PLATÓN

El Banquete

BANQUETE

APOLODORO, AMIGO

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APOLODORO. - Me parece que sobre lo que preguntáis estoy preparado. Pues precisamente anteayer subía a la ciu- dad desde mi casa de Falero

-¡Eh!, tú, falerense, Apolodoro, espérame. Yo me detuve y le esperé. Entonces él me dijo: -Apolodoro, justamente hace poco te andaba buscando, porque quiero informarme con detalle de la reunión mantenida por Agatón, Sócrates, Alcibiades y los otros que entonces estuvieron presentes en el banquete, y oír cuáles fueron sus discursos sobre el amor. De hecho, otro que los había oído de Fénix

1

cuando uno de mis conoci- dos, divisándome por detrás, me llamó desde lejos y, bro- meando

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a a la vez que me llamaba, dijo:

b

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, el hijo de Filipo, me los contó y afirmó que también tú los conocías, pero, en realidad, no supo decirme nada con claridad. Así, pues, cuéntamelos tú, ya que eres el más idóneo para informar de los discursos de tu amigo. Pero -continuó- antes dime, ¿estuviste tú mismo en esa reunión o no? Y yo le respondí: -Evidentemente parece que tu informador no te ha contado nada con claridad, si piensas que esa reunión por la c

1 El más antiguo de los tres puertos de Atenas, a unos 4 Km. de la ciudad, en la costa oriental del Pireo; era a la vez uno de los 170 demos del Ática, de donde era oriundo Apolodoro, el narrador del diálogo.

2 La broma está en la manera en que es interpelado Apolodoro, con empleo de la fórmula oficial, usada en ceremonias y tribunales de justi- cia, a base del nombre de persona en nominativo y de la mención de su demo.

3 Personaje desconocido, que muy bien pudiera ser un nombre ficti- cio. H. THESLEFF, aThe Interrelation and Date of the Symposia of Plato and Xenophon», BICS 25 (1978), 168, apunta la idea de que su padre Filipo tenga algo que ver con el Filipo que aparece en el Banquete de Jenofonte.

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que preguntas ha tenido lugar tan recientemente como para que también yo haya podido estar presente.

-Así, en efecto, lo pensé yo -dijo. -¿Pero cómo -le dije- pudiste pensar eso, Glaucón

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? ¿No sabes que, desde hace muchos años, Agatón no ha estado aquí

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, en la ciudad, y que aún no han transcurrido tres años desde que estoy con Sócrates y me propongo cada día saber 173a

lo que dice o hace? Antes daba vueltas de un sitio a otro al azar y, pese a creer que hacía algo importante, era más desgraciado que cualquier otro, no menos que tú ahora, que piensas que es necesario hacer todo menos filosofar.

-No te burles -dijo- y dime cuándo tuvo lugar la reunión ésa.

-Cuando éramos todavía niños -le dije yo- y Agatón triunfó con su primera tragedia, al día siguiente de cuando él y los coreutas celebraron el sacrificio por su victoria.

-Entonces -dijo-, hace mucho tiempo, según parece. Pero, b

¿quién te la contó? ¿Acaso, Sócrates en persona? -No, ¡por Zeus! -dije yo-, sino el mismo que se la contó a Fénix. Fue un tal Aristodemo, natural de Cidateneon

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, un hombre bajito, siempre descalzo, que estuvo presente en la reunión y era uno de los mayores admiradores de Sócrates de aquella época, según me parece. Sin embargo, después he preguntado también a Sócrates algunas de las cosas que le oí a Aristodemo y estaba de acuerdo conmigo en que fueron tal como éste me las contó.

-¿Por qué, entonces -dijo Glaucón- no me las cuentas tú? Además, el camino que conduce a la ciudad es muy apropiado para hablar y escuchar mientras andamos.

