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Lectura Historia Panamá y EEUU.doc
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Historia de las relaciones entre Panamá y EU        CRU de Bocas del Toro


UNIVERSIDAD DE PANAMA

CENTRO REGIONAL UNIVERSITARIO DE BOCAS DEL TORO

FACULTAD DE HUMANIDADES

ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

PAQUETE DIDÁCTICO

Asignatura: Historia de Las Relaciones entre Panamá y los Estados Unidos    Hist. 160

Estudiantes

Instrucciones Generales:

  1. Debe leer cada lectura que le presentamos a continuación con detenimiento, con análisis crítico y objetivo
  2. Debe separar por tema y subtemas los aspectos más relevantes que considere necesario y significativo para  poder aprender aprender
  3. Al final debe construir una presentación de cada tema en power point en forma de una conferencia magistral incluyendo imágenes y lucidez para cada ponencia.
  4. Al final de cada ponencia presentar un breve resumen de por lo menos  de 3 a 4 hojas y una breve guía de aprendizaje en una hoja  adicional
  5. Me hace llegar este documento por este mismo medio correo electrónico
  6. Harán conversatorio en el aula
  7. Presentarán talleres en clase
  8. Pruebas escritas  parcial y semestral
  9. Manos a la obra

SALUDOS, SIEMPRE PARA SERVIRLE, HASTA LUEGO

Lectura N 1

La historia

Excepcional ha sido la historia de Panamá debido a su papel de puente geográfico y marino.  En la época precolonial, fue punto de confluencia de mayas, aztecas y chibchas y, más adelante, Cristóbal Colón, en su cuarto viaje, se dedicó a buscar "el estrecho dudoso para pasar al Océano Indico y a la posibilidad de las especias, y se encontró con Panamá.  En 1534, Carlos V ordenó por cédula real que los expertos vieran la forma de abrir la tierra y juntar los mares, pero luego, -pensando en las rivalidades que tenía con Inglaterra y Francia y en la posibilidad de que estas naciones cayeran sobre la vía interoceánica que se construyera- se echó para atrás, asumió una actitud religiosa, e invocando a San Mateo, sentenció que "El hombre no  debe separar lo que Dios ha unido".

Por eso no se inició el canal en el periodo, aunque los españoles establecieron en Panamá un camino rudimentario, fluvial y terrestre, para el trasiego de metales preciosos y mercancías entre regiones del Pacífico y el Atlántico y viceversa.

Durante la época de la Gran Colombia, bajo la presidencia de Simón Bolívar, entidad formada por Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, a la que se sumó Panamá, hubo un buen concepto acerca del significado equitativo de un puente marino internacional.  El Libertador soñaba con la unificación de América Latina y convocó al Congreso Anfitiónico de Panamá, en 1826, donde se pactó la confederación que más tarde resultó frustrada y, con la misma sensibilidad, advirtió el papel de Panamá en la función integradora de América Latina y como ombligo universal.

La Gran Colombia se prolongó hasta alrededor de la muerte de El Libertador, en 1830, aunque Panamá y Colombia siguieron unidas hasta que Norteamérica decidió la separación. A lo largo de este periodo los gobernantes colombianos no siempre estuvieron a la altura y en 1836 suscribieron con Estados Unidos el Tratado Mallarino-Bidalack, por el que concedieron a este país el derecho de tránsito a través de Panamá, lo que dio lugar a once actos intervencionistas durante la segunda mitad del siglo pasado, y a continuación otorgaron la concesión para que Norteamérica construyera por el Istmo un ferrocarril transísmico propio.

Con avances norteamericanos paulatinos en el área, en 1881 se dio la concesión para que los franceses construyeran un canal por Panamá, dirigido por Fernando de Lesseps, auroleado por su buen éxito en el Canal de Suez; De Lesseps fracasó en el empeño, debido a errores de planeación y mal manejo de los fondos.  Así llegó 1903, cuando Estados Unidos irrumpe en la separación entre Panamá y Colombia y continúa a los trabajos inconclusos de los galos, terminando de construir el canal en 1914.

La separación de Colombia

Lo que sigue a la aparición de Panamá como un semiprotectorado norteamericano amerita enumerar antes, por encima, que Estados Unidos quiso adquirir diplomáticamente derechos de los colombianos para construir un canal interoceánico por Panamá y al respecto negoció el Tratado "Herrán-Hay", por 99 años, el cual fue rechazado enérgicamente por el senado colombiano.  El rechazo motivó la decisión norteamericana de organizar la separación latente entre Colombia y Panamá para asegurar un convenio favorable con el país segregado, y así se hizo, el 3 de noviembre de 1903, con once terribles destructores y acorazados frente a la costas panameñas y el desembarco de marines.  Como consecuencia de esto, se firmó un convenio entre el deprimido Estado naciente y la arrogante nación de las barras y las estrellas, que se llamó "Hay-Bunau Varilla".

Este tratado de 1903, que dio a Estados Unidos la llave para controlar los océanos Pacífico y Atlántico, suscrito a raíz de la separación panameña, muestra su naturaleza con sólo mencionar cuatro artículos del convenio.  El artículo 1o. mantiene que Estados Unidos garantizará la independencia de Panamá.  El artículo 2o. expresa que el tratado es a perpetuidad.  El artículo 3o. transfiere la jurisdicción a Estados Unidos de una zona de tierra para la construcción y mantenimiento del canal, y hacia el futuro establece la obligación para Panamá de ceder nuevas tierras si fuere necesario.  Y el artículo 12 concede a Estados Unidos el derecho a intervenir en la República de Panamá para el mantenimiento del orden público cuando éste fuera turbado.  En otras palabras, por virtud del Tratado Hay-Bunau Varilla, y con el pretexto de construir y manejar una vía interoceánica, se instaló en el corazón de Panamá un enclave colonial, la Zona del Canal, especie de país extranjero dentro del país nacional, en el que se establecieron, con jurisdicción propia, tropas estadunidenses, población civil de la misma nacionalidad y un gobernador norteamericano.

Gobiernos panameños fueron y vinieron, heroicas jornadas populares de proyección mundial se libraron por distintas generaciones, que dio lugar a lo que Torrijos denominó el "alpinismo generacional" y nuevos acuerdos binacionales corrigieron algunos de los excesos que se dieron.  El tratado original de 1903 fue tocado por reformas, pero la perpetuidad pactada, con la cual no había nunca integridad territorial ni soberanía, siguió inclusive.  Es el mérito de los tratados Torrijos-Carter de 1977, en donde se puso un hasta aquí y se pactó una fecha de terminación del convenio leonino: el 31 de diciembre de 1999.

Los tratados Torrijos-Carter

El cumplimiento de sus prescripciones, que señalaron el 31 de diciembre de 1999 como fecha en que Panamá dejaría definitivamente atrás el enclave colonial y entraría en posesión de la plena administración de la vía interoceánica, se inició con las festividades de fin de siglo

Los tratados también señalan que desde la fecha indicada "sólo la República de Panamá manejará el canal y mantendrá fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional."   Para Panamá es actualmente un problema el núcleo militar panameño que se encargará de la custodia del canal en los próximos años, visto que el ejército nacional fue desmantelado por la invasión norteamericana y luego se estableció constitucionalmente que Panamá no tendrá ejército en el futuro.  Para Estados Unidos no hay problema de ningún género.  Esta nación sabe de memoria que el canal es indefendible in situ y, además, para precaverse de sorpresas, incluyó -como cláusula de reserva en los Tratados Torrijos Carter- su facultad unilateral de intervenir en el país cuando considerara amenazada la seguridad de la vía interoceánica.

De cualquier forma, estos tratados significan un adelanto importante para Panamá en el camino de su independencia, pues no es lo mismo el peligro de que en alguna coyuntura Estados Unidos pudiera desembarcar tropas en nuestro país por un tiempo determinado a que los ejércitos norteamericanos estén permanentemente acantonados en nuestro territorio, como lo estuvieron durante todo el siglo que está terminando.

Nuevas formas de dominación y contiendas en puerta

Pero encaremos lo novedoso que tenemos a la vista y que ya enseñó su rabo ambicioso.  Para Estados Unidos el cumplimiento formal de los tratados Torrijos-Carter no significa renuncia a que sus tropas que terminaron de salir del país el 31 de diciembre de 1999 sean reemplazadas más adelante, habiendo terminado el Tratado del Canal de Panamá, por otras fuerzas norteamericanas de ocupación, bajo distintos disfraces.

Las nuevas grandes contiendas que debe librar el pueblo panameño a partir de ahora están muy claras.  Se relacionan con la nuevas formas de dominación que ya no están constituidas por el tradicional enclave colonial clásico.  Más bien se relacionan con el antipopular modelo económico que nos revienta a todos los latinoamericanos por igual y, en particular, por la necesidad de conservar la cuenca hidrográfica que proporciona agua al canal, antes de decidir si debe construirse un canal a nivel, y por derrotar los renovados esfuerzos imperiales de seguir controlando el aire, el mar y la tierra panameña, de manera aparentemente distinta pero esencialmente igual.

Lectura N 2

Dr. Adolfo Linares Franco 

Soberanía, neutralidad y democracia 


Esto es muy importante tenerlo en mente ya que la construcción del Canal Interoceánico no ha significado para la República de Panamá los tributos o beneficios de las cuatro partes del globo, como en un principio se pensó que su construcción traería. Y es que la forma como los Estados Unidos de Amé-rica impusieron, interpretaron y aplicaron el Tratado Hay - Bunau Varilla de 1903 fue más bien fuente de frustraciones, resentimientos y conflictos entre ambos países. Siendo el nuestro, por ser el más débil, el que saliera siempre peor librado.

Sin embargo, para los defensores del régimen militar que se impuso en Panamá en 1968 –y que culminó 21 años después con la invasión del 20 de diciembre de 1989– al hablar de los logros y beneficios alcanzados con la firma de los Tratados Torrijos-Carter convenientemente se refieren únicamente al Tratado del Canal de Panamá, cuyo mérito principal consistió en haber contenido los compromisos que los Estados Unidos de América adquirieron con Panamá, el 24 de septiembre de 1965, en la Declaración Robles-Johnson. Estos compromisos fueron los siguientes:

1. El Tratado de 1903 sería abrogado.

2. El nuevo tratado reconocería de manera efectiva la soberanía de Panamá sobre la Zona del Canal.

3. El nuevo tratado expiraría en una fecha determinada, para mencionar los tres primeros.

Pero estas mismas personas han guardado un completo mutismo sobre las adversas consecuencias para Panamá que ha de producir el Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá, en adelante Tratado de Neutralidad, que junto con el Tratado del Canal de Panamá, conforman los Tratados Torrijos- Carter.

Ese vano intento de ocultar el sol con una mano. De ignorar el contenido literal del Tratado de Neutralidad, por un lado, y por el otro, ponderar el tratado del Canal de Panamá en nada favorecen nuestro interés nacional. Ello es así, porque al hacerse creer que los Tratados Torrijos-Carter son en su totalidad satisfactorios para Panamá, al desinformar a la opinión pública acerca de la realidad jurídico-política que emerge de los mismos, nos impide como Nación prepararnos adecuadamente para la lucha que, sin duda alguna, tiene que emprender el pueblo panameño, para terminar, de una vez por todas, con el neocolonialismo senatorial que ha venido a sustituir al colonialismo rooseveltiano de otrora, con el advenimiento de los Tratados Torrijos-Carter, y en especial al entrar en plena vigencia el Tratado de Neutralidad al mediodía del 31 de diciembre de 1999. De una manera irresponsable, se ha pretendido ignorar que existen cláusulas dentro del Tratado de Neutralidad que atentan contra nuestra soberanía, independencia, integridad territorial y jurisdicción. Y mientras más tiempo vivamos ignorando o pretendiendo ignorar esa realidad, más dura y difícil habrá de ser nuestra lucha por nuestra soberanía total.

Es nuestro interés en el día de hoy, hacer énfasis en los aspectos ocultos de los Tratados Torrijos-Carter que se encuentran en el Tratado de Neutralidad. No con el propósito de incomodar ni nada por el estilo ya que ello resulta irrelevante. Lo relevante –he aquí lo importante es dar a conocer los aspectos ocultos de los Tratados Torrijos-Carter que se encuentran en el Tratado de Neutralidad, animados exclusivamente por un deseo de contribuir a que se conozca a plenitud la justicia de nuestra causa y la razón que la alienta, causa ésta que no es otra que la reversión a Panamá de la facultad de obrar que el derecho internacional público reconoce a todo Es-tado sobre su territorio por razón de su soberanía salvo las limitaciones que la neutralización del Canal de Panamá debe realmente imponerle.

El Tratado de Neutralidad no satisface el interés nacional de Panamá por las siguientes razones:

1. Va mucho más allá de los objetivos que debe abarcar un tratado de neutralización, ya que se refiere a cuestiones que han debido ser objeto de la jurisdicción exclusiva de la República de Panamá, tales como las relativas a la seguridad interior, eficiencia y mantenimiento apropiado del Canal, contenidas en al Art. III, sección 1.

2. Con las disposiciones contenidas en los literales (a), (b) y (c) de la sección 1 del Art. III los Estados Unidos pretenden reservarse un derecho exclusivo de fiscalizar y calificar la forma como Panamá administrará, manejará y hará funcionar el Canal, lo que puede llegar a producir serias causas de conflictos entre Panamá y los Estados Unidos de América, en caso de considerar los Estados Unidos que Panamá no está manejando eficientemente el Canal, que no está proveyendo los servicios conexos necesarios para el tránsito a través del mismo, o que los peajes y otros dere-chos por servicio de tránsito y conexos no son justos, razonables y consistentes con los principios del derecho internacional.

