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Impreso por Roman Sanchez Sepulveda. Prohibida su reproducción.

TESTIGO EN TERRENO Cristina Saavedra, periodista y responsable de proyectos de la ONG Global Humanitaria en Costa de Marfil, con Vicente Grupeli, de la Misión Católica de Duékoué.

COSTA DE MARFIL: LA GUERRA SIN NOMBRE

Duékoué, Costa de Marfil. 30.000 personas se refugian en una misión católica. Hasta aquí, uno de los pocos titulares que aparecieron en la prensa española, noticia que tardó poco en morir. Hoy, la vida de miles de personas sigue siendo un infierno en ese pequeño refugio; es el resultado de una guerra a la que nadie ha querido nombrar. Detrás, intereses de grandes países. Delante, personas a las que, hasta ahora, todos parecen haber olvidado.

texto y fotos CRISTINA SAAVEDRA



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TRES GENERACIONES Chantal, su madre y su hija recién nacida están refugiadas en la Misión Católica de Duékoué desde el pasado enero. A su marido lo mataron en la puerta de su casa antes de que pudiera escapar.



Chantal llegó a la Misión Católica de Duékoué el pasado 3 de enero. Días atrás, había huido de su pueblo durante el ata- que de las Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil (FRCI), el nuevo ejército no profe- sional del presidente del país, Alassane Ouattara. Durante días y noches, Chantal se refugió en la brousse (la espesa vegeta- ción), esquivando los disparos. Junto a ella iban su madre –una anciana que no sabe qué edad tiene– y su hermano. Su marido apenas pudo salir de casa, murió asesi- nado por los leales a Ouattara. Cinco me- ses después de refugiarse en la Misión, Chantal dio a luz a una niña. La pequeña todavía no tiene nombre, su madre no puede ni quiere pensar. En su cabeza sólo cabe el horror que ha vivido y son sus ojos tristes los que responden, ocupando el lu- gar de una voz a la que hace días el miedo silenció. No se atreve a contarme por qué tuvo que huir de su pueblo. La respuesta me la dan decenas de niños que juegan en el patio de la Misión, ajenos a la situación que se vive fuera de estos muros, protegi- dos por la inocencia de su infancia. «Por la guerra, por la guerra», me gritan entre son- risas, haciendo de la más cruel de las pala- bras una más de su vocabulario. La guerra. Muy pocos se han atrevido a llamar así a lo que ha ocurrido en Costa de Marfil desde las elecciones de noviembre de 2010, aunque eso es lo que ha sido. Apoyado por Francia, Estados Unidos y la Unión Africana, el candidato Alassane Ouattara se hizo con el Gobierno el 11 de abril de 2011. Ese día, el hasta entonces presidente Laurent Gbagbo fue sacado por la fuerza de la residencia presidencial, donde se atrincheraba en un intento de- sesperado por demostrar que los comi- cios habían sido fraudulentos. Su entorno aseguraba tener pruebas del fraude, y las presentaron, pero era tarde. Dos de los países más poderosos habían hecho su apuesta. Ouattara consiguió su objetivo

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¿A QUIÉN HABÍA VOTADO FANTA? A NADIE, PORQUE SÓLO TENÍA 14 AÑOS. PERO ESO NO IMPORTÓ PARA QUE LA VIOLARAN DELANTE DE SUS PADRES.

pero el camino que le ha llevado hasta el poder está ahora plagado de muertos, violaciones, torturas y vejaciones. Ese ha sido el precio del trono. En noviembre empezaron los asesinatos y a los vivos poco más les quedaba que huir. Más de 800.000 personas abandonaron sus casas, 200.000 de ellas buscaron re- fugio fuera del país. Hoy todavía hay 300.000 desplazados internos que no han regresado a sus hogares, la mayoría se concentran en el oeste. Aunque el Go- bierno se empeñe en hablar de normali- dad, sólo en la Misión de Duékoué hay cerca de 15.000 marfileños. «No nos extraña, en enero ya decían que la situación estaba normalizada», me cuenta Vicente Grupeli, misionero sale- siano español y quien mejor puede contar qué ocurre en la Misión de Duékoué, donde trabaja desde hace años. Vicente estaba allí cuando los primeros desplaza- dos entraron buscando refugio a finales de diciembre. A mediados de abril, 30.000 personas se hacinaban en la explanada de la Misión. ¿De qué y, sobre todo, de quién huían? «La mayoría de los que están aquí son Guérés que huyen de la venganza de los Dioulás. La lucha por el poder entre Gbagbo [a quienes apoyarían los primeros] y Ouattara [a quienes seguirían los segun- dos] ha enfrentado a los partidarios de cada bando y ha reavivado las viejas renci- llas interétnicas», explica Vicente. Antes de las elecciones, Laurent Gbagbo controlaba el sur del país. El norte era feudo de los rebeldes, las Forces Nouve- lles (FN), el principal apoyo de Ouattara en su carrera presidencial. A las FN y otros partidarios ouattaristas alguien puso un ka- lashnikov en las manos. El arma más mor- tífera del mundo sirvió para que centena- res de analfabetos se creyeran señores de la guerra con derecho a imponer su propia ley. El objetivo sólo era, y sigue siendo, qui- tar del medio a todo sospechoso de haber

