DIVERSAS GEOGRAFÍAS IX
Jair Cortés
Sobre la antigua geografía se alza una nueva: Internet. La red ha visto nacer generaciones de poetas novísimos cuya poética es síntoma de los tiempos vertiginosos de los que somos testigos. Las redes sociales no sólo comunican: poetizan, sensibilizan. La revista La Otra, casa siempre generosa, cuyo domicilio también es virtual, recibe a cuatro poetas mexicanos que han difundido su obra, mayormente, on line. Clyo Mendoza (Nacida en Oaxaca, en 1993), apuesta por una poesía que retrata la tragedia construyendo una mitología familiar nacida de la muerte y la desgracia: “Fuiste una isla de fuego y tu vientre contuvo un tic tac latido, no siempre fuiste la raíz que se revuelca, la batalla callada de todos los días”. La poesía de Mendoza extrae de la prosa sus propiedades narrativas y las combina con el poder de la metáfora. Por su lado, Martín Rangel (Hidalgo, 1994) busca en la palabra la velocidad, imágenes que se presentan casi de manera simultánea, en donde los poemas sin título aparecen decapitados en un concierto donde los sentidos confunden sus alcances frente a un espíritu vanguardista que lanza un canto frenético: “el vuelo/ oh ícaro post-industrial la maravilla”. Para Yanine Villalobos (Ciudad de México, 1987) la poesía reordena el universo a través de la relación que el Yo establece con los objetos, un nuevo sistema de significados nace en sus poemas, temas como la ciudad, el desencanto, las relaciones interpersonales, el viaje (en sus múltiples acepciones) y lo cotidiano, son sus temas más frecuentes: “Llamé a mi madre para contarle/ que si alguna vez muero/ me disculpe/ por todo lo que hice/ sin su permiso”. Para Diego Espíritu (Jalisco, 1990), el poema es la zona donde la Historia debe ponerse a examen; sus versos, pulidos y musicales, reflexionan sobre los símbolos (la filosofía, la tradición poética, la economía y el arte) que han funcionado como faros para la civilización humana; su poesía es una atenta, y emocionante, lectura de los procesos culturales del hombre y su tiempo: “la utopía es lo que fueron las esquelas/ mueran los falsos mesías ocultos/ en la selva del sureste que escondieron/ los rifles tras dinamitar Wallstreet”. He aquí, pues, una muestra algunos poetas que se mudaron a Google, la más reciente capital del verbo:
CLYO MENDOZA
ANAMNESIS
(fragmentos)
VI
Gabriel tenía dieciocho años cuando perdió a su primer hijo. Diez años después Ofelia despertó junto a él empapada de sangre. Él describió ese día en su agenda como un viento de luz y un arroyo de vidrios.
En el hospital durmió en la sala de espera con la devoción de un hombre a punto de ser padre y Ofelia salió, veinte horas después, en silla de ruedas, intervenida del útero y del cérvix. La habían limpiado por dentro para evitar infecciones, dijeron los médicos, pero Ofelia sentía que dentro aún crecía un niño, blanco y lacio como ella.
Para su regreso, Gabriel limpió el colchón, lavó toda la ropa y cada rincón de la casa. Mientras ella se recostaba en la cama, él se recargaba en la lavadora para ver dentro los círculos rosados de sangre, jabón y ropa.
Ofelia estuvo en cama una semana y volvió al trabajo pasados esos días, al caminar su cuerpo pesaba como si se hubiese multiplicado. Gabriel le hablaba mientras dormía para saber si su sueño había espesado.
La abandonó dos semanas después. En su equipaje llevaba la foto del primer ultrasonido, en la que su hijo tenía el corazón del tamaño de una semilla. Llevaba también las pastillas que había molido en la cena de Ofelia, las calcetas favoritas de ella y un collage de fotos donde posaban juntos en la playa de una ciudad petrolera.
