Si el mundo estuviera hecho de información…
John A. Wheeler considera que el mundo físico está hecho de información. Podríamos ser dos los que pensamos de la misma manera. Considera John A. Wheeler que la materia y la energía serían accesorios.
¿Que es en realidad la materia y la energía? Casi nada: los elementos de la materia serían nano-nubes espacio-temporales con masa, o cuerdas espacio-temporales vibrantes. Parece como si materia-energía-espacio-tiempo fuera un simple tablero sobre el que se escribe la información. Una pared donde se proyecta el mundo real en acción.
Entonces el mundo sería como una película que puede grabarse en cualquier soporte magnético, eléctrico, mecánico… y transmitirse por ondas electromagnéticas, láser, sonido, luz… y plasmarse sobre un espacio tetradimensional, tridimensional, bidimensional o monodimensional. Siendo así podríamos trasladar una estructura mecánica de la Tierra a Marte con una conexión simple entre dos ordenadores: el de aquí enviaría la información al de allí, que se limitará a ejecutar en una impresora 3D el resultado.
¿Y nosotros? ¿Somos hologramas? ¿Quien hace la proyección?
No. Nadie hace la proyección. Vale con que seamos hologramas, pero la historia de nuestros movimientos y de nuestras vidas no la hace nadie. Se va haciendo sola. Forma parte de la evolución. Y la evolución es como la maquinaria de un reloj, con un resorte energético (muelle), que se va destensando y va desplegando lentamente todo el conjunto, y de cuyo engranaje somos una mínima parte.
Una explosión muy energética, “cargada de contenido”, debió producirse de forma que, tanto la pantalla de la proyección (espacio-tiempo y materia-energía), como el propio proyector (información), empiezan a desplegarse. El plan era muy simple: expandirse y desordenarse. Ese parece el objetivo de toda explosión. Pero esta era una explosión muy particular: no se desenrollaba la materia sobre un universo (pantalla) ya construido, sino que todo se hacía simultáneamente: Según se va desplegando el espacio la materia se expande sobre él conforme a una información directriz o unas “reglas” de comportamiento. Pero esto no se parece en nada a lo que suponíamos tendría que ser una explosión desordenada corriente. En primer lugar, porque no hay nada preexistente que romper, y, en segundo, porque no parece haber ningún obstáculo con el que interferir. La creación del espacio-tiempo debió de llevar una buena dosis de gasto informático, así como la creación de la materia, al no haber nada previo de donde sacarlo, sino sólo información.
Aquí hay un problema: No sabemos que la información se pueda convertir en espacio-tiempo ni en materia-energía. Solo sabemos que la información puede crecer (concentrar) enormemente. Por tanto, “sabemos” muy poco del alcance de la información, solo que parece necesitar un soporte material o energético donde estar almacenada. Pero aquí podemos estar equivocados, ya que la información que nosotros conocemos reside en los restos de lo generado por la gran explosión; justo donde no se esperaba que estuviera. El conocimiento o información primigenia podría no tener el soporte material que nosotros, pobres terráqueos, insignificantes y míseros gusanos, alcanzamos a visualizar y comprender. Nosotros no “veríamos” otra información que la que está sobre un soporte material.
Hay otra cosa: que la información genere el espacio y el tiempo significa que el conocimiento causante de la gran explosión debe ser atemporal y aespacial, por tanto ese conocimiento podría ser el resultado de una evolución cultural como la que iniciamos los entes sociales humanos, o de una evolución cualquiera.
Sería el sueño último de la humanidad: acabar evolucionando para convertirnos en entes atemporales y aespaciales, como los propios dioses. Así, también, cerraríamos el ciclo: Gran explosión (entropía mínima), expansión espacio-temporal con crecimiento exponencial de “nuestra” información, conocimiento atemporal-aespacial, y “fin” (que es lo mismo que “comienzo”). El “saber no ocupa lugar”, ni tiempo. No hay fin, ni comienzo. Ni pasado, ni futuro.
Este esquema rompería los bucles infinitos al llegar a una situación atemporal-aespacial con conocimiento máximo, del que se puede hacer derivar cualquier otra cosa.
Para que todo esto sea verdad ha de cumplirse el viejo chascarrillo de que el “saber no ocupa lugar” y elevar dicho “dicho” a la categoría de principio o de postulado. Podría ser cierto, pero nosotros necesitamos ver plasmado el conocimiento sobre un soporte material, si nó no tendríamos acceso a él.
Hay otro problema. Es que la información que cabe en el universo tiene un límite; del orden del gugol (10100) ¿Sería eso poner fronteras al conocimiento?. No, si entendemos que el conocimiento es información exacta de la realidad y de su funcionamiento. Nos bastaría todo el universo para contenerlo. Podría haber otras realidades y por tanto otros conocimientos. Eso no lo sabemos. Quizá nuestro universo fuera una simple gota de conocimiento.
Según el artículo de Jacob D. Bekenstein “La información en el universo holográfica” publicado en Investigación y Ciencia 2004, Tema 51 “El Universo antes de la gran explosión” Toda la realidad de nuestro universo podría estar “escrita” sobre su superficie bidimensional como un holograma. En el mismo artículo habla de dos entropías; la entropía termodinámica que mide el número de estados posibles de un sistema y la entropía de Shannon que mide el número de dígitos necesarios para codificar un mensaje; aunque conceptualmente son lo mismo, ambas entropías dan valores distintos para un mismo sistema; si un microchip contiene 1010 bits de información, medido como entropía termodinámica daría 1023 bits que corresponde al número de estados posibles a nivel atómico.
Tampoco estas entropías parecen considerar la entropía total como suma de la entropía de cada uno de los niveles de organización (Partículas, átomos, moléculas, asociación de cristales y circuitos, seres vivos, sociedades...), quizá porque las de nivel superior son despreciables con respecto a la del nivel básico (sumar 1023 con 1010 sigue dando aproximadamente 1023 )
Por otro lado, si el estado “inicial” del universo era de información máxima (entropía mínima), y la evolución se rige por la regla de crecimiento global de la entropía, entonces en el estado final sería el de entropía máxima (información mínima). Este contratiempo se puede explicar de alguna de las siguientes maneras:
1) No se está considerando la entropía global del universo como la suma de las entropías de todos los niveles de organización de los sistemas.
2) Se esta inyectando información desde el exterior de nuestro universo (se está perdiendo entropía por los agujeros negros).
3) Realmente existe una pérdida neta de información a lo largo del tiempo y nunca lograríamos robar al entorno el suficiente conocimiento con el que se partió en la fase “inicial”.
De todas formas tenemos esa limitación del máximo de información que se puede acumular sobre un soporte material: del orden del gugol si fuera a nivel de partículas; o más si consiguiéramos hacerlo a nivel de “cuerdas”. En este universo, ninguna evolución podría alcanzar más conocimiento.