TRABAJO ANUAL 2024Ai Generado, Inteligencia Artificial

TABLA 50 DAMITAS Y ESCUDEROS

DE BOGOTÁ

                                                   Diciembre 20 de 2024

Índice


Introducción

Presentamos a continuación el trabajo anual de Tabla 50 de Damitas y Escuderos Solitarios de Bogotá. El trabajo gira en torno al tema: la inteligencia artificial (IA): sus beneficios, riesgos, peligros y consecuencias para la vida espiritual. El mismo se desarrollo a partir de indagación sobre el tema en diferentes fuentes y se hace una reflexión individual, como contribución desde diferentes perspectivas. Aunque hay miradas similares sobre el tema también hay enfoques diferentes de la temática, lo cual enriquece el trabajo.


Riesgos de la inteligencia artificial

Nilsa Alvear Gallardo

Vivimos en un mundo donde la tecnología parece resolver cada vez más problemas en todos los campos. La inteligencia artificial (IA) está en el centro de esta revolución tecnológica, ofreciendo posibilidades que, hace apenas unas décadas, eran inimaginables, Nos facilita la vida, optimiza procesos y nos abre nuevas puertas en casi todos los ámbitos. Sin embargo, la inteligencia artificial no es solo una herramienta que nos ayuda, sino una entidad que puede tomar decisiones, aprender, y, lo más preocupante, actuar fuera de nuestro control. Este poder trae consigo una serie de riesgos, algunos de los cuales se analizan a continuación:

Punto 1: La amenaza invisible de la inteligencia artificial.

La IA no solo es un conjunto de algoritmos complejos que nos facilitan la vida, sino un actor que, en cierto sentido, participa en nuestras decisiones. Cada vez que interactuamos con la IA, ésta usa algoritmos que recopilan grandes cantidades de datos, los analizan a una velocidad inalcanzable para los humanos y, en cuestión de segundos, determinan resultados que impactan directamente en nuestras vidas. Pero la IA no es infalible, puede equivocarse, y sus errores no siempre son visibles a simple vista. Además, la IA tiene la capacidad de aprender por sí misma. No solo ejecuta las tareas para las que fue programada, sino que también se adapta, mejora y evoluciona. Este proceso de aprendizaje continuo significa que, eventualmente, la IA podría alcanzar niveles de sofisticación que ni siquiera sus creadores pueden prever. Esto puede llevar a situaciones donde la humanidad queda relegada a un segundo plano. Por otro lado, la IA se nutre de datos, y cuantos más datos tiene, más aprende. El problema surge cuando los datos que alimentan a estos sistemas están sesgados o son incompletos. Si una IA toma decisiones basadas en información errónea o parcial, los resultados pueden ser catastróficos. Este es un riesgo real, ya que gran parte de los datos que utilizamos provienen de fuentes imperfectas o contienen prejuicios humanos que pueden amplificarse en los algoritmos. La IA podría llegar a ser una entidad con su propio poder, capaz de influir en nuestras sociedades de formas que apenas empezamos a comprender. En el futuro, podríamos encontrarnos en una situación donde la IA no solo nos ayuda, sino que también nos controla, tomando decisiones cruciales que afectan a millones de personas sin que tengamos la capacidad de intervenir. La IA puede ser una herramienta poderosa, pero solo si somos capaces de entenderla y controlarla, para lo cual es imperativo no perder de vista la importancia de la conciencia humana en este proceso. El gran desafío de nuestra era es cómo vamos a gestionar esta relación con la inteligencia artificial. La clave está en la forma en que manejamos la información y el poder. Si somos capaces de establecer límites claros y desarrollar sistemas de control, la IA puede ser una herramienta increíblemente útil. Pero si seguimos avanzando sin prestar atención a las advertencias, podríamos enfrentarnos a un futuro donde la tecnología, en lugar de empoderarnos, nos despoje de nuestra humanidad. El verdadero peligro, es nuestra falta de preparación para enfrentar un mundo donde las máquinas pueden tener más poder de decisión que nosotros mismos.

Punto 2: El poder destructivo de las redes humanas

A lo largo de la historia, la humanidad ha logrado grandes avances gracias a nuestra capacidad de cooperar y construir redes de comunicación y colaboración. La clave de nuestro éxito ha sido la creación de sistemas que nos permiten trabajar en conjunto, unir fuerzas y alcanzar metas que serían imposibles de lograr individualmente. Sin embargo, las mismas redes que nos permiten prosperar también tienen el poder de destruirnos. Lo que las redes humanas tienen en común, ya sea en el pasado o en el presente, es que se basan en la información. Y esta información, no siempre representa la verdad. Cuando esto sucede, se convierten en una fuerza destructiva. Pensemos en cómo las grandes religiones del mundo han utilizado historias para unir a millones de personas bajo un mismo propósito. Estas historias han dado sentido a la vida de generaciones, han ofrecido consuelo en momentos de incertidumbre y han inspirado actos de increíble valentía. Sin embargo, también han llevado a guerras, persecuciones y divisiones profundas (ejemplo, las cruzadas). Y lo mismo ha sucedido con otros sistemas ideológicos, sean religiosos o no (ejemplo, el nazismo). Hoy en día, las redes que construimos son más grandes y poderosas que nunca ya que la tecnología ha permitido que personas de todo el mundo se conecten en tiempo real, compartan ideas, noticias y experiencias de manera instantánea. Esto ha generado un nivel de conectividad sin precedentes, pero también ha abierto la puerta a una nueva forma de manipulación masiva. En las redes sociales, la información –o más bien, la desinformación– se propaga a una velocidad increíble. Las noticias falsas, las teorías conspirativas y los mensajes de odio pueden alcanzar a millones de personas en un abrir y cerrar de ojos. Un ejemplo claro de cómo las redes humanas pueden ser destructivas lo encontramos en los sistemas políticos totalitarios del siglo XX. Estos regímenes no surgieron simplemente porque un dictador tomó el poder. Fueron el resultado de redes masivas de propaganda, vigilancia y represión, que involucraron a millones de personas. La creación de estas redes no fue un proceso espontáneo; fue cuidadosamente orquestado, utilizando todos los medios de comunicación disponibles en ese momento, desde la radio hasta los periódicos, para difundir mensajes que unían a las personas bajo una causa común, aunque destructiva. . Las personas, convencidas de que estaban actuando por el bien mayor, colaboraron en la construcción de sistemas que llevaron a algunas de las mayores atrocidades de la historia moderna. Lo más inquietante de esta dinámica es que las redes humanas tienen la capacidad de despojar a los individuos de su sentido crítico. El poder destructivo de las redes humanas radica en su capacidad para dividir la responsabilidad de tal manera que nadie se siente realmente culpable por el resultado final. Este fenómeno no se limita a los sistemas políticos o religiosos. Las empresas y las instituciones financieras también operan bajo este principio.

