Comentario de la película: Primer, de Shane Carruth.

Por Abraham González de los Ríos Guillén. Enero, 2011.

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Después de Calderón, este es el segundo comentario por encargo que coloco en el Blog. Debo decir, que en Córdoba no nos fue fácil acceder a esta película, y hemos tenido que verla por internet (sirva esto como alegato en contra de las restricciones culturales en la red). Desde luego, no es lo mismo ver esta película (como cualquiera) en el despacho (o el salón) de tu casa que en una sala grande de cine: no es lo mismo estar en el “garaje” que estar en la “caja”. Así que en cierto modo, me he perdido una parte importante de la experiencia de ver esta película.

Para los que aún quieran comprender el entramado del argumento, aconsejo que visiten el seguimiento realizado por Jesús Abad Luque en ¡Qué cosas! y sus comentarios, y revisen el esquema que en esos mismos comentarios se aporta. Pero, de todas formas, he de decir que no es necesario comprender todas las líneas temporales para entrar en la película; es más, lo que yo llamo “cuadrar la trama” es, desde mi punto de vista, un error. Si piensas que tienes acotadas todas las variables, te estás perdiendo parte de la película (la que no está escrita). Así que, antes de nada, empezaré por mostrar los elementos que nos inducen a pensar que es imposible “cuadrar la trama”. Así, nos liberamos de esa obsesión por el argumento y empezamos a pensar en cosas más interesantes.

(* la numeración del minutaje es aproximada, y depende de mi sistema de referencia)

1. POR QUÉ NO PODEMOS SABER COMPLETAMENTE TODO LO QUE PASA:

-En primer lugar, en la película no parece que haya un número concreto de viajes o de líneas temporales, sino que constantemente aportan datos indefinidos:

– [0:00:54] “Eran normales, como la gente que cambiaron”, dice el narrador al principio. Todos los personajes que aparecen en la película son sospechosos de no ser originales, sino versiones manipuladas por Abe y Aaron.

– [0:01:00] “Hubo días buenos”, sigue diciendo el narrador. Es decir, hubo días que no nos cuenta. ¿Se refiere a la etapa anterior (lo que vemos) o posterior a la construcción de las cajas (de lo que se nos habla)?

– [0:03:04] En la conversación que mantienen con los otros dos compañeros, Aaron y Abe están haciendo un papel, jugando al poli bueno y poli malo; ¿qué ocultan? “Chicos, yo os apoyé cuando os tocó el gordo” dice uno de los compañeros: ¿a qué se refiere?, ¿ese “gordo” es consecuencia de viajes anteriores? No podemos saberlo. No podemos saber con cuánta antelación están construidas las cajas (esto lo desarrollaremos algo después): “Para lo que yo quiero hacer no los necesitamos”, dice Abe.

– [0:18:20] “Pero a medida que las semanas se convirtieron en meses, su entusiasmo cambió”, el narrador se refiere a Abe. ¿Qué ha estado trabajando realmente Abe en ese tiempo? ¿Cuándo llegó realmente a comprender el valor de la caja? ¿Con cuánta anticipación ha preparado y se ha adelantado a Aaron en los viajes? Hay “varios” meses de margen.

– [1:08.10] “¿Cuántas veces necesitó Aaron repetir las mismas conversaciones, sincronizando las mismas trivialidades una y otra vez? ¿Cuántas veces tuvo que hacerlo para que le saliera bien? ¿Tres, cuatro, veinte? Considero que una más habría bastado”. Creo que aquí queda bastante claro: no podemos saber cuánto nos está contando la película realmente. Aún cabe la duda de si se refiere a ensayos de conversación o a auténticas repeticiones del momento; pero otra frase parece aclararlo: “Con el tiempo lo perfeccionaría” [1:09:07].

-En segundo lugar, atendamos a la conversación del aeropuerto [1:09:40].

– Abe parece haber estado jugando (o va a empezar a jugar) a retrasar la construcción de las cajas, saboteando a los originales. ¿Desde cuándo podría haber estado haciendo eso?