3. Requerir a las naves como condición previa para el tránsito por el Canal, en el caso de naves pertenecientes a un estado u operadas por éste o por las cuales dicho estado hubiere aceptado responsabilidad, tan sólo una certificación del respectivo estado en el sentido de que cumplirá sus obligaciones de pagar conforme al derecho internacional, los daños resultantes de acciones u omisiones de dichas naves durante su paso por el Canal, no es suficiente garantía para salvaguardar nuestra integridad nacional. (Art. III sección 1, literal d).

4. Exigir a las naves de guerra, al igual que a las naves de propiedad de un estado u operados por él y utilizadas en ese momento solamente en servicio no comercial de gobierno, en adelante naves auxiliares, que únicamente certifiquen haber cumplido con todos los reglamentos aplicables sobre salud, sanidad y cuarentena, volvemos a repetir, no es suficiente garantía para salvaguardar nuestra integridad nacional. (Art. III sección 1, Literal e).

5. El literal (e) de la sección 1 del Art. III permite el tránsito por el Canal a naves de guerra y naves auxiliares dotadas de propulsión y de armamento nuclear y hace posible, además, que transporten carga nuclear, a pesar de los peligros que ello podría representar para el estado panameño.

6. El hecho de que sea únicamente los Estados Unidos de América, en vez de varios los países que garanticen la neutralidad permanente del Canal de Panamá transgrede el principio de la neutralidad permanente, por cuanto esta exclusividad le da a los E.E.U.U. una supremacía militar sobre la vía interoceánica que no puede ser vista con buenos ojos por potencias rivales, sobre todo en caso de conflicto bélico en que los Estados Unidos sea beligerante (Art. IV). Además, no hay que excluir la posibilidad de que la neutralización del Canal quede sin garante en caso de que «en una guerra internacional en que los Estados Unidos fueran beligerantes, llevarán éstos la peor parte» –cosa que aunque muy difícil de concebir no está fuera de la posible.

7. El hecho de que el Art. VI conceda a las naves de guerra y naves auxiliares de los Estados Unidos de América derecho de transitar el Canal de modo expedito, término éste que ha sido interpretado por la Enmienda dos en el sentido de que tiene la intención «de asegurar el tránsito de esas naves por el Canal lo más rápidamente posible, sin trabas, con tramitación simplificada y, en caso de necesidad o emergencia, ponerse a la cabeza de la fila de las naves a fin de transitar rápidamente por el Canal», viene a convertirse en otro atentado contra el régimen de neutralidad permanente que se intentó establecer.

8. Y como si lo anterior fuera poco, el Entendimiento tres, pretextando determinar «la necesidad o emergencia» de la que nos habla la Enmienda dos, otorga a las naves de guerra y naves auxiliares de los Estados Unidos de América derecho a ponerse a la cabeza de la fila de las naves para transitar por el Canal, aún en el supuesto de que no exista verdadera necesidad o emergencia para ello, ya que de conformidad con dicho Entendimiento basta con que los Estados Unidos determinen, dispongan o decidan que se está ante un caso de necesidad o emergencia para que ellos puedan pretender que las naves aludidas se pongan a la cabeza de la fila, aunque tal necesidad o emergencia no exista realmente a juzgar por los hechos y circunstancias imperantes.

9. La Enmienda uno, la Reserva De Concini y el Entendimiento dos, otorgan a los Estados Unidos de América la facultad de defender el Canal contra cualquier agresión o amenaza dirigida contra el Canal o contra el tránsito pacífico de naves a través del mismo, sin que se de la solicitud previa que en ese sentido debería hacerle Panamá, por ser el soberano de la vía acuática neutralizada.

10. En los supuestos de que el Canal fuere cerrado o se interfiriera con su funcionamiento, la Condición uno, o Reserva DeConcini faculta a los Estados Unidos de América para manejar el Canal, realizar todo tipo de intervenciones en Panamá, ocupar militarmente todo el territorio nacional y ejercer facultades que emanan de la soberanía sobre las áreas ocupadas, a fin de reabrir el Canal o re-anudar sus operaciones, según fuere el caso, independientemente de que el cierre o de que las interferencias se produzcan por motivos internos o externos

11. El Entendimiento uno, obliga a Panamá a dar plena consideración previa a los efectos de cualquier ajuste en los peajes en los patrones del tráfico de los Estados Unidos de América, incluyendo la consideración de factores que responden exclusivamente al interés nacional de los Estados Unidos, a saber:

a) Los intereses de los Estados Unidos en el mantenimiento de sus flotas nacionales.

b) El efecto de dicho ajuste en las diversas zonas geográficas de los Estados Unidos.

c) Los intereses de los Estados Unidos en aumentar al máximo el comercio internacional.

12. En vista de que en el Tratado de Neutralidad, nuestros negociadores se olvidaron de exigir la in-corporación de una cláusula de arbitraje obligatorio o que reconociera la jurisdicción de la referida Corte, Panamá no podrá llevar sin el consentimiento previo de los Estados Unidos de América a un arbitraje internacional o al conocimiento de la Corte Internacional de Justicia ningún conflicto que surja entre ambos países sobre la interpretación o aplicación del Tratado de Neutralidad. (Comentar el caso de los polígonos – Tratado del Canal)

13. El Tratado de Neutralidad regirá a perpetuidad o, por lo menos, la intención de los estados partes ha sido de que así sea. Esto, sin embargo, no es todo. Al hablarse de la perpetuidad del Tratado de Neutralidad podría pensarse que ella es aplicable tan sólo al Canal existente, como acontecía en el Tratado Hay-Bunau Varilla, por cuanto éste es el que fue objeto de ambos tratados. Mas lo cierto es que el régimen de neutralidad permanente estipulado en el Tratado de Neutralidad se ha de aplicar igualmente a cual-quier otra vía acuática internacional que se construya total o parcialmente en territorio panameño, por mandato de la segunda oración del Art. I, bien sea que en su construcción o financiamiento participen o hubieren participado los Estados Unidos de América, bien sea que no participen o hubieren participado. En lo que respecta al régimen concerniente al funcionamiento del Canal de Panamá, estipulado asimismo en el tratado de neutralidad, se debe distinguir si en la otra cualquiera vía acuática internacional que se construya, y que pueda ser manejada total o parcialmente en territorio panameño, los Estados Unidos participan o no, o hubieren participado o no, en su construcción o financiamiento. De participar o de haber participado, el régimen concerniente al funcionamiento del Canal de Panamá de que trata el Tratado de Neutralidad seria de la misma manera aplicable a esta otra vía acuática internacional. En caso contrario, no.

14. Fue un descuido, de graves repercusiones, de nuestro equipo negociador, que cae incluso en la negligencia, el hecho de no haber incorporado en el Tratado de Neutralidad una cláusula que haga posible su revisión periódica, como requisito sine qua non para dar por concluidas las negociaciones, sobre todo ante las duras experiencias vividas por Panamá bajo el imperio del Tratado Hay-Bunau Varilla.

De todo lo aquí dicho, resulta fácil concluir que, como lo afirmáramos al co-mienzo de esta intervención, la lucha del pueblo panameño por liberar su territorio de las limitaciones jurisdiccionales impuestas por el  Tratado Hay-Bunau Varilla no concluyó con la suscripción en Washington de los Tratados Torrijos-Carter. El nuevo Tratado del Canal de Panamá, como ya lo mencionáramos, feneció jurídicamente al mediodía del 31 de diciembre de 1999. Es igualmente cierto que, como consecuencia de lo anterior, a la República de Panamá le ha correspondido, desde ese mismo momento, administrar, funcionar y mantener el Canal, y a ella han re-vertido la totalidad de los bienes raíces y mejoras inamovibles que estuvieron usando los Estados Unidos de América para los fines de dicho tratado, al igual que los equipos que quedaron por razón del manejo, funcionamiento y mantenimiento del Canal.

Pero no es menos cierto que esos logros han quedado mediatizados en el Tratado de Neutralidad, con las enmiendas, condiciones, reservas y entendimientos introducidos por el Senado estadounidense, al dar su consejo y consentimiento a la ratificación de ese tratado. Ahora bien, entre los poderes que el Tratado de Neutralidad otorga a los Estados Unidos de América, a perpetuidad, se encuentran desgraciadamente los de manejar el Canal, los de realizar todo tipo de intervenciones en Panamá, los de ocupar militarmente todo el territorio de Panamá y los de ejercer las facultades que emanan de la soberanía sobre las áreas ocupadas, en los supuestos de que el Canal sea cerrado o sus operaciones interferidas, independientemente de que el cierre o de que las interferencias se produzcan por motivos internos o externos. De ahí que tengamos que concluir afirmando, muy a nuestro pesar, que en el Tratado de Neutralidad la soberanía e independencia de nuestro país ha quedado en entredicho, al igual que nuestra integridad territorial y nuestro derecho a ejercer jurisdicción sobre nuestro territorio y sobre todas las personas y cosas que en él se encuentran.

Esto que afirmamos tiene su explicación lógica. Y es que el objetivo principal que motivó la firma del Tratado de Neutralidad no fue realmente la neutralización del Canal, como supuestamente se dio a entender. El comercio y la seguridad de los Estados Unidos de América fueron los propósitos que en verdad inspiraron sus cláusulas. No por otra razón el Tratado de Neutralidad, con las reformas senatoriales, contiene disposiciones que ni siquiera las grandes potencias concibieron para la neutralización de ningún Canal ni en el siglo pasado ni a principios de éste y que exceden los propósitos de la neutralidad permanente.

El Tratado de Neutralidad no tiene realmente por finalidad la neutralización del Canal de Panamá, que falazmente se declara en sus Art. I y II, por cuanto contiene disposiciones que desvirtúan esa neutralización, tales como el Art. VI, la Enmienda dos y los Entendimientos uno y tres. Estas disposiciones, como ya hemos podido advertir, colocan a los Estados Unidos de América en una posición de privilegio con respecto a cualquier otro estado distinto a Panamá, al dar a las naves de guerra y naves auxiliares de los Estados Unidos de América derecho de transitar el Canal de modo expedito. El Tratado Mallarino-Bidlack, celebrado el 12 de diciembre de 1846 entre la Nueva Granada y los Estados Unidos, ha sido el único tratado en otorgar a los Estados Unidos derecho de vía o de tránsito a través de Istmo de Panamá en forma expedita. Un buen salto de ciento treinta años dimos, por lo tanto, con el Tratado de Neutralidad, pero hacia atrás.

Queda más que demostrado que el régimen que el Tratado de Neutralidad establece para la navegación no se aplica a los buques de todos los Estados en condiciones de entera igualdad, lo cual compromete y pone en peligro la neutralización del Canal de Panamá.

Otra prueba irrefutable de que el Tratado de Neutralidad tiene como verdadera finalidad y objetivo la protección del comercio de los E.E.U.U. es que, de acuerdo al Entendimiento Uno, cualquier ajuste en los peajes por el uso del Canal deberá dar plena consideración a los efectos de tal ajuste en los patrones de tráfico de los Estados Unidos, incluyendo el interés de los Estados Unidos en el mantenimiento de su flota nacional, el efecto de dicho ajuste en las diversas zonas geográficas de los Estados Unidos y el interés de los Estados Unidos en aumentar al máximo el comercio internacional. Es cierto que el Entendimiento uno, establece expresamente que la conside-ración de estos factores debe hacerse en forma compatible con el : régimen de neutralidad. Mas esta compatibilidad no es posible, por-que la sola existencia de los factores aludidos merma la neutralización del Canal de Panamá, pues, coloca a los Estados Unidos, vuelvo y repito, en una posición de privilegio con respecto a cualquier estado distinto de Panamá, que es el soberano territorial. Aparte de esto, recordemos que las reglas contenidas en el Art. lII, sección 1, podrían ser utilizadas por los Estados Unidos para injerirse en la forma como Panamá manejara el Canal, proveerá los servicios conexos para el tránsito a través del mismo y fijará, además de los peajes, otro derechos por servicios de tránsito y conexos.

El solo hecho de que el Tratado de Neutralidad confiera a las naves de guerra y naves auxiliares de los Estados Unidos de Amé-rica derecho de transitar el Canal de modo expedito, es suficiente para concluir que la seguridad de éste país fue asimismo uno de los factores que toma en consideración el tratado. Pero existen, además, otras circunstancias que fortalecen este criterio, a saber: La facultad de los Estados Unidos de defender el Canal contra cual-quier amenaza al régimen de neutralidad, sin que ocurra el llama-miento que en ese sentido debería hacerle Panamá según lo establece la Enmienda uno, la Reserva DeConcini y el Entendimiento dos; los derechos que da a los E.E.U.U. de manejar el Canal, de realizar todo tipo de intervenciones en Panamá, de ocupar militarmente todo el territorio de la República y de ejercer facultades que emanan de la soberanía sobre las áreas ocupadas, en las hipótesis de que el Canal sea cerrado o sus operaciones interferidas, bien por motivos internos, bien por motivos externos, de acuerdo a la Reserva DeConcini.

El hecho de que en el Tratado de Neutralidad no se haya incluido, como era elemental, una cláusula de arbitraje obligatorio o que reconozca la jurisdicción obligatoria de la Corte Internacional de Justicia, constituye un argumento adicional en favor de la tesis de que el comercio y la seguridad de los Estados Unidos de América o lo que es igual, de que los intereses vitales de los Estados Unidos de América fueron los motivos inspiradores de dicho tratado.

El régimen de neutralidad permanente contenido en el Tratado de Neutralidad, el cual no se aplica a perpetuidad tan sólo al actual Canal de esclusas, sino también a cualquier otra vía acuática internacional que se construya total o parcialmente en nuestro territorio (Art. 1), exige del pueblo Panameño el deber de seguir firme en su lucha por alcanzar nuestra completa y total soberanía. Objetivo principal de esta lucha tiene que ser la eliminación del Tratado de Neutralidad bien por la vía de la negociación, bien por la vía de su nulidad, ya que el Tratado de Neutralidad es en nuestra opinión, nulo, no sólo porque otorga a los Estados Unidos de América un supuesto «derecho» de agresión sino también porque impedirá a Panamá disponer libremente de su recurso natural más importante, al dar injerencia a los Estados Unidos en la forma como Panamá manejará el Canal, proveerá los servicios conexos para el tránsito a través del mismo y fijará los peajes y otros derechos por servicios de tránsito y conexos.

