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presentacion historia
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Mitre presidente

Derqui se ha quedado sin sustento para su investidura y parte hacia Montevideo en el “Ardent”, un buque inglés. Pedernera queda a cargo del gobierno de la Confederación. Pide órdenes a Urquiza y le solicita un borrador de decreto, destinado a traspasar los poderes presidenciales lo antes posible. El borrador pedido tarda en llegar. Y Mitre envía al doctor Martín Ruiz Moreno para negociar con el jefe entrerriano. En la noche del 22 de noviembre del 61, un cuerpo porteño a las órdenes del general Flores cae sobre la fracción del ejército federal que quedara estacionada en Cañada de Gómez, junto al río Carcarañá, aniquilando y degollando indiscriminadamente a los vencidos. Urquiza está cansado y su interés parece reducido a velar por sus bienes personales, que son cuantiosos, recluido en el feudo mesopotámico donde es amo y señor. Aunque conserva fuerzas poderosas y sus oficiales claman por volver a la pelea, instruye a la Legislatura local para que acepte las condiciones de Mitre. Éste despacha tropas, a fin de establecer gobiernos afines a su política en las distintas provincias. El 24 de diciembre de 1861, Murature toma posesión de la escuadra federal en Paraná. En marzo de 1862 las provincias han asumido su soberanía, delegando en Mitre el ejercicio del Poder Ejecutivo nacional y facultando para convocar el Congreso. El 4 de septiembre de 1862, los electores previamente elegidos se reunieron en las capitales de provincia, para votar quién sería presidente de la Nación. El general Mitre es designado por unanimidad, recayendo la vicepresidencia en el doctor Marcos Paz. El 12 de octubre, ocuparon sus altos cargos.

Chacho peñaloza

Juan Angel Peñaloza, “El Chacho”, fue un patriarca norteño, que ejerció una enorme influencia desde su estancia ubicada en La Guaja, un lugar de los llanos riojanos. Había apoyado la Coalición del Norte –unitaria– y, más tarde, a Justo José de Urquiza, quien le concedió el grado de general. El año 62 lo sorprende en Catamarca, donde acudiera con sus fuerzas por pedido del gobernador Molina, atacado por el santiagueño Manuel Taboada. Ausente Peñaloza, tropas porteñas invaden La Rioja, para asegurar su sujeción al gobierno nacional. En la operación participan varios de los coroneles uruguayos que utiliza Mitre en tales tareas y cuya implacable dureza llegará a ser célebre: Paunero, Sandes, Arredondo, Rivas. Peñaloza admite reconocer el orden establecido después de Pavón, a cambio del retiro de aquellas tropas, pero Paunero no acepta condiciones. A la sombra del Chacho surgen caudillos menores, que promueven una guerra de guerrillas contra los ocupantes. Asediados por el paisanaje, los “coroneles de Mitre” siembran terror, degollando sin asco. La reacción riojana se extiende a Catamarca, San Juan, Córdoba y San Luis. El 29 de mayo de 1862, en la estancia “La Banderita”, se llega a un acuerdo, mediante el cual Peñaloza depondrá las armas y los soldados de Buenos Aires dejarán La Rioja. La paz no dura mucho. El Chacho se queja a Paunero, denunciando que los gobernadores de San Juan (Sarmiento) y San Luis (Barbeito) no respetan el convenio. Villafañe, gobernador oficialista de La Rioja, renuncia porque nadie le hace caso. Reaparecen las montoneras, en los llanos y las sierras. Una asamblea popular elige gobernador provisorio al federal Juan Bernardo Carrizo. Las montoneras desbordan sobre provincias vecinas. Sandes acude en auxilio de San Luis. Sarmiento reclama a gritos “no ahorrar sangre dev gauchos, que es lo único que tienen de humanos”. Y Mitre lo nombra “Director de la Guerra”. Sandes triunfa fácilmente en San Luis, pasa a cuchillo a los prisioneros y exige al Chacho que entregue varios jefes montoneros, que se encuentran en los llanos riojanos. Peñaloza se rehúsa, declara la guerra a Mitre y redacta una proclama que es conocida como “Grito de Guaja” (abril del 63). Peñaloza toma el título de “General en Jefe del Ejército Reaccionario”. Y la reacción se extiende. Catamarca es invadida por los federales; el coronel Clavero (aquel que ordenara fusilar a Aberastain) ataca Mendoza, desde Chile; jinetes riojanos van sobre San Luis. Taboada, fiel a Mitre, triunfa en Mal Paso y entra a La Rioja. Peñaloza toma San Francisco, en San Luis. Pronto tiene que volver a sus pagos y libra batalla en Lomas Blancas contra Sandes, arrebatándole la caballada y refugiándose luego en las sierras. Su proximidad determina una revolución en Córdoba, donde el vecino Simón Luengo depone al gobernador Posse y una asamblea popular elige para el cargo a José Pío de Achával. Éste abre las puertas de la ciudad al Chacho, que recorre sus calles al frente del “Ejército Reaccionario”, el 14 de junio de 1863. Pocos días después (28 de junio), Paunero y Sandes derrotan completamente a Peñaloza, quien logra escapar y volver a los llanos riojanos. Allí organiza una nueva fuerza, marcha a San Juan y es vencido nuevamente en Caucete, por Arredondo e Irrazával. Se refugia el Chacho en casa de un amigo suyo, cerca de Olta. El 12 de noviembre del 63, está desayunando cuando irrumpe el comandante mitrista Ricardo Vera. Peñaloza se rinde y Vera manda avisar a Irrazával. Al llegar, éste le quita la lanza a un soldado, clavándosela al preso. Luego le corta la cabeza y separa de ella una oreja, que envía a La Rioja. Sarmiento felicita a Irrazával y pide su ascenso, como así también el de Vera.