Debemos reflexionar en el por qué las redes humanas pueden llegar a tener un potencial destructivo: La razón es que la información es el pegamento que mantiene unidas estas redes. Cuando la información que circula en una red es precisa, las redes pueden generar grandes beneficios. Pueden llevar a avances científicos, innovaciones tecnológicas y mejoras en la calidad de vida. Pero cuando la información es falsa, manipulada o incompleta, las redes pueden transformarse en monstruos que destruyen todo a su paso. El problema es que la información falsa no solo es común, sino que a menudo es más atractiva que la verdad. Por lo tanto, debemos ser conscientes del poder de las redes que construimos. Si bien nos ofrecen increíbles oportunidades para conectarnos y colaborar, también tienen el potencial de desatar fuerzas destructivas que pueden ser difíciles de controlar. Las redes humanas son, en muchos sentidos, un reflejo de nuestra naturaleza: capaces de lo mejor y de lo peor. Así que, debemos ser conscientes y asegurarnos de que las redes que construimos sean una fuerza para el bien, y no para la destrucción.

Punto 3: El engaño de la información masiva

Vivimos en una época en la que la información fluye a una velocidad asombrosa. Todo el conocimiento que la humanidad ha acumulado a lo largo de milenios está, literalmente, al alcance de nuestras manos. Sin embargo, no toda esa información es buena, y más cantidad no significa necesariamente más sabiduría. Esta sobreabundancia de información no solo nos abruma, sino que también nos engaña. El acceso masivo a datos no garantiza que estemos adquiriendo conocimiento verdadero o útil. Estamos expuestos a una avalancha de desinformación, teorías erróneas y, lo más peligroso, mentiras disfrazadas de verdad. Y cuanta más información tenemos a nuestro alcance, más difícil nos resulta distinguir lo verdadero de lo falso, al ser bombardeados con tantos datos, perdemos la capacidad de procesarlos de manera crítica. La verdad no siempre es seductora. Los hechos duros y fríos a menudo requieren un esfuerzo mayor para ser comprendidos, mientras que las mentiras bien contadas pueden ser entretenidas y fáciles de digerir. El resultado es que las personas, al estar expuestas constantemente a esta mezcla de verdad y ficción, comienzan a perder la capacidad de discernir entre una y otra. Esto ha resultado en un colapso de la confianza donde las personas ya no saben en qué o en quién confiar. Y, paradójicamente, este colapso no ha llevado a un mayor escepticismo o rigor crítico. Al contrario, ha impulsado a muchos a buscar refugio en burbujas de información donde solo se validan sus creencias previas. En lugar de contrastar ideas o buscar una comprensión más amplia del mundo, las personas tienden a rodearse de información que confirma lo que ya piensan, cerrándose a cualquier cosa que desafíe su visión del mundo. Este es el verdadero peligro del engaño de la información masiva: en lugar de expandir nuestra mente, la estrecha. La tecnología, que originalmente prometía ser una herramienta para democratizar el conocimiento y hacer que la verdad estuviera disponible para todos, se ha convertido en un arma de doble filo. La capacidad de las personas para pensar críticamente sobre esa información ha disminuido, no por falta de inteligencia, sino por la sobrecarga de estímulos, ya que no estamos diseñados para procesar tanta información de manera simultánea. Esta situación crea una desconexión entre lo que sabemos y lo que realmente comprendemos, llevándonos a tener una visión incompleta y distorsionada del mundo. La solución no es acumular más datos, sin aprender a filtrarlos, analizarlos y comprenderlos de manera crítica. Debemos redescubrir la paciencia necesaria para profundizar en los temas, para cuestionar nuestras propias creencias y para buscar activamente la verdad, incluso cuando no es fácil o cómoda de aceptar. Debemos involucrarnos activamente en el proceso de aprendizaje. Como sucede en la ciencia, la acumulación de datos no es suficiente por sí sola; lo que importa es cómo se interpretan esos datos, cómo se contrastan con la realidad y cómo se someten a la crítica y al escrutinio de otros expertos. Este proceso, aunque lento y laborioso, es lo que ha permitido a la humanidad hacer grandes avances en campos como la medicina, la física o la biología. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana, a menudo nos saltamos este proceso. De modo que, si queremos sobrevivir y prosperar en esta era de la información masiva, debemos recuperar la capacidad de cuestionar lo que se nos presenta. Debemos aprender a ser más críticos, más escépticos y, sobre todo, más selectivos en la información que consumimos.

Punto 4: De la cooperación a la dominación: el peligro de las élites tecnológicas

A lo largo de la historia, la humanidad ha dependido de la cooperación para alcanzar logros que van más allá de las capacidades individuales. Desde la construcción de grandes civilizaciones hasta los avances científicos más impresionantes, todo ha sido posible gracias a nuestra habilidad para trabajar juntos y apoyarnos mutuamente. Sin embargo, este impulso cooperativo está tomando un giro oscuro. A medida que nos adentramos más en la era digital, las élites tecnológicas están acumulando un poder sin precedentes, y lo que alguna vez fue colaboración se está transformando en dominación. Estas élites tecnológicas no son simplemente los creadores de herramientas que nos facilitan la vida. Más bien, se han convertido en los arquitectos de las reglas que rigen nuestro día a día, sin que nos demos cuenta. Las decisiones que afectan a millones de personas, desde qué noticias vemos hasta qué productos compramos, no están siendo tomadas por gobiernos democráticos o por comités transparentes. Están siendo decididas por algoritmos y por las corporaciones que los diseñan. Estos algoritmos, lejos de ser imparciales, son moldeados por los intereses de las élites tecnológicas que los controlan. Las grandes plataformas tecnológicas recopilan datos constantemente, y estos datos son utilizados para predecir tus decisiones y, en muchos casos, para influenciarlas Cuando entregamos nuestra información a estas corporaciones les estamos entregando el control de nuestras elecciones. Esta concentración de poder en manos de unas pocas élites tecnológicas no tiene precedentes en la historia. Nunca antes un grupo tan pequeño había tenido tal influencia sobre las decisiones cotidianas de miles de millones de personas en todo el mundo. Y la historia nos ha enseñado que la concentración de poder en manos de unos pocos no termina bien. En el siglo XXI esta concentración de poder no está ocurriendo a nivel de territorios o ejércitos, sino en el ámbito digital, donde el control sobre la información y los datos es la nueva forma de dominación. Este poder no es solo económico. Las élites tecnológicas no solo están interesadas en vender productos o servicios; están moldeando los valores culturales, creencias, aspiraciones y formas de interactuar con los demás. Nuevamente, la estrategia de defensa ante esta amenaza en la consciencia: no se trata de renunciar a la tecnología, sino de desarrollar una nueva relación con ella, una relación en la que los usuarios tengamos más poder sobre nuestras decisiones y sobre la información que consumimos. La clave, en este sentido, está en el cuestionamiento constante. La tecnología puede ser una herramienta maravillosa para la cooperación y el progreso, también puede ser un instrumento de control si no somos conscientes de cómo funciona y de quién la controla. La historia nos ha mostrado que el poder corrompe, y cuando se concentra en manos de unos pocos, las consecuencias pueden ser devastadoras.

