HORCAJO DE LA RIBERA
UN PATRIMONIO QUE CONSERVAR
UN LUGAR EN LA MIRADA
Rufino Hernando Madera
El pueblo
Horcajo de la Ribera es un bello pueblo asentado en la comarca del Alto Tormes, en la cara sur de la sierra de Piedrahíta. Sus 1.482 m. de altitud sobre el nivel del mar lo convierten en un espléndido mirador sobre la sierra de Gredos y el valle del Tormes. Esta altitud propicia una climatología de montaña con abundantes nevadas en invierno y una primavera perenne el resto del año. Es también esta altitud la que condiciona el modo de vida de sus habitantes, que se han dedicado siempre a la ganadería trashumante, por lo que en invierno, la mayoría de la población masculina abandonaba el lugar para pastorear el ganado en Extremadura, siendo la mujer la que se quedaba en el pueblo encargándose de la casa, de los hijos y del resto de los animales.
Orígenes
No hay datos documentados sobre origen del pueblo de Horcajo de la Ribera, pero si se sabe que es uno de los más antiguos de esta zona. Se cree que las aldeas de esta comarca se formaron entre los siglos X al XII y que fueron originadas por cabañas o majadas de pastores de uso temporal que pasaron a lugar permanente habitado como consecuencia de la actividad ganadera, especialmente las situadas por encima de los 1.300 metros de altitud, como La Zarza, el Tremedal y el propio Horcajo, que se documenta en 1429 junto con La Lastra, la Avellaneda y Carrascalejo.
Como la mayoría de los pueblos serranos de la zona, Horcajo de la Ribera debió de ser un conjunto de majadas de pastores que en verano aprovechaban los nutritivos pastos de una sierra que debían abandonar en invierno por la dureza del clima, sobre todo por las abundantes nevadas que imposibilitaban el alimento de los animales. Quizá fueran los Celtas, concretamente los vetones, los primeros pastores que utilizaron los pastos del pueblo aunque sólo fuera en primavera y verano, eludiendo el crudo invierno. Estos primeros pobladores se habrían establecido en puntos elevados y de difícil acceso, llamados castros. En el pueblo aún nos queda el nombre de El Castrejón cuyo topónimo podría avalar esta teoría. Estos castros desaparecieron con la dominación romana cuando César obligó a los Vettones a trasladar sus asentamientos a zonas de los valles, cerca de los ríos y los caminos.
A partir del siglo XIV está bastante documentado el devenir del pueblo. Es en este siglo cuando los valles del Tormes y del Corneja se repueblan con gentes venidas de los reinos cristianos del norte. En el año 711 los árabes invaden la península y en muy poco tiempo llegan hasta los montes de León y la cordillera Cantábrica, lo que supone el abandono de la zona centro de la península Ibérica. Porque, aunque bastantes pobladores compartieron vida con los invasores, otros muchos huyeron hacia el norte a medida que los ocupantes se iban asentando en las tierras del sur.
Así pues, durante cerca de doscientos años la sierra de Gredos va a ser la frontera natural entre el mundo árabe y el cristiano, dificultando la repoblación de estas tierras por la inestabilidad que suponía la propia frontera. Es en el año 712 cuando los árabes conquistan la ciudad de Ávila y los cristianos no van a tener un asentamiento seguro al sur de la sierra hasta el año 1085 cuando Alfonso VI conquiste Toledo.
Algunos topónimos y vocablos de ciertos pueblos de la zona como aldehuela, de aldaya, granja en árabe; atalaya, almohalla (cuartel), merina, (raza de ovino introducida por los benimerines), nos inducen a pensar que pudieron ser los bereberes, pueblo nómada y ganadero, los que continuaran con la tradición ganadera de los vetones, generalizando la trashumancia que tanto años han realizado los pastores de Horcajo, Navasequilla y otros pueblos de la zona. Esta práctica ganadera, que ha llenado las cañadas y condicionado la vida de nuestros pueblos, consistía fundamentalmente en aprovechar los pastos de la sierra durante la primavera y el verano. Hacia finales de octubre pastores y ganado iniciaban una larga marcha por cañadas y cordeles para establecerse en las grandes dehesas de Extremadura donde pasaban el invierno. Sus primeros habitáculos en el pueblo habrían sido pequeños chozos de de piedra cuyos techos se cubrían con piornos. Aún queda algún resto de estos chozos en el pueblo, como el que adorna esta página.
