Elena Jordana y sus Poemas no mandados
en el contexto de la poesíacoloquial latinoamericana[1]
Eva Castañeda Barrera
Elena Jordana (1934-2008) fue la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 1978 por su libro Poemas no mandados; un libro que valga decirlo, resultaba atípico en relación con las obras ganadoras anteriormente, pues privilegió una temática y tono relacionados con lo cotidiano y lo aparentemente anodino. Esto último es desde mi perspectiva un aspecto que resulta sumamente interesante, ya que si lo pensamos a la luz del contexto poético mexicano, la argentina sin ambages escribió un poemario que se alejaba completamente de la retórica grandilocuente y de los temas existencialistas tan caros para nuestra lírica. Desde el prólogo definió sus afinidades poéticas, y en unos cuantos versos dio cuenta del tono que seguiría todo el libro:
Prólogo
Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.
Yo dije:
Al carajo la poesía
Y me puse a escribir como se ponen a vivir.[2]
La mención directa a un fragmento poético de Jaime Sabines no es en modo alguno un hecho inocuo, recordemos que el poeta chiapaneco privilegió el uso de un léxico y tono eminentemente coloquial para nombrar tanto lo inmediato como lo trascendental. En ese sentido, sus poemas son el cantar de gesta de lo cotidiano, y toda su obra poética da cuenta de una manera muy particular del ejercicio escritural: “Hay dos clases de poetas modernos: aquellos, sutiles y profundos, que adivinan la esencia de las cosas y escriben: ‘Lucero, Luz cero, Luz Eros, la garganta de la luz pare colores coleros’ y aquellos que se tropiezan con una piedra y dicen: pinche piedra.”[3]Sabines se asume heredero de una tradición que no busca hacer de la poesía lo intangible, lo exclusivo para unos cuantos; representa el espíritu desenfadado y la tendencia a hacer de lo cotidiano un recurso habitual en la poesía.De modo tal que Elena Jordana comulgará con las ideas estéticas de Jaime Sabines, quien valga señalarlo, se inscribe en una veta poética que durante los años sesenta y setenta tuvo una importante fuerza en América Latina, me refiero a la poesía coloquial.
El término de poesía coloquial de tono conversacional fue apuntado por Roberto Fernández Retamar, quien afirmó que ésta planteaba un “nuevo realismo,” es decir, los poetas que se adscribieron a la coloquialidad buscaron acercarse al lector, aludirlo y no eludirlo como señaló Mario Benedetti. Esta implicación del lector en el poema y esta búsqueda de “un nuevo realismo” debían poseer una serie de características para lograr tal empresa: “los poetas coloquiales nos describen situaciones reales, acercándose con claridad a la voz que transmite la experiencia inmediata; se arraigan en el quehacer cotidiano y problemático.”[4]La nómina de poetas adscritos a esta veta poética es numerosa, mencionaremos aquí apenas algunos de los nombres más representativos: Roque Dalton, Roberto Fernández Retamar, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, Gonzalo Rojas, Eliseo Diego, Enrique Lihn, Juan Gelman, Idea Vilariño, entre otros. Estos escritores apostaron por una nueva dicción poética que diera cuenta del momento histórico que vivían. Por una parte, reflexionaron sobre el papel del poeta, ya no como un ser inspirado, sino como un hombre común que le habla a la colectividad. Por otra parte, la inclusión de la cotidianeidad en la poesía, pues ésta ya no se ocuparía sólo de temas trascendentales y metafísicos, ahora lo inmediato podía ser poetizado. Todo esto mediante un lenguaje sencillo que diera cuenta de todo lo anterior.
En el caso mexicano esta dicción poética estuvo presente con particular fuerza; hablamos entonces de una coloquialidad que respondía a las complejas y por momentos venturosas condiciones sociopolíticas de la época. A partir de 1975 la bonanza económica del país permitió el surgimiento de becas y la creación de premios que facilitaron la difusión y promoción de la literatura, específicamente en poesía el panorama fue copioso, baste recordar el ejercicio que hace Gabriel Zaid en Asamblea de poetas jóvenes de México (1980). Esta antología hace la veces del resumen de una época por demás prolífica en la que el surgimiento de editoriales y publicaciones de poesía iba en aumento, por citar algunos ejemplos: Nexos, Sábado, Vuelta, La Cultura en México, Plural, como los más importantes. No podemos obviar las revistas independientes que fungieron como un espacio importante para la difusión de nuevos escritores: El cuervo herido, Cuadernos de Literatura, Dédalos, El Zaguán y Latitudes por mencionar algunos.