El objetivo de esa lucha que nos hemos permitido formular no significa, conviene aclarar, desacuerdo con la neutralización del Canal de Panamá en si. Nuestro desacuerdo se da con respecto al actual Tratado de Neutralidad, no con relación a la neutralización misma. Dedúcele de ahí que nuestro empeño deberá dirigirse al establecimiento de un régimen de neutralidad permanente que no vulnere nuestra soberanía, independencia, integridad territorial y jurisdicción ni que condicione el funcionamiento del Canal de Panamá a los intereses comerciales o de seguridad de ninguna potencia extranjera, por cuanto a lo menos a lo que podemos aspirar es a formar parte de la comunidad internacional con todos los derechos y deberes que el derecho internacional público otorga e impone a sus miembros, esto es, sin que nuestra condición estatal sea disminuida o pueda ser menoscabada, como ocurre en el Tratado de Neutralidad.

LECTURA N 3

Objetivo: Analizar el presente escrito con sentido crítico y objetivo. Seguidamente  Apoyado en la guía de análisis de documento asignado desarrolla tales actividades

        
PANAMÁ A LA ENTRADA DEL NUEVO MILENIO
Jorge Turner

Alexis Rodríguez


Con la aproximación del mundo a un nuevo siglo e inclusive a un nuevo milenio son inevitables las reflexiones generales sobre el destino de la humanidad, vista la dirección que ha tomado la economía del orbe y sus posibles rectificaciones.

El mundo de fin de milenio está signado por la injusticia social más profunda. Pareciera increíble, si no lo estuviéramos viviendo, que en él sólo 250 familias poseen más riqueza que 2.500 millones de seres. El clamor de rechazo a lo que acontece es tan grande que ya llegó a la atención de la Organización de las Naciones Unidas, los "tanques teóricos" del pensamiento neoliberal. Los desniveles sociales han promovido el repudio al sistema por parte de millones de personas de todas las naciones y de diversas ideologías y actividades, planteándonos una interrogante: ¿quiénes serán, más allá del proletariado, los sujetos sociales decisivos en los cambios que ocurrirán para asegurar nuevas conquistas de la civilización? Panamá no está ajeno a ese proceso. Pero de Panamá vale la pena ocuparse no únicamente por el viento que arrastra el tiempo, y que sopla en todas partes, y con el reflejo allí de las injusticias del "neoliberalismo-global" que uniforma los padecimientos de los pueblos atrasados.

Sin duda que esto habrá que estudiarlo, en un segundo trabajo, examinando las reformas negativas al Código del Trabajo, la privatización de las empresas públicas y el abandono de las políticas sociales hasta hacer del país una de las naciones latinoamericanas con la peor distribución del ingreso. Sin embargo, en este primer artículo abordaremos de preferencia, por fuerza, algo similar y específico que va a ocurrir en Panamá en el último día del siglo. Nuestro istmo está próximo a toparse con una coyuntura de cuya solución en ese momento y en los años que sigan inmediatamente dependerá -no hay ninguna exageración en el aserto- si la nación podrá, por fin, ser políticamente independiente o, al contrario, continuar ignominiosamente colonizada. La coyuntura consiste en que el 31 de diciembre de 1999, Panamá, de conformidad con los Tratados Torrijos-Carter, deberá entrar en posesión y en la plena administración de su Canal (que es conjunto con la preparación de la población, la llave para aprovechar económicamente su situación geográfica), y las fuerzas militares estadounidenses, enseñoreadas de la nación desde el siglo XIX, tendrán que ser sustituidas por efectivos armados nacionales, en el cuidado y la vigilancia de la vía interoceánica. No hay ninguna razón válida en Derecho Internacional para que no se cumpla con la transferencia canalera pactada, a pesar de que, con motivo de la invasión estadounidense de 1989, el Ejército panameño quedó disuelto, y en forma irresponsable se convino constitucionalmente que Panamá no tendría efectivos castrenses. ¿Cuál será entonces el núcleo militar encargado de la custodia del Canal en los próximos años? ¿Qué uso tendrás las áreas militares utilizadas por el Comando Sur?

Estas son apenas dos de las tantas interrogantes que el cumplimiento del pacto nos plantea. Pero antes de intentar un balance político acerca de la situación interna panameña hoy, en un momento crucial e histórico, iniciaremos estas reflexiones, para ubicar mejor el problema, con una síntesis de la secular frustración de Panamá por no haber logrado su independencia plena.


1. RESUMEN HISTÓRICO

Panamá es uno de los siete países latinoamericanos más intervenido militarmente por Estados Unidos a lo largo de su biografía. Nicaragua y Panamá, como eventuales vías para unir los océanos Pacífico y Atlántico, sufrieron especialmente humillaciones de larga "data" por las grandes potencias. En el caso panameño, una forma didáctica de resumir la presencia militar estadounidense, sus intereses y sus estrategias regionales, es revisar con atención la serie de Tratados suscritos entre Panamá y Estados Unidos. Porque, tal como señala el jurista Humberto Ricord, en su trabajo "Las bases militares extranjeras en Panamá deben quedar eliminadas en 1999", la presencia militar norteamericana en el istmo de Panamá tiene siglo y medio y se inició con Colombia, con el Tratado Mallarino-Bidlack, de 1846".

En ese entonces, Panamá y Colombia constituían una sola nación; y Colombia, mediante la firma del Tratado Mallarino-Bidlack, concedió a los Estados Unidos el derecho de tránsito a través del istmo de Panamá, lo que dio lugar a once actos intervencionistas durante la segunda mitad del siglo XIX. Esto fue poco antes de que se diera la concesión para que Estados Unidos construyera por el istmo un ferrocarril transísmico (1850-1855). Después la situación empeoró.

Con motivo de la separación de Panamá de Colombia, asegurada con la presencia de barcos de guerra estadounidenses en las costas panameñas, y resuelta la Guerra de los Mil Días, entre liberales y conservadores, con el fusilamiento del General Victoriano Lorenzo, se suscribió el Tratado Hay-Bunneau Varilla, 1903, que concedió a perpetuidad una extensa franja de tierra para construir un Canal con "capital norteamericano"; que dio el derecho a Estados Unidos a intervenir en Panamá; "cuando el orden público fuera turbado" y que permitió la configuración de una Zona del Canal, como un aberrante estado extranjero con jurisdicción propia, incluyendo a un gobernador y, con población civil y fuerzas policiales y militares estadounidenses establecidas de manera permanente.

A partir de aquí se inició la larga lucha por reformar el Convenio de 1903. Hubo distintas modificaciones. La más importante está consagrada en el Tratado Arias-Rooselvelt de 1935, que eliminó el derecho de intervención en un país ya intervenido en la Zona del Canal. Este amplio período está lleno de esforzadas gestas populares que sería largo enumerar. Pero, sobresale, entre otras, el enfrentamiento de la juventud panameña con los soldados extranjeros el 9, 10, 11 y 12 de enero de 1964 y que desembocó en la ruptura de relaciones entre los Estados Unidos y la República de Panamá. El acumulado de reivindicaciones nacionales indicadas durante la década del 20 es lo que provoca una crisis in situ del sistema de representación oligárquica en la segunda mitad de la década del 60; cuyo desenlace es el golpe militar de octubre de 1968.

Cuando Omar Torrijos llegó al poder en 1968, luego el derrocamiento del régimen de once días de Arnulfo Arias, pasada una etapa de violenta represión en la cual se liquidan las direcciones de las organizaciones gestadas en cuatro décadas, procuró nivelas su gobierno apelando a lo que él denominó "la religión del pueblo": el deseo fervoroso de abrogar el Tratado de 1903. Torrijos en esta etapa concentró sus esfuerzos en negociar un tratado canalero que permitiera la integridad territorial panameña apoyado en lo que consideraba, la unidad nacional, dando mandobles e imponiendo destierros a discrepantes de izquierda y de derecha. Las negociaciones fueron prolongas. Para lograr su proyecto, Torrijos buscó un amplio apoyo internacional y, en lo interno, planteó la unidad nacional.

Los Tratados del Canal, compuestos por el Tratado Torrijos-Carter y el Tratado de Neutralidad, se aprobaron en 1977. Lo sustancial del Tratado Torrijos-Carter es el pacto para desmontar el enclave colonial y la abolición de la perpetuidad de la concesión canalera, fijando el 31 de diciembre de 1999 como fecha en la que "Sólo la República de Panamá manejará el Canal y mantendrá fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional". Fue una gran hazaña, a pesar que, al lado de esto, Panamá se comprometió a examinar conjuntamente con los Estados Unidos la posibilidad, en el futuro, de construir un nuevo canal por el Istmo y aceptó que los Estados Unidos se reservará la facultad unilateral de intervenir en el país cuando considerara amenazada la seguridad de la vía interoceánica.

En su conjunto, el proceso torrijista fue un proceso populista sui-géneris, cuyo análisis soporta diversas interpretaciones, aún en estado de revisión por las ciencias sociales panameñas. En el aspecto económico, sin embargo, el torrijismo permitió entre otros el establecimiento de un centro financiero internacional, la ampliación de la Zona libre de Colón y facilitó la construcción de un oleoducto estadounidense; al mismo tiempo que peleó duramente porque se mejorara el precio del banano de exportación, concibió una modesta y tímida reforma agraria y estimuló la organización campesina mediante la concesión de tierras por terratenientes que serían compensados en otras áreas y rubros económicos. En lo social, introdujo modificaciones acertadas al Código del Trabajo, después de dos décadas de luchas obreras, para alentar la contratación colectiva.

Y en lo político creó un novedoso sistema de representación con 505 representantes de corregimientos. Pero, tras la aprobación de los convenios de 1977, inició su retirada a los cuarteles en la década del 80 y el régimen torrijista se dedicó a auxiliar a movimientos populares de liberación de otras partes, especialmente en América Central.

En la nueva etapa que se inició a partir de la firma de los tratados, antes del avionazo y de su muerte en 1981, Torrijos fundó en 1978 el Partido Revolucionario Democrático (PRD), estrechamente vinculado a los cuarteles, nacido bajo sus concesiones, como una organización pluricista. Este partido, doctrinariamente hablando, no es a la fecha el mismo que actuó en vida de Torrijos, ni siquiera es el mismo que perdió su hegemonía entre 1984 y 1989; y que luego la recuperó con Ernesto Pérez Baladrase, de 1994 a 1999, bajo la consigna "el pueblo al poder", después de haberse pasado por la infame invasión estadounidense de 1989. No obstante, en términos numéricos, el PRD ha tenido desde el principio, y sigue manteniendo, un importante peso electoral, que alcanza un espectro electoral entre el 25 y 35% de preferencias electorales.

Torrijos se preocupó por crear un partido político que diera continuidad a sus ideas, pero no profundizó en la necesidad, ni previó, ante la presión de que fuera objeto, de sentar bases firmes para crear un nuevo sistema de partidos, con mayor énfasis ideológico, y permitió que en su última época se recompusiera el viejo sistema de rejuego politiquero y de clientelismo oligárquico.

Ni Torrijos ni el torrijismo fueron capaces de prever un escenario futuro donde no existiese control del Estado, ni hegemonía socialdemócrata. En parte, sólo en parte, la crisis de los años noventa, caracterizada por el ajuste del discurso político y la recomposición de las fuerzas sociales que sostienen al PRD, tienen su origen en esa dicotomía en la que se debate, en tanto partido del Estado; en tanto expresión de formas organizativas de las capas medias. Esta contradicción en la cual se fundamenta la experiencia programática es lo que permite el ascendente consenso electoral del PRD y el desgaste casi completo de los proyectos y espacios de participación.

Durante el proceso torrijista hubo distintos presidentes de la República, en un corto período de tiempo, a todos los cuales habría que analizar en otro artículo, y que después de la muerte de Torrijos provocan la emergencia de disputas castrenses entre los miembros de la cúpular militar, que al final asumen distintas conductas políticas.


2. NORIEGA

La llegada a la jefatura de las fuerzas armadas de Rubén Darío Paredes torció el rumbo del torrijismo hasta que Manuel Antonio Noriega liquidó a aquél, en tanto opción de mediación pequeño burguesa y forma de organización de las aspiraciones de las capas medias materializadas en el Estado de Bienestar.

Noriega es un personaje interesante para la historia política de nuestras naciones. Con cierta sensibilidad social en sus orígenes humildes se abrió paso ambiciosamente, más tarde, como militar. Desde los cargos en la Guardia Nacional colaboró con la CIA e hizo espionaje y contraespionaje al mismo tiempo. El estudio de la personalidad de Noriega y sus actos poíticos exigen un balande a fondo, más allá de la simplicidad del juicio moral y las contradicciones en su gestión en la institución armada. Porque su vida estuvo llena de contradicciones, de aciertos y errores, de serenidad y de reconres manifiestos, pero a partir de la caída del Presidente Eric del Valle, asumió una bierta posición amparada en un discurso nacionalista de corte pequeño burgués, en medio de un desgaste enorme, disputándose con el nuevo Presidente, Manuel Solís Palma, espacios de poder, recibiendo apoyo de organizaciones populares y rechazo de otras, enfrentando deslealtades a su jefatura dentro de las fuerzas armadas y resistiendo propuestas de sus amigos del Departamento de Estado de Estados Unidos para que abandonara el poder. Se trata de un período complejo, como la historia del país, que merece, tal como lo hemos señalado, de un análisis más amplio y preciso.