¿Cómo se produce la repoblación? De los libros de Historia podemos deducir que la repoblación de estas tierras se originaría en orden inverso al abandono: a finales del siglo XIII empezaría a producirse el regreso de muchos de los pobladores del norte de la península que debieron de ver una posibilidad de mejora ante la idea de conseguir posesiones en propiedad ocupando las tierras recuperadas a los árabes. Habrían surgido así las llamadas aldeas de behetría. Los nuevos pobladores tendrán derecho al usufructo de solares y tierras de cultivo que al cabo de unos años serían de su propiedad. Sabemos que la zona centro fue repoblada por foramontanos, de fuera de los montes, aunque, un análisis de los topónimos de la zona nos lleva a pensar que estos primeros pobladores podrían ser de origen leonés. Nombres como Bozunal, que podría derivar de bodonal, por deformación fonética, con el significado de terreno pantanoso y húmedo, Herreñas, derivado de herrén que era una especie de forraje que se sembraría en esas tierras próximas al pueblo, se encuentran también en ciertos pueblos de la zona norte.
Sabemos que a mediados del siglo XIII, en la concordia del cardenal Gil Torres en la que a efectos fiscales se recogían las iglesias parroquiales de las diócesis, Horcajo no tenía pila ni era parroquia. Está documentado que el 12 de mayo de 1330 el Rey Alfonso XI ordena al Obispo de Ávila, don Sancho Blázquez Dávila, que deje libres y desembargadas las tres aldeas que tenía en su poder: Bohoyo, Zapardiel y Horcajo que limitaban entre sí, lo que nos lleva a afirmar que La Aliseda se formaría más tarde. Por tanto, sabemos que en la primera mitad del siglo XIV, Horcajo ya existía como concejo. “Et otrosí manda nuestro señor e tiene por bien que Buenfoyo e los Forcajos e Çapardiel , que son en Valdecorneja, en término de Ávila, e que falla que son sus aldeas de Ávila e manda al obispo que las tiene que ge las dexe desembargadas”. (Documentación Medieval de la Extinguida Universidad y Tierra de Ávila. Volumen I. Carmelo Luis López y Gregorio del Ser Quijano).
EL SEÑORÍO DE VALDECORNEJA
El Señorío de Valdecorneja fue una unidad político administrativa medieval creada en el valle del Corneja y proximidades, por el rey Alfonso VI de León en el siglo XI. Este rey entrega el señorío a su hija Urraca de León, cuyo esposo, Raimundo de Borgoña será el designado por el rey para repoblar la zona. El señorío pasó después a la casa de Alba hasta que en el año 1806, todos los bienes muebles e inmuebles revierten a la corona después de un pleito que se inicia en 1802. Horcajo había pertenecido al sexmo de la sierra; toda su historia medieval está relacionada con este señorío, siendo el pueblo uno más en el sostenimiento y defensa de los intereses de los señores de Valdecorneja y gobernándose por el fuero que emanaba de las normas del señorío. Gran parte de la administración que hemos conocido hasta el drama de la despoblación está basada en normas que emanan de la Edad Media. Y muchos de los localismos que nos han acompañado de niños, también: Palabras como huertos, herrenes, cercas y linares, ejidos, armealeras y eras comunales; dehesas concejiles, prados (abiertos y cerrados), tierras de sembradura, hojas de labor, heredades, baldíos, dehesa boyal, corral de concejo o rastrojera nos han acompañado desde niños.