Entre dichos e incidentes  

 Mitre inicia una gestión progresista, en virtud de la cual se dictan varios códigos, se fundan poblaciones, se fomenta la inmigración, se facilita la instalación de Bancos y el tendido de vías férreas.

Venancio Flores –del partido “colorado”–, ha partido de la Argentina el 19 de abril de 1863, iniciando una contienda civil en el Uruguay, donde gobierna el presidente Bernardo Prudencio Berro, del partido “blanco”. Los federales en general y los entrerrianos en particular se ponen del lado de Berro. Urquiza se mantiene hermético. Los orientales, tradicionalmente corajudos, libran fieros combates entre sí.

Desde Buenos Aires se presta ayuda a Flores, que también recibe apoyo del Brasil. Berro lo pide al Paraguay, gobernado por el mariscal Francisco Solano López, hijo de Carlos Antonio. El 6 de septiembre de 1863, Paraguay pide “amistosas explicaciones” al gobierno argentino, por su interferencia en cuestiones internas del Uruguay. Elizalde, ministro de Mitre, niega categóricamente los cargos. López no considera satisfactoria la negativa y envía una carta a Mitre, puntualizando los hechos que le atribuye. Mitre responde diciendo no comprender cómo López se puede hacer eco de tales infundios.

En el Uruguay expira el mandato de Berro, sucede en el cargo Atanasio de la Cruz Aguirre, presidente del Senado.

Edward Thornton, propicia una mediación argentino-brasileña en la cuestión uruguaya que, de tener éxito, favorecerá a Flores. En caso de imponerse éste en la Banda Oriental, apoyado por la Argentina y Brasil, Paraguay quedará solo y descolocado.

Luego de algunas alternativas, la mediación fracasa.

El 26 de agosto de 1864, un buque brasilero abre fuego contra el uruguayo “Villa del Salto”, que se refugia en un puerto entrerriano. El gobierno argentino dispone su expulsión y la pequeña nave es deshecha por los disparos de 3 cañoneras imperiales, pese a lo cual logra cruzar el río, depositando armas y tripulantes en Paysandú, antes que su comandante disponga incendiarla.

Paraguay advierte al Brasil que considerará atentatoria contra el equilibrio de los Estados del Plata cualquier invasión del territorio oriental. Días después, “Marqués de Olinda” navega frente a Asunción, transportando material militar. López dispone su captura. Es el principio de la guerra entre Paraguay y Brasil, que se transformará en la conocida como guerra “de la Triple Alianza”.

Avance imperial

La primera víctima del choque entre Paraguay y Brasil será el Uruguay. La escuadra imperial comienza atacando Paysandú, que resiste pese a que las fuerzas que la guarnecen son mínimas, en relación con el poderío de sus atacantes.

Buenos Aires suministra los barcos del emperador. En Montevideo se queman públicamente los acuerdos que ligan a la Banda Oriental con el Brasil. Los gobiernos de Paraguay y Uruguay confían en ganar a Urquiza para su bando. Éste, sin embargo, prefiere realizar un negocio ventajoso con los brasileros y les vende a buen precio un gran lote de caballos.

