Señal de Jonás, resurrección de Lázaro y la resurrección al tercer día
La resurrección de Lázaro se corresponde al período de tiempo más largo que tarda en aparecer la Luna nuevamente en determinadas circunstancias astrológicas. Para comprender la relación de este relato con la Luna debemos ver la misma conexión que poseen otros dos, uno es la señal de Jonás y el otro es la mención de “al tercer día”, todos reunidos en torno del concepto de la resurrección.
La señal de Jonás. Mateo 12:39, 40 y las primicias del 16.
En el libro bíblico Jonás hallamos este relato de cuando el profeta es tragado por un pez y permanece en su vientre por “tres días y tres noches” hasta que es vomitado en la playa y ‘resucita’ para ir y profetizar contra Nínive. En el evangelio de Juan, c.2, aparece la expresión de Jesús diciendo que levantaría el templo en “tres días” si los judíos lo demolieran. En Mateo 27:63 aparece una expresión dicha por los enemigos de Jesús afirmando que él decía que “después de tres días resucitaré”.[1] En Juan c.11 hallamos el relato de la resurrección de Lázaro, donde en su versículo 17 manifiesta que “ya llevaba cuatro días” de muerto. Y en Mateo c.16; 17 y 20 y en otros pasajes de Lucas y Marcos usa la expresión “al tercer día resucitará”.[2]
En mi discurso escrito titulado “La Contradicción Cronológica de la última Cena”[3], expuse en su momento la existencia de la falta de armonía y contradicciones en las narraciones evangélicas producto de la mistificación del personaje histórico de Jesús, habiéndolo adecuado doctrinalmente a sus tradiciones culturales que procedían de antiguos conceptos astrológicos religiosos. También la contradicción cronológica entre Juan y los sinópticos sobre la hora de la crucifixión revela que, por más que lo intentan, no pueden estar refiriéndose a un mismo personaje de la vida real, sino que la figura de Jesucristo se halla estructurada representando eufemísticamente los ciclos de la Luna como astro señalador y regidor de los días y las actividades humanas.[4] Una de tales declaraciones originadas del astro selenita es la famosa “señal de Jonás”. Por supuesto, no se trata aquí de afirmar un paganismo idolátrico de los astros, puesto que los cuerpos celestes eran usados antaño para representar realidades espirituales de la vida humana, esto ya lo he tratado cuando publiqué el tema sobre Lucifer, la brillante estrella de la mañana.
Los conceptos mitológicos astrales antiguos ya formaban parte de los libros sagrados judíos, y por todas partes encontramos nexos astrológicos, actualmente bastante ocultos y limados. Y cuando se escribieron los evangelios, el relato debía rimar con esas declaraciones prosaicas y míticas. El libro de Jonás es otro de esos libros, y esa ‘señal’ o relato fabuloso narrado en dicho libro debía tener un sentido profético. El profeta fue tragado por un gran pez y estuvo allí, como en una tumba por espacio de tres días y tres noches hasta que fue vomitado en la playa para poder
cumplir con su cometido de anunciar los designios de dios. Tres noches y tres días muerto, prisionero. La conexión aplicada a Jesucristo es muy fácil de percibir. Así fue como los evangelistas aseguraron que en Jesucristo se cumplió la señal de Jonás.
¿Se cumplió? ¿Armonizan los relatos evangélicos con el cumplimiento de esta señal?
Asignemos un día cualquiera, miércoles. La cena de Juan fue el martes después de la puesta del sol, apenas comenzado el miércoles. Durante la mañana y la tarde de ese día miércoles, fue el día del juicio, condenación y crucifixión, cuando a la hora nona muere en la cruz. Después de la puesta del Sol Jesús representa al cordero en la cena pascual (1ºCor.5:7) de lo que sería el comienzo del jueves. Su alma pasa prisionera una jornada diurna completa al día siguiente del jueves, siendo una noche y un día. El viernes otra noche y un día y otra noche y un día el sábado. Son tres días y tres noches completas. El domingo temprano, apenas finalizado el sábado y empezado el crepúsculo, resucita. Efectivamente son tres días y tres noches.
¿Es de ese modo que narran los evangelios la pasión y resurrección de Jesucristo?
Lamentablemente no. La narración es mía, y esa si encaja con el dicho, pero Pablo y los evangelios utilizan otra versión completamente distinta, causando tantas preguntas y respuestas llenas de religiosidad que nunca terminan por esclarecer nada. ¿Cómo es que pasan “tres días y tres noches” si dice que “resucita al tercer día” (τη τριτη ημερα)?
Sucede que Pablo habla de las primicias, que se presentaban el 16 de Nisán y la relaciona con Jesús resucitado (1ªCor.15:20-23). Y los sinópticos afirman que fue crucificado después de la cena pascual con lo cual fue un 14 y viernes para ser 16 el domingo. De allí que para la mayoría fue un día lunar 14, catorceavo de Nisán, pero eso es una falsía dicha a propósito para marear a los inexpertos. Quienes conectan las primicias con la resurrección y la cena pascual de Jesús con sus discípulos, ya no les encajan ni los tres días y tres noches de la “señal de Jonás” ni la resurrección al tercer día. Como los sinópticos muestran, ya no son siquiera dos días de muerto. Si Cristo resucita el domingo temprano después de morir un viernes a la tarde ya no es “al tercer día” sino al segundo día que resucita, puesto que el viernes ya estaba culminando y el domingo empezaba. Estuvo muerto por espacio de un poco más de un día completo.
