Otoño

“Sólo debes sobrevivir”

Novela por entregas por Denisse Jacobo

2. Recuerdos de cumpleaños

Sentía el cuerpo adormecido,  débil y frágil; había cosas que simplemente no podía controlar; era como si mi cerebro no conectara con todo lo demás, Samara un día desapareció,  después de una semana de búsqueda nos dijeron que posiblemente había muerto,  yo dejé de tener una conexión con ella, ese fue el fin de nuestras esperanzas,  por primera vez en meses vi llorar a Samirah,  Zendaya se hundía en la culpa y en el odio a sí misma; hicimos un pequeño altar "en honor a Samara Petrova" escribió Thais...y ella vive; cuando escuché, mi alma dio un vuelco,  todo mi cuerpo perdió la vida,  ellos la tenían, le hacían sabe que cosas, todo por encontrarnos,  desde ese día yo me la paso sedada, así no pienso,  así no escucho y no doy explicaciones, cuando el sedante acaba despierto para pedir más,  me quejo de dolores que no siento y dejo, sin protestar, que me inyecten de nuevo, porque no sé que hacer; de lo poco que puedo escuchar nada es muy dulce y agradable,  Thais sigue mal herida aún no despierta,  Samirah igual, la historia oficial de la invasión del Sáhara es que "creyeron que había petróleo además de minas". Y ahora estoy sumida en la inconsciencia. “A veces sé lo que va a pasar,  es como un sueño,  que se hace realidad". "La gente hace lo que yo digo,  siempre,  sin preguntar,  ellos solo me obedecen". "Es como si pudiera meterme en los sueños de los demás, decirles que soñar,  unos sueñan dormidos, otros lo hacen despiertos". "Hago cosas con mi mente, cosas que nadie más puede hacer, es como si me contaran que piensan" "Mami" "¡Feliz cumpleaños Valeska! 19 al fin" "mi nena adorada" "pide un deseo" " tienes que irte" "-¿me recuerdas? - no sé  quién eres" "iremos al desierto a practicar, ahí no pueden dañar a nadie". Había demasiadas voces en mi cabeza,  la mayoría conocidas, otras no tanto...sonreí, ellas estaban despiertas.

-Necesito hablar con su paciente - gritó alguien desde afuera - sería más fácil si no la tuvieran drogada todo el tiempo ¿es su única forma de curar? ¿Se le agotaron las ideas?

-No puede pasar - chilló una voz femenina- la paciente sigue sedada. -Escuche- dijo con voz amenazante- todo nuestro trabajo aquí terminó, empacaremos todo y nos iremos,  ellas deben volver a su casa.

-sus heridas aún no...- comenzó otra voz masculina.

-¿Desde cuándo un simple doctor le dice a un general en el campo de batalla lo que debe hacerse? Su trabajo es curar heridos,  el mío tomar decisiones que mejor me convengan, por una vez, cumpla con su trabajo, cure a las refugiadas y mándelas a casa,  ¿cómo?  No es mi asunto ¿cuando?  En dos días ¿me oye?

No podía creer que el tiempo se me acabara tan rápido, estando inconsciente ellas no podían estar vinculadas conmigo, pero ahora todo era diferente, ¿a dónde iríamos? No podemos recordar un lugar, solo Samara podía devolver nuestros recuerdos, antes de venir a este desierto no recordamos nada, ella los quitó por órdenes de  Zendaya y ahora…estamos perdidas.

-Revisaremos tus heridas cariño- me dijo la enfermera y solo hasta entonces me di cuenta que estaba realmente despierta-  estás más restablecida, puedes emprender tu viaje a casa.

Yo solo asentí.

-Le daré el informe al doctor- dijo sonriente y se fue.

No hay casa para nosotras.

Me dijo Thais entrando en pánico.

Podemos decir cualquier lugar del mundo, no importa.

Dijo fríamente Samirah.

Las voces de Thais y Samirah se fueron haciendo susurros.

-Puedo asegurar que he peinado bien las zonas, capitán, no hay supuestas mujeres sobrenaturales, libere a la chica.

-Sotelo, ¿está usted seguro? El árabe asegura haberlas visto en el Sáhara.

-La gente, capitán, no ha visto nada, mandé a mis mejores soldados encubiertos, nadie sabe nada.

-Entiendo, general, mande levantar el campamento, volvemos a casa, ya veremos que hacer con la chica.

Una esperanza nació en mí, ellos liberarán a Samara, todo estaba resolviéndose por sí solo, podríamos recordar y dejar todo esto atrás.