apoyado al viejo Gbagbo. Da igual si hay pruebas o no, el que porta el arma decide, y la barrera entre la vida y la muerte la marca, por ejemplo, tu apellido, una posi- ble seña de identidad de tu etnia, aunque eso no sea obligatoriamente reflejo de tu tendencia política. Sobre todo porque mu- chas de las víctimas de esta guerra ni si- quiera habían participado en los comicios. ¿A quién había votado Fanta? A nadie, porque sólo tenía 14 años. Pero eso no importó a los salvajes de las FN que entra- ron en su casa y la violaron en presencia de sus padres.

El informe de Amnistía Internacional tras los seis primeros meses de crisis pos- telectoral está lleno de testimonios bruta- les. Violaciones de Derechos Humanos, crímenes de guerra y contra la Humanidad cometidos por partidarios de uno y otro bando. Porque en las guerras nunca hay buenos ni malos absolutos. «Las milicias entraron en mi casa», cuenta una testigo, «encontraron escondido a un vecino. Lo mataron a tiros, le cortaron la mano y el pene. Uno de ellos colocó el pene seccio- nado en la punta de su fusil y se fueron». Esa prepotencia de quienes ahora tienen el control la padeció esta periodista. Via- jaba junto a mi equipo por la principal ca- rretera del país cuando un grupo de hom- bres armados, vestidos con trozos de tra- jes militares y mirada de perdonavidas nos pararon obligándonos a pagar peaje por cruzar su barrera de pinchos. Mientras nuestro chófer se bajaba para explicarles que no pagaríamos, que trabajamos en una ONG, que nuestros fondos son ayuda para los civiles, entre los que están sus propias familias, uno se acercó a mi venta- nilla y a gritos me obligó a bajar del coche. Me negué y ante su insistencia le pregunté por qué había de bajarme. Señaló al de las gafas de sol y gorra roja que sonreía desde la sombra, y me dijo: «Porque ese



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DURO TRASPASO Simone, la mujer del ex presidente Laurent Gbagbo, fue arrestada con él por las tropas de Ouattara. Ambos permanecen detenidos.

MARIE Y SU NIETA La hija de Marie dio a luz a esta pequeña cuando llegó a la Misión de Duékoué. Murió cinco días después, hace un mes y medio. Desde enton- ces, otras madres que acaban de parir alimentan a la nieta de Marie, aunque los pechos marchitos apenas dan leche para sus propios hijos. Los médicos dicen que no hay muchas esperanzas, pero la niña, aún sin nombre, se aferra a la vida con sus diminutos dedos.

VIDA EN EL CAMPO Sin apenas recursos, los deplazados esperan una decisión de los organismos internacio- nales que, al fin, les haga llegar ayuda.



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PUEBLOS SIN VIDA El presidente Ouattara está instando a la población a regresar a sus viviendas. Pero nadie quiere volver a esos pueblos abandona- dos, no se fían del Ejército gubernamental.

VIDA EN PAZ Imágenes de la vida de los desplazados en la Misión de Duékoué. Aunque apenas tienen medicinas o comida, los refugiados no quieren marcharse: en la misión se sienten a salvo.



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LOS MILITARES QUE ENVIÓ FRANCIA PARA PROTEGER A LA POBLACIÓN CIVIL EN REALIDAD PROTEGIERON A OUATTARA. Y CON ÉL, A LOS INTERESES FRANCESES.

tiene ya esta pobre gente con lo que ha pasado, porque esto ha sido... inhu- mano». Este hombre de mirada serena te quiere para él». Así son, acostumbrados

agacha la cabeza emocionado y llora. «La

recuperar algunos de los beneficios que a dominar, a humillar y a vejar a la mujer

primera semana de abril, tras el asalto a la

Gbagbo empezó a quitarle a medida que haciendo de su cuerpo sólo un pedazo de

ciudad de Duékoué, una avalancha de

caducaban los acuerdos postcoloniales. carne. No pronuncié palabra, pero conti-

gente buscó refugio aquí. Es imposible ol- nué sentada. El lazarillo del jefe volvió a gri-

vidar la mirada de esas madres y sus hi-

La situación en la Misión de Duékoué tarme hasta que uno de mis compañeros,

jos, venían perdidos, abatidos, sin comer

es tan insostenible que ACNUR ha levan- marfileño, sin mirarle a los ojos, le dijo que

desde hacía días...» De nuevo, el silencio.

tado un campo de desplazados en las era su mujer. Mentí y corroboré sus pala-

A Vicente le marcó también la lentitud de

proximidades para trasladar a aquellos bras. Aquel día, el animal del vestido de

algunas organizaciones humanitarias.

