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pa chulo yo

PACHULO YO

En Memoria de Ensio Viera Curbelo

PRÓLOGO

Villaviciosa, 15 de enero de 2018.

Ensio me sacó de apuros; lo hizo con muchas y muchos. No necesitaba barita mágica; escuchaba, encontraba el trapo…, y lo transformaba en camiseta de marca. Me evocaba “Cenicienta”

https://www.google.es/search?q=dibujos+de+ni%C3%B1os&rlz=1C1GGRV_esES749ES749&tbm=isch&source=iu&ictx=1&fir=A1mMJiV0zoNliM%253A%252C4awg3Ga18zNV9M%252C_&usg=__uIwVYZ6M2hj0sCMWxARocTqhOL0%3D&sa=X&ved=0ahUKEwiH14GWmP3YAhUMKewKHQvOAcQQ9QEILDAB#imgrc=655KcYqGSzBhWM:

Los orígenes de los cuentos se pierden en épocas remotas, anteriores a la escritura. Nos han llegado esculpidos por la última.

Eran voces y oídos que recorrían caminos, montes y mares

La escritura es un acto solitario que encaja en un territorio y en un tiempo.

Así ocurre con “Cenicienta”:

La Gatta Cenerentola, de Giambattista Basile, la primera versión escrita que conozco, era  napolitana, siglo   XVI.

Han tenido más difusión las versiones de Charles Perrault, en francés del XVII y la de los Hermanos Grimm, en alemán del XIX.

El cuento que nos ha llegado es la historia de una niña robada, que es buena y aguanta hasta que encuentra un hada que la pule y pone en evidencia su valor.

Pues yo no podía esperar al hada. Tenía que cumplir mi promesa de escribir su historia que había hecho a Ensio Viera Curbelo.

No me fue posible en vida de éste, y en los años trascurridos desde su  muerte he escrito cosas sobre él, pero me había quedado con hambre.

En diciembre último recibí  un mensaje de Uruguay. Era alguien que buscaba información sobre Ensio y que me contactó porque Google le había llevado a mis relatos.

Me pareció que se había presentado, al fin, el hada que sacaría a Ensio del olvido.

Encendí motores  y encontré más signos de la inminente llegada de esta señora.

Después nada.

No podía ya esperar y me dije.

“Ahora o nunca. Pa chulo yo”.

 No puedo esperar tantos años como los que he esperado. Ya no me quedan muchos.

Bueno…, bueno… Tengo que reconocer que no he estado solo. Ensio era un hada madrina.

CAPÍTULO I

Angelita

Delegación del ministerio de Trabajo de Las Palmas, 10 de octubre de 1982

––Busco trabajo, de lo que sea

––Rellene estos impresos.

Angelita llevaba un buen rato esperando su turno. Ensio había captado angustia mayor, si cabe, en unos ojos secos y cansados.

––Verá…

La peticionaria luchaba para recuperar una voz sepultada en los requisitos de los formularios. La atención  del funcionario liberó unas entrañas que no habían  encontrado sino muros.

––Estoy en busca, captura y rebeldía.

–– ¿Por qué?

–– Mi marido  no traía a casa otra cosa que borracheras y mala ostia. Me pegaba porque no quedaba nada para él. Tenía que apañarme para alimentar y cuidar a nuestros cinco hijos… bueno, cuatro; el primero no era suyo.

Ensio ya imaginaba el resto. Redactó, con cautela, una nota que introdujo en la mano de la desgraciada: “No cuente más.  15, 15 en el Rio”

Angelita comprendió. El lugar de la cita quedaba cerca de su apartamento. Al fin alguien estaba dispuesto a escucharla.

No había  sido inútil su recurso a la delegación del ministerio  de Trabajo de Las Palmas de Gran Canaria.

Era el primer día de trabajo de Ensio en Las Palmas.

––Verá… Puede usted rellenarlos cuando mejor le venga. En cuanto los traiga le daremos curso. Para eso estamos, para ayudar a encontrar trabajo. Ruego se retire y deje que avance la cola.

Inútil esfuerzo. Las paredes oyen y un jefe que había mostrado hostilidad desde la llegada del intruso sabe utilizar esos recursos para deshacerse del mismo. Hace llamar a éste de inmediato.

––Don Antonio dice que quiere verte, “ahora mismo”, en su despacho.

Era Juan, el “recadero”  Un buen hombre, el único que recibió con amabilidad al trasladado. Él también provenía del extinto ministerio secretariado del Movimiento Nacional Eran dos pequeños funcionarios.

La simpatía mutua no había surgido, precisamente,  de una “comunión” con sus antiguos empleos  o con el actual. Eran dos marginados en ambos.…

Pero… hay gente esperando en la cola…

Se atrevió a insinuar el nuevo.

––Mejor que vayas ahora. Está furioso…

Ensio se encaminó al “matadero”

––Ha dejado que se vaya, tan ancha, ignorando que está perseguida…

El poder da mucha seguridad  y fuerza; la condición de subalterno fragiliza.

––No comprendo, lo siento_Una forma de ganar tiempo.

–– ¡Un funcionario está obligado a dar caza a los prófugos! –– Sentenció la voz de la razón de Estado.

–– ¿Esa pobre mujer una prófuga? ––Cuestión de ganar tiempo.

––Así lo ha afirmado ella misma…

––No sabe lo que dice…

Ensio Observaba e intuía. Sabía que necesitaba pruebas.

–– ¿No se lo ha comentado Juan? ––El peligro hace cometer imprudencias.

–– ¿Qué? ¿Por qué?

Él fue quien me comentó que esa señora  está loca.

El osado conocía el protocolo, aludía a un subalterno  como él. Nadie les pregunta opiniones.

La táctica funcionó. No se trataba de milagro alguno. El testigo confirmó. Nada sabía de la mujer. Siquiera se había fijado en ella. “Todos vienen a pedir y aquí poco hay que dar” No hacía falta poner voz a algo que todos sentían. Sí  podía, al menos esta vez, salvar a un compañero que todo el mundo quería echar.

CAPÍTULO II

Lolita Pluma

Terraza del bar Río, Parque de Santa Catalina, Las Palmas de Gran Canaria. El mismo día, 15: 30.

Angelita no aguantaba el acoso de Lolita Pluma, la diva de la postmodernidad.

Una vieja que vestía  túnicas y que tenía la cabeza plagada  de peines y de peinetas. Iba  de mesa en mesa,  cargada de flores de papel, abalorios  y comida para sus gatos; todos los de los alrededores. Proclamaba regalar sonrisas, claro que con su estrafalario maquillaje…

Había  rechazo entre las dos mujeres y la diosa pellizcaba  mientras sonreía para la galería. Hasta los gatos intentaban arañar los muslos de la enemiga de la banda.

