“Cartas a un amor ausente”
Novena carta
Perla León
Querido Sebastián:
No me diste oportunidad de despedirme de ti como era debido, me quitaste el derecho de estar a tu lado en los momentos más difíciles y me alejaste tanto que pensé que tu amor se había perdido, aún así, no puedo enojarme contigo, no realmente.
Estoy furiosa con la vida, con Dios, conmigo misma y con el destino… sin embargo ¿de qué me sirve? Nada que haga o deje de hacer te hará volver a mí.
Lo único que tengo son recuerdos empañados con el cristal de la tristeza, voces opacadas por el grito de la soledad y sensaciones… sensaciones que se debilitan ante la presencia de la vida.
Nada más me queda, escribo con la esperanza de no olvidar ningún detalle, de no perder tu esencia en mi memoria.
No estás y eso es lo único seguro…
Siento que desde que te conocí me he estado preparando para todo esto, que fue un ir paso a paso para el verdadero reto, pues todo tiene un fin y aún así me cayó como un balde de agua fría en invierno, rápido, doloroso y sin aviso.
¿Por qué no me dijiste?
Alejarte así, sin más, llevándote todo de mí, dejando sólo el cofre donde mi alma estaba…
No puedo imaginar tu sufrimiento, ni tampoco puedo entender tus decisiones, pero ya nada puedo hacer, no me dejaste opciones, elegiste por mí.
Vaya egoísmo de tu parte.
Y lo pienso, realmente lo pienso mucho, si estuviera en tu lugar… pero no lo estoy, me tocó estar del lado del sufrimiento, del lado donde se quedan a ver lo que pasa sin poder hacer nada, del lado de la impotencia.
Lo que más me duele es no saber si estás bien, si allá es hermoso, si todo lo malo se terminó.
¿Volveré a verte?
Me gusta pensar que algún día nos volveremos a encontrar, cuando los días no se acaben tan rápido y las noches no sean tan solitarias.
Ya todo tiene un matiz diferente, sé que sigue igual, que nada ha cambiado, pero para mí realmente es extraño, estar, sabiendo que tú no.
Antes todo era perfecto, el sonido de las aves acariciaba mis oídos, mis ojos se deleitaban con las vistas, todo porque tú estabas allí, tenerte hacía que todo fuera maravilloso.
Y al irte… todo lo bello se detuvo como esperando tu regreso.
Igual que mi vida.
Nuestros destinos se juntaron, bailaron entrelazándose al compás del amor y se tomaron de las manos para salir del salón de la seguridad, arriesgaron todo, entregando más de lo que era suyo…
Y se despidieron con la esperanza de volverse a encontrar.
Tuya, Paloma.