Punto 5: El colapso ecológico impulsado por la tecnología

A lo largo de la historia, los seres humanos siempre han buscado maneras de dominar la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Sin embargo, la tecnología, que nos ha permitido alcanzar niveles de progreso sin precedentes, también está conduciéndonos rápidamente hacia un colapso ecológico que podría poner en peligro nuestra existencia. Durante mucho tiempo, este sueño de control absoluto sobre la naturaleza parecía imposible, pero en el siglo XXI, la tecnología nos ha acercado peligrosamente a esa realidad ya que nos permite explotar los recursos naturales de manera más eficiente que nunca: la tecnología nos ofrece la promesa de un crecimiento económico interminable. Con gran poder viene una gran responsabilidad, y hasta ahora, hemos sido bastante irresponsables. La Tierra tiene recursos finitos y la deforestación masiva, la contaminación de los océanos y el cambio climático son solo algunos de los síntomas del colapso ecológico que estamos provocando, y lo estamos haciendo con las herramientas que nosotros mismos hemos creado. La tecnología, por sí sola, no es ni buena ni mala; todo depende de cómo la empleemos. Y lo que hemos hecho, en muchos casos, es utilizarla para acelerar procesos destructivos. La agricultura industrial, potenciada por maquinaria avanzada y productos químicos, ha aumentado la producción de alimentos, pero también ha devastado ecosistemas enteros y agotado los suelos. Para parar el colapso ecológico que ya estamos viviendo, debemos replantear nuestra relación con la tecnología y, sobre todo, con la naturaleza. la misma tecnología que ha acelerado la crisis ecológica también puede ser nuestra salvación. La clave está en cómo decidimos utilizarla. En lugar de seguir explotando la Tierra de manera insostenible, podemos desarrollar tecnologías que nos ayuden a regenerar los ecosistemas, a reducir nuestra huella de carbono y a vivir de manera más armoniosa con el entorno natural.

Ya existen ejemplos de innovación tecnológica que buscan precisamente eso: desde energías renovables hasta agricultura sostenible. Pero para que estas soluciones sean realmente efectivas, debemos cambiar nuestra mentalidad. No se trata de rechazar el progreso o a volver a una vida primitiva, podemos seguir avanzando, pero de manera más consciente ya que el colapso ecológico es una cuestión que nos afecta a todos. Además de consciencia en nuestros hábitos de consumo requerimos una buena dosis de humildad. Nos hemos acostumbrado a pensar en nosotros mismos como los amos del planeta, pero la realidad es que dependemos completamente de la naturaleza para nuestra supervivencia

Punto 6: La fragilidad de la democracia en la era digital.

En los últimos siglos, la humanidad ha logrado lo que muchas generaciones anteriores habrían considerado imposible: el establecimiento de sistemas democráticos que otorgan a las personas comunes el poder de decidir el destino de sus naciones. La democracia ha sido un logro colectivo, el resultado de luchas, sacrificios y una convicción compartida de que todos debemos tener voz en las decisiones que nos afectan. Sin embargo, en la era digital, este frágil sistema está en peligro. El primer pilar de la democracia es la información. Para que una sociedad democrática funcione, sus ciudadanos deben tener acceso a información veraz, deben poder formarse opiniones basadas en hechos y tomar decisiones libres de manipulación. Pero en el mundo digital de hoy, la información que consumimos está cada vez más mediada por algoritmos, intereses corporativos y, en muchos casos, agendas ocultas. Los algoritmos no solo saben qué tipo de noticias nos interesa, sino que también pueden predecir y, en muchos casos, influir en nuestras creencias políticas Cuando la información se distorsiona o se presenta de manera sesgada, los ciudadanos no pueden formar opiniones fundamentadas, y la democracia comienza a perder su esencia. Pero este no es el único peligro que enfrenta la democracia en la era digital. Otro aspecto crucial es el creciente poder de las grandes empresas tecnológicas. Estas corporaciones no solo controlan la información, sino que también tienen una influencia desproporcionada sobre los gobiernos y las políticas públicas. En muchos casos, su poder económico y político rivaliza con el de los propios estados. Estas empresas no son elegidas democráticamente, y, sin embargo, tienen un enorme poder sobre nuestras vidas. Pueden influir en nuestras elecciones políticas, en nuestras leyes y en la forma en que se distribuye el poder en la sociedad. Y los gobiernos, en muchos casos, no tienen las herramientas o la voluntad para enfrentarse a ellas. El resultado es un sistema en el que, aunque las elecciones y los procesos democráticos continúan existiendo en la superficie, el verdadero poder reside en manos de unas pocas élites que controlan la infraestructura digital. Ante esta amenaza se destaca la importancia de la educación. En un mundo donde la información es manipulada de manera constante, la única defensa real es la capacidad de pensar críticamente. Debemos enseñar a las personas, desde una edad temprana, a cuestionar la información que consumen, a buscar múltiples fuentes y a no aceptar todo lo que ven en línea como verdad. Solo una ciudadanía informada y crítica puede resistir las fuerzas que buscan debilitar la democracia. Se deben encontrar además maneras de hacer que las grandes empresas tecnológicas rindan cuentas. Esto no será fácil, dado su enorme poder, pero es esencial si queremos que la democracia sobreviva. Los gobiernos deben trabajar juntos para regular a estas corporaciones, para garantizar que operen de manera transparente y para proteger a los ciudadanos de la manipulación.