Existe una versión teológica para hacerla encajar con la expresión “al tercer día” pero que no rima con los “tres días y tres noches”. Parte del 14 de Nisán cuando fue muerto (jueves a la tarde), el 15 es la cena de la Pascua, de un viernes que comienza con la noche luego de acabar por la tarde el jueves después de la puesta del Sol, y este viernes continúa luego con la mañana y tarde, el gran shabat, pero que no era nuestro sábado todavía sino ese viernes 15 de Nisán, siendo pues el primer día. Luego viene el 16 cuando es la fiesta del omer o de la gavilla de la cebada, las primicias de las cosechas por la mañana, que se corresponde con nuestro ejemplo del sábado, que empieza con la noche del viernes y continúa durante la mañana y tarde de ese día, siendo el segundo día. Entonces Jesús “resucita” al otro día, el domingo “temprano”, el “primer día de la semana”, es decir, apenas empezado ese día después de la puesta del Sol, es decir, al tercer día. Durante esa jornada del 16 de Nisán, mientras en Jerusalén se ofrecía la primicia de la cebada, Jesús todavía no había resucitado, pero al resucitar ese domingo temprano encaja con la expresión de resucitar al tercer día, siendo pues ya el día 17. Sin embargo, la iglesia prefirió elegir que le encaje el relato paulino de la primicia del 16 de Nisán para un domingo y no la resurrección del 17 de Nisán, pero sin excluir la mención de los sinópticos donde relata a un Jesús celebrando la Pesaj con sus apóstoles. De esta manera, los hechos sitúan la muerte el viernes luego de cenar la Pesaj con sus discípulos apenas empezado el viernes a la manera judía después de la puesta del Sol del jueves (lo que para nosotros es un jueves a la noche), y de esta manera pasó el entero sábado y resucitó el domingo, pasando a estar ahora tan solo un día y unas horas muerto.
De allí que la iglesia, imponiendo la literalidad de la presencia del Hijo de Dios con señales proféticas, enseña que Jesús murió un viernes, pero no dice que es 14, se calla la boca, porque es 15, y aquí aparece el motivo por el cual se confunden los días, pues todos creen es 14. Aparenta no desencajar de los “tres días y tres noches” de la señal de Jonás al ocultar la cifra y busca rimar con la gavilla de la primicia del 16 con la resurrección, para armonizar con las reiteradas alusiones de ser levantado “al tercer día”. Y aquí es donde no les encaja, porque la resurrección es el 17 y no el 16, pues como todos creen que el viernes fue 14, y el viernes siendo 15 dicen fue el shabbat y con eso todos creen habla del sábado nuestro, encaja con el 16; y así tenemos mezclados los 3 días: viernes, sábado y domingo. Pero, decir que cenó un jueves a la noche (ya era 14), el viernes 14 de Nisán fue muerto a la tarde, el 15 fue shabbat y pascua judía, y el domingo 16 resucita antes del amanecer, notarán es también una construcción engañosa, imposible de conciliar con los sinópticos en una sola experiencia histórica verídica, porque de esa manera no solo no se cumplen ni la “señal de Jonás” ni “al tercer día” lunar al ser solo ‘un día y una noche completa más unas horas del día viernes y otras del domingo por la noche’, sino que Jesús no cenó la Pesaj. Si se insiste fue una cena pascual tampoco armoniza con pasajes como Éxodo y Levítico. Por eso, nunca jamás se dio la fecha de la cena de Jesús ni de su muerte, no aparece por ninguna parte en los evangelios, ni la fecha de la pascua, nada, y el verdadero motivo de todo fue porque todo era y es una fabulación. No se podía ni se puede mencionar ninguna de las dos fechas. Millones de cristianos tratan de remedar su “sagrada palabra de Dios” y terminan más mareados que borrachos a la madrugada si no aceptan con una fe ciega las enseñanzas de sus pastores y doctos.
Muerto el viernes y resucitado el domingo “parece” hablar de tres días, pero en realidad “resucita al segundo día” y no al tercer día. Aquí es donde aparecen los pases de magia sofista, para aparentar se refieren a un solo suceso cuando en realidad hablan de distintos.
Los evangelios resultaron en una estructuración novelesca cuando se buscaron en el Tanaj pasajes alusivos proféticos que hablasen del mesías y se los encajó como sea al Jesús histórico haciéndolo resucitar luego de estar muerto. Ese pobre maestro judío que crucificaron jamás se levantó y se mostró a sus discípulos. Lo que sucedió fue la aparición de fenómenos paranormales manipulados desde el cosmos invisible que los discípulos al experimentarlos lo conectaron ineludiblemente con la resurrección de Jesús, creando así el Jesús mítico de leyenda, el Jesucristo Hombre-Dios.
Pero aquí no termina todo. Voy a demostrar que la expresión “tres días y tres noches” como las que dicen que “resucitará al tercer día”, así como la de Lázaro cuando expresa que pasaron ‘cuatro días de muerto’ hasta que fue resucitado por Jesús, son todas expresiones que han sido compuestas originalmente para ser aplicadas al dios lunar judío, el inefable Yhwh, aspecto que está sepultado 20 metros bajo tierra por razones más que obvias. A ningún cristiano, ni siquiera en su peor imaginación, relacionaría tales expresiones con la astrología antigua.
Cualquiera que desee cerciorarse de lo que digo, busque información sobre ciclos lunares, y si desea por sí mismo ilustrarse sobre tal realidad, no tiene más que mirar la Luna todos los días al menos por unos tres meses consecutivos, pero concentrándose al menos durante los dos meses siguientes en la etapa de finalización y comienzo de un nuevo ciclo, sumar a ello conocimientos y datos precisos sobre la temática en la astronomía actual y conocer muy bien todos los pasajes bíblicos relacionados.