Una sensación recorrió todo mi cuerpo,  eran pequeños choques eléctricos, no dolían pero eran extraños, supongo que así se siente la libertad de verdad.

-¡VALESKA! -Me gritó Samirah- Val, por favor no te muevas, quédate conmigo, solo escúchame a mí, ¿está bien? Quédate conmigo.

-No comprendo- le dije.

-Pase lo que pase no cierres tus ojos Val, no lo hagas.

Había una urgencia en la voz de Samirah que nunca le oí antes, ella pocas se altera, siempre tiene una expresión  relajada, aunque por dentro este desmoronándose.

-Valeska-me llamó Samirah- Valeska.

Un choque eléctrico recorrió todo mi cuerpo, la voz de Samirah se fue haciendo más y más lejana, sentí mis ojos pesados, levemente escuché como un grito desesperado de Samirah surgió, quise quedarme con ella, obedecer, pero era como si alguien cerrará mis ojos.

Todo era oscuro, solo entraba un solo hilo de luz, había una gran silla, podía escuchar susurros y voces que nunca he oído, se escuchaba un sonido, como si fuera una de esas cercas eléctricas.

-Habla de una vez, ¿dónde están los fenómenos con los que estabas en el Sáhara?

-No sé de que me hablan, por favor, déjenme ir.

-¿No sabes guapa? ¿Estás segura de que no lo sabes?

-No, no lo sé.

-Te haremos recordar.

Y un grito desgarrador llenó el lugar, un escalofrío recorrió mi piel.

-Habla- dijo una voz ruda,

-Yo no sé de qué me hablan,

-Aumenten el voltaje.

-¡NO POR FAVOR!- suplicó- ¡NO!

Otro grito llenó el lugar, nadie hacía nada y solo observaban, la pequeña figura se sacudió violentamente en la silla.

-Acérquenla a la luz, quiero verla.

Dos hombres se movieron y cargaron la silla, el hilo de luz la iluminó; golpeada, con sangre en manos, brazos y piernas, su ropa hecha pedazos,  grandes moretones se extienden por todo su cuerpo.

Como si ella supiera que yo estaba ahí, miró hacia el frente, reprimió un grito y me miró como solo ella lo sabe hacer.

-Vete Valeska.

Me dijo y la imagen fue haciéndose cada vez más borrosa, solo un grito se escuchó, dejando mi mundo vacío y mi corazón destrozado.

-Samara- susurré despacio- ¿por qué?

Escuchaba la voz angustiada de Samirah llamándome, pero la apagué, la alejé de mí, no la quería en mi mente, no quería a nadie.

-Si las tres están restablecidas, pueden volver hoy mismo la orden ya está hecha, el helicóptero vendrá por ellas, las llevará a la ciudad más próxima y el gobierno costeará los viáticos a sus hogares.

-Entendido general Sotelo, que hay de la chica en la base ¿la dejarán ir?

-Puede retirarse.

No era una chica, era nuestra chica, ellos no lo entendían, no pueden lastimar a alguien solo porque es diferente, no pueden hacerle eso, Samara está siendo torturada para salvarnos,  soportaba cada golpe, cada descarga eléctrica para encubrirnos.

Una sensación extraña recorrió todo mi cuerpo, un calor que nunca antes sentí,  las palmas me ardían, como si fueran a reventar, mi visión se fue haciendo borrosa como si pequeñas luces grises se atravesaran,  quería gritar, quería romper todo, solo deseaba destruir todo y a todos.

Samara

Solo eso gritaba mi mente, solo podía pensar en ella.

-¡Tormenta de arena!

-¡Todos al suelo!

-¡Salga de aquí y aseguré a los demás refugiados!

-¡Que el señor nos ampare!

Solo los oía pero yo no podía moverme, mis músculos no responden.

Sentí unas manos cubrirme el rostro.

-Salgan todos de aquí- ordenó- no quiero a nadie en este lugar.

-Valeska,  para-me susurró Thais- detén la tormenta ahora.

Entonces fui consciente de mi realidad, abrí los ojos y lo vi, ahí estaba el, delante de mí, alejando a todos los que viniesen; mis manos extendidas comenzaron a responder, poco a poco la sensación fue desapareciendo de mi cuerpo, toda la fuerza que sentí me abandonó.

La liberación duró poco, el pánico me inundó.