La historia moderna del pueblo también está condicionada de alguna manera por los avatares del señorío, porque será la recuperación de las propiedades rústicas del mismo y la posterior desamortización de Pascual Madoz lo que permita al pueblo hacerse con lo que hoy son dehesas boyales. Es esta compra un capítulo importante en la historia y en la economía del pueblo, cuya administración merecería un capítulo aparte.
Edad Moderna
Durante los siglos XIX y XX, Horcajo de la Ribera se configura como una población estable dedicada a la ganadería trashumante. Su economía es de subsistencia: los pobladores producen la mayor parte de lo que necesitan para sobrevivir. En la mayoría de las casas hay ganado que produce leche, queso y huevos; se cultiva el trigo suficiente como para no carecer de pan, la matanza es una base importante de proteínas, los huertos producen las patatas, legumbres y verduras necesarias y, si acaso se echa algo de menos, serán el pescado y la fruta los alimentos que faltan en la mesa de los lugareños.
CENSO DE HORCAJO DE LA RIBERA. Incluye Navasequilla
CENSO | 1842 | 1857 | 1860 | 1877 | 1887 | 1897 | 1900 | 1910 | 1920 | 1930 | 1940 | 1950 | 1960 | 1970 |
P. de hecho | - | 694 | 495 | 487 | 484 | 540 | 561 | 657 | 858 | 595 | 582 | 564 | 554 | 434 |
P. de derecho | 392 | 620 | 670 | 687 | 761 | 768 | 860 | 918 | 887 | 924 | 977 | 751 | ||
Hogares | 134 | 147 | 150 | 173 | 158 | 181 | 211 | 214 | 202 | 244 | 239 | 224 | 229 | 190 |
La población se mantiene estable —alrededor de los quinientos habitantes— con algún ligero crecimiento hasta los años sesenta. A partir de estas fechas, la caída de población es brutal, no sólo en Horcajo, sino en toda la zona. La emigración se produce, sobre todo hacia Madrid, dedicándose la mayoría de los emigrados al negocio del comercio minorista.
En el año 1975 se produce la fusión municipal de las localidades de La Lastra de Elcano, Horcajo de la Ribera y La Aliseda de Tormes, situándose la sede del nuevo municipio, que pasa a denominarse Santiago de Tormes, en este último pueblo. Este hecho supone la desaparición del ayuntamiento de Horcajo. Muchos de los habitantes no han entendido nunca esta medida política, que no ha supuesto ningún ahorro, como se les dijo entonces. Ciertamente, no se entiende que, con el fin de racionalizar y compartir los gastos, no se optara por mancomunar los servicios, incluso la administración, cambiando los horarios y estancia de los funcionarios locales como se hizo en otros lugares y se prefiriera el cierre de los ayuntamientos de los dos pueblos.
Hoy, Horcajo de la Ribera se mantiene vivo gracias al tesón de sus habitantes, de los que resisten allí bravamente y de los que van muchos fines de semana y en periodos vacacionales.
Este afán de pervivencia o de supervivencia se ha manifestado a los largo de estos últimos años, desde que se produce la gran migración allá por los setenta, en una voluntad enorme por mantener vivo el pueblo y por fomentar la buena relación entre todos los que, por nacimiento o por otras razones, tienen relación con él.
En el año 1982 se crea una asociación denominada “Santiago Apóstol” a la que pertenece casi todo el pueblo. Esta asociación no sólo se encarga de organizar la fiesta de Santiago o la cena comunitaria que se celebra todos los años hacia el quince de agosto, sino que es un factor fundamental de unidad entre los vecinos. Desde su fundación se ha procurado que todos los socios vayan adquiriendo responsabilidades en la organización y gobierno de la asociación, lo que ha fomentado el conocimiento y la amistad entre personas que, alejadas por razones laborales, han vuelto a encontrarse felizmente. Fueron los miembros de esta asociación los que compraron el local donde se ubica el bar, elemento fundamental como centro de reunión para los pocos habitantes que quedan en invierno. Es también la asociación el germen de la fiesta del ramo, que se celebra en agosto en un intento de recuperar la tradición de lo que fue la fiesta de La Candelaria, el día dos de febrero. En julio se organiza también una carrera de alta montaña denominada Cross de los pastores, que, en su cuarta edición, es ya un referente en la zona.