No obstante, la situación se volvió sumamente difícil a partir de la anulación de las elecciones de mayo de 1989. Poco después ocurrió el bloqueo y la invasión estadounidense del 20 de diciembre de 1989, bajo el cínico lema de George Bush, de "just Cause", y el período afrentoso de Guillermo Endara, entre 1990 y 1994. Noriega, por su parte, considerado por los Estados Unidos como su único prisionero de guerra, purga sentencia de 40 años en Miami, a más de la condena en Panamá -en absentia-, por la muerte del doctor Hugo Spadafora. Según David Wamms, en entrevista publicada por el Diario El País de España, el 11 de octubre de 1998, Noriega, quien acaba de publicar un libro "Prisionero de Norteamérica (America's Prisoner), viste en prisión su uniforme de general panameño, y se dedica, para ocupar el tiempo, a estudiar libros de matemáticas y a leer los salmos. Siguen pendientes, sin embargo, los análisis en derecho y en política internacional de asuntos que involucran nuestra soberanía con motivo de la prisión en Estados Unidos de Noriega y, de manera más reciente, la extradición de Castrellón Henao.


3. ACONTECIMIENTOS RECIENTES EN EL PAÍS

Luego del período de Endara, del retiro gradual de las tropas estadounidenses, envuelto en forzosas conciliaciones y vaivenes, el PRD ganó los comicios en 1994, en la persona del economista Ernesto Pérez Balladares, con algo más del 30% del voto de los sufragantes; recuperando con ello el poder. Importante ha sido que, a lo largo del tiempo, y hasta la fecha, los Tratados Torrijos-Carter se hayan matenido vigentes y en pie. Aún cuando desapareció la institución armada que asumiría la vigilancia del complejo canalero podría señalarse que en la práctica el Canal parece no requerir de una fuerza militar para su custodia, sí del cumplimiento de su neutralidad y su neutralización por las autoridades gubernamentales.

La senda económica seguida por el gobierno de Pérez Balladares ha sido neoliberal. Ha tenido un gran preocupación por obtener inversiones extranjeras, pero se olvidó de las políticas sociales, introdujo reformas negativas al Código del Trabajo y privatizó empresas públicas. El 50% de los panameños viven actualmente por debajo de la línea de pobreza en un régimen en donde la banca mercantil ha sido la más beneficiada por la política económica. En el orden de lo que se refiere a los Tratados del Canal, para tranquilizar inquietudes, cuando ya se había consumado el compromiso de que Panamá no tendría ejército, Pérez Balladares se refirió a que se podría formar una especie de policía militar industrial que asumiera en 1999 el resguardo de la vía interoceánica. Después ha sobrevenido el silencio, no obstante que trata de una tarea que la Administración de Pérez Balladares debe enfrentar en lo que resta de su gestión. Asimismo, a las tierras revertidas a Panamá en virtud de los Tratados Torrijos-Cartes, se les asigna un destino elitista, sean los mismo universitarios o turísticos.

Durante la administración Pérez Balladares se concertaron negociaciones entre Panamá y Estados Unidos para implantar, en nuestro país, un Centro Multinacional Antidrogas (CMA). La noble idea de coordinar acciones para combatir el flagelo de las drogas se usó como pretexto para que las tropas estadounidenses, que deberán salir del país a fines de 1999, fueran reemplazadas por otras fuerzas militares con hegemonía estadounidense también de ocupación, arrebujadas bajo el disfraz de la lucha contra los estupefacientes. Las negociaciones fracasaron, habiendo ocurrido fuertes protestas nacionales encabezadas por el MONADESO, encomiables alegatos como el expuesto por el ex-presidente Jorge Illueca, y reservas diplomáticas mantenidas por países como México, Brasil y Colombia. Se trata sin lugar a dudas de la reorganización de los sectores democráticos, nacionalistas y populares, en medio de un complejo proceso de unidad en la práctica.

Afortunadamente, el 24 de septiembre de 1998, los diplomáticos de Panamá y los Estados Unidos dieron por clausuradas las negociaciones de "mutuo acuerdo", manifestando que lo ocurrido no alterará la transferencia del Canal el 31 de diciembre de 1999. La parte panameña adujo que las pláticas se trabaron principalmente cuando Estados Unidos solicitó que se les permitiera a sus soldados realizar otras misiones adicionales a la lucha antridogas. Resultó altamente sintomático que los partidos tradicionales de corte oligárquico con una práctica política tradicional y patrimonial, siempre tan críticos, hicieran tímidas declaraciones durante las conversaciones sobre el Centro, para no malquistarse con el Coloso del Norte, habiendo corrido toda la actividad de la censura a manos de la sociedad civil, en especial de las organizaciones democráticas y nacionalistas.

Antes de la cancelación de las pláticas, la Administración encabezada por el PRD, como partido hegemónico, había convocado, para el 30 de agosto de 1998, a un referéndum que decidiera sobre la modificación de la Constitución, permitiendo la reelección presidencial de Pérez Balladares. El pueblo panameño se pronunció por un estentóreo "no", en un 64%, mientras Pérez Balladares recibiía a su favor 34% de los votos. Se hicieron interesantes comentarios al respecto. Marcos A. Gandásegui (h) y Raul Leis formularon análisis de la coyuntura, tratando de prever los reflejos de estos resultados en las elecciones de mayo de 1999, señalando, entre otros argumentos, que la dirección del voto obedeció a que el continuismo era en sí mismo impopular y, sobre todo, que tuvo su origen indirecto en el empobrecimiento del pueblo, por la aplicación de las políticas neoliberales. Pero, cabe preguntarse, lo que es casi imposible responder con datos concretos y cuantificables, ¿cuántos votos se pronunciaron en contra de un gobierno que en el momento de realizarse el referéndum estaba comprometido con el establecimiento del Centro Antidrogas? No hay dudas, por otra parte, que el voto de los miembros del PRD no fue homogéneo, dados los reductos nacionalistas que aún militan en dicho partido; al mismo tiempo, parece vislumbrarse que esos resultados no tendrán incidencia directa en las elecciones de mayo de 1999. Ante todo porque en los comicios de agosto de 1998 hubo dos opciones, y en mayo del 99 habrá fatalmente varios candidatos presidenciales en virtud de las desmedidas e irracionales ambiciones de las fracciones de la oligarquía, en un clima en que el PRD se presenta como el partido más fuerte y los sectores populares no cuentan con ninguna expresión electoral programáticamente viable.


4. EL PROCESO ELECTORAL EN PUERTA Y LA FALTA DE HORIZONTES

Panamá, en el umbral del nuevo milenio, afronta una situación política compleja. En mayo de 1999 habrá elecciones presidenciales; en el mes de septiembre del mismo año tomará posesión el nuevo mandatario, y enseguida, cuatro meses después, el 31 de diciembre de 1999, sobrevendrá el cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter.

Y de inmediato la cancelación, en lo formal, de un conjunto de agendas. Tal es el caso de las Agendas Nacional, Democrática y Militar. A cada una de estas Agendas corresponde, en su momento, un planteamiento táctico desde los sectores populares, espacio en donde aún no existe una unidad de criterios sobre los espacios y formas de expresión a desarrollar en el Siglo XXI: el fracaso de Bambito y Coronado propone otra vez al movimiento popular, una concertación entre los de abajo, con los abajo para los de abajo.

El escenario emergente coloca a las organizaciones populares en el dilema de responder a los nuevos acontecimientos sin perder la capacidad de convocatoria; y manteniendo al mismo tiempo los espacios acumulados y de unidad en la práctica como Monadeso, una experiencia a finales del siglo XX que supone el inicio de toda una renovación del proyecto de unidad estratégica para enfrentar otros debates una vez se cancele, en un primero momento, el perfeccionamiento del Estado con la retirada de las tropas norteamericanas; porque su cancelación plena queda sujeta a las interpretaciones y las coyunturas en las cuales sea desarrollado el texto del Tratado de Neutralidad y las legislaciones que para tal efecto se desarrollen por parte de las autoridades nacionales y desde los sectores populares, ante la derrota de las capas medias y su proyecto de mediación entre capital y trabajo.

La cancelación formal de las Agendas se produce en diversas formas. La agenda Nacional se cancela en tanto el Estado panameño recupera su soberanía plena sobre la totalidad del territorio del país. La agenda Democrática, por el contrario, parece desvanecerse de manera solapada y en medio de la alternabilidad y la consolidación de las instituciones liberales neoclásicas como el Tribunal Electoral de un lado y el Defensor del Pueblo y el Ente Regulador, del otro. Estas figuras ajustan la democracia liberal al objetivo histórico de garantizar formas de control estatal y privado de la población, por vía indirecta. La agenda militar, por último, se diluye lentamente, en medio de la retirada del territorio nacional de las tropas estadounidense y los reajustes en la forma de control de la población en el país, planteadas mediante una silenciosa y estratégica reforma del Estado, impulsada por sectores políticos y económicos que buscan prolongar su incidencia en Instituciones Jurídicas y de Seguridad más allá de su mandato electoral. Lo que supone un complejo modelo de cogobierno que reemplaza a la partidocracia como espacio privilegiado de control político.

Sin embargo, lo que va a ocurrir en lo que falta de 1999 exige un amplio debate de altura sobre el momento que vivimos y que viviremos los años siguientes; exige la búsqueda de acuerdos conjuntos y patrióticos entre los aspirantes presidenciales, y exige particularmente la selección esmerada de los candidatos, hombres o mujeres, más comprometidos y más sensibles a la preocupación por el futuro de la nación. Pero, lo que hasta ahora se ha manifestado en el escenario electoral, en estos momentos es la traslación, ciega y provinciana, a pequeños asuntos estrictamente nacionales, siguiendo las propuestas de la Democracia Cristiana (DC), las puestas en escena de la política neoliberal del PRD, en las que se soslaya el tema del Canal. A lo cual habría que agregar que de las figuras presidenciales que se mencionan ninguna nos provoca entusiasmo, ni en sus propuestas sociales, ni nacionales.

El candidato que aparece con más posibilidades es Martín Torrijos, hijo del general Omar Torrijos, quien ganó las elecciones internas de su partido el PRD con un amplio margen de votos. Su candidatura surgió como un intento por mantener la cohesión interna de la organización frente a las elecciones venideras. Las dudas nos asaltan sobre su personalidad política y el contexto en que habrá de moverse.

Su partido no es programáticamente el mismo de su fundación; su definición todavía no es clara, tal como lo muestra la ambigua entrevista concedida al diario El País (España), el domingo 27 de diciembre de 1998, donde su discurso se debate entre la incertidumbre y la necesidad. Se muestra con ello la contradicción entre lo que fue el legado político de su padre y lo que es su propia formación personal, realizada en instituciones de educación secundaria y universitaria estadounidenses; que le permitieron entre 1988 y 1992, trabajar como gerente administrativo de la empresa "McDonald's Corporation", en la ciudad de Chicago, ¿Qué contradicciones íntimas podrá tener cuando por circunstancias diversas entren en pugna los intereses nacionales y los intereses estadounidenses en el siglo XXI?

De los candidatos de la oposición, Alberto Vallarino y Mireya Moscoso, no habría que ocuparse mucho. De momento se trata de personas acicateadas sólo por la ambición de llegar al poder, sin fervor nacional y sin antecedentes fragorosos en la lucha por una nación distinta, por un país distinto. El movimiento de "Papá Egoró", que en elecciones anteriores concitó ciertas esperanzas, por haber reunido en su regazo a jóvenes que trataban de airear la política bajo principios, hoy se encuentra debilitado y herido de muerte tanto por la ausencia de su principal dirigente, el cantautor Rubén Blades, absorbido en Norteamérica por sus compromisos artísticos, como por la forma de control, gestión y participación de ese colectivo en la vida política del país..

En el artículo "La cultura política en Panamá", Raúl Leis presenta algunas conclusiones derivadas de la encuesta realizada por "Latinbarómetro" en 1996, que merecen ser destacadas por sus implicaciones en el futuro inmediato del país y sus espacios organizativos. Porque a juicio de Leis, siguiendo los datos proporcionados por las encuestas, existe entre la población de hoy un amplio espíritu de solidaridad con los más necesitados y un acentuado orgullo por ser panameño y, al mismo tiempo, es mayoritaria la desconfianza popular hacia los partidos políticos, en consecuencia, deberían (repetimos, deberían) reservar dentro de su seno espacios de postulación a representantes destacados de organizaciones civiles, sin pretender arrojarse a la representación nacional, a más de facilitar reformas legales para hacer viables las candidaturas independientes.

Pero lo más importante es que debieran darse acuerdos básicos entre ellos para gestar una política de Estado, con una misma manera de afrontar colectivamente algunos de los problemas fundamentales que nos esperan desde antes de llegar al cruce del nuevo siglo.


5. LOS RETOS A AFRONTAR

La tarea que nos espera en el corto plazo es cuantiosa y por ello diversa. Tenemos que prepararnos, poco después de realizadas las elecciones presidenciales, para enfrentarnos a la coyuntura del 31 de diciembre de 1999, sabiendo que Estados Unidos no desea irse de Panamá y que presentará algunos peros de última hora.

También debemos ser conscientes que el comercio marítimo mundial va a seguir avanzando en el siglo XXI y desde ahora debemos planificar y decidir, antes que el actual Canal se haga obsoleto ante la creciente demanda. Tal como previsoriamente señala Marco A. Gandásegui (h) en ¿Qué planes tiene Panamá para el futuro del Canal?", sobre si haremos, con el financiamiento adecuado, una más grande construcción de esclusas, de alto nivel, con mayor capacidad, o bien, de plano, si emprenderemos la forja de un canal a nivel del mar, con capacidad ilimitada.

Es necesario asimismo que en las tierras que han revertido y revertirán a la jurisdicción panameña sean destinadas al uso económico más racional y acorde con las necesidades del país y no de los intereses de grupos políticos en abierta pugna económica, pues lo que se ha llamado la utilización de la posición geográfica del país empieza por utilizar adecuadamente el vehículo del Canal y las tierras adyacentes al mismo, que hoy alcanzan precios exhorbitantes, al mismo tiempo que se prepara la población para los retos del siglo de las comunicaciones.

