ARISTÓTELES

VIDA

Aristóteles nació en Estagira en el año 384 a. C., hijo de Phaestis y de Nicómaco, médico de Amintas II, rey de Macedonia. Se quedó huérfano muy joven y su tutor, Proxeno de Atamea lo envió a Atenas para completa su educación y allí ingresó en la Academia de Platón.

Junto con Jenócrates se trasladó a Assos, donde entabló amistad con Hermias, que había logrado fundar un Pequeño Estado independiente y que compartía con Filipo de Macedonia el ideal de la unificación helénica frente a los persas.

De Assos se trasladó a la isla de Lesbos, donde se convirtió en preceptor de Alejandro Magno por encargo de Filipo de Macedonia.

A petición de Aristóteles, Alejandro reedificó Estagira, destruida por Filipo. También se sabe que el filósofo recibía material para sus estudios de historia natural e importantes cantidades de dinero para sus investigaciones. Las relaciones entre maestro y discípulo fueron cordiales hasta que Alejandro condenó a muerte a Calístenes, sobrino de Aristóteles.

Terminada su labor como preceptor de Alejandro, Aristóteles resurgió en Atenas la hostilidad contra el partido macedónico. Aristóteles fue acusado de macedonismo, a lo que se unió la rivalidad de los académicos. Para evitar peligros se retiró a Calcis, donde murió en el año 322 a. C.

INTRODUCCIÓN

Aristóteles realiza un importante esfuerzo para dar con la solución al problema del ser y del cambio en la naturaleza, de los que se había ocupado antes Heráclito, Parménides y el propio Platón.

Frente al monismo de Parménides, Aristóteles introduce los conceptos de sustancia y accidente: no existe un ser único, sino muchos seres, cada uno de los cuales es una sustancia concreta que puede verse afectada por diferentes modificaciones accidentales. Todos los seres son móviles, aunque de diferente modo. Sin embargo, admite la permanencia de las esencias, inmutables y estables a través de los cambios.


Crítica a la teoría de las ideas:

Platón solucionó la antítesis formada por las teorías de Heráclito y Parménides recurriendo al dualismo ontológico. Aristóteles considera que ontológicamente sólo hay un mundo y somete a la teoría de las Ideas de Platón a una detallada y penetrante crítica:

Platón tiene razón cuando dice que la ciencia ha de fundamentarse en conceptos universales. Pero ello no quiere decir que estos conceptos universales hayan de existir como Ideas en otra esfera de la realidad.

El Mundo de las Ideas supone una duplicación absurda de las cosas.

Las Ideas no ofrecen ninguna explicación respecto al ser de las cosas ya que no están en las cosas mismas. Si las esencias de las cosas están separadas de las cosas, es que no son propiamente sus esencias.

Las Ideas son estáticas, de forma que no pueden dar razón de la existencia de movimiento. Por ello Platón se vio obligado a introducir la mítica figura del Demiurgo.

Para Aristóteles las esencias no son trascendentes, sino inmanentes a las cosas particulares y concretas, que son las que constituyen la verdadera realidad.

Aristóteles no puede admitir que las Ideas estén separadas de las cosas, pues, de esta forma, no se puede explicar el cambio en la naturaleza. Aristóteles propone que los principios universales del Ser están en el interior de los propios seres individuales de la naturaleza y son estos principios los que debe investigar la ciencia.

METAFÍSICA

La filosofía primera:

La palabra metafísica se le atribuye a Andrónico de Rodas.

Como Platón, Aristóteles considera que no puede haber ciencia sino de lo permanente, de lo universal. Puesto que lo más universal que existe es el ser, se define la metafísica como la ciencia que estudia el ser en cuanto ser y sus propiedades esenciales. Las ciencias particulares investigan cierta clase de seres, o a los seres desde diferentes puntos de vista. La metafísica, sin embargo, estudia el ser en general, en cuanto es ser. Por ello, Aristóteles la considera la <<filosofía primera>> ya que establece las bases sobre las que éstas se asientan. Por ejemplo, la física habla de causas, pero no se detiene a explicar la noción de causa, ni los tipos de causa, ya que de ello se ocupa la metafísica.


La analogía del ser:

El concepto de <<ser>> no es unívoco, pues todos los seres son distintos, ni tampoco equívoco, pues todos los seres comparten aspectos que les son comunes, sino análogo, ya que, a pesar de ser distintos comparten el hecho de ser seres. Dios es, el mundo es, la planta es... En todos estos casos la palabra <<es>> no tiene un sentido totalmente idéntico, pero tampoco totalmente diferente: entendemos la palabra ser, pues, de un modo análogo.

El ser: sustancia y accidente:

El interés fundamental de los presocráticos era encontrar aquello que permanecía inmutable por debajo de cualquier cambio. Aristóteles afirma también la existencia de un sujeto que permanece a través de todas las mutaciones: la sustancia (ousía), noción fundamental dentro de la filosofía aristotélica y que se define como aquello que existe por sí mismo, sin necesidad de otro cosa para existir, en contraposición a los accidentes, que requieren necesariamente una sustancia.