Por su parte, Octavio Paz se encuentra en el cenit de su hegemonía, y todos coinciden en que una de las consignas principales de los poetas que no estaban adscritos a esta línea poética –la línea de la poesía culta– era ir a contracorriente del escritor más influyente (para bien y para mal) del sistema literario mexicano. A semejanza del conflicto social, entienden que sólo hay dos caminos para acceder a la “República de las letras”: la alineación (que suponen alienación) a los grupos de poder cultural, o la irrupción subversiva en el panorama, emulando la función social de la guerrilla. Como señala Oscar Wong:
La poesía de la transgresión irrumpe en la capital mexicana. Convulsivamente marcha rumbo a los cafés, inmiscuyéndose en la Casa del Lago; comprime a los miembros de los talleres literarios de la UNAM; gesticula, discrepa en las lecturas o “veladas literarias” del Palacio de Bellas Artes; vocifera en las calles, en las sesiones privadas de lectura, matizadas por el alcohol y las drogas. [...] Todo esto en un México en el que proliferan los talleres, premios y concursos literarios, cabe destacar el caso de Excélsior y las consecuentes apariciones de las revistas Proceso y Vuelta, así como del cotidiano Uno más Uno, con su Sábado en calidad de suplemento cultural; así como las repetidas devaluaciones del dólar, sin soslayar la creación de la revista Nexos, elementos que sirven de marco para el terrorismo cultural que nos ocupa.[5]
Otro elemento que forma parte de esta agitada época son las polémicas y discusiones, buena parte de ellas, apunta Rodolfo Mata, “se centraban en las disputas que provocaban las dicotomías poéticas: poesía culta, elitista de ‘íniciados’ vs poesía popular, accesible al “hombre de la calle”, poesía enajenada vs poesía comprometida, poesía del “decir difícil”de la palabra como signo kaleidoscópico vs poesía de la llaneza coloquial, transmisora de emoción y sentimiento.”[6]Respecto a las discusiones en torno a estas dos dicciones poéticas que signaron la década, mucho se ha dicho y al afirmarlo se subraya el divorcio y la separación entre formas distintas de la escritura poética, así también lo señala Ana Chouciño: “La existencia de las dos tendencias (los poetas cultos vs los poetas de las pinches piedras) derivó en una discusión que se prolongó durante bastante tiempo.”[7] Por su parte, Evodio Escalante, advierte:
Una vez que las alarmas del maltusianismo literario han sido superadas, una vez que el escándalo de la proliferación se ha convertido en sedimento, apagadas desde hace rato las discusiones que pretendían establecer una oposición dicotómica entre escritores “cultos” y “buenos salvajes”, entre “catrines” y “desarrapados”, resulta claro que la aportación literaria de los poetas nacidos entre 1950-59 es una de las más ricas en la historia reciente de nuestras letras.[8]
Esta dicotomía fue el foco de la discusión de la época, no obstante es claro que toda la poesía de esta década no se podía encasillar o clasificar en una u otra tendencia. En ese sentido, lo que Escalante apunta en el prólogo de su antología,Poetas de una generación (1950-1959) es relevante en la medida que abre la lectura del periodo más allá de la mera división tajante, y en consecuencia reduccionista, que supuso el enfrentamiento entre “poesía culta” vs “poesía popular”. La principal característica de las obras poéticas publicadas en esta época es su heterogeneidad y su afán por “renovar el lenguaje poético”, por lo que Escalante apunta cuatro tendencias dentro de este variado grupo de poetas: “Un intento de recapitulación me lleva a dibujar una especie de cuadro retórico que estaría constituido por los siguientes vértices: 1) Radicalismo experimental; 2) Conformación modélica; 3) Lirismo emotivo o intelectual; y 4) Cotidianeidad prosaica.”[9] La intención de establecer estas propuestas poéticas era dar cuenta de la diversidad y riqueza que había en el grupo o corte generacional del que esa recopilación se ocupaba. De las cuatro tendencias propuestas por Evodio Escalante, me resulta de particular interés la cuarta, “la cotidianeidad prosaica”, debido a que es la más cercana al tema que nos ocupa en este trabajo. El crítico mexicano dice de ella que: “es el aquí y el ahora de la experiencia inmediata lo que les proporciona el material de sus poemas. Esta inmediatez puede ser, además de liberadora, conmocionante.”[10]