La premisa para orientar el desarrollo económico de Panamá y unificar criterios debe ser, como ya se ha dicho reiteradamente, que el uso civil de las áreas adyacentes a la vía interoceánica es más productivo para el país que la concepción de un uso militar extranjero. Juan Jované, en "Cinco tesis sobre las bases militares norteamericanas en Panamá", coincide con esta posición señalando que "la idea del desarrollo nacional basada en el triángulo mano de obra-maquiladoras-bases militares, además de comprometer nuestra sobernía, no pasaría de ofrecer una perspectiva mediocre para la población panameña". Y puntualiza: "las bases militares representaron en 1993 apenas el 0,64% de la ocupación nacional".

En buen romance, somos de opinión que el proyecto de abrazar por los panameños y sus gobiernos debe estar sustentado, por razones políticas, en la soberanía e independencia, y por razones políticas y también económicas, en una concepción opuesta a la permanencia de bases militares estadounidenses, sean cual fuere la forma de encubrirlas. Reiteramos, en el horizonte inmediato, la necesidad de una solución patriótica de los asuntos relaciones con el Canal y deseamos el desarrollo económico del país, pero junto con esto deseamos apasionadamente un reparto equitativo de la riqueza nacional. Ojalá pudiera atemperarse aquí lo que ocurre en el mundo, en donde la desesperación por el aumento de la tasa de ganancia del capital financiero, a pesar del desarrollo tecnológico, paradójicamente nos está retrotrayendo socialmente al siglo XIX en el cual, además del aumento del desempleo, a legiones de trabajadores en activo se les niegan conquistas históricas, imponiéndoles jornadas de diez a doce horas diarias y suprimiéndoles las compensaciones económicas, entre ellas el aguinaldo, las vacaciones y la indemnización por despido injustificado. Lo que supone, según Carmen Miró, en su artículo "Panamá en el umbral del siglo XXI", la urgente revisión de nuestras estructuras económicas, sociales y políticas, sin olvidar la necesaria articulación campo-ciudad apoyada en una reforma agraria. Como puntos de partida para la configuración de una verdadera democracia en la que se desenvuelvan libremente, en espacios adecuados, la sociedad civil y los trabajadores, sin pretender corporativizarlos.

Nuestros criterios relacionados sobre el futuro de la patria no son ingenuos. Sabemos de antemano que tropezamos con la incomprensión estadounidense, con los intereses prevalecientes de banqueros, grandes comerciantes y latifundistas nacionales vinculados a los Estados Unidos, y con sectores medios y populares confundidos por el ambiente de frivolidad economicista y la desinformación; sin mencionar el carente estado de formación ideológica para enfrentar las nuevas tareas, los nuevos retos del siglo XXI. De cualquier manera expresamos nuestros críticos puntos de vista, y lo seguiremos haciendo en próximos artículos, independientemente de lo que ocurra en el corto plazo: con una mirada abarcadora sobre el acontecer en el impredecible mundo de hoy, y deteniéndonos en Panamá, igualmente tierra de impredecibles acontecimientos, para fijar posturas y proponer derroteros.


LECTURA N 4

Las dos caras de los Tratados de Libre comercio

 LIBRE COMERCIO

El libre comercio no es tan libre después de todo dado que, por ejemplo, el 90% de la producción agrícola a nivel mundial la controlan hoy cinco mega-carteles. El propósito de las "tecnologías adecuadas" no es ayudar a la gente en los países en desarrollo sino más bien perpetuar deliberadamente el subdesarrollo de esos países. Y bajo la rúbrica(lema) de "desarrollo sustentable" quieren que se vuelva permanente la prolongación de esa injusticia.

El libre comercio es obsoleto

Pero así como el nuevo Presidente de Rusia Medvedev estaba correcto cuando anunció en su primera visita a Berlín, que la OTAN y su expansión hacia el este se había vuelto obsoleta, lo mismo se aplica a la OMC y toda la doctrina librecambista imperial británica. Rusia, China e India junto con un número creciente de naciones en desarrollo, están llegando a sus propias conclusiones ante el fracaso de la globalización. Lo más importante ahora, es una discusión abierta a nivel mundial sobre cual es una verdadera política industrial, una que sea capaz de conquistar el hambre y la pobreza a nivel mundial en el largo plazo. Esta tiene que incluir la ayuda que prometió Japón de una nueva Revolución Verde en África, así como también el plan del presidente de Senegal Wade de construir una "gran muralla verde" desde Dakar hasta Djibouti, es decir, de la costa Atlántica al golfo de Adén, atravesando un área que consiste básicamente de desierto -un corredor boscoso y por lo tanto un nuevo "pulmón verde" para el continente africano.

En los próximos meses, la crisis financiera mundial va a empeorar de manera dramática, con todos los efectos secundarios predecibles. El tema de la agenda que no quiso abordar la conferencia de la FAO en Roma, tiene que discutirse ahora en otros lugares, en otros foros. Para cuando se reúna en septiembre la Asamblea General de la ONU, cuando mucho, el tema de un nuevo Orden Económico Mundial Justo, un Nuevo Sistema de Bretton Woods, y un nuevo "Nuevo Trato" para la economía mundial, tiene que estar en la agenda. Ya es hora de que pongamos el orden económico y político de nuestro planeta en armonía con el orden del Creador, las leyes del universo físico y la dignidad del hombre como corona de esa creación.

Los tratados de libre comercio representan otra institución a través de la cual se concretan hoy los propósitos del proyecto político económico neoliberal. Con ellos se busca crear un orden jurídico económico supranacional, una especie de constitución política del mercado total, que haga irreversible los procesos de reforma económica neoliberal de los últimos lustros.

Por otro lado vemos que en igual sentido, se promovieron convenios bilaterales o subregionales de libre comercio, en el marco de lo que ha dado en caracterizarse como el “regionalismo abierto”, esto es, la conjunción de medidas de apertura económica como políticas de integración.

Para Saskia Sassen “la mundialización económica no consiste solamente en superar las fronteras geográficas, tal y como pretenden las medidas de inversión y de comercio internacional; debe también transferir ciertas funciones ejercidas por la gobernancia pública nacional hacia arenas transnacionales privadas, y desarrollar, en el seno de los Estados-nación, los mecanismos propios para garantizar los derechos del capital mundial mediante actos legislativos, judiciales, circulares administrativas, etc., ya que los territorios existen hoy bajo el control exclusivo de sus estados, incluso si están en vías de desnacionalizar numerosos órdenes internacionales altamente especializados.

En este contexto deben valorarse los procesos de negociación de tratados de libre comercio (TLC). Con dichos tratados no se está simplemente frente al cierre del ciclo de reformas neoliberales, impulsadas por el Consenso de Washington. Los TLC representan más bien una de las expresiones institucionalizadas, en la forma de ordenamiento positivo, de las nuevas configuraciones del sistema de poder transnacional.  Desde los años noventa se constata “una institucionalización considerable de “derechos” para las empresas no nacionales,  para las transacciones fronterizas y para las organizaciones supranacionales. Esto pone a los Estados-nación en la obligación de sumarse al proceso de mundialización. El consenso naciente, a menudo impuesto, en el interior de la comunidad de los Estados-nación acerca de perseguir la mundialización, ha creado a quienes participan en él, obligaciones particulares. De hecho, el Estado sigue siendo, en última instancia, el garante de los “derechos” del capital mundial, es decir el protector de contratos y de derechos de propiedad”.

Los TLC y el orden capitalista (neoliberal)

Aunque los TLC, desde el punto de vista jurídico-formal, se hacen aparecer como un proceso de negociación entre estados, en sentido estricto representan más bien, negociaciones entre estados y empresas, en general, y sobre todo empresas multinacionales, en particular. Los TLC son expresivos de un proyecto de construcción de un orden capitalista privado, que regula relaciones entre empresas capitalistas privadas, en especial, multinacionales, pero revestido con la forma estatal de la regulación y dotado con los mecanismos de protección que puede proveer el Estado. En su análisis sobre las nuevas configuraciones del poder transnacional, Sassen formula este planteamiento, muy adecuado para la compresión tanto del proceso de los TLC como de la función del Estado en dicho proceso: “las empresas que operan a escala transnacional quieren que las funciones aseguradas tradicionalmente por el Estado, sobre todo la garantía de los derechos de propiedad y los contratos, continúen siéndolo. Creen que el Estado posee, en este dominio, una capacidad técnica y administrativa no reemplazable, de momento, por ninguna otra institución; más aún: esta capacidad se sostiene por el poder militar, por un poder mundial, en el caso de ciertos estados. Esta garantía de los derechos del capital la aporta un cierto tipo de Estado, una cierta concepción de los derechos del capital, un cierto tipo de régimen legal internacional (...). Los Estados Unidos, poder hegemónico de este período, han conducido (y casi obligado) a los otros estados a adoptar esas obligaciones frente al capital mundial.

El orden (sistema de poder) transnacional posee, como uno de sus pilares fundamentales, el poder político, económico y militar del Estado de Estados Unidos. Dicho poder, que se ha erigido como un verdadero poder imperial, se reproduce en un ambiente de constante disputa por el control y el dominio hegemónico del espacio político, económico y social, con otros poderes constituidos dentro de un proceso que bien puede definirse como de “transnacionalización regionalizada”. Con ello se pone de manifiesto que un proyecto político de construcción de un nuevo orden transnacional, que responde a la lógica capitalista en general, no descarta la presencia de intereses capitalistas particulares o específicos, estructurados en una determinada dimensión del espacio. La Unión Europea es una clara expresión de ello; también los intentos de estructurar un centro de poder en Asia. Por ello, la noción de TLC no se circunscribe exclusivamente a negociaciones con Estados Unidos.

La constitución de un nuevo orden transnacional supone igualmente el dominio regional, el control hegemónico sobre el espacio territorial y las relaciones de producción que allí se constituyen y reproducen. Dicho dominio deviene en reafirmación de un proyecto político imperial determinado y en plataforma de proyección de intereses capitalistas específicos.

En ese contexto, los TLC deben ser comprendidos con una doble connotación. Por una parte, son la expresión muy elaborada de un proyecto político capitalista general, que se ha definido en este trabajo como la constitución política del mercado total. Por la otra, son al mismo tiempo la manifestación de unos intereses capitalistas específicos de Estados Unidos, dentro de su proyecto político de consolidación de su poder imperial. En la perspectiva de las clases dominantes de América Latina y el Caribe podría hacerse una lectura análoga. La coincidencia con el contenido capitalista general de los TLC no descarta la expresión y el trámite de intereses capitalistas particulares, como en efecto ocurre.

Los TLC como nueva constitución política del mercado

La noción de constitución política del mercado total  se refiere al hecho de que los TLC contienen lo que pudiera definirse como la normatividad fundamental de un orden capitalista de mercado. Dicho orden descansa sobre dos presupuestos básicos de la organización económica capitalista: la protección a los derechos de propiedad privada y la garantía plena a la “libertad económica”, entendida ésta, por una parte, en su doble connotación: como “libertad de empresa” y como “libre competencia”. Por la otra, en cuanto se trata de una construcción ideológica sobre supuestos ético-políticos del funcionamiento de la economía capitalista. El “mercado total” considera el hecho de que las regulaciones de los TLC pretenden un copamiento completo de la actividad económica y social,  justamente con fundamento en la pretendida “libertad económica”.

La constitución política del mercado total da cuenta de un ordenamiento que trasciende el derecho nacional-estatal o lo obliga a acondicionarse hacia un ordenamiento de carácter esencialmente supranacional. Este ordenamiento no sólo hace inocuo (inerte) el derecho nacional, sino todo procedimiento nuevo de construcción de derecho en ese ámbito; en el mejor de los casos, lo sitúa en un nivel reglamentación de la norma general. De esa forma, los TLC encarnan un proyecto profundamente antidemocrático y autoritario, no sólo por los rasgos de su proceso de formación; ante todo, porque cierra toda posibilidad –en el marco de la institucionalidad- para eventuales reformas o transformaciones sustanciales de la regulación económica. Como los contenidos del acuerdo serán ley para las partes, es decir, los estados firmantes, y éstos reconocen la normatividad de los TLC como norma superior, cualquier desarrollo legislativo del orden nacional-estatal que se relacione con la materia del acuerdo, debe hacerse en consonancia con la normatividad comprendida en él. De esa forma es cuando menos evidente que la ya precaria función legislativa de los congresos o parlamentos de los estados latinoamericanos sufrirá un golpe certero. Con razón se ha señalado que con los TLC se pretenden hacer irreversibles las reformas estructurales de tipo neoliberal, al menos desde el punto de vista jurídico-formal. Una eventual reforma de la normatividad de los TLC requeriría un camino tortuoso, similar al de los procedimientos constitucionales de reforma y, desde luego, la existencia de un balance distinto de poder, desfavorable –a lo largo del continente- a la política y la ideología del neoliberalismo.

Por otra parte, la producción de normatividad relativa a los desarrollos específicos de los TLC quedaría en manos de los “expertos” que conforman las llamadas instancias técnicas de eso acuerdos. En ese sentido, los TLC reproducen a escala supranacional el esquema de gobierno de la economía impuesto por las tecnocracias neoliberales en el ámbito nacional-estatal y culminan el largo proceso de cesión (y extinción) de la soberanía estatal. El derecho de la soberanía deviene en el exclusivo derecho del capital, que fluye ahora “libremente”, en sus diversas formas, como capital productivo, como capital mercancía, como capital dinero. Tal derecho se constituye en uno de los pilares del nuevo orden (sistema de poder) transnacional, pues además de “juridizar” el proceso económico y los intereses del capital, los reviste, como corolario de ello, de legalidad. Tal derecho es esencialmente un derecho privado, un derecho de las empresas transnacionales, aunque en su apariencia pareciera revelarse como otra institución del viejo derecho público internacional (interestatal). Por ello resulta ingenuo considerar los TLC como proyectos de “integración económica”.