Para Aristóteles, hay dos tipos de sustancias: las sustancias primeras (el individuo concreto, el que realmente existe. <<Sócrates>>, por ejemplo), y las sustancias segundas que son las especies, (<<hombre>>, <<animal>>). En sentido estricto, la sustancia es únicamente el individuo concreto. Pero reconoce que la especie y el género son también algo real y no simples conceptos ya que sobre ellos y no sobre los individuos trata la ciencia. Por eso los considera también como sustancia, pero sólo en sentido secundario: no existen separadas de la sustancia primera, sino sólo en "ella".

Materia y forma:

La sustancia primera es el individuo concreto, y éste está sometido al devenir. Aristóteles introduce así en la sustancia el concepto de cambio. Para ello sostiene que la sustancia es un compuesto de materia (hylé) y de forma (morphé) por lo que a esta teoría se la ha denominado hilemorfismo.

La forma se identifica con la esencia de una cosa, con aquello que hace que sea ésa y no otra, es decir, con la sustancia segunda.. La esencia se expresa en la definición y responde a la pregunta ¿qué es?

La materia es aquello de lo que "físicamente" está hecho algo (bronce, carne y hueso, piedra). Ni materia ni forma pueden existir separadamente.

Aristóteles concede prioridad a la forma. La forma es, al mismo tiempo:

La esencia de cada cosa (lo que la cosa es).

La naturaleza (principio inmanente de actividad).

Sólo la forma es definible y cognoscible. Es lo común a toda la especie. En cambio la materia es la que individualiza la forma-especie (la especie en esta carne y estos huesos concretos es Sócrates). Potencia y acto:


Pero la explicación última del devenir de la sustancia se encuentra en la teoría aristotélica del acto (enérgeia) y la potencia (dynamis). que es una generalización de la teoría hilemórfica: en todo ser hay <<lo que ya es>> ese ser, el acto, y su <<poder llegar a ser>>, la potencia. La materia es, o está, en potencia de recibir una forma, y dicha forma es lo que la actualiza. Así, pues, la materia es la potencia y la forma es el acto.

La potencia es de dos tipos:

a) Potencia activa . Poder o facultad de producir una acción o un efecto.

b) Potencia pasiva . Posibilidad de pasar de un estado a otro o de recibir la acción de una potencia activa. Por ejemplo, el fuego tiene la capacidad de quemar y el aceite de ser quemado.

Potencia-acto y materia-forma son estructuras paralelas. La materia es o está en potencia de la forma, y la forma es lo que actualiza la materia. "La materia está en potencia porque tiende hacia la forma; y cuando está en acto es porque posee ya su forma. La forma es el acto".

FÍSICA

La naturaleza:

Aristóteles concibe la naturaleza (Physis) como "el principio y la causa del movimiento y del reposo en las cosas en las que se halla por sí misma y no por accidente".

La naturaleza se identifica con la forma, con la esencia de las cosas que tienen en sí mismas la capacidad de cambiar (activa o pasiva).

Así pues, la naturaleza de los llamados "seres naturales" es su forma, pero considerada como principio último o cauda del movimiento de las sustancias corpóreas. Pero es un principio inmanente al ser natural: éste posee en sí mismo el principio radical de su desarrollo y transformaciones.

Por eso, la sustancia aristotélica no es algo estático (Platón), sino un ser en desarrollo, en perpetuo proceso de realización desde dentro de él mismo.

La naturaleza determina no sólo los tipos posibles de movimiento de un ser, sino también, el tipo de reposo que le conviene en virtud de su naturaleza (a la piedra le corresponde estar quieta sobre la tierra, al fuego ascender hacia el cielo, etc.).


El movimiento:

La experiencia nos muestra que todas las sustancias naturales son móviles y cambiantes: el movimiento, el cambio, es definido por Aristóteles como el paso de la potencia al acto, como el acto de lo que está en potencia en tanto que está en potencia; no es ni acto ni potencia; sino una realidad intermedia. Cuando la potencia está plenamente actualizada cesa el movimiento.

Principios que hacen posible el movimiento:

Para Heráclito, la realidad estaba sometida a un proceso de incesante cambio, hasta el punto de que negaba la permanencia de un sujeto a través de las mutaciones. Por su parte, Parménides negaba la posibilidad del movimiento al decir que el ser no puede proceder del no-ser.

Aristóteles introduce la noción de ser en potencia entre la noción de ser y la de no-ser. En un terreno puede edificarse una casa, aunque en este momento no esté construida. Tú puedes ser universitario, aunque en este momento no lo seas. Si no hubiera potencialidad, el movimiento sería imposible. Los seres cambian, pero para ello es necesario que exista capacidad de cambio (potencia). De la semilla surge la planta y para que esto sea posible, la semilla deberá tener esa capacidad. Pero también es necesario que un objeto que puede llegar a ser algo aún no lo sea, es decir, que esté privado de la forma que vaya a adquirir. Así pues, los principios aristotélicos del cambio son:

La materia sujeto, o sustancia individual que permanece a través del cambio.