En resumen, la década de 1970 es un periodo sumamente rico y diverso en cuanto a escrituras poéticas se refiere, y es en este contexto tan heterogéneo que la obra de Elena Jordana se inserta. En 1978 gana[11] el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por su libro Poemas no mandados; valga señalar que el tono y registro del poemario es enteramente coloquial. Cada uno de los textos privilegia la narratividad, de tal manera que el lector está frente a un cúmulo de historias que versan sobre lo más humano y por ello cotidiano. Así lo explica Elena Jordana:
En Poemas no mandados están los antihéroes, el pobrecito hombre que va a su oficina, que no es célebre en nada, que tiene tics por donde explotan las neurosis de su mujer, la indiferencia de sus hijos, el mal salario que le pagan en su trabajo. Está la mujer a la que ves con una cara desolada en una banca de Reforma, mujer de 50 años de quien te imaginas su pasado pero sobre todo lo que depara el futuro: soledad. Este es mucho mi tema.[12]
Los grandes tópicos de la literatura universal: el amor, la muerte, la soledad, la felicidad, entre otros, son abordados por la poeta argentina a partir de un léxico cercano al habla cotidiana, lo que le resta gravedad a temas cuya densidad es inherente, además de que acerca de manera inmediata al lector a una experiencia mucho más vívida y por ello humana. No encontramos en Poemas no mandados, un discurso grandilocuente o lleno de tropos literarios que obscurecen el sentido, por el contrario, estamos frente a una poesía de lo absolutamente cotidiano. Sirva como ejemplo un fragmento del poema “XXVI”:
Amo las migas de pan y las manchas de vino sobre el mantel
los zapatos embarrados
los libros subrayados
las tazas de café a la madrugada
los paraguas goteando en el zaguán
amo la cuenta exagerada del teléfono
la cocina llena de platos sucios
las huellas de manos de niño en paredes y almohadones
las toallas húmedas después del baño
las canas desvencijadas
las cacerolas abolladas
los bordes de la mesa
quemados por cigarrillos[13]
El poema concluye con una mención, un tanto velada, al hecho mismo de la escritura, de su escritura literaria: (amo) “estas manos sobre la máquina/ la máquina misma. Palabra y vida se fusionan en la obra de Elena Jordana, vida entendida como lo explicó Nicanor a la pregunta que Mario Benedetti le formuló sobre cómo es que llegó a la concepción del antipoema:
[…] Poesía es vida en palabras. Me pareció que ésa era la única definición de que podía abarcar todas las formas posibles de poesía. Entonces me di a la tarea de producir una obra literaria que satisficiera también esta definición, y resultó que mientras más trabajaba, más me interesaba en la palabra vida, y ésta llegó a interesarme mucho más que la propia poesía. […] La antipoesía no es otra cosa que vida en palabras. También tengo que advertir algo en relación con el lenguaje. Me pareció que el lenguaje habitual, el lenguaje conversacional, estaba más cargado de vida que el de los libros, que el lenguaje literario, y hubo un tiempo en que yo no aceptaba en los antipoemas sino expresiones coloquiales.[14]
Me parece oportuno emparentar la respuesta de Parra con la obra poética de Jordana en la medida que la argentina privilegia la inmediatez, incluso la oralidad por sobre una escritura críptica y en algunos casos obscura. Poemas no mandados se suma de buena forma a la tradición coloquial latinoamericana y aporta con este libro una manera particular de escribir poéticamente sobre distintos personajes que desde la soledad habitan en el mundo; entendido éste como un espacio pedestre y anodino: “amo a todos los niños comiendo sandía/ a todos los viejos sentados en las bancas de las plazas/ a todos los cobradores de luz/ a todos los vendedores ambulantes del mundo”. Por otra parte, leer de manera crítica la obra de Elena Jordana en el contexto mexicano, resulta por demás interesante, pues como lo advertí al inicio de este trabajo, su escritura representa un derrotero que si bien ha sido transitado por nuestra poesía, también es cierto que por momentos no ha sido el más popular. La tradición mexicana a lo largo de distintas épocas ha manifestado su gusto por la poesía grave que se ocupa de los temas trascendentales, casi metafísicos, escrita mediante una retórica grandilocuente y a ratos críptica. Poemas no mandados representó en 1978 la posibilidad de leer desde un horizonte renovado a una veta poética que en Latinoamérica latía con singular fuerza, además de que puso en perspectiva el diálogo que una parte de nuestra poesía establece con escritores como Ernesto Cardenal, Juan Gelman, Enrique Lihn, Roberto Fernández Retamar, Pablo de Rokha, Nicanor Parra, entre otros.