Así, mientras íbamos caminando hablábamos sobre ello, de suerte que, como dije al principio, no me encuentro sin c

preparación. Si es menester, pues, que os lo cuente también a vosotros, tendré que hacerlo. Por -lo demás, cuando hago yo mismo discursos filosóficos o cuando se los oigo a otros, aparte de creer que saco provecho, también yo

4 No se sabe, ciertamente, quién puede ser este personaje. Algunos piensan que se trata del hermano de Platón que encontramos en la República, pero la ignorancia e ingenuidad que demuestra hace pensar, más bien, que se trate, simplemente, de un homónimo del hermano de Platón. El despiste cronológico en que incurre nos indica que es un cronista poco serio que no se fija en los verdaderos propósitos e intenciones de Sócrates. Otro Glaucón, padre de Cármides, aparece mencionado en 222b.

5 Por ARISTÓFANES, Ran. 83 ss., sabemos que Agatón se había ausentado de Atenas y había marchado a la corte de Arquelao, rey de Macedonia, hacia el 405 a. C.

6 Otro de los demos de Atenas del que era oriundo también Aristófanes.

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disfruto enormemente. Pero cuando oigo otros, espe- cialmente los vuestros, los de los ricos y hombres de nego- cios, personalmente me aburro y siento compasión por vo- sotros, mis amigos, porque creéis hacer algo importante d

cuando en realidad no estáis haciendo nada. Posiblemente vosotros, por el contrario, pensáis que soy un desgraciado, y creo que tenéis razón; pero yo no es que lo crea de voso- tros, sino que sé muy bien que lo sois.

AMGO. - Siempre eres el mismo, Apolodoro, pues siempre hablas mal de ti y de los demás, y me parece que, excepto a Sócrates, consideras unos desgraciados absoluta mente a todos, empezando por ti mismo. De dónde recibiste el sobrenombre de «blando» 7, yo no lo sé, pues en tus palabras siempre eres así y te irritas contigo mismo y con los demás, salvo con Sócrates. e APOL. - Queridísimo amigo, realmente está claro que, al pensar así sobre mí mismo y sobre vosotros, resulto un loco y deliro.

AM. - No vale la pena, Apolodoro, discutir ahora sobre esto. Pero lo que te hemos pedido, no lo hagas de otra manera y cuéntanos cuáles fueron los discursos.

APOL. - Pues bien, fueron más o menos los siguientes...

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Pero, mejor, intentaré contároslos desde el principio, como Aristodemo los contó.

Me dijo, en efecto, Aristodemo que se había tropezado con Sócrates, lavado y con las sandalias puestas, lo cual éste hacía pocas veces, y que al preguntarle adónde iba tan elegante le respondió:

-A la comida en casa de Agatón. Pues ayer logré es- quivarlo en la celebración de su victoria, horrorizado por la aglomeración. Pero convine en que hoy haría acto de presencia y ésa es la razón por la que me he arreglado así,

b

7 Seguimos la lectura de las ediciones de Burnet y Robin y la interpretación de la edición de Dover, ya que malakós (blando, tierno, impresionable) va muy bien con el carácter de Apolodoro, quien, en la muerte de Sócrates, sorprende a todos con un desesperado llanto (cf. Fedón 117d). No nos parece que haya razones convincentes para aceptar la otra variante, maniakós (loco, maniático), que pudo haberse introducido en algunos MSS. por influencia del verbo maínomai de cuatro líneas más abajo. De todas maneras, editores, traductores e intérpretes de este pasaje se muestran divididos entre una u otra variante. Sobre la cuestión, véanse, entre otros, los siguientes trabajos: H. NEUMANN, «On the madness of Plato's Apollodorus», TAPhA 96 (1965), 283-89; G. J. DE VRIES, «A note on Plato Symp. 173d», Mn. 19 (1966), 147, y «The philosophaster's Softness», ibid., 22 (1969), 230-32; J. D. MOORE, «The philosopher's frenzy», Mn. 22 (1969), 225-230; J. B. SKEMP, «The philosopher's frenzy», ibid., 23 (1970), 302-4.

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para ir elegante junto a un hombre elegante. Pero tú, dijo, ¿querrías ir al banquete sin ser invitado?