que no podrán volver a sus casas, al me- camuflaje tenía activado su peculiar sen-

«Nos decían que por motivos de seguri-

nos de momento. Hace unos meses, el tido del honor y respetó al hermano y me

dad no podían mover a las ONG que es-

ministro de Minas, Petróleo y Energía, dejó seguir. Yo tuve suerte, pero hay de-

taban en algunos puntos del país. Los

Adama Toungara, mostró su desacuerdo masiadas mujeres que no pueden decir lo

observadores internaciones que vinieron

con la construcción del campo porque, mismo. En ese mismo tramo de carretera,

a verificar la legalidad de las elecciones

según la versión oficial, lo mejor era que hace unos meses, varias mujeres y niñas

estuvieron aquí dos días y se marcharon

regresaran a sus pueblos; algo que estaría fueron obligadas a bajar del minibús de lí-

porque esto no era seguro. A ellos los lle-

bien si no fuera porque muchos de esos nea regular que las llevaba a casa. «Eran

varon hasta Man (a 30 km de Duékoué)

pueblos ya no existen, han sido arrasa- miembros de las FRCI», cuenta un joven

donde hay aeropuerto. Ellos sí pudieron

dos. La otra versión, la que circula entre que también viajaba en la furgoneta. «Las

moverse entre la inseguridad, pero las

los marfileños, es que Toungara no quería empujaron con la culata del AK-47 hasta

ONG no. ¿Por qué no las protegieron?

el campo porque linda con su mansión. La la espesura y allí las violaron.» Tras la sal-

Aquí las necesitábamos.»

presión de varios colectivos y las críticas vajada, las devolvieron al autobús y obliga-

Muchas voces críticas han preguntado

que ya han empezado a llover sobre el ron al conductor a seguir.

dónde estaban las fuerzas de paz de Na-

nuevo Gobierno en estos primeros meses ciones Unidas durante la matanza de

de gestión obligaron a un cambio de es- El 8 de marzo de este año, Alassane

Duékoué el 28 de marzo en la que, según

trategia. El Ejecutivo va a claudicar y apro- Ouattara creó las FRCI, un ejército pla-

Cruz Roja, 800 personas fueron asesina-

bar el nuevo refugio. El dato oficial de los gado de pocos militares de carrera, mu-

das. La propia ONU reconoció que sus

muertos que ha dejado esta guerra habla chos antiguos rebeldes y demasiados de-

efectivos no eran suficientes. Por allí tam-

de 3.000, pero nunca se sabrá exacta- salmados obnubilados por el estampado

poco asomaron los militares de la Licorne,

mente cuántos han sido. A fecha de hoy de sus nuevos pantalones. Tropas que

la operación especial que envió Francia,

hay varias investigaciones abiertas por nacieron para proteger a su país, lo que

según el Gobierno de Sarkozy, para pro-

parte de Organizaciones Humanitarias, al- incluía la población civil, aunque esto úl-

teger a la población civil de su antigua co-

tos organismos, algún Gobierno y hasta timo no pareció quedarles muy claro. «El

lonia. Aunque en realidad, a quien real-

por el Tribunal Penal Internacional. Los Gobierno de Ouattara no debe olvidar que

mente protegieron fue a Alassane Ouat-

culpables son de uno y otro bando, de va- el responsable de estos desplazados es

tara durante los graves enfrentamientos

rias etnias, por uno y mil motivos. La Justi- su ejército, las FRCI. Desde que ellos to-

ocurridos en la capital económica, Abid-

cia deberá hablar, y de paso ayudar, a bo- maron el control, comenzó a aumentar el

jan. Y con él, la Licorne protegía también

rrar un poco ese sentimiento vergonzoso número de desplazados que llegaban a la

los intereses franceses. La buena relación

que provoca saber que lo que aquí se ha Misión.» Vicente Grupeli saca el dolor que

personal entre Sarkozy y Ouattara no es

contado es obra, una vez más, del ser hu- lleva dentro y lanza un mensaje al presi-

un secreto. El presidente galo fue testigo

mano. Una vergüenza que también debe- dente marfileño: «Establezca usted, señor

en la boda del ahora presidente marfileño

ría abochornar a quienes pudieron contar Ouattara, las condiciones óptimas para

con Dominique Folloroux en Neully

lo que allí ocurría y no lo hicieron. Este re- que esta gente pueda salir de aquí, que

(Francia), en 1991. Con él en el poder, no

portaje nació con la promesa de dar voz a tengan seguridad para volver a sus casas,

es difícil pensar que Francia volverá a

las personas que así me lo pidieron en que no se encuentren con personas a las

Costa de Marfil. Sus gritos, que aquí que han dado trajes militares, que les pro- fieren amenazas que cumplen Bastante

nunca hoy en pudimos todas las escuchar, conciencias.

quizá y

O

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