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Poemas del sentimiento telúrico

Blanca Luz Pulido

Víctor Toledo

Jorge Hernández

Sergio Guillermo Rodríguez Ruiz

Temblor

Blanca Luz Pulido

De nuevo sentir cómo el dragón

dormido debajo de la tierra

se estira un poco, despereza

sus miembros cansados

por la carga del tiempo y los afanes nuestros

pesando en sus costillas

–mesas, vasos, juguetes,

mosaicos, risas, platos,

jarrones y tuercas, anillos y deseos;

la multitud de ademanes y materias

que edifican la precaria circunstancia–,

y da un paso,

un suspiro gigante

donde cabe la muerte

en un gesto pequeño de su lomo.

Blanca Luz Pulido (Teoloyucan, Estado de México, 1956)

Poeta y traductora; ha publicado trece títulos de poesía, entre los cuales se encuentran: los siguientes Raíz de sombras (1988), Reino del sueño (1996), Cambiar de cielo (1997), Los días (2003), Pájaros

(2005), Libreta de direcciones (2010), La tentación del mar (2012) y Poderes del cuchillo (2015). Es profesora-investigadora de la UACM, plantel Cuautepec, y actualmente miembro del SNCA, en la rama de traducción literaria, con un proyecto de traducción de tres libros del poeta portugués Nuno Júdice.

Víctor Toledo

EL SOL DEL MOVIMIENTO (TESTIMONIO DE UN PARTIDO EN DOS) 

Entusiasmado por el Mundial
A celebrarse en el 86
dios pateó su balón y pisoteó sin ver 
La ciudad de Tenochtitlan
[1]
(En el 68 y el 71 aplastó
[2]
A unos estudiantes manifestándose en la calle
Donde se le ocurrió jugar).

No simples coincidencias, cada mundial, 
dios se aloca con nosotros 
Y devasta los hormigueros donde se pone a pelotear 
La afición de unir el juego de pelota con la sangre
La heredó de sus antepasados
Los terribles y fanáticos dioses aztecas:
Como si la sangre, un río pegajoso cual defensa, jugara contra él.

Todos los niños, cuando jugamos con el balón,
Como un dios inhumano, irresponsable, 
Engendramos grandes desastres
Dejamos sin astros, desastrados, destrozados
A los pequeños mundos por donde correteamos.

A mí esta afición, en el 85
-A las siete diecisiete con cuarenta y siete-
Me arrebató a un amigo de la infancia
[3] 
Que terminó ese año su carrera.
(Ya venus había metido gol en el anillo de piedra
Para derrumbar al Quinto Sol y hacer nacer el Sexto)
Llegó del trópico hasta la capital 
Para ser triturado entre los frágiles naipes de los edificios
Que presenciaron la masacre del 68
Frente a la plaza de los sacrificios: Tlatelolco.

También me arrebató a la misma hora
-Las siete diecisiete con cuarenta y siete-
A mi futura novia, por recibirse, con honores,
Como historiadora, 
Era bonita, delgada, dulce y morena:
De haber sobrevivido, no me hubiera ido al extranjero
[4]
Su teléfono sonó siempre ocupado
Después del sismo existencial 
Abrigando una esperanza obsesa y engañosa:
Durante años diariamente la llamé.
Nuestra primera cita pospuso para siempre,
Tenía “que preparar la defensa de la tesis”,
Lo último que le escuché
Un día antes del tsunami de la tierra. 
Vivía en los multifamiliares Juárez
Derruidos como arena por el mar
En cada brillo de polvo se apagaron las estrellas
Ilusiones, luces y ventanas.

Por esos días nació mi primer libro, 
Pequeña flor en el desastre,
Una rosa en la grieta del concreto,
Y como había ganado un premio,
Me entrevistaron en un periódico del centro
(El entrevistador ahora antólogo famoso)
Moraba yo en la Roma, no había servicio de transportes, 
Todo estaba paralizado y destruido
Aún humeaba Tenochtitlan y en sus ruinas 
Lloraban aún frescos, pero almidonados por el polvo, los fantasmas.
Ciudad de la segunda guerra bombardeada,
Todo estaba desolado (segunda destrucción de aquel imperio),
Un sol negro rodaba y rebotaba, era la sombra del balón de Dios,
Mis emociones se encontraban, chocaban, se estrellaban, colapsaban
Edificios del alma de otro terremoto: estaba yo feliz
Era un sobreviviente de temblores 
(El año en que nací se cayó el Ángel
[5]
Mas pronto renació aún más bello, con más oro) 
Mis primeras voces florecían 
Pero era infeliz con la masacre:
Masa acre y roja, más acre, ocre y negra,
Acres de masas destrozadas,
Colorido y tenebroso Quinto Sol del Movimiento:
[6]
Serpiente sol, sol enroscado, coral de un seco oleaje
Soleaje venenoso, coralillo.

Un año me quedé en la nada, haciendo nada
(Venus había metido gol con la cabeza ensangrentada de Tonatiuh)
Tardé otro año en recibirme,
Hasta que comprendí, entre las llamas,
Que la lengua para hablar con lo sagrado se llama sacrificio.