Lo miré aterrada, él me devolvió la mirada; en el piso había una charola de metal, donde antes habían tijeras, vendas y pinzas, al mirarla me aterré aún más, mis ojos eran grises,  un gris agresivo y amenazante, el color chocolate se había ido.

-Sé lo que eres- me soltó de pronto Ramsés mirándome fijamente.

-¡GENERAL!- gritó alguien desde afuera.

Ramsés se colocó delante de mí cubriéndome totalmente.

-Vaya afuera- ordenó- la tormenta se acerca, refúgiate.

-Es que…- dudó el pequeño hombre- la tormenta se ha desvanecido a 2 kilómetros del campamento.

-Retírese- ordenó y el pequeño hombre se fue- ¿recuperaste el color ya?- dijo sin girarse.

-Yo…- mi voz sonó pastosa, como si acabara de despertar- no lo sé.

-Deben irse- me dijo sin girarse- cuanto antes mejor, no importa el país, solo salgan de aquí.

Sin siquiera verme caminó directo a la salida.

-Valeska- dijo Samirah con severidad- ¿qué fue eso?

- Samirah- comencé a decir con miedo- ¿Samirah dónde estás? ¿Samirah?

-No te muevas- me ordenó- debemos salir de aquí.

Me quedé quieta y con los ojos cerrados, no quería arriesgarme a que alguien me viera, suficiente era con él; si antes comprendía poco, ahora no comprendía nada, el lo sabía, sabía quiénes somos, sabe que podemos hacer y aún así se esmera en convencer a su superior de que no existimos. ¿Por qué lo hace?

-Señorita- me llamó la enfermera- el general Sotelo ha dado la orden de que se vayan inmediatamente, hay amenazas de tormenta de arena en todo el Sáhara, el hombre está loco, pero lo entiendo, somos tantos y hay tan pocas manos que si una tormenta nos alcanza, no podríamos hacer nada.

-Entiendo- susurré abriendo despacio los ojos.

Seguía en un estado de shock, veía a todos moverse y actuar rápido, las enfermeras iban de un lado a otro, los soldados corrían tratando de auxiliar, en unos minutos yo estaba vestida y lista para partir, me condujeron  entre el campamento, era una fila interminable de tiendas de campaña; del otro lado estaban Thais y Samirah, una tenía una cara de orgullo que no podía ocultar, otra tenía el regañado retratado y yo quise encogerme y hacerme pequeña y que la arena me tragara.

-De acuerdo señoritas- habló el general Ramsés- Dadas la circunstancias- me miró  y yo agaché la mirada- entenderán que ya no pueden permanecer con nosotros.

-Usted- comenzó Samirah.

-No es el lugar adecuado, señorita, suban por favor a la camioneta- nos ordenó con aire militar.

Cuando estuvimos adentro y el motor estuvo en marcha, arrancó como si nuestra vida dependiera de ello, por qué así era.

-Supuse- comenzó a hablar- que quieren saber que pasó con su familiar.

-Está en lo correcto- dijo Samirah con ese tonó de voz que tenía tácita la orden de callarnos- ¿podría llevarnos?- Ramsés asintió- gracias.

Solo el hombre sabía hacia a dónde nos llevaba, yo solo veía montones y montones de arena.

-Ramsés Sotelo Fernández- nos dijo un poco más tranquilo- siento no haberme ajustado al protocolo, pero como comprenderán, la situación no se prestaba para sentarnos a dialogar.

-Usted- comenzó Thais.

-Lo sabe- solté de pronto.

-En efecto, sé todo- dijo mirando el retrovisor para vernos.

-Usted debe de estar-dijo Samirah.

-No lo está- la interrumpí sabiendo que pasaba por su mente la palabra equivocado- el me vio, él lo sabe, Samirah, lo sabe.

-¿Planea entregarnos general?- dijo Samirah a la defensiva.

-Señorita- dijo en tono ofendido- si yo quisiera entregarlas, no las estaría sacando de aquí ahora mismo.

El silencio se hizo, yo me sentía más culpable que nunca, todo me gritaba “culpable”.

Después de unos minutos conduciendo, llegamos al pequeño pueblo dónde nos hospedábamos, parecía no haber sido afectado por la invasión, minutos después aparcó enfrente de un pequeño recinto.

-¿Es?- Dijo Thais.

-Si- le respondí- es aquí.

Ramsés me miró confundido.

-¿Puedes dejar de violar mi espacio mental?- me dijo Thais.

-¿Puedes desaparecer de mi radar mental?- le contesté y ella solo sonrió.