La forma nueva que adquiere dicho sujeto.

La privación de esa forma.

La clave del planteamiento de Aristóteles está en la privación (ser en potencia). El ser no puede proceder del no-ser, si entendemos éste como sinónimo de la nada. Ahora bien, ello es posible si lo entendemos como falta o ausencia de algo, de la nueva forma que adquiere con el cambio.

Tipos de cambio:

Cambios sustanciales, en los que se produce la sustitución de una forma por otra. Son:

La generación, aparición de una nueva sustancia. –

La corrupción, o desaparición de una sustancia.

Cambios accidentales, en los que una sustancia se modifica en alguno de sus atributos o cualidades pero ella sigue siendo la misma. Estos pueden ser:

Locativos, en los que la sustancia sufre un cambio de lugar. –

Cuantitativos, que afectan a la cantidad de alguno de los atributos. –

Cualitativos, en los que la sustancia adquiere o pierde alguna cualidad (alteración).

Pero aquí nos encontramos con un problema. Que en todo cambio hay una materia sujeto que permanece a través de él queda claro en el caso de los cambios accidentales: si Luís se va


a vivir a Londres, la materia sujeto, Luís, sufre un cambio locativo. Si crece, el cambio es cuantitativo y si se tiñe el pelo, cualitativo. En todos estos casos la materia sujeto, Luís, permanece a través del cambio. Antes del cambio está Luís y después también. Pero, ¿qué sujeto permanece en un cambio sustancial, caracterizado, precisamente, por un cambio radical de la sustancia? ¿Qué materia sujeto sigue siendo la misma cuando se produce una generación, por ejemplo, el nacimiento de Luís?

Aristóteles soluciona este problema mediante la introducción de un principio metafísico, la materia primera, que es aquella que permanece bajo todo cambio, y que sólo puede percibirse por medio de la inteligencia, no por los sentidos. Es materia pura, sin forma alguna y, precisamente, por ello, capaz de adquirir cualquier forma. Es, pues, potencia pura.

Se trata de algo absolutamente indeterminado, carente de forma, cualidades o extensión, e incapaz de existir independientemente.

Frente a la materia primera están las materias segundas que existen siempre unidas a formas determinadas y que constituyen los compuestos sustanciales.

Las causas:

Aristóteles, además de explicar cómo se produce el cambio, quiere determinar por qué se produce, cuáles son las causas. La cauda es aquello de lo cual una cosa depende en su ser y en su hacerse. La causa es, así, diferente del efecto y anterior a él. El efecto depende de la causa. Aristóteles habla de cuatro causas del cambio. Dos de ellas intrínsecas, interiores a los seres que cambian, y otras dos extrínsecas, es decir, exteriores a ellos.

Son causas intrínsecas:

La causa material, o la materia de la que está hecha la sustancia y que es el sujeto del cambio. –

La causa formal, la esencia o la forma que toma una sustancia tras el cambio.

Son causas extrínsecas:

La causa eficiente, la causa que pone en marcha cualquier proceso de cambio. –

La causa final es el objetivo hacia el que va orientado el proceso de cambio. SU meta o propósito.

Aristóteles concede gran importancia a la causa final, ya que considera que la naturaleza entera se comporta teleológicamente, es decir, que todos los seres tienden a cumplir su fin. Todas las cosas del mundo y los cambios exigen la referencia a una finalidad:

Los seres artificiales tienen su fin en aquello para lo que han sido construidos, y lo que hacen lo hacen para conseguir este fin. –

Los seres naturales tienen una finalidad determinada por su forma o esencia, a la cual aspiran y de la cual se dice que están en potencia. Así el fin de una semilla es convertirse en árbol.


El primer motor:

En el último libro de la Física de Aristóteles afirma que el tiempo y el movimiento son eternos. La cadena de generaciones que da lugar a los seres vivos, por ejemplo, se remonta hasta el infinito. Tampoco tendrá fin, una vez iniciados el tiempo y el movimiento. Sin embargo, Aristóteles considera necesaria la existencia de un primer motor, causa del movimiento eterno del cosmos. Así, puesto que el movimiento es el paso de potencia a acto, debe haber un motor cuya energía o atracción haga pasar al móvil de la potencia al acto, gracias a que él ya posea en acto aquello que el móvil sólo posee en potencia.

El principio es claro: <<todo lo que se mueve es movido por otro>>. Si el motor mueve porque a su vez es movido por otro, tendremos que remontarnos hasta el principio de la cadena, un primer motor que sea inmóvil (que no necesite ser movido por nada) y que sea causa de todo el movimiento del mundo, que es eterno aunque tenga su origen en este primer motor. No es una idea contradictoria, puesto que el primer motor mueve al mundo desde toda la eternidad.

En la Física, Aristóteles aplica al primer motor la idea de causa eficiente. Sería un motor en contacto inmediato con la última esfera, en los límites del cosmos, y al moverla ésta arrastra a todas las demás esferas interiores.