Y, por último, son los nacidos y relacionados con el pueblo de Horcajo los que están empeñados en salvaguardar su patrimonio, colaborando en la restauración y mantenimiento de edificios como la iglesia. Y es la actitud abierta y colaborativa de sus gentes la que hace posible una convivencia grata y acogedora.
LA VIVIENDA
La casa serrana en estos pueblos de la sierra es de piedra en su parte externa y de adobe en el interior. La piedra suele ser granito tosco en los paramentos verticales y en los machones de las puertas. Sólo a partir de los años sesenta se pulen las piedras esquineras y, dependiendo de las posibilidades económicas del amo, las del dintel y las jambas de las puertas y ventanas, que hasta entonces estaban formadas por gruesas tozas de madera apenas desbastada. El adobe es una especie de ladrillo de barro y paja que se fabrica en el mismo pueblo arrancando la excelente tierra negra de La Aljondiguilla, mezclándola con paja y agua y metiendo este barro en un recipiente de madera abierto por arriba y por abajo, para que adquiera forma prismática antes de tenderlo al sol durante horas para que se endurezca. El adobe se conserva inalterable si no se moja.
El tejado se sustenta sobre gruesas vigas de álamo o de roble, siendo de especial importancia la de la cumbrera, mucho más gruesa que las otras, sobre las que se forma un entramado de palos más delgados, encima de los que se coloca mimosamente la barda. Sobre esta barda se ponen las tejas, unas sobre otras, sin ningún tipo de agarre. En las que bordean el tejado se colocan piedras de cierto peso, una por cada canal, para evitar que el viento las levante.
Por dentro, la casa serrana está distribuida en espacios cuyos tabiques son de adobe que rellenan unos cuarteles geométricos formados por postes verticales de madera de álamo toscamente pulida, unidos por fuertes clavos de herrero. Las paredes interiores se lucen con cal, que los albañiles apagan previamente. Esta cal se mezcla con arcilla, los aldeanos la llaman ardilla, y es el revestimiento sobre el que se distribuye el jalbiegue, especie de pintura formada con tierra blanca que las mujeres extienden con un trozo de piel de oveja que aún conserva la lana y que llaman pelleja.
La distribución interior suele ser muy similar en todas las casas serranas: un amplio espacio para la cocina en cuya techumbre se deja un hueco grande delimitado por la burra – una viga enorme- para configurar la chimenea que aparece atravesada por un palo del que cuelgan las llares. Muchas casas alojan allí el horno, aunque no todas disponen de este elemento. En la entrada está el mediocasa y en la trasera, la sala, que suele albergar en la parte más profunda dos alcobas sin luz en las que se ubican las camas. Además, se suele aprovechar algún espacio pequeño para el cuarto de la chiche.
Las casas serranas suelen ser de dos plantas, doblándose con cuartones y madera de álamo hasta que apareció el pino. La planta superior suele ser diáfana dedicándose toda ella a lo que los aldeanos llaman sobrado, que se utiliza para guardar el grano y las herramientas. La puerta de entrada es de dos hojas horizontales que se usan como si fueran dos puertas: la de arriba, siempre abierta para que entre la luz, y la de abajo, siempre cerrada para que no entren los animales. En esta puerta de abajo se sitúa la jornilla, un agujero redondo para permitir el paso de los gatos.
Casi todas las casas tienen en la parte de delante un corral que puede tener un trozo cubierto con una buena capa de escobas que mantienen seco y abrigado el espacio. En el pueblo llaman tinaos, a estos corrales y en otros pueblos de la zona los denominan tenadas. Se trata de un espacio que se usa para todo: puede guardar el ganado si hace falta, la leña, los aperos de labranza, las herramientas… Y cuando el tiempo lo permite, es el lugar ideal para calentarse al sol, descansar un rato o echar un trago con el vecino.
