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Comentario Boccaccio desarrollado III
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1- Terminada la historia de Elisa y alabada por el rey durante un rato, a Filomena le fue ordenado que contase: la cual, llena de compasión por el mísero Gerbino y su señora, luego de un piadoso suspiro, comenzó:

Mi historia, graciosas señoras, no será sobre gentes de tan alta condición como fueron

5-aquéllas sobre quienes Elisa ha hablado, pero acaso no será menos digna de lástima; y a acordarme de ella me trae Mesina, ha poco recordada, donde sucedió el caso.

Había, pues, en Mesina tres jóvenes hermanos y mercaderes, y hombres, que habían quedado siendo bastante ricos después de la muerte de su padre, que era de San Gimigniano, y tenían una hermana llamada Elisabetta, joven muy hermosa y cortés, a

10- quien, fuera cual fuese la razón, todavía no habían casado. Y tenían además estos tres hermanos, en un almacén suyo, a un mozo paisano llamado Lorenzo, que todos sus asuntos dirigía y hacía, el cual, siendo asaz hermoso de persona y muy gallardo, habiéndolo muchas veces visto Isabetta, sucedió que empezó a gustarle extraordinariamente, de lo que Lorenzo se percató y una vez y otra, semejantemente,

15- abandonando todos sus otros amoríos, comenzó a poner en ella el ánimo; y de tal modo anduvo el asunto que, gustándose el uno al otro igualmente, no pasó mucho tiempo sin que se atrevieran a hacer lo que los dos más deseaban.

La técnica narrativa de Boccaccio supuso un avance para las letras europeas, que comenzaron en el siglo XIV a dejar atrás las breves narraciones moralizantes para adentrarse en el camino de la creación de la novela moderna. En el presente fragmento, perteneciente al comienzo de una de las “novelas” de la Cuarta Jornada, se puede apreciar muy claramente la técnica, heredada de la tradición oriental de Las mil y una noches, de engarzar diversos relatos por medio de un narrador común que le da unidad y cohesión al conjunto de la obra.

En este texto se aprecian tres partes claramente diferenciadas, cada una de las cuales nos permitirá abordar un aspecto esencial de la obra de este autor:

I) En primer lugar (líneas 1-4) encontramos una secuencia en la que Boccaccio organiza el relato poniendo en pie su juego de narradores.

II) En las tres líneas siguientes Filomena introduce la relación de su historia, sobre la que aporta algo de información: Mesina, el lugar en el que se desarrolla; el final trágico o penoso en el que vendrá a dar su historia; y, por último, la condición social de sus personajes, que afirma ser inferior a la de los de la historia precedente.

III) Por fin, en la línea siete se inicia el relato, que versa sobre una familia de tres hermanos y una hermana “bastante ricos”. Aquélla se enamora de un mozo humilde y ambos dan rienda suelta a su amor. Por las palabras precedentes de Filomena sabemos que el desenlace no será feliz.

El fragmento que comentamos no es más que el inicio del relato, pero ya contamos con datos suficientes para saber que se trata de una de las típicas historias de la Jornada Cuarta: una historia de amor que desemboca en final trágico. No es esta jornada de las más picantes del Decamerón: en general se trata de relatos bastante apropiados para morales sensibles. En esta ocasión, con una pocas líneas, ya sabemos que se trata de un amor carnal (“no pasó mucho tiempo sin que se atrevieran a hacer lo que los dos más deseaban”), lo que lo acerca a las narraciones de tono más erótico del libro.

En el presente texto se ofrece una variante más de un planteamiento clásico de la obra: la joven de alta extracción social que se une con un mozo de condición más humilde. Y es que es frecuente este tipo de ayuntamientos en la obra del autor italiano, que, en plena crisis del siglo XIV, comienza a dejar constancia de los cambios que se están operando en la sociedad, que deja atrás los rígidos estamentos medievales para iniciar el mundo capitalista, en el que la posición económica y los méritos personales tienen más peso que la sangre con que se nace.

