Atardece la palabra

La palabra

atardece

cae

               

la palabra

con todas sus letras

y la historia dentro de cada una

 

a veces

cae

 

como cae la tarde

                d e s p a c i t o

cuando se la mira desde la arena

o como se siente el beso

último

que libera

todos los besos que fuimos

que seremos

en un sólo beso

cuando se sabe

que es éste:

                el último.

 

Atardece en la palabra

y una

                -quien la nombra-

se vuelve un poco tarde

un poco noche.

 

Todas las letras

                entonces

son brazos         ramas                   espinas

 

en la oscuridad

                danzan los significados

 

atardece

                a veces

                               la palabra

 

y entonces

 

                la poesía

                               :es

                                              ::silencio.


Abre los ojos

        tócame

mete la mano                

aquí

entre la carne.

Aquí está mi silencio

mis no miradas

mi no tacto.

        Aquí:

aquí está el hueco

        que soy

sentada en medio de tu muerte.


El cuarto de Clara

En casa se cerró una puerta.

Dentro no está la sonrisa

ni la voz

ni el silencio. 

Dentro están los muebles, y dentro

la ropa. Dentro está el clóset y en el

las camisas y los vestidos. Dentro están 

los cajones y en ellos los collares,

la pulsera regalo del día de las madres, los aretes

que se usaron en las bodas, las cajitas

que guardan las cartas del abuelo; los lentes

comprados en Londres, el sombrero

con el que se resguardó del sol en Indonesia, 

una tarde, en que le tomaron una foto fechada: 1975. 

Otra caja, más pequeña, y dentro una servilleta

firmada en París. Pedazo de papel

que espera en el silencio del cuarto

con la puerta del clóset cerrada

con la puerta del cuarto cerrada.

Dentro está la cama y un edredón

que se extendió para cubrir la falta de sábanas; 

porque no se tiende una cama con sábanas 

     limpias, perfumadas, planchadas, 

si no se espera que alguien vuelva a dormir ahí. 

Dentro están los muebles, un montón de fotografías

acumuladas y acumulándose

con los mismos rostros

repetidos y sonrientes,

con cara de presúmeme, Abuela

en hileras caóticas sobre los tocadores, esperando

ser vistas

por quien se decida a cruzar

la puerta

del cuarto

que no guarda silencio

que no guarda voz

que no existe

porque los cuartos dejan de existir cuando nadie los habita

cuando las familias cierran las puertas

cuando las casas se recortan de todos los modos posibles

-menos del físico- 

y sus habitantes pasan por donde hubo antes una puerta

y no se detienen, ni apuran el paso

porque han aprendido a andar en la normalidad de los pies

a los que se les instruye ignorar las rutas

     ya marcadas

en la memoria de la cotidianidad. 

Dentro, pues, no está la mirada

de quien se asoma

     esperando

la visita de la hora de la cena;

ni de quien entorna los ojos para invitarnos a volver

otra tarde

ni la mirada que busca la hora en que los demás despiertan. 

Dentro no suena la televisión repitiendo el telediario

y la desgracia de los catalanes que van a votar

mientras Rajoy busca en las leyes una razón. 

Dentro no se escucha la musiquita de la serie

en que los niños se han hecho adultos y los adultos

buscan la manera de enfrentar los últimos días del fascismo

siempre sin saber que son los últimos

Detrás de la puerta no hay un sueño

que estemos cuidando al dar la medianoche.

El paquete de valium en el cajón del buró 

junto al rosario

y encima los libros pendientes, marcados con separadores

para no perder

el hilo de la historia, o las páginas marcadas

por la esquina, para recordar

aquello que decía más de quien lo leyó que de quien lo escribió. 

En casa se cerró una puerta, sin seguro ni trancas, 

y dentro dejamos las cosas que fueron

como si al salvar el espacio

de los ruidos nuestros, 

nos salváramos también nosotros 

del silencio que somos 

                los de afuera

sin atrevernos a entrar. 

Soy la niña que fui.

Soy los ojos en que habitó mi nombre.

        

Vueltas de ida y más

        sobre las bocas que me nombraron.

Antes de ser la que era,

había tardes de poesía no leída

acumulándose tras el ombligo

explotando en carcajadas.

                Fui:

ajena como las flores sobre la mesa

en que se inventó un recuerdo

- de la casa

de una familia-

que nunca fue, sino en la tumba.



Mi cuerpo: la cicatriz de la muerte

que envuelve cada hora del día.

Moverse apenas, más allá

de los nervios encerrados

con un temblor imperceptible

hasta donde la vida es la carne.

La piel que cede con la lluvia,

el montón de dolores que hemos sido.

Mi cuerpo: una hoja en la acera

que nadie se atrevió a pisar.

        Mi cuerpo:

        memoria de las caídas.


Mercedes Alvarado. (México D.F., 1984)

Autora de los poemarios Cuerpos Ajenos (Fundación Factor 22, 2006), Apuntes de algún tiempo (Verso Destierro, 2013). Parte de su trabajo se ha publicado en revistas y periódicos en México, España, Portugal y Noruega. También ha participado en festivales, ferias, lecturas en cafés, museos, escuelas, casas de cultura y bibliotecas en México y Noruega.

Productora del proyecto Y hasta la muerte amar (2017), que se compone de un poemario alrededor del Día de Muertos, en el que cada texto es presentado en formato de postal, ilustrado por un artista visual (6 ilustradores participantes en el proyecto), así como un cortometraje animado del poema ‘Pásele, pásele’, mismo que está disponible en redes sociales y que se proyectó en diversas ciudades y festivales en México, Chile y Noruega.

Su trabajo poético ha formado parte de diversos espectáculos escénicos desde 2008, entre los que destacan la serie de poesía en voz alta en torno a la tradición de Día de Muertos en Oslo presentada en diversas ciudades de Noruega entre 2015 y 2017, el espectáculo Que te vaya bonito que combina canción tradicional mexicana con textos de su autoría (Noruega, 2017), y el espectáculo Carpe Diem, work in progress de danza flamenco-contemporáneo lidereado por la bailarina Bellalí (Bali, Estocolmo y Kristiansand, 2018).

Desde marzo 2018 produce y conduce Punto de Convergencia, conversaciones con Mercedes Alvarado, y colabora quincenalmente en la revista Blanco Móvil, con la columna Desde la hamaca.