–– ¡Ya está bien!

Era  una Angelita que trataba de ocultar  el sollozo y la desesperación. Disponía de una semana para mostrar un contrato de trabajo con salario suficiente para mantener a su hija menor. Necesitaba recuperarla. ¡Tenía tres añitos la criatura!

Llegaron, en buena hora, Ensio y Juan. El primero se había  arreglado, pese a que ya estaba impecable en el trabajo. Ahora sacaba más pluma. Lolita se sintió  provocada.

––Ahora llegan los “finolis”: una puta barata, una maricona más fina que te cagas. ¿Qué haces tú con esta gentuza?

Se dirigía a un Juan  desencajado.

Una cita

Balbucea el aludido. No sabía qué decir y se le exigían respuestas. Conocía la reputación del Rio. No se esperaba esto.

–– ¡Los chaperos allí!

Lolita no era  mala gente y tenía “predicamento” y decorado. Abrió  sus alas; desmesuradas mangas, en la ocasión  azules, para mostrar los váteres públicos masculinos, a unos metros.

Las miradas encontraron  un conocido político, en “faena”, y este era  de los que recibía cariños de la diva.

––Tengo que irme ya, mi esposa me espera para almorzar. Necesito saber qué es eso de en busca y captura…

Juan lamentaba  haber aceptado la invitación de Ensio. Lo había hecho por curiosidad y, se decía, porque tenía que asegurarse de que su falso testimonio no tuviera consecuencias.

––Hace ya muchos años de eso. Si no me han pillado ya no lo harán. Lo sé de buena tinta…

Juan interrumpió a la fugitiva.

–– ¿Causa de  la orden?

––Abandono del hogar conyugal. Mis hijos tenían hambre y no había con qué saciarla. Los dejé a cargo de mi madre, encontré trabajo como interna en una familia acomodada y di de comer a todos. Solamente libraba los domingos por la tarde, no me daba tiempo de ir a mi pueblo. Mi marido me denunció y…

 ¿No estaba contento?

––Prohibí a mi madre darle nada para sus vicios.

Las respuestas disipaban el malestar. El que se iba a ir se sentó.

–– ¿Una birra?

Ofreció Ensio.

––tropical

––Yo prefiero una dorada.

No es de extrañar que Ensio cayera mal a Lolita; tomaba la cerveza de los “chicharreros”. En Gran Canaria se bebe  la tropical.

 Hay pugna entre las islas “mayores”. Los que acaban de llegar lo ignoran y tampoco sabían  que los ánimos estaban, entonces, caldeados por los conflictos universitarios.

–– ¿Por qué piensa que han dejado de buscarla?

Juan  tenía  prisa, pero la “dama” había despertado su interés.

––Tengo una amiga que está liada con un policía.

Respuesta aparentemente poco satisfactoria, pero clara para el grupo. En el Archipiélago hay miles de personas “en busca y captura”. El océano es muy grande…. Quedaba una duda  al “testigo”. La interrogada lo captó al vuelo…

––Era muy fácil encontrarme en la casa donde servía. , especialmente cuando los señores se encargaban de enviar el sueldo a mi madre; me salía gratis.  Así pasó y fui detenida.

Angelita sintió la necesidad de aclarar:

–– El arresto me salió muy caro. Fui despedida por la lógica de que no podían acoger delincuentes bajo  su techo. Yo dormía en el desván… bueno…

Ahora sería difícil imaginar que alguien se horrorizara ante semejante delito “abandono de hogar conyugal”.

–– ¿Por qué sigue en busca y captura si fue detenida?

––Me soltaron porque juré enmendarme.

––Y se vino a Las Palmas… ¿Por qué?

–– ¿Me quedaba algo más que el puterío?

––Bueno….

Las miradas de sus acompañantes enmudecieron  a Juan. La implicada dejó clara su habilidad para satisfacer  a sus clientes:

–– Me ficharon. Pedían certificado de penales para cualquier cosa y en cualquier caso, estás marcada. Busqué, como ahora, cualquier tipo de trabajo y mis hijos pasaron hambre hasta que me hice puta.

Parecía  que ya todo estaba  claro, pero quedaba una pregunta.

–– ¿Por qué Canarias?

––Un juez cliente me dijo…

––…El océano es inmenso

Saltaron, al unísono sus compañeros de mesa. La contundente respuesta hizo el resto.

––También tenía una amiga que se había venido, y flipaba. Aquí no soy una mujer marcada, hay trabajo seguro, siempre quedan las plataneras de La Palma… La cuestión era reunir pasta para el pasaje, me costó unos meses…

Volvió  a ser interrumpida por el felizmente casado. Tenía prisa para “almorzar” con su señora:

–– ¿Por qué le pusieron otra orden de busca y captura?

––Porque los primeros meses de Las Palmas no pude enviar dinero. Esta vez mi madre también era denunciante.

Juan se quedó  con la miel en los labios pero las parejas felices tienen horarios.

CAPÍTULO III

El almuerzo sin siesta.

Apartamento de Angelita, la misma fecha

En El Rio tomaban cerveza con soberano. Habían caído cinco botellas desde que se fuera el fiel marido. Al principio fue éste el tema de conversación; se preguntaron si era de los que follan durante la siesta. Concluyeron que tenía pinta. Hicieron unas risas y hablaron del potentado  que buscaba chaperos en el urinario cercano. Cuestión de  rutina, puesto que sabían perfectamente que no eran asno para esas mieles.

Disimulo. La historia que les había juntado era un lastre que no podían tirar por la borda, de momento. Una y otro lo sabían. Resignarse es otra cosa y el escaqueo  tomó otros rumbos.

––Supongo que no has almorzado, tengo un pescado exquisito y ya no me cabe en la nevera. Vivo cerca de aquí.

Era ella. No se había atrevido a proponerlo antes;  sentía  vergüenza del apartamento en que había caído.

–– ¡Divino!

Dijo él sin esforzarse. Continuó esperanzado:

–– ¿Podrías encontrarme algo así? Acabo de llegar y estoy en un hotel hasta que encuentre algo como esto;  en la playa de las Canteras, cerca de Parque de Santa Catalina.

El funcionario flipaba:

¡A dos pasos  de El Trebol! la joya del mariconeo… ¿Te imaginas lo fácil que me será traerme los ligues a casa?