No obstante, hay otro pasaje en la Metafísica, donde afirma que el primer motor mueve como causa final, como "objeto de amor o deseo", Aquí el primer motor aparece claramente separado del mundo, entendido como "puro acto", absolutamente inmaterial, como un ser vivo, feliz y autosuficiente. Aristóteles entiende aquí a Dios como una inteligencia que sólo se piensa a sí misma.

La cosmología:

Tiene algunas cosas en común con la de Platón. Pero la manera en que Aristóteles la expuso y su verosimilitud, de acuerdo con los conocimientos naturales de la época, fue lo que la mantuvo vigente durante toda la Edad Media, hasta la revolución científica del renacimiento. Sus características fueron:

1) <<Esencialistas>>: todas las explicaciones apelan a la <<naturaleza>> o

<<cualidades>> inmanentes en los cuerpos físicos.

2) <<Teológica>>: el concepto de <<finalidad>> era fundamental en todas las explicaciones, puesto que el motor inmóvil mueve como causa final. La finalidad de los movimientos naturales es la realización de la propia <<forma>> o <<naturaleza>>.

3) <<Dualistas>>: Aristóteles sustituye el dualismo platónico (Ideas-cosas) por otro: el mundo supralunar (perfecto, <<divino>> e incorruptible) y el mundo sublunar (imperfecto y corruptible).

4) <<Deductiva>>, no empírica: afirma que el cielo es una esfera porque la esfera

– figura perfecta – es la más apropiada para los cuerpos celestes.


Aristóteles elaboró su cosmología en los comienzos de su obra. Se encuentra en el diálogo Sobre la filosofía (donde se distancia de la cosmología platónica y habla del éter y del carácter eterno e indestructible del cosmos) y en los tratados Sobre el cielo y Sobre la generación y la corrupción, en los que distingue claramente dos regiones del cosmos:

[1] El mundo supra-lunar: concibe a los astros como seres animados, no sometidos a corrupción ni generación, estando su cuerpo hecho de un <<quinto elemento>> eterno e incorruptible, el éter (etimológicamente significaba <<lo que siempre fluye>>). Los cuerpos celestes tienen un movimiento perfecto: circular, eterno, regular. Cada astro está colocado en una esfera de éter. El universo es finito -está encerrado en la esfera última de las estrellas <<fijas>>- y en él no existe el vacío. La Tierra estaba en el centro de este sistema. Es una esfera inmóvil, a la que atribuyó un tamaño muy inferior al real.

[2] El mundo sub-lunar es el necesario de la generación y la corrupción. Son cuatro los elementos que figuran en la composición de todas las cosas, distintos de los de Empédocles. Tienen una materia común, y sus diferencias dependen de la combinación de cuatro pares de cualidades: cálido-seco (aire), cálido- húmedo (aire), frío-húmedo (agua) y frío-seco (tierra). Estos elementos pueden engendrarse mutuamente, por lo que no son eternos. El movimiento típico de las cosas en el mundo sublunar es el rectilíneo.

En definitiva, Aristóteles tiene una concepción jerárquica del universo:

a) Primero están los seres inmateriales e inmóviles: el primer motor y los

motores inmóviles de las esferas.

b) Luego los seres materiales pero incorruptibles y eternos: el primer cielo, las

esferas de los astros y los astros, todos ellos compuestos de éter.

c) Por último, los seres corruptibles, compuestos de los cuatro elementos, que hacen de <<intermediarios>> entre la materia común ("materia primera") y la forma. La forma representa la esencia y la especie, y es eterna. Sólo mueren y desaparecen los individuos.

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

Los filósofos anteriores desvalorizaron, en general, la sensibilidad: los sentidos nos proporcionan un conocimiento engañoso, y sólo la razón es apta para conocer la realidad. Para Platón el conocimiento verdadero versa exclusivamente sobre las ideas, para cuyo conocimiento la sensibilidad es más bien un estorbo. Aristóteles, en cambio, adopta una postura netamente empirista.

No hay más mundo que éste, y el ser real es la sustancia individual, corpórea, que es un compuesto de materia y forma. Así los seres poseen en sí mismos un principio de inteligibilidad y de cognoscibilidad que es su forma o esencia.


En consecuencia, el conocimiento no tiene más objeto que las cosas sensibles de este mundo, y todo conocimiento empieza por la sensación y se continua por el pensamiento.

El conocimiento comienza por la sensación que proporciona el contacto con lo individual y contingente. Continúa con la intelección a través de la razón, que proporciona un conocimiento teórico intuitivo de lo universal, y la ciencia que es el conocimiento demostrativo necesario de las relaciones entre las esencias de las cosas.

Aristóteles considera que las sustancias materiales sujetas a cambios, a la generación y a la corrupción, pueden ser objeto de ciencia y de conocimiento, que debe remontarse desde la sensación hasta el concepto universal.