IX
[La visión pasada]
En dónde habrían caído las plegarias de su padre, pensaba. Estaba sentada en un volkswagen tipo 1 y veía su vientre redondo. El abuelo iba manejando: No te duermas, Ofelia, no te duermas. Y ella le pedía que acelerara porque un pellejo rojo resbalaba en su muslo. El abuelo tocaba el saxofón en los altos. Dos minutos de una marcha fúnebre. Los párpados de Ofelia se fueron volviendo nudos. No te duermas, niña, no te duermas, pero sobre sus ojos ya iban las riadas de piedras, la mirada de los muertos. El abuelo aparcó junto a la sombra de un árbol de enebro y cargó a Ofelia hasta una silla de ruedas que estaba dispuesta en la entrada. El difícil mineral en los ojos la obligaba a ver sus pies. El abuelo pensó que parecían fríos troncos abrazados, los pies de un cristo barroco, crucificado. La sangre bajaba entre los pulgares como una joya deformada. Unas mujeres tomaron a Ofelia y la llevaron hasta el cuarto central de ese lugar tan blanco. Se oía un saxofón cada vez más lejos. No te duermas, mi niña, no te duermas. Y su batón corto de franela que apenas y le cubría las caderas. Peleó contra el escollo de sus ojos, contra los ahogados, que la miraban doblar su fuego, esperando para cargarla al obligado silencio. Ofelia gritó: Alguien que me ayude, por favor, mi hijo se me muere dentro. Pero nadie. Y no había fuerza en los músculos para rodar la silla. Cuánto lloró Ofelia, los ahogados se alejaban de ella temerosos de recordar su propia muerte. Pero nadie. Aparecían de vez en cuando unos ancianos sordos que se paseaban en los cuartos contiguos sobre sus sillas de ruedas. Ayúdenme, ayúdenme, mas los viejos indiferentes en su danza. Ofelia ahí se quedó goteando su crisálida incierta hasta volverse polvo.
XI
El hambre siempre fue primero. Comer por mera disciplina, mero sobrevivir por costumbre.
Ofelia trabaja de esto y lo otro, con el descubrimiento del naufragio guardado en su vientre. Y calla y sonríe y es para el mundo, Ofelia. Ahora deforme, ahora roca, luego dos segundos es espíritu. Ofelia, pedazo de Dios, pedazo de ruido. Quizá su niño siempre estuvo huérfano. Renuncia al milagro, al futuro y bebe agua pero igual se comería al mar si pudiera. Conoce otras rabias, otros iguales a ella, que van y vienen, y esto y aquello, todos en la antesala de la muerte, todos con los pies mordisqueados por la mujer del abismo. A veces Gabriel aparece en sus sueños con un traje de playa, parece Jesucristo. Otras veces aparece, tirano encantador, poniendo gotas en el trago de Ofelia para que se duerma pero oiga, huela, sufra el penetrar de los hombres que Gabriel ha invitado a gozar. Y Ofelia reconoce que eso es un recuerdo, no un sueño. Prefiere dormir en el abrazo de una droga que le haga perder la memoria. Sueña que las tentaciones de los otros la han llevado a la ruina, la blancura de una cabeza enterrada en su cérvix, el arrullo de plumas.
-No soy Leda, no era Zeus, no soy Leda, soy Ofelia, la niña a la que le hablan todo el tiempo para que no se cuelgue-
Sueña que al mirar su rostro en el agua le rebota siempre Gabriel. Que el suyo ha quedado para siempre en la leche violenta.
XII
La nuca fría, el pez blanco detrás de la oreja desgarrando con su aleta, doblándola con el recuerdo del amor para siempre olvidado. El pez se alarga, la oreja fría, las manos frías. Pez que se hincha y vuelve al esqueleto, pez lácteo, cortando. Ofelia quiere crear de nuevo el mundo, pero se sienta al borde de la cama a oír el pez que serpentea que viene y va, que se disemina. Ofelia olvida el nombre de todas las cosas. Sólo cuando las escamas se asientan, ella escucha la hora, el momento de la herida real, el gusano de Dios. Escucha su esqueleto crujir como el aire. La nuca fría, el mal presentimiento. La temblorina de cada mañana, que después de soñar la convierte en cicatriz enigma. Y el sueño qué le dice a Ofelia: el amor está escondido en nuestras lágrimas, en los cántaros, no estalles en pedazos. Pero ella escucha al sol en los coágulos de sangre que todavía no dejan de florecer. Se hace de noche al borde de la cama, siempre al borde Ofelia. Ensayando la idea, el poema, la sombra de un recuerdo amable. No siempre fuiste tú, Ofelia. Algunas veces fuiste un ángel suplicante, una muchacha en una barca con la mano cortando el agua y los peces mordían tus pieles muertas, y andabas como un tallo de miel, sonriendo. Fuiste una isla de fuego y tu vientre contuvo un tic tac latido, no siempre fuiste la raíz que se revuelca, la batalla callada de todos los días.