––La playa está ahí, pero solamente veo el cochambroso patio ¡Nunca había caído tan bajo!

––Esto lo arreglo yo y a la noche damos una fiesta…

–– ¿Qué dices? No tengo yo el chocho “pa ruidos”. La mirada triste se iluminó un poco.

–– ¿Tenés algo preparado para ahora?

–– ¡Claro!

Dicho y hecho. Angelita sacó de la nevera la merluza a la portuguesa que había dejado preparada para su cena. Ella ya había almorzado, pero la jornada laboral de Ensio termina a las tres y su madre siempre repetía que no es bueno beber con el estómago vacío.

––Una joya gastronómica ––Dijo tras dejar el plato limpio.

––Era cocinera cuando me arrestaron.

–– ¿Te violaron?

––No. No me encontraron apetecible. Fue después cuando empecé a arreglarme y buenos duros he ganado. He tenido noches de sacarme veinte  “talegos”

––¡Veinte mil pesetas por noche!. Ya ves, yo gano 120.000 al mes y me siento afortunado.

––No era de las que más ganaba…

Angelita se apropió del silencio   para ahondar su lamento:

–– Desde que empecé con las hemorragias ya no me cogen en ningún club Me queda algún apaño y saco para pagarme esta mierda, pero no puedo mandar nada a mi madre y la muy sinvergüenza me amenaza con volver a denunciarme. Tampoco puedo pagar a la familia que cuida a mi pequeña. Cuando ganaba me trataban como a una reina, ahora…

––Ahora sós una reina

Ensio se acarició sus cuidados bigotes antes de disparar.

–– ¿Por qué te pide el juez el contrato de trabajo?

–– El matrimonio de la hija de los cuidadores no ha dado aún fruto. Se han encaprichado con mi niña. La reclaman con el argumento de que la cuidan desde que nació. Es cierto. En cuanto me recuperé del parto tuve que retomar el trabajo. Estaba sin un duro y quería que mi hija  estuviera bien cuidada. Me parecían buena gente y pagué bien hasta que…

No lloraba, no, pero Ensio  ofreció un pañuelo de fina batista.

––Para chulos nosotros. Saca esa lagrimita, te hará bien… ¿Cómo te quedaste embarazada, con tu experiencia?

––Quería tener un hijo de Chano

–– ¿Te dejó?

––Fui yo. Me había hecho demasiadas ilusiones ante un primer amor en la vejez. Mi padrastro empezó a violarme a los once. Después era yo quien le buscaba: quería vengarme de mi madre…Los otros vinieron por, como dicen, “el uso conyugal”. Me casaron antes de que se notara el embarazo. Nadie me preguntó, el se bebió en una semana lo que le pagaron.

Silencio. Abrazo de dos seres que se encuentran en un universo perdido. Después un pasodoble. Eran las ocho y Ensio era de ideas fijas.

––Tenemos que preparar la fiesta.

CAPÍTULO IV

La fiesta

Apartamento de Angelita. La misma fecha

Nada que ver con el lugar o las personas que conocíamos.

Los 30 m2 de la vivienda parecen más. Desde luego, hay espacio holgado para los 10 invitados conseguidos  “sobre la marcha”.

Angelita había encontrado su “hada madrina” en Ensio y el último su Cenicienta.

Así surgió el milagro:

Primero ver lo que hay

––Te sobra pescado

––Y más. Chano  viene a veces a echar un polvo. Me paga con pescado…

––Pues ya está. Tenemos que comprar ron,  refrescos, vasos y platos de tirar, servilletas… ¿Hay algo abierto?

––En la misma esquina. Deja el carro. Empecemos por los bueyes…

–– ¿Qué bueyes?

–– ¿A quién vamos a invitar?

––Eso luego. Lo primero es saber con qué contamos.

La mirada de Ensio se concentra en el espacio. Tal cual,  como mucho, cabrían dos más. Pero…

––Échame una mano para quitar la cama, porfa.

–– ¿Dónde la ponemos?, ¿en el techo? ––Angelita estalló en una carcajada retenida años.

–– ¿Qué te hace reír?

––Una colega me contó un chiste hace tiempo. Ahora le veo la gracia. Escucha la historia: un vagón ocupado por una catalana y una española. Ventana abierta al lado de la primera. La segunda pide a la primera que la cierre. La aludida  no se inmuta, la otra insiste, preñada de rabia. La catalana  dice “Es igual”. Furia y rechazo a los catalanes. Nadie escucha la explicación: “no hay cristal”

Aplausos merecidos y entusiasmo.

––No contaba yo con eso.

–– ¿Con qué?

––A “eso” se le puede dar mucha marcha ¡Sós  mejor que el  Eugenio!

––Me encanta ese humor sobrio y punzante.

––Vos concentrás más. Pero bueno… ¿dónde colocar la cama? Pues en esa terraza de la que solamente se ve el patio inmundo. Un minuto: tenemos que colocar todo lo que sobra.

––No cabe.

––Si no hay cristal hay que conseguirlo.

Encontraron espacio para colocar estorbos.

––Hay que dar marcha a esto. Cabemos, al menos una docena…

–– ¿De dónde los vamos a sacar?

––Cuenta mía. ¡Hay que dar marcha a esto!

Ensio se repetía  cada vez que se disponía  a utilizar su barita mágica.  Angelita asistía a su primera “aparición”. El apartamento iba  ganando espacio y simpatía.

––Hemos de salir de compras y pasar por mi hotel para recoger unas cosas.

Ensio ya tenía  su visión. Angelita estaba poseída. Siquiera sabía por quién. Era la primera vez que no se hacía preguntas. Seguía como un corderito. Tomó una iniciativa. Eso sí, cogió el carro de la compra. Un acierto, su “hada madrina” no parecía habitar el mundanal ruido

Se equivocaba. El cochambroso aparato dio a luz  realidades.

––Verás… te doy tres talegos para que hagas la compra. ¿No tienes otra ropa?

––Mira en el armario si quieres, pero...

La resignación topó con la admiración

–– ¿Y esto?

–– Retales que he  ido reuniendo. Un capricho…Buenos tejidos, pero nada…

No terminó la frase la pobre mujer. ..

–– ¿Tienes máquina de coser?

Preguntó él mientras sonreía de satisfacción al comprobar que su visión cuadraba. No se derrumbó al escuchar la respuesta negativa.

–– ¡Lo tengo! ¡Serás una princesa! Ya sabes las compras que tienes que hacer. Tengo para veinte minutos: recoger unas cosas en mi hotel y pasar por la tienda de mi indio. Te sobra tiempo.