Comunicaciones
Hasta los años treinta del pasado siglo, a Horcajo se accedía siguiendo los caminos que, desde Piedrahíta pasan por la Avellaneda y Santiago del Collado. A El Barco de Ávila se iba por la ruta que discurre por La Lastra de El Cano y, si se quería hacer parte del camino en coche, no había más remedio que desplazarse hasta La Aliseda. Unos años antes de la guerra civil, se abre la carretera que une estos dos últimos pueblos, con lo que Piedrahíta queda para las ferias de ganado, pues, con la nueva vía, será ya El Barco de Ávila el lugar donde los habitantes del pueblo se aprovisionen de los aperos y de todo lo que no pueden obtener de sus huertos y animales. El coche de Pedro, hoy tristemente desaparecido, será el medio que utilizarán para el desplazamiento. Antes tendrán que cubrir, andando o en caballería, los seis kilómetros que separan Horcajo del apeadero de La Aliseda. Ir a El Barco será todo un acontecimiento y para muchos niños la primera salida que realizaron. Hoy, aquellos que no disponen de vehículo propio, pueden utilizar el denominado “transporte a la demanda”, un servicio muy similar al del antiguo coche de línea que hay solicitar previamente.
El desplazamiento a la capital, situada a unos 100 km. o a Madrid, a 220, suele hacerse en coches privados.
Entorno
Horcajo de la Ribera es junto con otros pueblos de la zona un privilegiado mirador sobre la sierra de Gredos y los valles del Tormes y del Corneja. En su propio término municipal, de más de 2.500 hectáreas, encontramos verdaderas maravillas paisajísticas. Cerca del pueblo y saliendo por la carretera que lo une con Navasequilla se halla una ermita dedicada a la virgen de La Concepción. No se conoce la fecha de construcción, aunque en una de las piedras que cierran el arco de la puerta de entrada se lee la fecha de de 1797. Posiblemente existiera en el lugar algún tipo de santuario anterior, o, incluso, algún oratorio pagano. La ermita estuvo derruida durante varios años y fue también la voluntad de los pueblos de Horcajo y Navasequilla la que consiguió levantarla, repartiendo el coste de la obra entre todos y cada uno de los habitantes de los dos pueblos.
La celebración de la fiesta fiesta ha cambiado varias veces de fecha debido a la propia evolución del pueblo. Años ha parece que se celebraba el día 8 de diciembre, coincidiendo con la fiesta de La Inmaculada, pero la adversidad del clima obligó a trasladarla al lunes de Pentecostés. Sin embargo, y dado que a muchos fieles que aún realizaban la trashumancia, estas fechas podrían cogerles de camino, hace ya varios años que se celebra el tercer domingo de junio.
De la misma ermita sale una pista asfaltada que sube hasta los que llamamos “Cama de la Virgen”. Se trata de una losa enorme con forma de cama, con su almohada correspondiente, donde según la tradición se apareció La Virgen. Desde este lugar, al que recomendamos subir a pie, se puede observar toda la grandeza de la sierra de Gredos, esa cordillera a la que Unamuno denominó “espina dorsal de España”.
Apenas un kilómetro más arriba, siguiendo la carretera hasta el final, encontramos la pequeña localidad de Navasequilla, el pueblo más alto de la Comunidad y uno de los más altos de España. Dese la plaza, cómodamente apoyados en la baranda del pilón de piedra, también podemos observar la sierra en todo su esplendor.
Si continuamos la ascensión, ahora por caminos de tierra, llegaremos a las dehesas boyales, proindiviso de cerca de seiscientas hectáreas de cervunales que han alimentado desde siempre a la ganadería del pueblo y que han sido un modelo de administración comunitaria. Al final de la ascensión, rondando ya los 2.000 metros, encontramos el risco de La Tarayuela, en su origen Atalayuela, otero que pudo servir como puesto de vigilancia de lo que fue y es una importante vía de comunicación entre Castilla y Extremadura.