Los TLC son complementarios de otros ordenamientos de la misma naturaleza, con los que se completa la compleja red normativa de dominio capitalista a escala hemisférica y mundial. Los TLC son expresivos de una cierta especialización del derecho económico de la nueva fase capitalista. Su materia no comprende los flujos del capital dinero (aunque si algunas de sus formas, los llamados “servicios financieros”) o el ámbito de la política macroeconómica. En el primer caso, los Estados han legislado para desregular, especialmente con las reformas a los regímenes de banca central (la eliminación del control de cambios, incluida) y las reformas financieras que han activado al máximo los dispositivos especulativos del capitalismo. En el segundo, por vía de la legislación del Fondo Monetario Internacional en el marco de sus “programas de ajuste” se impone una tendencia a la homogenización de la política económica como política de estabilización macroeconómica (control de la inflación, estabilidad de los tipos de cambio).    

Los TLC como “derecho del capital” no incorporan en absoluto aspectos que pudieren afectar su tasa de ganancia. Por eso, se trata de una constitución política del mercado en la que no hay lugar a la inclusión de normas de laborales, sociales o ambientales. Estas podrían considerarse como interferencias innecesarias al libre funcionamiento del mercado, que alterarían, por tanto, su capacidad para asignar “eficientemente” los recursos.  Por otro lado, tampoco incorpora el derecho a la libre movilización, pues al tiempo que se liberan las fronteras para el flujo del capital en sus diversas modalidades, se mantienen y se refuerzan las restricciones de ingreso, especialmente a Estados Unidos. Ahí fenece el concepto de “libertad económica”. La libre movilización sólo está prevista para las “personas de negocios”. Los desplazamientos de población y las migraciones internas, así como los efectos políticos, económicos, sociales y culturales que ellas producen, serán otras de las tareas “locales” a enfrentar por el Estado. La inexistencia del derecho a la libre movilización se constituye en un factor de garantía para invertir en un contexto de condiciones laborales precarias y de bajo costo de la fuerza de trabajo. 

Finalmente, debe decirse que aquí se ha examinado un proyecto capitalista en pleno proceso de implantación, no culminado en todo caso. Si se logra concretar de acuerdo con los diseños aquí analizados, eso aún está por verse. Sus condiciones de posibilidad se encuentran también en función de la resistencia, del movimiento, del contrapoder, que se puedan desplegar por los pueblos de América Latina y el Caribe y los trabajadores de América del Norte. Tal resistencia, no sometida a estudio en este escrito, se inscribe dentro de la nueva acción política que viene provocando la configuración del nuevo orden (sistema) de poder transnacional. La perspectiva se propone entonces en términos de una supranacionalización del orden jurídico económico neoliberal, que aquí se ha caracterizado como la constitución política del mercado total.

Los gobiernos  han iniciado la negociación de un TLC con Estados Unidos. El bloque dominante de poder tiene allí fincadas buena parte de sus aspiraciones económicas; no importa que ello implique la destrucción de valor (o la cesión de nuevos escenarios de la producción), de puestos de trabajo o la mayor precarización del empleo. Intereses capitalistas particulares son vendidos a la opinión pública como “el interés nacional”. Empero, el TLC, junto con el plan de ajuste del FMI  y la política de seguridad democrática se revelan como piezas de un mismo rompecabezas: la consolidación de un régimen político burocrático autoritario, brazo extendido de los intereses imperiales de Estados Unidos en América Latina; pretensión de bloqueo a proyectos alternativos y revolucionarios en la región.

LECTURA 5

NUEVO ORDEN MUNDIAL, GLOBALIZACIÓN, HEGEMONÍA GRINGA Y LOS EFECTOS PERVERSOS DE TODO ESTO
by jose
Wednesday


Presentamos a continuación otra interesante lectura que exige concentración, interés y capacidad de análisis para lograr resultados significativos. Tal como Usted esta acostumbrado.

Noam Chomsky es una de las mejores referencias para entender y criticar radicalmente la sociedad en que nos ha tocado vivir y por supuesto los efectos perversos del nuevo orden mundial, la llamada globalización y la terrible hegemonía gringa (en la que destacan sobremanera sus trabajos sobre la política exterior norteamericana)

 
En esta ocasión nos vamos a referir al complejo y perverso mundo de la globalización:

¿Quién habla hoy de Nuevo Orden Mundial? La globalización como término, concepto o categoría, se ha impuesto en la explicación y justificación de políticas públicas y ha llegado a ubicarse como parte del lenguaje común, como tópico y tema de conversación y como el argumento final y más contundente que puede explicar casi todo: no únicamente el comportamiento de lo económico, lo político e incluso lo cultural, también la toma de decisiones que en esos ámbitos ocurren.

El uso cada vez más recurrente de esa palabra no parece corresponderse con la certeza de saber de qué estamos hablando cuando hablamos de globalización.

Siempre se han buscado expresiones diferentes para nombrar el comportamiento cíclico de un sistema con vocación de expansión mundial del capital. La globalización puede ser entendida como la etapa contemporánea de desarrollo del capitalismo y del proceso de establecimiento del modo de producción específicamente capitalista a lo largo y ancho del globo, y el desplazamiento y subordinación de otras formas de producción.

Así, el Nuevo Orden Mundial es tan viejo como el capitalismo y la globalización no deja de ser otra palabra para explicar lo mismo y los mismos efectos perversos que produce este sistema que demuestra a diario su incapacidad para resolver los problemas derivados de la convivencia y el bienestar de la humanidad.

El siglo XX ha sido un espacio histórico de sucesión de crisis y de recomposiciones o reestructuraciones del capitalismo. En nada se justifica una modificación estructural del capitalismo, algo así como una nueva etapa. El capitalismo es global (mundial) desde su origen y desde sus inicios estuvo asociado al colonialismo y al saqueo de las colonias. Desde el siglo XIX, el imperialismo y el intercambio desigual son características básicas del capitalismo mundial. El estado actual del capitalismo se ubica en un largo trayecto de dominación, acumulación, explotación y apropiación del mundo.

Globalización es el nuevo nombre del imperialismo. Es uno de los disfraces de la tentativa del imperio norteamericano y sus competidores de dominar al conjunto del mundo para poder explotar desenfrenadamente sus riquezas naturales, su fuerza de trabajo y sus mercados y encontrar un campo rentable y seguro para sus capitales especulativos.

Estas fueron las palabras del economista norteamericano John K. Galbraith, ex asesor de los presidentes Roosevelt y Kennedy: “Globalización es un término que nosotros, los americanos, inventamos para disimular nuestra política de avance económico en otros países y para tornar respetables los movimientos especulativos del capital". En esa concepción fue secundado por el ex secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger: "lo que se llama globalización es en verdad otro nombre de la posición dominante de los Estados Unidos":

La economía del imperio está inmersa en una crisis estructural desde los años 70 y han sido en vano todas sus tentativas de levantarse. Lo que pasó a llamarse globalización es un nuevo intento de evitar su fundición. Era necesario encontrar un término que, en la incertidumbre del nuevo orden internacional aireado en 1991 por Bush padre, permitiese arrinconar la imagen negativa que, pese a tantos esfuerzos, seguía y sigue arrastrando el capitalismo.

La globalización es la estrategia del imperialismo en su fase de decadencia. La paralización de la economía norteamericana y del conjunto de las economías atadas a la dinámica imperialista, revela que no resolvió nada la explotación salvaje que sus transnacionales vienen realizando sobre el conjunto del mundo. En la tentativa de imponer su dominio mundial, el imperio norteamericano usa su fuerza política, económica y militar, no sólo con sus propios instrumentos de poder como el Tesoro, el Pentágono y sus bancos y empresas nacionales, también a través de instrumentos internacionales que controla como el FMI, el BM o la OMC. Esas organizaciones internacionales en verdad sólo funcionan en la medida en que sirven a la estrategia del imperio.

Es por ello que en una conversación reciente se le preguntó a Chomsky "¿Cuáles son los motivos de la presión de los EE.UU. en favor de un desarrollo sostenible en el mundo en desarrollo?" y su respuesta fue: “Es la primera vez que escucho eso ¿Favorecen los EE.UU. el desarrollo sostenible? En tanto yo sé, los EE.UU. favorecen un subdesarrollo insostenible”.

Y parece que resueltas las primeras aclaraciones, seguimos

Creo que me voy a ahorrar las principales características de la actual etapa del capitalismo que Marcos Kaplan resume de esta manera:

“Un orden internacional de alta concentración de poder a escala mundial: la tercera revolución industrial y científico tecnológica, la trasnacionalización, una nueva división mundial del trabajo y un proyecto político de globalización que se corresponde en lo interno con un nuevo modelo de crecimiento neocapitalista. Fuerzas y procesos abarcan la mayor parte del planeta u operan mundialmente. Se multiplican los nexos e interacciones entre Estados y sociedades, y de acontecimientos, decisiones y actividades en una parte del mundo con consecuencias muy significativas para individuos y comunidades en distantes espacios del planeta. Se avanza hacia la unificación de la población mundial.

Corporaciones trasnacionales adquieren primacía mundial planetaria y mundializan sus estrategias y políticas. La economía de mercado se extiende hacia un solo sistema económico mundial. Se liberan los flujos financieros y movimientos de capital. Surgen y avanzan un capitalismo financiero internacional y especulativo, y un mercado financiero mundial tecnológicamente integrado. Una división mundial del trabajo científico acentúa la desigualdad en el intercambio y la brecha diferencial entre potencias, países desarrollados y en desarrollo. No se liberan los movimientos internacionales de mano de obra y de migrantes. Un sistema mundial de información y comunicaciones (telemática) se vuelve factor fundamental de transformación y supervivencia; el mundo se cubre de redes que tratan en tiempo real las transacciones comerciales y financieras entre diferentes puntos del planeta.

Por otra parte, se multiplican las organizaciones e instituciones mundiales: económico financieras, políticas, estratégico militares. La cultura tiende a globalizarse. Avanza una conciencia universalizante, vehiculada por organizaciones e instituciones trasnacionales en ideología y práctica. Se extiende el concepto de derechos humanos, los movimientos de ciudadanos planetarios, las demandas de justicia penal internacional para delitos contra la humanidad. Apunta la necesidad de regulación y gobernabilidad globales. Una conjunción de factores y procesos restrictivos comienza a poner en tela de juicio la existencia y soberanía del Estado nacional.

Mercados y corporaciones, organismos internacionales y Estados de potencias y países desarrollados serían las principales agencias condicionantes o determinantes de la organización y el funcionamiento de la economía, de la sociedad y del sistema político de las naciones. Desde ya se afirma la necesidad y conveniencia, la fatalidad e irreversibilidad del eclipse, el debilitamiento o la extinción de todo lo que es nacional.

La libre movilidad del comercio y los capitales aumentaría los flujos de recursos a los países del Tercer Mundo. Se requeriría de ellos el cumplimiento de requisitos para su plena integración en la globalización y para el logro de un tipo dado de un crecimiento neocapitalista periférico, insuficiente y desigual, centrado en la prioridad a las exportaciones y al financiamiento externo, con ignorancia y desdén de las necesidades humanas y sociales de las mayorías.

El propio avance de las fuerzas y procesos de trasnacionalización y mundialización desgasta o destruye actores y tejidos sociales, bases socioculturales y políticas, que son necesarias para la misma existencia de la eventual globalización y para su reproducción ampliada y su triunfo definitivo. Ello converge en la crisis del sistema económico financiero mundial, del sistema político interestatal y del modelo de crecimiento neocapitalista tardío o periférico que se ha intentado e intenta aplicar en las últimas décadas. La globalización en sentido estricto es un escenario posible, pero no probable.”

¿Y cuáles son los efectos perversos de todo ello? Noam Chomsky avisa que el actual proceso de globalización profundiza la diferencia entre una minoría muy rica y una inmensa mayoría de desposeídos. También advierte que será necesario usar la violencia para controlar las masas excluidas y así como en el pasado fueron creadas las fuerzas armadas para defender los intereses económicos la militarización llegará a la última frontera, o sea, al espacio sideral. “O tenemos un mundo sin guerras o no habrá más mundo”. Los seres humanos poseen medios de destruirse y las grandes potencias llegaron muy cerca de ello en los últimos 50 años. Según el lingüista, los seres humanos constituyen una especie en peligro y, considerando la naturaleza de sus instituciones, probablemente se destruirán a sí mismos dentro de un plazo relativamente corto.

El capitalismo y sus derivados fomentan pues un desarrollo insostenible del planeta que lleva progresivamente a la destrucción medioambiental y a la aniquilación de gran parte de la humanidad por enfermedades, hambre y guerras. La globalización neoliberal ha provocado dos grandes fracturas. Una que afecta al planeta, que está rompiendo el equilibrio de nuestra relación con el medio ambiente. Otra que afecta a la humanidad, que divide a las personas por su lugar de nacimiento, su origen, su condición económica o sus ideas.

El Informe sobre el Desarrollo Humano de 1996 del Programa de la ONU para el Desarrollo reconoce que más de cien países no se benefician del sistema económico mundial, que los auténticos beneficiarios son sólo diez países. El informe define cinco modelos negativos de crecimiento económico: sin empleo, despiadado (que genera exclusión social), sin voz (sin democracia política), sin raíces (que arrasa las estructuras autóctonas) y sin futuro (depredador de los recursos naturales). La FAO cifra en 800 millones el número de personas que pasan hambre, la cuarta parte son niños menores de cinco años.

