LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA- 1º BACHILLERATO
Tema 4. La Literatura del siglo XVI.
La poesía en el siglo XVI
Marco histórico y cultural
Historia y sociedad
Etapas
La cultura renacentista
Estética
La lengua y la literatura
El Renacimiento: la lírica.
Formas y temas de la lírica renacentista.
Tópicos clásicos
Garcilaso de la Vega
Vida
Obra
El amor y la naturaleza en la poesía de Garcilaso
Estilo
La lírica en la segunda mitad del siglo XVI
Fray Luis de León
Vida
Obra
La poesía de fray Luis de León
Estilo
San Juan de la Cruz
Vida
La poesía mística
La poesía de san Juan de la Cruz
Estilo
Marco histórico y cultural.
Historia y sociedad.
En política Carlos I continúa la línea de fortalecimiento del poder real de los Reyes Católicos: la monarquía autoritaria y centralista somete a la alta nobleza y a la iglesia, aliándose con la baja nobleza. En lo social, destaca que el comercio se desplaza del Mediterráneo hacia el Atlántico. Finalmente, en lo religioso y cultural, se distinguen dos etapas: en la primera, con Carlos I, se expande el humanismo renacentista; la segunda, con Felipe II, está marcada por el movimiento conservador de la Contrarreforma.
En general, tanto el reinado de Carlos I, en la primera mitad del siglo XVI, como el de Felipe II, en la segunda mitad, supone períodos de estabilidad, si bien hay momentos de tensión social que se manifiesta, por ejemplo, en las revueltas de los Comuneros, en Castilla, y de las Germanías, en Aragón, y en la expulsión de los moriscos,
A partir del descubrimiento de América, en 1492, el desarrollo comercial se centra en el eje Atlántico (Cádiz, Sevilla, Lisboa, América) en detrimento del eje mediterráneo. No obstante, el mantenimiento de un imperio tan grande y el esfuerzo de la colonización llevaron, a la larga, a diversas bancarrotas. Así pues, en el siglo XVI comienza la decadencia económica y política, mientras que la cultura vive un período muy brillante.
Etapas
En el siglo XVI pueden distinguirse dos períodos:
Época de Carlos I. Representa el momento de esplendor político y económico, de optimismo y apertura a las nuevas corrientes europeas. Carlos I reunió un imperio inmenso, ya que sumó Alemania a la herencia de los Reyes Católicos- que incluía la América conquistada- y se convirtió en el emperador más poderoso de su tiempo. Su educación fue alemana, y llegó a España con un séquito en el que figuraban notables humanistas. Desde el poder fomentó el clima de aceptación de las corrientes renacentistas y los contactos culturales con Italia y los Países Bajos. Su reinado suspuso la aceptación del Renacimiento europeo y la asimilación del humanismo.
Época de Felipe II. En los territorios europeos que formaban parte del imperio se extiende el movimiento luterano, que desemboca en el protestantismo. Como reacción, España se alía con el papado y se convierte en la defensora del catolicismo, sobre todo a partir del Concilio de Trento. Se inicia así el período conocido como Contrarreforma, etapa de desconfianza hacia la cultura y de aislamiento respecto a Europa: se prohíbe, por ejemplo, importar libros, estudiar en el extranjero o traducir la Biblia en lengua vulgar. Paralelamente, se entra en un período de fervor religioso que da lugar a la aparición de una abundante literatura religiosa, a la vez que proliferan numerosas herejías. Cobran una gran fuerza los mitos que identifican los valores hispánicos con la noción de cristiano viejo, como el concepto de hidalguía (que implica el desprecio al trabajo, sobre todo el comercial y el financiero, por ser considerados propios de judíos); la honra, asociada también con la ascendencia religiosa y prestigio social y la obsesión por la limpieza de sangre. Numerosas obras literarias recogen este ambiente, como, por ejemplo, el Lazarillo de Tormes. De la misma forma, excelentes escritores fueron víctimas de los prejuicios contra los conversos o contra quienes planteaban una nueva religiosidad, como Fray Luis de León, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, que fueron perseguidos o encarcelados.