Todo el mundo tiene su tienda de indio en Las Palmas y Ensio deja ver su buen gusto y recursos estéticos, pero, Angelita temía que ella y su apartamento necesitaban  mucho más para entrar en cuentos de hadas.

Bueno… ¿Y qué? ¡Tampoco antes de su visita a la delegación de Trabajo hubiera podido soñar con lo que estaba viviendo!

CAPÍTULO V

Medianoche

Mismo lugar.

No sonaron campanadas; solamente se produjo la orden de desalojo y la policía municipal se hizo oír.

–– ¡Todo el mundo fuera!

Los invitados salieron de estampida. Más ruidos que se juntaban a la alta contaminación acústica proveniente del Trebol, de los “puti-clubs”, de la calle…

Nadie se atrevía a hablar. Angelita cuchicheó a Ensio.

–– ¡Es la Puri!

–– ¿Qué Puri?

––Una amiga… Ya sabes; los “agentes del orden” gustan de putas. Al principio porque nos tienen gratis. Algunas sacan partido. Mira la Loly se nos casa con un policía nacional.

–– ¿Y la Puri?

–– ¡No me hables de esa zorra!

–– ¿Qué tiene que ver con esto?

––Tiene “enchochao” a un “munipa”…

Ya podían subir r el volumen de voz. Se habían quedado solos…

––Si me puedes echar una mano para poner los muebles en su sitio…

–– ¡Sin prisa! No ha terminado la fiesta…Me pregunto cómo esos señores “munipas” no han olido…

––No venían a eso…La Puri sabe que no fumo porros y éstos  andarán “sobraos” de costo y faltos de ganas de papeleo.

Le costó sacarlo, pero salió:

–– Contaba con que no me dejaras tirada y aquí no se puede dormir hasta la madrugada...

La Angelita y el Ensio seguían estando “divinos”. Ensio había cosido los trozos de retales para vestir a Cenicienta con un manto ceñido por un cinturón Louis vuitton que se había traído del hotel.

La chica es bajita. Para vestirla había sido necesario tirar mucho de aguja, sin embargo. El modisto se había inspirado en una prenda que había visto en una boutique de Buenos Aires: trozos cosidos y costuras llamativas. Costaba un pastón.

Los retales de Angelita eran de excelente calidad. Bastaba con combinar y desentonar colores dibujos y cosidos,  y con cubrir el cuerpo de la menopáusica. Ya había previsto el cinturón, para sujetar y mostrar marca y ambigüedad, pero…

–– ¿No tienes otra ropa interior? ¿Unas medias malva? ¿Un…?

El demandante echó el freno ante las reiteradas negativas.

––Me fui con lo puesto de mi último apartamento. También fue una putada de la Puri; me echó a la pasma por una simple denuncia de impago de alquiler. ¡En el barrio se producen cientos a diario y tuvo que tocarme a mí!

––Ya hablaremos de la tal Puri. En mi hotel tengo un tutú. Servirá. ¡Voy rápido a buscarlo!

Ella intentó responder pero  tocaba obedecer:

––Prepara alioli como el de antes, sancocha las papas…

La aludida tenía sus planes. Cuando Ensio volvió se la encontró llorando. Ya no tenía su pañuelo, tendió una servilleta de papel.

––Lávate esa cara y siéntate, vamos a arreglar eso.

Lo arregló con sus órdenes.

––Usa esto.

Sales de baño, una yema de huevo batida con vinagre de manzana, una esponja, champú…

–– ¿Te has traído todo esto?

––Me dijiste que tuviste que irte con lo puesto. Veo tu pelo y tu piel…

Sobraban las explicaciones. Tenían que darse prisa.

––Primero te lavas bien. Después te aplicas el menjunje en el pelo. Veinte minutos que puedes emplear para relajarte en las sales… ¡Suerte que tienes bañera! ¡Ah! y para arreglarte  esas uñas. ¿Tenés guantes?

La respuesta era previsible. De ilusión también se vive…

El resultado era, cuando menos, interesante. No era Lolita Pluma y hubiera habido bronca si Angelita se hubiera presentado así en el Parque de Santa Catalina.

No fueron. Buen cuidado pusieron en evitar confrontaciones. Con los retales llegó para un turbante. Por mucho esmero que puso Ensio, el pelo quemado por los tintes baratos que había usado la modelo no servía. Había que ocultarlo.

No se puede sacar belleza donde no la hay, pero el resultado no estaba nada mal, tras un lifting, maquillaje, una crema que Ensio preparaba con miel y vitamina E, turbante y manto que daban la impresión de que los trozos de tejido que almacenaba la usuaria habrían quedado para vestirla cuando llegó el momento.

En Buenos Aires, la prenda hubiera alcanzado un buen precio. En Las Palmas era una extravagancia más. Eso sí, de marca.

El detalle de los zapatos de cristal fue idea del propietario de la tienda del indio  de Ensio.

El último se había vestido a tono: un pantalón rojo ajustado en función de la capacidad de adaptar  el tejido de puro algodón. Había costado una pasta y requería de ayuda para enrollarlo  y dar con el formato previsto.

Perfecto y la camisa de estampado y teñido artesanales había sido creada para combinar con el pantalón.

También Ensio calza zapatos especiales. Provienen de una marca venezolana.

––Antolín…

No tuvo tiempo de terminar ante el entusiasmo de su compañera de fatigas.

–– ¡Parece que hubieran sido hechos para tus pies! Mi padre era zapatero ¡Ay si hubiera logrado un cuero como ese!…

No había tiempo de explicaciones. Ya todo estaba preparado. Faltaban los invitados. Salieron en su búsqueda y encontraron a doce.

¡Todo hubiera salido tan bien si un” munipa” no se hubiera “encoñao” con la Puri!

CAPÍTULO  VI

De fiesta en fiesta

Bodegón del Pueblo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, 28 de octubre de 1982

Ensio compartía el entusiasmo, pero se aburría. Estaba  cantado el triunfo de Felipe González. Ya lo habían celebrado. Él necesitaba otra marcha, pero tenía un novio del PSOE y ya se sabe…

–– ¡La definitiva derrota del franquismo!

Al pobre Alberto no le quedaban ya fuerzas. Eran las doce de la noche, como cuando entró la pasma en el apartamento de Angelita. Ensio llevaba el mismo pantalón rojo y tenía  ganas de mear. Demasiada tropical...

–– Necesito mear.

–– ¡Vaya!

Alberto  dudó un momento.

–– ¡Coge un taxi y vete a casa de Angelita!

–– ¿Y si fuera al Río?

