Taninos en la poesía de Chile

Selección y coordinación: María Luisa Martínez

Jorge Teillier

Thomas Harris

Andrés Sabella

Ramón Riquelme

Teófilo Cid

Juvencio Valle

Hernán Miranda

Gonzalo Millán

Pablo Neruda

“Pequeña confesión”, incluido en Para un pueblo fantasma de Jorge Teillier (1978)

Foto en blanco y negro de un hombre serio

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Si, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.

Me amaron las doncellas y preferí a las putas.

Tal vez nunca debiera haber dejado

El país de techos de zinc y cercos de madera.

En medio del camino de la vida

Vago por las afueras del pueblo

Y ni siquiera aquí se oyen las carretas

Cuya música he amado desde niño.

Desperté con ganas de hacer un testamento

-ese deseo que le viene a todo el mundo-

pero preferí mirar una pistola

la única amiga que no nos abandona.

Todo lo que se diga de mí es verdadero

Y la verdad es que no me importa mucho.

Me importa soñar con caminos de barro

Y gastar mis codos en todos los mesones.

"Es mejor morir de vino que de tedio"

Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.

Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano

Cuando se gastan los codos en los mesones.

Tal vez nunca debí salir del pueblo

Donde cualquiera puede ser mi amigo.

Donde crecen mis iniciales grabadas

En el árbol de la tumba de mi hermana.

El aire de la mañana es siempre nuevo

Y lo saludo como un viejo conocido,

Pero aunque sea un boxeador golpeado

Voy a dar mis últimas peleas.

Y con el orgullo de siempre

Digo que las amadas pueden ir de mano en mano

Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron

Y yo gasto mis codos en todos los mesones.

Como de costumbre volveré a la ciudad

Escuchando un perdido rechinar de carretas

Y soñaré techos de zinc y cercos de madera

Mientras gasto mis codos en todos los mesones.

 

“Decálogo alcohólico”, incluido en La batalla del ebrio (2014) de Thomas Harris

Imagen que contiene persona, interior, hombre, tabla

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Primer mandamiento alcohólico:

No beberás los miércoles.

Pero beber un miércoles entrada la primavera

acorta la semana

como un talud en la cotidianidad salvaje de los trabajos y los

días.

Aparecen percebes en el infinito

del horizonte bañado por una luna amarilla

agazapada en el fondo del vaso.

Medio lleno.

Medio vacío.

Depende del calor estival y los conjurados del bar.

No beberás los miércoles.

Mañana tienes clases.

Una reunión impostergable.

Siete obligaciones administrativas.

Y sí, por lo mismo

siete cervezas, siete vodkas, siete lunas

meciéndote los cabellos entre los edificios

camino a casa.

Cojeando, trastabillando.

No beberás los miércoles.

Asi como No matarás,

No mentirás,

No robarás,

No desearás la Ninfa imposible en el Metro,

regreso a casa,

después de beber los miércoles.

Dies Mercurii: Día de Mercurio.

Día del Dios alado.

Día que corta la semana como un talud golpeado

por una ola atolondrada de alcohol.

No matarás.

No mentirás.

No robarás.

No desearás a la Ninfa imposible en el Metro.

No llorarás.

No escribirás este poema.

No tendrás malos pensamientos.

No, no, sobre todo, no

beberás los miércoles,

el día del Dios alado.

No amarás.

No llorarás.

No soñarás.

No mirarás la Luna asomada entre los edificios

y la cordillera nevada.

No escucharás la Quinta sinfonía.

No verás Criminal Minds en la TV.

No escribirás este poema.

No, sobre todo, todo

no beberás

los miércoles.

Porque ya no te quedan días administrativos

con goce de sueldo para terminar medio borracho

este poema como el alcohol manda

cuando la madrugada amenaza mañana.

¿Y mañana y mañana y mañana?

Mañana será jueves,

día de Júpiter.

 

Y el viernes sí se pueden beber 7 vodkas

7 cervezas

7 copas de vino rojo,

sin culpa ni miedo al dragón

del día laboral.