Por lo que hoy es la N110, discurría una cañada que bajaba por el puerto de Castilla, que se divisa desde aquí, y llevaba los ganados hacia los inviernos más suaves y acogedores de las dehesas extremeñas. A la derecha, los anchos campos de La Castilla seca y cerealista y, abajo, marcado por las copas verdes de los árboles que adornan la ribera, el río Corneja que camina hacia su desembocadura en los límites con la provincia de Salamanca. Hacia el poniente, el valle del Tormes, el río que espejea en La Aliseda y que gira hacia El Barco, y, más al norte, entre la bruma se adivinan la sierra de Béjar y las cumbres nevadas de La Covatilla.
ESTUDIO GEOGRÁFICO- ESTADÍSTICO DE ESPAÑA Y SUS POSESIONESDE ULTRAMAR. HORCAJO DE LA RIBERA. (Publicado por P. Madoz en 1847)
Lugar con ayuntamiento de la provincia y diócesis de Avila (12 l e g. ) , partido judicial de Piedrahita, audiencia territorial de Madrid (28), ciudad perteneciente a Castilla la Vieja.
LA IGLESIA
En el concilio de Valladolid celebrado en el año 1322, se establece la obligatoriedad de que en cada aldea hubiera una iglesia y un cura. En 1458 había en la zona algunos pueblos que tenían iglesia y la de Horcajo figura entre ellos.
La iglesia de Horcajo se encuentra en la parte más alta del pueblo, orientada hacia el saliente, como era habitual en todas las construcciones de la época. Por encima de ella no se halla ninguna casa, como también era costumbre. Se trata de un edificio de piedra granítica, muy abundante en la zona, que debió de construirse en la segunda mitad del siglo XV. Este tiempo de construcción coincide a grandes rasgos con el reinado de Los Reyes Católicos. Podemos fijar la fecha de edificación por las bolas de piedra que adornan su torre. Se trata de una serie de bolas talladas en la piedra, características del estilo gótico abulense, también conocido como tardogótico. Estas bolas, visibles ahora sólo en la cornisa del último cuerpo de la torre, debieron de estar también en el exterior en ventanas y arcos de entrada y, quizá, en el interior, en arcos, arcosolios o ménsulas – que son molduras en forma de cono invertido que tienen la función de recibir el empuje de las bóvedas a través de sus nervios-.
El edificio, de una sola nave, es bastante grande y se articula en dos alturas. En su origen debió de tener un techo abovedado sostenido por grandes arcos de los que sólo quedan las ménsulas de la parte del coro ya que la bóveda, según se ha ido trasmitiendo oralmente, hubo de ser demolida en el año 1905, ya que su estado ruinoso amenazaba la integridad de los feligreses. La tradición oral asegura también que muchas de las piedras que la formaban sirvieron para levantar la pared de la plaza. En el exterior de la iglesia pueden verse aún los contrafuertes que debieron de sostener los arcos del interior. El techo es de madera y el tejado se ha rehecho no hace muchos años. En la pared que cierra el edificio por la cara del poniente puede verse un rosetón acristalado que permite dotar de luz a la trasera del templo. Era esta pared el refugio natural para numerosos vencejos que nos alegraban con su incansable aleteo y su piar estridente. Dos puertas de características similares, montadas sobre arcos de medio punto, dovelados, permiten acceder al templo. Sendos tejadillos entre contrafuertes protegen la madera de ambas puertas y las pequeñas escaleras de piedra, formando un pequeño patio cubierto. Todas las paredes en su parte exterior han sido restauradas no hace muchos años.
El templo se halla rodeado de un recinto murado con pared de piedra que seguimos llamando el cementerio, dado que hizo estas funciones durante algunos años. Es sabido que en España se enterraba en las iglesias y, posteriormente, en los patios que las rodeaban hasta que unos años antes de 1780, Carlos III ordena que han de construirse los cementerios fuera de poblado con el fin de lo que la Ley denominaba “esa costumbre insalubre de enterrar en las iglesias”. En 1847 ya existía el que hoy llamamos camposanto en el lugar actual (Madoz).