Y el borde quema, el borde de la cama astilla, el borde de la cama naufragio, y Ofelia aprieta puños, los pies son puños, su cabeza es puño, aprieta con los dientes sus minas y se levanta, temblando con la ciudad, para ir a su puesto de trabajo.
Todas las canciones que no ha escuchado (Lo que escribió Gabriel esperando la muerte de Ofelia)
I
Sé que sigue tu deseo con su pulso de hacha
Que yo entro y salgo con pájaros de tu mente
Yo entro y salgo ileso de tu mente
Esto es la guerra
Esto es una maldita guerra
y yo me he visto ladrando encima de ti
perro feral que pelea por oler la sangre
del último muerto
II
Escucharte
es ver caer un puente en mis narices
Hablas como un animal de garganta tajada
que murmulla su nombre tibio y sin lengua
III
Te odio porque
tu luz ciega a los pájaros
que caen cavando su ruido en las rocas
IV
He empezado a escribir tu carta. Escribí un verbo hermoso y olvidado. En tu carta también le falta una "e" a una palabra. Me da pena ser yo.
Lo que haré mañana después de verte será encerrarme. Estoy haciéndome niño.
Ya no quiero estar aquí un minuto más. Todo me está pasando esta noche.
He visto a los perros
afilando sus uñas con mis quebrantos.
V
Da una miel la noche para ahogarse en ella. Te daré tus cosas cuando tú las recojas. Sino sigue en lo tuyo y vete a la mierda, yo también. A esta hora siempre tengo en la cabeza la idea de un mar silbando ruido de color. Yo no te merezco. Tienes razón, no valgo la pena, quiero aplaudirte.
VI
La niña con que me abrazas
aprieta tan fuerte
que puedo oír
todos los ríos en los que te has mojado
Clyo Mendoza nació en Oaxaca en 1993. Ha publicado en revistas nacionales y extranjeras como Tierra adentro, Crítica Buap, Unidiversidad, Círculo de poesía, Los bastardos de la uva, Otro Páramo (Colombia) Maestra vida (Perú) Tenían veinte años y estaban locos (España), y La avispa (Argentina). Sus textos aparecen en antologías nacionales como Poetas parricidas (2014), de la editorial Cuadrivio, en Asamblea de cantera (2014), de la editorial Cantera verde, en la Antología en Homenaje a José Emilio Pacheco (2009), de la misma editorial y en la antología española Los reyes Subterráneos. Veinte poetas jóvenes de México (2015), editado por La Bella Varsovia. Fue beneficiaria de la beca Jóvenes creadores del FONCA (2015-2016). Es autora del poemario Anamnesis (Cuadrivio, 2016).
MARTÍN RANGEL
Dónde está el peso mayor del estar allí
en el estar o en el allí?
En el allí —que sería preferible llamar
un aquí— debo buscar primeramente mi ser?
Bachelard
digo barcelona
como un convicto que acepta
aferrado a la más raudo de su fe
la pena de muerte
la ciudad y nosotros
(la ciudad y sus monstruos)
pakistán en el hachís
tu vestido hecho en francia
la música y méxico
(polo opuesto
de este magnetismo o magnífico
castillo de aire)
luego de irme
la ciudad se quedó tan sola
que no pudo saber si ella era
o acaso yo
el responsable de habitar
al otro
(y viceversa)
así el hachís
la música y tu vestido
desprovistos de origen
flotando como astros de constelación
imposible
míos o de la ciudad no importa
(yo o la ciudad no importa)
se quedan sin orden
sin sentido:
estímulos apenas
recuerdos:
flechas imaginarias
entre ojo y vuelo
entre ojo y ojo
me gusta pensar que compartimos
tanto la soga como el cuello
el mismo signo fatal marcado
en nuestras frentes
una alineación involuntaria de acontecimientos
nos trajo hasta aquí salud por eso
y porque es nuestra la mugre y
los mares de ratas
que te asedian en sueños
nuestro es el hemisferio izquierdo
y el derecho a permanecer dormidos
más allá del mediodía
son nuestros los ardores y el peso que el caos
colocó sobre tu corazón y hombros
como un péndulo cansado y triste
nuestra la paulatina desaparición de lo que amamos
(la madera cruje sobre los pasos que
no damos aún ni jamás daremos)
la noche que nos bebimos de un trago y luego todo