Sensación: Los sentidos son "receptáculos de las formas sensibles sin la materia, igual que la cera recibe la impronta del anillo sin el oro o el hierro". Así como en la nutrición incorporamos la materia del alimento sin su forma, en la sensación captamos la forma del objeto sin su materia.

La facultad de sentir es, pues, una potencia que se actualiza con la presencia del objeto sensible que es siempre una cosa individual. La forma sensible de un árbol es acto o expresión del árbol y a la vez es potencia para ser percibida. Así pues, sentir es captar una forma sensible que está en un cuerpo, pero captarla sin su materia.

Pensamiento: la forma sensible del árbol que percibimos no es la esencia o forma esencial del árbol. El conocimiento no se agota en la percepción y en las representaciones de la imaginación y la memoria que dependen de la percepción. El hombre tiene la potencialidad de entender, de recibir las formas esenciales de las cosas.

Los sentidos son facultades que captan lo individual, el entendimiento es la facultad que piensa lo universal: el ojo ve a Sócrates, el entendimiento piensa en el "hombre".

El entendimiento paciente es pura potencia de recibir las formas. Las cosas también están en potencia de ser entendidas. Pero dos potencias no pueden explicar el conocimiento intelectual, hace falta un elemento activo: el entendimiento agente. Para ver hacen falta tres cosas: el ojo, el objeto visible y la luz. La luz es lo que hace que el ojo vea y el objeto sea visto.

Proceso del conocimiento:

Aristóteles explica el mecanismo del pensamiento en una teoría del conocimiento netamente empirista. No hay nada en el entendimiento que no haya pasado primero por los sentidos. En ausencia de toda sensación no es posible conocer ni comprender nada.

Las sensaciones múltiples y particulares procedentes de los sentidos sufren una primera unificación al ser recibidas en el sentido común. De aquí pasan a la imaginación o fantasía, donde todavía conservan su particularidad. Sobre las imágenes de la fantasía actúa el entendimiento agente, despojándolas totalmente de su particularidad por medio de la abstracción haciendo aparecer en ellas el universal.

El universal es ya material para la ciencia. Pero todavía no tenemos ciencia. Cuando queremos usar esos conceptos científicamente entra en acción el entendimiento paciente, sin cuya intervención no sería posible pasar de los simples conceptos a universales. Este entendimiento


paciente, o pasivo, es individual y muere con el hombre. Sin embargo, el entendimiento agente es inmortal y eterno.

Todo nuestro conocimiento parte de la percepción sensible de los seres materiales particulares. De la repetición de sensaciones procedentes de objetos semejantes y de la observación consciente y atenta, nace la experiencia. Pero la experiencia no trasciende lo particular. De la reducción de muchas experiencias a un solo concepto que abarca una multitud de cosas particulares se deriva el concepto universal.

LA LÓGICA

Aristóteles fue el creador de la Lógica, aunque tuvo su precedente en la dialéctica de Platón. No empleó el término <<lógica>> (lo hicieron después los estoicos). La Lógica es el instrumento de la ciencia, porque Aristóteles piensa que no hay ciencia sino de lo universal y necesario (en esto sigue fiel a la herencia socrática y platónica). La ciencia explica la realidad deduciendo lo particular de lo universal (que es su causa). Según Aristóteles, la función de la lógica es mostrar cómo en la ciencia se resuelve la problemática planteada por los presocráticos y por Platón: la relación entre lo uno y lo múltiple, entre lo universal y lo particular.

El silogismo (deducción) es la estructura formal que permite realizar esa conexión. Aristóteles lo define como <<un discurso en el que, una vez concedidas ciertas cosas, se siguen o concluyen necesariamente otras distintas>>. El silogismo expresa una relación de inclusión, muestra cómo lo particular se subsume en lo universal. El silogismo tiene tres términos: el primero o mayor (A); el medio (B); el menor (C). Por ejemplo: <<Todo hombre (B) es mortal (A)>>; <<Sócrates (C) es hombre (B)>>; luego <<Sócrates" (C) es mortal>>. En Aristóteles, la lógica del silogismo sustituye a la dialéctica platónica.

Pero, además del silogismo, Aristóteles recurrió a la inducción para conectar e incluir lo particular en lo universal. Mientras el silogismo procede deductivamente (va de lo universal a lo particular), la inducción sigue el procedimiento inverso. Cuando conocemos todos los casos particulares y de ellos extraemos una conclusión general, la inducción es completa. Si sólo conocemos uno o muy pocos casos particulares, entonces se trata de una inducción incompleta. Una u otra sirven para aprehender los primeros principios de la ciencia, que pueden ser captados tanto por inducción (generalizando a partir de la percepción o de la memoria) como por intuición.

Según Aristóteles, tenemos conocimiento científico de algo cuando sabemos: [1] que existe tal cosa; [2] cuál es su especie; [3]el porqué o la causa tanto de su existencia como de su esencia. Sólo cuando conocemos la causa podemos tener certidumbre de que la cosa es necesariamente así y no de otro modo. Esto significa que la ciencia, además de ser conocimiento de lo universal (no hay ciencia de lo particular), es también un conocimiento necesario y, en consecuencia, verdadero. Por eso afirma: <<Adquirimos conocimiento científico acerca de un objeto cuando creemos conocer la causa en virtud de la cual es como es, sabiendo que tal causa guarda relación sólo con ese objeto y que el efecto no puede ser producido de otra manera>>.

