El pragmatismo, un dios moderno

Nuestra sociedad se jacta de su laicismo, es decir de haberse liberado de las ataduras de la religión para vivir en verdadera libertad. El hombre moderno se cree libre de cargas religiosas sin darse cuenta de que se ha vuelto esclavo de los ídolos que ha creado. Son sus nuevos dioses a los que adora y ante los que se rinde y sirve con tanta pasión como servilismo. La evolución social le ha dado la razón al pensador inglés Chesterton quien, con su proverbial lucidez, afirmó: «Cuando el hombre deja de creer en Dios, no es que no crea en nada, cree en cualquier cosa».  El hedonismo, el relativismo y el pragmatismo son algunos de los principales dioses seculares de esta nueva religión laica.

En cierta ocasión, estando en Galicia, una periodista se me acercó al final de una conferencia para una breve entrevista. «¿El cristianismo funciona?» me preguntó con sinceridad. Debió observar un gesto de sorpresa en mí porque me repitió la misma pregunta hasta dos veces más con otras palabras: «¿para qué sirve?, ¿qué resultados podéis dar a la sociedad?».

Lo cierto es que nunca antes me habían planteado la validez del cristianismo en estos términos. Mis esquemas de apologética se movían por unas coordenadas diferentes. Han pasado ya varios años, pero la pregunta de aquella joven periodista no se me ha olvidado. Fue mi primer contacto «en directo» con el pragmatismo. La mentalidad pragmática se acerca a la realidad con esta idea: «¿Me sirve o no me sirve?», «¿me funciona o no me funciona?». No se pregunta: «¿es bueno o malo?», «¿verdad o mentira?», «¿moral o inmoral?». De esta forma lo ético queda supeditado a lo útil, los principios a los resultados. El rasero para evaluar una situación, una relación, una persona o incluso una idea es que funcione y que me sea útil. Los resultados prácticos, sobre todo en lo que a mí concierne, son la norma suprema de «fe y conducta» de los seguidores de este nuevo dios.

El pragmatismo deja ver su rostro en muchos programas de televisión, en la calle, en el trabajo, en la prensa, incluso en las modernas redes sociales tipo facebook. Como lluvia fina que va calando hasta empapar por completo, así moldea la filosofía pragmática muchas áreas de la vida diaria. Es nuestra responsabilidad descubrir sus elementos peligrosos, peligrosos no sólo para la fe del creyente, sino incluso para la convivencia social porque no estamos delante de una ideología neutra; tiene unas profundas implicaciones morales y existenciales.

¿Qué es? La naturaleza del pragmatismo

Este dios secular tiene varios rasgos distintivos:

Es un sistema egoísta

En primer lugar, está centrado en mis necesidades. El «yo» es el eje alrededor del cual giran mis decisiones. Es, por tanto, una filosofía profundamente egoísta. «Sólo quiero lo que necesito» sería su resumen. A primera vista esta actitud puede parecer inofensiva, sobre todo en el campo material. Incluso podría favorecer un estilo de vida más sencillo, menos consumista. Pero sus implicaciones son muy negativas cuando se aplican al campo de las relaciones personales. Veamos dos ejemplos muy frecuentes en nuestros días.

Descubrimos el mismo enfoque en el ámbito de las creencias en muchos de nuestros contemporáneos. Les hablas del Evangelio y su respuesta es: «Esto está muy bien para ti, pero yo no necesito a Dios. Yo estoy bien sin Dios, vivo cómodo, no necesito una religión. Simplemente no lo necesito».

Recuerdo el caso de un joven que, en apariencia, se convirtió y poco después se bautizó en una iglesia evangélica. De forma un tanto inesperada, al cabo de unos tres años abandonó la iglesia y lo que es peor, su fe en Dios. Al preguntarle por su decisión, respondió fríamente: «Dios no me solucionó los problemas, no me ha servido de nada. Aún peor, desde que voy a la iglesia tengo más problemas que antes. Un Dios que no me soluciona mis problemas es un Dios que no me sirve y, por tanto, no lo necesito».