“La mona de Noé”, incluido en Altacopa (1970) de Andrés Sabella

Imagen en blanco y negro de un hombre con lentes y boca abierta

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Estaba Noé desnudo
junto a un chuico vacío; sentíase macanudo,
¡potro y toro de ancho brío!

Los hijos desesperados

mojaban su vieja frente.

Echaba El Malo sus dados,

riéndole un solo diente.

La primera borrachera
había roto los cielos.
Los ángeles en hilera asomaban sus desvelos.

Noé besaba los “cachosi”

donde el vino se dormía.

Hipaban tres viejos “lachos”.

Un “sanguche” se aburría.

Las arpas y las guitarras

conversaban a destajo,

mientras la luna en las jarras

perdía paso y refajo.

Alguna “china” en camisa

mostraba lo que mostraba.

La noche, muerta de risa,
de charco en charco, saltaba.

¡Ay, damas y damajuanas,

don y dones de esta “turca”!

A Noé salieron canas

con vaivenes de mazurca.

-¡Viva esta agüita morada!-

Era un ¡Viva! del patriarca.

La historia no cuenta nada

ni del precio ni la marca.

Los “cufifos” y “bolseros”

pedían cueca y “pequenes”,

¡aún los carabineros

no fundaban sus retenes!
Un compadre “a medio filo”
quiso comerse un ajiaco
en casa del Patas d'Hilo
donde puntea Ciriaco.
-¿Dónde estoy...? ¡Por la chupalla!-

Noé temblaba en azoro.
-¡Plántele a Dios una falla...!-
le aconsejó un “roto choro”.
Y en consuelo de patriota:
-Tome no más, no vacile;
páguese, luego, otra “bota”,
¡que estamos farreando en Chile!

“El olor del vino”, incluido en Los castigos (1984) de Ramón Riquelme

Imagen en blanco y negro de una persona sentada en el suelo

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El olor impregna todos los cuerpos

Como un ácido nacido de la cabeza de un pez

Muerto ayer tarde.

Todas las sombras

Me recuerdan ese sitio de la calle Condell

Donde llorabas

Por no haber alcanzado

El sexo de esa rosa blanca

Hoy naturalmente envejecido.

“El bar de los pobres”, incluido en Nostálgicas mansiones (1962) de Teófilo Cid

Foto en blanco y negro de un hombre con un traje de color negro

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Hoy he ido a comer donde comen los pobres, 
Donde el putrido hastío los umbrales inunda 
Y en los muros dibuja caracteres etruscos, 
Pues nada une tanto como el frío, 
Ni la palabra amor, surgida de los ojos, 
Como la flor del eco en la cópula perfecta. 

Los pobres se aproximan en silencio. 
Monedas son sus sueños 
Hasta que el propio sol airado los dispersa 
Para sembrarlos sobre el hondo pavimento. 
En tanto, cada uno es para el otro 
Claro indicio, fervor de siembra constelada. 

Y en la pesada niebla de los hábitos 
Que en ráfagas a veces se convierten 
De una muda erupcion 
De alcohólica armonía, 
Yo siento que el destino nos aplasta, 
Como contra una piedra prehistórica. 

Pues somos los que pasan 
Cuando los más abren los ojos claros 
Al amplio firmamento 
Que adunan los crepusculos antiguos. 
El mundo es sólo el sol para nosotros, 
Un sol que ha comenzado por besar las terrazas 
De los barrios abstractos. 

Masticamos sus migajas, 
Sintiendo que un espasmo egoista nos mantiene, 
Pues somos individuos, por más que a ciencia cierta 
El nombre individual es sólo un signo etrusco. 

En los que aquí mastican su pan de desventura 
Un viejo gladiador vencido existe 
Que puede aún llorar la lejanía, 
Los menús elegir de la tristeza 
Y darse a la ilusión de que, con todo, 
Es un sobreviviente de la locura atómica. 

Sentados en podridos taburetes 
Ellos gastan los ultimos billetes 
Vertidos por la Casa de Moneda. 

