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Primer_Gobierno
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El primer gobierno civilista

El primer candidato electo del Partido Civil fue el ya mencionado Manuel Pardo y Lavalle, quien gobernó desde el 2 de agosto de 1872 al 2 de agosto de 1876.

Ya en el poder, Pardo llevó a cabo algunas reformas, como la eliminación de los fueros privativos de la iglesia y de la influencia del Ejército en el ámbito político. También emprendió la modernización de la educación y la eliminación de los derechos de peaje y aduanas interiores, controlados por las Juntas Departamentales. Pero la crisis económica haría inviable la realización de muchos de sus proyectos. Medidas como una prudente alza de impuestos, el estanco del salitre y la revisión de los contratos de la venta del guano, no aliviaron el agudo déficit fiscal. La crisis económica se agravó y el país quedó al borde de la bancarrota.

En el plano internacional, firmó el Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia de 1873 (que luego serviría de argumento a Chile para desencadenar la Guerra del Pacífico). Para colmo, descuidó la defensa nacional, cancelando la construcción de dos navíos blindados, mientras que Chile se armaba peligrosamente, llegando a superar el poderío bélico del Perú.

287px-Manuel_Pardo_y_Lavalle_NEW.jpgManuel Pardo y Lavalle

Asesinato_de_Manuel_Pardo.jpgAsesinato

EL ASESINATO DE PARDO.- Todo ocurrió entre las 2 y 3 de la tarde del fatídico sábado 16 de septiembre de 1878. A las 2 p.m., Pardo llega en coche a la puerta del Congreso. Llegaba de la imprenta del diario El Comercio, donde había revisado las pruebas de un discurso que iba a ser publicado. Lo acompañaban a la Cámara los señores Manuel María Rivas y Adán Melgar. A la entrada, la guardia del batallón Pichincha le presenta armas y Pardo hace un gesto para que cesen los honores. Luego, Pardo ingresa al primer patio del Congreso cuando el sargento Melchor Montoya le dispara. La bala roza la mano izquierda del señor Rivas, penetra en el pulmón izquierdo de Pardo y sale a la altura de la clavícula. El ex presidente se lleva las manos al pecho y, recostado sobre un señor, se dirige al segundo patio (la cámara de senadores estaba, en el siglo XIX, en el actual local del Museo de la Inquisición).

Pardo cae al suelo entre las puertas que separan al patio del salón de sesiones. El señor Melgar se lanza contra el asesino, mientras la guardia permanece impasible. Melchor Montoya huye hacia la Plaza de la Inquisición, pero es apresado por el sargento Juan Vellods. Dos centinelas lo llevan a un cuarto en el segundo patio del Senado. En unos instantes, llegan más de12 médicos, pero la herida es mortal; la hemorragia es casi generalizada. No movieron a Pardo quien, agonizante, preguntó quién había sido el asesino. Al saber que se trataba de un sargento dijo “perdono a todos”; también llegó a decir “mi familia”, “debo mucho”, “me ahogo”. El padre dominico Caballero fue su último confesor. A las 3 de la tarde, exhaló su último aliento. El presbítero González La Rosa cerró sus ojos.

Seis minutos después de su deceso, el cuerpo de Pardo fue trasladado al salón de sesiones del senado donde se le practicó la autopsia. Se comprobó que la muerte fue debida a dos proyectiles de arma de fuego en la cavidad toráxico y que sus órganos estaban en magnífico estado; todo hacía presumir que hubiera podido llegar a una edad avanzada. A las 9 de la noche fue trasladado en hombros a su casa, a pedido de su esposa y su madre. Los funerales tuvieron una solemnidad excepcional y el entierro (en el Presbítero Maestro) dio lugar a una manifestación multitudinaria sin precedentes.

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