–– Tu mismo

–– ¡Suena a despedida!

–– ¡No lo veo así!

Ensio sabía que le echaría un polvo rabioso allí mismo y que  el partido lo impedía. Ya había vivido  esta historia; pero don Serapio le había puesto piso en Palma de Mallorca. Nadie tenía que estar al corriente de esas intimidades. Estaba feliz y fértilmente casado.

Alberto se sintió traicionado en un momento en que tenía que echar el hígado y necesitaba apoyo.

Hubo arreglo en la pareja y se divirtieron bailando la conga.

–– ¡Nada que celebrar!

La frase venía de una cara de niña, aunque aparentaba la cuarentena.

Ensio se dejó seducir por la mirada tan selectamente enmarcada y por el olor.

–– ¿Brut de Faubergé?

Ella repitió la pregunta y ambos dieron respuesta afirmativa

–– ¿Piensas que no es bueno el triunfo de Felipe González?

–– ¿Esperas que nos saque de la OTAN?

–– Eso promete

––¿Te dice algo la fundación Friedrich Ebert?

La pregunta no estaba dirigida a la persona correcta. Ella lo captó al vuelo y añadió:

Pertenece al partido que gobierna en Alemania.

––Socialista, por cierto

Ensio se alisó el bigote y se abstuvo de e reclamar los laureles que consideraba merecer. Felizmente porque ya estaba ella pronunciando su nueva pregunta:

–– ¿Por qué crees que nació el PSOE?

–– ¡Hace ya tantos años!

Ensio recordaba los dolores de cabeza que daba este partido a don Serapio.

–– Ese es el histórico. El PSOE nació en Suresnes y fue domado, formado y propulsado por el gobierno alemán. Temían que ganara la izquierda…

–– ¿No es la izquierda quien ha ganado?

––Pues va a ser que no. ¿De dónde eres? No capto el acento ¿argentino?

––Uruguayo, de Colonia. Me llamo Ensio ¿y tú?

––Celia. Vosotros sois más listos; en noviembre de 1980  la dictadura militar perdió el referéndum de nueva constitución para  legitimar la continuidad en su “democracia”.

––Ahora es parecido  El 28 del próximo noviembre habrá elecciones internas para designar a los representantes que participarán en la redacción de la nueva Constitución. Los “milicos” han hecho su limpieza de candidaturas. Cierto es que los excluidos se han unido para hacer un llamamiento a la abstención, pero…

––Ya son más pasos de los que hemos dado aquí…

Alberto se había acercado y escuchaba sin darse a ver. No esperaba tanta información en su novio. Celia le había visto desde que apareció. Fingía y se divertía ante la sorpresa. Se dispuso a la estocada.

–– ¿Votarás? ––Ensio se acarició el bigote para disimular su amargura.

––No

––Pues mira, tienes una candidatura similar a la del PSOE: los “Colorados”.

–– ¡Nosotros hemos luchado  en la ilegalidad!

Es Alberto. Carece del bigote que permite a su pareja pensar en sus respuestas y da municiones a su adversaria.

–– ¿Te refieres al partido recibido con todos los honores por la Alemania que logrará culminar el proyecto de Hitler con “democracia”?

––El Partido Socialista europeo está cimentando lo que será la Unión Europea, pese al neo liberalismo de la Thatcher.

Ensio se aburría con la conversación. Había sufrido la dictadura en sus carnes, en Uruguay y en España  trabajó  como auxiliar en “Arriba”, fundado por José Antonio Primo de Rivera y la joya del “Movimiento Nacional”. .

––No hará falta agarrarse cínicamente a un Pacto de Múnich…

Decía Celia con sarcasmo. Ensio sabía a lo que se refería su nueva amiga. ¡Lo había escuchado tantas veces en boca de don Serapio! El pacto de no intervención en conflictos de terceros países, que permitió el bloqueo a España de los Estados “demócratas” y dejar que Hitler y Mussolini mejoraran sus armamentos en defensa de la Cruzada.

Bueno, tenía dos versiones, la de su entonces pareja y la de su amante ocasional, el portero del elegante edificio en el que vivía en Palma.

CAPÍTULO VII

Celia

Playa de Las Canteras, 1 de noviembre de 1982

–– ¡Hola!

Ensio estaba tumbado  boca abajo. Prefería Maspalomas, pero tenía resaca y el mal aliento ahuyenta  los ligues. No reconoció la voz, pero su olfato…

–– ¡Celia!

Al levantarse vio unas tetas talladas con mimo, una joya de pareo tahitiano atado a la cintura y esa mirada de niña asustada que ya le resultaba conocida.

–– ¿Vos sós rica?

–– ¿No piensas que estoy buena?

––Ese pareó vale una fortuna…

––Los hago yo…Me las apaño…

–– ¿De donde sós?

–– ¿Por qué te esfumaste el otro día? Me hubiera gustado continuar una tan interesante conversación.

––Me puse muy triste.

–– ¿Por la conversación?

––En parte…Tengo personas queridas encarceladas y desaparecidas en mi país.

––Soy de Baracaldo, ya sabes…, “la margen izquierda” y para que se me entienda, Bilbao.

–– ¿No serás etarra?

–– ¿Te asustaría?

––Tuve un novio etarra…

–– ¿Te lo dijo él?

––No, pero tenía unas ideas como las tuyas.

––Así que me consideras una etarra…

––Bueno…––Le resultaba difícil concluir

––Soy comunista.

La confesión evoca recuerdos en Ensio. ¡Ay si don Serapio se hubiera enterado de sus amores y de que el portero era de esa” chusma”!

–– ¿Te asusto?

––Para nada. Pareces, más bien, un ángel refinado.

––Bueno. Tengo un mensaje para tu pareja…

–– ¿Alberto? Se acabó aquella misma noche.

––Querrás decir amanecer…

–– ¡No! Aquella medianoche.

Ensio contó las malas experiencias recientes de sus medianoches.

–– ¿Qué pasó?

––Y tú… ¿Cómo rompes con tus parejas?

––Son historias muy largas, cadenas de desencuentros…

––Lo mío fue muy rápido. Tú encendiste la mecha. Ya había aguantado demasiado a un político. Claro que aquel  me tenía atado y bien atado. Ahora ya no es lo mismo. Alberto no tiene poder y tú dejaste muy claro que no lo logrará nunca. En la cama es un muermo y ya viste lo que ofrece fuera…-

Rompe el silencio antes de que lo haga ella –– ¿Por qué estabas allí tú?

––Para hacer lo que presenciaste

––No sé…––Sonríe–– No quiero saber nada de política.

