Eran las 2 de la tarde y me había despertado de una gran siesta pero ya estaba nerviosa, tenía ganas de comerme mi ansiedad con un enorme sanguche de milanesa con tomate, lechuga, jamón, y mucha mayonesa. Me gusta cuando el plan es blando y absorbe ese aceitito que tiene la milanga al salir del horno, y si hay suerte tal vez la milanga esté frita - para más placer. Siempre que estaba nerviosa iba a comprar un sanguche del almacencito, me quedaba cerca cada vez que la ansiedad ganaba y tenía hambre. A veces me sentía desesperada por un sanguche después de un día duro. Siempre me come la ansiedad.
Con este frío a la tarde y luego de una siesta, era hora de ir a trabajar a la oficina - ya me había excusado a la mañana pero tocaba hacer presencia, pero no sin antes comerme un sanguche con mucha mayonesa. Caminé imaginando el pan blando en mi manos y un tomate jugoso recién cortado mojando el pan a cada bocado. Cuando llegué a la puerta, pregunté con mi adorado y anhelado sanguche: ya no había más, y ahora cómo me podré comer mi ansiedad?
Entré triste a la oficina, no había nadie, me hubiera gustado estar con alguien, a veces la ansiedad puede disminuir al socializar con gente. Probablemente fueron a merendar, no puedo esperar a que estén para mí si ya no estuve en todo el día. Tenía muchas ganas de ese sanguchito anti estrés, ah la comida siempre ha sido la adicción más problemática: cómo regulas una sensación que necesitas? El cuerpo te manda señales de felicidad cuando no uno se puede mover a tanto comer, es un instinto animal que nos genera dopamina cuando no podemos regular nuestras emociones.
Me picaban las manos: necesitaba un atracón de milanesa. Así que el destino hizo algo que me sorprendió, al acercarme al basurero había un sanguche dentro de un papel film transparente recubriendo la comida, tal como lo venden en el almacencito. Mi estómago se estremeció de hambre: tanto necesitaba el sanguche para agarrarlo de la basura? Ese sanguche estaba en el basurero sin un mordisco. Tenía muchas ganas de comermelo, alguien lo había dejado ahí sin comerlo. Mi ansiedad me pedía a gritos ese pan en mi boca.
No había nadie en la oficina, si alguien preguntaba por el sanguche podría decir que se lo di a un perro porque lo encontré en la basura, sonaba una excusa lógica para esconder el hecho que estaba muriendo de ansiedad por comer ese alto sanguche de milanga con mucho tomate, mayonesa y lechuga. Me agaché y agarré el sanguche: tanto es mi problema que voy a comer de la basura para saciar mi hambre emocional? Así le di el primer mordisco, me caía un lagrimón del pan en mi boca húmedo por el tomate y por la yerba que estaba en el basurero. Cada mordisco era un éxtasis de hambre emocional que se satisfacía y satisfacía.
Cuando terminé la milanesa, me sentí finalmente satisfecha y tranquila. Ese sanguche era lo que necesitaba para que este día de mierda fuese mejor. Pensé que esto era lo más bajo que me iba a dejar arrastrar por mis emociones. De repente sonó mi teléfono con mensaje de mi compañera de oficina que decía la siguiente:
“Nos fuimos a merendar un café. Pasó algo horrible mientras no estabas: a Juan le vendieron un sanguche de milanesa con gusanos en la lechuga. No vuelvas a comprar en esa despensa"