Y yo, dijo Aristodemo, le contesté: -Como tú ordenes. -Entonces sígueme, dijo Sócrates, para aniquilar el pro- verbio cambiándolo en el sentido de que, después de todo, también «los buenos van espontáneamente a las comidas de los buenos»

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. Homero, ciertamente, parece no sólo haber aniquilado este proverbio, sino también haberse burlado de él, ya que al hacer a Agamenón un hombre extraor- dinariamente valiente en los asuntos de la guerra y a c

Menelao un «blando guerrero»

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, cuando Agamenón estaba celebrando un sacrificio y ofreciendo un banquete, hizo venir a Menelao al festín sin ser invitado, él que era peor, al banquete del mejor.

Al oír esto, me dijo Aristodemo que respondió: -Pues tal vez yo, que soy un mediocre, correré el riesgo también, no como tú dices, Sócrates, sino como dice Homero, de ir sin ser invitado a la comida de un hombre sabio. Mira, pues, si me llevas, qué vas a decir en tu defensa, puesto que yo, ten por cierto, no voy a reconocer haber ido sin invitación, sino d

invitado por ti. -«Juntos los dos -dijo- marchando por el camino» 10 deliberaremos lo que vamos a decir. Vayamos, pues.

Tal fue, más o menos -contó Aristodemo-, el diálogo que sostuvieron cuando se pusieron en marcha. Entonces Sócrates, concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo 11, se quedó rezagado durante el camino y

8 La forma originaria de este proverbio ha sido muy discutida. Para los detalles de sus diversas transformaciones, véase el comentario de este pasaje en la edición de Dover y el trabajo de A. ALLEN, «Plato's proverbial perversion», Hermes 102 (1974), 506-7.

9 No es, precisamente, HOMERO el que califica así a Menelao, sino Apolo, quien, en Il. XVII 587-8, intenta hacer volver a Héctor al combate. Los griegos, cuando citaban, raras veces especificaban el contexto 10 Cf. exacto HOMERO, en el que Il. se decían X 224. tales' Platón o cuales altera palabras.

aquí el texto homérico que se cita también en Prot. 348d correctamente.

11 Primera mención del estado de recogimiento usualmente practica- do por Sócrates, parodiado por ARISTóFANEs en Las Nubes 634, que en este diálogo tiene particular importancia (cf., también, 175a, b, 220c-d; Fed. 84c, 95e, cte.). Frente a testimonios sin duda exagerados que hablan de éxtasis socráticos de días enteros, la meditación extática de Sócrates cuando se dirigía a la casa de Agatón suele considerarse histórica. J. N. FiNDLAY, Plato. The Written and Unwritten Doctrines, Londres, 1974, página 145, cree que, en esta meditación, Sócrates se concentraría en la idea de la Belleza en sí de la que luego iba a hablar. De ahí que autores como N. 1. Boussout.As, «Démon Socratique et Éros créateur dans le Banquet de Platon», Hellenica 25

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como aquél le esperara, le mandó seguir adelante. Cuando estuvo en la casa de Agátón, se encontró la puerta abierta y e

dijo que allí le sucedió algo gracioso 12. Del interior de la casa salió a su encuentro de inmediato uno de los esclavos que lo llevó a donde estaban reclinados los demás, sor- prendiéndoles cuando estaban ya a punto de comer. Y ape- nas lo vio Agatón, le dijo:

-Aristodemo, llegas a tiempo para comer con nosotros. Pero si has venido por alguna otra razón, déjalo para otro momento, pues también ayer te anduve buscando para invitarte y no me fue posible verte. Pero, ¿cómo no nos traes a Sócrates?

Y yo -dijo Aristodemo- me vuelvo y veo que Sócrates no me sigue por ninguna parte. Entonces le dije que yo realmente había venido con Sócrates, invitado por él a comer allí.

-Pues haces bien, dijo Agatón. Pero, ¿dónde está Só- crates?

-Hasta hace un momento venía detrás de mí y también yo 175a

me pregunto dónde puede estar. -Esclavo, ordenó Agatón, busca y trae aquí a Sócrates. Y tú, Aristodemo, dijo, reclínate junto a Erixímaco

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. Y cuando el esclavo le estaba lavando -continuó Aristodemo- para que se acomodara, llegó otro esclavo anunciando:

-El Sócrates que decís se ha alejado y se ha quedado plantado en el portal de los vecinos. Aunque le estoy lla- mando, no quiere entrar.