Los billetes son diáfanos, decimos, 
Carne de nuestra carne, 
Espuma de la sangre. 

Con billetes el mundo 
Congrega sus rincones 
Y parece mostrar una estrella accesible 
Sin ellos, el paisaje es sólo el sol 
Y cada cual resbala sobre su propia sombra. 

Pero la Casa de Moneda piensa por todos 
Y los billetes, ¡Oh encanto del bar miserable! 
Nos suministra sueños congelados, 
Menús soñados el dia desnudo de fama 
Al levantar los vasos se produce el granito 
Del brindis que nos une en un pozo invisible. 

Alguien nos dice que el sol ha salido 
Y que en el barrio alto 
La luz es servidora de los ricos 
¡La misma luz que fue manantial de semejanza! 

Hoy he ido a comer donde comen los pobres 
Y he sentido que la sombra es común 
Que el dolor semejante es un lenguaje 
Por encima del sol y de las Madres.

“Una guirnalda para el vino”, incluido en Del monte en la ladera (1960) de Juvencio Valle

Imagen en blanco y negro de una pareja

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Vino celeste
(ese traje te invento, dulce viejo,
porque quiero vestirte como al cielo);
la nariz echo al viento
y hundo ojos y manos en la tierra
para salir cuanto antes a tu encuentro.
Deseo hallar el hilo
de tu oculta dulzura,
regocijarme dentro de ese vaso.

Te entregas como un pozo
sumiso por entero a copa y boca,
cual animal caído
todo envuelto en espumas;
sigiloso y engañoso eres,
pero enseguida zumbas,
bailas puertas adentro,
abres oscuros túneles,
elevas, suspendes, arrebatas,
socavas mi pequeña pertenencia de tierra,
te quedas con mi sueño
y para ir por el filo de la noche
tiendes rojos andariveles.
 
Dormido como un dios en las bodegas,
de pie en las botellas,
o despierto en el vaso
tú eres siempre el mismo;
con una mano mágica me sientas
y con la otra me obligas;
tienes lenguas secretas,
tu cicuta me invade como un humo
y entre alfileres rojos y quemantes
hay un áspero gusto a tierra.
 
Me colgara en tus barbas desbordadas
como una ebria abeja,
me durmiera debajo de tu capa,
buscara sollozando tu regazo
como quien busca un nido;
me quedara por siempre en tus altares
cantando silbo en boca
tus victoriosos humos.

Tallo y corola inclino hacia tu frente,
enfermo llego y quiero que me ampares
con tu infalible gracia;
como a un dios torrencial te reverencio
y siento que me tocas
y me sacudes todo.
En mí te adentras de raíz y asalto
entreabriendo intrincados corredores,
levantando brumosos cortinajes
y mostrándome con el dedo
todo el revés del hombre.
 
Me dicen, sentenciosa y sabiamente,
no vayas con el vino;
ése es un despeinado vagabundo,
irresponsable, ciego, irresoluto,
ese es un loco de camisa rayada,
un pobre músico de la calle.
Si vas con él del brazo
perderás tu ramillete de azahares,
dirán que eres alegre
y que cantas y vives como un pájaro.
 
Yo quiero ser un pájaro.
Es por eso que te busco con ahínco,
me voy con los amigos a tu encuentro,
te saludo de pie y bato palmas,
canto erguido en las mesas
y si en mis bolsillos llevo flores o madrigales
todo lo echo en el vaso.
 
Te bebo a largos sorbos
cual un monstruo nocturno,
con miedo de morirme,
temerosos tal vez de que te esfumes,
de no hallarte presente en las esquinas;
a dos manos sostengo la alta copa,
la vacío a lentos sorbos,
degustándola con la nariz abierta
cual si estuviera de pie en un desierto.
 
Cuando pongo mi boca junto al vaso,
todo el vaso retumba en su contorno
como un cuerno marino;
rebullen hacia los bordes las espumas
y del remoto fondo
asciende un huracán morado
tu diluido corazón en chispas;
en mis dientes se rompe tu marea
de mojadas violetas.
 

