Breve historia del saber
Van Doren Charles
Como hemos visto, la vida durante los siglos de la alta Edad Media. Fue muy dura para casi todos los europeos, los supervivientes y descendientes del desaparecido Imperio romano. La devastación que habían causado las invasiones bárbaras de los siglos V y VI hacía que se enfrentaran a tres grandes retos.
La lucha por subsistir
El primer desafío era simplemente sobrevivir. Existe un nivel de vida económica por debajo del cual es difícil, quizás imposible, que las comunidades de seres humanos sobrevivan. Durante siglos, la raza humana, al menos en el mundo civilizado, ha vivido muy por encima de ese nivel crítico. Ahora, con su mundo en ruinas, muchas comunidades europeas llegaron peligrosamente cerca de la pobreza más abyecta e incluso del hambre y la muerte. Como consecuencia, grandes áreas se desertizaron y se convirtieron en páramos, hábitat natural de fieros depredadores que habían estado a punto de extinguirse y de forajidos y hombres sin ley, que vivían como las bestias que los rodeaban en los oscuros bosques.
Incluso aquellas comunidades que sobrevivieron, con cifras de población mucho más bajas que antes, lo hicieron con pocas comodidades. Tanto los hombres como las mujeres tenían que trabajar duro sólo para tener algo-Casi nunca bastante- que comer. Las casas eran primitivas, a menudo poco más que cuevas excavadas en las laderas de la colinas. La gente se vestía con ropas hechas en casa que utilizaban año tras año. Pasaban frío en invierno y calor en verano. Cuando anochecía, la única luz venía de sus humeantes hogares.
Un mundo de enemigos
Vivian también rodeados de peligros. Las comunidades eran pequeñas, cerradas y carecían de autoridad central o policía, por lo que constantemente eran víctimas de ataques de piratas y bandas de criminales. Ser atacados por forajidos, la principal enfermedad social de la época, probablemente era la primera causa de mortalidad entre la población medieval.
Para la gente corriente resulta arduo protegerse constantemente de aquellos que están fuera de la ley. La protección, que es el auténtico oficio más antiguo del mundo, siempre ha sido una profesión altamente especializada.
La protección es un trabajo a tiempo completo y las personas que lo ejercen deben ser mantenidas por los protegidos. Si no existe ninguna autoridad central y cunde la falta de respeto por ley. La protección es todavía más cara. Los protectores tienen que tener buenas armas. Los fondos que reciben deben de salir del bolsillo de los protegidos. Por último, se les tiene que pagar lo que pidan, incluso si es más de lo que necesitan, puesto que se les ha concedido el monopolio de la fuerza en la comunidad y no se puede impedir que ellos mismos determinen lo que quieren cobrar.
Durante la Edad Oscura, el precio de la protección fue extraordinariamente alto y consumía hasta las tres cuartas partes de los ingresos de los protegidos. Una de las causas de este elevado costo (comparado con lo que cuestan hoy la protección y la seguridad) radicaba en el hecho de que la protección medieval pronto se institucionalizó en una jerarquía que no aportaba más seguridad a los protegidos pero si aumentaba el número de protectores que se debían mantener.
Los lugareños armados y los soldados estaban en el nivel más bajo de esa jerarquía. Se esperaba que mantuvieran a enemigos y ladrones lejos de los campos y los hogares. Estos hombres también necesitaban protección no sólo como forajidos, sino muy especialmente contra otros soldados locales. La conseguían del siguiente nivel de la jerarquía, acudiendo a un señor que organizaba la seguridad de una región bastante grande.
Al final, dentro de un área geográfica defendible (que podía ser pequeña o muy grande), sólo el rey era verdaderamente autónomo, pues no le debía fidelidad a nadie mientras fuera capaz de mantener satisfechos a los rangos inferiores de protectores y pudiera defender sus fronteras de los ataques de los demás reyes.
Según la tradición existieron también caballeros andantes, que vagaban en busca de personas especiales, como damiselas en apuros, a las que ayudar y socorrer. En su mayor parte, tales figuras no existieron más que en la imaginación de sus creadores.
Se trataba de un sistema caro y poco eficiente para mantener cierto nivel de paz civil. Lo llamamos feudalismo. Pero mientras las personas más inteligentes, creativas y activas de la sociedad medieval no se pudieran dedicar a nada más que la pura y dura supervivencia, fue imposible que surgiera ningún sistema alternativo de organización social.
El problema de Dios
Dios fue el último de los tres grandes desafíos medievales, y el más importante de todos. Los seres humanos siempre se han interesado por Dios y han intentado comprender sus acciones. Pero los griegos y especialmente los romanos, habían mantenido ese interés bajo control. Sólo muy pocas veces, y en rituales señalados, se dejaban poseer por la locura divina.
En los primeros tiempos de la Edad Media, esa locura poseyó a los mejores y más brillantes europeos. Casi se puede decir que se obsesionaron con Dios. Pensaban sobre Dios, estudiaban a Dios, trataban de descubrir su voluntad y obedecerla, e intentaban descubrir los propósitos que Dios tenía para el mundo y ayudarle a que se cumplieran.
Sus vidas giraban en torno a Dios de una manera como nunca antes había sucedido en Occidente. Las matemáticas y la filosofía encabezaban los estudios de los griegos, y la política y el derecho, los de los romanos; la teología se convirtió en la reina de las ciencias. Y lo seguiría siendo durante casi mil años.
Breve historia del saber, Van Doren Charles/ México, Ed. Planeta, 2006, ISBN 970-37-0558-8, págs. 163-165.