–– ¿Y de chismes?

––Tampoco––Se acaricia el bigote––Me gustas y me decoras. A lo mejor pillamos algo…

––Prefiero hacer esas cosas sola

––Tienes que enseñarme a hacer esos pareo. Nada que ver con los que nos regalaba Le club Mediterranée de Agadir.

––Yo encendí la mecha de la ruptura con tu chico pero la tormenta que levanto tu salida de escena me impidió mencionar a Flick.

–– ¿Quién es ese?

Un asesino  cuya familia  medró con Hitler. Mano de obra barata proveniente de los campos de concentración. El  pasado año fue el gran escándalo alemán, el fisco descubrió que el magnate subvencionaba con largueza a  todos los partidos alemanes con representación parlamentaria.

–– ¿Qué tiene que ver eso con Felipe González?

––Eso saldrá dentro de poco. De momento, el proceso se centra en los partidos políticos alemanes; están todos de fango hasta el cuello y por supuesto, la fundación que subvenciona al PSOE.

–– ¿Por qué me cuentas esto? –– No esperó mucho para encontrar una respuesta–– Es posible que el tal Flick se haya democratizado.

––Pese a que el Tribunal de Núremberg condenó a prisión a su padre, cuando, para lavarse la cara, el gobierno “democrático” germano sacó la Ley de indemnización a las víctimas del nazismo, Flick tuvo el morro y el poder de negarse. Argumentaba que no era su deseo ayudar a sus enemigos de clase. Los políticos y los jueces callaron.

–– ¿Cuándo me vas a enseñar a hacer esos pareos?

––Ya veremos, según te portes…

––Aquí quien se porta mal eres tú. Ya me lo has aclarado todo. ¡Deja la política, porfa!

–– ¿Te has hecho tú la camisa y los pantalones rojos que llevabas?

––Los compré en Buenos Aires. Una pasta

 ¿Vas mucho?

––Todos los años en el mes de vacaciones

–– ¿Cómo terminaste la noche?

––Me fui al apartamento de Angelita. Tenía preparado un sancocho; ya sabes, cherne seco con papas.

–– ¿Es canaria?

––Catalana, pero ha vivido muchos años en Las Palmas ––Duda un poco–– Es puta.

–– ¿Tengo cara de ursulina?

–– ¿Te gustan los calamares en su tinta?

––Si están bien puestos…

––Pues vamos ya. Estoy muerto de hambre y Angelita ha preparado también canalones.

–– ¿Es tu nuevo ligue?

––A mí me van los tíos. Tenemos un buen apaño. Ella lo está pasando muy mal. Se relaja cocinando. Dice que es muy triste hacerlo para ella sola.

CAPÍTULO VIII

La Puri

Apartamento de Angelita. La misma fecha

–– ¡Yo ya me iba!

Angelita estaba encantada de la vida de que se fuera la Puri. Hubiera preferido que no fuera  por la llegada de otra visita. No quería que la viesen llorar.

Se había levantado para despedir y responder a la llamada.

––Vengo con Celia, un encanto. Lástima que se ha cubierto esos maravillosos pechos, verás el pareo que nos va a enseñar a hacer.

La voz de Ensio era de las pocas que sonaban bien en este portero automático.

–– ¿Quién es? ¿Tienes otro novio?

La que se iba esperaba a comprobar. Sonaba bien

Pasaron unos cuantos minutos que a Angelita le supieron a eternidad. Muy difícil retener su impulso de tirarse al suelo a llorar.

––No funciona el ascensor ––Ensio identificó a la intrusa “sobre la marcha”, su frase favorita después de “polvo rabioso” y “fiesta”.

––Encantado, señora. Espero que no se vaya por nosotros…

La aludida no tenía pinta de querer irse. La expresión de la anfitriona sí mostraba que necesitaba que se fuera.

–– ¡Qué monada!

La Puri no es manca para sacar su admiración.

–– ¡Le costarían una fortuna! Los hace ella misma y nos va a dar la tercera clase –– Se acaricia el bigote para dejarlo todo bien clarito––Ahora. Una lástima que usted no pueda quedarse… Haremos una fiesta en un futuro próximo  para conocernos mejor.

Es raro encontrar a alguien que resista el impulso de despedida activado por tres voluntades impacientes. Celia rechazaba, sin saber por qué, a la pesada. Se notaba.

––Había venido a dar un recado a la Angelita ––La rechazada muestra el ejemplar que ha traído de “Lecturas” –– Estaba leyendo los detalles de la muerte de Grace Kelly y me he encontrado con…

––… ¡Vete! ¡Ya me has hecho bastante daño!

Angelita tuvo que apoyarse en la pared. Aún le quedaban fuerzas para empujar.

––Pensaba que te gustaría saber que eres famosa.

La Puri fue  la causa de la unión sagrada que la tiraba por las escaleras. La sangre no llegó al río. Bastaba con sacarla del apartamento y cerrar la puerta.

Angelita no se privó del refugio que había encontrado en su niñez. Tras la lucha se encontraba en casa.

Ensio  sabía lo que provocaba la angustia de la anfitriona. También él seguía la tragedia de los Grimaldi y la revista que estaba sobre el sofá daba mucha información. Ya había leído la nota bien marcada con bolígrafo rojo que había derrumbado a su “Cenicienta”. Ésta no podía ver el gesto de invitación a la lectura que hizo a Celia.

“A mi madre; injustamente encarcelado. Necesito urgentemente abogado” El mensaje estaba dirigido a Angelita. El remitente era su hijo mayor. Había detalles que lo dejaban bien claro para Ensio. En el caso de Celia, fue necesario el gesto.

No era el momento de informar de eso a una pobre mujer que no había logrado controlar las hemorragias vaginales.

–– ¡Tenemos abogada!

El entusiasmo de Celia sonaba a música celestial. Angelita no paró su pataleo y la mancha roja de la alfombra medraba.

–– ¡Le llamaba hijo de puta  desde que nació y  yo no podía hacer nada!

Dejaron que desahogara la rabia y la impotencia. La mancha les inquietaba…

Celia usó sus artes en masajes. Al rato se produjo el aterrizaje de la anfitriona:

–– ¿Has dicho que tenemos una abogada?

––En cuanto hable con ella se pondrá en contacto con tu hijo.

Nadie se anduvo  con tapujos. Hablaron largo y tendido.

––Ahora nos vamos a poner guapas y  cenaremos en  la Casa de Galicia. Desde allí podré telefonear…

Angelita no tenía teléfono, pero sí urgencia en conocer el resultado de la llamada.