Sólo a través de la demostración se consigue conocimiento científico. Por eso Aristóteles llama a la demostración <<silogismo científico>>. No todo silogismo produce conocimiento científico; únicamente aquel que se basa en premisas <<verdaderas, primarias, inmediatas, mejor conocidas que la conclusión y anteriores a ella>>. Para Aristóteles, la


demostración debe basarse en unos primeros principios evidentes e indemostrables, que explican por qué la conclusión es necesariamente lo que es. Estos primeros principios pueden ser:

1) Axiomas: comunes a todas las ciencias, como el principio de no-contradicción

y el de tercero excluido, o propios sólo de algunas.

2) Tesis peculiares de algunas ciencias, que pueden ser <<hipótesis>> o <<definiciones>>. La demostración permite establecer que una cosa existe y cuál es su causa.

La definición nos ayuda a descubrir lo que una cosa es (su esencia): expresa la esencia permanente de una cosa, mediante el género y la diferencia específica del objeto definido. Así, la especie <<humana>> se define como <<animal [género] racional [diferencia específica]>>. Para que una definición tenga valor científico, la conexión entre los conceptos de que consta debe establecerse por demostración.

Conclusión: la lógica silogística aristotélica sustituye a la dialéctica platónica como un nuevo procedimiento científico: ya no se trata de "ascender" al reino trascendente de las ideas. Pero Aristóteles mantiene lo que Platón considera la finalidad de la ciencia: alcanzar un conocimiento universal y necesario. El silogismo será el procedimiento que permita introducir lo particular en lo universal. Del mismo modo, la demostración se apoya en principios universales y la definición, otro de los principios de la demostración, sirve para establecer la <<esencia>> permanente de las diversas <<especies>> en que se puede clasificar la realidad (le individuo, lo individual, es indefinible). La lógica aristotélica no es estrictamente formal, sino que pretende reflejar la estructura de la realidad y hace continuamente referencia a ella.

ANTROPOLOGÍA (TEORÍA DEL ALMA)

Se da una evolución del pensamiento aristotélico sobre el alma (su antropología).

En un primer período defiende una visión dualista del ser humano, con un alma racional inmortal y de naturaleza muy parecida a las Ideas. Y una visión pesimista del cuerpo, entendido como cárcel del alma cuya liberación sólo se consigue con la muerte.

En un segundo período abandona el dualismo y adopta un instrumentalismo mecanicista. Aunque todavía habla de cuerpo y alma, como dos cosas distintas, ya no son antagónicas, sino perfectamente adaptadas la una a la otra.

En el tercer período aplica la teoría hilemórfica (materia-forma) al ser humano y considera la psicología como parte de la física. Ahora es cuando escribe su famoso tratado Sobre el alma, donde se contienen sus nociones antropológicas más importantes:

Parte del estudio del ser humano como un organismo vivo completo, porque las actividades que normalmente se atribuyen al alma no podría realizarlas sin el cuerpo. Por lo tanto, rechaza considerar el alma como algo separado del cuerpo. Cualquier ser vivo (animal o vegetal) debe ser estudiado como un todo completo. De ese estudio se ocupa el <<físico>>. Y el primer paso será averiguar a qué género o categoría pertenece el objeto de estudio.


Por ●

lo tanto, cuerpo y alma constituyen una única sustancia, y guardan entre sí la misma relación que la materia y la forma. El alma es la forma del cuerpo, pero de un cuerpo organizado (un <<organismo estructurado de un modo muy particular>>). Esto le lleva a considerar absurda la doctrina de la reencarnación: el alma no puede ser forma de cualquier cuerpo. Puesto que el alma es el principio de toda la actividad del ser vivo (principio de vida), no es nada distinto de sus funciones. <<Si el ojo fuera un animal, la vista sería su alma>>. Es decir, cuerpo y alma no son separables. Un cuerpo sin alma dejaría de ser un animal o un organismo vivo. Y un alma sin cuerpo no sería nada. Queda excluida, por tanto, la experiencia del alma o su existencia más allá de la muerte.

Mientras Platón distinguía tres partes en el alma. Aristóteles defiende la unidad del alma y la sitúa por todo el cuerpo, no en partes concretas. La insistencia en la unidad total del ser vivo implica que no es el alma la que siente o piensa, sino todo el ser humano gracias al alma. Pero sí le asigna funciones:

- Vegetativa. Comprende las funciones biológicas más básicas, como la nutrición, el crecimiento y la reproducción. Está presente en plantas animales y hombres. - Sensitiva. Permite el conocimiento sensible y comprende los apetitos corporales, la voluntad y la potencia locomotora. La poseen animales y hombres. - Intelectiva. La más elevada, propia del hombre únicamente, comprende la inteligencia o entendimiento.