Si bien cada lugar tiene sus características diferenciadas, los efectos perversos del capitalismo se repiten en gran parte del planeta en casi todos los ámbitos de la vida humana. Si hay zonas en las que no se ha implantado el sistema capitalista es por la heroica resistencia de determinadas comunidades o porque hasta allá todavía no ha llegado nadie. Así, en todos los estados del mundo se sufren los efectos del capitalismo (directa o indirectamente) aunque expresados de formas diversas pero siempre siguiendo una misma tendencia.

El problema de la falta de trabajo es un asunto no resuelto por el capitalismo porque ya le va bien así. En un mundo donde los recursos naturales y la tecnología solucionarían las necesidades básicas de toda la población: el trabajo asalariado y la educación son formas de control social y el paro lo es de represión laboral; el hambre, la guerra y las enfermedades son formas de control demográfico. Todos los resortes del sistema son instrumentos coercitivos e ideológicos para asegurar la dominación de una mayoría por una minoría y legitimar la subordinación del primer grupo a unas dinámicas económicas que favorecen al segundo.

Así, las carencias y dificultades de cada subsistema (conocimiento, natural, económico, social y político) son espejos macabros que en cada lugar deforman la realidad y nos explican unos problemas que el sistema capitalista no va a solucionar. Y si no lo va a solucionar no es por su incapacidad sino porque le interesa y le favorece. Es entonces que se plantea la disyuntiva de reformar el sistema desde dentro y humanizar el capitalismo reduciendo sus efectos perversos o se le da la vuelta al sistema desde fuera para organizar nuestras vidas atendiendo a otros intereses y expectativas.

Las instituciones económicas del imperio y sus tratados (OMC, BM, FMI, NAFTA, ALCA, ... y las que vengan) son usadas para imponer a los países de la periferia los programas llamados "neoliberales", que procuran someter sus economías a la política "globalizadora", esto es, expoliadora del imperio. Fue así que derrumbaron la protección de sus economías a fin de permitir la invasión de la producción extranjera, forzaron la entrega de sus empresas estratégicas (principalmente las de minería, petróleo, energía y telecomunicaciones) para grupos extranjeros, quebraron sus derechos laborales con vistas a abaratar el costo de la fuerza de trabajo y así aumentar los lucros y la "competitividad" de las transnacionales, promovieron la desregulación financiera a fin de favorecer la libre circulación de los capitales especulativos.

Y lo peor es que la irracionalidad sigue hoy en día con tentativas como el ALCA o el Plan Puebla Panamá. Para James Petras, “el ALCA es el engendro lógico del progreso de la doctrina neoliberal impuesta por los factores de política de EE.UU. y sus clientes latinoamericanos desde mediados de los años 70. Mientras pretende hablar de libre comercio, se parece al sistema mercantilista del antiguo sistema imperial”.

El ALCA expande un desastre comprobado por la pesadilla que es el NAFTA. Ese tratado que pretende entrar en vigor en el 2005 para toda América menos para Cuba disminuirá los derechos de los trabajadores, agravará la destrucción medioambiental, pondrá vidas en riesgo al no dejar producir medicamentos genéricos por la regulación de patentes, llevará a la privatización de servicios esenciales, será el caballo de troya del Tratado Multilateral de Inversiones. El ALCA es eso y más por lo que la pobreza y la desigualdad aumentarán mucho más de lo que lo hacen ahora. Hoy se comprueba tales resultados, incluyendo por supuesto, Chiriquí Grande.

Pero no hemos de entender que los países expoliadores son malos y los expoliados buenos. Hay que analizar el tema desde el punto de vista de que los diferentes gobiernos del mundo están dominados por la misma gente, las elites de todos los pelajes que manejan países y personas como si fueran propiedad privada. Estos personajes organizan la economía del mundo y compran y venden personas en función de unos intereses que aseguren el bienestar y beneficio de sus iguales, una suerte de solidaridad corporativa que otra gente estamos perdiendo y así nos va.

Está claro que la mayoría de la población del llamado mundo occidental tiene unas necesidades básicas cubiertas que no se corresponden en absoluto con el resto del planeta. Creo que es cuestión de tiempo que las cosas tiendan a igualarse. Los estados dependientes del imperio se caracterizan por la enorme vulnerabilidad externa, deuda externa explosiva, desnacionalización de la economía, desindustrialización, desempleo en masa, finanzas públicas en harapos, hambre, miseria. Los estados imperialistas desprotegen cada vez a más sectores de la población, vuelcan cada día a la subsistencia a miles y miles de personas, desregulan el empleo y la seguridad social, privatizan servicios básicos, reprimen los procesos de cambio social. Ambas esferas se vuelven una espiral conjunta que llevará a una situación impredecible, pero de momento, nada halagüeña.

Los economistas del orden imperial pregonan que hay globalización de la economía porque hay un libre movimiento internacional de capitales, tecnología, fuerza de trabajo y mercaderías. Este mito de la libertad es eso, un mito. Las tecnologías avanzadas son monopolizadas por los países centrales; las mercaderías de los países centrales invaden las economías dependientes, y las de estos enfrentan mil obstáculos para acceder a los mercados de aquellos; los trabajadores que pierden el empleo en la periferia no consiguen perforar el bloqueo para llegar a los “países-paraíso”, fortaleza racista y excluyente del planeta.

El movimiento antiglobalización:


Esto que llaman globalización no puede basarse en la dependencia de unos países sobre otros. El secretario general del Movimiento Revolucionario 8 de Octubre (MR8), de Brasil, dijo en un artículo titulado "Sin soberanía nacional no hay globalización, hay imperialismo": “El sofocamiento, aplastamiento y sumisión de algunas naciones por otras no puede conducir a 'globalización', integración alguna, sólo a la desintegración, a la esclavización de la gran mayoría". Y concluyó: "El imperialismo, la sujeción política y económica de algunas naciones a otras, es hoy exactamente el principal obstáculo de esa integración. Quien quiera de hecho alcanzarla precisa luchar enérgicamente por la independencia y la soberanía de los pueblos, porque es la única cosa que puede servir de base a una integración verdadera."

Al movimiento anticapitalista mundial se le define como “antiglobalización”, una manera de desvirtuar al movimiento y de quitarle las connotaciones radicales que siempre ha tenido la resistencia anticapitalista. Es una arma propagandística del poder para decir que las alternativas al capitalismo se oponen a la integración universal de los pueblos, idea totalmente falsa.

En una charla en el Foro Social Mundial de febrero de 2002, Noam Chomsky decía que “ninguna persona cuerda se opone a la globalización”. También explicaba que la integración económica internacional (una de las facetas de la globalización en su sentido neutro) aumentó con rapidez antes de la Primera Guerra Mundial, se detuvo o disminuyó durante el período de entreguerras y continuó después de la Segunda Guerra Mundial, alcanzando ahora los niveles de hace un siglo debido a medidas negligentes.

En detalle, y según Chomsky, la estructura es más compleja. Desde cierto punto de vista, la globalización era mayor antes de la Primera Guerra Mundial. Un ejemplo es la "libre circulación de trabajadores", la base del libre mercado según Adam Smith, aunque no de sus admiradores contemporáneos. Desde otro punto de vista, la globalización es mucho mayor actualmente: un ejemplo terrible (y no es el único) es el flujo de capitales especulativos de corto plazo, muy superior a cualquier valor precedente. La distinción refleja algunas de las características centrales de la versión de la globalización preferida por los amos del universo: en una medida que excede toda norma, el capital es prioritario y las personas son incidentales.

Las multitudinarias manifestaciones públicas de protesta en Quebec de abril del año pasado en la Cumbre de las Américas estuvieron dirigidas en parte en contra del ALCA. Dos estudios estuvieron encima de las redacciones de los diarios de Nueva York esos días, a ninguno de ellos se le hizo caso. Uno era de Human Rights Watch, el otro del Instituto de Política Económica de Washington. Ambos estudios investigaban en profundidad los efectos del NAFTA, que fue aclamado en la cumbre como un gran triunfo y un modelo para el ALCA,

HRW analizó los efectos del NAFTA sobre los derechos de los trabajadores, los que, descubrió, se vieron perjudicados en los tres países participantes. El informe de IPE era más exhaustivo: consiste en el análisis detallado de los efectos del NAFTA en los trabajadores, escrito por especialistas de los tres países. La conclusión a la que llegaban es que es uno de los pocos acuerdos que perjudicó a la mayoría de la población en todos los países participantes:

“Los efectos sobre México fueron especialmente graves, en particular en el sur. Los salarios disminuyeron bruscamente con la imposición de los programas neoliberales en la década de 1980. Esto continuó después del NAFTA, con una disminución del 24% en los ingresos de los trabajadores asalariados, y del 40% entre los autónomos, un efecto amplificado por el rápido incremento de trabajadores no remunerados. Aunque la inversión extranjera aumentó, el total de inversiones disminuyó y se transfirió la economía a las manos de multinacionales extranjeras. El salario mínimo perdió el 50% de su poder adquisitivo. La actividad industrial disminuyó y el desarrollo se estancó o pudo haber retrocedido. Un pequeño sector se hizo extremadamente rico y los inversores extranjeros prosperaron.

Chomsky seguía con su charla en Porto Alegre:

El Banco Mundial está de acuerdo. Reconoce que "la flexibilización del mercado laboral" ha adquirido "un mal renombre... como si se tratara de un eufemismo para la poda de salarios y empleados" pero, sin embargo, "es esencial en todas las regiones del mundo... Las reformas más importantes suponen promover la movilidad laboral y la flexibilidad salarial, así como la ruptura del vínculo entre servicio social y contratos de trabajo". En pocas palabras, para la ideología dominante, echar trabajadores, reducir salarios y disminuir los beneficios son contribuciones cruciales para la salud económica.”

Como explica Marcos Arruda, “el contexto internacional no es de liberalización, pero sí de creciente proteccionismo comercial”. Al inicio de mayo Estados Unidos decidió aumentar los subsidios a los agricultores, reduciendo así la competitividad de productos agrícolas importados. Esto afecta a algunos sectores exportadores de los países en desarrollo, en particular a Brasil.

Las reglas que son buenas para los protagonistas de la globalización del capital serán impuestas hasta el nivel más local de gobierno, robando una vez más la soberanía a la población de definir sus propios caminos de desarrollo. A quién comprar, estimulando puestos de trabajo para quién, valorizando los productos de quién, adoptando qué políticas de precios será totalmente impuesto con este acuerdo de “libre comercio” que se supone que es el ALCA. Todo eso son decisiones que deberían competir a la población de cada municipio en función de sus intereses y modos de vida en un marco de desarrollo sostenible humano y ambiental.

El Plan Puebla Panamá (PPP) es otra parte de la estrategia política-económica del imperio yankee para el control de los gobiernos y recursos económicos que se dan en cada zona de Puebla (México) a Panamá, particularmente del petróleo. Pero, como afirma Pedro Echeverría, también contempla limpiar la región de grupos guerrilleros y rebeldías de oposición, sobretodo en México donde actúan por lo menos cuatro grupos armados: EZLN, EPR, ERPI y FRAP.
Por otro lado, igual que el Plan Colombia, el propósito de los EE.UU. con el PPP es intervenir en el conflicto político y social mexicano para imponer y favorecer a las transnacionales del petróleo; facilitar la privatización de las terminales aéreas y portuarias, la energía eléctrica, el agua y el gas; proteger a los terratenientes en el desarrollo agroindustrial y ganadero extensivo y, principalmente, apoderarse sin restricciones de las enormes riquezas en biodiversidad de la selva Lacandona, los Chimalapas en Oaxaca, y el Corredor Biológico Mesoamericano, que llega hasta Panamá.
La instalación del PPP habrá de favorecer sólo a los capitales estadounidenses, habrá de propiciar un saqueo todavía mayor de los recursos estratégicos, que podría perjudicar todavía más a la población campesina del sureste mexicano, mientras el desarrollo industrial que habría de llegar a la región sería sólo el de la maquila.
Es a Estados Unidos a quien conviene la conversión de toda Centroamérica en un inmenso istmo atravesado por numerosos corredores de ciudades y vías de transporte, llenas de locales maquiladores que aprovechan la mano de obra barata. Los bajísimos salarios que se pagan en el norte de México (1.20 dólar por hora de trabajo industrial) se convierten en salarios del miedo en regiones como Honduras, Guatemala o El Salvador donde el salario apenas alcanza los 25 centavos de dólar la hora.


Así, cuando el FMI elogia la política macroeconómica de Colombia o de cualquier lugar significa que hay que ponerse en guardia porque las cosas van a peor.

Más ejemplos: la democracia y un poco sobre la hegemonía gringa. ¿Quién nos USA?
 

Estos son sólo algunos ejemplos de los efectos perversos del capitalismo. En cada país afecta de forma diferente. En el terreno político, encontramos una concentración del poder brutal que se traduce en una falta de democracia igualmente brutal. La falta de transparencia y la corrupción generan un descrédito del sistema que habría de poner en peligro su continuidad pero a la vez lo favorece porque aleja a la población de la toma de decisiones por pasividad e indiferencia. Si la pasividad y la indiferencia no desaparecen entonces aparece la represión.

“Los especialistas y las instituciones que realizan encuestas de opinión han observado desde hace algunos años que la extensión de la democracia formal en Latinoamérica ha estado acompañada por una creciente desilusión acerca del sistema democrático. Esta "tendencia alarmante" persiste, señalan los analistas, y hacen hincapié en el vínculo existente entre "problemas económicos" y "falta de confianza" en las instituciones democráticas (Financial Times). Como señaló Atilio Borón hace algunos años, la nueva ola de democratización en Latinoamérica coincidió con las "reformas" económicas neoliberales que debilitan a la democracia real, un fenómeno que se extiende en todo el mundo, a través de distintas formas. Lo que queda de la democracia tiene que interpretarse como el derecho a elegir entre productos.”