Estos diversos ejemplos nos muestran el fondo descarnado del pragmatismo: un egoísmo a ultranza donde la satisfacción y la realización del ego priman por encima de todo. La persona se mueve por la vida según sus necesidades propias: «Si no te necesito -sea Dios, la esposa u otros entonces no me interesas».

Es un sistema hedonista

El pragmatismo busca una satisfacción inmediata de cualquier necesidad o deseo. Esta es su segunda característica. En este sentido entronca de lleno con la corriente hedonista, otro de los grandes dioses seculares. Su actitud ante la realidad se resume con la pregunta ¿por qué no ahora? Estas personas no pueden esperar, no quieren esperar. Así pues, el pragmatismo no sólo está centrado en el yo, sino también en el aquí y el ahora. La célebre frase de los epicúreos latinos -carpe diem, vive el día- podría ser su lema. El mañana y el futuro no importan.

Esta forma de pensamiento sigue el principio de la no frustración. Su énfasis es que todo deseo debe ser satisfecho de inmediato porque el aplazamiento de la satisfacción produce frustración y la frustración es la negación de la felicidad. Muchos padres en Norteamérica siguieron este principio durante más de 20 años en la educación de sus hijos. El «experimento pedagógico» terminó con un célebre «mea culpa» de quienes propusieron este sistema. Pidieron perdón públicamente en un programa de televisión a los padres por haber influido decisivamente a forjar

una generación de jóvenes que no sabían lo que significaban palabras como esperar o más tarde. La pérdida de estos valores condujo a consecuencias sociales nefastas que comentaremos Veamos dos ejemplos prácticos de esta filosofía.

No se me malentienda con estos ejemplos. No estoy diciendo que comprar a plazos o usar la tarjeta de crédito es malo en sí mismo. En absoluto. A veces es un mal menor y otras veces incluso es un bien porque permite el acceso a productos de primera necesidad; hoy en día casi nadie podría comprar una vivienda sin el sistema de plazos y créditos. Lo que no es correcto es comprar de forma impulsiva para satisfacer simplemente el deseo o la «necesidad» del momento.

Los jóvenes hoy, en general, no saben esperar. ¿Esperar?, ¿para qué?, ¿por qué? Es el argumento de muchos de ellos. Aldous Huxley, en su célebre libro Un mundo feliz, dice: «no dejes para mañana la diversión que puedas tener hoy». Son muchas las personas que, sin saberlo, están aplicando en sus vidas la ideología «fantástica» de Huxley, antes considerada una utopía y ahora hecha realidad. Es simplemente la aplicación del pragmatismo a la vida diaria.

Es un sistema materialista

Al diseccionar el pragmatismo de nuestra sociedad, encontramos una tercera característica: valora el éxito según resultados tangibles, en especial los que se pueden medir con números. Las cifras son el «tótem» que, finalmente, determina el fracaso o el éxito de un proyecto. Todo se valora según los números. En este sentido podemos decir que es un sistema materialista. La primera conclusión del pragmático era «si no lo necesito no lo quiero»; la segunda, «¿por qué no ahora?». Este tercer aspecto lo podemos resumir con el dicho «los números cantan».

Los resultados valorados en cifras constituyen el criterio supremo para decidir si algo va bien o mal, si funciona o no funciona. Vaya por delante que este criterio es lógico y aceptable en el mundo empresarial. Pero si se aplica de forma ilimitada y deshumanizada, el lugar de trabajo deviene una forma moderna y legalizada de esclavitud. Los aspectos positivos del capitalismo pueden trocarse en un infierno si lo único que cuenta es los números de la empresa.

Copyright © 2010, Dr. Pablo Martínez Vila Se autoriza la reproducción, íntegra y/o parcial, de los Temas del mes, citando siempre el nombre del autor y la procedencia (http://www.pensamientocristiano.com).

El Dr. Pablo Martínez Vila ejerce como médico-psiquiatra desde 1979. Realiza, además, un amplio ministerio como consejero y conferenciante en España y muchos países de Europa. Muy vinculado con el mundo universitario, ha sido presidente de los Grupos Bíblicos Universitarios durante ocho años. También fue presidente de la Alianza Evangélica Española durante 10 años (1999-2009), y actualmentes es vicepresidente de la Comunidad Internacional de Médicos Cristianos.

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