Con tropas superiores (20.000 soldados contra 600), los imperiales –aliados con Venancio Flores– reinician el ataque a Paysandú, defendida por el esforzado Leandro Gómez. 56 horas se prolonga la resistencia, hasta que no queda piedra sobre piedra. Gómez no tiene balas. Más de 4.000 bombas han caído en la pequeña población. El 2 de enero de 1865 entran a ella los atacantes. Fusilan a Gómez. El recuerdo de aquella defensa sería adornado con acentos épicos y el célebre payador moreno Gabino Ezeiza le dedicaría un poema.Libre el paso, las fuerzas imperiales se dirigen a Montevideo. Apoyado en ellas, Flores entra a la plaza el 20 de febrero de 1865.

En diciembre de 1864, López ha atacado el Matto Grosso brasileño, ocupando la ciudad de Corumbá, capital de esa provincia. Solicita al gobierno argentino permiso para que sus tropas transiten por Misiones, permiso que le es denegado. El 19 de marzo del 65, López promulga una ley donde declara la guerra “al actual gobierno” argentino.

Antes de difundirse en Buenos Aires la declaración de guerra paraguaya –que era conocida por el gobierno–, López se apodera de la ciudad de Corrientes, el 13 de abril de 1865. El ataque, ya intolerable de por sí, aparece además como traicionero y la opinión pública argentina se vuelca contra el agresor.

 La triple alianza

 

El 1º de mayo, la Argentina, Brasil y Uruguay firman el Tratado de la Triple Alianza.

La formación de un ejército de 25.000 hombres es aprobada por el Congreso Nacional. Urquiza, que apoya a Mitre, inicia con poco éxito una leva, logrando reunir sólo 8.000. El general paraguayo Wenceslao Robles marcha hacia el sur con 20.000, luego de tomar Corrientes. Por Misiones se desplaza otro general paraguayo, Antonio Estigarribia, con 12.000.

Paunero reconquista fugazmente Corrientes, el 25 de mayo de 1865, pero no encuentra adhesiones entre la población y se retira.

El “Ejército de Vanguardia”, que estuviera a las órdenes de Urquiza y ahora manda Flores, choca contra Duarte en la batalla de Yatay (17 de agosto de 1865), venciendo ampliamente los aliados.

En septiembre, Estigarribia toma Uruguayana pero se encuentra cercado allí por fuerzas muy superiores de la Argentina, Brasil y Uruguay. Mitre, que comanda en jefe los ejércitos aliados, delega transitoriamente el mando en el general Manuel Márquez de Souza, quien condujera la división brasilera en Caseros.

El 8 de noviembre, tropas a las órdenes de Urquiza son derrotadas junto al arroyo Toledo.

Los restos de las columnas paraguayas se repliegan a su país y, el 16 de abril de 1866, cruzan el Paraná 60.000 hombres de la Triple Alianza (33.000 imperiales, 24.000 argentinos y 3.000 uruguayos), provistos de 81 cañones. Queda en reserva una fuerza brasilera de 14.000 soldados, con 26 piezas de artillería. La escuadra del Brasil la comanda el almirante Tamandaré e incluye 9 acorazados (buques blindados mucho menores a los que hoy conocemos por tales) con 59 cañones de ánima estriada.El desembarco tiene lugar en una zona de esteros y pantanos. No lejos se halla la fortaleza de Humaytá, poderoso bastión paraguayo. López ataca Tuyutí, el 24 de mayo, y sufre un duro revés. Mueren en la batalla entre 5.000 y 7.000 paraguayos; entre 4.000 y 8.000 son los muertos aliados.

Mitre se aproxima a Humaytá y, el 16 de julio, ataca las defensas de Boquerón, siendo rechazado. El asalto, que duró dos días, costó a los aliados 5.000 muertos. El 5 de septiembre, apoyados por su escuadra, los brasileños toman las fortificaciones de Curuzú.Mitre y López se entrevistan en Yatayty Corá, el 12 de septiembre. No logran ponerse de acuerdo.

