Sabías cuántos pasos había desde tu casa a la parada del bondi para ir a la facultad, al super y a la verdulería. A veces te ponías a contar la cantidad de baches que sentías o veías en el trayecto, notaste que hay zonas con más baches de un costado que del otro, creías que era porque algo hacía que los autos se detuvieran ahí más seguido, como un semáforo o una señal de tránsito. También te ibas con un cuadernito negro haciendo cuentitas cuando te podias sentar en el colectivo viajando a la facultad, anotabas una lista de integrales de algun libro ruso para entrenar en el bondi y hacer que tu tiempo fuera más productivo.
Varias veces dormimos juntos, siempre soñabas cosas bizarras que sólo tu cabeza puede explicar, te temblaban las manos cuando me acariciabas, siempre me pregunté si me querías ahí a tu lado o era un mueble. Yo era feliz siendo un mueble, escuchándote hablar y hablar de vos, contarme sobre tus ocurrencias y sobre tus obsesiones. Era feliz siendo una almohada apoyada contra tu cuerpo y sentir los latidos de tu corazón al lado de mi oído.
Me flechaste cuando me explicaste un ejercicio de matemática, tu voz me extasiaba y tu porte pintón me atraía, prefería ignorar varios defectos porque el resto era ideal. Me hubiera gustado acercarme a vos de otra manera, me hubiera gustado invitarte a tomar un café, merendar, pero directamente salté sobre vos, sabía que no te ibas a negar… Yo soy una loca pero te quería, me gustaba muchas cosas de vos y también te envidiaba porque eras muy inteligente.
Ah el chico de las cuentitas, se me rompió el corazón cuando yo ya no valía tu tiempo. Cuando me dijiste que yo tenía que hacer valer tu tiempo, yo lloré, ahora recuerdo eso con mucho enojo. Pero aprendí que no puedo guardar rencor a alguien porque no me quiso - a veces me cuesta entender eso. Ah chico teórico obsesionado con sí mismo que se olvida que a veces las conversaciones no son monólogos de la persona más inteligente.