La gente suele reflexionar sobre la manera en que aplican las distintas alusiones aplicadas a la resurrección de Jesucristo. Una de ella dice que “resucitará al tercer día” y la otra que el “hijo del hombre estará en el corazón de la tierra tres días y tres noches”, y no pueden conciliarlas en lo que respecta al factor tiempo transcurrido, puesto que no es lo mismo decir ‘al tercer día’ que al cuarto. Para ello han desarrollado expresiones especulativas tales como “días figurados” o “idiomáticos”. Pero esto se resuelve mucho más fácilmente si entendemos que tales expresiones se refieren al tiempo que la Luna permanece “muerta” desde su última aparición hasta que retorna nuevamente. De hecho, en el evangelio existe otra alusión más al período de tiempo en que no se puede ver la Luna que completa las tres maneras distintas en que la Luna permanece “muerta”. Casi nadie lo nota, y nadie siquiera lo imagina, correspondiendo al relato de la resurrección de Lázaro, el amigo entrañable de Jesús, quién lo resucita luego de haber pasado “ya cuatro días”.
Debido a diversas circunstancias orbitales la Luna puede estar a
veces hasta tres días sin ser vista, dos días un poco más seguido y tan solo un día en las demás ocasiones del año, visto claro está desde nuestra perspectiva actual computada según los días solares. En días lunares hay que agregar uno más. Si por ejemplo, la última vez que se ve el filete cornal es, digamos un jueves por la madrugada, esa tarde, al anochecer comienza el primer día sin Luna, que continúa hasta el anochecer siguiente, para cuando va finalizando el viernes desde la óptica lunar de contar los días. Concluido viene el segundo día sin Luna, comenzando con el sábado, el cual transcurre hasta el atardecer del sábado, cuando después de la puesta del Sol comienza el tercer día y, allí, se ve el primer filete lunar en lo que sería desde la óptica de un judío “al tercer día”, pudiendo ser expresado correctamente como ‘temprano en el día domingo’. Este tipo de “resurrección” es la más rápida de todas, fundada en la capacidad visual humana de verla a ojo desnudo.
Sin embargo, la mencionada en los sinópticos, pretendiendo usar la más corta comete el error de saltar el jueves que es cuando la Luna-Jesucristo “muere” y pasarla al viernes para que armonice con la cena pascual de Jesús, sin darse cuenta no concilia con el concepto repetido en distintos pasajes cuando alude a dicho fenómeno diciendo “y resucitará al tercer día”.[5] Sencillamente se les escapó la liebre. No existe a simple vista ningún ciclo lunar tan corto.
La confusión viene con la expresión un solo día sin Luna al combinarse con la manera romana de contar los días civiles. Si bien se corresponde con un día sin Luna no encaja en la realidad, pues es un día desde nuestra manera de contarlos. Y lo más notable es que no se cumplen en absoluto en Jesucristo los “tres días y tres noches” de la señal de Jonás, y tampoco con los dos días muerto para rimar con Juan y encajar con eso de resucitar al tercer día, pues aquí estaría resucitando al segundo día. La figura siguiente ilustra el paso de los días, cuando ocurre un solo día sin Luna correctamente resucita al tercer día, porque el día que aparece de nuevo es después de la puesta del Sol, que es cuando ese segundo día culmina y empieza el tercero. Pero para resucitar
el domingo temprano (apenas iniciado el día desde la óptica judía de contar los días) la Luna debe “morir” un jueves;[6] la LN es el viernes; al comienzo del sábado obviamente todavía no aparece, con lo cual pasa el entero sábado y recién reaparece después del sábado, apenas comienza el domingo después de la puesta del Sol, algo que complica para quienes todavía creen que es sábado hasta la medianoche. Por eso, dado que los evangelios sinópticos muestran que Jesús instituyó la eucaristía durante la Pesaj judía celebrada un viernes (que para nosotros es un jueves a la noche, lo que sería el “día 2” en la “noche” de la figura), al morir el viernes a la tarde (“día 2” y no el “día 1”, que es lo que ocurre astronómicamente con la Luna) vemos transcurre un día completo (“día 3”) para reaparecer en el crepúsculo una vez finalizado dicho día sábado apenas comenzando el domingo (“día 4”), el resultado inevitable es que esa resurrección ocurre al segundo día y no al tercero. La manera en que la Iglesia reconstruyó el relato no encaja con el ciclo lunar manifiesto claramente en las alusiones proféticas. Por eso surgen las contradicciones en las que nadie logra entender bien lo que ocurre, salvo mentes cuyo dominio espacial o tridimensional de los fenómenos y de la matemática aplicada es amplio. Mi análisis no se corresponde con mentes tan claras, por eso mi desarrollo es para aquellas personas (como yo) que les resulta dificultoso entender y se enredan con las variables presentes de los cálculos. Espero que tales personas puedan percibir el error en que incurrió la iglesia de los primeros siglos al componer los evangelios.