Días después, Mitre inicia la ofensiva contra Curupaytí, cuya conquista le permitiría lanzarse luego sobre Humaytá. Será una carga de infantería a la bayoneta, fijada para el 17 de septiembre. Pero ese día llueve y el temporal se prolonga hasta el 20. En medio del barro, 17.000 argentinos y brasileros se lanzan al ataque, el 22. La táctica prevista por Mitre consiste en llegar hasta las proximidades de las líneas enemigas y simular una retirada para intentar que los paraguayos, abandonando sus trincheras, comiencen una persecución que eventualmente les costará cara. La extravagante maniobra se lleva a cabo bajo un fuego infernal. Pero los defensores no caen en la celada. Y, al reiniciarse el ataque, se han mantenido a cubierto, diezmando las filas de los atacantes.

Una guerra impopular

 

La Guerra de la Triple Alianza jamás llegó a ser popular en nuestro país. Alberdi escribe contra ella. Dado que se prolonga más de lo esperado y las noticias sobre bajas propias son espeluznantes, su impopularidad se acentúa. se producen pronunciamientos contra Mitre  Entre ellos  está Felipe Varela. Es catamarqueño, tiene campo en La Rioja, ha sido coronel del Chacho Peñaloza. Uno de los conflictos sostenidos por Varela tiene lugar contra Taboada, en el Pozo de Vargas. Los riojanos cargan al son de la después famosa Zamba de Vargas. Derrotados, esa zamba pasaría a ser patrimonio de los vencedores, que le cambian la letra.

Una epidemia de cólera se desata en los campamentos de Curupaytí, que alcanza Buenos Aires en 1867 y se prolonga durante 1868. El número de muertos es tan alto, que en la ciudad los carros fúnebres no dan abasto. El gobierno instala un lazareto, donde actúan el doctor Manuel Augusto Montes de Oca, el practicante mayor Eduardo Wilde e Ignacio Pirovano.

Una retirada interminable

El 1º de septiembre de 1867, Mitre reasume el comando de las fuerzas coaligadas, en Tuyutí. Allí dan los paraguayos un golpe de mano, el 3 de noviembre, apoderándose de armas y pertrechos antes de retirarse.

El 12 de enero, la escuadra imperial fuerza el paso frente a Humaytá y continúa río arriba, rumbo a Asunción. Los paraguayos se repliegan dejando 3.000 hombres en la fortaleza, que es tomada por el mariscal brasilero Osorio el 24 de julio.Los buques bombardean Asunción. Se trama allí una conjura contra López, para dar fin a la guerra. Descubierta, éste aplica castigos extremos. La línea de defensa paraguaya está en Lomas Valentinas, camino de la capital. Durante 6 días (21 al 27 de diciembre de 1868), se combate en ese lugar. El 5 de enero de 1869, los brasileros toman Asunción y la saquean. Los argentinos se abstienen de entrar, acampando en las afueras. La ciudad está desierta, pues sus pobladores se han marchado para reunirse con López. Durante 7 meses, el pueblo del Paraguay sigue al mariscal en una retirada interminable, jalonada por derrotas.Esa caravana fantasmal está en Cerro Corá, el 1º de marzo de 1870.El ejército de López cuenta a la sazón con 409 hombres y su hijo Panchito –de 15 años– comanda el Estado Mayor. Comanda la última embestida el general imperial Cámara y el indómito jefe paraguayo muere peleando.