La cultura renacentista
La cultura renacentista refleja la asimilación del humanismo, que concibe al ser humano como eje del universo. Se admira la cultura clásica grecolatina (mitología, amor por la naturaleza y la belleza, etc.); se confía en el pensamiento racional, y se defiende una nueva espiritualidad, basada en la experiencia individual. Los humanistas más influyentes en la cultura española fueron Erasmo de Rotterdam y Baltasar de Castiglione.
Asimilación del humanismo. El modelo de humanista era el intelectual que se interesa por todos los saberes y que se rige por la razón. En ese sentido, los humanistas se alejan de la cultura medieval, moldeada a partir de la visión judeocristiana, que concibe el mundo y la existencia humana como simple camino hacia la vida eterna.
El erasmismo. Erasmo de Rotterdam representó el arquetipo de humanista, y su influencia fue profunda en lo religioso y en lo cultural. En su libro Enchyridion proponía una nueva religiosidad más intimista y tolerante, que criticaba la religiosidad externa, ciertas prácticas como los ayunos y el culto a las reliquias.
La influencia de Erasmo fue intensa en toda Europa y en la corte de Carlos I. Su huella aparece, por ejemplo, en la nueva concepción religiosa, intimista y antiformalista, y en el uso de la sátira como instrumento para la crítica. Se observan rasgos erasmistas en las obras de Gil Vicente, de los hermanos Valdés, en el Lazarillo de Tormes y en El Quijote.
El hombre renacentista, el cortesano. El modelo de conducta social renacentista se encuentra expuesto en el libro El cortesano, de Baltasar de Castiglione, que fue traducido al castellano por Juan Boscán y tuvo una enorme difusión en la época. El hombre renacentista debía cultivar de forma equilibrada y armónica el alma y el cuerpo, las letras y las armas. Además, el cortesano debía perseguir sobre todo la elegancia, que se basaba en la naturalidad y la sencillez, huyendo de cualquier afectación o vulgaridad.
El ideal del caballero de la época fue descrito por Baltasar de Castiglione en El cortesano (1528):
“Y así, nuestro cortesano, además de buen linaje, quiero que tenga buen ingenio, y sea gentil hombre de rostro y de buena disposición de cuerpo, y alcance una cierta gracia en su gesto y un buen aspecto que le haga luego parecer bien a primera vista para que sea de todos amado. […] El principal y más propio oficio del cortesano debe ser el de las armas, las cuales debe tratar con viveza y gallardía para que su señor le considere un hombre esforzado y fiel y para alcanzar la fama de sus buenas condiciones con las armas si en todo momento y en todo lugar se comporta así […] Sobre su alma, bastará con que sea hombre de bien y limpio en sus costumbres, porque en estas virtudes se contiene la prudencia, la bondad, el esfuerzo y la moderación. Para alcanzar esto basta con querer ser bueno puesto que aquellos que no desean otra cosa sino ser buenos, fácilmente alcanzan la ciencia necesaria para serlo. Pero además de la bondad, el aderezo sustancial y principal del alma es el estudio de las letras”
Estética.
La estética del Renacimiento es clasicista. Por ello, se valora el equilibrio, la serenidad, lo armónico y lo natural. El arte renacentista recoge la idea de Aristóteles, según el cual las obras artísticas reflejan lo que la realidad tiene de bello; es decir, el arte estiliza la realidad, la embellece. El arte renacentista tiene, pues, una finalidad estética, ya que aspira a la belleza.
La influencia de los clásicos no se limita a Aristóteles. En la estética renacentista está muy presente una concepción del mundo que deriva de Platón. Según el platonismo, la belleza del mundo es un reflejo apagado de la belleza suprema, que sólo se encuentra en el mundo de las ideas. Por eso, la contemplación de cualquier rasgo de belleza (en la mujer, en la naturaleza o en el arte) mejora al ser humano, porque lo eleva y lo acerca a la divinidad. Esta es la base del amor platónico que recoge Petrarca y que está presente en toda la lírica renacentista.
El esteticismo renacentista representa la desaparición del didactismo medieval, porque no pretende transmitir lecciones morales o sociales.
La lengua y la literatura.