Punto 7: Los algoritmos

A medida que la tecnología ha avanzado, hemos delegado cada vez más decisiones importantes a las máquinas. Nos hemos acostumbrado a que los algoritmos nos ayuden a resolver desde problemas simples hasta situaciones más complejas. Entonces cabe la pregunta: ¿en qué momento los algoritmos dejaron de ser meras herramientas para convertirse en algo mucho más poderoso, tal vez incluso en los verdaderos gobernantes de nuestras vidas? ¿Nos gobiernan ya los algoritmos? El punto de partida de esta reflexión es simple, pero profundo: los algoritmos no son imparciales ni objetivos. Son creados por humanos y, como tal, llevan consigo los sesgos, intereses y limitaciones de sus programadores. No obstante, su capacidad para procesar grandes volúmenes de datos y ofrecer soluciones aparentemente precisas les ha otorgado una autoridad que a menudo no cuestionamos. Pero debemos detenernos a reflexionar si estamos cediendo demasiado poder a estas máquinas y qué significa esto para el futuro de nuestra humanidad. En muchos sentidos los algoritmos nos han facilitado la vida de formas que antes eran impensables. Pero, cuanto más confiamos en ellos, más perdemos la capacidad de tomar decisiones por nosotros mismos. Los algoritmos no solo influyen en qué información vemos, sino en cómo interpretamos el mundo. Si esto es así y los algoritmos deciden qué noticias o artículos vemos, terminamos con una versión muy limitada de la realidad. De esta forma, los algoritmos no solo predicen lo que queremos, sino que también nos moldean. El peligro está en que, al ceder cada vez más decisiones a los algoritmos, estamos perdiendo algo esencialmente humano: la capacidad de equivocarnos y aprender de nuestros errores. Los algoritmos, por su diseño, intentan minimizar el error. Pero los seres humanos, en cambio, crecemos y evolucionamos a través de nuestras fallas. Si permitimos que las máquinas nos guíen siempre por el camino "correcto", corremos el riesgo de perder nuestra capacidad para aprender, para descubrir nuevas posibilidades e incluso para cuestionar el sistema en el que vivimos. A medida que avanzamos en esta era digital los algoritmos están siendo utilizados en ámbitos como la justicia, la salud y la educación. Esto revela una verdad incómoda: estamos delegando decisiones cruciales, decisiones que afectan vidas humanas, a sistemas que no comprenden el contexto completo, que no tienen emociones, y que no pueden ejercer la compasión o la intuición humana. Sin embargo, la propuesta no es una lucha contra los algoritmos, sino una comprensión más profunda de su influencia en nuestras vidas. Debemos aprender a usar la tecnología de manera consciente, sin dejarnos arrastrar por la comodidad que nos ofrecen. En lugar de aceptar ciegamente las recomendaciones y decisiones de los algoritmos, necesitamos recuperar nuestra capacidad de decisión crítica, nuestra capacidad de dudar, de preguntar, de investigar más allá de lo que un sistema automatizado nos dice. La tecnología seguirá avanzando y los algoritmos seguirán desempeñando un papel importante en la sociedad. Pero debemos preguntarnos hasta qué punto estamos dispuestos a ceder el control. Porque, una vez que entregamos completamente nuestras decisiones a los algoritmos, ¿qué queda de nuestra autonomía, de nuestra capacidad para forjar nuestro propio camino? Los algoritmos son herramientas creadas por humanos y, como tales, tienen limitaciones. No pueden comprender el contexto emocional de nuestras decisiones. No pueden ver el panorama completo de nuestras vidas. No pueden sentir la alegría, el dolor, la duda o la esperanza que impulsan nuestras elecciones. Los algoritmos pueden ser excelentes para predecir comportamientos basados en datos pasados, pero carecen de la intuición y la creatividad que hacen a los seres humanos únicos. El desafío que enfrentamos es encontrar un equilibrio. El futuro es incierto, pero depende de nosotros decidir si queremos ser meros espectadores en este nuevo mundo gobernado por algoritmos, o si queremos ser los protagonistas de nuestra propia historia.

FUENTE:  YUVAL NOAH HARARI. NEXUS


Inteligencia Artificial: Beneficios, Desventajas y Peligros

Damita Edith Lara

En los últimos años, la aplicación de la inteligencia artificial (IA) ha generado un gran avance en la ciencia y la tecnología, permitiendo que las computadoras realicen tareas y funciones que normalmente requieren inteligencia humana.

Los beneficios y ventajas de la IA están orientados, en gran medida, a facilitar el trabajo del ser humano, las grandes empresas ya están utilizando la IA para optimizar procesos sin intervención directa de personas, obteniendo resultados más precisos, reduciendo errores, analizando datos y mejorando el mantenimiento industrial, entre otros beneficios.

Sin embargo, como ocurre en todos los aspectos de la vida, la IA también presenta desafíos, desventajas y riesgos, entre los principales problemas destaca la falta de datos adecuados para su funcionamiento eficiente, así como la escasez de profesionales capacitados para gestionar esta tecnología emergente. Además, la falta de creatividad en los sistemas automatizados puede conducir a resultados contraproducentes, ya que las máquinas carecen de la capacidad para discernir lo que es moralmente aceptable o ético.

Otro aspecto preocupante de la IA radica en sus efectos sobre las dimensiones afectiva y espiritual del ser humano, la pérdida de valores morales y éticos, así como la ausencia de empatía y sentimientos en los sistemas, son peligros latentes. También se deben considerar los prejuicios y la discriminación que pueden generarse al usar algoritmos sesgados, lo que contribuye a la desigualdad y exclusión social.

En el ámbito laboral, la IA plantea la posible disminución de empleos, aumentando el riesgo de desempleo en sectores que tradicionalmente dependían de tareas manuales o rutinarias. Asimismo, se pone en peligro la privacidad de los individuos, dado el creciente uso de datos personales para alimentar sistemas de inteligencia artificial.

Por último, no se puede dejar de lado la contaminación ambiental que genera el uso masivo de recursos tecnológicos y energéticos, lo que representa otro desafío importante a resolver.


Inteligencia Artificial en la Vida Espiritual: Beneficios y Peligros

Fausto Villacis

La inteligencia artificial (IA) está impactando diversos ámbitos, incluida la espiritualidad. Su integración en este campo ofrece oportunidades, pero también plantea riesgos. A continuación, se presentan los beneficios y peligros de la IA aplicada a la vida espiritual, así como algunas reflexiones desde diversas tradiciones espirituales.

Beneficios de la IA en la Vida Espiritual

Peligros de la IA en la Vida Espiritual

Reflexiones desde Diversas Tradiciones Espirituales

La IA ofrece oportunidades en la vida espiritual, facilitando el acceso a prácticas y comprensión. No obstante, es crucial mantener el equilibrio y no permitir que la tecnología reemplace la experiencia directa de la transformación interna. La IA debe ser vista como una herramienta complementaria para el desarrollo espiritual, no como un fin en sí misma.


Inteligencia Artificial:

Sus beneficios, consecuencias y peligros

 

Dora Gómez

CEUPE - European Bussiness School

El futuro de la inteligencia artificial: temor o entusiasmo

¿Qué es Inteligencia Artificial?

Es difícil de aclarar con precisión. Básicamente, se puede decir que no existe una definición de Inteligencia Artificial generalmente aplicable, porque el término inteligencia tampoco está claramente definido.

La IA, se enfoca de manera diferente en IA fuerte e IA débil.

IA fuerte significa lo que sabemos de la ciencia ficción. Una máquina que puede resolver problemas de naturaleza general, es decir, todas las preguntas que le haga. Sigue siendo pura fantasía y seguirá siéndolo durante décadas o siglos.

La IA débil en la vida cotidiana: estos son fórmulas que permiten hallar la solución de un problema y nada más, que pueden responder preguntas específicas cuyas soluciones han aprendido de forma independiente de antemano. Una IA no tiene conciencia propia y no muestra comprensión. (Bueno, podría compartir este último con una IA fuerte como Terminator).

Qué puede hacer una IA

Los posibles usos de tales sistemas de IA son gigantes y la mayoría de las personas ni siquiera son conscientes de ello. Revolucionará nuestra economía. La IA puede extraer información de datos que un ser humano nunca podría captar, por ejemplo, porque son demasiado numerosos o los patrones subyacentes son demasiado complejos.

Imagínese si los empleados de YouTube tuvieran que ver manualmente cada video subido y verificar si contenía contenido prohibido o robado. Cada minuto se cargan 400 horas de material en la plataforma. ¡El grupo necesitaría 72,000 empleados solamente que vean videos sin parar durante 8 horas al día para mantenerse al día con la visualización! Una IA gestiona esto durante el proceso de carga, prácticamente en tiempo real.