¿Cómo hacen que encaje la expresión de “resucitar al tercer día” si tan solo pasó un día y una noche completa? Lo correcto en ese caso es decir que “resucitó al segundo día” y no “al tercer día”, pero eso no se puede decir, debiendo ocultarlo o manifestar es un error contar de ese modo, y pocos se percatan debido al enredo de los días, cuando se mencionan tres: viernes, sábado y domingo, expresados desde la óptica del conteo civil romano (y actual nuestro) y no de la perspectiva judía de contar los días regidos por el dios lunar. Contar el viernes como día primero cuando ya terminaba se confunde al ser relacionado con la señal de Jonás que aclara son “tres días y tres noches”, es decir, completos. Un suceso puede ocurrir al tercer día solo si no transcurren completos. Nadie interpreta “pasado mañana” como el tercero sino el segundo día. Si alguien le dice un lunes venga pasado mañana, usted dejará pasar solo un día, no dos, volviendo un miércoles. Pero si le dicen venga “después de tres días”, ¿Cuándo irá Ud.? ¿El miércoles? ¿Cuántos días dejara pasar? Correctamente dos, y volverá un jueves.
Cuando en el caso que pasan dos días solares nuestros sin Luna, supongamos un miércoles de madrugada se ve el último filete, entonces al atardecer de ese día, después de la puesta del Sol se inicia para un judío el primer día (1º noche y día sin Luna) de lo que sería ya un jueves, y a la tarde finaliza y comienza el segundo día luego de la puesta del Sol (2º noche y día sin Luna), y ese viernes a la tarde nuevamente después de la puesta del Sol comienza el tercer día, lo que sería el sábado (3º noche y día sin Luna), cuando al final de ese día, una vez que termina y comienza el cuarto luego de la puesta del sol reaparece la Luna con su primera fase visible. Correctamente pasaron “tres días y tres noches” tal cual lo expresado en alusión a la “señal de Jonás” desde el punto de vista del conteo lunar. Para nosotros en cambio, como el sábado sigue hasta la medianoche solo no se vio la Luna el jueves y el viernes, dos días, pero para un judío fueron tres días lunares completos. En consecuencia, para un judío en concreto “resucita al cuarto día” y no al tercero, y aquí tampoco encaja con los evangelios con la expresión al tercer día. La expresión al tercer día solo encaja si la vemos desde la óptica de contar los días solares de medianoche a medianoche. La Luna no vuelve a partir del miércoles pasado mañana, es decir un viernes, sino al tercer día, el sábado.
Por eso, mezclar días lunares judíos con días solares romanos termina por confundir. Debemos elegir una u otra, siendo imposible aplicar dos reglas distintas y decir lo mismo de la misma manera. ¿Desde cuál óptica debemos interpretar los pasajes alusivos a los días? ¿Desde nuestra manera de contarlos o de la antigua hebrea? Si bien los judíos vivían bajo el señorío romano, sus expresiones bíblicas se ajustan a la regla religiosa de los días lunares y no a los días civiles tal como lo contaban los romanos. De allí que las expresiones proféticas se fundan en sus normas o reglas que aparecen en sus Escrituras sagradas que les son propias y no en la de los romanos. Afirmar que los evangelios fueron escritos para quienes contaban los días de otra manera es absurdo, puesto que en ese caso deberían traducir los “pasajes proféticos” y no hace eso para nada, más bien los toma tal cual como están y los confunde, revelando que los escritores de los evangelios fueron quienes los mezclaron sin entenderlos.
Por lo tanto la señal de Jonás no armoniza con la expresión al tercer día, solo armonizan en el sentido de formar parte de las tres distintas maneras de ocurrir el renuevo lunar.
La tercera que completa las tres variantes del renuevo lunar
Como ya lo dije, la tercera se halla narrada en forma de cuento referida a la resurrección de un amigo de Jesús. Si ahora en cambio son tres días sin Luna, contando de la misma manera como contamos para los otros dos casos, notamos enseguida que resucita al “quinto día” de acuerdo a la manera judía, pues ellos usaban la Luna para contar los días y no el Sol, por eso contaban sus días a partir de la puesta del Sol a la siguiente puesta del Sol, y los crepúsculos eran lo momentos en que buscaban ver la última fase visible al ojo como la primera después de la conjunción. En tal ocasión pasan “cuatro días”, lo mismo que pasó Lázaro en la tumba hasta que vino Jesús y lo resucitó al quinto día.
Y para no confundirnos, no son cuatro días nuestros sin Luna, sino cuatro días que no se la ve contando desde el atardecer al atardecer, cuando reaparece después de la puesta del Sol, que es otra cosa. Es tal cual como lo expresa el evangelio de Juan cuando dice:
“…hace cuatro días que murió. Jesús le dijo: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?” Juan 11:39, 40.
La expresión griega tetartaios no implica entenderlo como durante el transcurso del cuarto día, sino cuatro días completos que pasaron desde que murió. De esta manera tenemos las tres distintas alusiones a la resurrección tomadas directamente del ciclo lunar. La realidad histórica de Jesucristo es mitología astrológica, una fantasía desarrollada por el ser humano para enfrentar el sinsentido de la vida. Es que hay veces que es preferible apegarse a una fantasía con sentido que a la realidad de la existencia sin sentido alguno. La mente humana es capaz de crear fantasías tan atractivas y a veces tan persuasivas que muchos las prefieren ante la vanidad absurda de la triste realidad de la existencia humana.