Presidencia de Sarmiento

Aún en trámite la Guerra del Paraguay, concluyó el período presidencial de Mitre. El 12 de junio de 1868, los colegios electorales consagraron la fórmula Domingo Faustino SarmientoAdolfo Alsina, que asumieron sus cargos el 12 de octubre. El candidato de Mitre era su canciller Rufino de Elizalde. Quien fue resistido por considerárselo excesivamente vinculado con Brasil. Esa vinculación disgustaba a la opinión pública y molestaba a los militares argentinos, que habían tenido fuertes diferencias con sus pares brasileros y que observaban con disgusto las apetencias del imperio respecto al Paraguay, de cuyo territorio se quedó con un tercio, mientras la Argentina prácticamente no obtuvo rédito del sangriento conflicto. La habilidad política de Alsina y el influjo de los regimientos de línea impusieron la candidatura de Sarmiento, determinando su éxito. Sarmiento había nacido en San Juan, el 15 de febrero de 1811. Talentoso, apasionado y egocéntrico, tuvo notables dotes de escritor. En sus primeros años no faltó a la escuela porque no fue a ella, ya que lo educó un clérigo que era tío suyo. Exilado en Chile durante el gobierno de Rosas, apoyó con sus artículos periodísticos los derechos chilenos sobre el Estrecho de Magallanes y la Patagonia, hasta el Río Negro. Fue “boletinero” del Ejército Grande, vencedor en Caseros. Con mano de hierro gobernó su provincia natal, bajo la presidencia de Mitre. Era embajador ante los Estados Unidos –país por el cual sentía gran admiración– cuando resultó electo presidente de la República. Antes de asumir el cargo, la masonería lo agasajó, junto con Mitre, por haber alcanzado ambos en ella el grado 33 (grado máximo). Sin embargo, ante el desconcierto del auditorio, Sarmiento expresó, durante el discurso que pronunció en la ocasión: “si la masonería ha sido instituida para destruir el culto católico, desde ahora declaro que no soy masón”. Y agregó aún: “tengo el deber de anunciar a mis hermanos que de hoy en adelante me considero desligado de toda práctica o sujeción a estas sociedades”. Tales eran, por lo visto, las intenciones del sanjuanino al iniciar el mandato, encaminadas a preservar su independencia de criterio, si bien finalmente no se desvincularía de las logias y moriría como masón. Su mejor obra literaria, Facundo, aunque plagada de inexactitudes –deslizadas frecuentemente a designio según él mismo reconocería– es un cuadro costumbrista lleno de fuerza y color. Sus contemporáneos lo llamaron “el loco”, pero pronunciaban tal mote con cierta simpatía divertida, inspirada por el personaje. Le gustaban enormemente los árboles y trajo los gorriones al país. Falleció en Asunción, el 11 de septiembre de 1888. Sarmiento nombró ministros a Dalmacio Vélez Sarsfield (Interior), José Benjamín Gorostiaga (Guerra), Mariano Varela (Relaciones Exteriores), Nicolás Avellaneda (Instrucción Pública) y al general Martín de Gainza (Guerra). A lo largo de su gobierno, se promulgó el Código Civil, se erigieron numerosas escuelas, se prolongaron las vías del ferrocarril, se construyeron caminos y fue fundado el Colegio Militar, como así también la Escuela de Náutica, hoy Naval. En 1869, Sarmiento dispuso la realización de un censo, del cual surgió que la población de la República alcanzaba a 1.736.701 habitantes, la de Buenos Aires (ciudad) a 178.007 y que el número de extranjeros era de 211.000

Pronunciamiento jornadista

A comienzos de ese año se gesta en Entre Ríos una revolución contra Urquiza, cuyo prestigio se encuentra gravemente deteriorado. La encabeza Ricardo López Jordán, hombre de gran predicamento local, sobrino de Francisco Ramírez y que ha combatido con bravura en Pavón. Como primera acción de su pronunciamiento, envía una partida al palacio San José – casco de la estancia de Urquiza– para que prenda a don Justo José. Está al mando del coronel Luengo quien, aparentemente, es desbordado por los sucesos. Urquiza, en efecto, al advertir la llegada de los jinetes, se procura un fusil y hace fuego contra ellos, recibiendo un tiro en la cara. Alguien, quizá un capitán Álvarez o un tal Nicomedes Coronel, lo remata de una puñalada en presencia de su mujer e hijas (11 de abril de 1869). Pese a que la noticia de este hecho causa consternación, López Jordán es elegido gobernador por la legislatura entrerriana. Sarmiento despacha tropas contra Entre Ríos, iniciándose una lucha prolongada entre los regimientos de línea, que procuran darle fin mediante batallas formales, y las fuerzas jordanistas, que practican la clásica guerra de hostigamiento, propia de las montoneras. López Jordán intenta invadir Corrientes. Arredondo, que manda las fuerzas nacionales, envía armas y soldados al gobernador correntino y López Jordán es derrotado completamente en Ñaembé, el 26 de enero de 1871. También en esta batalla participa José Hernández, que se bate del lado jordanista. En mayo de 1873, López Jordán vuelve a invadir Entre Ríos. Refugiado en Brasil después de Ñaembé, cruza el río Uruguay con una pequeña fuerza, que pronto se acrecienta con el afluir de voluntarios. Las acciones se desarrollan de manera parecida a la de aquellas que antes tuvieran lugar entre los mismos adversarios. El ejército de la Nación, sin embargo, cuenta ahora con mejor armamento. Pues Sarmiento lo ha dotado con fusiles Remington, ametralladoras francesas y cañones Krupp. La lentitud de las operaciones impacienta al presidente, el cual se comporta de manera muy acorde con su carácter. Pues resuelve llevar las flamantes ametralladoras al teatro de los hechos, en el vapor “Emilia”. Ansioso por verificar el comportamiento de esas armas, hace detener el buque en Rosario, ordena desembarcar algunas de ellas y se da el gusto de probarlas personalmente, abriendo fuego contra el edificio en construcción del Colegio Nacional, al que acribilla jubiloso. Finalmente, el 8 de diciembre del 73, la vanguardia jordanista es vencida en El Talita y, al día siguiente, el general Martín de Gainza derrota al propio López Jordán, en Don Gonzalo.