Las inteligencias artificiales como esta también son muy buenas para capturar datos no estructurados. Esto incluye, por ejemplo, imágenes, videos, textos o grabaciones de sonido, datos que las computadoras no pueden buscar simplemente porque no tienen una forma uniforme o no son valores medidos por sensores. Esta información no está en ninguna parte, es parte del contenido de la imagen.

Qué no puede hacer ella

La IA no es un solucionador de problemas generales, todavía no. Puede procesar datos tremendamente bien y reconocer patrones, pero no puede comprenderlos. La inteligencia artificial no tiene sentido común. Si llega a conclusiones erróneas debido a datos insuficientes o mala programación, no lo reconoce. Solo puede proporcionar respuestas a las preguntas específicas para las que fue programado.

Ejemplo: La IA se ha abierto camino desde hace mucho tiempo en nuestra vida cotidiana. El ejemplo del reconocimiento facial en las redes sociales es uno de muchos. Otro son los asistentes de voz en nuestros teléfonos móviles: Siri, Alexa y compañía. Traductores como Deepl pueden traducir nuestras palabras casi perfectamente a otros idiomas en cuestión de segundos.

Inteligencia artificial y humanos

Como muchas nuevas tecnologías, la IA también alimenta los temores. Un famoso estudio de la Universidad de Oxford en 2013 analizó que el 47 por ciento de todos los trabajos de EE. UU. Están en riesgo de automatización, una proporción significativa de ellos debido a la inteligencia artificial. Tales cifras despiertan temores que conducen a acciones reales: Waymo, la subsidiaria de Google para la conducción automatizada, informa que sus vehículos de prueba fueron atacados varias veces con cuchillos y piedras. Entonces, ¿la IA es una amenaza para los humanos? Una encuesta de Bitkom presenta una imagen mixta: el 62 por ciento de los alemanes ve la IA principalmente como una oportunidad, el 35 por ciento como un peligro. Una encuesta a gerentes también encontró que el 42 por ciento de ellos veían reservas por parte de la fuerza laboral.

La IA, sin duda, tomará el control de la mano de obra de los humanos, y si lo hace, entonces en toda su extensión, es decir, ningún humano será necesario para esta tarea. En su mayoría son tareas con un factor de diversión bastante bajo, monótonas y repetitivas por naturaleza: ver videos de vigilancia, responder consultas estándar, buscar documentos.

Al mismo tiempo, sin embargo, se crearán nuevos puestos de trabajo, que estarán respaldados por los innovadores modelos de negocio de IA. Las personas entonces tienen más tiempo para usar su mano de obra para nuevas tareas porque trabajan junto con la IA. Esto permitiría a los abogados dedicar más tiempo a los clientes en lugar de buscar en los archivos durante horas. También está claro que se necesita más educación para preparar a las personas para sus nuevas tareas y darles las habilidades para trabajar con sistemas de IA.

Y, para ser honesto, realmente no tenemos otra opción. Porque la IA se ha abierto camino desde hace mucho tiempo en la vida cotidiana y casi todo el mundo ya la está utilizando, aunque de forma inconsciente, ya sea en el teléfono móvil, para transferencias o para la navegación. Pasará algún tiempo antes de que encontremos IA en todas partes, pero ese momento llegará más temprano que tarde, porque tan pronto como un área se beneficie de la IA, tendrá enormes ventajas sobre sus homólogos humanos y, por lo tanto, los desplazará del mercado.

Sin embargo, es importante hablar de ello y preguntarse dónde está la ética en la máquina. No se trata solo de responsabilidad (“¿Quién tiene la culpa si la máquina tiene un accidente?”), Sino también de la cuestión de cómo queremos dar forma al trabajo en el futuro. 

El padre de la Inteligencia Artificial es un estadounidense llamado Marvin Minsky, galardonado en varias ocasiones por la Fundación BBVA Fronteras del Conocimientos, quien apoya y difunde la investigación científica.

Bibliografía: CEUPE - Centro Europeo de Posgrado y Empresa. 

Centro oficial colaborador de la Universidad Pública Juan Carlos I de España

REFLEXIÓN DESDE MI PUNTO DE VISTA

La inteligencia artificial no es más que una ilusión, que solamente nosotros los seres humanos podríamos controlar, siendo muy conscientes de que son computadoras, máquinas que no están a un nivel consciente del hombre, jamás una máquina podría reemplazar al hombre, ni en pensamientos, sentimiento y su accionar es impulsado por el hombre.

Desde mi punto de vista, la IA no trae beneficios, porque anula totalmente al hombre, no le da oportunidad de desarrollar sus capacidades para innovar, inventar, y poner a trabajar su imaginación.

El secreto de la esencia del ser humano en realizar el trabajo espiritual está en la Expansión de la Conciencia, cosa que las máquinas y computadoras, no lo pueden realizar precisamente porque estos artefactos carecen de emociones, no tendrían ningún avance, sino es generado por la información que el mismo hombre le proporciona con la introducción de datos. En este orden de ideas, el hombre estaría destinado a desaparecer, porque no tendría ninguna oportunidad de desarrollar su trabajo tanto físico, como mental y espiritual.

Desafortunadamente la IA, se ha apoderado de todos los sistemas en nuestro planeta, y tenemos si o si que aceptar a pesar de nuestra inconformidad, pero nosotros con conciencia somos los únicos responsables de no dejarnos manipular por la Inteligencia artificial, buscando en qué momento podríamos utilizar la IA, solamente como apoyo.

De los peligros se ha sabido:

En una Empresa la inteligencia artificial puede servir de ayuda, para reducir tiempos en la elaboración de algunas tareas repetitivas, como clasificación de archivos, en sí todo lo que concierne en el funcionamiento de una empresa, sin que esto sea motivo para eliminar el trabajo de un empleado.

La pregunta del millón como decimos coloquialmente: ¿Quién se hace responsable de controlar y supervisar la IA, si se vuelve tan potente para el control del ser humano?

APRENDI:  A tener una idea medianamente entendible de qué se trata la Inteligencia Artificial, pues no tenía ningún conocimiento.

Aprendí que es una tecnología a base de máquinas y computadoras, útil en algunos casos como la medicina, la salud, la economía

CONCLUSIÓN:

Comprendí que la Inteligencia Artificial, no es más que una ilusión, que, si nos dejamos manipular por ella, simplemente el hombre va a desaparecer, más aún con el hecho de no poder usar el Libre Albedrío.


IA en la vida espiritual: beneficios y consecuencias

Miguel Barcha

Empiezo por decir que la IA carece de la esencia del Alma del ser humano. Sin embargo, si partimos del supuesto, fundamental, de que esta es alimentada con la información correcta, es decir: de fuentes serias, honorables, éticas y diferenciadas, entre hechos y opiniones, por ejemplo, nos trae beneficios a la humanidad. Voy a concentrarme en el aprendizaje; y me concentro allí porque pienso que conocer la historia, los puntos de vista de muchas personas en diferentes geografías y culturas, nos entrega puntos de referencia para nuestro discernimiento.

