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En la Tierra Media
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En la Tierra Media: crónicas de la batalla en la función directiva

Toni Solano

@tonisolano

Voy a contar una historia muy personal de la función directiva en un centro público de secundaria. Vaya por delante que siempre he tenido en alta estima a los que se han atrevido a formar parte de un equipo directivo y que jamás pensé que me vería formando parte de uno de ellos. Uno imagina la tarea directiva al estilo de las hazañas de Alejandro Magno, si vive en un centro que avanza con dignidad, o de Ragnar Lodbrock si lo hace a trompicones. Sin embargo, en mi caso, no dejo de pensar en héroes de menor calado, pequeños individuos que fueron lanzados casi por accidente a la odisea de un viaje lleno de peligros. Pienso que me parezco a Egidio, el granjero de Ham, que se convirtió en rey porque un gigante le había pisado una vaca. Quizá más conocido es otro personaje del mismo autor, Frodo Bolsón, que debe acudir a Mordor con el anillo de Sauron para salvar la Tierra Media: no me atrevo a ponerle cara o nombre a Sauron, pero un instituto bien podría representar esa Tierra Media, aparentemente pacífica, aunque llena de peligros acechando.

En esta odisea, el Mal es siempre el fracaso escolar. No me gusta que se convierta a las familias o a los “malos alumnos” en el enemigo. Tenemos un villano que derrotar y ese es el fracaso, representado por un alto número de jóvenes que no obtienen el título de la ESO. Podría decir que hay otro fracaso solapado, el de los que obtienen el título sin alcanzar realmente las competencias básicas, bien por bajar el listón o bien por una evaluación deficiente. En esa lucha contra el fracaso deberían configurarse todas las estrategias de choque de los proyectos de dirección, porque creo que es un mal que alcanza ya a casi todos los centros educativos en proporciones desmesuradas; basta mirar el índice de repetidores, una medida que la ley considera “extraordinaria” y que se ha convertido en algo demasiado habitual. Como suele ocurrir, el villano tiene muchas caras y numerosos ayudantes. Ya sé que cuando hablamos de fracaso escolar pensamos en lo académico, en esas repeticiones de curso, en la incapacidad de alcanzar la nota suficiente para promocionar y titular, pero también resulta un fracaso escolar que existan problemas de convivencia sin resolver: acoso, burlas, amenazas… También es fracaso escolar que no se atienda la diversidad o que se fomente la segregación. También es fracaso escolar que los centros educativos permanezcan ajenos a los cambios sociales o a la interacción fluida con el entorno. En cuanto a sus secuaces, igual que orcos y trolls, tenemos un ejército poderoso en contra: ratios elevadas, currículos desproporcionados, etapas poco flexibles, escasez de recursos, recortes en la inversión, leyes cambiantes, desánimo de alumnado y docentes, políticos incapaces… El fracaso se retroalimenta con ese ejército zombi que va contagiando a cada uno de los actores del sistema educativo.

En esa Tierra Media (sí, media, como antes decían algunos eso de “enseñanzas medias” con cierto desdén o soberbia) vivimos muchos pequeños héroes que lo somos sin saberlo. Puedo afirmar que llevar día a día con dignidad la tarea de educar en estos tiempos ya es de por sí un acto heroico, un acto que miles de docentes llevan a cabo sin redobles ni cornetas. En ese colectivo no tiene mucho mérito atribuirse la condición de líder, porque lo único que tiene sentido allí es el esfuerzo compartido, la lucha codo con codo. Así me siento en esta tarea directiva, un héroe más o menos visible, al que los azares han ido colocando en primera fila de una tropa ilusionada que trata de vencer los obstáculos que el fracaso siembra en nuestro camino.