La expresión “tres días y tres noches” se halla en Jonás 1:17. (2:1 LXX), la cual es repetida en Mateo 12:40, aplicando los tres días y tres noches que Jonás estuvo en el vientre del gran pez a “tres días y tres noches que estará Jesús “en el corazón de la tierra”. Aquí, se reducen los tres días y las tres noches a una sola expresión, pues como se entiende estar muerto, en la tumba, esos tres días son oscuridad igual, dónde ni el Sol alumbra. Es muy conocida la profecía de “los tres días de oscuridad” del padre Pio, que muchos fantasean con la NASA y toda clase de ficciones astronómicas. En el libro de Exodo 10:21-23 unas de las plagas fueron “tres días de oscuridad”. La muerte en la cruz de Jesucristo fue precedida por tres horas de oscuridad. Saulo de Tarso estuvo durante tres días de oscuridad antes de recuperar la vista, bautizándose y cambiando de mentalidad, de pasar de tinieblas a luz (Hechos 9: 1-18, 22 : 6-16 y 26: 12-18). Sobre este intervalo tenebroso que Mateo menciona de “tres días y tres noches”, en Lucas 24:46,47, que repite el mismo incidente, lo expresa de otra manera: “y les dijo: “Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día;…” ” Los “tres días y tres noches” ahora pasa a ser “resucitará…al tercer día”. Y aquí cometen el error los compositores cuando hacen converger ambas expresiones a un solo suceso para explicar cómo ocurrió la resurrección de Jesucristo. Ese detalle delata la inerrancia del Testamento Cristiano al estar mal aplicada, yuxtaponiendo fenómenos distintos ocurriendo al mismo tiempo.
Si fueran tres días y tres noches literales, resucitaría al cuarto día y no al tercero. Pero al resucitar al “tercer día” ahora entonces son apenas ‘dos días de oscuridad sin Luna y no tres’. Aquí los evangelios hacen un “pase mágico” engañando a todos. Miles de pastores y maestros se han gastado para tratar de armonizar ambas alusiones sin poder nunca lograrlo. Como lo que vemos esencialmente es el énfasis puesto en la cifra 3 y en la oscuridad de la muerte, el desfase pasa desapercibido. Pero esas variantes es lo que le ocurre al astro Luna cada vez que muere y resucita, tal como era visto en la antigüedad desde la capacidad visual del ojo humano. Hoy sabemos que pasan generalmente unas 84 horas, o sea, tres días y medio de oscuridad del brillo o vida lunar, esto es, el renuevo lunar visible de sus fases, con un tiempo mínimo de apenas unas 60 horas (2 día y medio) a un máximo de 108 horas (4,5 días) sin Luna visible.[7]
Sobre este tema en particular, en ciertas páginas de la Web se menciona que el período lunar entre la última fase vista y la siguiente pasando Luna Nueva va de 24 a 36 horas, lo cual no es cierto. Por ejemplo, en una de ellas levanta una pregunta y la contestación brindada sugiere, no 24 horas, pero sí la posibilidad de ser vista 36 horas después, lo que ya es algo muy diferente:
9) ¿Es posible ver la Luna acercándose al Sol por la mañana y durante el ocaso en el mismo día?
No, pero es posible ver la Luna una mañana antes de la salida del Sol en el este, y después de 36 horas aproximadamente puede verse después del ocaso en el oeste.[8]
Está diciendo que el tiempo mínimo puede ser a veces al día siguiente al atardecer. Sin embargo, esto no es lo normal ni es posible a menos que se utilicen medios artificiales para descubrirla, algo que a simple vista no se ve. En esa misma página brinda el dato de los 37 minutos de diferencia de tiempo entre salida o puesta del Sol y la Luna, estando tan cerca del brillo solar que es imposible verla a simple vista, debiendo esperar 24 horas más (60h) para poder ser vista cómodamente para la mayoría de la gente.
En otra página expresa:
Fase nº 2: Luna nueva visible, también llamada en el argot popular "Luna creciente", corresponde a la Luna nueva tradicional y es la primera aparición de la Luna en el cielo, 18 o 30 horas después de haberse producido la posición de "Luna nueva astronómica". Esta fase de la Luna se podrá ver en el cielo hacia el oeste, una vez ya ocultado el Sol, justo por encima del crepúsculo aún restante. Tiene forma de pequeña guadaña o cuerno. Esta fase de la Luna es la que se utiliza para dar comienzo al primer día de cada mes lunar.[9]
Eso no es del todo correcto. En mi opinión la Luna última y primera visible al ojo debe estar al menos separada 50 minutos entre la salida y puesta del Sol y distanciada de la conjunción unos 10º. Así, el tiempo más corto para el ojo desnudo es de 30 horas tal como dice por cuestiones de visibilidad y posición (60 horas entre última vista y reaparición nueva) y no de 18. Sobre el tema existe bastante imprecisión debido al copiar y pegar desconociendo ciertas realidades astronómicas. Es posible que se basen en datos de cazadores de lunas jóvenes como el de Laurent Laveder, quien asegura que tomó una fotografía de la Luna creciente apenas unas 15 horas y 38 minutos pasada la conjunción en Le Guilvinec (47.8n 4.3E).[10] Pero esto es algo que no ocurre todos los meses, ni siquiera una vez al año ni en distintos lugares del planeta. Solo en contadas ocasiones muy separadas entre sí en el tiempo y en una zona restringida del planeta (zonas boreales, por encima de los 50º de latitud) y a una hora determinada se puede captar con una cámara de alta resolución mediante un teleobjetivo apropiado una Luna tan joven antes de ser vista a ojo desnudo normalmente en cualquier otro lugar.
De allí que en la cotidianeidad prácticamente nunca se ven antes de las 30 horas pasada la conjunción, porque, si bien el creciente lunar surge a las pocas horas de la misma se debe esperar al siguiente atardecer para notarla de manera natural. Unas 44 horas después suele ser el tiempo promedio, que también se repite durante el año. Y cuando pasan más de 50 horas, al venir de un período mayor a las 90 horas se puede decir que resucita después que pasaron cuatro días, como narra el episodio de Lázaro, suceso que ocurre en determinada época del año si convergen varias variables que así lo determinan.
