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Mandrágora.docx
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Final Alternativo de Mandrágora:

Habían pasado muchas cosas en esta última semana, aunque la gente había decidido olvidar el tema y  mostrarse como si nada hubiese pasado. Todo el mundo quería olvidar lo sucedido, aunque era demasiado pronto para ello, así que sólo disimulaban.

Rodrigo habló con el rey Héctor para aclarar que aunque hubiese ayudado a su padre al hacerse pasar por él, no conocía los verdaderos planes del conde. Tanto él como su hermana Isabela se sentían muy avergonzados y decepcionados con su padre.

El rey Héctor encarceló a Cornelius y desterró al conde de Rosia. Miriam y su padre le rogaron al rey para que no condenase a la hoguera a Cornelius, éste al fin aceptó.

Zacarías  habló con su hija, y ésta le dijo que estaba pensando su ida del castillo, el no insistió en que se quedase, sólo le dijo que él se quedaría en la corte, y que decidiese lo decidiese, no dudase en comunicárselo.

Miriam, se puso a recoger sus pertenecías y Santiago la vio.  Se acercó a preguntarle:

-¿Qué se haces?

-Me voy- respondió ella algo entristecida.

-¿A dónde?-preguntó el muchacho con verdadero interés.

- No lo sé, lo más lejos de aquí supongo- respondió Miriam.

- No me sorprende-. No naciste para quedarte en un castillo.

Éste último comentario daño a Miriam.

Después de la charla con Santiago, Miriam fue a comunicarle a su padre que se iría la mañana próxima. Zacarías sonrió, sabía perfectamente lo que iba a decidir su hija, aunque tenía la esperanza de que se quedase algo más de tiempo. Se dieron un fuerte abrazo de despedida, ambos derramaron unas cuantas lágrimas. Zacarías le pidió a Miriam que le escribiese, y que se tomase el tiempo necesario, pero que por favor viniese de vez en cuando de visita, Miriam asintió y se despidió de su padre.

Al llegar la noche, Santiago no podía conciliar el sueño, no paraba de recordar la conversación que había mantenido con Miriam esa misma tarde. Se sentía mal, su estómago estaba hecho un nudo, ni siquiera había cenado. Se decía así mismo que era lo mejor, que ella había provocado, aunque involuntariamente, la muerte de su padre, que si Miriam desaparecía todo sería más fácil, afrontaría la muerte de su padre con más rapidez, aunque Santiago sabía que no era verdad, que aunque estaba aún dolido, podía perdonar a Miriam, y no quería que se fuese, quería que se quedase junto a él.

Miriam tampoco lograba dormirse, sólo pensaba en las frías palabras de Santiago, ella sabía que la quería, pero las heridas de la muerte del conde de Alta Roca todavía eran demasiado profundas. Ella también le quería, quien se lo iba a imaginar, al recordar cómo fue su primera conversación, si se le puede llamar así. Al recordar ese primer encuentro a la chica se le dibujó una media sonrisa, y acto seguido se puso a llorar. No podía creer que ésta fuese su última noche en el castillo, si todo el tiempo que le dedicó a Marco, se las hubiese concedido a Santiago, puede que todo fuese de otra manera ahora, pero eso nunca lo sabría.

Al llegar la mañana, Miriam se levantó temprano para asegurarse de llevarlo todo, después de comprobarlo cogió sus cosas, desayunó y salió a la puerta principal del castillo.

 Seguía triste por la manera en la que se había despedido de Santiago, había sido frío, quizá fue  lo que le había hecho tomar de decisión de marcharse.

Se puso en camino, hasta que una voz familiar la detuvo, se giró para ver qué sucedía.  Y allí estaba él, un chico moreno corría a su encuentro. Cuando por fin la alcanzó no podía ni hablar, se limitó a abrazarla. Después de un largo abrazo, Santiago miró a la chica a los ojos y comenzó a hablar:

-No te vayas, por favor- dijo él.

- Debo irme Santiago, será lo mejor- respondió ella.

- ¿Lo mejor para quién, Miriam?-preguntó Santiago alzando ligeramente la voz.

- Lo mejor para todos, en especial para ti, creo que ya te he causado suficiente daño, es mejor que me olvides.-dijo ella volviendo a caminar hacia la dirección contraria al castillo.

Santiago la agarró cuidadosamente del brazo.

-Si piensas que marchándote te olvidaré estás muy equivocada. Sé que piensas que no te he perdonado por lo sucedido con mi padre, pero no es así. Es reciente, y puede que aún me duela un poco, pero no te culpo, siento habértelo  transmitido, sé que no lo hiciste con mala intención, que sólo intentabas salvar al reino. No te culpo de ello. Y por mucho que te alejes, siempre estarás presente, tanto en mi cabeza como en mi corazón. Si pude salvar el reino fue gracias a ti, que confiaste en mí. Te quiero Miriam, y eso nada lo va a cambiar.

-Santiago…

-Miriam, por favor, quédate-rogó el chico.

Ésta le abrazó muy fuerte

-Lo haré, Santiago, me quedaré contigo.

Y juntos volvieron al castillo.

FIN.

Sandra Blanco, 2º B