El modelo del lenguaje renacentista aspira a la elegancia y la naturalidad, como ocurre en todos los ámbitos. En la literatura, la admiración por la cultura grecolatina explica el esteticismo, el platonismo y la imitación de los escritores griegos y latinos, que se toman como modelo. Su influjo se refleja en los temas (mitología, naturaleza, amor) y en las formas (se revitalizan géneros clásicos, como las églogas y las epístolas).
En la lengua renacentista, el concepto de distinción o elegancia está unido al de sencillez, como expuso Juan de Valdés en el libro Diálogo de la lengua. Los modelos de estilo son los escritores clásicos: la frase amplia y equilibrada, el uso del epíteto y el léxico culto, pero no cultista.
En la literatura renacentista de la primera mitad del siglo XVI, la admiración por la cultura grecolatina se manifiesta en la incorporación de temas paganos y en el esteticismo. En la segunda mitad, se acentúa el tono moral, la búsqueda del sosiego espiritual. En conjunto, la literatura renacentista es muy diferente de la anterior y la renovación es evidente en los temas, las formas y los géneros.
LOS GÉNEROS LITERARIOS DEL RENACIMIENTO. SIGLO XVI.
Lírica | Anónima (lírica tradicional) Garcilaso de la Vega Fray Luis de León San Juan de la Cruz | Cancioneros y Romancero Sonetos y églogas Odas Cántico espiritual |
Narrativa | Garci Rodríguez de Montalvo Jorge de Montemayor Anónimo Miguel de Cervantes | Amadís de Gaula La Diana Lazarillo de Tormes La Galatea |
Didáctica | Juan de Valdés Santa Teresa de Jesús | Diálogo de la lengua El libro de su vida |
Teatro | Gil Vicente Lope de Rueda Miguel de Cervantes | Auto de la síbila Casandra Pasos Tragedias, comedias, entremeses |
El Renacimiento: la lírica.
Formas y temas de la lírica renacentista
A pesar de que en el siglo XVI conviven varias tendencias poéticas, lo que define la lírica del siglo XVI es la irrupción del petrarquismo, un nuevo modelo de lírica que transforma el panorama literario. La huella de Petrarca, que se observa por primera vez en la obra de Garcilaso de la Vega, se evidencia en todos los grandes poetas de los siglos XVI y XVII y llega hasta la poesía actual. El influjo de Petrarca supone una renovación esencial, no sólo de temas y formas literarias, sino de la sensibilidad estética, y se debe, sobre todo, a su intimismo.
Al comienzo del siglo XVI conviven tres corrientes:
Tópicos clásicos
La literatura clásica grecolatina va a proporcionar temas y géneros en la poesía renacentista. Así, reaparecen insistentemente una serie de tópicos clásicos en la lírica renacentista:
· Carpe diem (‘Goza del día de hoy’): llamada a aprovechar el momento, pues la vida es breve y la fortuna variable y no se sabe qué puede ocurrir mañana.
· Collige, virgo, rosam (‘Recoge, doncella, las rosas’): exhortación a una joven para que ame antes de que el tiempo marchite su belleza.
· Aurea mediocritas (‘La feliz mediocridad’): alabanza de la vida moderada, alejada de grandes ambiciones y pasiones que sólo acarrearían preocupaciones e infelicidad.
· Beatus ille (‘Feliz aquel’): añoranza de la vida apartada del fragor mundano, generalmente en contacto con la naturaleza, lugar apropiado para encontrar la paz y la armonía. A este estaría muy próximo otro tópico renacentista conocido como menosprecio de corte y alabanza de aldea, en el que por iguales motivos se pondera la vida en el campo en detrimento de la ajetreada y conflictiva vida cortesana.
Vinculado con el amor aparece el tópico de la belleza de la mujer se idealiza como reflejo de la belleza divina y se describe mediante el tópico de la Descriptio puellae (“descripción de la muchacha”). Se trata de una descripción de la belleza femenina que sigue una serie de normas:
En el rostro hay que distinguir varias partes:
A toda esta belleza, Dante y Petrarca añaden un componente espiritual y convierten a la mujer en la donna angelicata, mujer ángel, cuyo amor hace brotar en el hombre no los instintos carnales sino el deseo de superarse a sí mismo.