“¿Qué razones tendría Abe para quedarse aquí? Supongo que no retrocederá lo suficiente”, dice Aaron sobre Abe. No tenemos verdadero acceso al origen de las cajas.

– “Creo que aún no te he demostrado de lo que soy capaz”, dice Abe. Efectivamente, y esta clave es importante: no sabemos qué sabe ni lo que ha hecho realmente Abe.

-Escenas que aparecen en la película a las que el narrador (Aaron) no tiene acceso:

– [0:12:33] Abe despierta, con imágenes entrecortadas y con pequeñas elipsis y repeticiones. ¿Indica eso que ya ha vivido esa escena varias veces? Parece preparar el saludo a Brad. Aaron parece que todavía no sabe el potencial de la caja. ¿Pero será que Abe aquí ya juega con ventaja?

– [1:09:07] Una escena muy interesante: mientras se oye el sonido del aeropuerto, vemos a Abe observando a Aaron durmiendo. Éste no podría dejar constancia de esta escena. Esa manera de observar, reflexiva, a Aaron por parte de Abe va apareciendo varias veces a lo largo de la película.

-En consecuencia con todo lo anterior: el narrador (Aaron) no tiene un control total sobre su narración. Por un lado, sabemos que es una narración interesada, para anticiparse a las estrategias de Abe. Por otro, el espectador no sólo está viendo la historia de Aaron, sino la de Abe (que también es interesada). Sólo sabemos determinados fragmentos de la historia. Y es imposible (ni siquiera los propios personajes, en ningún nivel, pueden) reconstruirla nítidamente en un continuo: siempre se escaparán elementos escamoteados por ellos mismos. Esto no es una debilidad del guionista, sino todo un logro, magistral (lo desarrollaremos más adelante)

2. AARON vs. ABE:

La escena del aeropuerto me encanta. Están en una estación de salida, como metáfora de la muerte, de la expulsión del paraíso, del ascenso a los cielos, de la puerta de no-retorno hacia la libertad, la metáfora del auténtico dilema ético. Y aquí tenemos a los dos personajes, cada uno en una postura distinta:

Abrah (Abe): el rubio. Él quiere quedarse para proteger la posición de ignorancia original; en su origen vemos a un investigador metódico y prudente; en estos sentidos sería un “Abel”. Pero también es el primero en tomar la iniciativa, en investigar: es el que replantea el dilema ético y es el que decide siempre llevarlo a la práctica, con el fin de saber; en este sentido, se acerca más a Caín, un agricultor del tiempo. Por otro lado, parece más dispuesto a ir confiando sus conocimientos a los demás (Prometeo), pero de una manera controlada, y parece guardarse ases en la manga (Zeus).

Aaron: interpretado por el propio guionista y director. Él quiere irse, liberarse, sacarle todo el partido a la caja impunemente; en su original parece ingenuo e impulsivo; en estos sentidos sería un “Caín”. Pero siempre parece ir a remolque de los descubrimientos de Abe, aunque luego dé la sensación de que le tome la delantera en la acción (aunque no tenga por qué ser así realmente), y con un fin más egoísta (“la gloria, la venganza, el poder”); en ese sentido, se acerca más a Aber, un ganadero, cazador-recolector, del tiempo. Por el otro lado, es el más reacio a transmitir los conocimientos, aunque hace todo lo posible por que sus propias versiones salgan de la ignorancia, y de ahí la narración de la voz en off.

Desde un punto de vista más trascendente, ¿cuánto tiempo, a cuántos niveles, llevan ya jugando estos dos? Tienen presciencia, tienen control sobre el conocimiento de sus dobles originales, pueden manipular los acontecimientos a su antojo... ¿No recuerda el típico juego entre Satán y los ángeles? Y la historia real es el tablero en el que Dios y el Demonio dirimen su posicionamiento en el dilema ético. Y de ese juego sólo tenemos acceso a la versión actual (que no es necesariamente la original).

3. SIMBOLISMOS PARA LA VIDA COTIDIANA:

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con la vida real? ¿De qué manera esta película habla de lo que somos realmente o de cómo vivir el día a día?

