HISTORIA DE UNA ESCUELA
Las autoridades de Salas, sabedores de que es la cultura la que engrandece un pueblo y preocupados de la promoción social y cultural de sus habitantes, ya habían conseguido aquello por lo que tanto habían luchado, tener dos escuelas. Una para niños regentada por Don Pedro Valderrama y otra para niñas dirigida por la Srta. Matilde Asmandía. Incluso había logrado convencer a Don Pedro para que en las noches largas del invierno continuara la educación de los jóvenes con la escuela nocturna.
Pero, ¿y las jóvenes?. Esta era la espina clavada y muy difícil de extraer. Había que luchar contra toda una sociedad en la que la mujer estaba relegada y arrinconada, sin acceso a la cultura, una sociedad eminentemente patriarcal.
Por el año 1857, alguien venido de Madrid había oído comentarios sobre unas escuelas llamadas Dominicales que habían sido aprobadas y creadas por el Gobierno de Su Majestad la Reina Isabel II en real orden del 12 de septiembre de 1857. El fin que pretendían dichas escuelas era el dispensar a las sirvientas y jóvenes del pueblo que se matriculasen el precioso don de la educación e instrucción, acomodada a su edad, sexo y condición. Poniendo manos a la obra, después de muchas idas y venidas a la capital, solicitudes, pólizas, papeles y más papeles por triplicado; después de vencer la burocracia correspondiente, por fin, en el año 1873 consiguieron establecer en el pueblo de Salas la tan traída y llevada Escuela Dominical.
Adecentaron una salita propiedad del Ayuntamiento, encargaron unas mesas al ebanista de la localidad, Don Ciriaco Villanueva, adquirieron cartillas, catones, cuadernos y algún libro de lectura.
Las mujeres más instruídas del pueblo comenzaron a impartir las clases a las jóvenes mayores de 12 años y menores de 30. Dividieron la escuela en cinco secciones en las que distribuyeron a las alumnas según su saber.
1a Sección de Principios: Se enseñaba a conocer las letras, a silabear correctamente y las oraciones más importantes de la Doctrina Cristiana.
2a Sección de Cartilla: Se enseñaba lo restante de la doctrina cristiana; Mandamientos, Sacramentos, Artículos de la fe,... y a unir sílabas, formar palabras seguidamente y con seguridad, evitando defectos de pronunciación.
3a Sección de Catón: Se enseñaba a conocer y dar valor a los signos ortográficos; interrogación, admiración,... procurando que las alumnas fueran entendiendo lo que leyeran.
4a Sección de Lectura: Se complementaba la enseñanza de la lectura, ejercitando en ella a las alumnas, y procurando que llegasen a leer con buen sentido, claridad y perfección.
5a Sección de Escritura: Se las iniciaba en la lectura y recitado del verso. Estaba formado por una sección de alumnas aventajadas.
Cada una de estas secciones era dirigida por una o dos instructoras, auxiliadas de una alumna de las designadas con el nombre de sobresaliente, y otras dos llamadas monitoras.
Así llegó la cultura al pueblo; así fueron instruyéndose las jóvenes; así nuestras mujeres llegaron a ser más mujeres. Pero de nuevo surgen dificultades. El local, dado el número de alumnas que desean ser matriculadas, resulta insuficiente. La situación económica del Ayuntamiento no le permiten acondicionar ni edificar nuevos locales. Surgió la solución de mano de la Iglesia. En la casa rectoral existía un salón amplio que con una mano de pintura estaría listo. El párroco, Don Damián Zorrilla, no sólo accedió a la cesión gratuita del salón, sino que desde ese momento se convirtió en uno de los mentores e impulsores de la obra.
Se hizo el traslado de mesas, láminas y demás enseres y comenzó una nueva época con renovadas energías y esperanzas. Era el año 1913. Las mujeres y jóvenes que se inscribieron ese año fueron 25. Encabezaban la lista María Ocina, Simona Rojo, Clementina Tudanca, Patrocinio del Moral, Josefa López, Vitoria Arnáiz, Trinidad Arce, Carmen Peña, Juliana Sáiz,... cerrando la lista Juliana y Marcelina Vallejo.
Entre 23 y 33 oscila el número de las inscritas hasta el año 1932, en el que se pierde la memoria. Precisamente ese año encontramos entre las matriculadas a Teresa Sedano, Pilar y Verónica del Moral, Eusebia González, Dorotea Ocina, Genoveba Tudanca, Inés Arnáiz, Juana y Vitoria Núñez, Antonia Peña y Julia, Guadalupe, Obdulia y Elvira Tudanca. De la instrucción y enseñanza se encargaban Dña. Casilda Ordozgoiti, Damiana Sáiz, Bonifacia Núñez, Rosa de la Hoz y Eugenia Sáiz. De la dirección espiritual, Don Damián Zorrilla a quien en atención a los desvelos que mostraba por la escuela le nombraron desde la dirección General de Madrid Socio de Honor.
Más tarde la dirección espiritual la llevaría Don Arsenio Cantero, aunque el alma de la escuela seguía siendo Doña Casilda Ordozgoiti, esposa de D. Rafael Esparza, Teniente Coronel. Ella era la primera instructora y organizadora de las amenas clausuras de la escuela. Eran los momentos alegres y simpáticos en que las alumnas, mediante unas sencillas veladas, mostraban al pueblo su esfuerzo y constancia en el aprendizaje.
Honraban con su presencia, en tales ocasiones, los Marqueses de la Solana, el Sr. Luis de Zulueta y su señora Dña. Felicia Pereda-Vivanco y sus distinguidos hijos los señores de Bruyel, D. Antonio (Juez de 1a Instancia en Reus) y Dña. Blanca, todos ellos grandes benefactores de la escuela. Ellos tenían el honor de repartir los premios a las más aplicadas, consistentes en cortes de bata, bolsillos-cartera de piel, pares de medias, crucifijos, cadenas de plata,... Incluso los Señores Marqueses de la Solana, además de 36 pesetas con las que contribuían anualmente para la escuela, tuvieron la generosidad de ofrecer en una ocasión como recuerdo de despedida diez pesetas, distribuidas en tres premios, con la condición de que las agraciadas lo metieran en una cartilla, a fin de estimular el Ahorro. La suerte correspondió a Guadalupe Tudanca con 5 pesetas, y a Elvira Tudanca y Felisa Alonso con dos cincuenta a cada una. En otra ocasión se sorteó un corte de bata regalo de Doña Blanca. La suerte favoreció esta vez a Francisca Alonso Alonso. Terminaba la fiesta de clausura con una merienda para todas las alumnas, invitación de la Señora Marquesa.
Fue tan importante el beneficio y los éxitos culturales que reportaba esta escuela que Isabel Prado en la sesión de clausura del año 1930, se atrevió a afirmar: “En muchos pueblo de España, y aun de alguno de aquí próximo, hemos oído decir que las chicas, en general casi no saben ni escribir ni leer porque lo que aprendieron de pequeñas se les olvidó. En Salas de Bureba, en cambio, todas sabemos leer y escribir no del todo incorrectamente.”
La escuela de niños y niñas, con Don Abilio como maestro, se fue ya hace unos cuantos años. Pocos niños se quedaron en Salas y la administración en sus empeños por las concentraciones, los envió a engrosar las filas de la ya clausurada escuela de Poza. Actualmente, los pocos niños que quedan en Salas están matriculados en la escuela de Oña.