Pero como una bruja mientes,
vino encendido,
nos ofreces eternos tricolores
debajo de las parras;
estás lleno de novelerías,
del más leve suceso
tejes una imposible historia;
nos haces entrar de golpe en tus recintos
de mentidos laureles.
 
Me acerco a ti de noche,
encapuchado, lírico, resuelto,
rozando las murallas,
tocando con el alma las estrellas
y entretocando pífanos por dentro,
y al encontrarte en casa
es como si el sol cayera
hecho uva en mi garganta,
como si en pleno pecho me colgaran
un arpa de oro.

“Bar del fin del mundo”, incluido en Morado (2011) de Hernán Miranda

Imagen en blanco y negro de un hombre con lentes y barba

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Bar abierto, mar abierto

adelante, adentro, hijos de la Patria

sin protocolos y a la acción

que aquí cada uno porta su propia copa

y expone sin temores su gaznate

La obligación es dejar que el océano se agite

y los sueños se acerquen a la orilla

y cuando haya que vomitar que vomiten

y cuando de desaguar se trate

a mear en hilera contra la pared

sea la consigna

A la madrugada todos los parroquianos

tienen cara de perro muerto

-No problem

las cuentas impagas se cancelan directamente

en el Departamento de Cobranzas del Infierno.

“El vino”, incluido en Claro/oscuro (2002) de Gonzalo Millán

Imagen en blanco y negro de un hombre con la boca abierta

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La oferta es invariable. No importa

cuánto demores tu decisión.

No importa que ahora la rechaces,

la mano sucia estará siempre tendida,

la oferta del vino siempre se mantiene.

Sé y no sé lo que me ofrece el fondo

del morado vértigo. La prudencia

tiembla ante la elipse de sangre violácea.

Entre los dedos cortos y descuidados

rueda la ampolla de cristal del alto tallo.

Hay más vino en una redoma panzona

casi llena esperando junto a la frutera.

Fragmento de “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile” (1949) de Pablo de Rokha

Hermoso como vacuno joven es el canto de las ranas guisadas entre perdices,
la alta manta doñiguana es más preciosa que la pierna de la señora más
..... preciosa, lo más precioso que existe, para embarcarse en un curanto bien servido,
el camarón del Huasco es rico, chorreando vino y sentimiento, como el choro de miel que se cosecha entre mujeres, entre cochayuyos de 
..... oceánica, entre laureles y vihuelas de Talcahuano por el jugo
..... de limón otoñal de los siglos,
o como la olorosa empanada colchagüina, que agranda de caldo la
..... garganta y clama, de horno, floreciendo los rodeos flor de durazno.


Y, ¿qué me dicen ustedes de un costillar de chancho con ajo, picantísimo,
..... asado en asador de maqui, en junio, a las riberas del peumo
..... o la patagua o el boldo que resumen la atmósfera dramática
..... del atardecer lluvioso de Quirihue o de Cauquenes,
o de la guañaca en caldo de ganso, completamente talquino o 
..... licantenino de parentela?,
no, la codorniz asada a la parrilla se come lo mismo que se oye "el
..... Martirio", en las laderas aconcagüinas, y la lisa frita en el
..... Maule, en el que el pejerrey salta a la paila sagrada de gozo,
..... completamente rico del río, enriquecido en la lancha
..... maulina, mientras las niñas Carreño, como sufriendo, le 
,,,,, hacen empeño a "lo humano" y a "lo divino", en la de gran
..... antigüedad familiar vihuela.

Los pavos grandazos que huelen a verano y son otoños de nogal o de
..... castaño casi humano, los como en todo el país, y en Santiago los beso,
como a las tinajas en donde suspira la chicha como la niña más linda de 
..... Curicó levantándose los vestidos debajo del manzano
..... parroquial, de la misma manera
que a la ramada con quincha de chilcas en donde tomamos en cacho
..... labrado el aguardiente de substancia, o el colchón de amor,
..... en el cual navegamos y nos enfrentamos sollozando
..... a los océanos tremendos de la noche, a cuya negrura horriblemente
..... tenaz converge el copihue de sangre,
o la lágrima que nos llevamos a la boca cuando estamos alegremente cantando.