¿Es posible que exista una caja que nos permita viajar al pasado una y otra vez? Sí, esa caja se llama mente (o cerebro según otros), y constantemente realiza viajes al pasado, que denominamos recuerdos. No hay mucha diferencia entre imaginar (el futuro), experimentar (el presente) y recordar (el pasado), y los neurólogos dan claro testimonio de ello.

¿Es posible cambiar el pasado? Sí, y lo hacemos constantemente, cada vez que accedemos a nuestros recuerdos desde la perspectiva del presente. Realmente no tenemos acceso al suceso original, sino a las sucesivas versiones que hemos ido elaborando según nuestros intereses. La historia que elaboramos para explicar nuestra misma historia va condicionando los recuerdos. Constantemente vamos cambiando los recuerdos y los olvidos para que se adapten a lo que en este momento dado “creemos que debió haber pasado”. “Convertían cualquier cosa que tenían a mano en algo nuevo”   [0:01:10]; “Cogió de la realidad lo que necesitaba y lo transformó en algo más”   [1:08:31].

¿Hay un límite en el regreso al pasado? Sí, evidentemente, no podemos acceder más allá de nuestro primer recuerdo. Ese es el único momento original, a partir del cual nuestra historia puede ser rescrita infinidad de veces. Un límite es el nacimiento, el otro la muerte; pero metidos en la historia, podemos vivirla “en orden” (entrar por el punto A y salir por el punto B), o en otro orden (entrar por B y salir por B’; entrar por A’’ y salir por A’; Entrar por B y salir por A): anticiparse a la muerte y reconquistar el nacimiento.

¿Podemos saltarnos ese límite? En la película da la sensación de que no, aunque “no sabemos de qué son capaces” los personajes. Pero nosotros también tenemos otro tipo de cajas, que se meten unas dentro de otras: son las historias de los otros, como los libros. No sólo tenemos acceso a nuestra historia (nuestro discurso), sino que tenemos acceso a la historia de la Humanidad (discurso humano). Y aún así, hemos de remontarnos a un “Big-Bang”. O trascender a lo divino (el aeropuerto). Pero en cualquier caso, sólo tendremos acceso a “la última versión” ignorante o sabia, del ser. “Lo peor que puede ocurrirte es sentir que el momento que estás experimentando ya ha sido definido por segunda o tercera vez”   [0:42:37].

4. LA PARADOJA DEL OBSERVADOR:

Básicamente, la paradoja del observador viene a señalar que uno no puede observar un suceso sin alterar el suceso mismo, pues su misma observación ya forma parte del suceso. Esto es así, tal cual, en el caso de la auto-observación. Jamás podríamos terminar por nosotros mismos una observación propia, pues cada elemento que observáramos cambiaría lo que somos y surgiría un ingrediente más para observar. Sólo hay una manera de observarnos, y es a través de nuestro reflejo en la observación del otro: la función de espejo.

Los personajes de la película intentan eludir la responsabilidad de la paradoja del observador quitándose de enmedio y escondiéndose en un hotel. Pero la tentación de la investigación es demasiado fuerte: “Pero la idea ya la tenían, y las palabras no desaparecen después de haberlas dicho en voz alta” [0:41:50]. Es más, cuando Abe dice “no podemos hacerlo”, los sonidos producidos por el doble de Aaron en la trampilla nos hace saber que Aaron ya lo ha hecho (y quién sabe si Abe).

El problema surge al intentar incluirse a sí mismos en la ecuación. ¿Cuáles son las consecuencias una vez que se abre la puerta de la “recursividad”? La solución no tarda en llegar (es prácticamente inmediata). Antes incluso de que pongan en marcha el experimento, ya reciben sus efectos, en forma del señor Thomas Granger en coma, precisamente el padre de Rachel, la novia de Abe. El narrador lo describe perfectamente: “Las permutaciones eran infinitas. Lo volvieron a intentar volviendo a la fuente; pero, a pesar de estar separados por dos habitaciones, el estado de Thomas Granger seguía siendo vegetativo. De ello dedujeron que el problema era recursivo; pero, más allá de eso, tuvieron que admitir, contra su propia naturaleza y una vez más, que la respuesta no era conocida”  [0:57:17].

