Cartas a un amor ausente
Onceava Carta (Respuesta de Sebastián)
Perla León

Mi dulce Paloma:

Cómo quisiera ser yo quien pudiera decirte esto a la cara, poder ver cómo sonríes ante mis torpes palabras, pero no sé que no es posible…

Mi consuelo es que al escribir mis pensamientos no mueran en el abismo de mi mente.

Nuestra  relación fue lenta y lo acepto fue por culpa mía. No podía permitir que te enamoraras de mí como lo había hecho yo de ti. No sería justo, no quería hacerte sufrir.

Fue verte y sentir que la vida tenía sentido. Fuiste la razón de mí existir y por primera vez maldije mi destino. Quería tan desesperadamente ser como cualquier otro hombre, tener la suerte de estar saludable, de brindarte una vida normal y llena de promesas.

Me hiciste querer vivir.

Me hiciste amar la vida y con ello aprendí a amarte. Ese comportamiento inocente e infantil sólo despertó mi curiosidad. Esa mirada pícara que no encajaba con la voz tan dulce me ató a ti de tal manera que ya no podía zafarme con facilidad, pero fue tu boca lo que cerró el contrato de mi esclavitud, un contrato que yo firmé gustoso.

Es más fácil ser romántico en un pedazo de papel que hablando frente a frente.

Tu manera de aceptar la vida me cautivó, tú querías vivir cuando yo sólo tenía que morir.

Morir pronto para ya no enamorarme más, para no salir de tu casa con el miedo constante de no saber si te vería al día siguiente, con temor de que un día me esperaras y yo nunca pudiera llegar.

Sabía que no era justo.

Mi corazón a tu lado estaría bien, estaría vivo, pero el tuyo en mis manos caería conmigo a la tierra.

Me gustaría poder decir que intenté luchar, que traté realmente de alejarme de ti, pero nunca pude.

Me atrajiste como la noche a la luna. Entregarte mi alma fue tan natural como respirar.

Necesito que esto quede muy claro, que jamás lo olvides.

Morir no hará que deje de amarte, si hay una vida después de esta, si voy al cielo con Dios, incluso si esto es el final de todo, mi amor se quedará contigo y el tuyo estará siempre volando libre junto a mí.

Es lo único que puedo llevar conmigo a este viaje eterno y créeme es más que suficiente.

Fuiste la persona que se atravesó en mi destino y la que me hizo creer que no todo giraba en torno a mi enfermedad.

Estar contigo era volver a ser el hombre que un día fui, a quien creí haber perdido en el camino y te lo agradezco infinitamente. Salvaste mi alma del infierno y ayudaste a que encontrara su camino al paraíso, lugar que está junto a ti.

Amarte es la mejor decisión que he tomado en mi vida y si todo ocurriera de nuevo, no cambiaría nada. Me gustaría poder pedirte matrimonio, que mi vida se extendiera tanto como sea posible para compartirla contigo, pero por alguna razón no es así y prefiero quedarme con lo que vivimos que pensar en lo que no pudimos hacer.

Acepto lo que me ha tocado y estoy contento con ello, porque tú estás en la cima de todo.

No te pediré que no estés triste o que no llores mi ausencia, porque si fuera al revés no sé qué haría ni qué sería de mí. Sólo te pido que no te dejes caer, que seas tan fuerte como sé que eres y que disfrutes de la vida.

Permite a tu corazón ser feliz de nuevo y no te niegues al amor, no por mí.

Ten guardado mi recuerdo tanto como quieras o necesites, pero está bien si me olvidas, está bien si dejas a mi alma irse. Fui sólo alguien que pasó por tu vida brevemente y que dejó todo de mí, tienes todo el derecho de tirar al olvido lo que quieras.

Perdóname por no tener el valor suficiente, mi amor.

Disculpa a este pobre hombre que no podía ver el dolor en tu mirada cuando lo supieras.

Maldice mi nombre si es necesario, maneja tu dolor y enojo como mejor quieras y consideres, pero nunca te arrepientas de amarme.

No permitas que esto amargue tu vida, eres joven, hermosa y llena de vitalidad, mereces todo lo bueno del mundo y sé que lo tendrás sólo falta que lo tú lo quieras.

Cuando leí tu carta, me pareció buena idea dejar que pensaras que te había olvidado, que mi amor se había acabado, creí que sería menos doloroso, pero te merecías una respuesta y no podía ser menos que la verdad.

Para cuando leas esto mi vida se habrá acabado, sé que es cruel de mi parte, pero prefiero que tengas en tu mente un recuerdo vivo, no quiero que tus ojos se opaquen ante la presencia de la muerte.

No sabes lo mucho que deseo haber sido el hombre que te mereces…

Hasta siempre.
Tu Sebastián.