Por lo que se refiere al estilo al estilo, aprovecharemos la secuencia de las cuatro líneas iniciales para explicar el marco narrativo de la obra: en este caso, comienza a escribir un narrador innominado (que es Boccaccio mismo), el cual habla a su vez de otros narradores (”Terminada la historia de Elisa y alabada por el rey durante un rato, a Filomena le fue ordenado que contase”); y es que, para engarzar todas las historias, Boccaccio estableció un marco de referencia narrativo o cornice narrativa: la obra se inicia con una descripción de la epidemia que golpeó Florencia en 1348, argumento que da ocasión a que un grupo de diez jóvenes se refugien en una villa en las afueras de Florencia. Para pasar el tiempo, cuentan historias como la de “el mísero Gerbino”, recién acabada, o la que comienza a continuación.

En cuanto a la secuencia que hemos señalado con el II), la que corresponde a la introducción de Filomena, la tomaremos como ejemplo del lenguaje más culto y propio del Renacimiento que están desarrollando Dante y Petrarca, junto con Boccaccio. En este fragmento encontramos un lenguaje rico, variado y elegante, con comparaciones (“no será sobre gentes de tan alta condición como fueron... “) y gran profusión de construcciones subordinadas (“a acordarme de ella me trae Mesina, ha poco recordada, donde sucedió el caso”), todo ello precedido por un gentil apóstrofe (“graciosas señoras”) propio de una sociedad cortesana como la de la Florencia del Cuattrocento. El litote (figura retórica mediante la cual se afirma algo, atenuando o negando lo que se dice) “no será menos digna” es característico de la expresión contenida y pudorosa de Petrarca y Garcilaso. El tono melancólico (“llena de compasión por el mísero Gerbino”; “luego de un piadoso suspiro”; “digna de lástima”), La abundancia de adjetivos (“hermosa y cortés”, “hermoso de persona y muy gallardo”), la elegancia y armonía de los periodos, la variedad léxica... el lenguaje, en definitiva, pausado de esta secuencia, persigue el ideal renacentista de equilibrio y armonía, lo que contrasta fuertemente con el tono mucho más directo y mundano que adquiere el relato al tratar de los asuntos carnales de los que tanto gusta el autor: “gustándose el uno al otro igualmente, no pasó mucho tiempo sin que se atrevieran a hacer lo que los dos más deseaban”. Desde este momento, podemos adivinar que el lenguaje y el tono van a adquirir una cualidad mucho más terrenal, que aborrecería la exquisita sensibilidad de Garcilaso.

    En definitiva, podemos extraer de este texto tres conclusiones que ilustran bastante bien el universo narrativo de Boccaccio:

1) Al comienzo del fragmento aparece una muestra del juego de narradores con el que el autor trata de dar unidad al conjunto del texto. Este recurso representa un esfuerzo por lograr una obra que se acerca más al concepto de novela moderna que a los relatos medievales: ya no se trata de educar, a través de una colección de relatos moralizantes sin sentido estético, sino de narrar por el gusto de narrar, construyendo una obra más o menos compleja, con voluntad artística,  que se interesa por el hombre y sus circunstancias.

2) Los personajes del fragmento, con su desafío de las conveniencias y su mentalidad burguesa, son representativos de la realidad social que vive Boccaccio: la crisis del final de la Edad Media y el ascenso de una nueva clase social.

3) Hemos encontrado dos registros lingüísticos diferenciados: por un lado, un lenguaje más armonioso y rico, propio del ideal renacentista de armonía y equilibrio, cuando el primer narrador se refiere a los diez jóvenes florentinos y sus circunstancias; del otro lado, un registro mucho más directo con el que se recrean las historias mundanas por las que es conocido el Decamerón. Cuando el relato se acerca a los vicios humanos, a las debilidades, a los gozos instintivos y a los asuntos locales, la palabra gana en expresividad, en cercanía y en naturalidad. Entre ambos extremos, en continua oscilación, se encuentra el estilo de este autor que desarrolló su obra en una época que se encontraba a caballo entre el ya caduco Medioevo y la aún joven Edad Moderna.

David Sánchez Rey