-Es un poco extraño lo que dices, dijo Agatón. Llámalo y no lo dejes escapar. b

Entonces intervino Aristodemo -según contó-, diciendo:

(1972), 56-77, esp. pág. 58, vean en este incidente «la clave de toda la construcción metafísica del diálogo». Para una información general sobre este tipo de meditación socrática, véase A. J. FEsTuGIÉRE, Contemplation et vie contemplative selon Platon, París, 1936, reimp. 1967, págs. 69 y sigs., y J. LABORDERIE, Le dialogue platonicien de la maturité, París, 1978, págs. 175-178. Sobre la interpretación de este fenómeno socrático entendido erróneamente como catalepsia, sonambulismo, cte., cf. A. TovAR, Vida de Sócrates, Madrid, 1966, págs. 107-8.

12 La gracia está en que Aristodemo, que no había sido invitado, se ve solo en la puerta sin Sócrates, el invitado.

13 Los invitados a un banquete griego eran acomodados en una espe- cie de lechos o klînai, generalmente bipersonales. Sobre la discutida colocación de Aristodemo al lado de Erixímaco y su posterior desaparición de la serie de oradores, véase F. MARTÍN FERRERO, «El puesto de Aristodemo entre los comensales y su desaparición de la serie de oradores en el Banquete de Platón», CFC 5 (1973), 193-206.

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-De ninguna manera. Dejadle quieto, pues esto es una de sus costumbres. A veces se aparta y se queda plantado dondequiera que se encuentre. Vendrá enseguida, supongo. No le molestéis y dejadle tranquilo.

-Pues así debe hacerse, si te parece -me dijo Aristodemo que respondió Agatón-. Pero a nosotros, a los demás, servidnos la comida, esclavos. Poned libremente so bre la mesa lo que queráis, puesto que nadie os estará vigilando, lo cual jamás hasta hoy he hecho. Así, pues, imaginad ahora que yo y los demás, aquí presentes, hemos sido

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invitados a comer por vosotros y tratadnos con cuidado a fin de que podamos elogiaros

Después de esto -dijo Aristodemo-, se pusieron a comer, pero Sócrates no entraba. Agatón ordenó en repetidas ocasiones ir a buscarlo, pero Aristodemo no lo consen tía. Finalmente, llegó Sócrates sin que, en contra de su costumbre, hubiera transcurrido mucho tiempo, sino, más o menos, cuando estaban en mitad de la comida. Entonces Agatón, que estaba reclinado solo en el último extremo, según me contó Aristodemo, dijo:

-Aquí, Sócrates, échate junto a mí, para que también yo en contacto contigo goce de esa sabia idea que se te presentó en el portal. Pues es evidente que la encontraste y la tienes, ya que, de otro modo, no te hubieras retirado antes.

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.

d

Sócrates se sentó y dijo: -Estaría bien, Agatón, que la sabiduría fuera una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con otros, fluyera de lo más lleno a lo más vacío de nosotros, como fluye el agua en las copas, a través de un hilo de lana, de la más llena a la más vacía 15. Pues si la sabiduría se comporta

14 Este comportamiento inusual de Agatón con sus esclavos se ha in- terpretado como un gesto de su humanidad en un día tan señalado para él como la celebración de su victoria teatral. Según DOVER (en su edición del diálogo, pág. 84), Agatón con esta actitud hace simultáneamente tres cosas: picar el amor propio de sus esclavos; jactarse de que éstos son tan hábiles que no necesitan supervisión, y explotar el hecho típico de que sea lo que sea lo que se ordene, siempre se obtiene lo que hay en la cocina y sirven los esclavos.