De esta manera tenemos en verdad tres tiempos distintos bien definidos todos los meses que en tiempos antiguos separaban por la duración de un día al siguiente de crepúsculo a crepúsculo las renovaciones de los ciclos lunares, desde la última vez que era vista la Luna hasta su reaparición. Las posibles vistas especiales unas 24 horas antes son casi imposibles de ver a no ser con ayuda de instrumental adecuado, y en muy raras ocasiones estando situados en regiones boreales, y quizás, de haber podido ser vista por alguien en la antigüedad, el relato de la resurrección pudo representar la cuarta duración, la extra corta de 36 horas, que es la que relatan los sinópticos.
Con esto no quiero decir que lo relacionado con Jesús y las Escrituras es mera idolatría pagana e ignorante, sino que se usan saberes astrológicos conservados en forma de cuentos conectados con una realidad de la vida antigua de quienes se regían por el astro Luna, quien gobernaba sus vidas, sabiendo que en los ciclos lunares pasaban tres diferentes períodos sin poder ver su brillo y que los tenía en incertidumbre sobre qué día era del mes hasta que no la volvieran a ver, si era el día lunar 30 o era el 1º de mes, para aplicarlo a la experiencia humana de la resurrección espiritual, una especie de ciclo que todos los humanos estamos obligados a experimentar. Cuando veían nuevamente la Luna, entonces estaban seguros que era el primer día del mes lunar siguiente. Ya no había dudas.
Este aspecto es lo que las religiones pasan por alto, desviando el ejemplo astral para orientarlo en la persona de un Hombre-Dios, tratando de defender a toda costa una realidad física documental de la muerte y resurrección de un Jesús histórico totalmente desvinculada de la antigua astrología. Y eso es lo que se nota cuando uno analiza las narraciones, que toman las alusiones antiguas (señal de Jonás y otras) y son aplicadas a una tal Jesús, asegurando ocurrieron a la vista de todos, cuando en realidad están hablando sobre cuestiones espirituales en las que Jesús siquiera participó, porque es imposible que eso ocurra de modo literal como suceso histórico en la vida de una persona como un solo hecho. Ningún suceso puede ocurrir de dos o tres maneras distintas al mismo tiempo. Solamente eso puede ser entendido en sentido espiritual, y lo que ocurre con la Luna sirve como un buen ejemplo de lo que se quiere decir. La cuestión más interesante de todas es que los escritores cristianos y creyentes en sus escritos nunca lo supieron por su particular enfoque doctrinal, haciéndoles desviar por completo la atención al suceso o fenómeno astronómico del cual habla, dejando explícito son tres maneras distintas que ocurren durante el año lunar.
Los fenómenos astronómicos (astrológicos está mejor dicho pero que ha sido suplantada por dicha expresión a causa de las conexiones predictivas propias de los horóscopos actuales) contienen el sentido que guía a la humanidad hacia su evolución espiritual. Si bien las Escrituras contienen errores, son errores humanos que no alcanzaron a ver las cosas plenamente en su profundidad divina, pero el inconsciente humano, procedente de la creación divina, puja para hacerlos manifiesto a la consciencia humana de aquellos que buscan el sentido de la existencia. Y las Escrituras son como una guía o brújula que orienta el alma cuando la misma se aplica por comprenderla, y de ese modo poder llegar adonde de otra manera no llegaríamos.
Resumiendo, cada mes el renuevo lunar visible se produce de tres maneras diferentes al contar los días desde la puesta del Sol a la siguiente puesta del Sol:
Tales diferentes tiempos se corresponden a la “resurrección” de la Luna vista de modo natural, es decir, desde las limitaciones de la vista humana, por eso existen tres alusiones distintas relacionadas con dicho tema aplicado eufemísticamente a Jesús en los evangelios, dos de manera directa y una indirecta relacionada con Lázaro.
Los cuatro días de Lázaro posee una conexión con el relato de Jefté en Jueces capítulo 11, cuando al finalizar señala una costumbre israelita anual de lamentar, plañir, apoyar y fortalecer a la hija de Jefté durante cuatro días al año. Al tercer día aparece la Tierra y la vida vegetal. Durante el cuarto día creativo de Génesis fueron creadas las lumbreras (Sol y Luna) para señorear (gobernar, reinar) sobre la Tierra, y durante el día quinto comienza la creación de la vida animal, marina y voladora. En Levítico 19:23-25 aparece otra mención relacionada cuando se prohíbe comer los primeros frutos de cualquier árbol durante los primeros cuatro años, pudiendo comerlo recién al quinto año.
La alusión a los tres días, no solo aparece en Jonás, sino en muchos otros pasajes del Tanaj. Por ejemplo la interpretación de José de los sueños del copero y el panadero, o cuando puso a su hermanos por tres días en la cárcel,[11] los “tres días de camino” de muchos otros pasajes,[12] los tres días que pasarían hasta que entraran en la tierra prometida cruzando el Jordán del relato de Josué cap.1 y muchos más. Pero en 1Sam.20 aparece un relato conectado con la manera de contar los días que guarda un insospechado nexo con los períodos variables de los días sin Luna entre un mes y el siguiente. Sería bueno leer todo el capítulo, pero a continuación transcribo solo dos pasajes claves:
“Entonces dijo Jonatán a David: ¡Jehová Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o el día tercero, si resultare bien para con David, entonces enviaré a ti para hacértelo saber.”(20:12 RV)
Aquí da a entender que “mañana” es el día segundo y pasado mañana el “día tercero”. ¿No sería más correcto que mañana fuera el día primero? ¿Cuál sería pues el día “primero”? ¿En ese momento, cuándo estaban hablando en el campo?
