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La paz reversible

Reflexión sobre la obra Poner la otra mejilla de Guido Dettoni.

Míriam Díez Bosch, PhD.

Vicedecano de Investigación, Postgrado y Relaciones Internacionales

Directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura - Barcelona

esp


Poner la otra mejilla puede convertirse en un gesto insolente: donde tradicionalmente hemos visto la grandeza del cristianismo, en un mundo sin referencias, puede convertirse en una provocación. Me has herido, te reto a que des más guerra. Aristóteles distinguía entre movimientos naturales y violentos. Hay acciones naturales, como la caída de un trozo de tejado. Se cae. No es forzado. Cae, pero cuando lanzo intencionadamente una piedra, un misil, una palabra envenenada, eso es un acto explícito de violencia.

Guido Dettoni es un pacifista de la materia. Ya con su famosa y revolucionaria “María” una escultura de la Virgen María hecha para ser “tocada” rompió el silencio y se aventuró en una insólita tangibilidad mariana. Ahora, con la escultura "Poner la otra Mejilla", traza ese hilo pacífico, pero dinámico que caracteriza su obra. La paz no es un estado de inconsciencia, sino el resultado de la tensión, la renuncia y la contención. En una escultura, sin contención, seguiríamos teniendo trozos amorfos de materia. La obra se consigue en la sensibilidad y la limitación.

El rostro que Dettoni nos ofrece no es completo, porque la violencia siempre deja parcialidades. Si movemos esta cara, hay un ángulo desde el que se insinúa una sonrisa. Desenmascarar la violencia, a menudo oculta bajo parámetros de legítima defensa, es más fácil con una sonrisa. Esta escultura no es violenta. Sin embargo, nos lanza al espacio donde la violencia es posible. Siempre puede haber un gesto violento que arrase con una situación irénica. De un momento a otro, la violencia, que es hija de la naturaleza y cava su guarida en las entrañas de lo más humano, se infiltra.

Poner la otra mejilla para Guido Dettoni es seguir la exhortación de Jesús de acoger al agresor y renunciar a la venganza y a toda violencia. En el Evangelio leemos que si alguien te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra (Mateo 5:39). El artista, con esta escultura, ha querido decir visual y táctilmente cómo interpreta esta frase del Evangelio. Ha modelado un objeto a medida de las manos que representa un rostro en el que la mitad izquierda pierde el relieve anatómico de la cara para acoger la palma de la mano que golpea la mejilla e, inevitablemente, la toma, haciéndola suya. Es un movimiento que agarra sin soltar, que se completa mientras se vacía.

La petición de Jesús no es cosa fácil. Pide poner la otra mejilla. Dettoni ve, en el acto de golpear por segunda vez, la toma de conciencia de la primera violencia ejercida.

El rostro, condensación de toda la persona, es acogido y es la mano la que, golpeándolo, lo toma. Guido Dettoni cree que la exhortación de Jesús señala un camino de paz basado en la comprensión de nuestro gesto que puede llevar a la empatía: ¡Hazlo otra vez, pégame otra vez, así comprenderás lo que has hecho! Al mal no se responde con el mal, sino con un acto revolucionario como es amar al enemigo. Una respuesta que golpea en casa y desestabiliza las leyes del talión y la venganza. Cristianismo en estado puro. La materialidad de esta mejilla parada, presentada por Dettoni es una invitación a soportar el pulso de la paz, una paz que no llega deteniendo el golpe, sino creando las condiciones para la posibilidad de otro golpe.

Y es quizás aquí, en este desarme, donde el agresor puede vislumbrar que su acto violento es inútil.

Ofrecer la mejilla es ofrecer el rostro, y ofrecer el rostro es ofrecer el alma. Acariciar la mejilla es acercarse a la mirada interior que todo lo percibe. La mejilla es la encarnación de esta voluntad de hacer la paz a pesar de la violencia. La escultura habla y destila una suave musicalidad con vibraciones, pizzicati. No es una escultura que grita, ni silenciosa. La violencia es ensordecedora. La paz que emerge de esta imagen, en cambio, llega en voz baja.