La torre-campanario está situada en la cabecera del templo y tiene acceso independiente desde el exterior de la iglesia, quizá debido a la doble función que realizaba: la litúrgica como campanario que llama a la ceremonia a los feligreses y la de puesto de vigilancia, a modo de atalaya, que avisa de los peligros que amenazan a los lugareños. Muchos de los que hoy habitamos en el pueblo sabemos el desasosiego que producía en nuestros mayores el tañer de la campana fuera de las horas de liturgia. Se trata de una torre de planta cuadrada, con cuatro vanos en arcos de medio punto de los que sólo dos están ocupados por sendas campanas. No hace muchos años, aún podía verse en la cara norte una campanilla pequeña, hoy desaparecida, que los niños y muchos adultos denominaban el chinguilín. La puerta de acceso, en el lado sur, es un vano rematado por un arco de medio punto dovelado, donde se ha colocado un cierre de madera provisto de llave que antes no existía.
El interior de la iglesia es una gran nave con pilastras en las paredes. En la cabecera se halla el retablo mayor, un poco detrás del altar, como mandan los cánones eclesiásticos. En dicho altar se oficiaba la misa antes de que el celebrante lo hiciera de cara a los fieles. Se accede al mismo por una escalera de piedra que ocupa todo el ancho de la nave. En la pared del lado norte se encuentra la entrada a la sacristía. En el suelo, y frente a esta entrada, se conserva una lauda funeraria de piedra con cenefa escrita sobre la que puede leerse “Aquí yace IVAN GONZÁLEZ” (antecedente de nuestro Juan, de donde deducimos que el yacente sería Juan González). En el límite del coro se encuentra el púlpito, de corte y rejería sencillos, apoyado sobre una base de piedra gallonada de bulto que apoya sobre dos cartelas (soporte de piedra). En el tramo más bajo de la nave y en la misma pared se halla el retablo del crucificado, la puerta de acceso al templo por el lado norte y la sala del baptisterio. En la pared del lado sur, cerca del coro encontramos una lámpara que antes se mantenía siempre encendida y dos grandes ventanales que dotan de luz a la nave. En la parte más baja se halla el retablo de la virgen del Rosario que nosotros llamamos de la Portería, la puerta de entrada por el lado sur con una pila de agua bendita y la puerta y escalera de acceso a la tribuna, ambas de madera. Esta tribuna se halla sostenida por una gran traviesa de madera en la que figura la fecha de su construcción: año de 1919, lo que nos hace pensar que no se trata de la tribuna original que debió de apoyarse sobre los contrafuertes de piedra que se encuentran a ambos lados de la nave.
EL RETABLO MAYOR
Lo fabrica José Sánchez Pardo, maestro retablista que nace en Villafranca de la Sierra el 4 de abril de 1713. Su labor profesional, con la que adquiere gran fama, se desarrolla en el valle del Corneja entre los años 1740 y 1795.
El 16 de diciembre de 1766, José Sánchez Pardo se compromete a fabricar dos retablos para la iglesia de Horcajo de la Ribera. En la obligación figuran junto a él, Juan Blázquez de la Plaza y Nicolás Lisi, vecinos de Piedrahíta. Se trata del retablo mayor y de otro colateral para la Virgen del Rosario que debían estar acabados el mes de septiembre de 1767, abonando por ello la iglesia la cantidad de 5.100 reales, algo así como 1.275 pesetas o menos de 8 Euros. En este precio no se incluía el traslado a Horcajo, cuyo importe correría a cargo de la parroquia.
El retablo mayor debía tener 25 pies de alto por 16 de largo (algo así como 7 metros de alto por 5 de largo), con lo que ocuparía todo el sitio preparado para este fin; debería ajustarse a una traza ya existente y los soportes serían columnas. Especifican además que el trono (debe de referirse al sagrario, ya que a partir del s. XV se considera el sagrario o tabernáculo la parte más importante del retablo)) tiene que tener trazas para poner a Su Majestad, ha de llevar vidrios cristalinos y se adornaría con columnatas. El retablo se entregaría clavado por dentro y por fuera y la madera y la llave correrían de su cuenta.