La negación de la inmortalidad es una consecuencia obvia de la doctrina aristotélica sobre el alma humana, en línea con el pensamiento mayoritario de la época (dentro del cual Platón y los pitagóricos constituían una excepción). Sin embargo, del intelecto agente, afirma Aristóteles que es un función especial del alma, separado, inmortal y eterno. Esta idea dio muchos quebraderos de cabeza a los intérpretes.

ÉTICA:

La felicidad:

Aristóteles se pregunta, como su maestro, qué es lo bueno para el hombre, cuál es el fin supremo de sus actos. Todo el mundo parece coincidir en que el fin último de las acciones humanas es conseguir la felicidad, puesto que la felicidad se busca por sí misma, mientras que las demás cosas se buscan para intentar conseguirla a ella. El problema es determinar en qué consiste esta felicidad.

Para responder a esta pregunta, Aristóteles recurre a su teoría de la naturaleza: el bien de cada cosa, su felicidad, consiste en la realización de la función que le es propia, es decir, está determinada por su esencia. De esta forma, también el hombre será feliz en la medida en que


desempeñe la función que le corresponde. La Ética de Aristóteles es, pues, esencialmente finalista y eudemonista.

Dada la variedad de acciones humanas, orientadas todas ellas hacia la consecución de algún bien, Aristóteles quiere averiguar cuál de ellos puede ser considerado como el Bien supremo, a fin de saber cuál debe ser el fin orientador de la vida del hombre.

El Bien supremo debe ser perfecto, definitivo y suficiente por sí mismo para hacer feliz al hombre.

Debe buscarse por sí mismo y no en orden a conseguir otro bien cualquiera.

Debe consistir en la actividad propia y más elevada del hombre en cuanto tal.

Debe hacer al hombre bueno.

Para determinar cuál es la actividad más propia del hombre y, por tanto, la que mayor felicidad puede proporcionarle. Aristóteles analiza sus funciones esenciales y concluye que lo que verdaderamente distingue al hombre de los seres vivientes inferiores es el alma, por lo que la felicidad humana tendrá que ver más con la actividad del alma que con la del cuerpo. Asimismo, de las actividades del alma, la más típicamente humana es la intelectiva o racional. Por tanto, la vida del hombre deberá consistir en vivir conforme a la razón. La mejor parte de nuestro ser es el pensamiento. Por tanto, la vida de los hombres será tanto más feliz cuanto más intensa y elevada sea la contemplación, la ciencia.

La virtud:

La felicidad no es un efecto del azar, sino que se conquista a través del ejercicio y la práctica de la virtud. La virtud no es ni una pasión ni una facultad humana, sino que es un hábito, es decir, que se genera con la repetición de actos. Los hábitos pueden ser buenos o malos. Son hábitos malos los que alejan al hombre del cumplimiento de la función que le corresponde según su naturaleza y Aristóteles los denomina vicio. Por el contrario, son hábitos buenos los que llevan a un hombre a cumplir bien su función y Aristóteles los llama virtudes. Las virtudes residen en el alma, ya que requieren conocimiento, deliberación y libertad para regir la actividad humana.

División de las virtudes:

Puesto que las virtudes residen en el alma, hay distintos tipos de virtudes que corresponden a las distintas funciones del alma. Si se excluyen las funciones vegetativas, se puede afirmar que las virtudes intelectuales perfeccionan el conocimiento, mientras que las virtudes morales perfeccionan el carácter, el modo de ser y de comportarse.

Virtudes intelectuales, o dianoéticas. Son disposiciones o estados que se crean mediante la educación y la costumbre que forman hábitos a través de los cuales se alcanza la verdad. Para el entendimiento, el bien se identifica con lo verdadero y el mal con lo falso.

La virtud más importante de la ética aristotélica es la prudencia, según la cual el hombre puede decidir cuál es el término medio adecuado para él. El hombre prudente no dirige su acción aplicando de manera automática un conjunto de reglas, sino que es capaz de discernir qué es lo bueno y lo malo en cada situación.


También está la sabiduría, cuyo objetivo es alcanzar la verdad por medio de la ciencia.

Virtudes morales, o éticas. Las virtudes morales nos orientan para poder escoger el justo medio entre dos extremos, entre el exceso y el defecto. Por ejemplo, el valor es el término medio entre la cobardía y la temeridad. Aristóteles deja la determinación del justo medio a la experiencia y al juicio prudente de un varón sensato que discurra rectamente.

POLÍTICA

El hombre, animal político:

Los griegos consideraban al hombre como ser social, encuadrado dentro de la familia y de la sociedad civil, fuera de las cuales pensaban que no podía conseguir su propia perfección individual. De ahí que Aristóteles considera que el bien individual y particular está subordinado al bien familiar y al común, y, por consiguiente, que la política es una ciencia íntimamente relacionada con la economía y con la ética, en cuanto que su objeto, el bien común, incluye dentro de sí el bien familiar y el bien individual.