Es verdad también que con Elena Jordana sucedió lo mismo que con tantos otros ganadores del Premio Nacional de poesía Aguascalientes, es decir, cayeron en una especie de limbo o vacío en el que ocasionalmente son salvados cuando sus nombres brillan en alguna historia literaria. Sin embargo, si los leyéramos con más cuidado y de forma crítica, encontraríamos líneas de investigación profundamente interesantes como la que ofrece la poesía de Elena Jordana, quien además de escribir desde un horizonte desenfadado es una de las pioneras de las editoriales cartoneras en Latinoamérica:
En una entrevista realizada por David Siller contó que mientras vivía en New York intentó publicar su primer libro, titulado "S.O.S. Aquí New York" pero nadie quería editarlo. Un día viajando en el Metro se le ocurrió la idea de utilizar pedazos de cartón para unir a las páginas mecanografiadas; de este modo surgió su primer libro. Su carácter bohemio y multifacético la llevó a relacionarse con innumerables escritores, quienes cedieron sus derechos de publicación en las ediciones cartoneras.[15]
La editora maga como era conocida en el entonces incipiente circuito editorial cartonero, realizó un trabajo importantísimo en el ámbito de las publicaciones independientes, pues abrió un camino que permitió que durante los años posteriores proyectos editoriales alternos pudieran existir como una opción válida. Además es importante subrayar que entre los autores destacados de El mendrugo se encuentran Nicanor Parra, Ernesto Sábato, Octavio Paz, Stella Calloni, Igor Delgado, Leonel Góngora, Marco Antonio Montes de Oca, Juan de la Cabada, FayadJamís, Iris Zavala, Manuel Durán, entre otros.Lo que pone en evidencia que Elena Jordana tenía contacto con algunas de los escritores más importantes de Latinoamérica.
A manera de cierre, quiero poner el acento en un aspecto que me parece sumamente importante en la obra de la argentina, la crítica social. En Poemas no mandados encontramos un desfile de personajes cuya característica principal es la desolación. Así por ejemplo, están los poemas que versan sobre la soledad, el desamor, el trabajo, la infancia, la festividad del día de las madres, la nostalgia, la historia, la política, En suma, una miscelánea de eventos que la voz lírica enuncia desde un yo femenino o masculino que cambia de un texto a otro.
Por ejemplo, en el poema “XXIII” se lee:
al inventor de “La fórmula de la felicidad”
Ahora creo que todo va a cambiar.
Hace una semana compré un libro vital:
Cómo conquistar amigos y disfrutar de la vida.
Cada mañana leo un capítulo:
ayer me tocó repetirme, ante cada contratiempo,
soy feliz, soy feliz, soy feliz
hoy me toca abrirme vitalmente a todas las
oportunidades o sea: decir a todo que sí
mañana me tocará pensar un poco en los demás:
tratar de adivinar qué quieren, para
complacerlos de inmediato.
Yo creo que en una semana todo va a ser
perfecto…
salvo que aún no he decidido si seguir leyendo
o de una vez abrir la llave del gas.[16]
La dedicatoria es en sí misma una crítica a aquellos que creen en la fórmulas para encontrar el bienestar, por lo que la voz poética describe los distintos métodos que ha seguido para ser una persona feliz. Por otra parte, la crítica a temas sociales también está presente en el poema “XXII”, que por lo demás es uno de sus textos más citados:
Creo en la televisión
creo en el yoga
creo en la crema Ponds y en los enjuagues bucales
con un poco más de fe
podría también creer en Carter
en la declaración de los derechos humanos
y en la paz.[17]
Para la voz poética la creencia en la declaración de los derechos humanos y en la paz se encuentra en el mismo nivel ideológico que la televisión, el yoga, la crema Ponds y los enjuagues bucales. Esta forma de ordenar el discurso es característico de Poemas no mandados, y me atrevería a afirmar que es una estrategia que sigue Jordana para ubicar en el mismo campo semántico lo trascendente y lo aparentemente irrelevante. En el caso del poema “XXII” hay una crítica implícita al gobierno del entonces presidente estadounidense Jimmy Carter, cuyo sexenio se caracterizó por una política a favor de los negros y de las mujeres.A través de un léxico coloquial y la ausencia de tropos literarios, la voz poética enumera una serie de eventos u objetos que valen lo mismo que la paz en el mundo.
