Conspiración antivecinal
Por
Eduardo R. Huchim
(22-Oct-2010).-
¿Sabe usted que este domingo 24 de octubre habrá una elección en el Distrito Federal? Es pertinente la pregunta porque la falta de difusión de este importante proceso urbano, unido al desinterés en el tema por parte de la mayoría de los habitantes de la gran ciudad, propiciará un abstencionismo mayúsculo, a pesar de que el presupuesto respectivo asciende a 75 millones de pesos aproximadamente. Importa, pues, decir que ese día se elegirán comités ciudadanos y consejos de los pueblos cuya función es materializar de forma organizada la participación ciudadana en asuntos de importancia vital para una sana convivencia en la megalópolis.
El proceso es organizado por el Instituto Electoral del Distrito Federal, con base en la Ley de Participación Ciudadana expedida por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el 27 de mayo de 2010, después de años de negociaciones, ya que la primera se expidió en 1999, año en que tomó posesión, el 15 de enero, el primer Consejo General del IEDF, que presidió Javier Santiago Castillo. La primera generación de consejeros electorales capitalinos dispuso de menos de seis meses para organizar la primera elección de este tipo de órganos, llamados entonces comités vecinales, en circunstancias nada fáciles, pues al mismo tiempo aquel nuevo órgano electoral se construía en lo humano y lo material. Debido a la demora en la expedición de esa ley, el IEDF dispuso de poco tiempo para la organización de los comicios vecinales, si bien ahora ya cuenta con la estructura de personal e instalaciones para ese fin.
La previsible escasa votación se debe a una serie de razones que conspiran contra la posibilidad de una elección concurrida. Las principales de ellas son: a) No se permite la participación de partidos políticos, lo cual pretende preservar el carácter ciudadano de tales consejos y deslindarlos de la política partidaria. Es una intención correcta aunque utópica, porque la marginación de los partidos evita también la mejor difusión de los comicios, la identificación ideológica de los integrantes de las planillas y, en consecuencia, induce también el desinterés de la comunidad. Además, los partidos políticos sí participan más o menos en forma clandestina en la confección de las fórmulas (planillas) y en su propaganda.
b) En la propaganda no se permite el uso de colores ni lemas, lo cual impide a los electores conocer la simpatía ideológica y partidaria de los candidatos.
c) Los candidatos sólo disponen de dos semanas para darse a conocer entre sus vecinos, es decir, una misión imposible porque ese tiempo se ve limitado a dos fines de semana, es decir, cuatro días para ese objetivo, pues por lo general, los interesados tienen actividades laborales que atender. Por si fuera poco, la propaganda sólo puede ser impresa y del tipo tríptico, y entregarse de mano en mano. O sea, los aspirantes ni siquiera pueden acudir a un perifoneo mínimo, lo cual les concede menos derechos que los que poseen los vendedores de tamales.
d) Por si fuera poco, si usted va a votar, lo hará por ¡números! porque sólo dígitos habrá en las boletas respectivas, donde no se incluyeron los nombres de los integrantes de las planillas participantes.
e) Adicionalmente, el mal diseño de la Ley de Participación Ciudadana propicia un conflicto de origen entre los integrantes de los comités y consejos, pues no todos los integrantes de la planilla triunfadora formarán parte del órgano ciudadano de nueve miembros, ya que sólo cinco de ellos se integrarán a éste y los demás serán los que propongan las planillas que no triunfen pero hayan participado en la elección. Es claro que la intención es encomiable, pues se trata de buscar la pluralidad y la mayor participación posible, pero en la práctica esa forma de integrar tales órganos equivale a incubar desacuerdos de origen.
Como se ve, más que una elección para dar participación a los ciudadanos en los asuntos públicos, estamos ante una verdadera conspiración para propiciar el abstencionismo y dificultar la participación vecinal. Sin embargo, pese a todo, es menester ir a las urnas.
Una mejor manera de realizar este tipo de elección sería que en los comicios constitucionales de diputados a la Asamblea Legislativa y de jefes delegacionales, se añadiera una boleta para elegir a los órganos de representación vecinal. Si bien ello implicaría ciertas complicaciones para el IEDF, se propiciaría el ahorro de dinero y una mayor participación ciudadana.
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