se volvió borroso como un videocasete abandonado a la lluvia
(barrenación del recuerdo y sus vestigios)
nuestro el cristal quebrado nuestra la explosión nuestra la sangre
la furia
en el rostro del herido
(recordatorio de la raíz
y la sustancia)
Sé
que el sol palidecería
si pudiera ver las reservas de oro que guardan nuestras almas
Maiakovski
(construir una ciudad en una noche)
una mañana
al bajar las escaleras
duró segundos
ella bebía leche
directo del envase
vestido de flores y plataformas
anteojos
(todo
una celebración de ello mismo)
enseguida un taxi
la estación de trenes
la despedida y
once horas en el aire
un año después
las cosas
el tiempo importa poco
es posible construir
una ciudad en una noche
(tiempo)
a la mañana siguiente
el llanto de una mujer
en la estación liceu del metro
las turbinas del avión rugiendo
barcelona en ruinas y
un hombre
que mira hacia la ventanilla y piensa
en un poema sobre el mar
disco ruido
saber lo que uno es
y no poder serlo
que el amor y sus garras terribles
que no dan opciones: ordenan
encapsulen en silencio
el humo ligero del gozo
y el deseo
hace falta huir
remover el velo
que convierte los tesoros
en cúspides de desazón
y de tragedias
lo inevitable:
el mundo y sus
espacios vacíos
páginas en blanco incubadoras
de estallidos
al final no queda sino
el zarpazo que no toca
más allá de la mirada
corazón: apenas si tejido
y las palabras
siempre
horizontes que el incendio
no alcanza a devorar
la mentira de las aspas
un repentino volver a la vida
probar la realidad permanecer
las dos horas siguientes mirando estrellas
preguntándonos qué pasó
a través de la ventana un par de hombres
reparan una turbina en tiempo récord
las aspas mienten la elevación
tiene más que ver con otras cosas
vamos a bailar por ejemplo
una canción sin letra
ni estructura convencional bailemos
sobre el sonido que producen las aspas
el ronquido de las turbinas
y todo lo que a su pesar
el vuelo
oh ícaro post-industrial la maravilla
no es eso sino poder
estar aquí / aguardar hasta el despegue y
llegado el momento decir
que el aire no es gran cosa
que uno no extraña lo que no conoce
la altura irremediable hasta el despegue has
volado antes y no hay punto
que una tal con cuál que asocie
mis ganas de estrujar una galaxia
entre mis manos nivel
destrucción sin lejanías ni bordes que
la nombren mis ganas de después
tocar tu sexo y llenarte de polvo y gas
pasar mi índice sobre tus labios
lenguaje cósmico tantas cosas
qué intentas no decir
y la condensación a pesar
nuevos núcleos volar
mis numerosos núcleos volar
y volar
vuelta sueño
vuelta sueño
noche sin párpados
muda de luz dejas
caer tus labios
sobre una calle a reventar de mugre
y gente dispuesta a matarte
sólo para tener
en qué ocuparse la vigilia
atraviesas mi pecho por los puntos ciegos
y no te puedo salvar ni necesito
hacerlo conoces bien los usos
y costumbres de la oscuridad
el corazón de esta ciudad imaginaria
late emulando el ritmo
de tus pies sobre el asfalto
y el trago que enciende
las lenguas de los hombres
que se refugian del tiempo no es
sino tu sangre
en los parques llenos de locos
se escuchan disparos
y de súbito el paisaje se interrumpe:
nube de pólvora vuelta
párpado en la noche eres otra vez
el sueño
Martín Rangel nació en Pachuca, Hidalgo, México, 1994) es poeta y traductor. Autor de los libros ROJO (alb@tros, 2013), El rugido leve: las canciones de Ryan Karazija (CECULTAH/CONACULTA, 2015), emoji de algo muerto (Malos Pasos, 2015) y delirioamateur (Niño Down, 2016) y al margen del mundo (Tiempo-que-resta Ediciones, 2017). Su obra aparece en las antologías Los reyes subterráneos: veinte poetas jóvenes de México (La Bella Varsovia, España, 2015) y Pasarás de moda (Montea, México, 2015). Escribe la columna #fosacomún para el sitio web de la Revista Marvin. Es miembro del colectivo de poesía + música BVLV FRÍV. Dirige revistatn.com y escribe una novela titulada Heroin chic.