Revolución de 1874

Próxima a concluir la gestión presidencial de Sarmiento, se realizan elecciones el 12 de abril de 1874. Confrontan en ellas el general Mitre –que lleva como candidato a la vicepresidencia a Juan Eusebio Torrent– y Nicolás Avellaneda-Mariano Acosta. Avellaneda era ministro de Sarmiento y Acosta gobernador de Buenos Aires. Detrás de éstos, está la mano habilidosa de Adolfo Alsina y la conformidad de Sarmiento.Triunfa la fórmula encabezada por Avellaneda.Gravísimos sucesos tendrán lugar antes que Avellaneda ocupe el sillón de Rivadavia.

Mitre califica a las elecciones de fraudulentas. Tiene mucha popularidad en Buenos Aires y lo apoyan militares de valor probado, como Arredondo, Rivas o GellyObes. Salvo en lo que se refiere al coronel Iwanowsky, que responde incondicionalmente a Sarmiento.

En la noche del 24 de septiembre de 1874, dos cañoneras comprometidas con la revolución levan anclas disimuladamente, pero una de ellas vara y debe ser abandonada por su tripulación. El suceso delata la inminencia del estallido, el gobierno adopta las primeras medidas para neutralizarlas.

Mitre se embarca hacia el Uruguay, desde donde volverá para hacer pie en el Tuyú (cerca de la actual localidad bonaerense de General Madariaga) y reunirse con las fuerzas de Rivas.

Sarmiento ordena a Iwanowsky la detención de Arredondo. El telegrafista comunica la recepción del mensaje a Arredondo, quien envía un oficial para capturar a Iwanowsky. Éste se resiste y lo matan.

Arredondo se encuentra a Roca, entra en Córdoba para unir sus tropas con las milicias que debía movilizar Taboada, desde Santiago del Estero. Las milicias no aparecen y Arredondo regresa a Villa Mercedes, sin ser hostilizado por Roca.

Mitre se ha quedado inexplicablemente inmóvil, en el sur de la provincia de Buenos Aires, con los 9.000 hombres de que dispone.

Arredondo marcha hacia Mendoza, venciendo a los milicianos mendocinos en Santa Rosa. El teniente coronel Catalán, que manda las milicias, muere durante el combate.

En noviembre, Mitre se pone en marcha. Durante su avance topa con una pequeña fuerza, cuya existencia ignoraba, se trata de 850 hombres. Los manda el teniente coronel José Inocencio Arias, al cual secundan Francisco B. Bosch y Daniel Solier.

La exigua hueste de Arias está en un potrero defendido por zanjas, no lejos de Bragado. Mitre le intima rendición. Ante su sorpresa Arias no sólo rechaza la intimación sino que, por su parte, exige a Mitre deponer las armas.

Hasta 5 veces cargan los hombres de don Bartolo contra las posiciones ocupadas por Arias y los suyos. El fuego de los defensores causa estragos entre los asaltantes. Que, diezmados y perplejos, deben retirarse por fin. Fue éste el combate de La Verde y tuvo lugar el 26 de noviembre del 74.

Pero Arias no se da por satisfecho con su victoria. Resuelve perseguir a Mitre y, el 2 de diciembre, le da alcance en Junín, conminándolo a rendirse. Mitre se rinde.

El 7 de diciembre, Roca ataca a Arredondo, librándose así la segunda batalla de Santa Rosa. Triunfa Roca y es ascendido a general. Tenía 31 años.

 

Presidencia de Avellaneda

Avellaneda ocupa la presidencia del país, el 12 de octubre de 1874. Tiene detrás suyo una excelente gestión como ministro de Educación de Sarmiento y, durante su gobierno, quedarán solucionados dos problemas que afligían al país: la conquista definitiva del desierto y el que planteaba la instalación de su capital federal.

Avellaneda nació en Tucumán, el 1º de octubre de 1837. Es abogado, católico practicante y lo apodan “Taquito” o “Chingolo”.