Ramsés parecía más confundido aún, pero no dijo nada, nos guió adentro y nos llevó por varios pasillos hasta detenernos delante de un pequeño altar, el de Zendaya.

-Yo-comenzó Ramsés-  me tomé la libertad de darle sepultura, su cuerpo no pudo ser enterrado, tuvimos que incinerarla, les daré un momento.

-No- ordenó Samirah- Valeska.

Explícale todo-me ordenó.

-Hago cosas con mi mente- sentí el deja vú producido por los poderes de Thais- cosas que nadie más puede hacer- el me miró como si tuviera la mentira retratada en la cara- sé lo que estás pensando.

El no dijo nada.

-Piensas que miento, Samirah piensa que tu mientes y Thais solo piensa en Zendaya- me miró alterado- Escucho lo que otros piensan, como si me lo contaran.

-Veo cosas todo el tiempo- dijo Samirah sin esperar- como si fueran sueños, sueños que pasan, yo veo el futuro, yo controlo el tiempo.

La cara de Ramsés pasó de la confusión a la sorpresa.

-Yo...- comenzó Thais insegura- yo hago que la gente vea lo que yo quiero que vea, sueñan dormidos, sueñan despiertos, pero es lo que digo, si yo levantara una de mis manos…te fundirías con la arena del desierto.

-¿Qué son ustedes?- dijo con cierto temor.

-Somos como tú- le dijo Samirah mirándolo a los ojos.

¿Por qué están aquí? ¿Qué harán? ¿Quiénes son?

-Muchas preguntas- le dije- yo decido si contestarlas o no.

El me miró con el enojo retratado en sus ojos.

-No sabemos de dónde venimos- Explicó Thais-  nuestra memoria solo llega aquí, antes no hay nada.

-Zendaya- le dije- nos trajo al desierto a practicar nuestros “dones”.

-Mi difunta hermana gemela- dijo Samirah ocultando el dolor- nos borró la memoria, sin ella, no podemos hacer nada.

¿Quién es ella?

-Samirah Petrova- contesté y su rostro palideció.

Siente lo que yo sentí, así se siente saber todo de golpe, así se siente saber que delante de ti tienes a la hermana de “la chica” a la que torturan.

-Valeska- me llamó Samirah- basta, no puedes crear otra tormenta de arena aquí, acabarás con todo.

-Val…eska- dijo Thais alterada- Valeska ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! 19 al fin.

-¡Es verdad!- dijo Samirah perdiendo un poco la seriedad- ahora todo tiene sentido.

¡Pero que rayos! Las llevo a la tumba y ellas festejan.

-No- dije enfadada- no lo hacemos,  19 es nuestra edad optima para manifestar poderes, en 19 todo se magnifica.

-¿Feliz cumpleaños?- dijo esperando no equivocarse.

-¿Gracias?- dije imitando su tono y de nuevo me miró con odio- Ella estaría feliz- le dije a Thais y Samirah.

-Sin duda-dijo Thais- por favor no mates a nadie en otra tormenta de arena.

-Ahora es su turno- dijo Samirah- debe confesar como lo supo.

Ramsés la miró consternado, el siempre había mandado, ahora le tocaba obedecer.

-Yo…- dijo dudando- no lo sé, cuando detonó la explosión y las vi dentro de ese pequeño refugio hecho de madera…supe que eran, la sensación de protegerlas me inundó, como si de pronto tuviera la orden de cuidarlas, un segundo vi sus ojos violetas luego no vi nada.

-Era ella- dijo Thais- no cabe duda, se aseguró de que no muriéramos.

-Zendaya nunca manifestó poderes- dije confundida.

-Eso es verdad- dijo Samirah- Zendaya sabe todo sobre nosotros y lo que hacemos, pero ella nunca demostró tener don alguno.

-Toda mi tropa- dijo Ramsés- está preparando todo para partir, deben decirme que procede.

-No lo sabemos-dije- se lo hemos dicho, la única persona que sabría que hacer es Zendaya, la única que podría ayudarnos es Samara Petrova, no están ni una ni otra.

De nuevo su rostro palideció, como si le doliera lo que pasaba, yo no se lo creí, si le doliera haría algo.

-Italia- dijo Samirah, sus ojos comenzaron a cambiar momentáneamente de color- ahí es donde debemos ir.

Su visión era clara, podía verla también, Italia, una calle casi abandonada, un pequeño cuarto y cientos de libros acomodados.

-Es-dije, ella me asintió- Zendaya debe tener todo ahí.