Obsérvese que el recurso de Thomas Granger es magistral. Aparece como un originalísimo Deus ex machina, multiplicando las opciones y las incógnitas (solución narrativa pero conflicto argumental). Es un símbolo de la culpa por tergiversar las leyes de la física, pero al mismo tiempo el detonante de todo el enredo.

¿Por qué se involucra precisamente Thomas Granger? ¿Es posible que tenga algo que ver con el ex-novio de Rachel? ¿El suceso de la fiesta es finalmente tan trascendental? En cualquier caso, el simbolismo parece claro: una vez propuesto el dilema ético, la paradoja aparece con todas sus consecuencias. La caja de pandora se ha abierto: la “paradoja del observador” deriva en la “paradoja del examen sorpresa”: Ha de haber un tercero en discordia, el padre, el otro, el maestro, Dios, y su punto  de vista.        

5. EL CUESTIONAMIENTO ÉTICO:

Y al fin, después de toda la parafernalia retórica, lógica, literaria... lo importante de la pelicula, lo más sencillo, lo evidente, a lo que hemos de atender es a lo que discuten los personajes. El problema ético. ¿Cómo actuar cuando somos responsables de nosotros mismos?

“Tienes cuatro mil millones de dólares. Ya has dado un montón para caridad. Tienes una mansión de cien habitaciones y los dos tenéis yates y helicópteros. Además, tienes impunidad absoluta para hacer lo que quieras y nadie puede tocarte. Muy por encima de la ley. Acabas de volver de dos años de vacaciones por el mundo. ¿Qué harías durante el día o con tu vida?” [0:40:00]

Traduzco: Tienes resueltas tus necesidades materiales. Has cumplido con lo que se espera en la moral, has satisfecho tu ansias de placer y conocimiento. Tienes el poder absoluto sobre ti y sobre el mundo... ¿Esa situación es real?

La caja es real, somos nosotros mismos recordando lo que somos. Y tenemos un control absoluto sobre esos recuerdos. Una vez que nos quitamos la idea de que somos lo que el mundo nos hace ser (la culpa de los padres), y decidimos cambiar, tomar el control de lo que somos, ¿qué sucede entonces? ¿En qué nos convertiríamos? ¿Cuál sería nuestro posicionamiento ético? ¿Ante qué circunstancias rebasaríamos los límites?

“–¿Tenías previsto hablar con él?

–No. Te lo prometo. Sabes que no lo haría. ¿Lo has hecho tú?; porque se ha desmayado en cuanto te ha visto.

–Nadie, nadie ha podido contárselo. Nadie.

–¿Se te ocurre alguna razón para hacerlo?

–No, ninguna.

–A veces hacemos cosas y no sabemos el porqué.

–No. Ni hablar. No se me ocurre ninguna razón para hacerlo.

–A mí tampoco.

–¿Y si ha sido una emergencia?

–¿Lo harías por una emergencia?

–No. No lo sé. ¿Tú sí?

–No lo sé. ¿Qué clase de emergencia?”   [0:56:40]

Efectivamente, el dilema ético se convierte en decidir si hemos de contar la verdad, si debemos “publicar” nuestro saber. La verdad, que nos hace ser, y cuyo conocimiento podría paralizarnos. La cabeza de Medusa. La solución de las paradojas. Sacar a la luz lo que hemos estado ocultándonos para no caer destruidos. O bien esforzarnos por ocultar la verdad y vivir en la ignorancia todo el tiempo que se pueda. ¿Cuál sería la postura de Dios, la de Zeus, la de Prometeo, la de Caín, la de Satán, la del maestro, la del alumno, la de la serpiente, la del ser humano?

“Ahora he pagado la deuda que podía tener contigo. Sabes todo lo que yo sé. Mi voz es la única prueba que tendrás de la verdad de todo esto. Podría haber escrito una carta con mi firma; pero mi letra no es lo que era. Tal vez hayas podido grabarlo; es tu prerrogativa. No volveré a ponerme en contacto contigo –Cada medio metro. En todas partes. En todas partes–. Y si me buscas, no me encontrarás.”   [final]