La democracia es un concepto que expresa unas ideas muy concretas. Pero, como muchos conceptos relacionados con el poder, necesita de unos atributos que lo definan. La democracia es burguesa, directa, proletaria, representativa, formal, real, etc. pero hoy en día democracia tiene unas connotaciones bien claras relacionadas con el capitalismo y una extraña y difusa representación de los intereses de la población. Esta imagen convencional de democracia fue formulada con claridad por el asesor de Seguridad Nacional norteamericano, Anthony Lake, cuando presentó la Doctrina Clinton en septiembre de 1993: "Durante la Guerra Fría, contuvimos la amenaza global hacia las democracias de mercado: ahora deberíamos tratar de ampliar su alcance". El "nuevo mundo" que se abre ante nosotros "presenta inmensas oportunidades" para adelantarse a fin de "consolidar la victoria de la democracia y de los mercados abiertos", agregó un año después.

En el texto “Democracia y Mercados en el Nuevo Orden Mundial”, Noam Chomsky cita a personajes del poder norteamericano para ilustrar las políticas de Estados Unidos en el exterior.

Explicaba el insigne ideólogo Samuel Huntington, que “la identidad nacional está definida por una serie de valores políticos y económicos universales", particularmente "libertad, democracia, igualdad, propiedad privada, y mercados"; "la promoción de la democracia, los derechos humanos y mercados son mucho más importantes para la política norteamericana que para la política de cualquier otro país".

Fíjese si son importantes estos valores y su “promoción en el mundo” para los EE.UU. que llegan a librar batallas heroicas y desgarradoras en cualquier parte del planeta invirtiendo muerte y destrucción aunque sea enfrentándose a solas contra el monstruo que sea, llámese comunismo, marxismo, terrorismo, talibán, narcotráfico o lo que se les cruce. Madeleine Albright informó al Consejo de Seguridad de la ONU, que estaba dudando de una resolución dictada por EE.UU. acerca de Irak, que su gobierno seguirá actuando de manera "multilateral, cuando podamos, y unilateral, cuando tengamos que hacerlo". Haga su juego como quiera, pero en el mundo real "se hace lo que nosotros decimos", como decía Bush mientras que bombas y misiles llovían sobre lrak. EE.UU. tiene derecho a actuar unilateralmente, la embajadora Albright instruía al errado Consejo, porque "nosotros reconocemos al Medio Oriente como vital para nuestros intereses nacionales".

El idealismo norteamericano se ha impuesto por todo el planeta. Un ejemplo de imposición a sangre de la democracia lo sufren y han sufrido lo que el secretario de Guerra Henry Stimson llamó "nuestra pequeña cercana región que nunca ha preocupado a nadie". Así describió el resto del continente americano a final de la Segunda Guerra Mundial, mientras explicaba que “todos los sistemas regionales tienen que ser desmantelados excepto el nuestro, que tiene que ser extendido”. Una posición perfectamente razonable ya que "lo que era bueno para nosotros era bueno para el mundo"..

El historiador y asesor del presidente Carter para América Latina, Robert Pastor, escribe que Estados Unidos quiere que las otras naciones "actúen de manera independiente, excepto cuando esto afectaría los intereses estadounidenses adversamente". Estados Unidos nunca ha querido "controlarlas", mientras que no "salgan del control". Nadie, pues, puede acusar al liderazgo de Estados Unidos de no estar preocupado salvo con "el bien del mundo", incluyendo la plena libertad para actuar a su dictado. Si los latinoamericanos usan la libertad que los EE.UU. conceden para sus propios intereses entonces el gobierno yankee tendrá todo el derecho de responder unilateralmente en legítima autodefensa con cualquier tipo de estrategia más o menos sanguinaria.

Otra lección equivocada, según Chomsky, es que la Guerra Fría ha tenido poco que ver con todo esto, aparte de proveer pretextos ya que las políticas fueron las mismas antes de 1917 y después de 1989.

De esta forma, Woodrow Wilson invadió Haití y desmanteló el sistema parlamentario porque se negó a adoptar una constitución "progresista" que permitiera a los norteamericanos apropiarse de las tierras de Haití, matando a miles de campesinos, restaurando virtualmente la esclavitud y dejando al país en manos de un ejército terrorista como plantación estadounidense y posteriormente como una plataforma de exportación para empresas de ensamblaje bajo condiciones miserables. Pocas semanas después de la caída del muro de Berlín, Bush invade Panamá para restaurar en el poder a una camarilla de banqueros europeos y narcotraficantes en un país que quedó bajo ocupación militar, tal como lo aceptó el mismo gobierno títere puesto en el poder por la fuerza estadounidense.

En el mundo real, democracia, mercados y derechos humanos están bajo un serio ataque en muchas partes del mundo. En la década de los 80, los Estados Unidos se dedicaron a una "cruzada por la democracia", particularmente en América Latina. Allá donde la influencia estadounidense era menor, el progreso fue mayor, y viceversa. Lo mismo ocurre para, según Chomsky, el mayor violador de los derechos humanos del resto del continente, el estado colombiano, que ahora recibe la mitad de toda la ayuda militar estadounidense en el hemisferio.

Nicaragua es ahora el segundo país más pobre del hemisferio. El más pobre es Haití, también la víctima de la mayor cantidad de intervenciones estadounidenses en el siglo XX. Nicaragua está en segundo lugar en el grado de intervención estadounidense en el siglo XX. Y es el segundo más pobre. En realidad está compitiendo con Guatemala. Se alternan cada uno o dos años como el segundo país en el nivel de pobreza. Y también compiten en quién es el objetivo principal de las intervenciones militares de EE.UU. “Se supone que debemos creer que todo esto es una especie de accidente”, dice Noam Chomsky.

11 millones de niñas y niños mueren cada año, según la OMS, porque los “países ricos” les niegan centavos de ayuda, siendo Estados Unidos el más miserable de todos, aún si incluimos el componente más grande de "ayuda", que va hacia el cliente Israel.

La democracia capitalista parece que funciona en el llamado tercer mundo. Pero para que funcione la mayoría de la población tiene que ser controlada: terror a gran escala, escuadrones de la muerte, la "limpieza social" y otros métodos de probada eficiencia. El método favorito en Estados Unidos es el de ir creando guetos urbanos y, si esto falla, están las cárceles, que son la contraparte a los escuadrones de la muerte que el imperio mismo entrena y apoya.

Mucha gente escuchó las palabras de Bush después del derrumbe de las torres: "¿Por qué nos odian?" La pregunta no es nueva. Hace 45 años el presidente Eisenhower y su equipo discutían lo que él llamaba "la campaña de odio contra nosotros" en el mundo árabe, "no de los gobiernos sino de la gente". El motivo principal, advertía el Consejo de Seguridad Nacional, proviene de haberse dado cuenta que Estados Unidos respalda a gobiernos corruptos y brutales que bloquean la democracia y el desarrollo, en aras de la preocupación por "proteger sus intereses petroleros en el Medio Oriente".

Más efectos perversos del capitalismo
Nunca hubo tanto capitalismo en el mundo. Nunca tantas cosas y personas fueron transformadas en mercancías, tuvieron un precio, fueron compradas y vendidas, ni nunca hubo una presencia imperial tan fuerte en el mundo.
Los programas incluidos en la política de los EE.UU., como las reglas de la OMC, están diseñadas para impedir el desarrollo e impedir el crecimiento. Así, los derechos de propiedad intelectual, que se discuten en una organización como la OMC, son tratados como mercaderías y no son más que una protección del control y los precios monopólicos afectando por ejemplo a los fármacos cuyos precios son inalcanzables para la mayor parte del mundo.

La visión estrictamente comercial la vemos en los alimentos modificados genéticamente. Cuatro cultivos (soya, maíz, canola y algodón) constituyen prácticamente la totalidad de los transgénicos sembrados comercialmente hasta diciembre de 2000. El objetivo de las modificaciones genéticas es hacerlos resistentes al herbicida de la propia empresa que vende la semilla.

Una sola empresa, Monsanto, vendió el 94% de las semillas del área sembrada a escala mundial. Las semillas transgénicas son significativamente más caras para los agricultores que las convencionales. Un extenso estudio de Benbrook en Estados Unidos del año anterior mostró que la soya transgénica produce entre un 5 y 10% menos y requiere un promedio de 11% más químicos.

La mundialización de los mercados financieros lleva a las empresas, como explicaba Pierre Bordieu, a ajustarse rápidamente a las exigencias de los mercados, con el riesgo de perder "la confianza de los mercados" y el respaldo de los accionistas que, preocupados por obtener una rentabilidad a corto plazo, cada vez son más capaces de imponer su voluntad a los gerentes, de exigirles normas y de orientar sus políticas en materia de contratación, empleo y salario. “Así se instaura el reinado absoluto de la flexibilidad, con los contratos temporarios o las pasantías y la instauración, en el seno de la empresa, de la competencia entre filiales autónomas, entre equipos y entre individuos a través de la individualización de la relación salarial”.

El fundamento de todo este orden económico es la violencia estructural del desempleo, de la precariedad y de la amenaza de la suspensión: la armonía del sistema se mantiene por la existencia del ejército de reserva de los desempleados.

Este es el resumen que Bordieu hace del estado del mundo en “Neoliberalismo: la lucha de todos contra todos”:

“Y, sin embargo, el mundo es así, con los efectos inmediatamente visibles de la implementación de la gran utopía neoliberal. No sólo la miseria de una fracción cada vez mayor de las sociedades más avanzadas económicamente, el crecimiento extraordinario de las diferencias entre los ingresos, la desaparición progresiva de los universos autónomos de producción cultural mediante la imposición de los valores comerciales, sino también -y sobre todo- la destrucción de todas las instancias colectivas capaces de contrarrestar los efectos de la máquina infernal. Y también la imposición de esta suerte de darwinismo moral que, con el culto del ganador, instaura la lucha de todos contra todos y el cinismo como normas de todas las prácticas sociales”.

En otro terreno donde el capitalismo deja caer sus efectos perversos es en las relaciones de género. Capitalismo y patriarcado son las dos caras de la misma moneda que explican el actual sistema de dominación y desigualdad. Así explica Gema Jiménez la relación entre globalización neoliberal y género, diciendo que pobreza, trabajo precario e informal, son sólo algunas de las consecuencias que de norte a sur y de este a oeste tiene el actual modelo de globalización.

Los efectos del capitalismo se hacen notar de forma tan global como se articulan las propias políticas macroeconómicas y de ajuste estructural. Un ejemplo de ello son las dinámicas socioeconómicas que se desarrollan en el seno de todas las sociedades en lo relativo a los trabajos de reproducción (tareas dentro de la familia, servicio doméstico y cuidado de personas dependientes).

Las mujeres inmigrantes y autóctonas de bajos recursos trabajan mayoritariamente en el servicio doméstico y tareas de cuidados para familias demandantes de una serie de servicios vitales. En este contexto, la solidaridad de género desaparece, reafirmándose las desigualdades de clase existentes en el colectivo de mujeres y en la sociedad. Esta división de tareas entre mujeres establece entre ellas una relación jerárquica, respecto a la que el hombre se sitúa por encima en tanto no se considera responsable de lo doméstico. Las contradicciones que el sistema de género impone a los miembros del hogar son trasladadas hacia la figura de la trabajadora doméstica. Es una división transnacional del trabajo de reproducción.

El escaso valor de mercado de la labor asistencial hace que las mujeres que la realizan sigan teniendo una categoría inferior, con bajos salarios, escasa o nula protección social y condiciones laborales, en general, precarias. Cuando la consigna feminista reclama que lo personal es político no es al azar. El sistema de dominación patriarcal impone unas estructuras y luego decide que son privadas. En el momento en que algunos poderes públicos asumen su responsabilidad en determinados ámbitos de lo privado, esto tendrá unas justificaciones u otras y unas formas de proceder que puede que nunca lleguen a resolver los problemas de raíz pero da cuenta de que lo personal es político.

Como hemos ido viendo (y no del todo) esta globalización afecta de manera total a la gente, a los pueblos y al planeta de múltiples formas. Otro de los terrenos afectados es de los idearios individuales y colectivos. La formación de una mentalidad sumisa, el miedo a salir del sistema, la falta de confianza en el cambio, las justificaciones del orden actual y sus perversidades, la pasividad y la indiferencia respecto a los problemas propios y ajenos, la falta de sensibilidad ante las injusticias y desigualdades son algunos de los efectos que produce este sistema en la mayoría de la población. La famosa frasecita de Margaret Tatcher de “No hay alternativa”, el substrato psicológico que dejan expresiones como “El fin de las ideologías” de Fukuyama, “El choque de civilizaciones” de Huntington o los continuos discursos en los medios de comunicación de cualquier otro demente refuerzan esa sensación de que no se puede hacer nada contra el sistema porque éste ya está definido en unos ejes muy concretos: la ideología del mercado, las políticas neoliberales, las relaciones basadas en el dinero, la democracia formal representativa.

Por eso nos dicen que la globalización es incontrolable. Pero lo que es cierto es que el capitalismo no nos ha llovido imprevistamente del cielo por obra del destino, ha sido impuesto y dirigido por la clase dominante del mundo. Las organizaciones nacionales (estados, bancos, ejércitos,…) e internacionales (OMC, BM, FMI, OTAN, NAFTA,…) han sido creadas por personas y por personas serán desmanteladas. El orden capitalista y sus efectos perversos son enfrentados a lo largo y ancho del planeta, sólo es cuestión de tiempo, esfuerzo, organización y decisión que caiga toda esta estructura asesina que oprime a las gentes del planeta. Sí o no interesante, vuelve a leerlo.

“El futuro es nuestro y lo hacen los pueblos”.
Salvador Allende, un 11 de septiembre marcado por el terror del año 1973.

Las lecturas que acabas de disfrutar son fruto de una síntesis que hemos realizado, siempre respetando el derecho de cada autor.

Prof. Hilario Campos

Prof. Hilario Campos