¿Y cómo va esa aventura? En 2016 presentamos un proyecto de dirección para el IES Bovalar. La idea era trazar un mapa para guiarnos en ese territorio hostil del fracaso y abandono escolar. Ese mapa tocaba cinco puntos fundamentales:

1. Centrar recursos humanos y materiales en la lucha contra el elevado fracaso escolar, especialmente, en los primeros cursos de la ESO.

2. Abrir canales de comunicación eficaces con la comunidad educativa, especialmente con las familias.

3. Promover un Plan de Convivencia centrado en el alumnado, incidiendo en la mediación y tutoría entre iguales.

4. Organizar los espacios y los horarios escolares hacia un mejor aprovechamiento del aprendizaje.

5. Crear grupos de trabajo interdisciplinares para la innovación y mejora educativa.

Como podéis comprobar, en términos bélicos, estamos hablando de atacar al enemigo, anulando a sus secuaces, reforzando nuestro propio ejército y dotándolo de tácticas y estrategias eficaces para esa batalla feroz. Echamos a andar con esa hoja de ruta y fuimos sorteando los primeros peligros con mayor o menor soltura. El avance en esta tierra media poliédrica es difícil, con un clima cambiante, unos caminos confusos y un horizonte inabarcable. A veces cuesta mover a las tropas y, otras veces, somos los de vanguardia quienes titubeamos. Como en muchos aspectos de la vida, cualquier acción o movimiento parece obedecer a los usos y costumbres, a caminos trazados de los que es difícil salir. La Escuela (y la Administración en general) sigue siendo un animal grande y torpe que hay que conducir con cuidado y paciencia, un ejército que recuerda el paso de Aníbal y sus elefantes por los Alpes (o a los salvajes y sus gigantes más allá del Muro). Por ejemplo, el discurso de la autonomía de centros se ve lastrado por una hiperregulación que va dejando caer decretos, órdenes e instrucciones día a día, en una sucesión de normativas legales difíciles de cumplir al pie de la letra, bien porque se aprueban de manera apresurada cuando ya hay establecido un orden distinto, bien porque no se ajustan a las posibilidades espaciotemporales de la vida real. A veces, incluso, son buenas ideas que, convertidas en leyes, se vuelven abstrusas y perversas.

Aun así, vencimos al monstruo de la creación del banco de libros, a la bestia de la confección de los horarios, a los traviesos duendes de la plataforma de gestión docente, pequeños obstáculos que parecen diseñados exclusivamente para medir la paciencia de los funcionarios.

A menudo, en el fragor del combate intuyes que lo urgente desplaza a lo importante, que esos trámites que hay que ir rellenando y solucionando casi al minuto no  dejan tiempo para luchar contra el Mal. Lo urgente se impone a veces como una espada de Damocles, dejando esa sensación de trabajar en vacío y con la conciencia de estar cometiendo graves errores por acción u omisión, cuando el principal error sería dejar de lado lo importante, lo que puede salvar a nuestros alumnos del fracaso escolar, lo que puede mejorar la convivencia, lo que nos puede unir a las familias. Y entre pequeñas escaramuzas para librarte del follaje burocrático sabes que acechan la Hidra de la Reválida, las Harpías de la Segregación o el Basilisco de los Estándares.

A pesar de ello, hemos podido avanzar paso a paso hacia el horizonte que nos habíamos fijado como meta. Por ejemplo, pusimos en marcha el proyecto "Centro sin deberes", al que se ha sumado un tercio del claustro. Pensamos que combinar la reducción de deberes con el banco de libros y el desarrollo de proyectos puede constituir un interesante motor de cambio metodológico. Precisamente en el desarrollo del ABP, la mayor parte de los docentes que han comenzado a introducir los proyectos en el aula se sienten satisfechos, tanto en los resultados académicos como en el ambiente de clase. En este sentido, el plan de formación de centro ha permitido que los docentes comiencen una formación específica en ABP, con sesiones de intercambio en las que los propios compañeros de tropa nos explicaron sus experiencias de aula y mostraron el trabajo de sus alumnos. Toda esta tarea, formalizada en "Bovalar projecta" está teniendo continuidad a través de la semana de los proyectos, una iniciativa respaldada por el ayuntamiento como “ciudad educadora”.