Elena Jordana falleció el 22 de diciembre de 2008 y hoy día resulta difícil encontrar cualquiera de sus libros: S.O.S. aquí Nueva York(1971), Cartas no mandadas(1974), Poemas no mandados(1978), Mujer al sol(1982), Diré lo mío(1986), De mares y nómadas navegantes(2003) y Umbrales (2008). A pesar de que su trabajo poético fue reconocido con importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes y el Premio Nacional de Teatro Ramón López Velarde 1982 por Mujer al sol, es una autora poco conocida y en consecuencia poco leída;el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes le da un lugar incuestionable en la tradición poética mexicana, no obstante esto no ha garantizado que su obra sea leída y comentada. En ese sentido, este trabajo sirve como una posible ruta de acercamiento a uno de los libros de la poeta argentina, cuya importancia para la poesía mexicana es como arriba intenté demostrarlo, insoslayable, en la medida que funge como un espacio de desobediencia frente a las poéticas de la grandilocuencia y el engolamiento.
Eva Castañeda Barrera (Ciudad de México, 1981) Escribe poesía y crítica literaria. Es autora de los libros de poesía Nada se pierde (Vesrsodestierro, 2012) , La imaginación herida (Trajín, 2018) y Decir otro lugar (Elefanta, 2020). Algunos de sus poemas han sido traducidos al alemán, chino e inglés. Además es Doctora en Letras por la UNAM. Actualmente es docente investigadora en CIELA Fraguas de la Universidad de las Artes en Aguascalientes., y profesora de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Además se desempeña como coordinadora del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea de la UNAM. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-CONACYT). Ha escrito múltiples ensayos y artículos sobre crítica literaria, éstos han aparecido en libros colectivos nacionales e internacionales.
[1] Una versión más amplia de este texto fue publicada en“Elena Jordana y sus Poemas no mandados en el contexto de la poesía coloquial latinoamericana”, en 50 años del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Estudioscríticos, México,INBALT-ICA-CIELA-Fraguas,2019.
[2]Elena Jordana, Poemas no mandados, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, Ciudad de México, Joaquín Mortiz, 1978, p. 9.
[3]Jaime Sabines, Recogiendo poemas, México, TELMEX, 1999, p. 9.
[4]Carmen Alemany Bay, Poética coloquial hispanoamericana, España, Universidad de Alicante, 1997, p. 12.
[5]Óscar Wong, La salvación y la ira: nueva poesía mexicana, México, Claves Latinoamericanas, 1986, pp. 75-76.
[6] Rodolfo Mata, “Renovación de la poesía mexicana actual”, Fractal, No. 42, 1999, en línea: http://www.mxfractal.org/F42Mata.htm
[7]Ana Chouciño, Radicalizar e interrogar los límites, México, UNAM, 1997, p. 15.
[8]Evodio Escalante, Poetas de una generación, México, UNAM/Premia, 1988.
p. 7.
[9]Ibid., p. 14.
[10]Ibid., p. 12.
[11]El jurado que le otorgó el premio a Elena Jordana estuvo integrado por Roberto Fernández Retamar, Jaime Sabines y Efraín Huerta. Me interesa llamar la atención en el hecho de que la obra de los tres escritores se inserta en la llamada coloquialidad poética.
[12] Sergio Monsalvo, “Entrevista a Elena Jordana: Dijo: “al carajo la poesía” y se puso a escribir”, Revista de la Universidad de México, Núm. 8, abril 1978, en línea: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/view/10611/11849
[13]Elena Jordana, Poemas no mandados, ob. cit., p. 54.
[14]Mario Benedetti, Los poetas comunicantes, México, Marcha editores, 1981, p. 104.
[15]Daniel Canosa, Qué sabe quién, “Ediciones El mendrugo, precursora de las editoriales cartoneras”, 19 de noviembre 2015, en línea: http://librosvivientes.blogspot.com/2015/11/ediciones-el-mendrugo-precursora-de-las.html
[16]Jordana, Elena, Poemas no mandados, ob. cit., p. 49.
[17]Ibid., p 48.