Vi un Plácido Domingo[7]
-Era un terrible jueves- 
Que aún buscaba en los escombros
Un cadáver, junto a sus familiares.

Recordaba a futuro, en el camino a pie, 
Entre restos de memoria y materiales,
En ese extraño recorrido por lo que apenas aún vivía,
Reconociendo lo que no existía,
Que la memoria se empeñaba en ver, oír, sentir
Cual amputado miembro,
Que nunca volvería a mirar a otra muchacha,
Que me gustaba mucho, hermana de un poeta, 
Dirigía la galería de Bellas Artes, donde pensaba presentar mi libro,
El sitio fue arrasado, era el centro, era el epicentro,
De mi tembloroso y derruido corazón,
Pero ella se salvó porque la hora de su entrada 
(A la Estación del Metro Mictlán)
[8] era más tarde.
Muchos años después, casado ya y con hijos, la volvería a ver 
Bella era aún, mas solitaria, más desolada.

Por último, para que vean cómo Dios si juega a la pelota 
(Como si fuera un dado: el mundo cuadrado
De frágiles viviendas que gobierno 
Y empresarios con su corrupción “construyen”)
Mi gran amigo Víctor
[9], por el que me casé 
Pues él me presentó a mi esposa (era la era de la Unión Soviética, 
Donde hubo otro gran temblor
[10], en ese entonces, 
Presagiando el derrumbe, del mal llamado socialismo real)
Murió en el 95 
Por el sismo del 85,
A las siete diecisiete casi con cuarenta y siete.

Se acababa de graduar del doctorado:
El hotel Costa Real de Manzanillo 
(Otro costado del vacío, de lo real,
Muchos espacios vacíos -desde entonces- son llagas del vacío que permanece,
Del Ser y de la historia),
Donde pereció por causa de temblor menor,
Ya había sido tocado
La misma falla 
Que dios había estrellado con una pisada
Se abrió 
-Coral estruendoso del silencio
Rojinegra serpiente, anillo venenoso de la nada-
Para tragarlo.

El celeste lo perdonó diez años
(Como no perdonó a Eurídice, mi amada)
Porque se levantó por agua unos segundos antes,
Para calmar el deseo de su camino,
Tan enredado por su extraño sueño,
A las siete diecisiete casi con cuarenta y siete,
Mientras caía un gran librero 
Donde estaba su brillante cabeza 
Que no se daba cuenta 
Que a dios no lo calculas, que no es muy predecible,
Apenas si lo cuentas como en este caso,
Niño vicioso de su juego eterno.
(Construcción y destrucción, lanzar y rebotar al azar, 
Trepidación y oscilación, de las arenas, la Tierra 
Las olas, las esferas, el sueño, el verbo, el verso, el universo).

Sus compañeros del congreso de Colima
Le advirtieron que ese hotel estaba mal
(La corrupción del árbitro, el mal arbitrio, que juega en el equipo) 
Pero dijo que estaba muy cansado
Que sólo quería descansar
Abandonó el evento y no hizo caso
-Llevaba lentes negros que jamás usaba-
Como si se quisiera suicidar
O cumplirle su palabra a dios
(Postergada una década por un segundo).

Dios juega a la pelota como si jugara a los dados:
Si mi amigo no se hubiera levantado, 
Atormentado por la sed de su destino,
Por el extraño deseo del fin de su camino,
(Y si Eurídice, mi novia, no hubiera perecido

Mordida por el sismo),
Yo no hubiera conocido a la madre de mis hijos
Con los que juego futbol cada domingo.

RÉPLICA (GRIETA)

No hay temor
Del temblor
Y el tambor
De la Tierra
Se ha dormido en la luna
Que ilumina los huecos
De edificios perdidos.
Lámpara en el vacío
De la memoria
No hay temor 
Del temblor
Y el tambor
De tres décadas
Sonará
En los ojos
Atascados de escombros
De los recuerdos
Perdidos
En trozados espejos
Mas su olor
Gritará
Con un espeso peso
En nuestros hombros.



Víctor Toledo, es doctor e
n Filología rusa, Universidad Lomonósov de Moscú, 1992. Premio Nacional de Poesía Joven 1983, Medalla Pablo Neruda 2004. Becario en distintas ocasiones para escribir poesía y traducir del ruso. Aparece en La Antología General de Poesía Mexicana (Oceano, 2014). Miembro fundador de la Maestría y el Doctorado en Literatura Mexicana e Hispanomericana. Pertenece al SNI 

Jorge Hernández

Atrapado

19 de septiembre 1985-2017

 

I

Esa fatídica danza mutila mi vida

Aquí se  detuvo el tiempo  con filosofía aprisionada

¿Quién es dios?  Preguntamos

Estamos muertos y nos levantamos

Como herederos de tragedias navegamos

El pájaro quedo sin nido

se remueven sentimientos con los cimientos

la memoria es urna que resguarda la ciudad

imaginario que contuvo el horror

en instantáneas el reloj  detuvo el tiempo

II

Vencer a la muerte no es una victoria

es sinónimo de confusión

es un facilismo

es vestirse con ropas nuevas de heces

Articulación de la dualidad

antítesis amorosa del espejo

III

Entre varillas,  lozas y amigos

mi carne queda retorcida

mi corazón grita como animal

Sí dios lo viera se avergonzaría

de la infamia de sus críos

del imaginario que deja

quizá sea su cansancio

El hombre cosecha

la corrupción, la imagen del espejo

en tanto florece la rosa de concreto derribado

color a muerte.