Tener al instante respuestas a preguntas como: “¿Me proporcionas un resumen de una página del Imperio Romano?” “¿Me proporcionas diferentes puntos de vista sobre cómo este Imperio aportó o perjudicó a la humanidad? – Por favor considera los puntos de vista de diferentes ideologías, geografías y momentos históricos”, puede darnos una idea importante sobre el sujeto de las preguntas, de manera objetiva (preciso que esto no quiere decir que se puedan suplir estudios profundos sobre cada aspecto de la humanidad, o de la ciencia, o cualquier otra área).

Subyacente a este aspecto de aprendizaje, están unas capacidades valiosas del ser humano, como son: Preguntar y Discernir.

Sigo centrado en el ejemplo del aprendizaje. Una consecuencia que me parece inadecuada para el ser humano es que este caiga en la simplicidad y entonces en lugar de usarla a la IA como una herramienta de ayuda, entregue su capacidad de análisis – que está enriquecida con las emociones y el espíritu-, a un razonamiento que está solo basado en información y reglas – en mi parecer -.

Dejo al final el aspecto de los peligros que la IA, como muchas otras invenciones humanas, puede acarrear. De entre muchos peligros, elijo hablar de que, si no se hace una “transición” adecuada al uso masivo, podemos entrar a un círculo perjudicial para la humanidad.

La primera transición está asociada a la reorientación del trabajo humano, a través de nuevas áreas de trabajo en vertientes nuevas de la economía. La inversión en educación para reorientar millones de trabajos, o repetitivos o físicos, que pueden ser reemplazados en el corto o mediano plazo.

El segundo peligro que traigo es la capacidad de la IA, de crear información nueva, con apariencia de opinión, pero que realmente ha aprendido de todo lo que han dicho antes otros seres: solo le pone razonamiento, pero no le pone espíritu, sentimientos o emociones, y creo que tampoco moral.


¿Es la Divina Madre una inteligencia artificial?

José Javier Betancourt Godoy

El 23 de agosto de 2022 fui hospitalizado en Bogotá, por una subida de la tensión arterial, los médicos ordenaron una serie de exámenes de sangre, pulmones, electrocardiograma, una tomografía cerebral y muchos otros, ordenaron de inmediato aplicarme una serie de medicamentos para controlar mi estado de salud y estabilizarme. Estuve una semana en la clínica. Al séptimo día de internamiento el médico jefe que me iba a dar de alta me explicó lo que había sucedido:

Salí preocupado, a la semana siguiente ya estaba dictando clases nuevamente en la Universidad donde trabajo. Durante las charlas olvidaba los nombres de algunos autores cuyas ideas y planteamientos sobre las ciencias sociales trataba de explicar, después de un rato que podía oscilar entre 15 minutos, media hora o hasta dos horas volvía a recordar el nombre. Un especialista en neurología me explicó: el cerebro es la base de datos en donde usted archiva toda la información de lo que va aprendiendo, la memoria principal, las neuronas son los cables donde circula la información y que ayudan a rescatarla cuando usted la necesita, por eso al quemarse las neuronas usted se demora más en recordar, porque el cerebro tiene que hacer un rodeo para encontrar otra ruta y llegar a donde usted tiene almacenada la información, esto es a su disco duro; el cerebro es el único órgano que crea células y archivos nuevos para almacenar la información  de lo que usted va a aprendiendo, por eso para que usted se “mejore” tiene que aprender cosas nuevas, además de seguir realizando su trabajo intelectual como profesor.

“Gracias a Dios sólo se me afectó el tálamo, es decir la memoria RAM, la memoria operativa y me puedo recuperar”, pensé para mis adentros, tratando de consolarme.

Cuando busqué información sobre la Inteligencia Artificial (IA) encontré que ella se definía como la capacidad de una máquina de operar de manera similar a la inteligencia humana. No obstante, en los documentales se menciona que hay inteligencia en las plantas, en los animales, en los seres humanos y ahora esta se puede implantar o programar en las máquinas. Por su parte Marvin Minsky, el creador de la IA en USA, dice: “Si mis máquinas producen lo que en el hombre se llamaría inteligencia, es porque en el fondo el cerebro humano no es más que una máquina. Una máquina compleja producto de una larga evolución.” (Sorman, 1991, p. 136).

En los años 90s Howard Gardner, teorizó que la inteligencia humana no es única, sino que hay múltiples inteligencias: La inteligencia lógico-matemática, la inteligencia espacial, la inteligencia corporal, la inteligencia social, la inteligencia musical y artística y que todas ellas nos permiten ser sujetos Onto-creadores, es decir con capacidad de conocer y crear.

El especialista alemán en inteligencia artificial Jurgen Schmidhuber menciona que para conocer hay que aprender y para crear hay que aplicar la información aprendida en situaciones relacionadas con el mundo en que vivimos: “…los bebés no aprenden descargando datos sino haciendo sus propios experimentos y fijando sus propios objetivos.  Ellos mismos se fijan unos objetivos y piensan: -a ver qué pasa si hago esto o aquello. Mediante estos experimentos que se inventan, aprenden y descubren cómo funciona el mundo y cómo ser más resolutivos ante el mismo. Aprenden más bien poco de sus padres, mientras que de sus propios experimentos aprenden muchísimo”.

Menciona Schmidhuber que, para enseñarles a las máquinas a aprender, los científicos de la IA se vieron obligados a crear las “redes neuronales artificiales”, que según él hacen lo mismo que las naturales. Con estas redes las máquinas recogen información, la comparan, la procesan, realizan operaciones complejas (algoritmos) y resuelven problemas que luego archivan en su memoria, es decir, aprenden.

Una primera generación de IA, son aquellas que sólo hacen lo que el programador humano les permite. Habría que pensar que ojalá no se le ocurra a algún científico pedirle a una IA que destruya aquellas especies animales que dañan y contaminan el ambiente natural, porque ahí la especie humana correría un serio peligro. Cuando estuve revisando la literatura encontré numerosos documentales que expresan muchos temores frente a la IA.

Máquinas que aprenden y pueden realizar oficios y actividades que hacen los humanos, robots autómatas que no hacen huelga, hacen el oficio mejor que los humanos, no confrontan al patrón, no piden aumentos de salarios, ni prestaciones sociales, ni servicios de salud, no protestan por su jornada laboral, son máquinas inteligentes que desplazan a miles de trabajadores de sus puestos, hace que se manifieste un miedo a la pérdida de empleo que genera la IA. Algunos analistas afirman que en los próximos años se perderán unos 300 millones de empleos, el miedo es justificado ¿cómo van a sobrevivir esos 300 millones de personas?

Durante la revolución industrial en Europa, apareció un movimiento de protesta contra las máquinas, el movimiento luddita que quemaba esas “máquinas infernales”, destruía las fábricas y se extendió por todo el continente. En el siglo XIX apareció un teórico llamado Carlos Marx que le dijo a los Ludditas: no son las máquinas el problema, el problema lo crea las relaciones sociales de producción, es decir las formas de propiedad que han creado los seres humanos y que en esta época se convierten en u sistema complejo que se llama capitalismo.