La belleza femenina da pie a otros dos tópicos muy conocidos, el Carpe diem (Disfruta cada día) y Collige, virgo, rosas (Muchacha, corta las rosas). En ambos, el poeta anima a una mujer joven y bella a que aproveche la juventud y la belleza mientras estas duren, ya que el tiempo de los placeres es muy breve. Se identifica la juventud y la belleza con las estaciones (la primavera es la juventud, el otoño o el invierno, la vejez) o con las flores, en especial la rosa, cuya belleza dura poco.
Para alabar a los varones el tópico renacentista es Sapientia et fortitudo (Sabiduría y valor), es decir, la mezcla del soldado y el estudioso. Se valora que los hombres cultiven tanto su físico (con la danza, la caza o la guerra) como el espíritu (con el estudio, la creación literaria, el canto y la música).
Garcilaso de la Vega (1501?-1536)
El poeta más representativo del espíritu renacentista es Garcilaso de la Vega, introductor del petrarquismo, quien marcó el rumbo de la poesía posterior. Encarna el modelo de hombre renacentista: era el perfecto cortesano, cultivado y sensible, y a la vez un valiente guerrero. Su breve obra inicia una nueva sensibilidad intimista, que se expresa en el análisis de los sentimientos del poeta.
Vida
De origen noble, descendiente del Marqués de Santillana, fue un poeta-soldado cuya vida estuvo marcada por la del emperador Carlos V, ya que formaba parte de su séquito. En 1526, en la boda del rey con Isabel de Portugal, conoció a una de las damas de la reina, Isabel Freyre, quien le inspiró muchos de sus poemas amorosos. Con el rey viajó a Italia, y por él estuvo desterrado en una isla del Danubio y en Nápoles, donde residió durante un tiempo y se familiarizó con los poetas italianos. Su formación cultural fue la de un humanista. Murió a los treinta y seis años en el asalto a una fortaleza en Provenza.
Obra
La obra de Garcilaso fue breve, como su vida. En ella destacan los sonetos, unos cuarenta, y las tres églogas.
Garcilaso compuso, además, cuatro Canciones petrarquistas, la oda A flor de Gnido, dos elegías y una epístola a Boscán.
En 1543, la viuda del poeta barcelonés Juan Boscán, amigo de Garcilaso, publicó conjuntamente las obras de ambos poetas, y enseguida la poesía de Garcilaso alcanzó una gran difusión. A los pocos años, Garcilaso era comentado como modelo en la universidad de Salamanca, y en 1580, Fernando de Herrera realizó una edición crítica de su obra como si ya fuera un clásico. A partir de ese momento, Garcilaso se convierte en uno de los poetas más admirados y, como Jorge Manrique, es un <<poeta de poetas>> al que se cita y a quien se dedican muchas composiciones.
Garcilaso transformó la métrica y renovó el tratamiento del tema amoroso y de la naturaleza.
El amor y la naturaleza en la poesía de Garcilaso
La poesía de Garcilaso gira en torno a dos grandes temas: el amor y la naturaleza. El sentimiento amoroso, dichoso y desgraciado, es el centro de su lírica. Por eso su poesía es intimista, y en ella la naturaleza siempre acompaña a los personajes.
Garcilaso es uno de los grandes poetas del amor, porque suma la moda petrarquista del tema amoroso y el sentimiento real, vivido, del poeta. Pero ese sentimiento, aunque apasionado, se expresa de una forma contenida y grave; es lo que él mismo llama <<el dolorido sentir>>. Garcilaso inaugura con el tema amoroso una poesía intimista que lo convierte en el maestro de otros poetas posteriores que tienen como tema central el amor, como Gustavo Adolfo Bécquer, en el romanticismo, o Pedro Salinas, en el siglo XX.
Garcilaso también incorpora la naturaleza a la poesía castellana, sobre todo en las Églogas. En ellas, el elemento natural adquiere tanta importancia como el diálogo entre los pastores o los personajes mitológicos que protagonizan las historias. La extensión de la égloga permite al poeta la descripción detallada de los sentimientos y de la naturaleza.