YANINE VILLALOBOS
Use a los humanos, las personas no existen
1
Muchas veces las personas como comida de restaurante de terminal, tienes hambre y ahí están en el momento justo, no tienes hambre pero se ve apetecible, pruebas.
Cuando terminas de comer te das cuenta de que fue probar el platillo más común, otras veces, rebasa tus expectativas de un simple antojo; algunas veces más sabías que no importaba lo bien que se viera y oliese, te iba a decepcionar, con grima en el estomago del día siguiente. Porque las personas como comida de restaurante de terminal, de paso, esporádicas, no son las mejores, tampoco son las peores, muy frías o muy calientes, si tienes suerte, en el punto exacto. Puedes volver a probar o nunca más y ahí seguirán.
2
Muchas veces las personas
como el resultado de escoger un postre:
eliges tres distintos,
sólo uno es el “bueno”. Mañana
habrá otras tres opciones.
3
Las personas como lados “B” de un disco de vinilo
pocos saben que son las mejores canciones inéditas.
Y se guardan la mayor parte del tiempo en secreto.
Las personas también como canciones,
single, one hit wonders, discos independientes,
muy undergrounds.
Otras, muy pocas, los mejores soundtracks.
4
Algunas veces las personas son como películas, en ocasiones son lentas pero te enganchan, unas van de excesos sin dejar de ser arte. Contienen la acción suficiente para permanecer, durante un tiempo.
Otras van de infantiles y nos gusta.
Suele pasar que nos encontramos con películas aburridas, malas y con títulos absurdos, como las personas y suele pasar que caemos en el error de seguir viendo.
Todo funciona mejor cuando las personas son como aquellas películas que miramos de pequeños, creamos nuestra propia sinopsis, nos parecen maravillosas. Pasan los años y la percepción no es la misma que cuando niños.
Eso, vuelve peculiar a las películas, lo mismo que a las personas que son:
The NeverEnding Story.
5
Muchas veces las personas
como zapatos
sucios
cuadrados
comunes
extravagantes
divertidos
deportivos.
Las personas también
como zapatos
gastados
viejos
ridículos
imprescindibles
prescindibles
usados.
Las personas
como zapatos
nos quedan chicos
nos quedan grandes
nos gustan poco
nos gustan más que otros.
A veces
tenemos varios pares de zapatos
como de personas
lxs cambiamos muchas veces
cuando no nos sirven
cuando ya no nos gustan
tan simple como encontrar
unxs mejores
unxs nuevxs.
Porque las personas
como zapatos
nunca son los mismos
nunca son para siempre.
Pero sobre todo
las personas como aquellos zapatos
que juramos nunca nos pondríamos
y usamos a escondidas.
Gemidos
Llamé a mi madre para contarle
de aquella vez que viaje a Venus
sin su permiso.
Llame a mi madre para contarle
de aquella vez que lo hice en Venus
y que un ser venusiano
me hizo gemir
a los diecisiete años.
Llamé a mi madre para contarle
que aquella vez
ahora me parece
arriesgué la vida.
Desde entonces
ya no lo hacíamos en Venus
viajábamos sobre el planeta Tierra
rumbo a las calles
menos alumbradas del barrio
para hacerlo en la parte trasera
de la nave.
Llamé a mi madre para contarle
de aquella vez en la que terminé
en una ambulancia
por comer
una rebana de pastel de mota
sin su permiso
llamé a mi madre para asegurarle
que no me arriesgaría una vez más.
Llamé a mi madre para contarle
de aquella vez que viajé a la China
sin su permiso.
para contarle
de aquellas fotos
en La Gran Muralla
y sus templos budistas
fotos
que escondí en el armario.
Llamé a mi madre para contarle
de aquella vez que viví una noche
de estrellas fugaces
para contarle
que cuando esas estrellas
atravesaban la atmósfera
justo en la troposfera
sin quemarse
se volvían flores margaritas
color blanco
caían entre mis manos
y sobre mi cuerpo.
Llamé a mi madre para contarle
que si alguna vez muero
me disculpe
por todo lo que hice
sin su permiso.
Llamé a mi madre para decirle
que si alguna vez muero
incinere mi cuerpo
y me deje
quedarme así
en ceniza
sin ocupar mucho espacio
sin hacer ruido
y me dé permiso
de quedarme con ella
hasta el último de sus días.