Aunque la revolución encabezada por Mitre ha sido vencida, su jefe gana afiliados entre la juventud porteña y, en enero del 75, se crea un Club Universitario que le responde y hostiga al nuevo gobierno. Avellaneda es católico notorio y el arzobispo Aneiros diputado oficialista. La decisión de devolver San Ignacio a los jesuitas, la aprovechan la masonería y unos cuantos extranjeros –ácratas y garibaldinos– para agitar los ánimos, promoviendo una campaña contra la iglesia. El 28 de febrero, en el Teatro Variedades, el Club Universitario lleva a cabo un acto, donde al concluir el mismo algunos estudiantes con activistas adscriptos a la Primera Internacional saquean la Curia, hacen destrozos en San Ignacio y ante la policía como cómplice, incendian el colegio Del Salvador.

Frente a tales desbordes, surge la condena unánime de mitristas y autonomistas (integrantes del partido de Alsina, oficialista); numerosos estudiantes se manifiestan, negando representatividad al Club Universitario; el jefe de policía debe renunciar. Y, con la violenta oposición de Sarmiento, que es senador, el 26 de junio de 1875 se dicta una amplia ley de amnistía, que favorece a los revolucionarios del 74.

Se insinúa una profunda crisis económica y el ministro de Hacienda, Cortínez, es reemplazado por Lucas González. En el mismo decreto se designa canciller a don Bernardo de Irigoyen, que ha sido rosista. El 3 de febrero de 1876, es firmado un acuerdo que pone fin a los diferendos pendientes con el Paraguay.

 

Conquista del Desierto

Un militar joven y capaz, ocupó la cartera de Guerra en el gabinete de Avellaneda: Julio Argentino Roca. Nacido en Tucumán, recibió las palmas de general después de vencer a Arredondo en Santa Rosa. Alsina, su antecesor en el cargo, había muerto poco antes, al comer alimentos en mal estado mientras inspeccionaba un campamento en Puan. De modo que Roca hereda su puesto y su ilusión más cara: incorporar para siempre a la Nación las vastas extensiones que se dilataban a partir de una imprecisa línea de frontera, vulnerada repetidamente por los malones que llegaban del sur y del oeste.

La lucha contra el indio, sostenida desde los precarios fortines que, a manera de avanzada, se alzaban en la soledad de la llanura o cerca de las poblaciones incipientes. Fueron sus protagonistas sufridos “milicos” criollos, que combatieron en condiciones durísimas, dejando tantos de ellos sus huesos en la pampa interminable. Soldados rasos, cuyos nombres nadie conservó, oscuros suboficiales y esforzados oficiales. Entre los cacique indios que se les opusieron, pueden citarse a Calfucurá y su hijo Namuncurá.

 En 1872, mientras aún era presidente Sarmiento, se libró la gran batalla de San Carlos, en las proximidades de la actual Bolívar, provincia de Buenos Aires. Allí se enfentaron Calfucurá –que tenía más de 100 años– y las fuerzas al mando del general Rivas, entre las que se contaban dos caciques con sus lanceros. Las acciones fueron terribles y Calfucurá resultó derrotado, perdiendo el arreo de hacienda que había robado en su incursión y que alcanzaba a 76.000 vacunos y 16.000 yeguarizos. Desconsolado por su fracaso, Calfucurá murió al año siguiente, sucediéndolo Namuncurá en la jefatura de las tribus, reunidas por su padre bajo un mando supremo.

Entre 1875 y 1876, Namuncurá dirigió una invasión que sembró muerte y desolación en los campos próximos a Tandil, Azul, Tapalqué y General Alvear, alzándose con más de 200.000 vacunos y varios miles de yeguarizos. Luego de vencer los indios en los encuentros de Blanca Grande y Fuerte Lavalle, el comandante Maldonado se impuso en Horquetas del Sauce y, unidas sus tropas a las de Levalle, volvieron a triunfar en Paragüil, poniendo fin a la incursión araucana.

Ese año 76, Alsina dispuso que se cavara una enorme zanja para contener futuras invasiones. Tendría casi 3 metros de ancho por 2 de profundidad, debiéndose formar un parapeto junto a ella, con la tierra extraída al construirla. A lo largo de la misma, se eslabonaría una nueva línea de fortines. Fue conocida como “La zanja de Alsina” y llegó a tener 210 kilómetros de extensión, guarnecida por su correspondiente talud. Fuertes y fortines se alzaron a su vera. Pese a que muchos paisanos murieron en la obra, el esfuerzo que demandó hacerla resultó casi estéril, ya que aquella zanja no llegó a cumplir las funciones previstas, pues los indios se las arreglaron para atravesarla con sus arreos.