El vino de Pocoa es enorme y oscuro en el atardecer de la República
..... y cuando está del corazón adentro el recuerdo
y la apología de lo heroico cantan en la rodaja de las espuelas como el
lomo del animal, nadando en la tonada fundamental de los remansos o 
..... contra la gritería roja de la espuma.


La chichita bien madura brama en las bodegas como una gran vaca sagrada,
y San Javier de Linares ya estará dorado, como un asado a la parrilla,
..... en los caminos ensangrentados de abril, la guitarra del otoño llorará como 
..... una mujer viuda de un soldado,
y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos
..... y quisimos hacer, como un loco

asomado a la noria vacía de la aldea,
mirando, con desesperado volumen, los caballos de la juventud en la 
..... ancha ráfaga del crepúsculo,
que se derrumba como un recuerdo en un abismo.


Relumbra la montura en Curicó, del mar a la montaña, resonando como
..... una gran carreta de trigo, resonando
como el corredor de vacas o el trillador o el que persigue a una ternera,
,,,,, borneando la lazada
encima de la carcajada, chorreada de sol de la faena, en la cual la bosta
..... aroma como un dios los estercoleros domésticos, con huevos
..... inmensos de viuda.


Una poderosa casa de adobe con patio cuadrado, con naranjos, con corredor
..... oloroso a edad remota,
y en donde la destiladera, canta, gota a gota, el sentido de la eternidad
..... en el agua, rememorando los antepasados con su trémulo
..... péndulo de cementerio,
existe, lo mismo en Pencahue que en Villa Alegre o Parral, o Caleu o Putú,
aunque es la aldea grande de Vichuquén la que se enorgullece, como de 
..... la batea o la callana, del solar español, cordillerano, de toda
..... la costa, y son las casas-tonadas
del colchagüino y el curicano, quienes la expresan en lengua tan 
..... inmensa, comiendo arrollado chileno.


Porque, si es preciso el hartarse con longaniza chillaneja antes de 
..... morirse, en día lluvioso, acariciada con vino áspero, de 
..... Auquinco o Coihueco, en arpa, guitarra y acordeón bañandose,
..... dando terribles saltos a carcajadas, saboreando el bramante pebre cuchareado

..... y la papa parada
también lo es paladear la prieta tuncana en agosto, cuando los chanchos
..... parecen obispos, y los obispos parecen chanchos o hipopótamos,
..... y bajar la comida con unos traguitos de guindado,
sí... en Gualleco las pancutras se parecen a las señoritas del lugar: son
..... acinturadas y tienen los ojos dormidos, pues, cosquillosas y 
..... regalonas, quitan la carita para dejarse besar en la boca, interminablemente.


Y la empanadita fritita, picantoncita y la sopapaipilla, que en tocino ardiente
..... gimieron, se bendicen entre trago y trago, al pie de los pellines 
..... del Bio-Bio, en los que se enrolla el trueno con anchos látigos,
pero nunca la iguala a la paloma torcaz, sabroseada en los rastrojos de julio, 
..... en la humedad incondicional de tal época, entre fogatas y tortillas,
..... tomando en la bota de cazador esos enormes vinos que huelen a pólvora
..... y a amistad o al zorzal tamaño del viñedo, que es el puñal agrario del lamento,
cazado entre los pámpanos santos, como un ladrón del vecindario campesino
..... y al cual se cuece en mostos blancos,
ni al causeo de patitas, que debe comerse en Codegua, no después de beber
..... bastante chacolí con naranjas amargas, sino tomando vino de Linderos.