Cobarde
Siempre voy huyendo
de ciudad en ciudad
pero en cada una de ellas
hay espejos
ventanas
que devuelven mi reflejo
es imposible lograrlo
imposible huir.
Tampoco encuentro
en otras ciudades
cualquier cosa
un árbol
un río
algo
alguien
que haga que me quede.
En poco tiempo deseo mi casa
la tranquilidad de mi habitación
las sábanas de mi cama
mi soledad
aunque mi soledad apesta.
Cambiar de página
continuar leyendo
es una opción
pero me quedo
con la peste
de mi soledad en casa.
Las sábanas de mi cama
contienen
la cantidad exacta de sueños
que necesito al cerrar los ojos.
Así
huir de ciudad en ciudad
nadar entre pantanos
volar atravesando arena
respirar bajo el mar
acariciar fuego
besar tus labios
también los de él.
Yanine Villalobos nació en Cdmx 1987. Lic. en Comunicación y Relaciones Publicas, Tour manager y coordinación de Festivales de música en México. Diplomado de Corrección y Estilo en Español (en línea) de la Universitat de Barcelona, Diplomado de Creación Literaria con Venux Rex, Taller de Poesía Híbrida con Alejandro Tarrab.
http://yaninevillalobos.blogspot.mx
@YanineTwitt
DIEGO ESPÍRITU
EN DONDE DESCANSAN LOS ÁNGELES MURIERON LOS DIOSES
el día en que la península alzó el mástil
quedaron inmóviles los pies en el lodo
por el mismo dolor de los dioses
no eran pocos los gritos
que inflamaban las llanuras
Cristo caminó sobre aguas rojas
sus túnicas manchadas
la frente con espinas
no dejó de rasguñar la pared del hueso
cayeron uno a uno los fantasmas desde el cadalso
sin peso alguno que los sostuviera
porque la muerte es eso que el cuerpo suelta
cuando el cansancio
no espera el infierno póstumo
de ellos eran las cosas animadas
de los otros lo restante
que no tiene nombre
en la distancia se podía ver la silueta de lo otro
distinguir la frontera donde la piedra dejó de sostener
la estaca alienígena
que cercaba la vista
como si pudieran decidir de qué lado
habría de estar el mundo
porque en donde alzaron su castillo otros
arribaron las carabelas con fuegos blancos y azules
porque donde la cruz roja se clavó para siempre
ya había otro lenguaje
porque en donde descansan los ángeles murieron los dioses
DESAYUNO BOLIVARIANO
Los dueños del mundo
consideran el desvelo ganancia
—valor agregado sobre la vigilia—
donde ir tras un taxi pirata
sin aliviar la pirosis matutina
es no resignarse con anticipación
a la aglomeración urbana:
poner la cafetera, estrellar un huevo
en la cacerola y pan tostado
con mermelada que despierta la conciencia;
dormir entonces es una cuestión
estrictamente ideológica,
la constatación irremediable
de que los sueños perdidos
son el invariable aumento
de la canasta básica
y el insomnio plusvalía.
EL DÍA QUE MURIÓ NIETZSCHE
Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos ,los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos.
Nietzsche
El día que murió Nietzsche
algo encima nuestro
soltó una carcajada
ese día cavaron esclavos
una fosa para sus huesos
ese día
nacieron los huérfanos
de los que hoy
ya tenemos nombre
curas lamieron el himen
de prostitutas vírgenes
monjas rezaban con bolas chinas
desde la boca hasta el ano
sin misterios ni gloria patri
un padrenuestro
diez avemarías
primitivos esténciles tapizaron Weimar donde
años después la Bauhaus sin saberlo esculpiría
una casa sin aristas derrumbada por las autoridades
prusianas
¿no se la pasará leyendo
Mein Keimpf por las noches
ese algo encima nuestro?