–– ¡No tengo qué ponerme para ir con vosotros! ¡No puedo!

––Ensio, baja a conseguir un taxi. Mientras tanto, Angelita y yo vamos a darnos unos retoques. Después, pasaremos por mi casa para cambiarnos…

Angelita lloraba  y miraba su falda pringada de sangre.

–– ¿Te ha visto un médico?

––No

Celia no preguntó la razón. Era consciente de la situación de las mujeres que trabajan en clubs de alterne.

––Tendré que hacer otra llamada. Esta la haré desde mi casa.

  Miró su reloj para comprobar que estaba a tiempo.

CAPÍTULO  IX

Steiner

Apartamento de Morgan, 24 de diciembre de 1984

––El derecho de los bárbaros germánicos  ha sobrevivido  sin necesidad de panfletos de Cicerones y es mucho más pragmático…

La ponente estaba decidida a explicarlo. Se sentía arropada por un flamante máster en Historia Antigua que había obtenido en la Universidad de Columbia.

–– ¿Y qué pasó con Angelita?

Steiner necesitaba escuchar la respuesta de Celia. Desconocía a la persona, pero la historia que estaba escuchando le parecía, en ese momento, más interesante que el monólogo de Morgan. No por ello desdeñaba  un debate que siempre había considerado  pendiente.

Ensio siempre insistía  en invitarle a  salir del mundo de los guiris. Él estaba convencido, pero, se dejaba ganar por el afán de, como decía su actual pareja, “practicar el inglés con sus amigos noruegos”

–– ¡Se arregló sobre la marcha!

Celia expresó la respuesta en latinoamericano. Desde luego no lo hizo en castellano o en uruguayo y no fue por falta de esfuerzo. Con el nuevo novio de Ensio hablaba en inglés.

Puesto que quería que se la entendiera, continuó en la única lengua que comprendían los presentes, excepto Ensio.

––Ensio  usó su barita mágica y esta vez, las hadas malas no deshicieron el hechizo a medianoche.

El aludido no se sorprendió o emocionó. Pensaba en los milagros de Cantinflas.

–– ¡En el derecho germánico “no papeles”, hay praxis!

Chapurreaba el castellano que aprendió en la prestigiosa Universidad de Columbia y reclamaba sus derechos de anfitriona.

––Hubo suerte y pillé a Almudena en cuanto terminé de hablar con Arturo. El último citó a Angelita a consulta para el día siguiente, a las once. La primera me prometió ocuparse del hijo desde primera hora de la mañana.

–– ¿Qué pasó esa medianoche?

––Nos pusimos guapísimos los tres y nos fuimos a cenar al apartamento de Angelita.

–– ¿Por qué?

––Para comernos los deliciosos canalones y calamares en su tinta que tenía preparados esta chica. A propósito, puedes probarlos; nos ha dado para traer.

––Me encantaría, no puedo…

––En los pueblos germánicos no había cazas de brujas. Desde que se dejó entrar a Cicerón y a Sócrates salió Descartes.

La Morgan estaba  borracha como una cuba, pero consiguió  pillar audiencia. Steiner quería  responder aún a riesgo de incomodar a la anfitriona.

––Ofendí  a Ensio cuando dije en un bar de la Isleta  que aquellos eran los mejores calamares que había comido.

––Y habías probado los de Angelita…

––No sabía que los había cocinado ella, pensaba que los había comprado en algún bar. Tiene razón Morgan; los latinos sois muy cartesianos. Este hombre tiene verdades claras y distintas sobre la cocina.

––No sé cómo estarían los del bar de la Isleta. Estos están exquisitos.

–– ¿La discrepancia vale una pelea? Fue la primera que tuvimos.

––Y eso que no compartís idioma.

––Para mis millonarios padres adoptivos soy una bruja porque me casé con un negro.

–– ¿Qué cuenta ésta?

Steiner es un recién llegado que no ha escuchado todas las historias de la Morgan. A Celia no le apetece cambiar de tema. Corta:

––No te preocupes, conserva su piso de Nueva York y un fidecomiso que asegura suficiente dinero mensual para vivir. ¿Qué pasa con los calamares en su tinta?

––Yo los prefiero a la plancha, los de ese bar están  exquisitos y por lo que se paga no vale la pena perder horas en la cocina. Ese punto de vista no es admitido por mi pareja.

Celia no tenía interés en saber  más del tema.

––Lo de Angelita se arregló con un simpe raspado, lo del hijo con seis meses. Había sido sentenciado a un año y ya sabes, la buena conducta…

–– ¿Vive ahora con su madre?

––Por temporadas. Él se droga. No le basta con la coca que consigue Loly y sale a pedir. Angelita no lo tolera. Se va y viene…

Steiner no comprendía. Su interlocutora le explicó que la tal Loly es puta y tiene "encoñao" a un policía nacional.

–– ¿Dónde está el cuento de Cenicienta?

Aquella noche Angelita lucía los aderezos que le había preparado Ensio la noche en que se conocieron. Hubo fiesta y bailamos hasta las doce, la una y las dos.

Capítulo X

Chipirones  en su tinta

Sede de la ONU Nueva York,  veinticuatro de enero de 2018

–– ¡No me lo puedo creer!

Celia ya había captado el brut y las “maneras” le recordaron a Ensio. Era un Steiner que había perdido su frialdad, pero que, pese a todo había reconocido aún con el peso de los años.

“¿Qué haces aquí?” Preguntas y respuestas se cruzaron:

––Trabajo

Bueno… Él añadió “empiezo hoy” y después, al unísono, “En la División de Política Social y Desarrollo”.

––No pareces muy contenta…

––He tenido un mal día…

––Cuenta.

––Lo comprobarás tú mismo. ¿Qué vas a hacer?

–– ¿Recuerdas que tuve un premio por el proyecto de construcción de barrios  subvencionados por la acumulación de partidas sociales?

––Me lo he leído. Es bueno.

–– ¡Ah!

–– ¿Qué ah? ¡Es mi curro! Sí, di un informe favorable. Ignoraba que fueras tú. La persona no es de mi competencia. Me ha gustado esa sociedad rousseauniana que planteas, aunque…

–– ¿Qué?

El Steiner que Celia había conocido en Las Palmas hubiera sido mucho menos expresivo, desde luego. Nunca le había hablado del premio. Se enteró por el grupo de Oslo; ellos y ellas sentían una gran devoción por el galardonado y explicaban, a su manera.

Ahora la interlocutora sentía como si se le echara encima.

––Ya lo sabrás cuando llegues.

Celia se sentía agobiada.