15 De acuerdo con la aplicación de la ley de capilaridad se puede ha- cer pasar el agua de un vaso lleno a otro vacío a través de un hilo de lana, cuyos extremos unen ambos vasos; el experimento sólo funciona si el vaso lleno está a un nivel más alto que el vacío. La idea de que la comunicación intelectual podría efectuarse por contacto físico era una creencia común entre los griegos, que encontramos también en el diálogo pseudoplatónico Teages 130d-e, y de la que hay huellas en el resto de la literatura griega, especialmente en Homero, Esquilo y

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también así, valoro muy alto el estar reclinado junto a ti, porque pienso que me llenaría de tu mucha y hermosa e

sabiduría. La mía, seguramente, es mediocre, o incluso ilusoria como un sueño, mientras que la tuya es brillante y capaz de mucho crecimiento, dado que desde tu juventud ha resplandecido con tanto fulgor y se ha puesto de manifiesto anteayer en presencia de más de treinta mil griegos como testigos

-Eres un exagerado, Sócrates, contestó Agatón. Mas este litigio sobre la sabiduría lo resolveremos tú y yo un poco más tarde, y Dioniso 17 será nuestro juez. Ahora, en

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cambio, presta atención primero a la comida.

A continuación -siguió contándome Aristodemo-, después que Sócrates se hubo reclinado y comieron él y los demás, hicieron libaciones y, tras haber cantado a la divinidad y haber hecho las otras cosas de costumbre, se dedicaron a la bebida 18. Entonces, Pausanias -dijo Aristodemo- empezó a hablar en los siguientes términos:

-Bien, señores, ¿de qué manera beberemos con mayor comodidad?

16

.

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. En lo que a mí se refiere, os puedo decir que me encuentro francamente muy mal por la bebida de ayer y necesito un respiro. Y pienso que del mismo modo la mayoría de vosotros, ya que ayer estuvisteis también

Eurípides. Cf., sobre el tema, D. TA~T, «The touch of Socrates», CQ 8 (1958), 95-8

16 Cifra evidentemente exagerada, pues 30.000 es el número tradicio- nal de ciudadanos atenienses a principios del s. N a. C., y en el teatro de Dioniso cabían, aproximadamente, unos 18.000 espectadores. La cifra de 30.000 era casi una expresión proverbial.

17 Han llamado la atención las abundantes referencias a Dioniso en este diálogo, lo que estaría en relación con el uso deliberado, por parte de Platón, de materiales y tradiciones religiosas en la línea de las refor- mas en este campo iniciadas por los poetas trágicos. Sobre la cuestión, cf. J. P. ANTON, « Some Dionysian referentes in the Platonic dialogues», CJ 58 (1962), 49-55, y D. SIDER, «Plato's Symposium as Dionysian Festival», QUCC, N. S. 4 (1980), 41-56.

18 Por varias fuentes antiguas sabemos que en un banquete antiguo después de la comida se procedía a la limpieza y retirada de las mesas, se distribuían coronas a los invitados, se hacían tres libaciones (a Zeus Olímpico, a los héroes y a Zeus Salvador), se entonaba un peán o canto de salutación en honor de Apolo y se pasaba a la bebida en común, servida por los esclavos.

19 Las continuas referencias al vino y a la bebida en general, así como su importancia en este diálogo, han sido muy bien analizadas por G. K. PLOCHMANN, « Supporting Themes in the Symposium), en J. P. ANTON G. L. KUSTAS (eds.), Essays in Ancient Greek Philosophy, Albany, 1971, págs. 328-344, esp. pág. 331, y D. BABUT, «Peinture et dépassement de la réalité dans le Banquet de Platon», REA 82 (1980), 5-29, esp. pág. 29.

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presentes. Mirad, pues, de qué manera podríamos beber lo más cómodo posible. b

-Ésa es -dijo entonces Aristófanes- una buena idea, Pausanias, la de asegurarnos por todos los medios un cierto placer para nuestra bebida, ya que también yo soy de los que ayer estuvieron hecho una sopa.

Al oírles -me dijo Aristodemo-, Erixímaco, el hijo de Acúmeno, intervino diciendo:

-En verdad, decís bien, pero todavía necesito oír de uno de vosotros en qué grado de fortaleza se encuentra Agatón para beber.