Dicho retablo, de madera dorada y policromada, ocupa el testero de la cabecera. Consta de una predela (banco o parte inferior sobre la que apoya el retablo) con sagrario central, un cuerpo de tres calles y un ático (parte superior que remata toda la estructura) con aletones. Separan las tres calles columnas de capitel corintio con fuste decorado por espejos y cueros recortados que soportan el entablamento doble y el ático central. Piezas de la arquitectura del retablo y el fondo de las hornacinas muestran decoración floral policromada, tornapuntas vegetales y rameado superpuesto recorre el conjunto conforme al estilo barroco. El estado actual de dicho retablo es malo, por lo que es estrictamente necesaria su restauración si queremos conservarlo.
Imágenes que alberga el retablo
La calle central, divida en dos pisos, aloja un tabernáculo de madera dorada y policromada en la parte baja y la talla policromada dieciochesca de La Asunción rodeada de cuatro ángeles de bulto redondo. En la calle derecha encontramos una talla de San Andrés, procedente de la iglesia de santo Tomé, de Ávila, restaurada por don Juan Manuel Aranda en el taller de restauración del obispado de Ávila. La calle izquierda alberga una talla barroca policromada de San José con El Niño en postura infantil y en el ático se encuentra una talla de Cristo crucificado, también barroca.
Retablo del lado norte que llamamos de El Crucificado
Se trata de un retablo barroco, del siglo XVIII, de madera policromada, de 3,20 por 2,17 metros con adornos dorados. Forma un banco con sagrario central que decora su puerta con motivo de jarrón con flores, un cuerpo y remate con aletones, hojarasca; rameado y roleo (volutas en los capiteles) decoran las polseras, el remate y toda la fábrica del retablo. La hornacina central, en forma de cruz, acoge una talla renacentista de Cristo crucificado. Es del tipo de tres clavos, poco caído, muerto, con mechones de pelo sobre los hombros, perizoma (paño en la cintura de la talla) corto y con nudo muy desarrollado. Dos pequeñas hornacinas en arco de medio punto ocupan el espacio restante. La del lado derecho alberga una emotiva talla del siglo XVII del Ecce Homo sentado sobre una roca y apoyando su rostro sobre la mano derecha. En la hornacina izquierda encontramos una talla policromada y estofada del niño Jesús con bola impartiendo la bendición. Es del siglo XVIII. | ||||||||||
Capilla del baptisterio
Situada en la parte trasera del lado norte de la iglesia separada de la nave por una verja de madera. Alberga una pila bautismal barroca en piedra, de copa ligeramente acampanada, con grandes gallones (adorno de piedra) de bulto sobre pedículo bajo circular. El techo es de madera y la verja y la puerta de entrada, también.
Retablo del nudo sur
Se trata de un retablo barroco del siglo XVIII de 2,15 por 2 metros en madera dorada y policromada que se encuentra en buen estado ya que ha sido restaurado en fechas muy recientes. Únicamente se conserva una tela barroca que representa la Inmaculada Concepción. Sobre media luna y ángeles está rodeada por un rosal y un lirio. En la parte superior, de blanco y azul, la paloma de El Espíritu Santo. La tradición dice que los feligreses llaman a esta tabla “Virgen de la Portería” y que era la que se sacaba en procesión para pedir que lloviera cuando la sequía amenazaba cultivos y animales. Se dice también que esta imagen pudo estar en un oratorio, hoy desaparecido, en lo que llamamos Huerto del cura, en el camino Llano.
CONCLUSIÓN
Este es a vuelapluma un repaso del patrimonio del pueblo. Un patrimonio natural que nos ha sido dado y otro que nuestros antepasados fueron construyendo a lo largo de los tiempos y que tenemos la responsabilidad de conservar. Es este último el que está en peligro, por lo que tenemos que concienciarnos de la necesidad perentoria de su restauración.