Roca, que nunca compartió el plan defensivo de Alsina, prefirió reemplazarlo por una ofensiva general. El 29 de abril de 1879, junto con su Estado Mayor, rompió la marcha en Carhué dando comienzo a la Campaña del Desierto.

Un total de 5 divisiones compone la fuerza que se ha puesto en movimiento. La 1ª está al mando del propio Roca; la 2ª, a cargo de Levalle; la 3ª, mandada por Racedo; la 4ª, que tendrá a su frente al coronel Napoleón Uriburu y la 5ª, que se divide entre Hilario Nicandro Lagos y Enrique Godoy. Cuenta la expedición con apoyo naval.

Junto con los soldados marchan misioneros, científicos, periodistas y fotógrafos.

La operación es un éxito y la convergencia de las divisiones se lleva a cabo de manera impecable. Sólo enfrentó dificultades Napoleón Uriburu, el cual tuvo que combatir varias veces durante su avance por los faldeos de la cordillera.

El 23 de junio, Roca telegrafía a Buenos Aires, informando que la misión se ha cumplido íntegramente.

 

Revolución de 1880

Al regresar Roca de la Campaña del Desierto, su nombre comenzó a girar como posible sucesor de Avellaneda en la presidencia de la República. Apoyado por una “Liga de Gobernadores” provinciales y por las unidades del ejército de línea, Roca era violentamente resistido en cambio por los porteños, que no se mostraban dispuestos a aceptar otro hombre del interior en la Casa Rosada, que Sarmiento hiciera pintar de ese color.

Puede llamar la atención esa agria hostilidad, cuando Buenos Aires ya había consentido las sucesivas gestiones de Sarmiento y de Avellaneda, sanjuanino el primero y tucumano el segundo, como Roca. Y hay que tener en cuenta varios factores para explicarla: que Sarmiento llegó a la primera magistratura de la mano de Alsina, caudillo porteño; que la asunción de Avellaneda sobrevino después de vencida la revolución encabezada por Mitre, en 1874; que Sarmiento y Avellaneda estaban radicados en Buenos Aires y no “ejercían” su condición de provincianos, de la cual se preciaba Roca; y, finalmente, que existía cierto cansancio respecto a la influencia política de los regimientos de línea, que daba lugar a lo que Mitre llamó “el voto armado”.

Sarmiento ha sido nombrado ministro del Interior y se baraja también su nombre como candidato de transacción, destinado a bloquear el ascenso de Roca. Carlos Pellegrini ocupa la cartera de Guerra, para reemplazar a Roca.

 El 13 de junio de 1880, los Colegios Electorales consagran la fórmula que integran Roca y Francisco B. Madero para presidente y vice de la República. Avellaneda, acosado en la ciudad, se ha trasladado a Belgrano.

El 21 de junio, se combate. Las tropas del gobierno y las de Buenos Aires chocan en Puente Alsina, los Corrales Viejos (Parque Patricios), Constitución. Hay más de 3.000 muertos y, a despecho del rudo ataque de aquéllas, la resistencia porteña no cede. Mitre es nombrado jefe de la defensa.

Apenas acallado el tronar de las armas, se organiza en la ciudad un “Baile de la Reconciliación”, donde quienes fueran contendientes confraternizan cordialmente. Recién enterrados los muertos, manos que huelen a pólvora enlazan el talle de las damas presentes al son de la música y alzan sus copas brindando por el futuro de la Nación.

 

La Cuestión Capital

Cuando los porteños rigieron la Nación, resultó lógico y natural que Buenos Aires fuera su capital. Las dificultades mayores se presentaban, sin embargo, cada vez que el poder central estuvo en manos de provincianos, no obstante hallarse Buenos Aires en relación más o menos armónica con el resto de la Confederación. En septiembre de 1880, el Congreso Nacional aprueba los proyectos de leyes enviados por el Poder Ejecutivo, para transformar la ciudad de Buenos Aires en capital federal de la República. En octubre, la legislatura bonaerense cede a la Nación, con ese fin, el municipio porteño. Por lo tanto, al asumir Roca la presidencia del país en Buenos Aires, lo hará como dueño de casa.