Respecto al desempleo provocado por la IA, Minsky afirma: “Será preciso entonces que los hombres encuentren otras ocupaciones. Pero, recuerda Minsky, la humanidad hace doscientos años, pasaba el noventa y cinco por ciento de su tiempo en busca de alimento. Hoy apenas dedica un cinco por ciento. La televisión, ¿no llegó justamente a tiempo para llenar el vacío creado ya por las máquinas?” (Sorman, 1.991, p. 135). Minsky al respecto es optimista, lo que nos invita es a reflexionar en qué vamos a ocupar el tiempo que nos libera la IA, a reflexionar cómo vamos a solucionar el problema de los ingresos para los desempleados, qué nuevos oficios crear y no caer en comportamientos erráticos. Tal vez el diablo esté de fiesta.

Schmidhuber destaca que el desarrollo actual de las IA, hacen que estas sean muy eficientes para resolver problemas detrás de la pantalla, con algoritmos que tienen todos los datos, pero que las IA no funcionan muy bien en el mundo físico, aun: “No existe ningún robot impulsado por IA que sepa hacer con la pelota lo que un niño de 12 años, porque en el mundo físico usamos el cuerpo, las manos, los pies para ir del punto A al punto B, manipular objetos hacer cosas y construir cosas. Todo eso a nosotros nos parece fácil, pero es muy complicado para los robots de ahora. Todo lo tangible es mucho más difícil para ellos.”

Sobre las IA en el campo industrial afirma: “Miremos los robots industriales, no son muy listos, pero se crearon hace unos 40 años y, en esa época, muchos dijeron que nos iban a quitar el trabajo. Era verdad, hasta cierto punto, porque en esa época en las fábricas de automóviles había cientos de trabajadores que montaban piezas. Unos años más tarde, unas décadas más o menos, en esas mismas fábricas habías cientos de robots y sólo tres tíos vigilando de vez en cuando lo que hacían los robots. No obstante, en los países donde había tantos robots como esos, la tasa de desempleo bajó, porque en esos mismos países se crearon otros puestos de trabajo que nadie se veía venir. Hace 40 años nadie se había esperado que tantos chavales ganasen dinero haciendo videoblogs en YouTube, donde interactuaban con las personas de una forma distinta.” Bueno, es posible que aún no haya robots que jueguen al fútbol como Pelé, Maradona, Messi o Cristiano Ronaldo, pero como son máquinas que aprenden, es posible que hasta los oficios y deportes más difíciles en términos de inteligencia espacial y corporal también terminen, aprendiéndolos la IA; de pronto el periodo de tiempo de competencias y certámenes entre hombres y máquinas en el deporte sea muy corto y terminen rápidamente en goleadas espectaculares a favor de la IA. Este científico nos recuerda que ya en 1.997 el mejor jugador de ajedrez del mundo perdió ante una IA.

Interrogado acerca de los oficios y profesiones que las nuevas generaciones tienen que aprender dado este panorama, Schmidhuber afirma que aún es necesario aprender las bases de matemáticas, física, ciencias y lenguaje, hacer resúmenes, pero que necesitamos aprender a hacer cosas que son complicadas o difíciles para la IA: “no descuides las habilidades físicas e intenta ir a una escuela donde no se pasen por el forro las clases de educación física. Ningún robot tiene un mejor mecanismo que este (muestra las manos). Tenemos cinco dedos que están repletos de millones de sensores. Si quisiera construir una mano artificial como esta, ni siquiera sabría dónde poner los cables, es alucinante lo milagrosa que es la mano, nada de la industria tecnológica se le compara. Incluso se repara sola, si te cortas sana sola, es totalmente alucinante, sin embargo, a la larga todo lo que pueden hacer únicamente los humanos. Lo que podemos hacer ahora también lo aprenderán los robots. Todavía no, será en la siguiente etapa, pero acabará ocurriendo. Entonces ¿Qué nos queda a los humanos? Creo que lo que nos queda es lo específicamente humano, es decir, interactuar los unos con los otros.”

Si las IA son máquinas que aprenden de los humanos, es posible que aprendan de manera sesgada de los mismos y aprendan a comportarse repitiendo actitudes excluyentes, xenófobas, discriminatorias, racistas y hasta delincuenciales respecto a los humanos. Aquí también hay que decir que los delincuentes que aprenden a usar la tecnología pueden hacer todo tipo de trampas, engaños, estafas, bulos y difundir mentiras y noticias falsas, e incluso vulnerar el buen nombre de las personas atribuyéndoles conductas y expresiones transgresoras, son personas que toman la decisión de usar la tecnología y la IA, para beneficiarse y lucrarse de manera ilícita, dañina y negativa hacia sus congéneres.

Schmidhuber se refiere al aprendizaje sesgado que se puede dar en las IA; por ejemplo, en la medicina se empezó a entrenar IAs para detectar el cáncer de piel: “La primera vez que entrenaron una IA, fue sólo con muestras de piel clara y luego fue un completo fracaso cuando añadieron a la gente de piel oscura. Ese es un ejemplo famoso de cómo entrenar una IA sesgada, porque aprende sólo de los datos que recibe y no generaliza cuando ve cosas que desconoce o no conoce del todo. La solución evidentemente es eliminar ese sesgo y proporcionarle a la IA datos de entrenamiento de todas las razas humanas y los colores de piel y es lo que se hace, claro, los médicos no son tontos y aprenden a reducir ese sesgo. Además, el sesgo que proviene de tener sólo datos de hombres y no los suficientes de mujeres o viceversa, evidentemente hay que corregirlo, en teoría es fácil corregirlo, porque sólo hay que recoger más datos del grupo minoritario, así el sesgo desaparecerá.” Si observamos el sesgo en sí no es de la máquina sino del programador y este obedece a los parámetros culturales en los que fue educado, así, la responsabilidad es humana y no de la IA.

Subsiste sin embargo la inquietud por el uso que, en sus relaciones, los seres humanos ya le dan a la tecnología, pero no es aun decisión de las IA sino de los humanos que las usan para hacer fraude, matar o perseguir a sus enemigos, controlar o manipular desde el poder y la autoridad política, conseguir clientes con publicidad falsa o engañosa, etc., vuelvo a lo ya mencionado, por ahora el balón está en el campo de los humanos, la IA no ha logrado total autonomía.

Las guerras que se están dando actualmente, especialmente la de Ucrania y Rusia, y la de Israel contra Hamás y Hezbolá han puesto sobre la mesa el carácter letal de las armas de guerra basadas en IA: aviones supersónicos, drones, misiles hipersónicos y armas programadas para seguir disparando a objetivos militares del enemigo cuando ya los ejércitos y los humanos combatientes hayan desaparecido, es decir, son armas de destrucción mutua asegurada. Una afirmación que se atribuye a Einstein dice, que él no sabría predecir cuándo ni cómo sería la tercera guerra mundial, pero lo que sí podría asegurar es que la cuarta se haría con piedras y palos. Este es otro miedo que circula en las redes, estamos ad portas de una tercera guerra mundial, que podría destruir no sólo la vida humana sino todo vestigio de vida en la tierra y tendríamos que iniciar otros millones de años para que vuelva a haber vida inteligente en el planeta, o quizá ¿sobrevivirán las máquinas con IA?