Para interpretar correctamente debemos situarnos tal cual el relato con la mentalidad judía de contar los días lunares y conocer la particularidad de los días de los meses lunares. Si lo analizamos notamos que esa expresión viene a colación de una charla previa que tuvo David con Jonatán relatada en el versículo 5, donde dice:
“Y David respondió a Jonatán: He aquí que mañana será nueva luna (νεομηνία αὔριον, literalmente “mañana (es) nuevo mes”, tal cual del hebreo) y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; mas tú dejarás que me esconda en el campo hasta la tarde del tercer día.”
Acorde al relato se puede interpretar que ‘mañana será el primer día lunar del nuevo mes’, y el día o momento que estaban hablando fue el último día del mes anterior. Por la manera que el relato se halla escrito todo parece indicar no se refiere a la Luna nueva sino al primer día del mes, sea que empezara con el primer filete lunar o no. La palabra traducida “Luna” no aparece en hebreo aquí, que sí aparece en otros pasajes, que es ירח. Pero sabemos que los meses eran lunares, y el primer día del nuevo mes era un día que era necesario definir, no estaba definido de antemano debido a las variables desconocidas en aquellas épocas sobre las revoluciones lunares mensuales. De allí que el tema era que el nuevo mes se debía de definir durante los días cuando la Luna desaparecía, los cuales, si bien eran variables, lo eran con una secuencia hasta cierto punto conocida. Este aspecto lo podemos ver también por la manera en que el relato oculta el sentido de tales comidas. Si se correspondiera a las comidas habituales de todos los días del mes, ¿por qué motivo no había una cena el día que estaban hablando sino recién “mañana”? Parece evidente que el escrito original probablemente se refería explícitamente a los días sin Luna cuando finalizaba el mes en curso y comenzaba el siguiente mes, un tiempo especial para prestar la debida atención a fin de determinar el comienzo del nuevo mes sin errores.
Dicho esto, podemos visualizar armoniosamente que la conversación ocurre el día en que se vio por la madrugada el último filete visible. Ya no esperaban ver la Luna a la madrugada siguiente, estando seguros comenzaban los días para poder establecer el primer día del nuevo mes, con lo cual empezaba lo que hoy podemos llamar como el día de Luna nueva tal como vierten distintas traducciones, pero que técnicamente y desde la óptica judía de contar los días son “días sin Luna”, siendo mínimo dos. De allí que en esa noche no había cena, aunque principiaba el primer día sin Luna. Finalizado ese día de “mañana” vendría la comida, que sería una cena, la primera, correspondiente al primer día sin Luna que había recién culminado, empezando pues el segundo, a la que David alude al decir “mañana”. Naturalmente no se vería la Luna esa tarde después de la puesta del Sol y comenzaba el segundo día sin Luna cuando cenaban al finalizar testimonialmente el primero. Al finalizar el segundo, vendría la segunda cena del día sin Luna, y si no se viera todavía el primer filete después del atardecer del segundo día, no solo quedaba definido el segundo día sin Luna finalizado, sino que principiaba el tercero sin Luna. De allí que dice que fue “al tercer día” que le fue a avisar a David de la mala noticia, al no cenar esa noche de finalizado el segundo día sin Luna (v.34), levantándose después de pasar la noche a la mañana de lo que sería efectivamente el “tercer día” de tales días “oscuros” en curso, y que finalizaría con la puesta del Sol, tal como lo expresado por David (v.5). Aquí vemos, que a diferencia nuestra, no existía un solo día de Luna nueva, sino más de uno, pues eran días sin Luna y contados de puesta a puesta del Sol. Por eso David dijo “hasta la tarde del tercer día”, cuando finalizando se completaban los tres días y tres noches sin Luna. Pero no hizo falta llegar a la cena tercera, pues a la segunda quedó resuelto el caso.
Cuando Jonatán saca a David afuera al campo para hablar sin ser escuchados (v.11), era ya la hora de la cena, oscuro (v.12 cuando dice “mañana a esta hora”), por eso, cuando habla de la comida festiva de la primera Luna nueva para establecer el nuevo mes, esta sería al finalizar ese día primero en el cual ya estaban hablando y sería ya el segundo. Por eso pasa la segunda cena para el día tercero y no al segundo, porque la misma se efectuaba una vez finalizado dicho día, tal como la primera cena festiva se llevaría a cabo “mañana” y no al finalizar ese mismo día o el momento en el cual estaban hablando, cuando recién comenzaba el primer día de sin Luna.
De allí que si en la segunda cena se veía la Luna, serían dos días sin Luna, de lo contrario ya serían tres, completándose los “tres días y tres noches” de la señal de Jonás, y si aún no se alcanzara a ver en la tercera cena, llegaban a ser cuatro días sin Luna.