––Tendremos tiempo sobrado de vernos. Ahora necesito tomarme una copa.

––Y yo...

“Se estaba poniendo bien pesado”, pensó ella. El la siguió como un corderito al bar duty free.

–– ¡Es mi ronda!

Gritó él. Todo quisqui miraba, pero “el” siguió

–– ¡Tenemos que celebrarlo! ––Remató

–– ¡Ya tienes tu público! Un té rojo, por favor.

––No pensaba que eras aguafiestas. Una cerveza con coñac.

–– ¿Marca?

Se veía que el novato no estaba al loro. La veterana le sacó de apuros y ella se pidió lo mismo. Todo de marca de paladar.

Después de la tercera copa confesó Celia que estaban trabajando en el bar, ya no le molestaba que les miraran.

––Puesto que teníamos cita en mi despacho podemos cumplir el protocolo aquí. Es mi ronda…

Se puso las gafas y se alisó el pelo.

––Falta la motivación.

––En la introducción explico la necesidad de esforzarse en crear un barrio ideal para los candidat@s. Documento casos de buenas prácticas

–– ¿Por qué aceptarían trabajar para ese imaginario barrio si pueden vivir de las subvenciones?

––Porque sería “su barrio”. Insisto, documento que funciona…

––Ya te he comentado que tienes mi apoyo, pero debo aclararte que los recortes no permiten partida suplementaria y que en tu equipo no veo yo quien pudiera trabajar en la selección y en esculpir el barrio que quieren los participantes.

––Hablaremos de eso mañana…

––No estás en mi agenda y, por otra parte, es todo lo que tenía que decirte.

–– ¿No hay bienvenida?

–– ¡Encantada de haberte encontrado!

Había sinceridad y al fin de cuentas el horario de ambos había sido generosamente cumplido.

––Tenemos que pasar por el despacho y fichar.

Lo hicieron. Estaba renaciendo la complicidad oculta por los años.

–– ¿Qué fue de Ensio?

––Se lo llevó el primer zarpazo del SIDA.

––Steiner había perdido muchos amigos en aquella época. Sintió más, el rasguño, sin embargo.

–– ¡Le quería!

––Me consta––Hubiera bastado con los sentimientos que traspasan una sofisticada “armadura”

Celia aprovechó para sacar su tristeza.

––Ya ves…, a su entierro solamente asistieron su último compañero y la hermana de éste.

–– ¿Cuánto tiempo llevaban juntos?

––No sé exactamente; desde luego más de un año… Yo ya estaba trabajando aquí y en mi último viaje eran una pareja feliz.

––Raro en Ensio.

––Su promiscuidad y bondad tuvieron un largo recorrido, tanto que hasta la Morgan tenía miedo de haber contraído el SIDA. Habían tenido un revolcón.

Hubieran estallado en una carcajada en otras circunstancias.

–– ¡Ensio merece  una gran fiesta!

Algo pasa por las neuronas de Steiner. Es contagioso.

–– ¡En mi apartamento caben diez!

Celia  dudaba de que lograran alcanzar ese número.

––En el mío no hay problema de espacio.

Steiner estaba orgulloso de su espacio; un apartamento diáfano en el Bronx.

––Ya conoces el proyecto Sustainable  South Bronx…

Se ha dejado un bigote como el de Ensio y toma el gesto que utilizaba éste para planificar las fiestas.

––Podemos contar, al menos con una treintena…

–– ¡Estás bien relacionado!

––No es difícil en mi barrio…

Celia empezaba a comprender el apoyo al proyecto de Steiner que antes le causaba sorpresa. Le entró miedo. No se trataba de personas altruistas. ¿Qué interés podían tener?  Sustainable  South Bronx le parecía impecable pero acudió a su mente “El diablo y el Buen Dios”, su obra preferida de Sartre. “Mientras campe la corrupción, los buenos proyectos se transformarán en infiernos”, se lamentó en sus entrañas.

Era la fiesta que no había tenido Ensio. Otro mundo es posible y urgente. Steiner disipó sus amargos presagios.

––Tengo congeladas unas cuantas raciones de chipirones en su tinta. Conseguí una placa de cinco kilos, recién sacados del barco congelador.

–– ¿Qué?

––Ya ves; me he pasado horas en la limpieza y en la cocina de esos bichos.

Sí, Steiner había cambiado mucho.

Acudió una cincuentena. No faltó de nada, más bien sobraba. Todo era cocina cartesiana y de comuna.

Ensio tuvo, al fin, su fiesta que no fue interrumpida a medianoche.

EPÍLOGO

El parecido con la realidad no es mera coincidencia. Así andan los personajes de este relato:

Steiner y Celia  están convencidos de que otro mundo es posible y luchan, pero hay muchas madrastras y hermanastras que se interponen. Pronto comprenderá el último las tensiones que reflejaba el rostro de la primera, cuando la encontró en el pasillo, el día que él entraba para cambiar el mundo.

Las murallas que protegen a madrastras y hermanastras son cada día más sólidas.

Angelita luchó, infructuosamente, año tras año para recuperar a su hija cadete. El primogénito murió de sobredosis. ¡Era el único que aceptaba relacionarse con ella!

Cayó en fuerte depresión y Ensio era el único que la visitaba. ¡No estaban las cosas para fiestas!  Eso sí; la visitada disfrutaba de la pensión de viudedad que cobraba gracias a las diligencias de  su amigo

Este, en sus esfuerzos para ayudar a la recuperación del único fruto de amor que había tenido su cenicienta, descubrió  la muerte del único marido de la misma.

Puesto que el divorcio había tardado muchos años en volver a España, ambos se habían sido fieles en los papeles.

Cuando Ensio supo que tenía SIDA no dejó de visitar a su protegida hasta que  ésta, también, mostró que tenía miedo al  contagio.

Alberto está en el Foro de Davos y lo encuentra “una pasada”. Disfruta mucho más que en el RIO o en el Trebol.

Este año no ha llegado noticia alguna del Foro Social Mundial, pese al grito de Porto Alegre (2001).

Sí, hay barrios autoconstruidos o auto restaurados, auto gestionados y solidarios, en Uruguay y en otros territorios.

Celia y Steiner tienen contactos en Monte Video y en el Bronx

La fiesta en honor de Ensio puede desactivar “imperativos categóricos” de  Madrastras y hermanastras, aunque Kant  era germánico.

 

 

 

http://www.autoresindie.es/carlos-ortiz/

http://www.autoresindie.es/la-morada-del-escritor/

alberto.rueda.gonzalez@hotmail.com