Cuando el jamón está maduro en sal, a la soledad fluvial de Valdivia,
..... y está dorado y precioso como un potro percherón o una 
..... hermosa teta de monja que parece novia,
comienza el poema de la saturación espiritual del humo y así como
..... la olorosa aceituna de Aconcagua, con la cual sólo es posible saborear
..... los patos borrachos con apio y bien cebados y regados con cien botellas,
..... la olorosa aceituna de Aconcagua se macera en salmuera de las salinas
..... de Iloca, únicamente, la carne sabrosa de los bucaneros y la piratería se
..... ahuma con humo, pero con humo de ulmo en la Frontera y surgen pichangas

..... guantadas o mate de sables antiguos.

y el picante de guatitas a la talquina está rugiendo.


En Tutuquén se condimenta un valdiviano tan quemante, que arrastra el trago
..... muy largo y al cual, como a los porotos fiambres, se le aliña con limón y brotes de

..... cebolla de invierno,

todo lo cual, encima del mantel, florece, con tortillas de rescoldo, y también las papas

..... asadas y la castaña, como en Concepción,
..... cuando se produce sopa de choros, o en Santiago chunchules
..... o cocimiento del Matadero, a plena jornada invernal, o en Valparaíso choros, 
..... absolutamente choros, choros crudos o asados en brasa y de peumo.


Sin embargo, no comamos la ostra en ese ambiente, en el que relumbran y descuellan
..... los congrios-caldillos o flamea la bandera de un pipeño incomparable,
..... comámosla en el gran restaurante metropolitano, con generoso y 
..... navegado ámbar viejo de las cepas abuelas del Maipo, comámosla tronando y
..... brindando en el corazón de la lluvia, como si fuéramos a ser fusilados o 
..... ahorcados al amanecer en las trincheras.

“Estatuto del vino”, incluido en Residencia en la tierra (1963) de Pablo Neruda

Imagen en blanco y negro de un hombre con barba y bigote

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Cuando a regiones, cuando a sacrificios
manchas moradas como lluvias caen,
el vino abre las puertas con asombro,
y en el refugio de los meses vuela
su cuerpo de empapadas alas rojas.

Sus pies tocan los muros y las tejas
con humedad de lenguas anegadas,
y sobre el filo del día desnudo
sus abejas en gotas van cayendo.

Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.

Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.

A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo,
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.

Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.

Y hacia túneles acres me encamino
vestido de metales transitorios,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia betunes verdes que palpitan,
hacia herrerías desinteresadas,
hacia sabores de lodo y garganta,
hacia imperecederas mariposas.

Entonces surgen los hombres del vino
vestidos de morados cinturones,
y sombreros de abejas derrotadas,
y traen copas llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con roncas bocinas se saludan
cantando cantos de intención nupcial.

Me gusta el canto ronco de los hombres del vino,
y el ruido de mojadas monedas en la mesa,
y el olor de zapatos y de uvas
y de vómitos verdes:
me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.

Hablo de cosas que existen, Dios me libre
de inventar cosas cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros,
hablo de lentas medias de ramera,
hablo del coro de los hombres del vino
golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.

Estoy en medio de ese canto, en medio
del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.

Recordando noches, navíos, sementeras,
amigos fallecidos, circunstancias,
amargos hospitales y niñas entreabiertas:
recordando un golpe de ola en cierta roca
con un adorno de harina y espuma,
y la vida que hace uno en ciertos países,
en ciertas costas solas,
un sonido de estrellas en las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren que cruza oscuro de ruedas malditas
y muchas cosas tristes de esta especie.

A la humedad del vino, en las mañanas,
en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno
que caen en bodegas sin duda solitarias,
a esa virtud del vino llegan luchas,
y cansados metales y sordas dentaduras,
y hay un tumulto de objeciones rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un látigo caído.

El vino clava sus espinas negras,
y sus erizos lúgubres pasea,
entre puñales, entre medianoches,
entre roncas gargantas arrastradas,
entre cigarros y torcidos pelos,
y como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y manos de cadáver.

Y entonces corre el vino perseguido
y sus tenaces odres se destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros, tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo entre calles usadas
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde se confunden la lluvia y los ausentes.