Estos aspectos guardan relación con el relato evangélico. Si Jesús resucitó de acuerdo a los evangelios un domingo, y fue “al tercer día” aplicando el ciclo más corto y desde una óptica lunar de contar los días y no solar, el último día que se vio la Luna debió ser el jueves a la madrugada, el jueves a la tarde muere definitivamente, el viernes comienza con la cena del cordero, siendo el primer día de los ázimos, luego viene el segundo día que comienza el viernes después de la puesta del Sol y que todavía no se puede ver la Luna, porque es el día de la LN. Ese día transcurre como el sábado, y solo cuando ese sábado finaliza en el crepúsculo aparece la Luna en el cielo, siendo ya temprano del día domingo, es decir, al comienzo del tercer día lunar. El tiempo que pasan en horas iguales son unas 60. Y todo este conteo, en vez de ser aplicado durante los días del renuevo del ciclo lunar, se combinan aplicados a la fiesta de la Pesaj durante el plenilunio con las ofrendas de las “primicias” el 16 a media mañana, terminando por desencajar completamente el supuesto relato histórico, pues entre la muerte del cordero el día 14 a la finalización del ayuno del 16 pasan apenas un día y medio, “resucitando” al segundo día, incumpliéndose los conceptos “al tercer día” y mucho más notoriamente después de “tres días y tres noches” de la señal de Jonás, y por supuesto, pasando por alto completamente el período más largo eufemizado en el relato de la resurrección de Lázaro.
De esta manera ya no es necesario recurrir a sofismos tales como “días idiomáticos” o “figurados” para hacer coincidir las expresiones, puesto que tales períodos son reales y concretos si vemos los tiempos que transcurren entre la última fase visible y la renovación del ciclo lunar cuando se ve de nuevo la primera fase en distintas épocas del año. Y ninguna de tales expresiones encaja con el período de tiempo entre la muerte del cordero pascual hacia la tarde y la cena con los ázimos en la noche a las pocas horas hasta la finalización del ayuno y ofrenda de las primicias pasado ese día hasta la mañana del día siguiente, luego de transcurridas solo dos períodos nocturnos y una jornada diaria.
Si lo expresáramos en horas iguales, algo que en épocas pasadas no poseían, transcurren como mínimo unas 36 horas, y como ya lo expresé, el tiempo mínimo de visón entre filetes último y primero es normalmente de 60 horas.
Sumar días incompletos semejando completos no se condice con la matemática, pues nadie empieza a contar agregando una unidad incluyendo parte de la unidad de partida diciendo agregó dos ni que posee dos, y mucho menos si ya no le queda casi nada de esa unidad que agrega. Si así se hiciera, si tengo media manzana y agrego una no tengo tres, siquiera dos, sino una y media. Los días del Génesis comienzan en la noche y terminan al atardecer, completándose de ese modo para ser designados numéricamente. No se cuenta el día anterior al primero para incluirlo en la suma a menos que estuviera completo. Si un suceso ocurre al final del día 14 y otro empezando el 16, obviamente no pasan tres días, ni es el 16 el tercero sino el segundo.
Y las tres expresiones usadas en la antigüedad para describir el renuevo lunar son correctas si las vemos desde la óptica judía de contar los días de manera lunar. Y el tiempo transcurrido entre el comienzo de la Pesaj a la ofrenda de las primicias, no encaja en el conteo lunar de los días, ni cuadra con el tiempo más corto transcurrido entre fase y fase visible durante el novilunio. Si la última Luna se ve a las 7 a.m. de un día, digamos viernes, hasta las 7 p.m del segundo día o domingo, transcurren unas 60 horas, y entre la hora más temprana de muerte, las 15 horas, hasta las 9 horas del segundo día transcurren 42 horas, faltando unas 18 horas para las 60.
De allí que el Jesucristo de la Leyenda de los sinópticos incumple la “profecía” del libro de Jonás y las propias atribuidas al mismo Jesús, pudiendo armonizar relativamente el relato del evangelio de Juan, pero a su vez, este relato desencaja con el resto de los escritos canonizados y con la tradición de la Iglesia que resultó triunfante. Si vale lo dicho, Jesucristo resucitó al estilo poco inusitado visto por casualidad por Lavedere con ayuda de teleobjetivos y captado por una cámara de alta resolución, algo muy moderno. Si realmente en tiempos antiguos no sabían de ello, podría ser una excelente profecía de los sinópticos que se cumple en nuestros tiempos.
«Dios está dentro de nosotros o en ninguna parte»*
*Expresión atribuida a Giordano Bruno por Galileo.
Edgardo Winczur, 3ª edición, Septiembre 2017 (1ª edición, Enero 2017)
Los invito hacer sus comentarios en mi blog o bien personalmente dirigiéndose a oyado919@gmail.com
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[1] μετα τρεις ημερας εγειρομαι/ meta treis emeras egeiromai/después (de) tres días seré-levantado.
[2] και τη τριτη ημερα εγερθηναι/kai te trite emera egertenai/ y al tercer día ser-despertado.// τη τριτη ημερα αναστησεται/te trite emera anastesetai/el tercer día se levantará (Mc.9:31).
[3] Se halla en PDF en mi blog.
[4] Al llamarlo todos “Señor” concuerda con Génesis 1:16.
[5] Los pasajes son: Mateo c.16; 17; 20; y 27; Marcos c.9 y 10; Lucas c.9; 13; 18; 20 y 24; Hechos 10:40; y 1ªCor,15:4;
[6] El último filete se ve temprano por la mañana del jueves, antes de la salida del Sol, cuando prenden a Jesús y comienzan a juzgarlo para decretar su muerte.
[7] La cantidad de horas varían ligeramente dependiendo si es verano o invierno
[8] https://sites.google.com/site/lacienciadelosastros/taller-de-astronomia/el-selenoscopio/preguntas-y-respuestas-sobre-la-luna
[10] https://apod.nasa.gov/apod/ap080411.html; http://www.spaceweather.com/archive.php?view=1&day=07&month=04&year=2008
[11] Ge.40; 42:17
[12] Ge.30; Ex.3; 5; 8; Un.10; 33.