-En ninguno -respondió éste-; tampoco yo me siento fuerte.

-Sería un regalo de Hermes

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, según parece, para c

nosotros -continuó Erixímaco-, no sólo para mí y para Aristodemo, sino también para Fedro y para éstos, el que vosotros, los más fuertes en beber, renunciéis ahora, pues, en verdad, nosotros siempre somos flojos. Hago, en cam- bio, una excepción de Sócrates, ya que es capaz de ambas cosas

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, de modo que le dará lo mismo cualquiera de las dos que hagamos. En consecuencia, dado que me parece que ninguno de los presentes está resuelto a beber mucho vino, tal vez yo resultara menos desagradable si os dijera la verdad sobre qué cosa es el embriagarse. En mi opinión, creo, en efecto, que está perfectamente comprobado por la

d

medicina que la embriaguez es una cosa nociva para los hombres. Así que, ni yo mismo quisiera de buen grado beber demasiado, ni se lo aconsejaría a otro, sobre todo cuando uno tiene todavía resaca del día anterior.

-En realidad -me contó Aristodemo que dijo inte- rrumpiéndole Fedro, natural de Mirrinunte-, yo, por mi parte, te suelo obedecer, especialmente en las cosas que dices sobre medicina; pero ahora, si deliberan bien, te obe- decerán también los demás. e

Al oír esto, todos estuvieron de acuerdo en celebrar la reunión presente, no para embriagarse, sino simplemente bebiendo al gusto de cada uno.

-Pues bien -dijo Erixímaco-, ya que se ha decidido beber la cantidad que cada uno quiera y que nada sea forzoso, la siguiente cosa que propongo es dejar marchar a la flautista

20 El hallazgo inesperado de algo bueno se atribuía convencionalmen- te al dios Hermes.

21 En la resistencia de Sócrates al vino y su capacidad para no em- briagarse nunca insiste también Alcibiades en 214a y 220a. Cf., igual- mente, JENOFONTE, Banqu. 9, 7.

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22 que acaba de entrar, que toque la flauta para sí misma o, si quiere, para las mujeres de ahí dentro, y que nosotros pasemos el tiempo de hoy en mutuos discursos. Y con qué clase de discursos, es lo que deseo exponeros, si queréis. 177a Todos afirmaron que querían y le exhortaron a que

hiciera su propuesta. Entonces Erixímaco dijo:

-El principio de mi discurso es como la Melanipa de Eurípides, pues «no es mío el relato»

23

que voy a decir, sino de Fedro, aquí presente. Fedro, efectivamente, me es tá diciendo una y otra vez con indignación: «¿No es extraño, Erixímaco, que, mientras algunos otros dioses tienen himnos y peanes compuestos por los poetas, a Eros, en cambio, que es un dios tan antiguo y tan importante, ni

b

siquiera uno solo de tantos poetas que han existido le haya compuesto jamas encomio alguno? 24. Y si quieres, por otro lado, reparar en los buenos sofistas, escriben en prosa elo- gios de Heracles y de otros, como hace el magnífico Pródi- co

25

. Pero esto, en realidad, no es tan sorprendente, pues yo mismo me he encontrado ya con cierto libro de un sabio en el que aparecía la sal con un admirable elogio por su

c

utilidad 26. Y otras cosas parecidas las puedes ver elogiadas

22 La representación de esclavas tocando la flauta en los banquetes es frecuente en los vasos griegos. Estas pinturas dan a entender también que, cuando alguien estaba borracho, estas flautistas actuaban más como parejas sexuales que como acompañantes del canto (véase, al respecto, la edición de DOVER, pág. 87). En Prot. 347c-d, Sócrates afirma que el alquiler de flautistas en los banquetes es propio de gentes ignorantes y sin formación incapaces de sostener una conversación.

23 Melanipa, nieta del centauro Quirón, es la heroína de dos piezas perdidas de Eurípides, La prudente Melanipa y Melanipa cautiva. La cita procede de la primera y es el comienzo de un discurso didáctico de la heroína sobre el origen del mundo (cf. EURÍPIDES, fr. 484 N).