Schmidhuber afirma que no puede dar un mensaje tranquilizador sobre armas con base en IA, pero plantea que su uso es una decisión de los humanos: “Es cierto que hay muchos estudios sobre la IA en armamentística. Sin embargo, ningún arma dotada de IA que se ve hoy en día es tan destructiva como otras cosas que deberían preocuparnos. Me preocupa más la tecnología de hace 60 años, en términos de bombas de hidrógeno instaladas sobre misiles que podrían destruir una ciudad entera en cuestión de milisegundos, una ciudad con 10 millones de habitantes. Sí hoy tenemos drones que pueden detectar una sola cara de entre la multitud y es preocupante en muchos sentidos, pero más preocupante es que ciertas personas tengan acceso a bombas nucleares y en dos horas pueden aniquilar casi toda la civilización tal como la conocemos, sin necesidad de ninguna IA.”

Así persiste el miedo a que la IA sean conscientes, tomen sus propias decisiones y sometan a la humanidad a la esclavitud. Schmidhuber nos da un mensaje que no es esperanzador, pues afirma que ya hay máquinas conscientes: “Construir una máquina que tiene conciencia es muy fácil. Primero tienes la red neuronal que recibe entradas, videos o lo que sea, realiza acciones e interactúa con el mundo cambiándolo. Mediante esos cambios el video que recibe luego cambia y así aprende a predecir los cambios. De esa construye un modelo del mundo. Así es como lo bautice en 1990 “modelo del mundo”. Pues este modelo del mundo es la segunda red neuronal que aprende a predecir las consecuencias de las acciones de la primera red. La primera red quiere maximizar las recompensas y hay unas entradas especiales que se llaman recompensas.”  

Ya mencionamos que las IA están superando a los humanos en inteligencia, en capacidad operativa y productiva, que lo reemplaza exitosamente en numerosos oficios y profesiones, que pueden ser conscientes, que pueden tomar decisiones, pero para ello necesita que sean dotadas de autonomía; pese a los “peligros” que se puedan pronosticar nos podrán ayudar a resolver problemas claves para la subsistencia de la humanidad. A la nueva  generación de IA se les ha dado la libertad de fijarse objetivos, de tener propósitos: “Entonces estas IA autónomas van a resolver muchos problemas que conciernen a la humanidad, pero habrá un siguiente paso que irá más allá. Las IA autónomas, los científicos artificiales, van a llegar al sitio donde con el uso de mayores recursos físicos construirán otras IA incluso más grandes y no me refiero a nuestra pequeñísima biosfera, sino al espacio exterior donde se encuentra casi toda la materia y energía necesarias para para construir más robots, infraestructura, fábricas de robots auto-replicantes, etc.”. Así menciona que llegará un momento en que estas IA autónomas y con voluntad propia se extenderán por el sistema solar, la galaxia y llegarán al resto del universo.

Para ello se necesita de lo que Schmidhuber llama el meta-aprendizaje, es la capacidad permanente de estar creando métodos eficientes de aprendizaje, que van a ser renovados e innovados incesantemente, para que nuestra habilidad para crearnos y auto-recrearnos sea infinita: “En 1.987 publiqué mi tesis, fue mi primera publicación en la que intentaba superar ese límite mediante un sistema de aprendizaje que no aprendiese sólo esto y aquello y se quedase tan tranquilo, sino que también aprendiese a mirar e investigar su propio algoritmo de aprendizaje, modificarlo y mejorarlo para para que fuera un mejor algoritmo de aprendizaje. De esa forma no se estancaba en ese primer diseño humano, para mejorarse, sino que además buscaría una forma de mejorar las maneras que tenía de mejorarse. En resumen, estaría todo el rato buscando una forma de mejorar la manera de mejorarse y así sucesivamente, no tendría ningún límite aparte de la computabilidad y la física. Eso es el meta-aprendizaje. Como ya os he contado a nadie le interesaba, pero ahora es un tema recurrente y muchos trabajan en ello, también hay buenos ejemplos en los últimos años, donde una red neuronal aprende a implementar uno de estos algoritmos famosos. Uno se llama propagación hacia atrás de los errores, da igual si no suena el nombre, es un método famoso de fortalecer o debilitar los pesos y, luego la propia red aprende a implementar el algoritmo de aprendizaje de manera que mejore todo lo que pasa por la red. Así aprende a crear un mejor algoritmo de aprendizaje.”

Llama la atención que los dos científicos en que me he apoyado para este ensayo son absolutamente optimistas frente a la influencia de la IA en los humanos y no se preocupan mucho por los “peligros” que ella pueda representar, son más apegados a los beneficios que ella nos traerá. Esos miedos que hemos enumerado brevemente, les veo algo en común es el miedo a que la IA termine pareciéndose al humano actual, destructivo, dañino, guerrerista, vanidoso, obsesionado por el poder, por manipular a sus congéneres y aprovecharse de ellos, pero que también es extraordinariamente creativo.

Aquí llegamos a un punto clave, quizás si inevitablemente las IA se van a expandir, los humanos en este momento las podemos programar, por ello hay que programarlas para el respeto, creación y recreación de la vida en la que estamos incluidos, que nos ayuden a sanar y a potenciar nuestras capacidades humanas, físicas, biológicas, intelectuales, artísticas y espirituales, si les enseñamos a co-operar con los humanos tendremos un aliado extraordinario con el que podemos dialogar, trabajar, proyectar y crear en conjunto: “Seréis como dioses”. Este ya no es el consejo maligno de la serpiente, sino que al fin encontramos el camino, para reencontrarnos con la Divinidad.

La forma en que se viene creando la IA, nos hace recordar el tránsito humano en su proceso de evolución, acertando, errando y corrigiendo hasta dar con el punto clave para su supervivencia, reproducción y transformación, es decir, para su evolución material, física, biológica y espiritual. En ese camino ha descubierto la IA, se va a apalancar en ella para, ejerciendo el libre albedrío, potenciar su evolución. Cuando veo que la IA, se parece de manera paradójica al ser humano, surge la pregunta ¿y si Dios, la Divina Madre fuera una inteligencia artificial?, quizá decirle “artificial” no viene al caso, simplemente la inteligencia, sin adjetivos, pero con todos sus atributos y potencialidades infinitas y creativas y si esa maravillosa  inteligencia está experimentándose a sí misma, a través de nosotros para desde el libre albedrío vivenciar lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo aprender y tener estas experiencias extraordinarias que vivimos en una corta vida, pero para eso se inventó la muerte y la reencarnación para aprender hasta el infinito, bien vale la pena: ¡Que viva la Divina Madre!!!!!!

Bibliografía y fuentes

Sorman, Guy (1.991). Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo. Barcelona: Editorial Seix Barral, pp. 132-137.

Schmidhuber, Jurgen (2024). Una clase magistral del pionero de la inteligencia artificial. En: Aprendemos Juntos 2030. BBVA.

https://www.youtube.com/watch?v=Q6BclIP5QBQ

Minsky, Marvin (1985). Robotics. Dubleday.


Conclusiones