considerando que la imaginación “reproductora” se diferencia de la “creativa”. La imaginación puede estar sólidamente relacionada con la experiencia concreta y puede desenvolverse en el sistema del pensamiento lógico-verbal. Tal enfoque obliga a no limitarse, al estudiar la cuestión, a simples referencias de que tiene lugar la “fantasía”. Por el contrario, exige diferenciar la imaginación distinguiendo en ella capas diversas según el contenido semántico y los sistemas psicológicos, desiguales según su estructura, en que se apoya la imaginación.
El paso de una descripción indiferenciada de los datos de la imaginación a un análisis de la misma lo realizó la psicología infantil. La psicología empezó por la hipótesis de que el niño en edad pre-escolar posee una fantasía tempestiva incontrolable, y terminó constatando que la imaginación del niño en edad temprana está ligada a las limitaciones de su memoria inmediata. Tiene un carácter “reproductivo”, apareciendo la auténtica imaginación creativa en una etapa del desarrollo mucho más tardía.
Junto con la clasificación de la imaginación en “reproductiva” y “creativa”, hay que situar los diferentes motivos que conducen a la aparición de la imaginación. Es poco probable que se pueda suponer que la imaginación en todas las etapas de su desarrollo tenga el mismo grado de proceso volitivo, el cual es regulado por el sujeto y transcurre en un plano de razonamiento interno libre (o un fluir libre de las imágenes de la fantasía). Todo lo que conoce la ciencia psicológica hace pensar que la imaginación adquiere rasgos de actividad, determinada por motivos complejos, únicamente en etapas relativamente tardías del desarrollo. En etapas tempranas del desarrollo, continúa durante mucho tiempo ligada a la situación inmediata y posee, al igual que los restantes procesos psíquicos, un carácter “espontáneo”.
¿Cuáles son los rasgos psicológicos que caracterizan la imaginación en las distintas etapas del desarrollo histórico-social?
Nosotros todavía no disponemos de medios psicológicos sólidos para responder completamente a esta pregunta, y nuestra exposición estará limitada, será parcial. Esclareceremos, por lo tanto, solamente uno de los aspectos del problema.
Nos planteamos la tarea de estudiar aquellas formas de imaginación que son accesibles no solamente a gentes destacadas, por ejemplo, los narradores y los “aquín” (poeta popular), que han hecho de la imaginación su práctica peculiar, sino también las que caracterizan a personas corrientes cuya práctica sea típica de una formación histórica dada. Por un lado, conservábamos como finalidad de nuestra investigación el análisis de los cambios sobrevenidos en las limitaciones y el carácter de la imaginación en las condiciones de progreso creadas por unas nuevas formas de práctica social.
Por otro lado, como de costumbre, manteníamos el propósito de acercarnos a esta tarea a través de un camino objetivo psicológico-experimental, sin limitarnos a simples observaciones o al análisis de los productos de las creaciones (los cuales no pueden, en ninguna medida, ser característicos de un miembro cualquiera de una formación social dada). En el momento de realizar nuestras investigaciones, todavía no disponíamos de aquellos procedimientos que permitieran crear patrones adecuados de la actividad de la imaginación, que reflejaran de forma suficientemente completa este proceso y que fueran accesibles a un análisis objetivo. La elaboración de tales patrones es mucho más difícil que la elaboración de los patrones apropiados para la investigación de los procesos de generalización, deducción o razonamiento.
Por ello limitamos, conscientemente, nuestra investigación sometiendo a análisis únicamente la capacidad de nuestros sujetos para formular preguntas libremente, lo que en cierta manera reflejará el volumen y el carácter de sus intereses, y para crear una situación imaginaria partiendo de las hipótesis planteadas, lo que en cierto grado podría caracterizar las limitaciones y el carácter de su fantasía. Nos detendremos en los resultados obtenidos solamente en la primera serie de dichos experimentos.
Experimentos con preguntas libres.
La tarea de esta serie residía en aclarar en qué grado nuestros sujetos eran capaces de formular preguntas espontáneas (libres) y en qué grado éstas podían salirse de los límites de la experiencia práctica inmediata.
Nosotros teníamos todo el fundamento para suponer que nuestros sujetos, cuya experiencia práctica estaba relativamente limitada, o no estarían en condiciones de formular voluntariamente preguntas complejas, o necesitarían para ello de condiciones especiales. Al mismo tiempo, podíamos suponer que tanto la posibilidad de formular preguntas como su contenido, cambiarían de acuerdo con los progresos que tenían lugar en la vida social y en la práctica cotidiana.
Llevamos a cabo una serie de experimentos comprendiendo perfectamente toda la limitación de este método, demasiado simplificado, y la limitación de las conclusiones que se pueden sacar de él.
El método de la investigación era en cierta medida opuesto al método de las encuestas. Se proponía al sujeto que él mismo formulara tres preguntas cualesquiera al experimentador.