Jorge Hernández Cruz  na
ció en la ciudad de México en 1972, estudió la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Escuela Normal Superior de México, obtuvo la Maestría con mención honorífica  en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia en México,  concluyo el doctorado por la misma institución.

Ha publicado los ensayos: “Las nuevas tecnologías aplicadas a la educación” “Hacia un país de lectores, sin librerías” Libro de poesía “Inmutable”.    Así como el audio libro de Poesía “Fragmentos”,

Ha sido colaborador con  diversas revistas culturales como: Universo del Búho, Generación, Cantera Verde, Revista Mexicana de pedagogía, Pluma del Ganso, Palestra entre otras.

Ha sido becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.  Ha desarrollo los juegos didácticos: de historia de México “Kaabal Bull, 10, 000 años de historia en 200 preguntas” y el “Memórama de escritores de México siglo XX”. Desarrolla actualmente el juego erótico “conoce a tu pareja”

Madre tierra

Sergio Guillermo Rodríguez Ruiz

El mundo

rechina sus dientes

de metal y cemento.

El mundo se comprime

exprimiendo el aliento

de los vivos y los muertos.

El mundo se sacude

el polvo de los pies

en la alfombra del asfalto.

El mundo se mueve

simplemente,

se acomoda;

no tiene oídos para los gritos

de quienes regresan

a su vientre.

No tiene lágrimas

para los que vuelven

al polvo.

Sergio Guillermo Rodríguez Ruíz (Monterrey, N.L., 1973): Psicoterapeuta Gestalt, maestro en Ciencias de la Educación y amante de las letras. Profesor investigador de tiempo completo en la UACM y estudiante de la carrera de Creación Literaria en el plantel Cuautepec de la misma universidad.


[1]        NOTAS

         Justo otro 19 de septiembre, de 1985.

[2]         Por las Olimpiadas y el Mundial de futbol.

[3]         Fernando Bustos, se acababa de recibir de licenciado en derecho, por la UNAM, jugó conmigo en la secundaria en la improvisada y pésima selección de voleibol, era de los más pequeños de estatura y recuerdo como un saque contrario lo derribó: como un presagio.

[4]         Me fui a estudiar a Moscú, después de terminar la licenciatura en la UNAM.

[5]         El Ángel de la Independencia, en la madrugada del 28 de julio de 1957, nací el 22 de noviembre de ese año. Ya había sobrevivido, en mi infancia, al gran temblor de Córdoba, el 28 de agosto de 1973, ese temblor destruyó un multifamiliar en Orizaba y toda una ciudad colonial en las montañas de Puebla, San Andrés Chalchicomula o Ciudad Serdán, tierra del poeta Manuel M. Flores. “El terremoto más fuerte que haya tenido lugar en México, el segundo más mortífero y el decimocuarto más fuerte en la historia [de] que se tenga registro por datos extraoficiales.”

[6]         Concluidos los cuatro soles, períodos o razas, comenzó la presente raza en un año Cetochtli (1 conejo) y veinticinco años más tarde, en el año Malactli Omei Acatl (13 Caña), nació el sol actual, representado en la Piedra de Sol en forma de fecha de nacimiento: Matraltli Omei Acatl. Es el quinto sol que, según los anales de Cuautitlán, lleva el nombre de Olintonatiuh, (sol de terremoto o movimiento), su signo es el día Nahui-Olin, (4 movimiento) indicado, por lo tanto, en el calendario azteca y en otras partes, en el centro de la imagen del Sol. El sol tiene significado de ciclo cósmico: alrededor de 500 años.

[7]         El tenor fue un notable rescatista: por su enjundia y fortaleza, había perdido a su hermana. Varios de sus familiares mexicanos perecieron, si no recuerdo mal.

[8]         El reino de la muerte o el inframundo azteca: el metro de la Ciudad de México. También lugar cíclico de renacimiento.

[9]         Víctor Martínez Olivé (hijo de Arnoldo Martínez Verdugo, Secretario del Partido Comunista Mexicano, uno de los principales creadores del sistema pluripartidista actual), culto y brillante estudiante, se había recibido, recientemente, de Doctor en Físico-Matemáticas, por la Universidad Lomonósov de Moscú, donde estudiamos, fue mi padrino de bodas en el palacio de los diputados de Moscú. Asistía a un congreso de matemáticas en la ciudad de Colima, vecina del puerto turístico de Manzanillo donde murió al colapsar el hotel, dañado por el sismo del 85, que tomó al abandonar –sorpresivamente- este encuentro.

[10]         En 1988, en Spitak, Armenia, uno de los terremotos más letales de la historia que causó alrededor de 50 000 muertos. En el temblor del 85, en la Ciudad de México, las cifras oficiales son de 10 000, pero se ha llegado a hablar hasta de 50 000.