Estilo
La obra de Garcilaso supone la creación del lenguaje poético renacentista, elegante y natural al mismo tiempo. La renovación del estilo se basa en el léxico refinado pero al mismo tiempo sencillo, en los abundantes epítetos y en la suave musicalidad del endecasílabo. A partir de Garcilaso, el soneto se convierte en la estrofa básica de la poesía culta castellana y llega hasta el siglo XX en la obra de autores como Miguel Hernández o Federico García Lorca.
La lírica en la segunda mitad del siglo XVI
En la segunda mitad del siglo XVI, la lírica incorpora temas religiosos y morales, con autores tan señalados como Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Al mismo tiempo, Fernando de Herrera inicia un estilo cultista y continúa los temas renacentistas (amor, naturaleza, mitología…).
Con la Contrarreforma y el aislamiento, la lírica pierde los ideales de universalidad y el entusiasmo pagano anterior, y aunque las corrientes renacentistas no se pierden, quedan fundidas con el catolicismo y se asimilan a él. Es lo que se ha llamado Segundo Renacimiento o Renacimiento cristiano, en el que aparecen poetas moralistas y religiosos, como fray Luis de León, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. Paralelamente, Fernando de Herrera continúa la lírica amorosa e inicia una poesía épica culta, con un estilo que se aleja de la naturalidad del primer Renacimiento, el de Garcilaso, y anuncia la complicación del Barroco.
En este período se ha hablado de dos escuelas o tendencias poéticas:
Junto a estas dos tendencias surge la poesía religiosa: la ascética, que trata sobre cómo conseguir la perfección moral, y la mística, que refleja la unión del alma con la divinidad. San Juan de la Cruz es el mejor representante de este tipo de poesía.
Fray Luis de León (1527-1591)
La poesía de fray Luis de León sintetiza la cultura renacentista y el pensamiento cristiano. Plantea temas morales, influido por Platón, Virgilio y Horacio, de quien procede su estoicismo: el deseo de lograr la virtud, el ansia de paz espiritual, o la alabanza de la vida sencilla.
Vida
La vida de fray Luis de León refleja fielmente el confuso momento que se vivía, las tensiones entre las tendencias humanistas o renacentistas y la susceptibilidad de los poderes eclesiástico y civil.
Fray Luis de León fue un hombre muy culto, un humanista, descendiente de conversos y fraile agustino, que enseñó teología en la Universidad de Salamanca. La inquisición lo condenó por defender la lectura de la Biblia en su lengua original y por haber vertido al castellano el libro bíblico del Cantar de los Cantares, obra que fue fundamental para el desarrollo de la mística posterior. Tras cuatro años de cautiverio, lo absolvieron y acabó alcanzando un alto cargo dentro de su orden religiosa.
Obra
Además de poeta, fray Luis de León fue un extraordinario traductor del latín y del hebreo: tradujo a los poetas latinos Horacio y Virgilio, y también tradujo los salmos bíblicos. Como prosista, escribió libros de tema moral y religioso, como La perfecta casada, obra didáctica sobre la conducta de las esposas, y De los nombres de Cristo, comentario sobre las diferentes denominaciones que recibe Jesucristo en los libros sagrados.
La poesía de fray Luis de León
La mayor parte de la poesía de Fray Luis son odas, cantos de alabanza, escritas en liras, siguiendo el modelo introducido por Garcilaso. Los temas de que trata tienen un tono moral que refleja la influencia de los clásicos: Platón, Virgilio y, sobre todo, Horacio, de quien toma el estoicismo, es decir el anhelo de la virtud mediante el dominio de las pasiones, la búsqueda de lo espiritual o el elogio de la vida sencilla campestre, que contrapone a las vanidades mundanas o sociales. Muy conocida es Oda a la vida retirada, que recrea el tópico del beatus ille “feliz aquel”, a imitación de Horacio. Esa misma influencia muestra Noche estrellada, donde manifiesta el anhelo y la nostalgia del cielo. En la obra poética de Fray Luis se funden el platonismo y el cristianismo, porque presenta el mundo como destierro doloroso, a partir del cual el ser humano puede elevarse a las verdades eternas a través de la contemplación de la naturaleza y el arte.