Aristóteles afirma que el hombre es por naturaleza un animal político. Hay otros animales que también viven en sociedad 8las abejas, las hormigas), pero hay algo que distingue al hombre de cualquier otro animal social: el hombre tiene razón, discurre y habla, y la palabra implica la comunicación con otros seres semejantes. Además, el hombre es el único animal que sabe distinguir entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, que lo puede manifestar por medio del lenguaje y que lo puede plasmar por medio de leyes que constituyen la polis.

En cada hombre hay una tendencia innata a lograr su perfección, imposible si se mantiene aislado. Por eso necesita la agrupación con sus semejantes, que tiene diversas formas:

La familia, unidad social básica que comprende el marido, la mujer, los hijos y los esclavos. –

La aldea, que resulta de la agrupación de varias familias. –

La ciudad, que resulta de la agrupación de varias aldeas.

Entre las diferentes formas de asociación que distingue Aristóteles, la más importante de todas es la ciudad. De la agrupación de familias resultan las aldeas, y de la agrupación de las aldeas la ciudad, cuyas característica son las de ser una sociedad perfecta, independiente y autosuficiente. Podemos interpretar el pensamiento de Aristóteles en el sentido de que la ciudad es anterior, por orden jerárquico, a la familia y a los individuos, pues el todo es lógicamente anterior a las partes.

La comunidad política:

Como hemos visto, el hombre es un animal político y la forma más perfecta de sociedad es la ciudad. Aristóteles nos dice que la ciudad es una comunidad política, es decir, una agrupación, una asociación, una comunidad compuesta por hombres. Pero no toda asociación es una ciudad. La


ciudad es una organización social humana que tiende a conseguir un fin determinado. En primer lugar, Aristóteles afirma que el fin de la comunidad política es vivir bien en sociedad. Por vivir bien hay que entender la vida conforme a la virtud, principalmente conforme a la justicia, que es la virtud fundamental y propia de la comunidad política. De esta forma de vida se deriva la felicidad, propia de los hombres libres. Para conseguir el objetivo de vivir bien, la comunidad política debe procurar alcanzar las siguientes metas:

La armonía de los ciudadanos para lograr lo que conviene a todos. –

La autarquía, es decir, la independencia y autosuficiencia. –

La educación de los individuos para crear los mejores ciudadanos. –

El bien común, fin de la comunidad política.

Aristóteles conserva el concepto organicista de la ciudad, heredado de Platón. La ciudad necesita de diversos elementos para poder desempeñar sus funciones. En ella debe haber labradores, artesanos y mercaderes, soldados, sacerdotes, jueces y magistrados.

Pero esta vida perfecta y feliz, conforme a la virtud, que Aristóteles señala como fin de la comunidad política, la entiende únicamente para los ciudadanos libres. Aristóteles excluye del derecho de ciudadanía a los esclavos, a los periecos (miembros de los pueblos conquistados), a los metecos (extranjeros), a las mujeres, a los artesanos, a los mercaderes y a los labradores. En la categoría de ciudadanos libres entran solamente las tres clases superiores: los guerreros, los sacerdotes y los magistrados.

La vida perfecta y feliz conforme a la virtud requiere en Aristóteles una base económica suficiente para verse libre de la preocupación del trabajo cotidiano. Los esclavos son quienes deben trabajar para que los ciudadanos libres puedan dedicarse a la filosofía, al estudio y a la investigación de las ciencias teóricas, especialmente de las más elevadas. Por tanto, al vivir bien, a la perfección y a la felicidad que el hombre anhela conseguir mediante su agrupación en una comunidad política sólo pueden aspirar los ciudadanos libres, es decir, los que poseen suficientes bienes de fortuna para no tener que sujetarse a un trabajo necesario y disponen de medios, de tiempo y de ocio para consagrarse a las actividades superiores de la virtud, que son las que corresponden al ejercicio de la contemplación intelectual.

De esta forma, podría parecer que el bien común de la ciudad se convierte, en realidad, en el bien de una clase particular, por lo que estaríamos ante un ideal político aristocrático, muy semejante al que aparece en La República de Platón. No obstante, Aristóteles es más coherente de lo que parece con su ética y parece inclinarse por una política basada en las clases medias y gobernada por los mejores, de acuerdo con su idea de la virtud como término medio.

Formas de gobierno:

Para Aristóteles las formas de gobierno buenas, virtuosas, son aquellas en las que el Estado es gobernado con la intención de alcanzar el bien común, mientras que los gobiernos que se preocupan por los intereses particulares son malos, o viciosos, ya sean una, varias o muchas las personas que rijan los destinos públicos. Las formas fundamentales de gobierno pueden reducirse a tres tipos: monarquía o gobierno de uno solo; aristocracia, o gobierno de unos pocos; y democracia, o gobierno de muchos.

La monarquía, cuando deja de ser virtuosa, degenera en la tiranía, que es el peor régimen de todos; el poder aristocrático, en la oligarquía, y el democrático, en la demagogia.