-Lo mínimo que puedo hacer-dijo Ramsés- es llevarlas a allá.

No supe que cara tendría pero Thais se rió una y otra vez de mí.

-Hasta siempre Zendaya- le dije al pequeño altar- nunca te voy a olvidar.

Dije saliendo del pequeño recinto.

Todo el camino fue felicitaciones, palabras por mis 19 y dudas sobre que podía hacer con exactitud, Samirah estaba preocupada, no sabía cómo afrontar mis poderes, si se salían de control y una visión no se lo avisaba como con la tormenta, no solo podía matar, también podría morir, “tres” muertes sería imposible de sobrellevar para ella.

-No Thais no te lo dirá-dije entrando en el avión.

-¿Disculpa?- Dijo inocentemente.

-No te dirá de color son mis ojos, no trates de preguntarle- dije un poco molesta.

Ramsés seguía callado, no dijo nada en todo el camino desde que llegamos a la pequeña a casa a recoger nuestro poco equipaje,  me sorprendía su disciplina, todo el tiempo mantuvo su mente en blanco.

-General- lo llamé- ¿piensa usted que lo estoy acosando mentalmente?

Su mandíbula se tensó.

-Desde luego que no- me dijo sin mostrar emoción alguna- jamás pensaría eso.

-Que buen soldado- dije saliendo de su campo de visión.

¡Soldado! Años y años de entrenamiento, misiones donde arriesgo la vida y ella solo dice “que buen soldado” como si fuera un perro, un conejo o un gato,

-¿Ha dicho usted algo?- su rostro se encendió al rojo vivo y negó- creí haberlo escuchado.

El viaje en avión a Italia fue reparador, había dormido 4 horas por máximo, había sentido desde hace unas semanas, la suavidad de una buena almohada y el calor de una buena manta.

Cuando llegamos a Italia, Samirah se obligó a si misma a ver donde teníamos que estar, recorrimos muchas de las calles de Roma, pero ninguna era, fuimos de arriba abajo.

-Vuelta a la izquierda- dijo Samirah- debe haber una puerta pequeña de madera y un candelabro afuera, la cerradura está floja podemos entrar sin esfuerzo,

-Controla tiempo, ve el futuro y ¡oh! Funciona como GPS- le dije a Ramsés al ver su cara de estupefacto.

-¡Te oí!- me gritó Samirah del otro lado de la calle.

Todo estaba como Samirah lo dijo, la cerradura los libros y demás, estábamos aquí, en el lugar correcto.

-Italia es grande- dijo Ramsés sé de alguien que puede asesorarnos y cubrirnos, en todo…esto.

Salió con urgencia de la habitación, Samirah esto estaba en estado de shock.

-Debes ayudarme, no sé cómo continuar, no sé qué hacer, fuiste mi compañero, por favor, estamos juntos en esto.

-Sí, todo parece indicar que son ellas.

Hoy fue el cumpleaños donde más veces se retorció mi interior, no podía creer lo que pasaba.

-No puedes hacerme eso, no puedes dejarme solo.

-¡FELIX!

-Maldito seas.

Me acerqué a Ramsés, sin saber que decir en realidad.

-Ahora ¿Qué haremos?

-Debemos huir.

Carta de la autora:

“Cumplir años es obligatorio, envejecer es opcional”.

Hoy quiero compartir contigo uno de los días más especiales para mí, mi cumpleaños, quise dejar este capítulo como una “edición especial”, esta es mi forma de festejar con ustedes, de hacerlos sentir parte de mi mundo, cuando uno está hecho de letras y versos no encontramos una mejor manera que esta.

A ti que lees esto, sí  a ti, que me encontraste por casualidad, que me lees y llegaste a este punto, ¡muchas gracias! Puedes pensar: “Denisse ha perdido la cabeza”, y es cierto, dicen por ahí que en Septiembre nacimos los locos, y hoy en mi día de locura personal, hoy 23 de Septiembre, quiero agradecerte por leerme, por formar parte de mi pequeña celebración de cumpleaños.

Espero que disfrutes al leer “Otoño” tanto como yo disfruto escribirlo.

Está pequeña novela, representa gran parte de lo que siempre soñé: escribir.

Yo soy como tú, aunque físicamente no te conozca, aunque nunca nos hayamos visto, hoy quiero decirte: nunca dejes de soñar, son los sueños los que nos impulsan a seguir adelante a cumplir todo aquello que queremos…

Nunca te rindas.

Besos, Den.

23 de Septiembre de 2015