Para no confiar únicamente en el valor de nuestros soldados docentes, hemos promovido la participación del alumnado en la planificación de actividades, especialmente a través de las reuniones de delegados, pero también incluyendo su voz y sus trabajos en las jornadas culturales que celebramos en abril, unas jornadas en las que pueden mostrar sus tareas de clase y ejercer de dinamizadores ante el resto de compañeros y profesores. Esto nos permite, además, ir formando una base de datos de alumnos con inquietudes que nos puedan ayudar en tareas organizativas o a los que podamos ayudar en el desarrollo de altas capacidades.

En la logística, hemos reducido al mínimo la documentación en papel impreso, tras renovar toda la documentación interna del centro. El uso de las TIC para la comunicación externa e interna nos ha facilitado la operatividad. Siguiendo con las TIC, hemos actualizado la página web y la imagen corporativa del instituto. También hemos iniciado el proceso para la implantación de Google classroom (o Google Suite). Con la renovación de ordenadores, todas las aulas tienen ya recursos informáticos para una clase normal. Para la difusión de actividades, hemos dinamizado las redes sociales: blog de la revista Riu Sec y su Facebook, así como el canal de Twitter del centro.

Como decíamos al principio, contar con las familias es también uno de los puntos prioritarios de esta hoja de ruta, y a ello hemos dedicado muchas horas. Junto a nosotros viaja el AMPA y un renovado Consejo Escolar que tratamos sea más participativo: colaboración con el banco de libros de lectura, gestión de las taquillas, etc.

En el periplo nos hemos vinculado a diversos colectivos y organismos cercanos. Con la Universitat Jaume I hemos colaborado a través del Máster de Secundaria, no solo como centro de prácticas, sino como modelo de la asignatura de simulación de instituto, en la que todos los alumnos del máster toman como modelo real nuestro centro para dar respuesta a supuestos prácticos: Plan de Convivencia, Atención a la Diversidad... También son frecuentes las colaboraciones con el CEFIRE y con la Escuela Oficial de Idiomas, destacando especialmente sus jornadas de difusión sobre las lenguas árabe, china y rumana. Y como un ejército constructivo no puede comportarse como un grupo de mercenarios, hemos estado en contacto directo con otros agentes sociales para tratar de resolver algunos problemas, estableciendo relaciones con las asociaciones de vecinos, con la fundación Punjab, con el Secretariado Gitano, con las concejalías de Educación, Cultura y Bienestar social, etc.

En esta lucha contra Sauron, nos queda mucho por hacer, lo sabemos. Es necesario revisar el Reglamento de Régimen Interno, introducir el trabajo por ámbitos en 1º de ESO, mejorar la coordinación docente... El día a día en el campo de batalla sigue devorando horas en asuntos menores, muchos ellos burocráticos y otros de gestión de la convivencia, pero vernos un poco más cerca de nuestro horizonte nos hace sentir optimistas. A veces, alguien pregunta si vale la pena, si no es un precio muy alto caminar en la primera línea de batalla; para mí no hay ahora mismo diferencia entre ocupar el cargo de director y la tarea de aula: en ambos casos pienso que estoy en la trinchera educativa y que no he perdido el contacto diario con el alumnado, ese contacto que te hace vibrar en la batalla docente. A pesar de los peligros, las heridas y los caminos sin salida, el balance de dos años en la dirección es muy positivo. En ocasiones, echo de menos mi silla junto a la chimenea en la plácida comarca, pero lo normal es que me proporcione mucha más satisfacción haberme lanzado a la aventura tan bien acompañado. Librar esta Tierra Media del fracaso escolar puede ser motivo suficiente para sentirse orgulloso de ser docente… y director.