¿no nos habremos confundido
al colocar debajo nuestro
el purgatorio y la caseta de cobro es esto
que pisamos y el peaje
un campo enrejado con olor a azufre?
nosotros no escuchamos la risa
de ese loco que se mira a sí mismo
todos los días
ese día Nietzsche
bailó con una sola pierna desnudo
a la mitad de un campo de amapolas
y ese algo sin nombre encima nuestro
soltó una carcajada sin mirar el cuerpo
que se desangra, ese algo sin nombre
se la pasa leyendo Mein Keimpf sin ropa
en un páramo con olor a azufre y mira
con un solo ojo esto que pisamos
y con el otro juega monopoly ese loco
sin cabello que se mira a sí mismo todos los días
cree que sólo basta quitarse la ropa
para bailar como Nietzsche
NECROLOGÍA DE UNA SERIE DE SUCESOS DESAFORTUNADOS
El obituario interminable lo anunció Bowie
en una inverosímil constelación
cuyo hombre nuevo espetó:
¡el mundo era peor entonces!,
la utopía es lo que fueron las esquelas
mueran los falsos mesías ocultos
en la selva del sureste que escondieron
los rifles tras dinamitar Wallstreet.
Pero el otrora neobolchevique,
abordo de un híbrido, olvidó sin tregua
los segundos días de cada octubre y
al cambiar su ayuno por la opulencia,
juró ¡Yo soy el verdadero elegido de la Matrix!
ITACATE DE POEMAS MEXICANOS
He escuchado a los poetas más brillantes decir:
Chile país de poetas, oh fervor de Buenos Aires
por más puntos y comas que se le quite
a nuestra accidentada geografía
el país entero no cabe en quinientos ochenta
y cuatro versos.
Pero tras una multiplicidad de lecturas
podemos decir que nuestra poesía
no es una cosa cerrada ya dicha
en alguna nota al pie de Don Alfonso Reyes,
sino una longeva épica maniquea donde
a la mitad de este campo sin banderas
no hay página que quede izada
cuya genealogía, de lograrse,
sería forzosamente una victoria pírrica.
Y aunque el objetivo de este poema
no sea demostrar premisa alguna
sí tal vez es reiterar que este divino tesoro
se ha vuelto una inmóvil asamblea:
la poesía mexicana, árbol frondoso
de raíces hondas, bifurca la falaz pureza
cuyo fulgor abstracto provocaría al filosofo
expulsar al Tlatoani de Texcoco no por inasible
sino por falso y preciosista
(léase “raíces” como perspectiva y “perspectiva”
con lupa: dice “cualquier cosa que usted crea la correcta”).
Eruditos hispanistas doctores en letras
a través de sesudas aproximaciones léxico-semánticas
no han encontrado más que un acercamiento crítico
al ineludible hecho de que todo puede ser poesía
siempre y cuando el compás no se pierda:
un, dos, tres
este es vals vanguardista
un, dos, tres
una bolsa en la cabeza
un, dos, tres,
el antifaz cubre los ripios
un, dos, tres
hoy hay rayas donde antes había rimas
y tarán;
si pudiera envolver los versos predilectos
metería aquel del ósculo donde nace un mundo
y también el que habla del ser y del tiempo
con oscurantismos y epígrafes nietzscheanos;
en la cima estaría el Sueño tal como se refirió a él
en su carta la poeta y hasta abajo en letras pequeñas
aquel donde los amorosos conjugan la soledad
en cada verbo mientras el partido oficial aún gobierna.
En su breve cronología, donde la muerte no acaba,
y la modernidad nace de la combustión de huesos
me pregunto si el gran cocodrilo gritaría
viva el mole del guajolote, o bien,
todo esto qué importa si en las primarias
seguirán recitando cada diez de mayo
ante millares de madres conmovidas
el brindis del bohemio.
Diego Espíritu nació en Guadalajara, en 1990. Estudió la carrera de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Colabora con el Periódico de Poesía de la UNAM y es parte del consejo editorial de Enter Magazine. Poemas suyos han sido publicados en Cosmonauta, Blanco móvil, HOLOGRAMMA, Revista El Humo, Tres pies al gato, Errr, Revista TN, Gus Ultramar, Metrópolis, Revista Cinosargo (Chile), Maestra Vida (Perú), Campotraviesa (Argentina), entre otras. Su trabajo fue incluido en la antología “Inmediatez en tensión; antología de jóvenes poetas mexicanos” a publicarse en 2017 por la editorial chilena Los Perros Románticos. Traducido al inglés en el San Diego Annual Poetry 2015-2016 y 2016-2017. Autor del libro Poemas Panks para community managers (Buenos Aires, Santos Locos, 2016; México, Mantarraya 2017). Actualmente coordina el Waxolote Okupa, plataforma itinerante y nómada de gestión cultural y producción artística. Mantiene el blog: https://diegoespiritu.wordpress.com