Si (como muy a menudo sucedía) el sujeto tenía alguna dificultad, se le auxiliaba. Se le decía que él podía ir a la escuela y preguntar al maestro todo lo que le interesaba. A veces, en el experimento se introducía una tercera persona imaginaria y se pedía al sujeto que dijera qué podría preguntar su vecino si fuera a la escuela a ver al maestro o si una persona de la ciudad llegara a su kishlak. El investigador describía cómo transcurrían las tentativas del sujeto para formular las preguntas, qué es precisamente lo que le ayudaba a realizar la tarea planteada y cuál era el contenido de las preguntas.
En estos experimentos participaban 53 personas: dejkán de regiones alejadas, analfabetos (21); los que han pasado por los cursos de corta duración de liquidación del analfabetismo, ignorantes (10); los que han pasado 1-2 años de escuela y que son activistas del kojlós (22).
Los dejkán analfabetos, por regla general, experimentaban notables dificultades.
Algunos de ellos (la tercera parte de nuestros sujetos) se negaban a formular cualquier clase de preguntas. Manifestaban no saber qué preguntar, que solamente conocían su trabajo (“para preguntar se necesitan conocimientos, y yo no los tengo”), y al final de la conversación proponían que el propio investigador les formulara las preguntas, a las cuales ellos podrían responder. Incluso en aquellos casos en que la tarea se limitaba y se les decía que los investigadores habían llegado de Moscú y se les proponía formular preguntas sobre cómo viven en otras ciudades, o preguntar sobre cualquier detalle que les interesara sobre la vida en estas ciudades, ellos decían que “no habían estado en ningún lugar” y que “cómo podían preguntar sobre unas ciudades que no habían visto”. De este modo, la posibilidad de formular activamente cualquier pregunta era, en ellos, muy reducida. Respondiendo a las preguntas presentadas por el investigador (a veces muy minuciosa y detalladamente), ellos no estaban en condiciones de formular preguntas activamente.
Suj. Brujas, 28 años, kirguiz de un kishlak de la región Uch-Furgán, analfabeto.
Las posteriores tentativas de obtener algunas preguntas no conducen a resultados.
(…)
Hubiese sido incorrecto sacar, a partir de estos resúmenes, la conclusión de una ausencia total de intereses en este grupo de sujetos. Tienen intereses (y además muy activos). Ellos manifiestan estos intereses en su vida práctica inmediata. Lo esencial es que, en la situación experimental (aunque tratábamos de hacerlo de la manera más natural, preparando las preguntas cuidadosamente e introduciéndolas en la conversación), los sujetos no estaban en condiciones de formular preguntas por cuenta propia, refiriéndose a la “ausencia de los conocimientos necesarios” y se limitaban a la reproducción de su experiencia práctica inmediata. Con todas las salvedades debidas, aquí se presenta la importante dificultad de separarse de la experiencia inmediata y formular preguntas que salen de los límites de ésta.
Los otros sujetos, semejantes a los de ese grupo, que tenían el mismo nivel de experiencia, mezclaban las preguntas teóricas con los requisitos prácticos y manifestaban sus deseos y necesidades inmediatas o bien creaban una situación imaginaria, donde las preguntas cognoscitivas adquirían un carácter justificado prácticamente.
Suj. Isamutd, 34 años, miembro del koljós Mijnat, terminó los cursos de supresión del analfabetismo.
O sea, los dejkán, que participan activamente en la economía colectiva y que han superado la enseñanza de corta duración, están en condiciones de formular preguntas cognoscitivas de forma activa; sin embargo, aplican un método particular, crean una situación imaginaria, ante la cual la formulación de las preguntas toma un carácter natural, o, como sucedió en el caso último, formulan las preguntas solamente de acuerdo con el material que les ha sido transmitido.
El amarre a la experiencia inmediata, las limitadas posibilidades de prescindir de ella creaban en los dejkán analfabetos e ignorantes, los obstáculos esenciales para formular cualquier tipo de preguntas cognoscitivas.
Del material descrito se diferencian los hechos obtenidos en la investigación de sujetos que han pasado por una enseñanza sistemática y que participan activamente en la vida del koljós. Dichas personas no rehusaban la formulación activa de preguntas y no recurrían a la creación de una situación auxiliar (imaginaria) que les sirviera de ayuda en la formulación de preguntas. Las preguntas formuladas por ellos se diferenciaban esencialmente por su contenido mucho más extenso. Tenían un evidente carácter cognoscitivo, tratando ante todo de problemas actuales de la vida social, manifestando los conocimientos adquiridos por ellos o los firmes intereses cognoscitivos que habían surgido en ellos.
He aquí varios ejemplos.
Suj. Siddaj, 19 años, estudió 2 años en la escuela de adultos, trabaja en el kojlós.
Suj. Jochun, 20 años, secretario del koljós “Batrak”, ha estudiado tres meses.
Suj. Saltar, 40 años, miembro femenino del koljós “Batrak”.
No es necesario argumentar complementariamente el hecho de que los datos obtenidos en la investigación de este grupo de sujetos indican unos cambios radicales en la vida psíquica, que surgen bajo la influencia del trabajo social colectivo y por lo menos de una pequeña enseñanza sistemática.
(…).
Luria, A.R. (1980). Los procesos cognitivos. Análisis socio-histórico (capítulo 6: La imaginación). Barcelona: Fontanella.