24 Podría pensarse que hay aquí una exageración en las palabras de Fedro. ya que debían de ser familiares por esta época las odas a Eros de SóFOCLES, Ant. 781-801, y de EURÍPIDES, Hip. 625-664. Pero ninguna de ellas era, en realidad, un elogio de Eros, pues en una se trata de la ruina que causa este dios y de los crímenes a que induce, incluso en el caso de personas justas, y la otra es una plegaria en contra de su violencia tiránica (cf. A. E. TAYLOR, Plato. The Man and his Work, Londres, 1926, reimpr. 1960, pág. 211, n. 2). En cambio, el fr. 327 de Alceo (cf. F. RODRÍGUEZ ADRADOS, Lírica griega arcaica, Madrid, 1980, fr. 85, pág. 327) suele considerarse como un auténtico himno a Eros.

25 Se trata del célebre sofista Pródigo de Ceos, bien conocido en la Atenas de finales del s. v a. C. (cf. Prot. 315cd), cuya famosa alegoría «Heracles entre el Vicio y la Virtud» o «La elección de Heracles» es resumida por .TENOFONTE, en Mem. II 1, 21-34.

26 En su Elogio de Helena 12, habla ISóCRATEs de aquellos oradores que han elogiado «a los mosquitos, a las sales y a cosas semejantes» y se está de acuerdo en que se refiere al sofista, de principios del s. rv a. C., Polícrates, que podría ser también el sabio al que alude aquí Fedro.

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en abundancia. ¡Que se haya puesto tanto afán en semejantes cosas y que ningún hombre se haya atrevido hasta el día de hoy a celebrar dignamente a Eros! ¡Tan descuidado ha estado tan importante dios!» En esto me parece que Fedro tiene realmente razón. En consecuencia, deseo, por un lado, ofrecerle mi contribución y hacerle un favor, y, por otro, creo que es oportuno en esta ocasión que nosotros, los presentes, honremos a este dios. Así, pues, si os parece bien también a vosotros, tendríamos en los d

discursos suficiente materia de ocupación. Pienso, por tanto, que cada uno de nosotros debe decir un discurso, de izquierda a derecha, lo más hermoso que pueda como elogio de Eros y que empiece primero Fedro, ya que tam- bién está situado el primero y es, a la vez, el padre de la idea 27.

-Nadie, Erixímaco -dijo Sócrates- te votará lo contrario. Pues ni yo, que afirmo no saber ninguna otra cosa que los asuntos del amor, sabría negarme, ni tampoco Agatón, ni Pausanias, ni, por supuesto, Aristófanes, cuya entera ocupación gira en torno a Dioniso y Afrodita

28

, ni ningún e

otro de los que veo aquí presentes. Sin embargo, ello no resulta en igualdad de condiciones para nosotros, que estamos situados los últimos. De todas maneras, si los anteriores hablan lo suficiente y bien, nos daremos por satisfechos. Comience, pues, Fedro con buena fortuna y haga su encomio de Eros.

En esto estuvieron de acuerdo también todos los demás y pedían lo mismo que Sócrates. A decir verdad, de todo lo 178a

que cada uno dijo, ni Aristodemo se acordaba muy bien, ni, por mi parte, tampoco yo recuerdo todo lo que éste me refirió. No obstante, os diré las cosas más importantes y el discurso de cada uno de los que me pareció digno de mención.

En primer lugar, pues, como digo -me contó Aristodemo-, comenzó a hablar Fedro, haciendo ver, más o menos, que Eros era un gran dios y admirable entre los hombres y los dioses por muchas otras razones, pero fundamentalmente por su nacimiento.

-Pues ser con mucho el dios más antiguo, dijo, es digno b

de honra y he aquí la prueba de esto: padres de Eros, en 27 En Fedro 242b, afirma Sócrates que, excepto Simmias el tebano, nadie ha logrado, como Fedro, que se hicieran tantos discursos por su causa.

28 Gran parte de la temática de la comedia antigua se relacionaba fundamentalmente con el vino y el amor, dominios de Dioniso y Afrodita, respectivamente.

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