Estilo
La lengua de Fray Luis es similar a la de Garcilaso y al modelo renacentista porque es natural y elegante, pero también refleja el influjo de Horacio por la amplitud de las frases y por los numerosos cultismos que encontramos en ella. Su estilo es muy cuidado, como demuestran el magistral uso de los encabalgamientos que marcan el ritmo de los poemas, y el uso de las aliteraciones, pero siempre huye de la brillantez formal que podría desdibujar el contenido, y todos los recursos se subordinan al significado de sus poemas.
San Juan de la Cruz
La poesía mística es aquella que expresa la vivencia excepcional de la unidad del alma con la divinidad. La lírica de san Juan de la Cruz expresa esa experiencia amorosa mediante símbolos sugerentes y emotivos, que se inspiran en la Biblia, el lenguaje amoroso y la naturaleza.
Vida
De familia humilde, fue protegido por un noble, lo que le permitió estudiar filosofía y teología en la Universidad de Salamanca como religioso carmelita. Seguramente allí conoció a fray Luis de León y tuvo acceso a sus traducciones bíblicas. Por su admiración hacia santa Teresa de Jesús, pasó a ser un carmelita descalzo, aquellos que querían acercarse al cristianismo primitivo, y se dedicó, junto con Santa Teresa, a la fundación de nuevos conventos. San Juan de la Cruz escribió poemas sobre sus experiencias religiosas. Los frailes de su comunidad leían sus poemas, pero, dada la dificultad que los religiosos encontraban en algunos textos, Santa Teresa le sugirió que escribiera unos comentarios en prosa que aclarasen el sentido de la poesía.
Como Fray Luis, también san Juan de la Cruz padeció prisión. Fue acusado por sus excompañeros, los carmelitas calzados, que desconfiaban de la renovación religiosa que llevaban a cabo los descalzos.
La poesía mística
La poesía mística expresa la experiencia de la unión del alma con la divinidad, lo que se denomina <<éxtasis místico>>. En este sentido, la poesía de San Juan y la de Santa Teresa son poesía mística, porque tienen como tema central la expresión de esta vivencia religiosa. Por conseguir la unión entre el alma y la divinidad hay que emprender el camino de la ascética, la purificación del alma a través del sacrificio, las oraciones y el desprendimiento de las vanidades del mundo. La ascética es, por tanto, una vía que todo el mundo puede seguir, però la experiencia mística, según el cristianismo, es un don que Dios concede a unos cuantos elegidos.
La poesía de san Juan de la Cruz
La obra de san Juan de la Cruz se editó en 1618. Hasta entonces circulaban manuscritos de su obra entre los religiosos y las religiosas de su orden; por eso encontramos numerosas variantes de los textos.
La poesía más original de san Juan de la Cruz es, sin duda, aquella que recoge su experiencia mística. El poeta se encuentra con un lenguaje insuficiente para transmitir este tipo de vivencia y la manifiesta a través de símbolos.
Los grandes poemas de san Juan de la Cruz, Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva, escritos en liras, reflejan el camino que lleva a la unión con Dios y el placer que ello proporciona. Noche oscura del alma narra cómo una joven, el alma, sale a escondidas de su casa para reunirse con el Amado, a quien se entrega. Cántico espiritual es una imitación del Cantar de los Cantares y, al igual que el libro bíblico, constituye un diálogo amoroso entre la esposa y el esposo o la pastora y el pastor, a quien ella busca hasta que lo encuentra. Este poema transmite, a través de símbolos, las sensaciones vividas en el proceso de la unión con la divinidad y el éxtasis final. En él la naturaleza cobra mucha importancia. Llama de amor viva es pura exclamación jubilosa, un canto al placer de la unión mística.
Estilo
San Juan de la Cruz crea una nueva lengua poética a través de los símbolos que tienen su origen en el lenguaje del amor humano, en la Biblia y en la naturaleza: el amado, la noche, los montes, la cueva, el ciervo, el esposo, la esposa, etc. Es un lenguaje muy emocional, expresivo e intenso; en él abundan exclamaciones, las aliteraciones y las enumeraciones, y para expresar lo inexpresable, el poeta recurre a contrastes y antítesis, como por ejemplo, soledad sonora, música callada, ¡Oh cautiverio suave!...
El estilo de san Juan de la Cruz asimila diversas influencias, como la de la lírica tradicional, la de Garcilaso, la de Fray Luis y de la Biblia.